Racionalidad capitalista y principio económico Sergio Reuben Soto “The weal-relation of man to his material environment is the essential thing, of which economic science is aiming to give a complete, a scientific description. […] Were there no dependence of man upon nature, there would be no economic life and no economic science.” Charles E. Tuttle, 1901 “[…] there is one and only one social responsibility of business – to use its resources and engage in activities designed to increase its profits.” Milton Friedman, 1982 “Llegados a este punto es necesario concluir, que los acuerdos de política económica tomados con fundamentos en los preceptos del modelo del Equilibrio General Dinámico Estocástico, como los que vienen postulando las propuestas de política del Neoliberalismo Económico no pueden ser considerados, desde el punto de vista del pensamiento racional, como las que conducen a generar un estado de bienestar social óptimo.  La hegemonía que adquirió esta visión o perspectiva teórica  en los últimos años obedece a ese fenómeno tan bien descrito por Khun de los paradigmas científicos, asociados y defendidos por comunidades de, en este caso, economistas; y respaldadas por sectores sociales cuyos intereses se ven favorecidos con las explicaciones de la realidad económica asociadas a dicha visión.” Reuben, 2019b 6 El ejercicio de la razón consiste en aplicar nuestro conocimiento general para guiar nuestras acciones; tanto para la escogencia y el uso de los medios a nuestro alcance como la escogencia de los fines que queremos conseguir con ellas. En esta reflexión, nuestro objetivo es someter a escrutinio el concepto de “racionalidad económica”, como ejercicio de la razón en la acción destinada a obtener con el fruto de nuestro trabajo, los frutos del trabajo de los otros integrantes de la sociedad, para la supervivencia propia y colectiva. Conforme avanzamos en esta investigación tomamos conciencia de que la razón está fundada en un conjunto de valores y principios que dan validez, como decisiones correctas, a nuestras acciones fundadas en esa razón. Así, la toma de nuestras decisiones que tienen que ver con el uso de nuestro trabajo y recursos para la producción de bienes y servicios para la subsistencia, se cimienta en un conjunto de normas y valores que conforman un “principio económico” como el fundamento de una racionalidad económica. Para darle asiento epistemológico a este examen vimos conveniente recurrir al desarrollo teórico sobre la razón que ha propuesto Habermas. La razón instrumental En nuestro tiempo, le debemos a Horkheimer (1973), (y a Adorno), y posteriormente a Habermas (1986) el haber cuestionado y tematizado el concepto de razón, y haber sabido distinguir entre dos momentos distintos en ese proceso de racionalización, que definen dos racionalidades distintas, válidas o verdaderas “según propuestas verificables” en el caso de la razón instrumental, o de “normas con pretensiones de valides” en el otro caso de la razón comunicativa (Habermas, op., cit., p.23). Así, el debate sobre la racionalidad de la acción colectiva se ha orientado hacia la necesidad de distinguir dos racionalidades distintas, la racionalidad instrumental y la racionalidad comunicativa. Dos maneras de actuar racionalmente dependiendo del conjunto de principios que las guía. La primera tiene que ver con el uso de los instrumentos para la supervivencia material, la segunda tiene que ver con el uso de los medios y las relaciones sociales que hacen posible la supervivencia cultural e institucional y colectiva (Habermas, op., cit., p.25). Obviamente no son totalmente independientes, la una depende de la otra, pero pueden albergar contradicciones entre ellas.[footnoteRef:1] De hecho, mucho de la dinámica y del cambio social se explica por la confrontación entre las acciones sociales (y personales) encontradas entre sí, guiadas por estas dos razones. La cohesión social o la capacidad de autogobierno del sistema consisten en la armonización de esas dos racionalidades. [1: - “Los sistemas de sociedad alteran sus patrones de normalidad de acuerdo con el estado de las fuerzas productivas y el grado de autonomía sistémica, pero la variación de los patrones de normalidad está restringida por una lógica del desarrollo de imágenes del mundo sobre la cual carecen de influencia los imperativos de integración sistémica; los individuos socializados configuran un ambiente interior, que resulta paradójico desde el punto de vista del autogobierno.”, p.24.] Para Habermas, la racionalidad instrumental es la que guía las acciones en el segmento exterior del sistema social, que está constituido por las relaciones con la naturaleza, y aclara: “La naturaleza exterior es apropiada [por la sociedad] mediante los proceso de producción, […]. Los proceso de producción aprovechan recursos naturales y transforman las energías disponibles en valores de uso.”, (ob. cit. p.24). Y finalmente expresa: “Los sistema de sociedad pueden mantenerse frente a la naturaleza exterior mediante acciones instrumentales (siguiendo reglas técnicas) y, frente a la naturaleza interior, mediante acciones comunicativas (siguiendo normas de validez)…”, p.25. Una primera conclusión entonces es que la racionalidad instrumental y la racionalidad comunicativa son construidas sobre la base del nivel existente de las fuerzas productivas (desarrollo técnico-científico) y de las condiciones de su ordenamiento interior (medios de cohesión social, cultura e instituciones). Lo que obliga a entender que estas formas de justificar y racionalizar nuestras acciones sociales tienen vida histórica; esto es, están asociadas a momentos históricos determinados. El principio “económico” El principio económico radica en alcanzar la mayor satisfacción con el menor esfuerzo. También conocido como el principio del menor esfuerzo (puede verse Mankiw, 2008, p.31). En el marco de las sociedad más complejas, este principio consiste en alcanzar el mayor grado de satisfacción social con el menor uso de recursos escasos (entre ellos, como ya se señaló, el trabajo, como esfuerzo humano físico e intelectual destinado a alcanzar un fin).[footnoteRef:2] [2: - Hacemos aquí la observación necesaria sobre la idea de la existencia de trabajos deseados y no deseados. Debe quedar claro que en una sociedad en la que sus miembros producen individualmente los bienes y servicios que necesitan para su reproducción, el trabajo deseado produce satisfacción; por el contrario, un trabajo no deseado que debe ejecutarse para alcanzar un fin necesario genera insatisfacción. El trabajo que no produce satisfacción puede representarse como un costo que debe resarcirse, mientras que el trabajo deseado que da una satisfacción no requiere resarcimiento. No obstante, cuando las sociedades se organizan de manera que las supervivencias individuales de sus miembros necesitan del trueque de su trabajo a través de mercancías y dinero, entonces todo trabajo tiene que ser resarcido con dinero o mercancías para asegurar la reproducción física y social de sus miembros. Finalmente, cuando una sociedad produce lo suficiente para la supervivencia física y social de sus miembros, el trabajo deseado no requiere ser resarcido porque produce satisfacción a quien lo ejecuta y no necesita de éste para su supervivencia, porque todos los trabajos asociados producen lo suficiente para la supervivencia de cada uno de los miembros de la sociedad. “Si yo, haciendo lo que me da la gana, trabajando en lo que me gusta, tengo todo lo que necesito para sobrevivir en sociedad ¿para qué voy a cobrar por mi trabajo?”] El origen etimológico de la palabra economía Oikonomos hace referencia al manejo del hogar (Oikòs, casa y Nomòs, entregar, distribuir). Tiene que ver con la toma de decisiones que deben destinarse para organizar el funcionamiento de una familia o casa. Implica la existencia de una razón que debe aplicarse a la hora de tomar esas decisiones que pretenden alcanzar el principio económico. Está claro que para los griegos antiguos, la razón que aplicaron era sustancialmente distinta a la que utiliza un ama de casa en la actualidad: como no habían mercados constituidos como los de ahora y la mayor parte de los recursos venían del trabajo esclavo, de la guerra y el pillaje, y las relaciones familiares y sociales, sus miembros y jerarquías eran totalmente distintas, etc., la razón aplicada para gestionar la Oikòs griega difería sustancialmente de la razón que hoy usamos, pero las dos buscan el mismo principio económico. Vamos a denominar esa razón como la razón económica, constituida así, por el conjunto de valores que guían la toma de decisiones vinculadas con el uso de las opciones instrumentales y comunicativas de producción, intercambio de bienes y servicios y distribución del producto social, de manera de alcanzar con ellas una combinación óptima de tiempo, trabajo y recursos escasos, para obtener un resultado que mejor satisfaga las necesidades personales, en el caso de la acción individual, y de la colectividad en el caso de la acción social. La aplicación concreta de esta razón en nuestras acciones será entonces la racionalidad económica cuyo resultado logra un uso económico de los recursos disponibles. Si miramos con visión social el aserto, queda claro que para obtener el resultado y los recursos para alcanzarlo está únicamente el trabajo colectivo de por medio…, y de ahí la referencia obligada al menor esfuerzo. También quedará claro entonces que dependiendo de la calidad del trabajo y de los recursos para alcanzar el resultado deseado, la racionalidad aplicada a la producción y al intercambio, debe variar como ya lo ilustrábamos con el caso de la Grecia Antigua; la busca del principio económico se mantiene pero la forma de alcanzarlo varía según las condiciones históricas existentes en cada sociedad. No vamos a entrar a discutir en este momento la crítica válida que se ha venido haciendo al supuesto de racionalidad de la acción humana, tanto productiva-comercial, como cualquier otra que implique su fundamentación en principios objetivos verificables. Justamente, nuestra referencia a Habermas pone en entredicho la supuesta capacidad del ser humano de actuar estrictamente en función de una razón instrumental mientras existe como parte de su vida social una razón comunicativa también válida. Lo que pretendemos con esta discusión es señalar que las acciones, sean cuales fueran, fundadas en una racionalidad económica deben orientar a la actividad social hacia el logro del principio económico. Tenemos que llamar la atención en este momento, sobre la interrelación que existe, como toda acción colectiva supone, entre ambas racionalidades, de manera que debemos reconocer los efectos que una puede tener sobre la otra. Y, en determinadas condiciones históricas, la sobredeterminación de la racionalidad instrumental sobre la racionalidad comunicativa. En un artículo publicado en la revista Economía Coyuntural, tratamos de explicar el proceso histórico mediante el cual la acumulación de capital sustituye como racionalidad económica a la que dominaba en el marco de relaciones pre-capitalistas. ¡Cómo la valorización y la acumulación del capital se articulan en el intercambio y producción de mercancías y servicios, y comienza a armonizar la dinámica de los mercados! (Reuben, 2019); y de esta manera la acumulación del capital se convierte en racionalidad económica: las acciones individuales y colectivas tienen como meta principal lograr un plus valor; por encima del costo que tiene su mercancía o servicio y su esfuerzo, para apropiárselo (acumularlo). Visto desde el punto de vista que hemos levantando aquí, esa discusión lo que plantea no es otra cosa que la mutación de una racionalidad basada en un conjunto de condiciones técnicas y sociales a otra racionalidad basada en otro conjunto de condiciones técnicas y sociales, mientras se busca lograr el principio económico. Con la consolidación del capital como relación dominante de la actividad económica, para alcanzar resultados acordes con el principio económico hay que aplicar la nueva racionalidad del capital. Por eso en los textos de fundamentos de economía uno puede encontrar lo siguiente: “Conforme estudias Economía, encontrarás firmas que deciden cuántos trabajadores contratar y cuánto producto producir y vender para maximizar su ganancia. También encontrarás individuos que deciden cuánto tiempo gastar trabajando y cuántos bienes y servicios comprar con su ingreso para alcanzar el más alto nivel de satisfacción.” (Mankiw, 2008, p.31).[footnoteRef:3] [3: - “As you study economics, you will encounter firms that decide how many workers to hire and how much of their product to manufacture and sell to maximize profits. You will also encounter individuals who decide how much time to spend working and what goods and services to buy with the resulting income to achieve the highest possible level of satisfaction.”] La racionalidad económica y el principio económico Ahora bien, para el pensamiento económico convencional, la racionalidad económica bajo el capital o, como la llamaremos ahora, la racionalidad capitalista (una vez que el capital se ha entronizado como relación principal en los procesos de producción y distribución) es la relación que cumple con las necesidades impuestas por el principio económico fundamental. Como vimos al principio, las relaciones capitalistas cuando logran dominar las decisiones que determinan la actividad de la producción social y el intercambio de mercancías, inauguran una época de racionalización de esas actividades en función de la valorización de capital. El procedimiento con el que se racionalizan las decisiones de la actividad productiva, es, pues, por medio de la reducción de los costos y aumento de los ingresos, costos e ingresos basados en un sistema de precios (aumentados con la tasa de ganancia del capital) que se forman en los mercados dominados. Así, la diferencia entre costos e ingresos conforma unos excedentes de explotación privados que agregados constituyen el valor del excedente social del proceso productivo de la colectividad. Quedando entonces registrada esa ganancia como un excedente en el ingreso sobre los costos, como una ganancia del capital. Sobre la base de ese sistema de precios el sistema económico dominado por el capital busca “equilibrar” la producción a la demanda existente. La escuela austriaca dirigida por el pensamiento de Leon Walras define el equilibrio del sistema, en el momento en que el valor de todos los precios de los productos ofrecidos alcanza el valor de los recursos dinerarios en el lado de la demanda. Ese es el famoso momento del Tâtonnement. Un momento mágico en el que los pagos que reciben los factores de la producción cuando se venden las mercancías producidas (a los precios logrados en el mercado), corresponden exactamente a la forma y cantidad en que la sociedad los estima o los necesita, porque al mismo tiempo, las mercancías producidas por esos factores y ofrecidas en el mercado alcanzan a satisfacer las necesidades sociales expresadas en el valor de la demanda de cada una de las mercancías. Puede quedar claro entonces, que al producirse el Tâtonnement se alcanza un equilibrio o ajuste de cuentas por el que los recursos disponibles por la sociedad se emplean precisamente en las necesidades que ella presenta; alcanzándose así el principio económico. Y probablemente, por un cierto período, mientras la acumulación de capital se consolida como fundamento del sistema y mientras sus efectos no alcanzan las condiciones de los mercados –como inmediatamente proponemos– el sistema de producción y distribución social regentado por la racionalidad capitalista, logra resultados efectivos y eficaces de acuerdo a un óptimo de Pareto (o cuanto menos, un mejor resultado comparado con el resultado alcanzado por la forma anterior de organizar la producción colectiva), logra así un bienestar general mayor al anterior cumpliendo con el principio económico. Es sobre este logro que el pensamiento económico ha supuesto que los sistemas basados en la acumulación de capital consiguen los resultados más eficaces y de forma más eficiente, produciendo los bienes y servicios que necesita la sociedad, distribuyéndolos según las contribuciones de los participantes, con el mejor uso de los recursos escasos disponibles. No obstante lo antes dicho, hay en esa presunción un elemento esencial del sistema que no se debe inadvertir. Y es que para que esos precios reflejasen efectivamente los valores sociales de las mercancías, para que el “cierre o vaciado de mercado” lograse esa asignación eficiente de la remuneración a los factores de la producción, debiera existir entre otras condiciones un mercado esencialmente puro; esto es, absolutamente perfecto, donde los actores encontrasen las condiciones óptimas para expresar su voluntad…, mientras actúan racionalmente en función de la nueva racionalidad capitalista.[footnoteRef:4] [4: - Para una discusión amplia de las contradicciones que la realidad económica impone a los supuestos de este modelo véase Rueda Lizarazo O., (2009).] Las teorías económicas y el vaciado de los mercados Sobre la base de esta hipótesis general se ha desarrollado en el campo del pensamiento económico, un afanoso esfuerzo por explicar de qué manera se alcanza ese Tâtonnement en el marco de las condiciones generales de las economías regidas por la acumulación de capital. Esto es, que bajo este proceso de valorización del capital los mercados “cierren” o se vacíen de manera que el sistema en su conjunto alcance un equilibrio entre las necesidades sociales, expresadas por la demanda, y la producción de bienes y servicios expresada por la oferta. Y el último paradigma que intenta articular el mundo real de los negocios con el sistema teórico que explica un equilibrio macroeconómico eficiente es el del Equilibrio General Dinámico Estocástico (en Inglés DSGE). La “mano invisible del mercado” de nuestro Padre Smith se trasmuta a finales del siglo pasado en una secuencia de episodios que en su conjunto, en cierto plazo, definen en forma azarosa un equilibrio que, en un ambiente libre de limitaciones, en el que se dan las acciones racionales de un gran número de agentes, garantiza que los precios de las mercancías definan una remuneración a los factores de la producción justa y efectiva. Que resulta, a su vez, en una asignación óptima de éstos entre las necesidades sociales. (Para más detalles del debate sobre las propuestas teóricas que buscan explicar la forma en que en el capitalismo se logra ese Tâtonnement, véase Reuben, 2019ª.) Sin embargo, los críticos más recientes del paradigma del DSGE no han sabido exponer con claridad el origen de las deficiencias en el funcionamiento de los sistemas contemporáneos (desigualdad creciente, frecuentes recesiones, alto desempleo, entre otras) que evidencian las debilidades de este paradigma. Los que han sido llamados “neokeynesianos”, proponen dos argumentos centrales: 1.- Todos los mercados son imperfectos y tienen costos de transacción (institucionalistas), 2.- El mercado laboral es fundamentalmente imperfecto (neokeynesianos), Y hay una tercera vertiente de crítica que señala que el actor económico no actúa con una racionalidad capitalista (economistas del comportamiento).[footnoteRef:5] [5: - Nuestra investigación nos llevó a estudiar los aportes de estudiosos que se plantearon el problema del equilibrio eficiente y las condiciones del mercado (Reuben, 2012), pero no creemos necesario retrotraer aquí su discusión. Sin embargo, nos parece importante señalar dos artículos seminales del pensamiento de Tibor Scitovsky (1952, 1954) en los que plantea la dificultad del sistema para alcanzar un equilibrio eficiente, precisamente por la existencia de “externalidades” que limitan, cuando no impiden, el libre juego de la competencia en los mercados. Scitovky llega a conclusiones semejantes a las que planteamos en este artículo; sin embargo no logra identificar en el mismo proceso de acumulación de capital, el origen de la formación de esas externalidades, como lo hacemos aquí.] Para nosotros los tres argumentos no son suficientes para criticar el equilibrio que supone la teoría del DSGE. En primer lugar porque para criticar la imperfección de los mercados, mientras no se critique con fundamento el origen de esas imperfecciones, seguirá siendo válido el argumento esgrimido por esa teoría de que estas imperfecciones son remediadas con el pasar del tiempo (en el largo plazo), porque siempre habrán empresas –por las condiciones de libertad de mercado y el azar— que logren romper los monopolios y oligopolios que se establecen en ellos (Reuben, 2019b, p.). Desde luego, como el lector y la lectora podrían saber, nada se dice en este enunciado sobre la “duración de los plazos en los que debiera corregirse esa anomalía y las condiciones (de eficiencia-ineficiencia) de los “nuevos equilibrios” alcanzados…, y este problema es parte de nuestro argumento que presentaremos adelante. En segundo lugar, para hacer referencia específica al segundo argumento que ha sido presentado por centenares de economistas y más recientemente por el renombrado economista y crítico de la DESGE, Joseph Stiglitz. Esta deficiencia afecta básicamente al factor trabajo y a su mercado. Es la remuneración general a los trabajadores la que se ve afectada por las condiciones de imperfección del mercado de trabajo (bajo poder de negociación individual), principalmente cuando las regulaciones institucionales como las protecciones legales al trabajo y a las organizaciones de los trabajadores se ven reducidas. Precisamente, cuando se presentan esas debilidades o cuando ese mercado no ofrece las condiciones de información necesarias, es cuando el mercado del trabajo muestra mayores imperfecciones, impidiendo que la remuneración general a éste sea proporcional a su contribución al producto social. Está claro que el efecto que produce esta situación es el de una desproporción en la demanda agregada –típicamente keynesiana-- que pone en peligro el equilibrio general del sistema. Desde este punto de vista que estamos levantando, como el precio del trabajo no forma parte del sistema de precios remarcados por el excedente (timbre) del capital, este factor no puede competir en igualdad de condiciones, en la pugna por el excedente social. La falta de reconocimiento por parte de este paradigma de la naturaleza distinta del mercado del trabajo le impide reconocer la existencia de una fuerza tendencial hacia la reducción de la participación del factor trabajo en el reparto del ingreso nacional. Más aún, esta perspectiva no ve –o al menos no ha señalado– que una situación parecida, con una desproporcionada asignación de remuneración (por defecto o por exceso) a ciertos recursos pueda presentarse en el resto de los sectores cuando fallan los mercados, creando desproporciones permanentes indebidas en la oferta y la demanda agregadas, como lo hemos propuesto nosotros.[footnoteRef:6] [6: -Esta perspectiva ha sido desarrollada más bien desde el paradigma marxista, con la teoría del desarrollo desigual y combinado del capitalismo.] Finalmente, en cuanto respecta al tercer argumento, mientras que para algunas corrientes del pensamiento económico este argumento es letal, porque asegura que el actor o agente económico no actúa de acuerdo a una racionalidad capitalista, y como ya lo habíamos aceptado cuando analizábamos el concepto de racionalidad instrumental, efectivamente, no se puede pensar que el ser humano actúe en función de una racionalidad estrictamente instrumental habiendo en el marco de la sociedad un campo de acciones comunicativas. La idea de una acción afectiva o comunicativa que module a la racionalidad capitalista, no es descartable; más por el contrario, debemos pensar que muchas de las acciones individuales y colectivas obedecen a una racionalidad no instrumental. El problema que plantea esta propuesta es que sitúa a la acción económica en una esfera de complejidad que impide la formulación de hipótesis macroeconómicas verificables. Imposibilitando así la concepción de un objeto de estudio sometido al pensamiento racional, y a su comprensión por el pensamiento científico; con todas las consecuencias limitantes para su debida apropiación instrumental.[footnoteRef:7] [7: - Lo que cabe aquí definir es, lo que se ha hecho con las teorías científicas, y es suponer que en este caso de ciencias del comportamiento, la mayoría significativa actúa en razón a la lógica de la racionalidad capitalista, que, como ya se dijo en un apartado anterior, tendería en determinadas condiciones histórica a sobre determinar la racionalidad comunicativa.] Ahora bien, no obstante lo antes dicho, es necesario comprender de qué manera es que una racionalidad económica que había logrado condiciones de existencia sociales mejores que con las anteriores existentes, comienza a traicionar su objetivo de lograr el principio económico en su tiempo. Racionalidad capitalista y concentración del capital (endogenización de la competencia) Es esta relación entre la tendencia ínsita en el proceso de acumulación de capital hacia la concentración, y sus efectos en la naturaleza de los mercados, la que sometimos a discusión y análisis en nuestro último artículo (Reuben 2019). Más aún, en una reciente revisión bibliográfica sobre el tema, vimos en los aportes de Baran y Sweezy (1975) para describir las condiciones del “capitalismo monopolista”, un marco teórico fundado en los esquemas marxistas de la reproducción del capital perfectamente válido para comprender los fenómenos que describimos. En sus trabajos estos autores, y particularmente Baran (Santarcángelo y Borroni, 2012),[footnoteRef:8] describen la falta de un seguimiento consecuente por la Economía del fenómeno de la concentración del capital y de la monopolización de los mercados: [8: - En un fundamentado artículo Santarcángelo y Borroni (2012) analizan cuidadosamente las diferencias existentes entre el esquema clásico de Marx (en el marco de un capitalismo competitivo) y el esquema propuesto para la reproducción del capital en el marco de un capitalismo altamente concentrado de Baran y Sweezy. ] “Todo este trabajo [se refieren a la crítica a la teoría de los precios por E. H. Chamberlin y Joan Robinson], sin embargo, permaneció al nivel de la microeconomía y ha tenido muy poca influencia en los análisis del funcionamiento del sistema en su conjunto.” (Baran y Sweezy, p.49), Es precisamente esta inconsistencia de la teoría económica la que ha impedido llevar hasta sus últimas consecuencias macroeconómicas los comportamientos usuales analizados y reconocidos por la microeconomía. De acuerdo con nuestro análisis, entonces, la acumulación de capital contiene en su misma naturaleza la simiente de la concentración del capital (y por su medio, de la riqueza generada). Este enunciado es distinto y de naturaleza mucho más general a los que se han hecho, desde las teorías de la competencia imperfecta. La orientación de estos estudios (incluso el mismo Scitovsky, 1954, que discute brevemente el tema del equilibrio general y del óptimo de bienestar, p.143-145), nunca plantean al mismo mecanismo de la acumulación de capital como el causante de los fenómenos de la concentración de los mercados. No obstante la verificación constante por innumerables estudios empíricos de la concentración de los mercados contemporáneos (desde Harberger, 1954, Collins y Preston, 1970, Clarke, Davies, Waterson, 1984, Bothwell, Cooley, Hall, 1984, Stigler, ), las teorías del equilibrio general y de la formación de un óptimo de Pareto dentro de un sistema regido por la acumulación de capital mantienen la presunción de la existencia de mercados libres y perfectos; y por tanto de equilibrios tipo Tâtonnement dentro de un sistema capitalista. Sin embargo, del análisis que hicimos del proceso de acumulación de capital y de su destino substancial de acrecentamiento de este último, se puede concluir que necesariamente tiende a determinar los grados de la competencia en los mercados contemporáneos. La observación que hicimos al analizar esta relación es que ese incremento de capital que supone más producción y (de mantenerse el instrumental técnico y organizativo) mayor empleo, mayor riqueza; ha sido considerado por la teoría Económica como inocuo para las condiciones del mercado; tanto para los mercados donde se colocan las mercancías como para el “mercado del trabajo” donde se contrata la fuerza de trabajo. En ellos, de acuerdo con la teoría económica convencional, las condiciones de la competencia quedarían inalteradas a pesar de la creciente acumulación de capital. Mas el estudio de la literatura asociada con la gestión y administración de la empresa contemporánea nos orientó a ver ese proceso de acumulación de capital como un proceso que inevitablemente conduce a la concentración de éste entre las empresas “ganadoras” o “exitosas”. Cuando estudiamos modernos instrumentos empresariales para “ganar poder de mercado”, tales como la mercadotecnia, la publicidad, el “marketing”, las colusiones y fusiones de empresas, más la “financierización” de éstas con la administración de cierta parte de sus excedentes en forma de capital financiero con retornos de capital importantes en sus libros, etc., llegamos a entender que quién tiene recursos para manejar esos instrumentos debe usarlos como parte de su estrategia ganadora (Reuben, 2019). Así, el estudio puso en evidencia que el “éxito” de una empresa en su sector, en las condiciones de la racionalidad capitalista, conducía al acrecentamiento de su capacidad productiva en detrimento de las empresas competidoras, que inevitablemente veían debilitada su capacidad competitiva. Los efectos de este resultado en el mercado es el debilitamiento de la competencia, con todas sus consecuencias estudiadas por la rama de la economía industrial y de la administración de negocios.[footnoteRef:9] [9: - Shumpeter ya había reconocido este proceso y había señalado que justamente, este proceso de concentración u oligopolización de los sectores daba pie a las innovaciones técnico-comerciales, precisamente surgidas de los fondos excedentarios originados en la condición de dominio en los mercados por las empresas exitosas. Quizá no se daba cuenta que con la aceptación de esta dinámica estaba condenando a los mercados como mecanismo de asignación óptima de los recursos…, o quizá sí, cuando su racionamiento lo llevó a aceptar la necesaria existencia en el capitalismo, de los ciclos económicos, y de las crisis de destrucción creativa, necesarias para emparejar la cancha embarrialada y dar nuevo aíre al crecimiento. Razonamiento válido, pensamos nosotros, mientras no se le pidió al estado su intervención para evitar estas crisis y perpetuar la concentración de los mercados y la acumulación de riqueza…] La evidencia empírica que dio pie y sustento a esta hipótesis, fue el lento proceso de concentración de los mercados después de las grandes depresiones y guerras de la primera mitad del siglo XX, y su aceleración después de que la política económica de los gobiernos girara hacia el fortalecimiento del lado oferente (suply side) y hacia la reducción de las regulaciones que limitaban las adquisiciones y fusiones de empresas, así como el despliegue por parte de los gobiernos, de una política de reducción de impuestos a las empresas y debilitamiento de las organizaciones sindicales y laborales en general.[footnoteRef:10] Por su parte la transformación que conocemos como “globalización” (que no es otra cosa que la extensión urbi et orbe del proceso de acumulación de capital), por el que las empresas adquieren dimensiones enormes con respecto a los mercados internos para poder atender la demanda global, contribuyó por su parte a este efecto deletéreo para la competencia doméstica (para mayor discusión de esta tesis en Reuben, 2018). [10: - Para caracterizar de mejor manera esta transformación de la política económica de los gobiernos, que se da lugar a partir de la década de los años 80 del siglo pasado, hacemos referencia a lo que se ha denominado el “Consenso de Washington” (Burki Shahid J. y Perry, Guillermo, E., 1998, Introducción).] Para un señalamiento más completo de los medios e instrumentos que hoy utilizan las empresas para adquirir poder de mercado, desplazar a sus competidoras o convertirlas en meras “tomadoras de precios” y, finalmente, crear barreras de ingreso para evitar nuevas competidoras, en Reuben 2019, p.69 se presenta una amplia bibliografía de autores especializados que discuten esos medios.[footnoteRef:11] Más aún, con respecto a la “financierización” de las corporaciones Bezemer y Hudson dicen lo siguiente: [11: - Para una comprensión de los efectos globales de la financierización de las empresas Véase también Minski, 1995.] “El sistema financiero determina qué tipo de gestión industrial tendrá una economía. Los gerentes, gerentes corporativos, así como los gerentes de fondos de dinero, buscan principalmente generar rendimientos financieros para ellos, sus propietarios y sus acreedores. El objetivo principal es generar ganancias de capital mediante el uso de éstas para recompras de acciones y pagarlas como dividendos mientras se obtienen mayores ganancias reduciendo y externalizando mano de obra, y recortando proyectos con largos plazos de entrega."[footnoteRef:12] [12: - “The financial system determines what kind of industrial management an economy will have. Corporate managers, as well as money managers and funds, seek mainly to produce financial returns for themselves, their owners, and their creditors. The main objective is to generate capital gains by using earnings for stock buybacks and paying, while squeezing out higher profits by downsizing and outsourcing labor, and cutting back projects Bezemer y Hudson, 2016, p.247).] Y finalmente, aunque no propiamente como instrumento microeconómico pero sí muy eficaz, el “cabildeo” en los centros de poder es un elemento más a agregar --a manera de inventario-- a los medios usuales con los cuales se consigue ese poder de mercado.[footnoteRef:13] [13: - Sylvain Laurens (2015) hace un análisis detallado de las formas en que se lleva a cabo el cabildeo y su relación con la capacidad de pago de especialistas y científicos por parte de las grandes corporaciones. El estudio analiza con detenimiento, los lazos entre el sector privado y las instituciones de la Unión Europea y la relación bidireccional de entendimiento y servicio, (pp. 75-129, y 129-166).] Ante este nuevo parque de armas administrativas, gerenciales, y de gestión patrimonial de las empresas, una parte importante de la valorización del capital adquiere cierta autonomía con respecto a los procesos productivos y comerciales de mercancías y servicios, con resultados adversos en la asignación de las debidas remuneraciones a los factores de la producción…, que quedarían, unos, relativamente mal pagados (por defecto) y otros excesivamente bien pagados (por exceso) con relación al ingreso nacional disponible. Así, con esos instrumentos a su alcance, y con el imperativo de la maximización de la tasa de ganancia y de los retornos de capital sobre sus inversiones, las empresas, poco a poco, en ausencia de las debidas regulaciones, son capaces de convertir la competencia en un elemento más del proceso de acumulación de capital. Lo que llamamos en nuestro último trabajo la endogenización de la competencia.[footnoteRef:14] [14: -El tema del control de la competencia por parte de las empresas líderes, ha sido ampliamente discutido e incorporado en sus propuestas, por la rama de la Economía orientada al análisis de la administración de empresas o de negocios. Múltiples acciones administrativas, comerciales, financieras, de innovación y desarrollo, de manejo de patentes y derechos de marca son utilizadas para imponer barreras de entrada, para aplicar el dumping, para ganar poder de mercado, para debilitar a la competencia, etc. No obstante la existencia y amplia utilización de eso medios en los mercados reales, las ramas teóricas dominantes de la Economía mantienen firme su fe en la existencia real del mercado libre y en sus resultados eficientes a escala macroeconómica.] Para darle fundamento a la existencia de un proceso como el descrito arriba podemos citar la investigación realzada por Jason Furman como presidente del Council of Economic Advisers (CEA) del presidente Barak Obama publicado en abril de 2016 sobre la situación de la competencia en los Estados Unidos y la hipótesis que proponemos, en el que dice textualmente: “Los datos recientes muestran que los retornos [de capital] pueden haber aumentado para las empresas más rentables. En la medida en que las tasas de ganancia excedan el costo de capital de las empresas, lo que puede ser sugerido por el aumento del diferencial en el rendimiento del capital invertido con relación a los bonos del Tesoro, éstas pueden reflejar rentas, que son remuneraciones a los factores de producción excesivas a las necesaria para mantenerlas [a las empresas] en funcionamiento. Estas rentas pueden desviar recursos de los consumidores, distorsionar las decisiones de inversión y empleo, y alentar a las empresas a participar en actividades de búsqueda de rentas inútiles.” (Furman, 2016). Más aún, en su edición web del 12 de abril de 2017, la revista británica conservadora The Economist (2017) publicó un artículo en el que señalaba el cambio de actitud en la misma Escuela de Economía de la Universidad de Chicago con respecto al papel de las grandes firmas, que, por su tamaño habían sido capaces de controlar porciones muy grandes de sus mercados, generando resultados macroeconómicos indeseables. En la nota se señala que dos terceras partes de los ramos industriales de las EEUU, se habían concentrado con respecto a su situación de 1990, debido a fusiones de empresas. Y más recientemente, también, la revista antes mencionada se queja en un editorial, cómo la altísima concentración de la producción y distribución de la carne en los Estados Unidos, crea condiciones peligrosas para el abastecimiento (The Economist, April 30, 2020). Conclusiones Al considerar los argumentos y evidencias anotados en los subtítulos anteriores, podemos señalar que es posible identificar elementos propios del mecanismo de acumulación de capital que hacen tender al sistema hacia la concentración del capital y de la riqueza, y que éstos tienen efectos perturbadores en los niveles de la competencia en los mercados y en la capacidad de éstos de funcionar como generadores de los precios reales o efectivos. Nuestra conclusión es que el sistema de precios en el marco de la valoración del capital no puede producir un vaciado de mercado tal que logre asignar de la manera más eficiente y más eficaz, las correspondientes remuneraciones a los factores de la producción que respondan a las necesidades sociales. La introducción del “capital” en el sistema de precios, como una cuenta privada en la que se asienta el valor del excedente, mientras se postula la maximización de su tasa sobre el resto de los insumos para alcanzar el principio económico, convierte a este nuevo factor en un depredador del valor total producido. Por lo que los sistemas sociales que delegan la organización de la producción colectiva y su distribución en un sistema así, padecen inevitablemente de una creación y una distribución del producto social desproporcionadas con relación a las necesidades sociales y a la contribución real de los recursos usados en ella; generando así crisis de producción y de distribución. De esta manera debemos aceptar que la demanda y oferta de bienes y servicios en un sistema regido por la acumulación de capital, no necesariamente surgen como resultados de una respuesta a la racionalidad económica por parte de los agentes económicos. Aceptar esta conclusión nos lleva a tener que aceptar que en sociedades dirigidas por la acumulación de capital se puede producir una oferta que no corresponda con las necesidades reales de la sociedad, y no obstante encontrar una demanda suficiente para vaciar el mercado. O sea, un Tâtonnement o equilibrio a largo plazo, ineficiente e ineficaz del sistema, que no satisface las necesidades reales de la sociedad. Así, el equilibrio que ofrece un sistema regido por la racionalidad capitalista, según la última teoría explicativa, conforme avanza el dominio de la racionalidad del capital sobre la actividad social, y fundado en su sistema de precios formados en los mercados reales (y ahora globales), no puede alcanzar un equilibrio dinámico capaz de ofrecer un nivel de bienestar óptimo en el que se garantice una remuneración de los factores correspondiente a su contribución en la producción; y, por tanto, favorable a grados aceptables de cohesión social. En ese sentido, el mismo Council of Economic Advisers de la administración Obama, en octubre de ese año 2016 lleva a cabo un estudio sobre los efectos de la condición monopsónica del mercado laboral en el que se observa una caída substancial del ingreso del factor trabajo desde 65% del ingreso nacional en los años 50 del siglo pasado al 57% en la primera década de este milenio (CEA, 2016b). La constatación que podemos hacer del malestar que albergan hoy día buena parte de las sociedades contemporáneas, puede confirmar que los sistemas de organización social, hoy vigentes, contienen elementos perturbadores de la paz y de la cohesión sociales, mucho más manifiestos y declarados que los que en otros períodos han existido. Y que dentro de esos elementos perturbadores se encuentra la acumulación de capital, como racionalidad de la organización económica, determinando una tendencia que afecta directamente, potenciándolas, las otras contradicciones propias de las sociedades humanas. Una clara muestra de la conciencia de esta tendencia en el plano social son varios intentos de paliar sus peligrosos resultados por parte de algunas organizaciones de directores de empresas, dentro de las cuales una de las más relevantes el BusinessRoundtable publicó enagoto de 2019 un Manifiesto (firmado por los Presidentes de las 192 más grandes transnacionales) con el que pretenden propiciar una nueva ética de los negocios en la que los directivos se comprometen a evitar prácticas que propicien la competencia desleal y la busca de ganancias inmediatas (2019). Se desprende así, la necesidad de una regulación exterior a la racionalidad capitalistas que permita determinar y valorar las condiciones efectivas en que se desempeña esta racionalidad para establecer ciertas condiciones favorables a la requerida cohesión social. ---oo0oo--- Bibliografía Business Rountable, 2019, “Statement on the Purpose of a Corporation”, Cf. https://opportunity.businessroundtable.org/ourcommitment/ Clarke, Roger; Davies Stephen; Waterson, Michael, 1984, “The Profitability-Concentration Relation: Market Power or Efficiency?”, The Journal of Industrial Economics, Vol. XXXII, No.4, Wiley, pp.435-450, Cf. DOI: 10.2307/2098228 Collins R., y Preston E.L., 1970, Concentration and Price-Cost Margins in Manufacturing Industries, University of California Press, Berkeley. 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