164 ALIANZAS PARA MITIGAR RIESGOS QUE AMENAZAN LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL INTANGIBLE: ALGUNAS REFLEXIONES PARA EL CASO DE COSTA RICA Giselle Chang-Vargas ICOMOS Costa Rica ABSTRACT The aim of this paper is to share some experiences, based on the Costa Rican society, which address the risks of some of the intangible cultural heritage and to estimate the role of different institutions facing the challenge of safeguarding this heritage. This cultural heritage is threatened by the substitution of identity and the transformations which result from allienation or foreign imposition. In the current phase of globalization, tourism has great influence in equity. However, this industry may either play a role of threat or opportunity, depending on the way it is inserted in public policies and programs of heritage conservation. The ambiguity and complexity of this phenomenon hinders the possibility of a clear and objective management in favor of projects which include both sustainability of cultural heritage and tourism is a particular region or village. ICOMOS paid attention to this challenge by adopting the ―International Charter on Cultural Tourism,‖ to facilitate and encourage dialogue between the interests of the industry and the conservation of natural and cultural heritage. However, it is difficult to follow the recommendations provided in this document, as several factors influence the achievement of this goal. On one hand, there is the community which produces the assets and receives the tourists and on the other hand, various public and private entities. To overcome this challenge, we propose a tripartite partnership between communities, municipalities or local governments and educational institutions, both formal and informal. ICOMOS could assume an educational role in this process. 1. Introducción Cada fase de la globalización es un reto para la conservación del patrimonio cultural, pues las modalidades de afectar los bienes culturales varían de una sociedad a otra. Por lo tanto, hay que estar alertas y tomar las medidas necesarias para enfrentar estos factores de riesgo. El objetivo de esta ponencia es compartir algunas experiencias en torno a los peligros en que se hallan algunas expresiones del patrimonio cultural inmaterial y estimar —en el 165 marco de la sociedad costarricense— el posible rol de diferentes entidades de la sociedad civil, ante esta gran empresa. En consideración a la diversidad disciplinaria de los participantes en este encuentro de ICOMOS, en una primera parte de la ponencia, me referiré a las nociones de patrimonio y turismo. Este último es el emblema de la modernidad tardía y su carácter ambiguo y contradictorio, puede ser abordado desde múltiples aristas y provocar actitudes encontradas o de alianza. En la segunda parte de la ponencia, expondré una sinopsis del estado de las expresiones del patrimonio cultural intangible de Costa Rica, con una nota específica a las que son susceptibles de convertirse en —o ya son— recursos turísticos. Finalmente, me referiré a los riesgos que amenazan algunos bienes del patrimonio inmaterial y las propuestas o experiencias para enfrentarlos. 2. Patrimonio y Turismo: un maridaje común en lo global y lo local El fin de esta comunicación es compartir algunas inquietudes acerca del vínculo entre el patrimonio cultural inmaterial y la industria cultural turística y, en particular, acercarse a algunas experiencias observadas en el ámbito de local costarricenses en el contexto de un mundo globalizado. Al plantear este tema, encontraremos —parafraseando a Umberto Eco (1984), en relación con las actitudes opuestas sobre la cultura de masas— puntos de vista tan disímiles que calificamos de ―apocalípticos‖, ya que acusan al turismo de destructor de las particularidades y tradiciones culturales, y de ―integrados‖, que claman por incrementar el turismo como el salvador de las comunidades, como opción para salir del subdesarrollo y como fuente de empleo. Consideramos que, si bien pueden existir casos concretos en que el impacto del turismo sobre el patrimonio se ubique en alguno de los polos citados, en la mayoría la realidad es de matices variados, con la mezcla de sentimientos y razonamientos influenciados por la tradición y la innovación, la preservación de lo patrimonial y la promoción comercial de lo turístico. Cuando tratamos estos temas —complejos y diversos— el primer tropiezo es encontrar una noción que satisfaga a los diferentes actores sociales interesados en la cuestión de conservar el patrimonio, por lo que iniciamos esta ponencia con una puesta en común de estos conceptos clave que, debido a su carácter polisémico, a menudo son objeto de confusión o de discusiones absurdas. El patrimonio cultural. La etimología del vocablo ―patrimonio‖ proviene del latín patrimonium y se origina de la jerga jurídica, que lo ha empleado para referirse a las pertenencias del pater familias, a la propiedad que el padre lega a sus hijos. Durante muchos siglos el patrimonio aludía a la esfera de lo privado y lo aristocrático; por ejemplo, las colecciones de antigüedades o de arte. Esta noción restringida, en cuanto a género y semántica ha cambiado y se ha ampliado a lo largo de la historia, de manera que es lugar común que el patrimonio nos remita a herencia, legado, raíces, posesión nuestra, hechos compartidos, en fin a identidad cultural. Transcribimos lo apuntado por el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla (1992: 129), quien al respecto nos dice: 166 ―… cuando hablamos del patrimonio cultural de un pueblo, nos estamos refiriendo precisamente a ese acervo de elementos culturales, tangibles unos, intangibles los otros, que una sociedad determinada considera suyos y de los que echa mano para enfrentar sus problemas (de cualquier tipo, desde las grandes crisis hasta los aparentemente nimios de la vida cotidiana); para formular e intentar realizar sus aspiraciones y sus proyectos; para imaginar, gozar y expresarse.‖ De este texto podemos desprender dos grandes ideas: por un lado, que el patrimonio cultural posee componentes de diversa índole: material e inmaterial, mueble e inmueble. Por otro, que el patrimonio no es estático, se halla en dinamismo: en la realidad concreta hay expresiones culturales desaparecidas, otras vigentes o en vías de extinción, de revitalización, de resignificación, gracias a la flexibilidad y capacidad de crear y recrear que tenemos los humanos. En este cambio intervienen agentes internos y externos al contexto cultural específico (pueblo, nación, etnia), que le otorgan un sentido y una forma particulares y lo ubican en una posición jerárquica respecto de otros hechos culturales de la sociedad. Estas manifestaciones de la creación humana y adaptación al medio ambiente natural y social comprenden formas de comunicación verbal, gestual, escrita y visual35, cifradas en una serie de usos de valor simbólico para un determinado grupo humano. El acervo cultural de valor patrimonial se cifra en saberes, prácticas, técnicas, creencias y valores que se han transmitido por generaciones que lo mantienen vigente mediante la recreación y readaptación a las condiciones del mundo actual. El turismo. Aunque entre los estudiosos del turismo es lugar común afirmar que éste es un fenómeno emblemático del mundo moderno, reiteramos esta afirmación por la trascendencia que tiene para pueblos y culturas de todo el planeta. Esto porque ha sido considerado como la actividad más compleja de la dinámica globalizadora, a partir de la segunda mitad del siglo XX, pues cubre integralmente aspectos sociales, económicos, políticos, ambientales, culturales. Además, tiene la particularidad de seguir creciendo: a pesar de los conflictos políticos y de las catástrofes naturales, el turismo muestra una gran dosis de resistencia o insensibilidad, de allí que sea la actividad movilizadora que más millones de personas desplaza por el mundo, a destinos fuera de su lugar de origen. La causa de esta situación podríamos encontrarla en el hecho que las personas continúan viajando. De una manera simplificada, caracterizamos al turismo como un tipo particular de viaje, por lo general intercultural, que se realiza con el fin de disfrutar el tiempo libre. Ante lo cual, surge la pregunta, ¿por qué viaja la gente? La respuesta podría ser: para logra algún ideario personal, es decir una construcción temporal y particular de una sociedad. Hiernaux-Nicolas (2002: 12) distingue cuatro idearios centrales del turismo occidental: la conquista de la felicidad, el deseo de evasión, el descubrimiento del otro y el regreso a la naturaleza. Para algunos la noción de turismo se reduce a dos palabras clave: viaje y placer. Para otros representa la conquista del tiempo libre y del ocio. Varios autores (J. Urry, P. Pearce, Nash y Cohen, citados por Burns, 2004: 49) reconocen como característica fundamental del 35 Tradiciones orales; técnicas artesanales para procesar diferentes materias y construir objetos con funciones significativas en la sociedad; saberes y conocimientos relacionados con el mundo natural y sobrenatural; prácticas culinarias, creencias y cosmovisión; tradiciones artísticas; planos, mapas, fotografías, sellos, vestidos, vivienda, acueductos, puentes, medios de transporte; formas para prevenir y curar las enfermedades; expresiones lúdicas de carácter religioso o cívico; herramientas para el desarrollo de actividades de la vida cotidiana. 167 turismo la contraposición entre placer y servicio en la relación visitante/huésped36. Es decir, el turismo es una actividad placentera, que se realiza en vacaciones, en un lugar distinto al de origen, que presupone su opuesto: un trabajo reglamentado y organizado. El turismo se puede estudiar desde diferentes enfoques teóricos-metodológicos, interdisciplinaria o transdisciplinariamente. Para muchas personas el turismo es un asunto de negocios, para otras es motivo de estudio como fenómeno polifacético. A pesar de los diferentes aspectos que involucra y las múltiples perspectivas, parece haber consenso en dos puntos. Por un lado, el turismo es un sistema que se compone de, al menos, dos elementos básicos: la oferta y la demanda, a partir de los que se derivan otros elementos interrelacionados (la demanda por viajar, los intermediarios en el viaje, las influencias relacionadas con el lugar o destino y, los impactos). Por otro lado, no hay duda de que el turismo es la mayor de las industrias culturales del planeta, se ha convertido en una actividad con fuerza económica y con poder de generar nuevas formas culturales. Como lo plantea Mac Cannel, ―el turismo es un fértil terreno de cultivo para la generación de nuevas forma culturales sobre una base global‖ (Mac Cannell, 2007: 11), pues en su nombre verdaderas hordas se desplazan y crean instituciones, restauran santuarios, desarrollan artesanías y representan espectáculos. 3. Diversidad del patrimonio inmaterial costarricense: entre el olvido y el “aggiornamento” La Convención para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial (UNESCO, 2003), entiende este patrimonio como37: ―… los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.‖ En ella se distinguen cinco ámbitos del patrimonio inmaterial, que servirán de base para el esbozo sobre algunos bienes de valor patrimonial intangible de este país pluriétnico y multicultural. Esta condición nos permite reconocer referentes identitarios para una región geográfico-cultural (valle central, norte, pacífico norte, central y sur, caribe) o para un grupo particular de población (indígena, afrocaribeño, mestizo). A grandes rasgos, estos ámbitos contienen estas expresiones: a. Tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial. El idioma español es la lengua oficial del país y a pesar de la pequeña extensión territorial y población, desde el punto de vista 36 Preferimos emplear los términos turista y comunidad receptora, pues en esta era globalizada, los anfitriones se han comercializado. 37 El texto señala que, ―a los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible‖. 168 lingüístico se distinguen cinco variedades o geo-dialectos (Quesada Pacheco, 1991), sobre todo en léxico y fonología, cuya creatividad se escucha en la riqueza de hablas regionales o costarriqueñismos que han incrementado el acervo de americanismos. En Costa Rica, la forma de tratamiento típica ha sido el voseo, considerada patrimonio lingüístico Sin embargo, las jóvenes generaciones tienden a sustituirla por el tuteo por influencia de algunos anuncios publicitarios y el turismo. Hay hablantes nativos de lenguas indígenas homónimas como el bribri, cabécar, malecu y ngöbe-buglé, de la familia chibchense. A finales del siglo XVIII murió la lengua huetar, a finales del XIX, la lengua chorotega y a inicios del XXI, fallecieron las últimas personas hablantes nativas de térraba y brunca. La tradición oral (Chang-Vargas, 2001) se cifra en literatura tradicional que comprende mitos o historias de origen de los pueblo indígenas; las leyendas campesinas y urbanas, producto del mestizaje y compartidas por otros pueblos hispanoamericanos (la Llorona, el Cadejos, las brujas, tío Conejo y tío Coyote, etc.,) y los cuentos de tradición africana (las Anancy Stories). Otras expresiones orales como las coplas o bombas (poesías cortas y jocosas) mantienen vigencia en las fiestas patronales. Las adivinanzas, refranes, plegarias, retahílas, décimas, hasta hace unas tres décadas (Zavala, Barzuna, Chang y Cuevas, 1985) eran géneros vitales en la población mestiza, pero no eran valorados como herencia cultural pues, al ser parte de la cotidianeidad, pasaban desapercibidos. Hoy, la mayoría de ellos, están en vías de extinción, a excepción de los chistes, que continúan renovándose. b. Artes del espectáculo. En todas las regiones del país hay cantautores, algunos han pasado a ser reconocidos, tanto por la comunidad como por la oficialidad, como tesoros vivos, pues sus creaciones han pasado a más de dos generaciones. En todas las provincias hay bandas que interpretan música local, regional, nacional e internacional. Las danzas tradicionales que han tenido más divulgación son las de la provincia de Guanacaste, donde sobresalen el punto y las parranderas. En el Caribe destaca el Carnaval, que se realiza anualmente a mediados de octubre, en Puerto Limón. Otras expresiones de esta zona, propias de la población afrocaribeña son el calipso, género musical en que se cantan las vicisitudes cotidianas, usualmente en lengua criolla, acompañado de tambores y banjo. El roots reggae, con percusión y guitarra se escucha y se baila en distintos espacios de Limón. Las danzas como el baile de cuadrilla (square dance) y el palo de mayo (may pole) se presentan en ocasiones especiales. En general, las expresiones de este ámbito, además de ser bienes de valor cultural para sus comunidades, han pasado a ser un recurso turístico. c. Usos sociales, rituales y actos festivos. Las festividades religiosas son las que guardan mayor tradición, aunque en las últimas décadas observamos una serie de cambios formales, funcionales y de sentido. El ciclo navideño y la Semana Santa son conmemoraciones que mantienen su vigencia, a pesar de muchos cambios, mientras que la celebración del Corpus Christi, con los adornos florales de calles, está casi desaparecida. La Virgen de los Ángeles fue declarada Patrona de Costa Rica y cada 1º de agosto miles de romeros caminan grandes distancias hasta llegar a la Basílica 169 de Cartago donde, según la creencia, fue hallada por una indígena en 1635. Las fiestas patronales, en honor a los santos, se celebran en ciudades y poblados de diferentes regiones. En torno a ellas hay un encuentro de otras expresiones del patrimonio intangible como las comidas, bebidas, juegos y mascaradas (también llamadas payasos o mantudos). Otras celebraciones tradicionales, de origen colonial son el Juego de la Yegüita en Nicoya, en honor a la Virgen de Guadalupe; la celebración al Cristo de Esquipulas en Santa Cruz de Guanacaste y en Alajuelita donde, además de los actos litúrgicos, hay festejos cívicos populares; la Fiesta de los Diablitos, entre los indígenas bruncas, en que se representa la lucha entre los indígenas (enmascarados de diablitos) y los españoles (representado por el toro). En el ámbito urbano y de fecha más reciente, están las fiestas cívicas de Zapote y las de Palmares, en las que hay reinados, corrida de toros, bailes con orquesta, juegos mecánicos con la rueda de Chicago y otras novedades tecnológicas. Este ámbito también ha pasado a ser un recurso turístico. d. Conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo. Este ámbito comprende diversas expresiones que han ayudado a resolver asuntos de la vida cotidiana y, con el cambio cultural, la gente se ha dado cuenta de que, tras ellas (uso de remedios caseros para prevenir o curar, preparación de comidas y bebidas, creencias asociadas a mejores cosechas, pesca, uso de plantas y maderas, entre otros), hay todo un reservorio de saberes tradicionales. Algunos de estos conocimientos han adquirido no solo un valor patrimonial, sino que esos oficios (curandero, cocinera, boyero, etc.) son una importante fuente de ingresos. Es el caso de la gastronomía regional, las esencias de plantas, los paseos en carreta, entre otros, que ya son de consumo turístico. e. Técnicas artesanales tradicionales. La creatividad unida a la herencia se ha plasmado en una variedad de artesanías, tras las que hay una historia colectiva: los tejidos en telar de cintura de las bruncas, el trabajo en cerámica de la península de Nicoya, la talla y escultura de máscaras y otros artefactos de madera, el inciso de jícaras, el repujado de cueros, la cestería, la construcción y decorado de carretas, yugos y ruedas. Este ámbito también es un recurso para el turismo, aunque con la introducción de modificaciones, a veces por foráneos, ha cambiado en los valores, usos y funciones, sustituyendo lo simbólico y lo propio por lo comercial y ajeno. En Costa Rica, tras una tradición milenaria de pueblos agrícolas, en los últimos 25 años, el turismo se ha configurado como la base económica. El tránsito de una sociedad todavía campesina a una pequeña aldea cosmopolita, es un salto que se dio en un breve período, cuando el sector servicios fue ampliando su espacio, para ser compartido por la industria turística. Así, en pocos años, muchos de nosotros hemos visto grandes transformaciones. El desarrollo urbano, por ejemplo, entre cuyas implicaciones está el paso de cafetales a urbanizaciones y plazas o centros comerciales; los potreros donde pastaba el ganado y fincas agrícolas pasaron a ser construcciones hoteleras, restaurantes, tiendas asociadas al turismo. Los oficios tradicionales también cambiaron: los campesinos y peones agrícolas abandonaron sus saberes y herramientas de trabajo, relacionados con la naturaleza, para pasar al sector servicios, en calidad de peones estacionarios en la industria de la construcción o para servir en 170 labores misceláneas (camareros, cocineras, lavanderos, choferes, etc.) de hoteles y hasta desempleados, en algunas zonas. Cada día es más frecuente la gestión de proyectos sobre turismo y la variedad38 de modalidades de tipos de turismo y de turistas, de ofertas con las que pretenden atrapar a los eventuales viajeros a comprar algo para ver, experiencias para vivir, lugares para descansar, etc. Desde una gran cadena hotelera internacional hasta una microempresa familiar en un pequeño poblado rural, son las posibles ofertas que demandan la atención, para lo que utilizan múltiples estrategias de mercadeo. La herencia cultural la recibimos paulatinamente, pero las maneras de deshacerse de ella varían según el tipo de bienes culturales. La destrucción de los bienes de cultura material se pueden dar de un día para otro, ya sea por influencia humana o de la naturaleza y eso amerita particulares formas de enfrentar el problema. En el caso de la herencia de bienes intangibles, la situación es otra pues, por lo general, su destrucción se manifiesta en el desuso, la sustitución de lo propio por lo foráneo, los cambios paulatinos por diferentes influencias y las transformaciones drásticas por enajenación o imposición de lo nuevo. 4. Riesgos y retos del patrimonio cultural frente al turismo En la actual fase de mundialización cultural que vivimos, se encuentra una serie de patrones que parecen inofensivos, pues facilitan la creación de redes sociales de información y el incremento de diversos tipos de viajes e intercambios culturales, entre los que destaca el turismo. Sin embargo, la situación se vuelve más difícil y confusa, debido a la ambigüedad que poseen muchos proyectos turísticos. El estado-nación costarricense, con el beneplácito de algunas municipalidades, otorga concesiones centenarias (en playas y montañas) a cadenas hoteleras las que, además del moderno inmueble y depredación sobre el medio ambiente, traen consigo una serie de prácticas y valores que van penetrando en la idiosincrasia y modificando el estilo de vida de un pueblo. Hay una tendencia a la visión inmediatista (construir torres de hoteles o grandes resorts que ocupan mano de obra local, aunque no se mencionan los desempleados) y a confundir estilo de vida consumista con calidad de vida. El desarrollo del turismo se mueve en un marco de gran competitividad, por lo que se deben desarrollar diferentes estrategias de marketing, entre las cuales tenemos la segmentación de mercados. Para esto, la planificación del turismo (Vignati-Scarpati, 2009:214) clasifica y caracteriza varios criterios (geográficos, demográficos, psicológicos, beneficios, motivaciones), con el fin de determinar un segmento potencial que sea rentable, viable, accesible. De la amplia oferta de tipos de turismo, nos interesa el turismo cultural, el cual comprende varias modalidades que reúnen los requisitos señalados para competir en el mercado turístico. El turismo cultural, aunque incipiente, tiene una oferta variada y en su mayoría vinculada con bienes que tienen valor patrimonial. En el campo material, hay posibilidades para un turista que desee visitar los parques o sitios arqueológicos (Guayabo, el Farallón, las esferas de piedra del Diquis); ciudades históricas (los pocos testigos arquitectónicos de la colonia, como las iglesias de Orosi y las ruinas de Ujarrás, la basílica de Heredia); colecciones 38 Costa Rica tiene una competitiva oferta internacional en materia de ecoturismo: ocupa el tercer lugar mundial en turismo sexual, el quinto en turismo de salud y el turismo cultural es incipiente. El turismo rural comunitario, que combina naturaleza y tradiciones culturales es la alternativa en esta década. 171 de museos (arte precolombino, arte contemporáneo); caminar por calles, donde la gente realiza sus actividades diarias; recorrer paisajes culturales (cafetales, la caña de azúcar, la ganadería; vinculados a patrones y tradiciones culturales de la hacienda, el trapiche, el ingenio, el boyeo, la monta de toros). En lo inmaterial la oferta se cifra en las fiestas patronales o los carnavales que reúnen comidas típicas, coplas o poesías cortas, cantos, procesiones religiosas, mascaradas tradicionales (como el diablo, la muerte, la giganta, el policía que bailan al compás de la cimarrona con personajes tan globales como los de Disney, los pitufos, el hombre araña, etc.); corridas y monta de toros, desfiles de boyeros y carretas, las artesanías que pasan de valor patrimonial a valor comercial, mezcladas con lo kitsch y el souvenir; los rituales y fiestas locales que se promueven en Internet, con cambios simbólicos ante los nuevos escenarios físicos y socioculturales, etc.; asistir a conciertos o participar de las actividades de una festividad o ritual tradicional, el turismo étnico con visita a comunidades indígenas o afrocaribeñas. Lamentablemente, hay una tendencia a un común denominador en el juego oferta/demanda del turismo cultural y es el paso o tránsito de tradiciones, que pasaron de ser expresiones cotidianas a exóticas, de ser bienes patrimoniales a ser recursos turísticos. Sin embargo, el llamado ―turismo cultural‖ puede ser una oportunidad para dar a conocer y conservar el patrimonio cultural de un lugar, a la vez que se reciben los beneficios económicos con la llegada temporal de visitantes. Una iniciativa a favor del patrimonio —y que consideramos el punto de partida para conocer aquellos bienes culturales que identifican a un pueblo— es realizar inventarios y diagnósticos de los recursos culturales. De esta manera se puede sistematizar un plan de acción que también sirva como forma de alertar acerca de los cambios en la oferta, tanto si ésta es constante y atractiva, pero sobre todo si es acorde a los intereses y sentidos culturales del grupo que recibe turistas. El reto para las comunidades que ofrecen parte de su patrimonio cultural como imán para atraer visitantes, es nunca perder de vista cuál es el objetivo de su proyecto, tarea difícil y con muchos tropiezos y mimetismos en el camino. Hay temas de la cultura de un pueblo que merecen especial atención para resguardar su autenticidad, algo que es muy difícil de conservar cuando pasa a ser parte del ―paquete‖ de un destino turístico. Se debe tener como premisa el control del crecimiento según la capacidad de los recursos culturales y naturales. De lo contrario, el resultado será un impacto negativo sobre el medio natural o las tradiciones culturales del pueblo receptor, cuyas consecuencias se pueden medir tanto desde lo cuantitativo (con la reducción de visitantes) o lo cualitativo (con la transformación del patrimonio en espectáculo comercial y la enajenación de sus valores simbólicos), cuya factura a veces demora muchos años en cobrarse. El turismo organizado y masivo, con mayor facilidad, se puede convertir en un factor negativo sobre un territorio y una cultura, a menos que los miembros de esta comunidad cultural tengan un control preciso del uso de los recursos naturales y culturales. En una sociedad globalizada, podemos concebir al turismo como un agente que permite que bienes, capital, gente, imágenes y cultura, contaminantes, drogas y religiones fluyan fácilmente a través de las fronteras territoriales. Por lo tanto, ante esta gama tan variada de elementos que se movilizan, es necesario tomar el control y ofrecer otro modelo turístico, donde se logre un desarrollo integral, es decir, tanto en lo económico como en lo cultural. Los marcos de las políticas públicas y la legislación han sido considerados instrumentos a favor del anhelado desarrollo. Como consecuencia de la conocida Agenda 21, varios organismos se preocuparon por el tema y la Organización Mundial del Turismo (OMT) presentó el concepto de ―turismo sostenible‖, que se entiende como ―la capacidad de un 172 destino de permanecer competitivo en relación con otros destinos más nuevos y menos explotados; de atraer visitantes de primera vez, así como visitas repetidas; de conservarse culturalmente singular y de estar en equilibrio con el medio ambiente‖ (Vignati-Scarpati, 2009: 55). Desde la acera de los operadores de tours se llama a ―considerar el patrimonio cultural y los valores locales‖ (www.pcts.org.br), al planear y ejecutar un turismo en armonía con las tradiciones culturales. El problema es cómo lograr eso cuando las posiciones son diferentes: en muchos casos con un desconocimiento de la otredad, en otros se utiliza lo poco que se sabe de una cultura y se proyectan imágenes estereotipadas o en otros casos, se da la apropiación cultural. Existen varias doctrinas internacionales en convenciones de UNESCO que defienden las bonanzas del turismo cultural y, en el caso de ICOMOS, contamos con la Carta internacional sobre turismo cultural. La gestión del turismo en los sitios con patrimonio significativo (1999), que reconoce la interacción dinámica entre turismo y patrimonio. Sus siete objetivos son un llamado al respeto entre los gestores de ambas partes. Transcribimos el tercero y cuarto objetivos: ―Facilitar y animar al diálogo entre los intereses de la conservación del Patrimonio y los intereses de la industria del Turismo, acerca de la importancia y frágil naturaleza de los sitios con Patrimonio, sus variados objetos y sus culturas vivas, incluyendo la necesidad de lograr un desarrollo sostenible para ambos. Animar a las partes interesadas para formular planes y políticas concretas de desarrollo, objetivos mensurables y estrategias para la presentación e interpretación de los sitios con Patrimonio y sus actividades culturales para su defensa y conservación‖. Estos objetivos son un reto ante intereses que no siempre se pueden conciliar. Mientras la industria turística trata de incrementar sus ingresos, con una oferta más rentable —pues esa es la lógica de una empresa—, en la otra cara de la moneda los cultores del patrimonio tienen pocas opciones: la extinción de un bien, su revitalización y dinamización o su conversión en mercancía. Al leer la Carta de ICOMOS, cifrada en seis principios desglosados en varios puntos, no dudamos que se trata de una relación de buenas intenciones. El reto es cómo se lleva a la práctica, para que en la realidad concreta se logre ese llamado a la armonía, al respeto, a la promoción equitativa y a los derechos. De la Carta de ICOMOS, retomamos el principio cuarto ―Las comunidades anfitrionas y los pueblos indígenas deberían involucrarse en la planificación de la conservación del Patrimonio y en la planificación del Turismo‖ (1999), que se refieren al respeto de los derechos, intereses y necesidades de la comunidad anfitriona. Nos cuestionamos lo potencial y lo real, el ―deberían involucrarse‖ y las posibilidades y oportunidades de realizarlo en un marco de equidad. Sin embargo, no tiene que ser utopía. Lo que sí se requiere es una organización fuerte y con claridad para administrar y tomar las decisiones, pues la relación turismo-patrimonio es una relación de poder, entre los diferentes actores sociales que intervienen en el circuito de la oferta y demanda de bienes y recursos culturales-turísticos. El punto 4.2 de la Carta llama al respeto de ―las necesidades y los deseos de las diversas comunidades o pueblos indígenas para restringir o administrar la región y el acceso físico, espiritual o intelectual a determinadas prácticas culturales, conocimientos, creencias, actividades, objetos o lugares‖ (ICOMOS, 1999). Un ejemplo del caso costarricense, lo 173 hallamos en la Finca Educativa de la Reserva Bribri en Talamanca. Este es un proyecto administrado por los propios indígenas de la zona, quienes deciden cuántos visitantes reciben por día, las zonas del recorrido, las personas con las que hablarán y el tipo de información que se les brinda. Es un lugar que podría llenar las expectativas de los turistas interesados en conocer la cultura local, con toques exóticos para algunos (por ejemplo, se observa el proceso del cacao a chocolate y se explica su simbolismo en la mitología, se conoce al awá (sukia o chamán) sin pretender una oferta de ―autenticidad‖, atributo cuestionable desde el momento de contactos desiguales. Algo similar tiene el Museo Comunitario de Boruca, donde hay un paquete para que los turistas vivan la experiencia de la vida indígena, con algunos matices entre taller y representación del ayer, pero con el control de los límites. En Costa Rica hay una gran lista de leyes y decretos vinculados con la actividad turística, pero por la condición de ambigüedad de la propia actividad turística (o el doble discurso), a veces se abre un portillo y se cierra otro para la sostenibilidad. Si revisamos las distintas acciones que inciden negativamente en el patrimonio inmaterial y las confrontamos con las acciones a favor de este patrimonio, nos puede sorprender que pueda haber más opciones para conservar que para destruir. Por eso el reto es grande, hay muchas acciones, pero para un final feliz se debe dialogar entre entidades con intereses en común y unirse a negociar con las que hay discrepancias. El reto de salvaguardar el patrimonio intangible no es competencia sólo de una entidad. Es necesaria la cooperación o alianza de diferentes partes: la comunidad productora y portadora de patrimonio; el Estado, mediante las instituciones públicas (Ministerios de Cultura y de Educación, de Turismo y de Ambiente; las universidades estatales, que tienen en su misión la docencia, la investigación y la acción social); las municipalidades, como gobierno local; y finalmente, las organizaciones no gubernamentales o privadas que, sin fines de lucro, tengan un interés y compromiso con la tarea de proteger este patrimonio. Es el caso de ICOMOS de Costa Rica que, para cumplir su misión, debe mantener un diálogo permanente con esas otras entidades. Las comunidades solas no pueden, pues tienen la limitación de cuadros técnicos y profesionales especialistas en la intervención y la falta de presupuesto para ejecutar ciertos proyectos. El gobierno tiene el poder político, con el que puede mover piezas para conservar o destruir el patrimonio. Las municipalidades están en la cuna donde se produce y vive el patrimonio local o regional, deberían ser el puente entre comunidad y otras instituciones. Las universidades públicas juegan un rol fundamental con la sociedad, a la que le revierten conocimientos y tecnologías para reforzar las acciones comunitarias; además, allí se forman los futuros cuadros que se desempeñaran en la defensa y preservación de la herencia cultural. En el 2007 se creó la Comisión Nacional para el Patrimonio Cultural Intangible (CONAPACI), en la que ICOMOS participa con otras cinco instituciones39. Después de un período de reflexión y puesta en común de referentes conceptuales, realizamos un plan de acción y procedimos a aprobar declaratorias de patrimonio inmaterial en el ámbito nacional o regional. 39 En la CONAPACI hay representantes de las siguientes instituciones: Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación Pública, Instituto Costarricense de Turismo (ICT), Universidades Públicas (CONARE; UCR, UNA, ITCR, UNED), ICOMOS y Asociación de Grupos e Intérpretes de la Cultura Popular (AGICUP). Se ha declarado patrimonio inmaterial: la música calipso, el swing criollo, el tope de toros, la cocina caribeña y la cerámica chorotega. La tradición del boyeo y la carreta fue declarada por la UNESCO, en el 2005, como Obra del patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad. 174 Subrayamos la importancia de acciones conjuntas, como mínimo tripartitas, entre la comunidad portadora de patrimonio, el gobierno nacional y municipal y las organizaciones de la sociedad civil para que, juntas, negocien con los intermediarios del turismo. La responsabilidad de conservar el legado, preservar las raíces y valorarlas es una tarea básica de las instituciones educativas, pues toda persona ciudadana o turista puede ser un elemento que afecte positiva o negativamente el patrimonio. Por lo tanto, es fundamental desarrollar un proceso educativo que fomente y se oriente hacia el respeto de la diversidad, el derecho al desarrollo de la cultura propia de cada pueblo y a la formulación de acciones solidarias y alternativas para salvaguardar este acervo, base de la identidad cultural de los pueblos. En suma, conocer y valorar el patrimonio beneficia tanto a las comunidades portadoras de un acervo particular; a los estudiantes y a las personas foráneas, pues propician el conocimiento y respeto del otro cultural. 5. Consideraciones finales La relación patrimonio-turismo es una relación de poder. Las lindas palabras y buenas intenciones se desvanecen mientras no se ejecute con equidad y respeto. Es fundamental que la comunidad portadora de patrimonio cultural tenga el control de sus bienes culturales. El turismo tiene potencial para ser una amenaza o una oportunidad y eso depende del control de la comunidad sobre la ejecución de programas en la zona. La clave para conservar el patrimonio cultural y desarrollar un turismo sostenible es establecer una alianza tripartita, de cooperación entre las comunidades con las instituciones gubernamentales-municipales y algunas entidades de la sociedad civil. La educación debe ser la base de cualquier transformación sociocultural. Es necesario abrir espacios educativos a nivel formal, informal y no formal en torno al conocimiento del patrimonio cultural. Debemos tomar la premisa de que, para defender, consolidar, preservar y conservar, hay que empezar por conocer lo que tenemos y las razones por las que ha cambiado, ya que ―el frío no está en las cobijas‖. Es decir, no es negativo innovar, sino que los cambios sean decisión de la comunidad portadora de bienes patrimoniales, libres de imposiciones e intereses ajenos al bienestar colectivo. Bibliografía Ballart, Josep. 2007. ―La conservación y uso del patrimonio histórico, una mirada en el tiempo. En: El patrimonio histórico y arqueológico, valor y uso. Barcelona: Ariel. Ballart, Josep y Jordi Juan i Treserras. 2008. ―Patrimonio y museos en el presente‖. En: Gestión del patrimonio cultural. Barcelona: Ariel. Bonfil Batalla, Guillermo. 1983. ―Lo propio y lo ajeno. Una aproximación al problema del control cultural‖. En: La cultura popular. México: Premia Editora. 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