Filología y Lingüística XXXI (extraordinario): 105-113, 2005 ISSN: 0377-628X RESUMEN Carmen Lyra publica Los cuentos de mi tía Panchita en 1920; en las sucesivas ediciones incluye más cuentos de tío Conejo, algunos de los cuales habían aparecido en revistas literarias anteriormente. En 1922, María Leal publica Cuentos viejos, que también incluye cuentos del mismo personaje, mez- clados con otros del folclore universal. En revistas literarias posteriores, hasta la década de 1950, siguen apareciendo cuentos de tío Conejo, con estilo y aventuras muy parecidos a los publicados por Carmen Lyra, algunos de los cuales aparecen de forma anónima. Palabras clave: Carmen Lyra, cuento costarricense, revistas costarricenses, Tío Conejo, filología. ABSTRACT Carmen Lyra published “The Stories of my Aunt Panchita” in 1920. In successive editions, she added stories about her Uncle Conejo (Uncle Rabbit), stories which had been published previously in lite- rary magazines. In 1922, María Leal, published “Old Tales” which also included stories about the same character, mixed in with other universal folklore tales. In previously published literary magazi- nes, up until the 1950s, the stories of Uncle Conejo continued to appear, with a very similar style and set of adventures to those published by Carmen Lyra; some of the tales were published anonymously. Key words: Carmen Lyra, Costa Rican story, Costa Rican magazines, Uncle Rabbit, philology. Tío Conejo se ha vinculado sobre todo con Los cuentos de mi tía Panchita de Carmen Lyra. Pero los márgenes de este libro le fueron estrechos y el personaje, que de todas maneras había nacido antes, saltó fuera de las hojas y se multiplicó, como todo buen conejo, en las páginas de otros autores; entre estos, en los Cuentos viejos de María Leal de Noguera, que apa- reció sólo tres años después, en 1923. Sobre este libro no se ha escrito mucho; Abelardo Bonilla le dedica unos renglones, como ejemplo de “literatura guanacasteca”, dentro del capí- tulo de la literatura «realista»; María Pérez Y. sólo lo menciona en su artículo de Káñina sobre la literatura infantil costarricense (1985). En los dos artículos recientes publicados en la revis- ta Letras, Odilie Cantillano (2001 y 2002) estudia la relación entre todos los cuentos de C. Lyra y las variantes del folclore universal, a partir de algunos índices de estos cuentos y de la LAS AVENTURAS DE TÍO CONEJO EN LIBROS Y REVISTAS COSTARRICENSES DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX Margarita Rojas González ______________ Dra. Margarita Rojas González. Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje, Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica. Correo electrónico: mrojas@una.ac.cr ROJAS: Las aventuras de tío Conejo en libros y revistas costarricenses...106 versión de Uncle Remus de Joel Chandler Harris; sin embargo, no menciona los de María Leal ni las versiones anteriores de C. Lyra; solamente cita la nota introductoria del primer cuento publicado en San Selerín. Los cuentos de mi tía Panchita y Cuentos viejos tuvieron un nacimiento casi paralelo en los años veinte: las respectivas primeras ediciones aparecieron con una distancia de tres años —primero la de Carmen Lyra y tres años después la de María Leal—; las segundas edi- ciones forman parte de la serie «El convivio», dirigida por Joaquín García Monge, el cual con- sidera que ambos libros son “la contribución más interesante que Costa Rica, por ahora, puede ofrecer a la literatura popular infantil del mundo” (XV)1. María Leal publicó todos los cuen- tos de tío Conejo excepto uno, en la edición de 1923, ya que en la segunda, de 1938, agregó sólo «El fallo de tío Conejo». Varios cuentos que no pertenecen a la serie de este personaje son comunes en los libros de Leal y Lyra; entre otros, el saco mágico de «Uvieta» aparece en «Bienvenido»; «Los niños sin mamá» desarrolla el mismo motivo de «La flor del olivar»; «Los dos compadres» es una versión de «Salir con un domingo siete». Cuando se publica la primera edición de Cuentos viejos, Los cuentos de mi tía Panchita ya llevaban dos ediciones, la de 1920 y la de 1922, de las que únicamente tenemos referencias indirectas. En el Repertorio Americano se menciona que la primera edición incluía quince relatos y que dos años después se incorporan cuatro más, todos de tío Conejo2. Esto significa que, antes de Cuentos viejos, se habían publicado ya con la firma de Carmen Lyra en las dos primeras ediciones, siete del total de diez cuentos de tío Conejo («Tío Conejo comer- ciante», «Por qué tío Conejo tiene las orejas tan largas», «Tío Conejo y tío Coyote»). La edi- ción de Los cuentos de mi tía Panchita de 1936 incorpora tres más («Cómo tío Conejo les jugó sucio a tía Ballena y a tío Elefante», «Tío Conejo y los quesos», «Tío Conejo y el caballo de mano Juan Pedro»). A partir de la edición de 1956, que no agrega cuentos de tío Conejo, estos se empiezan a agrupar en una sección aparte, tal como se ha seguido haciendo en las edicio- nes posteriores. Sin embargo, antes de la publicación en libro, tío Conejo ya había tenido su primera aparición pública en las revistas: en Lecturas, revista de literatura ilustrada de Leonardo Montalbán, que empezó a publicar Los cuentos de mi tía Panchita en el primer número del primer año, el 30 de setiembre de 1918, con el prólogo y un cuento y, a partir de entonces, publicó catorce cuentos hasta febrero de 1919. De tío Conejo aparecieron sólo dos: «Tío Conejo y tío Coyote» y «Tío Conejo comerciante». No obstante, cuando tío Conejo debuta en la revista Lecturas ya estaba grande, pues su nacimiento es todavía anterior: cinco años antes, en San Selerín, la revista infantil dirigida por Carmen Lyra y Lilia González. Esta publicación dio inicio en 1912, pero en los pocos números de ese año que se han encontrado no hay ningún cuento de esa serie. Esta comienza en el número 1 de mayo de 1913, con una nota que presenta el primer cuento y en la que se refiere a los cuentos de negros del escritor Joel Chandler Harris, creador de la figura del tío Remus, narrador de las aventuras: Estas historietas hablan principalmente de animales. Ellos supusieron y suponen que Uncle Remus o el Tío Remus es el que las cuenta. Algunas veces nuestras abuelas nos refieren en las noches de invierno, mientras la lluvia cae, algunos de estos cuentos, tomados de los negros, que no son otros que aquellos que todos debéis recordar: los de tío Conejo y tío Coyote. Al oírlos o al leerlos, pensad dulcemente en las buena abuelitas negras que de noche divierten a sus nietecillos de cara de azabache y cabecilla pasusa con estos sencillos cuentos. Les prometo referirles todas las aventuras del tío Conejo y compañeros (14)3. Filología y Lingüística XXXI (extraordinario): 105-113, 2005 107 En 1913 aparecen ocho cuentos de tío Conejo en San Selerín y ninguno de los otros del libro de tía Panchita. Hay algunos titulados «Tío Conejo y mister León» y «Mister Caballo y tía Zorra»; algunos todavía no se llaman “tío” sino “mister”, lo cual revela la vacilación a la hora de denominar a los personajes animales. Lo mismo sucede con los costarriqueñismos, que se transcriben con cursivas. Posteriormente, en la segunda época de la revista, aparecen cinco cuentos más, que difieren de los primeros: cuando se reinicia la segunda etapa de la revista, ya habían apareci- do dos ediciones del libro, lo cual podría traducirse en el hecho de que la autora publicó en la revista de 1923 los cuentos que había dejado de lado para el libro. El primer cuento de la serie, «El viejo de la montaña», se publica como un “arreglo de San Selerín”, “arreglo” que, como veremos luego, tuvo una larga evolución en las manos de su autora. Una de las hipótesis, podría ser, entonces, que los cuentos de tío Conejo son pro- ducto de una adaptación (bastante) libre de Carmen Lyra de los cuentos de Joel Chandler Harris, el cual se señala en la nota de presentación del cuento como recolector de la tradición popular. Odilie Cantillano no lo considera así después de su largo estudio, en el que concluye que no hay una “influencia directa” del libro de Harris en el de Lyra (2002: 41). En San Selerín, no hay cuentos de tía Panchita que no sean los de la serie de tío Conejo. De estos últimos, en los números revisados de las dos épocas —entre 1913 y 1924— se publican trece cuentos, que aparecen sin firma de Carmen Lyra. Esto podría explicarse en parte porque se trata de literatura para niños y también debido a que ella era la directora de la revista. Pero una tercera razón podría ser que, como era común en la publicación, muchos cuentos parecen haber sido traducciones libres de cuentos de la literatura universal, lo cual se indicaba como “arreglo de...”. Así sucede con las dramatizaciones de relatos, como la realiza- da por Luisa González de un episodio de Pinocho de Collodi o las de tío Conejo por parte de esta misma escritora y Adela Ferreto, publicadas en Ardua, el boletín de la Escuela Normal, en 1922, de acuerdo con la información de María Pérez4. En las publicaciones, varias veces se aclara que los cuentos son productos populares y que la labor de las escritoras consiste sólo en la recolección oral. En el prólogo de su libro, Carmen Lyra crea para sus cuentos a una autora-personaje, la tía de su infancia, la cual es tam- bién la recopiladora de una “muerta imaginación nacida en América Latina”, que mezcló con “añejos cuentos creados en el Viejo Mundo”. La figura de la tía Panchita se asemeja a la escri- tora anciana Fernán Caballero, alias de Cecilia Bôhl de Faber, que recuerda Luis Coloma en la presentación titulada «La abuelita Cecilia», en el ambiente de su hogar pero muy activa, preocupada por el bienestar de los demás y socialmente reconocida. Esta presentación la reprodujo García Monge en un número de la Colección Ariel de 1913 en el que reprodujo ocho cuentos de la escritora española5. También María Leal se presenta como recopiladora de sus Cuentos viejos, produc- to de la tradición oral popular, según ella. En 1928 indica: “Van hoy cinco “cuentos” que han de servir para ampliar la colección que comencé en las aulas del colegio (...) Desde luego confieso que no son originales: yo los he recogido de boca de los campesinos, los he redactado procurando seguir el orden primitivo de los sucesos y argumentos” (2004: 10-1). Esta idea la continúan repitiendo luego J. García Monge y Emma Gamboa en sendas pre- sentaciones del libro. Para encarnar las figuras de autores-recopiladores, las maestras constituyen perfiles ideales, ya que su trabajo las pone en contacto con mucha gente —niños y padres de familia—, ROJAS: Las aventuras de tío Conejo en libros y revistas costarricenses...108 sobre todo los de zonas rurales, depósitos de “tesoros culturales” no alterados aún por la modernidad urbana. Parte del éxito de Los cuentos de mi tía Panchita es la adhesión a un códi- go lingüístico regional, lo cual se fue haciendo poco a poco, como se verá más adelante en relación con un cuento que publican Lyra y Leal. La construcción de estos autores-recopiladores probablemente obedece, por un lado, a las reglas del género del cuento de hadas —popular, anónimo, de la tradición universal— y, por otro, a la necesidad de reconocimiento colectivo, que se logra si el creador es el “pueblo” y no un individuo. Carmen Lyra también subraya esta idea cuando reproduce en San Selerín un cuento de María Leal («Tío Conejo y tía boa») aunque, como en su prológo, también señala fuentes cultas escritas: Este cuento ha sido tomado del tomito titulado Cuentos viejos que acaba de publicar en el Convivio de los niños el señor García Monge. Son cuentos recogidos en el Guanacaste por doña María Leal de Noguera y relatados de un modo que recuerda el de Fernán Caballero6. Antes y después de la primera edición de Los cuentos de mi tía Panchita, en 1920, continúan apareciendo los cuentos de tío Conejo en San Selerín y también en otras revistas como Repertorio Americano y Triquitraque; algunos no fueron incluidos en la colección del libro, en ninguna de sus ediciones7. Los que se publican en San Selerín son: «Tío Conejo ayuda a tía Tortuga» y «Tía Tortuga ayuda a tío Conejo»; «Tío Conejo y mister León», «El caballo de tío Conejo», «Mister Caballo y tía Zorra», «El paseo de la familia de tío Conejo», «Tío Conejo y compañía». Algunos de estos se incluyeron luego en Los cuentos de mi tía Panchita pero con otro título: «Tío Conejo les jugó sucio a tía Ballena y tío Elefante», que luego fue «Cómo tío Conejo les jugó sucio a tía Ballena y tío Elefante», y «El viejo de la mon- taña», que apareció modificado en la edición de 1936 como «Tío Conejo y el yurro». «El paseo de la familia de tío Conejo» es el único cuento de los hasta ahora estudiados en que el personaje está casado y aparece con la familia (esposa e hijos); se diferencia del resto, ade- más, porque no hay una aventura propiamente dicha sino un sencillo incidente ante un agua- cero inesperado y la utilización de unos hongos como paraguas. Por último, hay uno en San Selerín en que tío Conejo sólo se menciona en el título pero no participa como personaje, «Los primos de tío Conejo se zafan de la escuela». Al igual que el tomo de C. Lyra, Cuentos viejos de M. Leal mezcla los cuentos de tío Conejo con algunos adaptados de la tradición universal, sin separarlos en una sección parti- cular. Los siete relatos con tío Conejo se asemejan mucho a los de C. Lyra; son otras versio- nes de las mismas aventuras de los mismos personajes. Veamos rápidamente:  «Don Juan del Bijagual»: aparece un “Conejito”, a veces llamado “tío Conejo”, que es el ayudante audaz y fanfarrón de un muchacho pobre al que hace casarse, median- te engaños, con la hija del rey en agradecimiento por no haberlo matado cuando lo halló muerto de hambre en la huerta de su casa. No se parece a ninguno de los de tío Conejo de C. Lyra, pero sí a varios del tipo del ayudante mágico, sólo que en este caso tal función la cumple el conejo y en los de Lyra es un objeto, como la varilla en «Juan el de la carguita de leña» o el saco de Uvieta.  «Tío Conejo y tía Boa»: ante la amenaza de que se lo coma, tío Conejo engaña a la boa al meterla en un saco para ganar una apuesta a su supuesto hermano y la echa al río. Filología y Lingüística XXXI (extraordinario): 105-113, 2005 109  «La viejita del sandillal» es «Tío Conejo y tío Coyote» de C. Lyra: en ambos, el conejo es el ladrón de la huerta de una viejita. En la versión de M. Leal, el conejo se come una sandía por dentro y la rellena con basura. Para atraparlo, la viejita pone un muñeco de “cerapé” en la huerta, al que tío Conejo queda pegado. Engaña al Coyote para que tome su lugar y la viejita le mete un clavo caliente. En la versión de Lyra, le echa agua hirviendo (“Adiós, tío Coyote, culo quemado”).  «Otras aventuras de tío Conejo» es «Por qué tío Conejo tiene las orejas tan largas»: ante la solicitud para que lo haga más grande, Dios le pide que le lleve varias pieles de animales grandes, pero cuando se las muestra, lo castiga por tanta crueldad, alar- gándole las orejas.  «El Cadejos del cadejal»: un monstruo se esconde en la cama de una viejita que acostumbra salir de noche; los animales grandes no pueden ayudarle, sólo tío Conejo con el Zompopo y unos soldados matan al Cadejos y prohíben a la viejita salir de noche. Como se verá luego, es una versión de «Tío Conejo y el yurro (“el hojarascal”).  «Tío Conejo y tía Tigra»: tiene tres partes: en la primera, el Conejo engaña a la tigra al comerse a sus tres tigritos; la segunda es una versión de «Tío Conejo y el yurro» y la tercera se asemeja a «Tío Conejo y la muerte», publicado en Triquitraque, en la que la Zorra trata de engañar a tío Conejo y termina más bien engañada por él.  «El fallo de tío Conejo»: reelabora «Tía Tortuga ayuda a tío Conejo» y «Tío Conejo ayuda a tía Tortuga»: ella ayuda al Conejo; pero en la versión de Cuentos viejos, el Buey ayuda al Tigre y el juez es tío Conejo. Algunos de los cuentos correspondientes de C. Lyra se publicaron en San Selerín en 1913, pero no en el libro de 1920 ni en las ediciones posteriores. En vista de que tanto en San Selerín como en Triquitraque se reproducen algunos cuentos de María Leal, pero con la indi- cación de la autoría, es poco probable que los que aparecen sin firma en San Selerín procedan de esta escritora. Las publicaciones de los cuentos de tío Conejo en San Selerín y Triquitraque apare- cen ilustradas; también las primeras ediciones de los libros: la segunda edición de los Cuentos viejos incluye un grabado de Francisco Amighetti antes de cada cuento y la tercera edición de Los cuentos de mi tía Panchita de 1936 incluye los conocidos dibujos de Juan Manuel Sánchez. Estos últimos difieren bastante de las ilustraciones que aparecían en el San Selerín de 1913: aquí, en algunos dibujos, el conejo aparece vestido como ser humano, con sombrero de bombín y chaleco o bien con pantalones bombachos de cuadros. Las portadas de dos números de Triquitraque de 1936 (nº 4 y nº 5) son grabados de tío Conejo; lo interesante es que la revista también se personifica como un niño: «Triquitraque y tío Conejo coroneles» y «Triquitraque y tío Conejo en el Polo». Después de la portada, apa- recen dos textos: “Triquitraque en el Polo” y “Regreso del Polo” (el primero consta de dos estrofas con rima), ambos firmados por Lemuel Gulliver, es decir, Carlos Luis Sáenz8. Los dos personajes reaparecen juntos en «Triquitraque y tío Conejo», breve relato de una página completa con tres cuadros, en la cual el elefante que se toma toda el agua no los deja bañarse en una pila. Triquitraque presenta también el cuento titulado «Tío Conejo y la muerte», que es otra versión de la tercera parte de «Tío Conejo y tía Tigra» de Cuentos viejos: en ambos cuentos, la ROJAS: Las aventuras de tío Conejo en libros y revistas costarricenses...110 Zorra simula estar muerta para atrapar a tío Conejo, pero este no sólo no cae en el embuste sino que la logra engañar. En varios números de Triquitraque aparecen algunos cuentos protagonizados por los mismos personajes de los cuentos de Carmen Lyra, si bien ninguno está firmado por la escri- tora. En «Cómo perdieron los conejos el rabo», firmado por A. J. R., los animales son los mis- mos de los cuentos de Carmen Lyra —el Conejo y el Tigre—, aunque las aventuras suceden en las orillas del río Guaire; al final hay una nota que dice: “(Tomado de Onza, Tigre y León, Revista Infantil venezolana a la cual saluda Triquitraque)”9. En el titulado «Tía Tortuga», sin firma, no aparece tío Conejo; se habla del dios de la lluvia Tlaloc, pero también de yigüirros y zoterrés10. En «El conejito miedoso», los persona- jes son un conejo, una Ardilla, un Zorro, un León y un Tigre. El estilo es un poco distinto al de C. Lyra, pues hay cierta musicalidad y rima en los finales de los párrafos; por ejemplo: Una vez un Conejito, un conejito miedoso, se echó a dormir bajo un árbol, bajo un árbol de limón. Cuando estaba más dormido, le cayó encima un limón. ¡Santo Dios!, ¿qué será esto?, el Conejito exclamó, de las orejas al rabo sacudido de terror (Triquitraque, VII- 56 (VII-1942): 8). Tío Conejo y los demás animales vuelven a aparecer en Triquitraque en un cuento titulado «El sisimiqui» “Cuento guanacasteco recogido por M. I. R. de S.”. El texto conserva las denominaciones de “tío” para los animales-personajes, que viven el mismo tipo de aven- turas que los personajes de los cuentos de C. Lyra y, sobre todo, se repite la idea de que el que vence al más grande o al más temido —en este cuento, el Sisimiqui, un monstruo no definido sino porque se roba a las mujeres recién casadas de un pueblo—, es el más pequeño pero tam- bién el más astuto: el conejo11. Después de Triquitraque, tío Conejo no muere, reaparece ahora en la revista Farolito, otra revista publicada por los maestros de Heredia. Aquí aparecen “Tío Conejo comerciante”, “Tío Conejo y los pavos de tío Oso”, “Tía Zorra sirve de caballo a tío Conejo”, “Tío Conejo ordeña a tía Vaca”. El primer cuento se publica con pequeñas ilustraciones en cuadros y el texto en verso; los otros, con ilustraciones de Francisco Amighetti. En tres de estos se aclara la fuente: “Cuento del folclore de Estados Unidos”. Como se podría haber ya concluido hasta aquí, las relaciones entre estos cuentos y sus publicaciones alternadas van más allá de la determinación de los autores. Veamos un cuento cuyas sucesivas publicaciones sirven para ilustrar esta compleja situación: fue el primero en publicarse y es el que tiene más versiones tanto en la revista como en los libros. En 1913 aparece en San Selerín «El viejo de la montaña», sin referencia de autor; úni- camente se dice “Arreglo de San Selerín”. Es la primera publicación de un cuento con tío Conejo en Costa Rica del que se tiene noticia hasta ahora. Si es de Carmen Lyra, ella tenía en ese momento 25 años. Diez años después, María Leal publica dos versiones de este cuento en la primera edición de Cuentos viejos, de 1923: una es «El cadejos del cadejal» y otra forma parte del cuento «Tío Conejo y tía Tigra». Finalmente, la cuarta versión es «Tío Conejo y el yurro», que está en la cuarta edición de Los cuentos de mi tía Panchita, la de 1936 (en las tres primeras ediciones del libro —1920, 1922 y 1926— no aparece). En estas cuatro versiones, el cuento tiene distintos títulos y hay variaciones en las his- torias, los personajes y las funciones que desempeña tío Conejo. En la versión de San Selerín, tío Conejo se embarra accidentalmente de miel y hojas que al caminar suenan «chis chas». Así, Filología y Lingüística XXXI (extraordinario): 105-113, 2005 111 asusta sucesivamente a una viejita, al Oso, a la Zorra y al Coyote; a estos últimos les grita: «¡Uuu!... Yo soy el viejo de la montaña, que engulle zorras y coyotes, y ya me los voy a engu- llir a ustedes!» (16). En «El cadejos del cadejal», el ser fantasmal no es tío Conejo sino el Cadejos, un monstruo que se esconde en la cama de una viejita que gusta de ir a pasear en las noches; cuan- do ella llega a la casa la asusta diciéndole: «¡U-u-u-u-u-!, ¡yo soy el Cadejos del cadejal, y toda vieja que venga aquí me la voy a cenar....!» (85). Luego hace lo mismo con el Tigre, el Coyote y el León, hasta que tío Conejo, que es el Juez de Paz, lo logra atrapar. En la segunda parte de «Tío Conejo y tía Tigra», de M. Leal, el conejo se escapa de los que lo persiguen revolcándose en miel y luego en hojas secas, y cuando le preguntan «¿Quién vive?», grita: «¡El rey de hojarás!»12. En «Tío Conejo y el yurro», el Conejo se disfraza de Hojarascal del monte para asus- tar al Tigre, que se ha apoderado de la única corriente de agua para todos los animales del bos- que, gritando: «¡Uh! ¡uuuuuu! ¡Oh! ooooo! ¡chis! ¡chas! ¡Soy el Hojarascal del Monte! Se me quisieron oponer cinco leones y me los comí. Se me quiso oponer un elefante y me lo comí. ¡Pobre de quien se me oponga!» (128). Hay una diferencia interesante en la función del conejo, pues mientras en las dos ver- siones de C. Lyra es quien se disfraza y engaña a los demás, en el cuento de M. Leal («Tío Conejo y tía Tigra»), por el contrario, tío Conejo, como juez de paz, es quien enfrenta al “Cadejos del cadejal”. En el otro cuento de esta autora, tío Conejo sí se baña en miel y se revuelca en las hojas para acercarse al ojo de agua, pero no asusta a nadie: utiliza el disfraz nada más para lograr tomar agua y burlar la guardia. En «El viejo de la montaña», el disfraz sirve únicamente para jugar una broma a los demás animales, mientras que en los otros dos cuentos le sirve para convertirse en héroe ante ellos; en el último, además, el conejo les da una lección porque no actúan y quieren recuperar el agua sin molestarse. Hay también una variación respecto de la frase que dice el monstruo, sea el conejo o el Cadejos. Cronológicamente, esa frase varía, pues en la versión de 1913 la aparición dice: “Yo soy el viejo de la montaña”, lo cual no refiere ni a las hojas ni contiene el aumentativo en -al, que caracteriza las versiones siguientes. En las de Leal está, por un lado, “¡yo soy el Cadejos del cadejal”, que carece de la referencia a las hojas aunque tiene el aumentativo y, por otro, “¡El rey de hojarás!”, que menciona las hojas (“hojarás”) pero carece de la terminación ‘-al-’ que aparece en “cadejal” y en “hojarascal”. Esto se repite en otros cuentos de Leal, como en “sandillal”, del cuento «La viejita del sandillal», en «El Cadejos del cadejal» y «Don Juan del Biajagual». Finalmente, en la segunda versión de Lyra, de 1936, el monstruo se autode- nomina “el Hojarascal del Monte”, que tiene los dos rasgos: la mención a las hojas y el aumen- tativo en -al. En el «Prólogo» a la edición ilustrada de la UNED de Los cuentos de mi tía Panchita, Flora Ovares y yo subrayamos el carácter del conejo, protagonista pequeño pero astuto, que logra engañar a los más grandes o fuertes, generalmente con una dosis de humor13. En este tra- bajo, todavía provisional, traté de resaltar el aspecto filológico e intertextual de las aventuras de su escritura, su nacimiento y su proliferación: fue un nacimiento entre brincos y saltos a lo largo de tantas páginas escondidas con igual argucia y amenidad. ROJAS: Las aventuras de tío Conejo en libros y revistas costarricenses...112 Notas 1. En la Biblioteca Nacional no se pudo consultar la primera edición de los Cuentos viejos (1923), sólo la segunda (1938). 2. «Tío Conejo comerciante», «La cucarachita mandinga», «Salir con un domingo siete», «La flor del oli- var», «La Mica», «El tonto de las adivinanzas», «La suegra del diablo», «La casita de las torrejas», «El Cotonudo», «La negra y la rubia», «Uvieta», «Por qué tío Conejo tiene las orejas tan largas», «Juan el de la carguita de leña», «El pájaro dulce encanto», «Tío Conejo y tío Coyote». En «Un libro más de Carmen Lira». Repertorio americano (t. I, n. 16, 1 abril 1920): 245. 3. La nota empieza así: “Los cuentos populares son los cuentos referidos entre los nativos de las diferentes partes del mundo. Sus autores son desconocidos. Estos viejos cuentos han ido haciéndose más grandes al ir pasando de una a otra generación. Un escritor americano, Joel Chandler Harris, quien murió en 1908, probó que los negros de la América del Norte tienen cuentos populares tan curiosos e interesantes como ninguna otra raza”, San Selerín, nº 1 (V-1913): 14. 4. No se han podido consultar, cfr. María Pérez Yglesias, art. cit., p. 103. 5 Colección Ariel, nº 32 (abril de 1913): 3-8. 6. San Selerín, II-3 (1-V-1923): p. 8. 7. Durante la vida de Carmen Lyra, aparecieron cuatro ediciones: Imprenta Alsina, 1920; Imprenta Alsina, Serie «El convivio», 1922; Imprenta María vda. de Lines, 1926; Imprenta Española, con ilustraciones de Juan Manuel Sánchez, 1936. Cfr. Flora Ovares y Margarita Rojas G., «Prólogo» en Carmen Lyra, Los cuentos de mi tía Panchita (San José, EUNED, 2001): XVII. Las dos primeras ediciones no se han podi- do consultar. 8.. Triquitraque en el Polo Aterrizó el aeroplano sobre un témpano de hielo y los dos exploradores se encontraron prisioneros, y temieron caer al mar, que estaba bravo, por cierto; pero la familia Foca que allí pasaba el invierno los visitó y sus servicios a los dos les ofrecieron: Papá Foca a Triquitraque, Mamá Foca a tío Conejo, en su espalda los llevaron hacia el más cercano puerto. ¡Caballeros en las focas qué gozada la que dieron! ¡Pero un gran Oso Polar les va saliendo al encuentro! Y pensó: “¡Qué buen bocado para comenzar mi almuerzo!” Por fortuna que escaparon porque en un bote de cuero los salvó un esquimalito que era un remero muy diestro; y a su casa los llevó, a su casita de hielo. Ahora aquí los dejaremos para continuar el cuento la próxima vez que salgan Triquitraque y tío Conejo Triquitraque (I-4, VIII-1936): 2. Regreso del Polo Después de vivir un mes con los esquimales buenos, tío Conejo y Triquitraque un nuevo viaje emprendieron a bordo de un trasantlántico que expresamente por ellos Filología y Lingüística XXXI (extraordinario): 105-113, 2005 113 mandó el almirante Bryd [sic] con expertos marineros. Llegados a Nueva York todo el mundo salió a verlos, les regalaron medallas, treinta banquetes les dieron, les hicieron coroneles del ejército. Tío Conejo y Triquitraque estaban lo más contentos cuando llegó la mamá de Triquitraque ¡y no es cuento! sin fijarse en que eran ya coroneles del ejército, les cogió por las orejas y les metió en un encierro. Al que pregunte por qué, le diré que los viajeros se habían ido sin permiso a recorrer tierra y cielo. Triquitraque (I-5, IX-1936): 2. 9. Triquitraque, n. 4 (1-IX-1940): 4-7. 10. Triquitraque, n. 41 (IX-1940): 11. 11. Triquitraque, VII-60 (X-1942): 4-7. 12. San Selerín, I-12 (15-V-1913) 13-14, con una ilustración. En la tercera sección del cuento se repite más brevemente un episodio narrado en otro cuento publicado en San Selerín con el título «Aventuras de tío Conejo» en 1913. 13. “Muchas de las víctimas de tío Conejo son animales grandes y fuertes, cualidades que el más pequeño utiliza para vencerlos, como acontece en la contienda que él provoca entre tío Elefante y tía Ballena. Frente a la astucia de tío Conejo, los otros animales más bien se definen por su ingenuidad, la que aquel aprovecha para engañarlos. En efecto, el acontecimiento central de todos los cuentos y uno de los prin- cipales resortes de la comicidad es el engaño; por medio de este, se resalta la sagacidad sobre cualquier otra cualidad de los personajes. Para engañar a los demás, tío Conejo se aprovecha, en primer lugar de su conocimiento de los otros animales: sabía que el lagarto era muy parrandero, que tío Coyote quería casarse, que el elefante y la ballena presumían de su tamaño” (2000: XV-XVI). Bibliografía Cantillano, Odilie. 2002. “Aspectos folclóricos en Los cuentos de mi tía Panchita”. Letras. 33: 33-97. 2002. “Los cuentos de tío Conejo”. Letras. 34: 5-41. García Monge, J. 1938. «Introducción». En Leal, María. Cuentos viejos. 2ª edición. San José: Ediciones del Repertorio Americano. Pérez Iglesias, María. 1985. “Literatura infantil en Costa Rica (1900-1984) y el mundo mági- co de Adela Ferreto”. Káñina (U.C.R.). IX-1: 101-118. Ovares, Flora y Margarita Rojas. 2000. «Prólogo». En Lyra, Carmen. Los cuentos de mi tía Panchita.