UNIVERSIDAD DE COSTA RICA SISTEMA DE ESTUDIOS DE POSGRADO FACTORES DE EMPATÍA Y ESPERANZA DEL CUIDADO HUMANIZADO EN UN GRUPO DE PERSONAS ADULTAS MAYORES QUE RESIDEN EN UN HOGAR DE LARGA ESTANCIA Tesis final de graduación sometida a la consideración de la Comisión del Programa de Estudios del Posgrado en Gerontología para optar al grado y título de Maestría Académica en de Gerontología JOHANNA CARVAJAL COTO Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica 2023 DEDICATORIA La vida se encarga de poner a las personas indicadas en el momento adecuado, por eso quiero agradecer a quienes se han cruzado en mi camino, me han impulsado y acompañado a continuar luchando por mis sueños y anhelos. Mi papá, hermanos, pareja, amigos y compañeros han sido piezas e inspiraciones diversas para construir quien soy hoy como persona y profesional. Mi mamá, me enseñó que toda acción que hacemos debe ser dirigida con dedicación y humildad, que si bien es cierto el conocimiento técnico es fundamental, hay algo crucial que no debemos olvidar nunca… el amor con el que realizamos nuestras acciones, ya sean pequeñas o grandes. Los conocimientos que se adquieren a lo largo de la vida nos construyen en todos los ámbitos, por eso, espero poder servir de la mejor manera a aquellos que se crucen en mi camino. Este proyecto finaliza y lo dedicó a quien sé hoy no me lee, no me acompaña físicamente, pero también sé que su alma me reconforta, alienta, guía y que su luz siempre brillará en mi camino. A MI MAMÁ, mi mayor inspiración … Un abrazo y beso al cielo. ii AGRADECIMIENTOS La culminación de este proyecto no hubiese sido posible sin el apoyo de mis papás, mis hermanos, pareja, amistades y compañeros. Pero Dios se encargó de ponerlos en mi vida, poner en ellos palabras, abrazos y acciones de aliento en momentos de agotamiento… por eso estoy profundamente agradecida. Del mismo modo, quiero agradecer al personal administrativo y equipo interdisciplinar del centro de larga estancia San Buenaventura, por su anuencia y colaboración para llevar acabo esta investigación. Y especialmente a las cuatro personas adultas mayores participantes, que me permitieron ingresar a su hogar, me trataron de manera familiar, cariñosa y compartieron con alegría y confianza sus vivencias. Este acto tan noble me permitió finalizar este proceso y reflexionar sobre mi quehacer en el ámbito profesional y personal. Por último, agradezco de corazón a la Dra. Flor Jiménez Segura, por guiarme e instruirme en este largo proceso, así como impulsarme a buscar la excelencia. A la Dra. Roxana Chinchilla Jiménez por sus aportaciones, apoyo y buenos deseos siempre. Y a la Dra. Irma Arguedas Negrini por apoyo incondicional, por llevarme de la mano y escuchar mis múltiples dudas y evacuarlas siempre de manera paciente y con vocación. Las tres formaron el comité asesor ideal para mi, gracias a sus aportes, anuencia y apoyo esta investigación culminó. iii Esta Tesis fue aceptada por la Comisión del Programa de Estudios de Posgrado en Gerontología de la Universidad de Costa Rica, como requisito parcial para optar al grado y título de Maestría Académica en Gerontología. _____________________________________ M.Sc. Eugenia Córdoba Warner Representante del Decano Sistema de Estudios de Posgrado _____________________________________ Dra. Flor Jiménez Segura Directora _____________________________________ M.Sc. Irma Arguedas Negrini Asesora _____________________________________ M.Sc. Roxana Chinchilla Jiménez Asesora _____________________________________ Dra. Faridy Helo Guzmán Representante del Director del Programa de Posgrado en Gerontología _____________________________________ Johanna Carvajal Coto Sustentante iv TABLA GENERAL DE CONTENIDOS DEDICATORIA ii AGRADECIMIENTOS iii HOJA DE APROBACIÓN iv TABLA GENERAL DE CONTENIDOS RESUMEN EN ESPAÑOL vii ABSTRACT viii LISTA DE CUADROS ix LISTA DE FIGURAS x LISTA DE ABREVIATURAS xi CAPÍTULO I INTRODUCCIÓN 1 Justificación 2 Problema de investigación 8 Objetivos 8 Objetivo General 8 Objetivos Específicos 8 Estado de la cuestión 9 Investigaciones de ámbito internacional 9 Investigaciones de ámbito nacional 14 Aportes de los antecedentes a la presente investigación 15 CAPÍTULO II MARCO TEÓRICO 17 1. Envejecimiento, vejez y persona adulta mayor 18 2. Vejez en Latinoamérica: Costa Rica 21 3. Redes de apoyo: hogares de larga estancia 26 4. Evolución del cuidado: cuidado humanizado 30 4.1. Cuidado humanizado 33 4.1.1 Factor de empatía del cuidado humanizado 38 4.1.2 Factor de esperanza del cuidado humanizado 41 5. Aporte a la disciplina gerontológica 44 CAPÍTULO III MARCO METODOLÓGICO 46 3.1 Estrategia metodológica 47 3.1.1 Enfoque de investigación 47 3.1.2 Método investigativo 48 3.1.3 Definición de categorías 50 3. 2 Descripción de la población participante 51 3.2.1 Contextualización del lugar de estudio 53 3.2.2 Consentimiento informado 55 3.3 Técnica para la recolección de la información 55 3.4 Procedimiento para el análisis de la información 57 CAPÍTULO IV ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN 61 4.1 Categoría Cuidado Humanizado 63 4.1.1 Subcategoría empatía 71 4.1.2 Subcategoría esperanza 73 CAPÍTULO V CONCLUSIONES, RECOMENDACIONES Y LIMITACIONES 78 CONCLUSIONES 79 LIMITACIONES 82 RECOMENDACIONES 83 A la Maestría en Gerontología 83 Al Hogar de Ancianos San Buenaventura 83 BIBLIOGRÁFIA 84 ANEXOS 97 Anexo 1. Consentimiento informado para la validación de guía de tópicos 98 Anexo 2. Consentimiento informado Hogar de Ancianos 101 Anexo 3. Guía de tópicos grupo focal 104 RESUMEN EN ESPAÑOL Carvajal- Coto, J. (2023). FACTORES DE EMPATÍA Y ESPERANZA DEL CUIDADO HUMANIZADO EN UN GRUPO DE PERSONAS ADULTAS MAYORES QUE RESIDEN EN UN HOGAR DE LARGA ESTANCIA. Tesis para optar al grado y título de Maestría Académica en Gerontología. Sede Rodrigo Facio, Universidad de Costa Rica. Profesora guía: Dra. Flor Jiménez Segura La presente investigación es cualitativa, bajo método fenomenológico descriptivo, que utilizó como técnica el grupo focal o de enfoque. La investigación se llevó acabo en el Hogar de Ancianos San Buenaventura, Turrialba; lo cual, permitió conocer la realidad de cuatro personas adultas mayores que residen en dicho hogar. El objetivo general fue “analizar los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia”, a partir del cual surgieron tres objetivos específicos: (1) reconocer el factor de empatía del cuidado humanizado un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia, (2) determinar la forma en que el factor esperanza del cuidado humanizado se presenta en las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia y (3) aportar a la comunidad científica nacional e internacional una investigación cualitativa desde una perspectiva gerontológica sobre los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. Se contempló la estrategia metodológica: enfoque de investigación, método investigativo, definición de categorías de ingreso a la investigación, descripción de la población participante, consentimiento informado, técnicas e instrumentos de recolección de la información y procedimiento para el análisis de la información recopilada (Taylor y Bodgan, 1987). Los principales resultados fueron que hogares de larga estancia responden como estrategias de protección social que solventa necesidades bajo el cuidado humanizado. En relación con el factor empatía del cuidado humanizado, este opera en ambas vías, no es solo de la persona profesional hacia la persona mayor residente; para estas, la empatía también significa colaborar y contribuir en el cuidado de pares. Por otra parte, en relación con el factor esperanza del cuidado humanizado, se refleja la contraposición de emociones como el miedo a enfermedades ante la esperanza y compasión, lo cual genera confianza para resolver crisis. Este factor es determinado por los caminos que eligen las personas adultas mayores, y esta población es consciente de ello y de que poseen redes de apoyo en caso de que estos caminos no estén claros. vii ABSTRACT Carvajal-Coto, J. (2023). FACTORS OF EMPATHY AND HOPE OF HUMANIZED CARE IN A GROUP OF ELDERLY PEOPLE LIVING IN A LONG-TERM HOME. Thesis to qualify for the degree and title of Academic Master in Gerontology. Rodrigo Facio Headquarters, University of Costa Rica. Guide teacher: Dra. Flor Jiménez Segura The present investigation is qualitative, under a descriptive phenomenological method, which used the focus group as a technique. The investigation was carried out at the San Buenaventura Nursing Home, Turrialba; which, allowed to know the reality of four older adults who reside in said home. The general objective was "to analyze the factors of empathy and hope of humanized care from the experiences of a group of elderly people who reside in a long-term home", from which three specific objectives emerged: (1) recognize the factor of empathy of humanized care in a group of older adults residing in a long-stay home, (2) to determine the way in which the hope factor of humanized care is presented in the experiences of a group of older adults residing in a long-stay home and (3) contribute to the national and international scientific community with qualitative research from a gerontological perspective on the factors of empathy and hope in humanized care based on the experiences of a group of older adults residing in a long-term home. The methodological strategy was contemplated: research focus, research method, definition of categories of entry into the research, description of the participating population, informed consent, techniques and instruments for collecting information and procedure for the analysis of the information collected (Taylor and Boggan, 1987). The main results were that long-stay homes do respond as social protection strategies that solve needs under humanized care. In relation to the empathy factor of humanized care, this operates in both ways, it is not only from the professional person to the elderly resident; for them, empathy also means collaborating and contributing to the care of their peers. On the other hand, in relation to the hope factor of humanized care, the opposition of emotions such as fear of illnesses to hope and compassion is reflected, which generates confidence to solve crises. This factor is determined by the paths that older adults choose, and this population is aware of this and that they have support networks in case these paths are not clear. viii LISTA DE CUADROS ix Cuadro 1. Personas participantes de los grupos focales 62 LISTA DE FIGURAS x Figura 1. Matriz de categoría y subcategorías para análisis de la información 59 LISTA DE ABREVIATURAS - CEPAL: Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina y el Caribe - COVID19: Enfermedad por coronavirus - FODA: fortalezas, oportunidades, debilidades, amenzanas - FODESAF: Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares - IMAS: Instituto Mixto de Ayuda Social - INEC: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos - JPS: Junta de Protección Social - OMS: Organización Mundial de la Salud - PAHO: Pan American Health Organization - UNFPA: Fondo de Población de las Naciones Unidas xi 1 CAPÍTULO I INTRODUCCIÓN 2 Justificación Actualmente, en el ámbito mundial se han observado modificaciones en la pirámide poblacional que evidencian un aumento en la población adulta mayor; por tanto, consecuencia del incremento en la esperanza de vida, avances en el área de la salud y disminución de la mortalidad y natalidad. Por su parte, el tema de vejez es primordial, principalmente, si se trata de la preparación y adaptación de los sistemas de salud pública y asistencia social, pues buscan condicionar estos para enfrentar los desafíos recientes con base en las necesidades específicas de esta población (De Carli et al., 2012; Sepúlveda, Rivas, Bustos y Ilesca, 2010). Además, se suman los cambios en el contexto social y cultural inmediato que rodea a la persona adulta mayor, tomando en cuenta las modificaciones en las estructuras familiares tales como los cambios e intercambios de roles de género, ingresos económicos limitados, núcleos familiares pequeños, viudez, soledad y ausencia de una persona cuidadora, son factores que justifican o promueven la residencia de esta población en hogares de larga estancia (Girardon- Perlini, Tambara-Leite, y Furini, 2007; Riscart-Rodríguez, La Rosa-Mustelier y González-Reyes, 2006). Por tanto, el Estado de Costa Rica formula una serie de estrategias a través de la Política Nacional de Cuidados 2021-2023 que tiene como finalidad integrar la nueva oferta de servicios proporcionada por entidades públicas y privadas a personas en situación de dependencia, con el fin de reducir la brecha demanda- oferta y prestar servicios de calidad, esto por medio de entidades que rigen políticas y dan estructura a las entidades que brindan servicios de cuidado, tal como lo realizan las residencias de larga estancia: hogares y albergues (Solano-Esquivel, R., 2022). Por su parte, los hogares de larga estancia tienen como propósito el alojamiento temporal o permanente, donde las personas son el centro de atención y buscan satisfacer sus necesidades en un ambiente seguro, el cual cuenta con personal capacitado y sentido de humanización (Blanca- 3 Gutiérrez, Grande-Gascón y Linares-Abad, 2013). Aunado a lo anterior, el cuidado se debe ejercer por personas profesionales con responsabilidad, a través de relaciones subjetivas, guiadas por valores altruistas como el respeto que, a su vez, permitan tomar decisiones y resolver problemas respetando la cultura, los valores y las creencias de la persona adulta mayor; con el propósito de conservar y reafirmar la dignidad e integridad entre las partes implicadas (Caro, 2009). Lo anterior, mediante un ambiente seguro, cómodo, digno y de apoyo para las personas adultas mayores, con el fin de mantener o recuperar su independencia y autonomía, mejorar la calidad de vida, el bienestar percibido y la satisfacción vital. Así como estabilizar y retrasar el avance y el deterioro producido por las enfermedades crónicas y prevenir enfermedades agudas identificando y tratando estas de manera oportuna (Blanca-Gutiérrez, Grande-Gascón y Linares- Abad, 2013). Sin embargo, estas relaciones y ambientes están determinados en gran parte por normas estandarizadas que rigen a los hogares de larga estancia y que acarrean consigo modificaciones en el estilo de vida y rol social de la persona adulta mayor, lo cual ocasiona un proceso de adaptación (Lima-Fagundes et al., 2017). En otras palabras, estas relaciones multidireccionales y recíprocas entre las personas adultas mayores y las personas profesionales que brindan el cuidado se ven afectadas por el recargo de funciones, pocos recursos humanos, bajos presupuestos, poca capacitación para atender este tipo de población, incremento de la población que reside en el hogar, tipo de atención que se suministra, carencia de normas eficaces y poca priorización de la persona cuidadora a largo plazo (Cirilo-Gonçalves et al., 2015; OMS, 2015; Blanca-Gutiérrez et al., 2013). 4 Sumado a lo anterior, se puede añadir que durante los siglos XIX y XX se han asistido a las personas con profesionalismo y especialización, debido a la exigencia de conocimientos técnicos, pero como resultado, la deshumanización del cuidado efecto de la priorización a la parte física, así como a la eficiencia y efectividad de la gestión sanitaria (Solís García del Pozo, 2018). Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2015) refleja que el cuido en los hogares de larga estancia dan énfasis a la satisfacción de necesidades básicas, por tanto, ocasiona que la persona adulta mayor sea un ente pasivo, receptor de cuidado, lo que no garantiza su bienestar, respeto, dignidad y seguridad. Lo anterior, repercute en el número de denuncias ante el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (CONAPAM) sobre temas institucionales, las cuales representan la segunda causa de consulta entre el año 2014 y 2018 (Brenes-Camacho, Masís-Fernández. y Rapso-Brenes, 2020). En consecuencia, surgen movimientos, a lo largo de la historia, que buscan renovar el cuidado, enfatizando en una perspectiva humanizada, que redefine los cuidados a largo plazo, ya que centra su atención en el cuidado que acepta a la persona como es, mediante relaciones subjetivas, que toman en cuenta aspectos físicos, emocionales, sociales y espirituales para satisfacer necesidades y promover el bienestar (Abades-Porcel, 2007; Llanes-Betancourt, 2007; Solís García del Pozo, 2018). De acuerdo con Solís García del Pozo (2018) “se trata de que los profesionales sanitarios no solo sean buenos técnicos en su trabajo, sino que además desarrollen habilidades que permitan relacionarse con los pacientes de una forma que se corresponda con su dignidad de persona humana” (p. 265). 5 Por ende, es indispensable realizar investigaciones que contemplen a la persona adulta mayor como ente activo, que interacciona con los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado. Factores de un cuidado que es auténtico, recíproco e implica comprensión en el proceso de vivir, por medio de prácticas donde es donador y receptor (Correa-Zambrano, 2015). Además, da énfasis a las relaciones dinámicas que permiten identificar y satisfacer necesidades subjetivas que se priorizan para generar bienestar, considerando la naturaleza humana, comunicación e interacción. Las personas profesionales deben desarrollar habilidades transversales que rompen con el sistema tradicional sanitario, competencias no técnicas que permitan satisfacer necesidades generales de la persona. Humanizar es algo intrínseco, implica la acción de hacer familiar a alguien o algo, así como comprender y ser compasivos (Heras la Calle, Nieto, De Argenta, 2017). En otras palabras, cuidado humanizado implica mostrar interés y poner atención en una relación paralela y reciproca que involucra actos voluntarios e intencionales que pretenden transformar, reconstruir y comprender el proceso de vida respetando los derechos e integridad propios de la persona. Esta relación debe romper la formación biomédica, el autoritarismo y la cosificación (Correa-Zambrano, 2015). De acuerdo con Correa-Zambrano (2015, p. 1229) “humanización de la salud implica una confrontación entre dos culturas distintas, entre dos maneras de ver el mundo. Por una parte, una cultura que privilegia el valor de la eficacia basada en los resultados de la tecnología y la gerencia y, por otra, la cultura que da la primacía al respeto por la persona, por su autonomía y la defensa de sus derechos.” Por lo anterior, es indispensable preparar a las personas profesionales y sensibilizar sobre la atención humanizada, que permita construir una atención integral que involucre ética y valores. Desde el punto de vista de la hermenéutica humanizar significa “la reorganización de las prácticas de salud, retratando el compromiso de las tecnociencias en sus medios y fines, con 6 la realización de valores humanos. Humanizar visa el proceso de subjetivación para producir cuidados en salud combatiendo la despersonalización y el reconocimiento y respeto al otro con distinción cultural” (Correa- Zambrano, 2015, p. 1229). Así, lo sostiene Heras la Calle, Nieto, De Argenta (2017) “humanizar también significa personalizar la asistencia, escuchando lo que necesitan pacientes y familiares... El cuidador requiere competencia profesional y formación, pero también individualidad, emoción, solidaridad, sensibilidad y ética. Precisa de grandes dotes de comunicación y habilidades para relacionarse: empatía, escucha activa, respeto y compasión” (p. 4). La humanización del cuidado en salud considera a la persona de manera integral y por ende, identifica y responde a necesidades específicas. En consecuencia el cuidado es coherente con los derechos y valores humanos. Dicho de otro modo, esta atención de cuidados a largo plazo gira alrededor de las necesidades y preferencias de las personas adultas mayores, lo que genera un bien público que toma una perspectiva positiva y proactiva. No obstante, la empatía y esperanza están ligadas a la ética del cuidado, ya que no es, únicamente, ayudar a una persona a satisfacer sus necesidades, sino un medio activo para cultivar la sensibilidad y mantener una relación de ayuda que comprende un valor moral y rasgo necesario que se utiliza de manera no discriminatoria (OMS, 2015; Kathleen, 2014). Es decir, el factor de empatía del cuidado humanizado considera a la persona adulta mayor como una persona y no como un objeto; lo que implica la comprensión de una situación que se vive, sin perder la propia identidad e involucra la disposición de atención por medio de la comunicación efectiva, por ello, el factor de esperanza, que está orientada al estado motivacional que hace consciente a la persona adulta mayor que posee la energía suficiente para conseguir un objetivo específico en dicha relación de cuidado (Oliver, Galiana, Sancho y Tomás, 2015; Furstenberg, 2015). 7 En resumen, la presente investigación es pertinente, pues proporciona conocimientos con una perspectiva humanizada, donde se da importancia a la persona adulta mayor, considerándola como un ente activo en relación con los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado. Por tanto, da relevancia a la subjetividad como eje central en la investigación, ya que proporciona conocimientos y teoría desde su propia perspectiva, lo cual contribuye al quehacer gerontológico. 8 Problema de investigación ¿Cómo se experimentan los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia? Objetivos Objetivo General - Analizar los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. Objetivos Específicos - Reconocer el factor de empatía del cuidado humanizado un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. - Determinar la forma en que el factor esperanza del cuidado humanizado se presenta en las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. - Aportar a la comunidad científica nacional e internacional una investigación cualitativa desde una perspectiva gerontológica sobre los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias de un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. 9 Estado de la cuestión De acuerdo con el tema de estudio se encuentran investigaciones en el ámbito internacional y nacional, las cuales aportan información relevante a los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado desde las vivencias en un grupo de personas adultas mayores. Dentro de las principales investigaciones que aportan datos de importancia se mencionan: Investigaciones de ámbito internacional Según, Jijón-Vásquez, y Blanco (2018) en su investigación titulada “Mejoramiento del cuidado de la salud de adultos mayores en una unidad de atención gerontológica”, bajo el paradigma cuantitativo, utiliza como métodos la investigación participante y la encuesta. Por su parte, el objetivo es fortalecer el cuidado de la salud de las personas adultas mayores de la unidad gerontológica Pimampiro, mediante la sensibilización y capacitación del personal y familiares. Los principales resultados que se obtienen son el fortalecimiento de la atención de este grupo poblacional, a partir de la capacitación a personas cuidadoras y el personal de salud, generando confiabilidad en la atención recibida y sensación de bienestar en las personas usuarias. Por otra parte, Leite-Mendeiros, Galdino-Félix, y Lima da Nóbrega, realizan una investigación en el 2016, denominada “Processo Clinical Caritas em oficinas para cuidadores de idosos institucionalizados”, investigación bajo el paradigma cualitativo, que utiliza como método el taller. El objetivo es describir la utilización del Proceso Clinical Caritas, mediante talleres para personas cuidadoras de personas adultas mayores que residen en instituciones de larga estancia, con el fin de buscar analizar la percepción de las personas profesionales sobre el cuidado humano. Los principales resultados obtenidos son que cuidan con amor, bondad, equidad, respeto y autenticidad, pero, los invade sentimientos de cansancio, estrés, preocupación y dificultad para lidiar con la muerte y situaciones difíciles. Sin embargo, están anuentes a la necesidad de cultivar consciencia en la práctica para favorecer la autonomía. 10 De igual manera, se puede mencionar la investigación realizada por Moré-Corral, en el 2016 denominada “Cuidados ‘en cadena’: cuerpos, emociones y ética en las residencias de personas mayores”, bajo el paradigma cualitativo, que hace uso del método de entrevista a profundidad y observación participante. Su objetivo es analizar los efectos que tiene la organización social del trabajo de cuidados, tanto a nivel social como en los propios centros. Los resultados obtenidos son que el cuidado es proceso de trabajo estandarizado que se fragmenta en tareas, se reparte en equipos y se organiza según un horario. Además, las personas trabajadoras resienten la falta de personal y tiempo. Asimismo, Beltrán- Salazar, realiza una investigación en el 2015 llamada “Cuidado humanizado: una relación de familiaridad y relatividad”, investigación bajo el paradigma cualitativo, que utiliza la entrevista en profundidad como método. El objetivo es comprender el significado del cuidado humanizado de enfermería en la experiencia de las personas participantes, personal de enfermería, personas usuarias y sus familias. El principal resultado es que la confianza está determinada por la experiencia que atraviesa la persona. Y que la confianza pasa por varias etapas tales como: conocer los problemas y decidir intervenciones de acuerdo con las preferencias de las personas sin omitir los principios éticos, habilidades sociales y comunicativas; así como la empatía, compasión, interés y aprecio mutuo deja huella en las personas que reciben el cuidado. Por su parte, Oliver, Galiana, Sancho y Tomás, ejecutan una investigación en el 2015 nombrada “Espiritualidad, esperanza y dependencia como predicadores de la satisfacción vital y la percepción de salud: efecto moderador de ser muy mayor”, bajo el paradigma cuantitativo que utiliza como método la encuesta. El objetivo es analizar algunos predictores de la calidad de vida en personas adultas mayores, diferenciando entre mayores jóvenes o muy mayores. Los principales resultados obtenido son que las dimensiones de espiritualidad, significado, paz y esperanza se relacionan positivamente con la satisfacción. La fe solo tiene un efecto significativo en las personas muy mayores y una buena espiritualidad tiene efectos positivos en la salud percibida. 11 Además, Melo de Oliveira, Alves- Rozendo, hacen una investigación en 2014 llamada “Instituição de longa permanência para idosos: Um lugar de cuidado para quem não tem opção”, bajo el paradigma cualitativo que utiliza el método de entrevista narrativa. El objetivo es comprender el significado de vivir en una institución a largo plazo. Los principales resultados son que al residir en un hogar de larga estancia se pierde la autonomía y se vuelve una persona pasiva. Sin embargo, la institución es considerada como un lugar donde pueden ser cuidados, satisfacen sus necesidades básicas, tienen acceso a servicios de salud y es un lugar para envejecer y morir. También, Beltrán- Salazar realiza una investigación en el 2014, denominada “Las instituciones de salud no favorecen el cuidado. Significado del cuidado humanizado para las personas que participan directamente en él”, investigación bajo el paradigma cualitativo, que utiliza la entrevista a profundidad. Su objetivo es comprender el significado de cuidado humanizado en las personas que participan directamente. Los principales resultados son que la institución no favorece un cuidado humanizado, ya que se centra en la consecución de ganancias y productividad, pues las personas velan por el interés institucional, por tanto, suma los pocos recursos para una atención adecuada y sobrecarga de funciones en las personas que brindan el cuidado. Asimismo, Arroyo-Rueda, y Soto-Alanís, realizaron una investigación en el 2013, llamada “La dimensión emocional del cuidado en la vejez: la mirada de los adultos mayores”, bajo el paradigma cualitativo, que utiliza como métodos la entrevista a profundidad, la observación participante y la ficha de identificación personal. El objetivo principal es mostrar la dimensión emocional en personas adultas mayores que envejecen con una enfermedad y dependencia. Los principales resultados son que experimentan emociones de ansiedad, miedo, culpa, vergüenza, desesperanzada, tristeza y depresión relacionadas por la experiencia de la enfermedad y deterioro en sus funciones. Sin embargo, se contraponen a la esperanza, gratitud y compasión hacia las personas que les brindan cuidado. 12 Igualmente, Stefani, Hermida, Tartaglini, Pereyra-Girardi, Ofman, y Cófreces, realizan una investigación en el 2013, nombrada “Influencia de la esperanza en la participación social del adulto mayor”, bajo el paradigma cuantitativo, que utiliza como método el cuestionario, test e inventario. Su objetivo es evaluar el papel que cumple la experiencia de la esperanza en el comportamiento social de la persona adulta mayor. El principal resultado es que las personas que manifiestan un alto nivel de esperanza tienden a participar con mayor intensidad en actividades físicas, sociales, espirituales y recreativas. Por un lado, Blanca-Gutiérrez, Grande-Gascón y Linares-Abad, hacen una investigación en el 2013 llamada “Las experiencias de las personas mayores que viven en hogares para ancianos: la teoría de las "díadas de intercambio”, investigación bajo el paradigma cualitativo, que utiliza como método la entrevista y guión de apoyo. Su objetivo es estudiar las experiencias vitales y el proceso de adaptación social de las personas mayores que viven en hogares de larga estancia. Dentro de los principales resultados se determina una situación de intercambio, donde la persona adulta mayor cede su libertad, tiempo, relaciones familiares, propiedad privada, aceptación y responsabilidades económicas a cambio de seguridad, apoyo, acompañamiento y compartir áreas en común que brinda la institución. Aunado a lo anterior, De Carli, Kolankiewicz- Bernat, Loro, Schmidt- Piovesan, Sonego- Gomes y Stumm, realizan una investigación en el 2012 denominada “Sentimientos e percepçöes de iodos residentes em uma instituiçao asilar”, bajo el paradigma cualitativo, que utilizó el método de entrevista. El objetivo es conocer las experiencias de las personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. Los resultados de mayor relevancia son que el hogar les da seguridad y amparo; sin embargo, enfrentan una serie de adaptaciones relacionadas a la convivencia, control de emociones, aislamiento, pérdidas de identidad y ausencia de ambiente familiar y de familiares. 13 También, Blanca-Gutiérrez, Linares-Abad, Grande-Gascón, Jiménez-Díaz e Hidalgo- Pedraza, realizan una investigación en 2012, llamada “Relación del cuidado que demandan las personas mayores en hogares para ancianos: metaestudio cualitativo”, bajo el paradigma cualitativo, que utiliza como método el análisis de metadatos. El objetivo es describir el tipo de cuidado e interacción que requieren las personas adultas mayores del personal de enfermería. Dentro de los principales resultados se encuentran que la persona cuidadora debe ser respetuosa y competente, que debe atender las necesidades de manera rápida, sin embargo, esto no es posible por la escasez de personal, la capacitación académica y reemplazo constante del personal. El respeto por los valores propios fomenta una relación positiva que contribuye a la salud mental. En comparación con Da Silva-Freitas, y Vilar-Noronha, que ejecutan una investigación en el 2010 denominada “Idosos em instituições de longa permanência: falando de cuidado”, bajo el paradigma mixto, que utiliza como métodos la observación etnográfica y la entrevista. El objetivo es discutir el cuidado proporcionado a la persona adulta mayor que reside en la institución de larga estancia. Los principales resultados son que reciben cuidado por personal médico, de enfermería, fisioterapia, psicología, terapia ocupacional y odontología; que brindan servicios de higiene, prescripción y administración de medicamentos, alimentación, apoyo en actividades y observación de evolución de condiciones de bienestar y autonomía. Del mismo modo, se revisa la investigación realizada en el 2007 por Llanes-Betancourt, titulada “Carácter humano y ético de la atención integral al adulto mayor en Cuba”, investigación bajo el paradigma cuantitativo, que utiliza como método la revisión bibliográfica y la encuesta. Su objetivo es valorar el carácter humano y ético de la atención integral a la persona adulta mayor en Cuba. Los resultados obtenidos son que en los sub-programas no se resta autonomía y que manifiestan la beneficencia, es decir, escuchar de manera minuciosa lo que dice la persona, respetando su cultura y costumbres. 14 Investigaciones de ámbito nacional Desde otro ángulo, el ámbito nacional cuenta con escasas investigaciones relacionadas con los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado hacia la población adulta mayor que reside en hogares de larga estancia, sin embargo, se realiza una revisión a tres proyectos de tesis, los cuales aportan datos relevantes a la presente investigación. Inicialmente, se puede mencionar a González-Rivera, A, quien en 2010 elabora su proyecto de tesis para optar por el posgrado de Geriatría y Gerontología de la Universidad de Costa Rica, llamada “Propuesta Modelo de Atención en Salud para el Hogar de Ancianos Alfredo y Delia González Flores”. Esta investigación se realiza bajo el paradigma cuantitativo, que utiliza como método el test. El objetivo es establecer las condiciones de salud de los residentes, mediante la Valoración Geriátrica Integral que permita plantear un Modelo de Atención en Salud. Los principales resultados son que el 36% requiere de ayuda para las actividades de la vida diaria, el 63% tiene un deterioro cognitivo moderado, el 3,8% muestra una probable depresión, el 97% utilizan al menos un medicamento crónico, el 68% tiene cuatro o más enfermedades crónicas, del 47% de las personas que pueden caminar al menos se han caído una vez en los seis meses anteriores al estudio y el 4,2% tiene úlceras por presión. Desde otra perspectiva, se puede mencionar a Campos-Calderón, S. y Villalobos-Zúñiga, X., quienes realizan su proyecto de tesis para optar por el grado de licenciatura en la carrera de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica, en el 2008, denominada “Percepción de las necesidades humanas de la población adulta mayor del Hogar para Ancianos de San Ramón:propuesta de intervención desde el trabajo social para su satisfacción”, investigación bajo el paradigma cualitativo, que utiliza como método la entrevista a profundidad. Su objetivo es analizar la percepción que la población adulta mayor para construir una propuesta de intervención desde el Trabajo Social. Los principales resultados son las necesidades de subsistencia y seguridad están satisfechas; sin embargo, las necesidades sociales como la compañía, participación en actividades y el afecto están ausentes. Además, hay debilidades en las 15 relaciones sociales y la dependencia física y psicológica es alta, debido al deterioro del estado de salud. En cambio, Benedit-Chavarría, E. y Gutiérrez -Arias, J., elaboran su proyecto de tesis para optar por el grado de licenciatura en Enfermería de la Universidad de Costa Rica en el 2005, llamada “Conocimientos, actitudes y prácticas que tiene el personal para satisfacer las necesidades de atención integral de salud de las personas adultas mayores: Hogar para Ancianos de San Ramón”, bajo el paradigma cualitativo, utilizan como métodos la entrevista y observación. El objetivo es determinar los conocimientos, actitudes y prácticas que tiene el personal para satisfacer las necesidades de atención integral de salud. Dentro de los principales resultados está que las necesidades de nutrición, sueño y descanso están satisfechas, pero poseen debilidades en cuanto a recreación, información sobre derechos y oportunidades de educación. Aportes de los antecedentes a la presente investigación Con base en lo anterior, se puede sintetizar que se indaga un total de 17 investigaciones, de las cuales 14 corresponden al ámbito internacional y únicamente 3 al ámbito nacional, por tanto, se puede concluir que en dichas investigaciones el paradigma más utilizado es el cualitativo y las entrevistas son el método más empleado para cumplir con los objetivos y responder al problema de investigación. Por su parte, las investigaciones bajo el paradigma cuantitativo utilizan en mayor cantidad el cuestionario y encuesta como métodos de investigación. A grandes rasgos, las investigaciones evidencian que el cuidado se brinda según los conocimientos de la persona que lo proporciona, pero es indispensable la sensibilización y capacitación del personal, con el fin de generar confianza en la atención brindada y, en consecuencia, la percepción de bienestar. Sin embargo, no se puede omitir que lo mencionado con anterioridad es complejo, debido a las múltiples demandas organizacionales y de estructura propias de los hogares de larga estancia (Jijón-Vásquez, y Blanco, 2018; Moré-Corral, 2016). 16 Además, si bien es cierto, actualmente, el equipo multidisciplinar cuenta con alto conocimiento técnico, al parecer gran parte carece de habilidades sociales para satisfacer demandas no físicas. Así lo sostiene Heras la Calle, Nieto, De Argenta, 2017 “la humanización tenía que ver con la propia concepción del sistema, la gestión y el funcionamiento de las estructuras sanitarias, la mentalidad de las personas involucradas en el sistema, la competencia profesional y otros elementos no fácilmente comunicables ni tangibles...” (p. 5). Por otra parte, el personal que labora en los hogares de larga estancia reconoce la importancia de la beneficencia y las relaciones interpersonales basadas en respeto y equidad, pero centran el cuidado, principalmente, en la satisfacción de necesidades físicas y no las sociales tales como el acompañamiento. Lo anterior, originado en gran parte por las demandas de conocimiento técnico y especialización del cuidado (Lima-Fagundes et al., 2017; Cirilo- Gonçalves, Alves- Azevedo, da Silva y do Nascimento-Souza, 2015; Blanca-Gutiérrez, Grande- Gascón y Linares- Abad, 2013). Aunado a lo anterior, estas situaciones repercuten en la percepción de pérdida e insatisfacción de necesidades individuales por parte de las personas adultas mayores, ya que su vida social debe adaptarse a un entorno regido por reglas, horarios y personal no familiar; donde ceden aspectos cruciales de su vida por otros que brindan los hogares de larga estancia (Blanca- Gutiérrez et.al, 2013). 17 CAPÍTULO II MARCO TEÓRICO 18 El presente capítulo incluye aspectos fundamentales en relación con el envejecimiento, vejez, persona adulta mayor, hogares de larga estancia, el cuidado, el cuidado humanizado y factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado; información relevante que sustenta la presente investigación por medio de una revisión bibliográfica. 1. Envejecimiento, vejez y persona adulta mayor El envejecimiento es un proceso natural, individual, dinámico y único en cada persona, perdura durante todo el ciclo vital, es decir, inicia con la concepción y finaliza con la muerte. Es inherente al ser humano y está marcado por una serie de etapas o movimientos sucesivos, dependientes entre sí, que se ven influenciados por factores demográficos, sociales y culturales (Alvarado- García y Salazar- Maya, 2014). Asimismo, lo sustenta Rodríguez- Pérez (2016) al hacer referencia a la Ley No 9394, que define envejecimiento como un “proceso gradual que se desarrolla durante el curso de vida y que conlleva cambios biológicos, fisiológicos, psico- sociales y funcionales de variadas consecuencias, las cuales se asocian con interacciones dinámicas y permanentes entre el sujeto y su medio” (p. 6). Este proceso es el resultado de los cambios celulares que se atenúan con el paso del tiempo, en consecuencia, reducen las reservas biológicas y disminuyen la capacidad de la persona. Sin embargo, estos cambios no son uniformes, ya que dependen de mecanismos aleatorios y de factores intrínsecos y extrínsecos. Es decir, el conjunto de capacidades físicas y mentales que posee una persona, sumado a los factores del mundo exterior que incluye relaciones con otras personas, sistemas sociales, políticas y demás con los cuales las personas interactúan (Ministerio de Salud, 2018). Aunado a lo anterior, en el afán por comprender el proceso de envejecimiento, se han creado diversas teorías que buscan explicar los cambios que surgen a lo largo del ciclo vital, tales como la teoría biológica que se enfoca en el desgaste natural de los sistemas del cuerpo que 19 provocan de manera paralela el declive de funciones físicas y cognitivas, consecuencias del deterioro orgánico y celular inevitable, es decir, el envejecimiento primario. Y el secundario consecuencia de las enfermedades (Zetina-Lozano, 1999). Por su parte, se encuentra la teoría psicológica que se centra en aspectos cognitivos y en la dualidad de los ocho estadios que se enfrentan durante el ciclo vital y, por último, la teoría social que establece una reducción en actividades y compromisos (OMS, 2015; Alvarado-García y Salazar-Maya, 2014). Para fines de esta investigación se amplía, únicamente, la teoría social sobre el envejecimiento. Esta teoría se enfoca en la asignación de valores, comportamientos y roles asignados a la etapa de la vejez que a su vez son influenciados por normas sociales, factores culturales e históricos. Las construcciones sociales determinan el valor que se da a la vejez y la vida humana, en el caso de América Latina estas construcciones tienden a la exclusión (Dulcey- Ruiz, 2015). Esta teoría evidencia la importancia de las relaciones sociales como redes dinámicas que cambian con el paso de la vida. De acuerdo con la Antonucci, Birditt y Ajrouch (2011) mencionado por Dulcey-Ruiz (2015) el modelo convoy de las relaciones sociales reconoce la necesidad de relaciones interpersonales que moldean la vida y determinan en gran parte el bienestar y la salud de las personas, pues las redes de apoyo brindadas por otras personas en situaciones de estrés o crisis determinan factores de protección ante las adversidades. En otras palabras, las relaciones con otras personas forman parte de factores extrínsecos, las cuales ofrecen recursos que determinan en gran parte la respuesta de la persona ante las adversidades que se presentan a lo largo de la vida, fomentando, a su vez, conservar habilidades, adaptarse y compensar estas para asumir nuevos roles y crecer a nivel psicosocial (Ministerio de Salud, 2018). 20 De acuerdo con lo anterior, se puede deducir que el envejecimiento es un proceso variable y heterogéneo que forma parte del desarrollo y ciclo vital de la persona y se caracteriza, además, por una serie de etapas que conllevan a crisis y cambios que responden al contexto que envuelve a la persona. El contexto social, cultural y económico influye en las vivencias a lo largo de la vida y estas, a su vez, determinan la forma en que se vive las diversas etapas de la vida (Guevara- Peña, 2016). Sumado a lo anterior, es importante mencionar que el envejecimiento está conformado por diversas etapas, dentro de las cuales está la vejez, misma que está comprendida como una etapa progresiva, natural y subjetiva, ya que adquiere significados diferentes para cada persona. Sin embargo, en muchos casos, la sociedad utiliza criterios para establecer diferenciación entre las etapas y definir la vejez (Carmona-Valdés, 2012). No obstante, es necesario mencionar que para definir la etapa de vejez existen diferentes criterios como la edad cronológica, que es el número de años vividos desde el nacimiento, representa un parámetro para definir aspectos sociales como la jubilación. Otro criterio es la edad biológica que está determinada por la disminución de las funciones del organismo, tanto a nivel funcional como estructural. La edad psicológica es otro criterio y que comprende la adaptación de la persona, el criterio geriátrico relacionado a las patologías crónicas y pérdida de la autonomía funcional y como último criterio, la edad social, que se fundamenta en el papel que juega la persona dentro de la sociedad (Alvarado-García y Salazar- Maya, 2014; CONAPAM, 2013; Carmona-Valdés, 2012). Lo anterior evidencia, según Redondo (1990) mencionado por Carmona-Valdés (2012) que “la vejez, como las otras etapas del ciclo de vida, es también una construcción social e histórica, que posee el significado que el modelo cultural vigente le da a los procesos biológicos que la caracterizan” (p. 14). Por lo tanto, es un proceso cambiante, permeable, que se reestructura y construye con el tiempo y varía según la legislación de cada país. 21 En síntesis, socialmente se tiende a agrupar a las personas según su edad cronológica y asignar tareas y situaciones que exigen comportamientos específicos para cada etapa. Los cambios tienen como propósito el desarrollo de la persona, enfrentar un proceso de transición que permita adecuarse a la etapa actual y prepararse de la mejor manera a la siguiente. Por su parte, para Fernández y Robles (2007) la adultez mayor es determinada de manera cultural y social por cada país, “en Costa Rica, la legislación señala los 65 años como la edad a partir de la cual una persona se considera adulta mayor” (p. 13). Por consiguiente, para esta investigación, es crucial evidenciar las características demográficas propias de las personas adultas mayores a nivel de Latinoamérica y Costa Rica, ya que los cambios sociales conllevan a modificaciones paralelas en la población. 2. Vejez en Latinoamérica: Costa Rica El envejecimiento de la población se ve marcado por el contexto demográfico e histórico del país, en el ámbito de Latinoamérica, se evidencia una tendencia a la reducción de las tasas de mortalidad, aumento en la esperanza de vida y disminución de la fecundidad; estas situaciones modificaron la estructura de la población, disminuyendo la población infantil e incrementado de manera relativa los grupos de edad avanzada (Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) (2009)). Es decir, la población latinoamericana y caribeña ha experimentado un aumento considerable en la cantidad de personas de 60 años y más. En el 2000, la población regional de 60 años y más era de 43 millones de personas (8,2%), cifra que va incrementando hacia el año 2025 para un aproximado de 100,5 millones (15%) y para el 2050 se estima que el incremento alcanza los 183,7 millones (24%) (Naciones Unidas, CEPAL y UNFPA, 2009). 22 Lo anterior, evidencia que el incremento de la población adulta mayor crece a pasos importantes, por tanto, América Latina enfrenta, actualmente, un proceso de transición poblacional en general, donde las modificaciones sociales y actualizaciones del sector salud han permitido el incremento en la esperanza de vida y, en consecuencia, el aumento de la población en etapa de vejez. Si bien es cierto, el crecimiento de dicha población en Latinoamérica no es homogéneo, se espera que países tales como Uruguay, Cuba, Chile y varios países caribeños; donde el proceso de envejecimiento se encuentra más avanzado; tendría un incremento superior al 20% en el 2025 (Naciones Unidas, CEPAL y UNFPA, 2009). De igual forma, se puede mencionar que países como Guatemala, Bolivia, Paraguay, Honduras y Haití; tendrán un envejecimiento tardío; habrá un incremento alrededor del 10%. Por su parte, para países con procesos más incipientes como la Guayana Francesa, Costa Rica, Colombia y la República Bolivariana de Venezuela, habrá un incremento superior al 4%; mientras que Honduras, Nicaragua, el Paraguay y el Brasil tendrán tasas superiores al 3,5% (Naciones Unidas, CEPAL y UNFPA, 2009). Como se menciona en el párrafo anterior, Costa Rica enfrenta una serie de cambios demográficos en el cual la natalidad y la mortalidad han disminuido y la esperanza de vida ha aumentado, dichas situaciones acentúan el número de personas de diversos grupos cronológicos y, a su vez, representan un desafío. Según Fernández y Robles (2008) el país enfrenta un proceso acelerado de envejecimiento, el 6% casi 280 mil personas de la población costarricense tienen 65 años y para el 2025 se estima que la cifra aumentará a 11,5%, es decir, 600 mil personas. De acuerdo con Brenes-Camacho, Masís- Fernández y Rapso- Brenes (2020) entre el 2008 y el 2019, la población de personas adultas mayores aumento un 59%. Este incremento es consecuencia del aumento en la esperanza de vida, 77,7 para hombres y 82,9 para mujeres, destacando al país como uno con un alto nivel de esperanza en el continente americano, superado 23 únicamente, por Canadá. Fernández y Robles (2008) mencionan que “en 1980, de cada 100 hombres que cumplen 65 años, 35 llegan a cumplir 85, y 45 de cada 100 mujeres. Actualmente, de cada cien hombres de 65 años, 43 pueden esperar vivir hasta los 85, y 56 de cada 100 mujeres” (pp.3-4). Por lo tanto, se puede concluir que la esperanza de vida costarricense ha incrementado constantemente por más de 70 años y sigue ocurriendo, debido a la interrelación de la disminución de la mortalidad con la esperanza de vida que, en consecuencia, incrementa el número de personas en edades más avanzadas. La tasa de mortalidad entre el 2000 y el 2018 ha disminuido un 14% y en contraparte la tasa de crecimiento incrementará año tras año, para el año 2040 se estima que las personas adultas mayores triplicarán el número de infantes menores de 14 años (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), 2016; Brenes-Camacho, Masís- Fernández. y Rapso- Brenes, 2020). En definitiva, este incremento en la esperanza de vida y número de personas adultas mayores acarrea consigo una serie de desafíos a nivel social e individual, debido a los cambios físicos, psicológicos y sociales que enmarcan una generación como tal y que varían de acuerdo con el contexto en el cual se desarrolla la persona. De acuerdo con lo anterior, los factores externos e internos influyen en el estado general de la persona, determinando en gran parte su estado de salud, sensación de bienestar y satisfacción de necesidades. En relación con eso, se puede mencionar que dentro de los cambios sociales se encuentra una disminución en la actividad conforme avanza la edad cronológica. Según Fernández y Robles (2008) “mientras a los 65 años el 58% de los hombres y 16% de las mujeres se encuentran activos, a los 75 años lo están solo 23% de los hombres y 3% de las mujeres.” (p. 11). 24 Por otra parte, a esos factores externos, se añade los cambios sociales en relación con la dinámica familiar, donde, si bien es cierto, un 69% de las personas adultas mayores viven en un hogar multigeneracional, hay un 19% de las personas que viven en pareja y, aproximadamente, un 12% de los hombres adultos mayores vive solo. Por tanto, unos 230 mil hogares o un 19 por ciento de los hogares del país vive una persona adulta mayor (CONAPAM y Presidencia República de Costa Rica, 2012; Fernández y Robles, 2008). Lo anterior, repercute y modifica la cultura del cuidado a nivel familiar y social, según el CONAPAM y la Presidencia República de Costa Rica (2012) los cuidados provienen casi totalmente de la familia inmediata, hay una parte de las necesidades de apoyo de la población adulta mayor que no está satisfecha, ya que 41% de los hombres y 51.3% de las mujeres necesita ayuda con alguna de las actividades de la vida diaria y actividades instrumentales del diario vivir, pero solo 31% de los hombres y 41% de las mujeres las recibe, lo cual indica que un 10% de personas adultas mayores que necesita ayuda no la recibe. Además, se suma en algunas personas adultas mayores la pérdida de capacidades funcionales consecuencia de diversas patologías, ya que un 35% de esta población presenta algún tipo de discapacidad, especialmente relacionada a condiciones mentales o psiquiátricas como el Alzheimer, depresión o ansiedad (Brenes-Camacho, Masís- Fernández y Rapso- Brenes, 2020). En otras palabras, un 29% de personas adultas mayores entre 65 a 79 años tiene algún tipo de discapacidad y un 55% de personas adultas mayores de 80 años y más. Entendiéndose, discapacidad como aquellas limitaciones de funcionamiento ocasionadas por la disminución de capacidades físicas, mentales y sociales (Brenes- Camacho, Masís- Fernández y Rapso- Brenes, 2020). A estas situaciones, se agregó un nuevo desafío tanto para la población costarricense, como para el sistema sanitario privado y público. La pandemia ocasionada por el COVID-19, ubicó a Costa Rica en el segundo lugar por peso porcentual de casos, posterior a Panamá, con un 25 20.96% y en cuarto lugar por peso porcentual de muertes con un 12.8% después de Guatemala, Panamá y Honduras en al año 2021, afectando y ocasionando más muertes en personas adultas mayores y hombres (Pan American Health Organization (PAHO), 2021). En consecuencia, el Gobierno realizó múltiples acciones para enfrentar dicha realidad sanitaria. Dentro de las cuales se puede mencionar la firma de presupuesto para fortalecer programas sociales con 38.220 millones de colones, la activación de protocolos sanitarios para evitar la propagación del virus por medio de la modificación de instalaciones para la atención diferenciada, la creación del Bono Proteger que alivió económicamente a 724 mil personas afectadas por la reducción o suspensión de jornadas laborales y la vacunación según grupos prioritarios (PAHO, 2021). También, se suman esfuerzos en el ámbito de cuidado, con la firma del decreto 42878- MP-MDHIS que oficializa la “Política Nacional de Cuidados 2021-2031”, que busca implementar un sistema de atención a las personas con alguna situación de dependencia. Su finalidad es brindar apoyo y cuidados en actividades de la vida diaria a personas con discapacidad o enfermedades crónicas, implicar coberturas existentes y combinar el entorno familiar con tecnología (PAHO, 2021). Sin embargo, estos esfuerzos acarrearon consigo una serie de situaciones paralelas, los hogares de larga estancia se convirtieron en instituciones que brindan protección y salvaguardan las personas adultas mayores, pero en efecto, parece en su mayoría que el confinamiento para evitar el contagio, convirtió los hogares de larga estancia en instituciones cerradas que impidieron la interacción con el exterior, así como la suspensión gradual de los derechos y la disminución de roles sociales y familiares (Arcos-Miranda y Echeverría- González, 2021). En síntesis, las situaciones anteriores reflejan los amplios desafíos en el sector salud, ya que las políticas de salud pública deben dirigirse a la atención de esta pandemia, así como avanzar en la promoción, protección y recuperación de la salud mediante acciones sostenibles. 26 En respuesta a estas necesidades mencionadas previamente, se crean estrategias de protección social, denominadas redes de apoyo, que brindan servicios de cuidado con el propósito de solventar necesidades de las personas adultas mayores por medio de interacciones recíprocas que brindan seguridad y amparo. 3. Redes de apoyo: hogares de larga estancia Para esta investigación, se debe entender red de apoyo como aquella que desarrolla roles concretos dirigidos por objetivos determinados que proveen beneficios a las personas adultas mayores. Según el CONAPAM (2008, p.85) comprende “intercambios, que se perciben como interconexiones de las personas. Estos pueden ser de orden material, servicios, emocionales u otros, de acuerdo con las necesidades de las personas.” Por otra parte, es importante mencionar que las redes de apoyo pueden ser informales que involucran relaciones familiares; personales o de la comunidad y las formales, que comprenden apoyos basados en una organización estructurada (Fernández y Robles, 2007). Es decir, Organizaciones de Bienestar Social, tales como Hogares de Ancianos, albergues y centros diurnos; que responden a los cambios sociales y proporcionan cuidado, protección y rehabilitación social a diferentes grupos según edad cronológica con algún tipo de discapacidad, drogodependencia y patologías psicosociales (CONAPAM, 2014). Además, cuentan con algún tipo de regulación, contrato de trabajo y brindan remuneración. Por lo general, estas regulaciones se brindan por el estado, organizaciones de bienestar social y mercado privado; ya que centran su atención en apoyar de manera directa a personas dependientes en sus actividades de la vida diaria, o a personas cuidadoras (Instituto Mixto de Ayuda Social y Ministerio de Desarrollo, 2021). 27 Aunado a lo anterior, estas redes están conformadas por un equipo interdisciplinario en diversas áreas, que atienden y solventan necesidades de cuidado con conocimientos y experiencias diversas que enriquecen el cuidado y la asistencia sanitaria (Mauk, 2008). Es decir, estos equipos interdisciplinarios están enfocados en el cuido, en acciones que contribuyen a la persona adulta mayor con dependencia o deficiencia de su autonomía y que necesita acompañamiento para satisfacer necesidades en el diario vivir. Entendiendo las necesidades según su índole, en actividades de la vida diaria que satisfacen necesidades básicas, las necesidades instrumentales que comprenden acciones que requieren relacionarse con otras personas para lograr metas, las necesidades emocionales que comprenden afecto, empatía y cariño; las necesidades de salud asociadas a la atención integral y las necesidades económicas y recreativas (CONAPAM, Presidencia República Costa Rica, 2012). Para la presente investigación, es relevante y se desarrollará únicamente los hogares de larga estancia para personas adultas mayores, conocidos también como Hogares de Ancianos. Definidos por el CONAPAM y Presidencia República Costa Rica (2012) como establecimientos que “son de carácter privado, con o sin fines de lucro, en donde viven personas adultas mayores en forma permanente, en algunos casos, motivados por la carencia de recursos familiares para el cuido, o ante problemas de abandono familiar, social o económico” (p. 26). Sumado a lo anterior, estos centros están obligados a apegarse a la norma de habilitación vigente en Costa Rica, la cual indica que deben contar con un equipo interdisciplinario conformado por una persona profesional asesora o técnico en seguridad e higiene laboral, una persona presidenta de la Junta Directiva o representante responsable del funcionamiento del establecimiento, funcionario responsable de la sección administrativa, nutricionista, persona encargada de labores de cocina y auxiliar de cocina por cada 100 raciones producidas, persona voluntaria, persona capacitada en actividades de terapia ocupacional. Un profesional en medicina según el número de personas adultas mayores, un profesional en enfermería o auxiliar de enfermería por turno, una persona profesional en trabajo social, terapia física, persona voluntaria 28 capacitada en las actividades de terapia física, una persona responsable del servicio de lavandería o ropería (Brenes- Camacho et. al, 2020). Además, las personas adultas mayores que ingresen a estos centros deben cumplir con criterios básicos tales como ser mayores de 65 años, tener problemas de indigencia o no contar con recursos familiares, tener un estudio socioeconómico, no tener patologías infectocontagiosas y en algunos centros ser residente de la comunidad. Por otra parte, es importante mencionar que los recursos económicos que el CONAPAM brinda a las Organizaciones de Bienestar Social provienen de la Ley No. 7972 creada el 22 de diciembre de 1999, que involucra la creación de cargas tributarias sobre licores, cervezas y cigarrillos; centrada en facilitar una mejor calidad de atención y financiar programas que potencien las capacidades de la persona adulta mayor mejorando por ende su calidad de vida y permanencia en redes de apoyo informal. Y la Ley No. 8783, No. 5662 creada el 13 de octubre del 2009, que involucra la creación del Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (FODESAF) que proporciona un porcentaje a las personas adultas mayores residentes en instituciones que brindan cuidado y atención (CONAPAM, 2014). Dichos hogares de larga estancia son regulados por el Ministerio de Salud, mediante lineamientos establecidos por el “Reglamento general para el otorgamiento de permisos de funcionamiento del Ministerio de Salud”, que tiene como finalidad asegurar un espacio con infraestructura adecuada y personal capacitado. La Ley Integral para la Persona Adulta Mayor (No. 7935) se encarga de participar y promover los procesos de acreditación, conocer las evaluaciones de las instituciones con aportes económicos del Estado, determinar criterios para distribuir dichos aportes y llevar un registro de las instituciones o personas acreditadas para brindar servicios a esta población (Sauma, 2011). 29 Lo anterior, con el fin de proporcionar una atención integral, según el capítulo 2, artículo 3 de la Ley Integral para la persona Adulta Mayor, Ley No. 7935, la atención integral “comprende un conjunto de actividades que tienen como fin permitirle a las personas adultas mayores poder disfrutar de los cuidados, de la protección de la familia y la comunidad; tener acceso a servicios de atención en salud, educación y formación permanente; a servicios jurídicos y sociales que les aseguren mayores niveles de autonomía, participación, protección y cuidado” (p. 36). Por lo tanto, es imprescindible mencionar que del 2010 al 2014 ocurre un incremento en el número y capacidad de atención en los hogares de larga estancia. A mediados del año 2010 existía un total de 70 hogares de larga estancia que, en su totalidad, atendieron a 1550 personas, mientras que, en el año 2019, el país contaba con 74 hogares que forman parte de las Organizaciones de Bienestar Social y están distribuidos a lo largo de las provincias; correspondiendo 7 a Guanacaste, 14 a Alajuela, 7 a Heredia, 6 a Cartago, 6 a Limón, 23 a San José y 11 a Puntarenas (CONAPAM, 2014; Sauma, 2011, Brenes-Camacho, et. al, 2020). Según el CONAPAM mencionado por Brenes-Camacho, Masís-Fernández y Rapso- Brenes (2020) en el año 2018, 289 personas son institucionalizadas por casos remitidos por otras entidades (hospitales, juzgados, redes de cuido), 698 personas adultas mayores fueron institucionalizadas por el programa de abandono y 340 personas en condición de abandono esperaban ser institucionalizadas en diciembre del 2018. A pesar de que, la distribución de los hogares de larga estancia varía entre cada provincia, lo cierto es que, en definitiva, estos hogares atienden a personas adultas mayores con diferentes grados de dependencia. Esto es importante, ya que más del 33% de la población adulta mayor, independientemente de su sexo, necesita ayuda para desempeñar actividades diarias, a pesar de que gran parte recibe ayuda por algún familiar, otro porcentaje importante está descubierto en sus necesidades específicas (CONAPAM, 2014; Sauma, 2011; CONAPAM y Presidencia de la República de Costa Rica, 2012). 30 Sumado a lo anterior, dos terceras partes necesitan asistencia por una sola persona y la otra tercera parte necesita asistencia por dos o más personas, 3 de cada 10 personas adultas mayores presentan situaciones de dependencia, e inclusive el 8,3% de la población presenta una alta dependencia. Esto refleja que, únicamente, un 1,5% del total de las personas adultas mayores del país asiste o reside en cualquiera de las modalidades del servicio formal (Brenes-Camacho, Masís-Fernández y Rapso-Brenes, 2020; CONAPAM, 2014). En conclusión, las redes de apoyo formal surgen como respuesta a las modificaciones en el contexto social y cultural que rodea a la persona adulta mayor, en la cual, las exigencias sociales impuestas a la familia están siendo desplazadas por otras. De ahí, surgen los hogares de larga estancia como alternativas frecuentes que satisfacen las necesidades básicas de las personas que residen en ellas y promueven el desarrollo personal generando bienestar y conservando la autonomía. 4. Evolución del cuidado: cuidado humanizado Lo anterior, a través de un cuidado que ha evolucionado con el pasar del tiempo e históricamente se ha abordado desde dos perspectivas, con el fin de comprender sus orígenes y las asignaciones establecidas socialmente a las partes involucradas (Pacheco-Arce, y Ramírez- Pérez, 2014). Por tanto, primero se debe hablar de la perspectiva histórica que relaciona a los cuidados otorgados, con el fin de mantener la vida, a través de la satisfacción de necesidades básicas, como la alimentación, transporte, vivienda, protección y socialización (Rodríguez- Jiménez et al., 2014). Además, esta perspectiva está estrechamente relacionada a la evolución del ser humano, ya que de manera paralela se dio la asignación de roles de cuidado según el género, relaciones de poder, creencias religiosas y uso de terapias alternativas; por ejemplo, visualizar la salud como 31 un don divino y la enfermedad como un castigo. Esto conllevó a favorecer el individualismo que permite ver a la persona como sujeto de cuidado que tiene necesidades diversas durante el ciclo de vida tales como el nacimiento, reproducción y muerte (Rodríguez-Jiménez et al., 2014). Posteriormente, la perspectiva filosófica que asigna al cuidado un valor con diversas connotaciones como la ontológica que establece que el cuidado implica conocerse, asimismo, la fenomenológica sostiene que el cuidado es consustancial a la existencia humana, ecologista, ya que se considera una actitud consigo mismo y con los demás que involucra amor, preocupación, protección y prevención y una connotación humanista, donde según Mayeroff el cuidado implica crecimiento tanto de la persona que recibe el cuidado como de quien lo brinda (Rodríguez- Jiménez et al., 2017). Con base en lo anterior, lo fundamental es mencionar que el cuidado es visto a lo largo de la historia por diversos enfoques que coinciden en que el cuidado es un arte que pertenece a la naturaleza humana, que se comparte y distribuye su responsabilidad con redes de apoyo formal e informal, por lo cual, conlleva a implicaciones sociales y de desarrollo humano. Implica una función social, un bien público y un derecho (Instituto Mixto de Ayuda Social y Ministerio de Desarrollo Humano e Inclusión, 2021). Así lo sustentan diversos filósofos a lo largo de los años, para Heidegger (1889-1976) cuidar es sinónimo de preocupación y asumir el destino con una connotación existencial por la vida propia, cuidándola y satisfaciendo sus necesidades. Dasein defendía la preocupación del ser y procurar la vida. Milton Mayeroff (1925-1979) aporta la inherencia de valores humanos al proceso de cuidar y la relación de este acto con el propio crecimiento y autodeterminación, por medio de ayudar a otros a crecer. M. Foucault (1926-1984) sustenta que el cuidado implica cuidar de si mismo, a través del conocimiento, formación y superación, con el propósito de asumir roles sociales y morales para interactuar con otras personas. Colliére apuntó a la existencia de tres cuidados: el cuidado de si mismo, el cuidado de otro y el cuidado con otros (Rodríguez-Jiménez et al., 2014). 32 Posteriormente, Emmanuel Lévianas (1905-1996) propone la importancia de la ética en las relaciones con los demás por medio del respeto hacia la otra persona. Por su parte, Leonardo Boff (1934) sustenta su teoría según los filósofos anteriores; constituyendo su proposición en puntos esenciales, donde establece el cuidado como una actitud de relación amorosa y amigable, implica preocupación por otras personas y sus realidades, conlleva a vivencias de la relación de cuidado, voluntad y disposición de cuidar, así como precaución y responsabilidad en los comportamientos (Rodríguez-Jiménez et al., 2014). En síntesis, el cuidado es recíproco, interactivo e integrativo, involucra la relación entre personas totales, diferentes, con actitudes que son consecuencia de sus vivencias y que pueden interaccionar y reestructurar a la persona como merecedora de apoyo; reconociendo la existencia, la libertad y la importancia de la otra persona por medio de la empatía, donde la comunicación se encuentra basada en respeto, autenticidad, compromiso, preocupación y deseo (Grupo de cuidado, 1998). También, es fundamental destacar que humanizar comprende un proceso que involucra conocimientos específicos, habilidades relacionales enfocadas en las necesidades de las personas que toma en cuenta las dimensiones de la persona y permitan su interiorización y reflejo (Llanes- Betancourt, 2007). En otras palabras, asume un valor con el fin de lograr el enfrentamiento y adaptación por medio de acciones orientadas que consideran las dimensiones humanas y reconoce la historia de la otra persona respetando de manera paralela el potencial de autocuidado en una relación subjetiva (Guerrero-Ramírez, Meneses-La Riva, De la Cruz-Ruiz, 2016; Urra, Jana y García, 2011). 33 4.1. Cuidado humanizado Como se menciona con anterioridad, el cuidado humanizado es un tipo de connotación del cuidado, que corresponde a una guía filosófica que toma en cuenta la moral y ética que apoya la conciencia en los cuidados, a su vez, comprende un compromiso moral que busca impulsar la dignidad, experiencia, percepción y conexión profunda hacia la persona, tomando en cuenta los valores humanistas, altruistas y a la persona cuidada como parte del equipo interdisciplinar (De La Cruz, 2017). Por consiguiente, el cuidado humanizado es más que el cumplimiento de una tarea, es una razón moral que incluye una relación interconectada entre el equipo que brinda el cuidado y la persona cuidada; que requiere de conciencia personal y compromiso, con el propósito de lograr metas con base en las necesidades individuales. De acuerdo con Heras de la Calle, Nieto y de Argenta (2017), este cuidado requiere de competencias y habilidades no técnicas en profesionales sanitarios denominadas como “human tools”, dentro de las cuales se pueden mencionar: - Habilidades de comunicación: comunicación efectiva con los pacientes, familiares, miembros del equipo sanitario y registros legibles. - Relaciones profesionales con los pacientes y sus familiares: involucrar a los integrantes en las decisiones de cuidado, respetar sus creencias, privacidad y limitaciones en el uso de la información del paciente. - Relaciones profesionales con los miembros del equipo sanitario: promueve el trabajo en equipo, supervisa y delega en otros la atención de la persona. - Autogobierno: participa en la enseñanza multidisciplinar, busca oportunidades de aprendizaje y nuevos conocimientos. 34 Además, la persona profesional debe tener responsabilidad ética y moral para desarrollar relaciones respetuosas que implican habilidades sociales y conocimiento científico, con el fin de identificar necesidades específicas de la persona y solventarlas (Guerrero-Ramírez et al., 2016; Caro, 2009). Este tipo de cuidado, según el filósofo Milton Mayeroff (1925-1979) permite el crecimiento de la persona que recibe el cuidado y el de la persona que lo brinda, por medio de valores morales que favorecen la autodeterminación al elegir los valores que lo guían. Es decir, fomentan el crecimiento basado en respeto ayudando a la búsqueda del bienestar (Rodríguez- Jiménez et al., 2014). Además, implica la responsabilidad como alcance moral y significa compasión, aprecio, empatía, conocimiento propio y de quien brinda el cuidado, con el fin de determinar sus necesidades y permitir el crecimiento. Por tanto, implica ocho características (Rodríguez-Jiménez et al., 2014): - Conocer: entender las necesidades de la otra persona y ser capaz de cuidar las propias fortalezas y capacidades para responder como la persona espera. - Alternar ritmos: centrarse en los detalles y en aspectos generales para favorecer la retroalimentación. - Paciencia: la persona debe crecer en su propio camino, tiempo y ritmo. - Confianza: permitir que la otra persona crezca en su propio tiempo para ser mejor, aunque implique desconocimiento a lo que se enfrenta. - Humildad: comprender que siempre hay algo nuevo que aprender. - Esperanza: basarse en las posibilidades realistas y presentes. - Valor: el cuidado en cada persona es algo desconocido. 35 Por otro lado, de acuerdo con la enfermera y psicóloga Watson (1979) sostiene que el acto de cuidar es fundamental y es demostrado mediante relaciones interpersonales que responden a un contexto determinado, condicionado a factores basados en objetivos, efectos y un destino. El cuidado promueve salud y crecimiento personal y familiar, por tanto, es complementaria a la ciencia curativa, ya que integra conocimiento biomédico y comportamiento humano para generar, promover o recuperar la salud, mediante el acompañamiento sensible pero responsable (Urra et al., 2011). Por su parte, sostiene que el cuidado humanizado debe considerar diez factores de cuidado, que corresponden a (Watson, 2007; Urra et al., 2011): - Formación humanista- altruista: la persona que brinda el cuidado debe reflexionar sobre su propio desarrollo para comprender los sistemas de las demás, donde los valores altruistas como la bondad, empatía, preocupación, amor son esenciales. - Incorporación de la fe y esperanza: permitir que se cultiven las creencias, para permitir que les ayude a mantener su fe en ellos mismos, lo cual no garantiza la curación. - Cultivo de la sensibilidad hacia uno mismo y hacia los otros: permitir la expresión de sentimientos sin negarlos o esconderlos tanto propios como de la persona que recibe el cuidado. Desarrollar la sensibilidad implica ser auténtico y honesto. - El desarrollo de una relación de ayuda y confianza: es necesario el desarrollar y mantener una relación basada en confianza y autenticidad, donde es indispensable la apertura, el altruismo, la honestidad, reconocer las relaciones son recíprocas, que respetan la libertad y autonomía. - Aceptación de expresión de sentimientos positivos y negativos como parte inherente en la confianza, ya que facilitan la comprensión y no creación de sentimientos defensivos, negación o estrés. - Uso sistemático de una resolución creativa de problemas del proceso asistencial: no permitir que la sistematización del cuidado ocasione una posición rígida y controlada que opaque la autonomía y creatividad. - Enseñanza y aprendizaje interpersonales: la persona que recibe el cuidado es un ente activo de su propio estado de salud y toma de decisiones para mantenerla, recuperarla, mejorarla o 36 prepararse para determinados eventos. La educación de salud requiere de la relación intersubjetiva para que sea personalizada y dirigida, de lo contrario, será únicamente brindar información. - Creación de un entorno protector o correctivo para el medio físico, mental, espiritual y sociocultural: conformado por un ambiente externo e interno que se interrelacionan y favorecen la satisfacción es de necesidades y en consecuencia el bienestar. - La asistencia con la gratificación de necesidades humanas, las necesidades están estratificadas el primer nivel son las necesidades de supervivencia o necesidades biofísicas (nutrición, eliminación). En el segundo nivel, se ubican las necesidades funcionales o psicofísicas (reposo-actividad). En un tercer nivel, las integrativas o necesidades psicosociales de (pertenecía y logros). En el nivel más elevado se ubican las necesidades intra/interpersonales (realización del sí mismo). - Recoger más fuerzas fenomenológicas y existenciales, donde se da énfasis en la comprensión de las personas de cómo las cosas aparecen ante ellas. En síntesis, se puede decir que el cuidado se centra en la cultura, valores y creencias de la persona, por medio de relaciones que permiten adaptación y reciprocidad, donde se asume un compromiso profesional guiado por normas éticas, que involucran la participación dual y conocimiento del comportamiento humano, sus respuestas, necesidades, fuerzas y límites (Caro, 2009). Además, según Watson (2008) mencionada por Caro (2009), este cuidado humanizado incluye una relación transpersonal que “busca proteger, realzar y conservar la dignidad de la persona, la humanidad, la integridad y la armonía interior tanto del que recibe el cuidado como del que cuida y que pueden ser influenciadas por el momento de cuidado, a través de las elecciones y acciones decididas en la relación; con la influencia que recibe de ellas, las vuelve parte de su propia historia de vida” (p. 176). 37 Por otro lado, Rogers (2004) denomina esta relación interconectada como relación de ayuda; es decir, como toda aquella “en la que al menos una de las partes intenta promover en el otro el desarrollo, la maduración y la capacidad de funcionar mejor y enfrentar la vida de manera más adecuada” (p. 46). Aunado a lo anterior, este tipo de intervención, parte de que esta posee los medios para comprender y cambiar el concepto, actitudes y comportamiento de sí misma, es fundamental la confianza en la persona. Además, de acuerdo con Martínez-Rodríguez (2011) es primordial que la persona que brinda la ayuda tenga las siguientes actitudes: - Aceptar la forma en que la persona que recibe la ayuda está dispuesta a demostrar en la relación frente a la persona que brinda la ayuda. - La empatía, es decir, la capacidad de la persona que brinda la ayuda para ponerse en el lugar de la otra persona y comprender sus vivencias. - Autenticidad o congruencia, es decir, establecer una relación sincera en la cual la persona que brinda la ayuda se comunica como un ser humano dispuesto a brindar la ayuda. Lo anterior, refleja que el intercambio en la relación se logra mediante el reconocimiento de los propios sentimientos, voluntad de ser y expresar, implica autenticidad, transparencia y reconocimiento de la existencia de la otra persona como un ser humano total que se acoge y acepta con una vida propia, que propicia el intercambio de calidez, seguridad y confianza, pero sobre todo empatía, mediante la aceptación de sentimientos y expresiones conforme aparecen, así como la sensibilidad de ver el mundo tal como la otra persona lo percibe (De La Cruz, 2017; Rogers, 2004; Grupo de cuidado, 1998). En otras palabras, se asume una actitud ética anuente, donde cada proceso es único y crea una conexión con otras personas por medio de una relación de ayuda, tomando en cuenta a la persona cuidadora, la cual posee una historia propia que coincide con la persona que necesita ser cuidada en un momento y espacio determinados, conservando la humanización y coherencia en las actitudes. Por su parte, el diálogo y la escucha son esenciales, así como la demostración de benevolencia, confianza y seguridad por medio de palabras, diálogos, sonrisas sinceras y miradas 38 (Watson, 2008; Rogers, 2004; Watson, 1999; Grupo de cuidado, 1998). Además, la relación de ayuda es recíproca, única y auténtica que pretende ayudar a enfrentar problemas y necesidades específicas, mediante alternativas creativas, con mayor integración personal, confianza y autocontrol. Es un proceso, donde la comunicación es fundamental para conservar la vida y permite que la persona se sienta acogida y percibida (Olivé- Ferrer, 2015; Caro, 2009; Poblete-Troncoso, Valenzuela-Suazo, 2007). Lo anterior, permite concluir que el cuidado humanizado es una relación interpersonal y sostenida, que promueve el desarrollo potencial y crecimiento personal para satisfacer necesidades individuales, que permite sostener de manera simultánea la necesidad de la persona adulta mayor para trascender y lograr una vejez satisfactoria, entendiéndose como funcionalidad óptima, adaptación al proceso de envejecimiento, logro de objetivos y manifestación de una sensación de bienestar, es decir, de estar a gusto y disponer de un ambiente seguro (Urra et al., 2011; Mauk, 2008; Watson, 2008; Watson, 2007). Finalmente, esta investigación se centra, únicamente, en dos factores del cuidado humanizado, la empatía y la esperanza, entendido también como formación humanista-altruista, enseñanza y aprendizaje interpersonales e incorporación de la fe y esperanza, que permiten un acompañamiento eficaz, que favorece la expresión de sentimientos y maleabilidad; juntas conllevan a una relación genuina que favorece una relación facilitadora de bienestar, las cuales se desarrollan a continuación. 4.1.1 Factor de empatía del cuidado humanizado De acuerdo con lo anterior, en la relación al cuidado humanizado debe haber una coherencia entre las actitudes externas de sinceridad y autenticidad, es decir, la persona cuidada busca empatía, donde se percibe su mundo y sus sentimientos para identificarse con ellos, con el fin de determinar los cuidados que requiere y facilitar el desarrollo personal mutuo. Para lograrlo, es indispensable comprender el propio desarrollo moral y combinar el conocimiento científico con la observación de la persona que comprenda las dinámicas sociales, culturales y psicológicas 39 del individuo (Muñoz-Devesa, Morales-Moreno, Bermejo-Higuera, González-Serna, 2014; Rogers, 2004). Por su parte, la empatía es un valor altruista que comprende preocupación por los demás, angustia por los sentimientos ajenos, considera el punto de vista de otras personas y se coloca en su lugar. Es decir, este valor comprende la parte emocional y cognitiva al considerar lo que siente una persona por otra y comprender su punto de vista. Este acto permite adquirir compromisos y dar cuidados, logrando satisfacción en el acto de dar y recibir, aceptando que cada individuo es único y posee creencias propias que deben ser respetadas (Singer, 2017; Urra et al., 2011; Watson, 2007). Asimismo, Singer (2017) establece que la empatía es “la capacidad de ponerse en el lugar de otros e identificarse con sus sentimientos o emociones” (p. 95). Para Ferrater (nd) citado por Grupo de Cuidado (1998) la empatía es una “vivencia por la cual quien la experimenta se introduce en una situación ajena objetiva o subjetiva, real o imaginaria, de tal suerte que aparece como dentro de ella” (p. 58). En otras palabras, para esta investigación, empatía del cuidado humanizado es entendida como una vivencia que consiste en ponerse en el lugar de la otra persona e identificarse con sus sentimientos sin renunciar a los propios, con el fin de adquirir un compromiso y dar cuidados que implican una emoción que debe ser demostrada (Furstenberg, 2016; Hojat, 2012; Grupo de cuidado, 1998; Singer, 2017; Urra et al., 2011; Watson, 2007). Es decir, es un acto que conlleva una parte comprensiva que expresa de manera verbal o no verbal, que ha comprendido lo que siente o experimenta en ese momento de la vida de la persona; esta parte se puede expresar por medio de un gesto, una palabra, una caricia. Posteriormente, ofrecer explicaciones y sugerencias basadas en conocimiento teórico (Furstenberg, 2016; Hojat, 2012; Grupo de cuidado, 1998). 40 Lo anterior, favorece la comunicación verbal o no verbal, ya que promueve la atención a la otra persona incrementando la posibilidad de recuperar su propia estima, que puede verse disminuida por una enfermedad o situación. Por tanto, para que haya empatía es necesaria la existencia anímica consciente, la cual se expresa de formas diferentes entre las personas y varían según la situación de la vida y sus experiencias (Furstenberg, 2016). Sin embargo, es importante mencionar que la empatía puede ser vista como una connotación cognitiva o emocional, es decir, la cognición consiste en la adquisición y procesamiento de la información para entender, donde se asume un rol e implica comprender una situación sin apropiarse de ella; por otra parte, la emocional es compartir el afecto subjetivo que se vivencia, implica una respuesta que concuerda con el bienestar percibido de otra persona, es decir, se adentra en la vida de otra persona por percibir sus sentimientos (Hojat, 2012). Así lo sustenta Altuna (2018), donde la empatía cognitiva y emocional es impulsada por tres vías: - El contagio emocional: conocida como empatía-espejo, se produce de manera involuntaria, es una transferencia de las emociones de manera inconsciente y automática al estar enfrente de otra persona y observar su cara. - Empatía por asociación: cuando se observa o lee una situación de una persona y algo de ella recuerda una vivencia propia, provocando las emociones correspondientes. - Adopción de perspectiva imaginativa: conlleva un nivel cognitivo alto, ya que implica colocarse en el lugar de la otra persona, por tanto, se puede dar desde una perspectiva centrada en uno mismo, es decir, cuando se imagina estar en la situación de otra personas desde la propia perspectiva. La perspectiva centrada en la otra persona, imaginarse estar en la situación, con el carácter y mentalidad de la otra persona. Por último, la perspectiva combinada, que implica imaginar estar en la situación de la otra persona desde su punto de vista y del propio. Aunado a lo anterior, es indispensable conocer el contenido mental de la otra persona en un espacio y momento determinado, esto se logra mediante la relación de ayuda, por tanto, es 41 fundamental, ya que los seres humanos son seres sociales que necesitan de interacciones y apoyo social multidireccional que permite entendimiento y expresión de emociones que en consecuencia permiten bienestar (Hojat, 2012) Además, es importante mencionar que de acuerdo con Hojat (2012) el compromiso empático requiere de elementos claves como la conexión interpersonal, la comprensión mutua y compartir experiencias y emociones, que son claves para la cognición, entendimiento y comunicación. 4.1.2 Factor de esperanza del cuidado humanizado De acuerdo con lo descrito con anterioridad, también es necesario mencionar que este tipo de cuidado incorpora la esperanza, al basarse en el cultivo de la sensibilidad para propiciar una relación de ayuda y confianza para resolver de manera creativa problemas asistenciales o crisis y favorecer el aprendizaje (Jiménez- Segura, Chinchilla-Jiménez y Arguedas- Negrini, 2018; Urra et al., 2011; Watson, 2008; Watson, 2007; Abades-Porcel, 2007). Además, la esperanza esta estrechamente relacionado con el bienestar y por ende con el sentido de vida, ya que es un factor que se construye de forma individual en un contexto determinado y es motivado por una circunstancia existencial o situacional. El sentido de vida a su vez, posee componentes enlazados entre si, tales como el cognitivo que involucra creencias, el motivacional que promueve el establecimiento de metas, el afectivo que tiene que ver con la satisfacción producto de los otros componentes y la conducta (Wong, 2014 mencionado por Jiménez- Segura, Chinchilla- Jiménez y Arguedas- Negrini, 2018). Por consiguiente, en el cuidado humanizado es fundamental honrar el sistema de creencias de la persona adulta mayor, con el fin de incentivar la propia evolución, ya que la esperanza es un estado motivacional que orienta la energía en conseguir un objetivo y que, al validarse, se da comprensión y conciencia de la capacidad de cambio. Este estado motivacional influye en los comportamientos y es producto de las creencias determinadas por vivencias 42 propias y de las personas que la rodean (Oliver et al., 2015; Watson, 2008). Es decir, permite una optimización del potencial humano en sus diversas connotaciones, lo cual, promueve el desarrollo y por ende la sensación de bienestar y sentido de vida. Entendiéndose desarrollo como un estado evolutivo que permite a la persona tomar decisiones y enfrentar crisis a través de soluciones positivas que favorezcan la evolución. Para lograr esto, es necesario el conocimiento propio y del medio, con el fin de tomar decisiones, formular metas y ser un agente de cambio en aquellos factores externos que pueden ser modificados o fortalecidos (Jiménez- Segura, Chinchilla- Jiménez y Arguedas- Negrini, 2018). A su vez, la esperanza es un estado cognitivo positivo basado en la determinación para lograr metas y creer que se pueden lograr a pesar de los inconvenientes. Alcanzar metas favorece el bienestar, el sentido de vida y promueve en la persona efectos positivos acumulativos (Wilson, Syme, Boyce, Battisich y Selvin, 2006 mencionado por Jiménez-Segura, Chinchilla-Jiménez y Arguedas- Negrini, 2018). Por otra parte, la esperanza está conformada por dos componentes (Snyder, 2000; Peterson, Gerhardt y Rode, 2006): - Agencia: es el componente motivacional y debe ocupar un espacio en el pensamiento. - Caminos: es la capacidad de la persona para conceptualizar una o más rutas para alcanzar las metas, es decir, es una secuencia mental para llegar a puntos finales. Además, menciona que hay barreras que no permiten lograr las metas de manera simple, por lo cual, la persona debe tener una reserva de rutas alternas. Ambos componentes son recíprocos y están relacionados entre sí. La esperanza implica expectativa en alcanzar las metas, pero también involucra compromiso y planificación, es decir, ser un ente activo. De manera paralela, promueve comportamientos productivos, favorece el esfuerzo, el optimismo propio y del futuro ya que disminuye el estrés y experiencias negativas ante situaciones adversas (Jiménez-Segura, Chinchilla-Jiménez y Arguedas-Negrini, 2018; 43 Fromm, 1970; Bernardo, 2010). Según Fromm (1970, p.6) “la esperanza es un elemento intrínseco a la estructura de la vida” y está, estrechamente, ligado a otros elementos en la vida, tales como: - La fe: comprendida como el conocimiento de las posibilidades reales. Es la certeza de lo incierto en el futuro. Existen dos tipos de fe, la racional que es resultado de la propia actividad interna de pensamiento y sentimiento y la irracional que es la aceptación de algo que se asume como verdadero. Esta puede presentarse hacia nosotros mismos o hacia otras personas. La fe no puede mantenerse sin el sentido de esperanza y la esperanza no está fundamentada sin la fe. - La fortaleza o el valor: es la capacidad de resistir la tentación, de transformar la esperanza y la fe. Asimismo, Averill, Catlin y Chon (1990) mencionado por Stefani et al. (2013) sostiene que “la esperanza es una emoción por presentar características semejantes a otras emociones: es una experiencia universal del ser humano, afecta el modo de pensar, percibir y actuar, y motiva la persistencia del comportamiento, a pesar de que, en este caso, la situación pueda ser adversa” (p. 30). Lo anterior, evidencia que ese estado motivacional comprende varios aspectos, como la demostración de que la esperanza sigue siendo posible, la importancia del compromiso de la persona como ente activo en el cambio y, por último, la confianza en las habilidades y posibilidades propias para lograr objetivos determinados en el desarrollo humano (Murillo- Aguilar y Arguedas-Negrini, 2015). Es decir, cuando se conserva la esperanza en el cuidado humanizado, se mantiene una existencia con sentido, donde de manera paralela se promueve el compromiso con la propia vida, y se dan cambios significativos a través de los propios recursos. Como resultado, permite que la persona sea más integral, eficiente, modifique su autopercepción, su confianza y adopte capacidades para tomar decisiones propias (Rogers, 2004). 44 En síntesis, para esta investigación, la esperanza del cuidado humanizado es entendida como aquel estado motivacional donde la persona cuidada es un ente activo, que le permite enfrentar crisis a través de metas con soluciones positivas que favorezcan la propia evolución, generando bienestar y sentido de vida. Esto, mediante procesos simultáneos que involucran compromiso, planificación, conocimiento propio y del medio con el fin de modificar o fortalecer factores externos (Jiménez- Segura, Chinchilla- Jiménez y Arguedas- Negrini, 2018; Murillo- Aguilar y Arguedas- Negrini, 2015; Stefani et al., 2013). Por otra parte, como se ha mencionado en apartados anteriores, las necesidades de las personas han ido cambiando, pues responden a una sociedad que es dinámica, a lo largo del desarrollo y proceso de envejecimiento se evidencia que las tareas propias de la edad cronológica varían, sin embargo, las necesidades individuales independientemente de las características de la persona pueden ser solventadas, mediante los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado, enfatizado en el ser humano integral. Por tal razón, es indispensable hablar de la gerontología como ciencia que estudia el proceso de envejecimiento. 5. Aporte a la disciplina gerontológica De acuerdo con lo desarrollado anteriormente, se puede destacar que, actualmente, las personas cuidadoras enfrentan desafíos para satisfacer necesidades individuales de las personas adultas mayores, especialmente, si se habla de aquellas que residen en un hogar de larga estancia. Los compromisos de gestión, poco personal, recargo de funciones entre otras razones limitan la atención individualizada e integral hacia las personas adultas mayores. Si bien es cierto, en muchas ocasiones las personas perciben su cuidado como adecuado o aceptable, la atención directa por el equipo interdisciplinar puede mejorar y dar un giro integral, donde la escucha activa y relaciones bidireccionales sean claves. Y las personas adultas mayores no deban ceder aspectos de su vida para obtener otros. Esto a pesar de que el cuidado ha evolucionado desde una perspectiva física a una integral donde contempla dimensiones 45 biológicas, psicológicas y sociales de la persona. De ahí la importancia de crear investigaciones cualitativas, donde el punto de partida sean los significados de vivencias en personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia. Esto es de suma importancia ya que los cambios en la dinámica familiar y social han ocasionado que el cuidado de personas adultas mayores sea asumido y delegado a redes formales. No obstante, este tipo de investigaciones brinda una gama de conocimientos gerontológicos que buscan contribuir a eliminar fronteras en relación con los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado, con el fin de propiciar el bienestar de las personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia, por medio de la reflexión sobre los factores de empatía y esperanza, como una acción que acompaña, escucha y orienta a las personas adultas mayores mediante la interacción de la comunicación tanto verbal como no verbal. Por ende, la disminución de estas brechas permite una interacción genuina e integral, entre personas diferentes que son consecuencia de sus vivencias. Observar y tratar a las personas adultas mayores como personas integrales permite identificar necesidades específicas, con el fin de satisfacerlas y generar bienestar que promueve y conserva la salud. Además, el reto que enfrenta el equipo interdisciplinar que brinda cuidado formal es incluir a la persona adulta mayor como persona activa de su cuidado, es decir, con esperanza y no tratar a la persona como objeto de cuidado, es decir, con empatía. En síntesis, se puede concluir que el aporte de esta investigación a la gerontología es proporcionar una investigación cualitativa que analiza los factores de empatía y esperanza del cuidado humanizado en un grupo de personas adultas mayores que residen en un hogar de larga estancia, mediante la integración de conocimientos y significados de sus propias vivencias. 46 CAPÍTULO III MARCO METODOLÓGICO 47 3.1 Estrategia metodológica El siguiente capítulo corresponde a la metodología que empleó la investigadora para la elaboración de la presente investigación, donde se contempla la estrategia metodológica: enfoque de investigación, método investigativo, definición de categorías de ingreso a la investigación, descripción de la población participante, consentimiento informado, técnicas e instrumentos de recolección de la información y procedimiento para el análisis de la información recopilada. 3.1.1 Enfoque de investigación La presente investigación es naturalista, cualitativa y toma en cuenta los diversos conocimientos, prácticas y puntos de vista subjetivos de las personas participantes sobre un objeto específico; mediante procesos sistemáticos y empíricos utilizados para la recolección de información, para un posterior análisis y conocimiento, que demuestra la variedad de perspectivas sobre el objeto, dando relevancia a los significados y subjetividad, así como a la interacción entre las personas y el contexto que las rodea (Flick, 2012; Herná