11 PRESENTACIÓN Montserrat Sagot y David Díaz Arias La selección de textos, para una obra como la que aquí presentamos, exige un proceso de toma de decisiones sobre lo que se va a considerar como pensamiento crítico, sobre la temporalidad de la producción y sobre las temáticas que se van a incluir. En esta antología asumimos la definición de pensamiento crítico derivada de las propuestas teóricas de la Escuela de Frankfurt, basadas en la definición de Marx de 1843, como aquel pensamiento que no solo busca entender la sociedad, sino también criticarla y contribuir como un todo, sumándose a las agen- das, miradas y aspiraciones de los movimientos sociales contestata- rios (Marx, 2010: 39-72). Como crítico, además, en el contexto costa- rricense destacamos aquellos textos que han enfrentado el espejo (a veces espejismo) nacionalista y han brindado formas originales para repensar Costa Rica como país, como sociedad y como cultura. En términos de la temporalidad, en esta antología se incluyen textos que abarcan un período de cerca de 100 años, iniciando en la década 1920 y terminando con autores y autoras que desarrollan su producción en las primeras décadas del presente siglo. Sobre la es- cogencia temática, hemos decidido incorporar trabajos que plantean críticas a un conjunto de mitos sobre la homogeneidad, la igualdad y la excepcionalidad costarricense que se han configurado como pode- rosos mecanismos de control social y político. ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEO 12 .cr Algunos de estos mitos se empezaron a perfilar desde el siglo XIX y fueron promovidos tanto por nacionales como por extranjeros. De hecho, Costa Rica ha gozado de fama internacional casi desde su nacimiento como país (1821). En 1857, el chileno Francisco Solano Astaburuaga, encargado de negocios del gobierno de Chile en Costa Rica durante ese año, escribió un libro sobre Centroamérica y en su capítulo sobre Costa Rica afirmó: Costa Rica, en fin, con sus hábitos industriosos y su sobriedad de costum- bres y ese amor patrio que gallardea en el pueblo y su gobierno, alejada de la escena de las revueltas civiles, mirando en la paz la fuente perenne del engrandecimiento, prosperidad y bienestar de las naciones, Costa Rica, de- cimos, se ha hecho una excepción entre sus hermanas hasta llamar la aten- ción de los países cultos el contraste que con ellas forma. El Annuaire des Deux Mondes de 1854 y 55, ese exacto y severo revisor de la condición de los pueblos, dice lo siguiente en honor de Costa Rica: “Existen en América dos Estados que se escapan a todas las perturbaciones y de aquella incu- rable anarquía de que los demás países ofrecen muy cargados matices. El uno es la ‘República de Costa Rica’, la más pequeña de todas las que se han formado de los escombros del antiguo imperio español; el otro es Chile”. (Solano Astaburuaga, 1857) Más de un siglo después, en 1989, cuando el primer gobierno de Óscar Arias Sánchez celebró cien años de democracia del país (olvidando, a propósito, la dictadura de Federico Tinoco de 1917-1919 o que las mu- jeres estuvieron excluidas del derecho al voto hasta 1949), el entonces presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, dio un discurso que cerró con una frase que actualizó el imaginario costarricense sobre su “particularidad”, al sostener, frente a una marea de gente en San José: “Yo digo hoy que donde hay un costarricense, esté donde esté, hay li- bertad” (Cortés, 2003: 39). Y a esta imagen de país pacífico, sin ejérci- to (desde 1949) y democrático se le han unido, desde hace unos años, dos etiquetas más: la de país más feliz del mundo y la de país verde. ¿Son válidas estas caracterizaciones casi míticas de este pequeño país centroamericano? ¿Es Costa Rica un país diferente y particular en el contexto latinoamericano? Justamente, las ciencias sociales costa- rricenses se han dedicado a explorar respuestas a esas preguntas. Este país es atractivo para la investigación social debido a su estabilidad democrática, pero también esa estabilidad ha permitido la continui- dad institucional y la libertad de cátedra necesarias para poder desa- rrollar las ciencias sociales. A eso se le debe unir una fuerte inversión en educación, a pesar de las presiones de entes financieros internacio- nales que demandan recortes en ese rubro, y el apoyo de las Univer- sidades públicas costarricenses para el desarrollo de la investigación. Montserrat Sagot y David Díaz Arias 13.cr Muy temprano, el estado costarricense invirtió en educación como vía principal para el desarrollo social, llegando la inversión en educación a superar a la inversión en el ejército desde inicios del siglo XX (Mo- lina Jiménez, 2016). En la década de 1970, el historiador Carlos Mon- ge Alfaro junto con Francisco Rivas postularon la hipótesis de que la democracia costarricense fue la consecuencia directa del avance del sistema educativo.1 La mayoría de los análisis críticos y del pensamiento crítico cos- tarricense se comenzaron a desarrollar desde la apertura de la Univer- sidad de Costa Rica en 1940, pero también debemos subrayar que las primeras aproximaciones que cuestionaron las verdades nacionalistas del país vinieron de escritores, escritoras, trabajadores y trabajadoras que plantearon, a su vez, demandas a esa identidad nacional para ge- nerar mayor inclusión y justicia social. Así, en el contexto de expansión de la educación, al pensamiento liberal que prevaleció en el siglo XIX se le comenzaron a enfrentar, a partir de 1900, trabajos literarios de intelectuales radicalizados que cuestionaban el discurso nacional pro- piciado por sus antiguos mentores. La estrategia de estos intelectuales fue ampliar el espacio en el cual podían desenvolverse y lo hicieron al concentrarse en la “cuestión social”, es decir en la pobreza asociada con el crecimiento agroexportador (Molina Jiménez, 2002: 30). Estos jóvenes, entre los que estaban Roberto Brenes Mesén (1874-1947), Rafael Ángel Troyo (1875-1910), José María Zeledón (1877-1949), Li- símaco Chavarría (1878-1913), Joaquín García Monge (1881-1958), Carmen Lyra (1888-1949), Luis Dobles Segreda (1889-1957) y Omar Dengo (1888-1928), tomaron la pobreza como uno de los ejes de sus obras literarias (cuentos, novelas, ensayos y poesías) y, desde su pers- pectiva de izquierda que enfatizaba el problema de la explotación de los trabajadores por sus patronos, promovieron un discurso de los pro- blemas sociales de forma tal que ellos mismos eran los especialistas en resolverlos (Molina Jiménez, 2002: 33). Así, mientras que la primera generación de literatos compuesta por Manuel de Jesús Jiménez (1854- 1916), Pío Víquez (1850-1899), Jenaro Cardona (1863-1930), Manuel González Zeledón (1864-1936), Carlos Gagini (1865-1925), Aquileo Echeverría (1866-1909) y Ricardo Fernández Guardia (1867-1950), creció con el liberalismo, y con sus obras, particularmente sus cuadros de costumbres, diseñaron en la literatura las imágenes de la identidad nacional liberal, la segunda generación se alejó del liberalismo y del positivismo, intentando encontrar nuevos modelos de orden social y convivencia humana (Quesada Soto, 2000: 25-38). 1 Véase Monge Alfaro y Rivas Ríos (1978). ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEO 14 .cr Esos nuevos intelectuales intentaron influenciar las organizacio- nes de trabajadores y sus gremios al promover centros y círculos de estudio en donde se enseñaban ideas anarquistas y socialistas. Para lograr ese fin, intelectuales como Joaquín García Monge, Omar Den- go y Carmen Lyra, así como varios trabajadores, fundaron el Centro de Estudios Sociales Germinal (CEG) en 1912. En el CEG se impar- tían clases de ciencias sociales, se organizaban conferencias, lecturas y reuniones de obreros. Como parte de su ímpetu organizativo, los intelectuales del CEG junto con trabajadores urbanos organizaron la primera celebración del 1º de mayo en 1913 y fundaron la Confede- ración General de Trabajadores (CGT) en el mismo año (Oliva, 2006: 184-185; de la Cruz, 1985: 74-88). El 6 de junio de 1931, por influencia de Lyra, se fundó el Partido Comunista de Costa Rica, desde donde se comenzó a influenciar el pensamiento crítico costarricense y el cues- tionamiento a la democracia. Aunque han prevalecido aproximacio- nes analíticas a la democracia costarricense, el pensamiento crítico del país también ha intentado cuestionar los mitos en los que se fun- damenta su identidad oficial, los problemas sociales que se ocultan tras la carátula de país pacífico, tales como la desigualdad social, el sexismo, el racismo, el papel de la violencia, la educación, las tradicio- nes culturales y las transformaciones políticas y económicas del país. Por eso, desde 1939, antes de partir al exilio, ya Yolanda Oreamuno decía que la democracia tica era bien distinta de la democracia en sí (2006: 119-126). En la década de 1940, Costa Rica vivió un proceso de eferves- cencia social que llevó a la promulgación de un Seguro Social, de Garantías Sociales, de un Código de Trabajo y de otras instituciones de carácter social (Díaz Arias, 2015). La guerra civil de 1948 marcó la configuración de un nuevo modelo de Estado que incorporó esas reformas sociales y alentó vías nacionalistas de control económico (Rovira Más, 2000). En ese espacio creció el Estado socialdemócrata y, con él, también grupos de intelectuales que cuestionaron los mi- tos nacionalistas, particularmente a partir de la década de 1970. En esa década, una serie de acontecimientos permitieron el desarrollo de las investigaciones en ciencias sociales en Costa Rica (Edelman et al., 1998). Lo primero, sin duda, fue el contexto internacional marcado por las revueltas estudiantiles en América Latina y, a nivel global, las movilizaciones en contra de la Guerra de Vietnam, el desarrollo de la Teoría de la Dependencia, la aparición de la Teología de la Liberación, los nuevos movimientos feministas, la revolución sexual y la Guerra Fría (Hobsbawm, 1996: 225-372), entre otros movimientos, que mar- caron las discusiones nacionales. En ese plano local, las luchas juve- niles en contra de los contratos de ALCOA (abril de 1970) y toda la Montserrat Sagot y David Díaz Arias 15.cr efervescencia universitaria que provocó la organización y realización del III Congreso Universitario en la UCR (1971-1972-1973), fueron te- rrenos fecundos para el crecimiento del pensamiento crítico. En esos años, múltiples profesores y profesoras latinoamericanos que aban- donaron sus países por efecto de la persecución política se afincaron en Costa Rica y alimentaron ese crecimiento; proceso que se abonó por la llegada de intelectuales centroamericanos que utilizaron Costa Rica como plataforma para denunciar las dictaduras de sus países (principalmente la de Somoza en Nicaragua) y multiplicaron espacios de discusión, de publicación y expresión artística. Fue la época en que se creó la Facultad de Ciencias Sociales de la UCR (1974), la Editorial de Cultura Centroamericana (EDUCA), el posgrado centroamericano en Sociología, el posgrado centroamericano en Historia, el Centro de Investigaciones Históricas y otros espacios para la lectura, la investi- gación y la discusión. La continuidad en esa crítica se ha conservado hasta hoy, mar- cada por la pluralización de los debates, el eco y la apropiación de discusiones internacionales y la propuesta de visiones locales para en- tender el país. El pensamiento crítico costarricense ha cambiado de enfoques y de intereses, pero se ha mantenido altivo frente a la refor- ma neoliberal (1981-2019) y al lado de las luchas feministas, étnicas, anti-xenófobas, obreras, sexuales, identitarias y otras. Esta antología rescata textos que verdaderamente han marcado esas etapas y discusiones intelectuales, aunque tiende, por sus carac- terísticas, a enfocarse en el pensamiento más contemporáneo. Para hacerlo, hemos dividido los ensayos en cinco partes que muestran, desde su título, el elemento cuestionador fundamental de cada una y ofrecen un ejemplo notable o pionero en su área. La primera sección se titula: “Crítica al mito de la identidad na- cional costarricense”. Esta sección se inaugura con un texto que el escritor Joaquín García Monge escribió y leyó frente a estudiantes de secundaria durante la celebración del centenario (1921) de la inde- pendencia nacional. En ese texto García Monge desarrolla una serie críticas a la cultura costarricense de su momento y hace algunas de- nuncias al imperialismo y exalta el pasado, que mira como un lugar de orientación hacia el futuro (Molina Jiménez, 2008: 74-76). Ese discurso ha sido reproducido múltiples veces desde entonces y se ha convertido en objeto discursivo de devoción de muchos intelectuales costarricenses. Luego, incluimos un discurso pronunciado por Ma- nuel Mora Valverde, el histórico líder del PCCR costarricense, en el que, con mucha claridad, Mora describe qué tipo de comunismo han tratado de construir él y sus camaradas en la Costa Rica de la década de 1930 y que, con precisión, denominaron “comunismo a la tica”, en ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEO 16 .cr un intento por adaptar sus luchas ideológicas a la identidad nacional costarricense (Acuña Ortega, 1996: 1-2). El historiador Víctor Hugo Acuña Ortega realizó una imaginativa crítica a la novedosa tesis de invención de la nación planteada por el canadiense Steven Palmer en 1990 que consistió, en lo fundamental, en desarrollar una revisión del periodo 1810-1870 para precisar qué tipo de discurso sobre la identi- dad se planteó en ese contexto de cambios. Acuña llega a plantear la idea que Costa Rica se modeló como nación frente a Centroamérica y, principalmente, frente a Nicaragua después de la independencia y que eso modeló discursos políticos y étnicos (la blanquitud) que permitie- ron darle sentido al estado-nación en desarrollo. Por esa vía también navega el ensayo del estudioso cultural Carlos Sandoval García que aparece después del de Acuña: en él, Sandoval sintetiza los hallazgos de su determinante libro Otros amenazantes y expone cómo la cultura costarricense ha desarrollado un racismo crónico, alimentado por es- tereotipos y prejuicios históricos, frente a las migraciones nicaragüen- ses al país. En su ensayo, el filósofo Alexander Jiménez Matarrita se posiciona ante esa temática, describe con sensibilidad las situaciones que llevan a la migración y presenta la necesidad de la hospitalidad como condición fundamental para el futuro de la nación costarricen- se. Esa sección la cierra el científico José María Gutiérrez con un texto que indica la importancia de la inversión en investigación universi- taria por parte del Estado costarricense y en lo apremiante que es generar conocimiento científico en un país pequeño y periférico como el nuestro. La segunda sección, titulada “Crítica al mito de la democracia costarricense”, explora la cultura política del país. La democracia costarricense constituye, sin dudarlo, uno de los principales ejes de reconocimiento nacional e internacional de este país y, por eso, he- mos incorporado en ella una serie de ensayos ubicados entre 1933 y el presente, que dejan en evidencia las vías integradoras de ese discurso democrático, pero también sus limitantes en coyunturas históricas específicas, sus críticas, sus logros, sus crisis y sus posibilidades de transformación. Aquí se incluye un ensayo hecho por la escritora co- munista Carmen Lyra (seudónimo de María Isabel Carvajal), quien cuestionó el paisaje paradisíaco de las plantaciones de café y reveló las dinámicas de explotación de los campesinos que en ellas se practicaba y la forma en que los cafetaleros usufructuaban el llamado “grano de oro” creando la idea de que con ello beneficiaban a sus peones. Por supuesto, Lyra, intelectual de izquierda, cierra su análisis planteando las vías políticas que, desde su perspectiva, transformarían ese mun- do de desigualdad. Otra destacada escritora feminista, Yolanda Orea- muno Unger, cuestionó muy temprano esa democracia costarricense Montserrat Sagot y David Díaz Arias 17.cr y, aunque la investigación histórica ha mostrado que sus críticas no tenían un sustento real (Molina Jiménez, 2005), su catalogación de la cultura política de Costa Rica como “demoperfectocracia” es una de las más felices que haya producido la crítica en el país a la cultura po- lítica costarricense y sus vericuetos. El abogado e intelectual Rodrigo Facio Brenes fue uno de los artífices de la educación superior costarri- cense; en el ensayo de su autoría que incorporamos en esta antología él expuso el papel de la universidad pública y la libertad de cátedra en países en procesos de desarrollo y la conexión entre esa formación y la democracia como sistema político y de convivencia. El destacado so- ciólogo, politólogo y político de izquierda Rodolfo Cerdas Cruz, quien polemizó con Facio en su juventud en la década de 1960 (Cerdas Cruz, 1960: 22-123), jugó un papel muy importante en el estudio del Esta- do y la democracia costarricense; por eso, incluimos aquí la última sección de un ensayo en que evaluó esa democracia a mediados de la década de 1970 y que expone las vicisitudes y problemas de la relación entre esa democracia y el liberalismo; ya para entonces Cerdas tenía claro que el cambio producido por el Partido Liberación Nacional en el estilo del Estado costarricense estaba en sus límites. Como se señaló antes, Costa Rica experimentó una serie de trans- formaciones profundas en la década de 1940 que llevaron al país a una crisis que desembocó en guerra civil en 1948. Ese conflicto ha sido in- terpretado desde múltiples ángulos, pero incluimos aquí un muy ori- ginal trabajo del psicólogo y sociólogo Manuel Solís Avendaño donde explora la violencia, los rompimientos en el tejido social producidos por ella, los ensañamientos, las heridas en el recuerdo y los síntomas de una sociedad profundamente partida por ese conflicto. De ese con- flicto Costa Rica salió con una nueva constitución política que abolió el ejército. En vista de que una pregunta corriente fuera del país es justamente cómo pudo esta sociedad deshacerse de la institución mili- tar, hemos incluido en esta antología la explicación de la historiadora Mercedes Muñoz Guillén con respecto a esa decisión. Muñoz hace un recorrido rápido que le permite precisar las condiciones internas que, muy temprano, convirtieron el ejército en una institución de segunda categoría y luego valora el peso de la geopolítica continental en la de- cisión de abolir a los militares. De seguido, presentamos dos ensayos que, desde diferentes pers- pectivas, exploran los problemas de la democracia costarricense de finales del siglo XX y de las primeras décadas del XXI. En su ensayo, el sociólogo Jorge Rovira avanza en las transformaciones sufridas por el país en las décadas de 1980 y 1990 que llevaron a la afirmación de un nuevo estilo nacional de desarrollo que sustituyó los aires de la so- cialdemocracia que habían imperado en el pasado. Luego, aportamos ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEO 18 .cr una sección de un reciente libro de la socióloga Ciska Raventós Vorst, en el que ella explora con detalle el llamado Movimiento del NO al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y, con él, las organi- zaciones sociales que cuestionaron y enfrentaron ese proyecto y la forma en que se limitó la democracia del país por parte de grandes empresarios y políticos para crear temor con la intención de que se aprobara, a toda costa, el referéndum nacional que autorizó la firma de ese tratado en 2007. La tercera sección está muy vinculada con las dos anteriores y la denominamos “Crítica al mito de la igualdad y la paz”. El escritor y dirigente sindical Carlos Luis Fallas Sibaja hizo una importante re- flexión en la década de 1950 sobre lo que denominó la “gran huelga bananera del Atlántico de 1934” que él y otros trabajadores dirigieron contra la poderosa United Fruit Company (UFCo), una de las prime- ras compañías transnacionales del mundo; este documento es muy importante porque en él Fallas narra desde la primera línea cómo co- menzó la huelga, sus vicisitudes y las formas en que, desde el inicio, fue reprimida por el Estado costarricense para apoyar a la UFCo. A inicios de la década de 1970 el sociólogo Daniel Camacho Monge li- deró un congreso latinoamericano de sociología en el que se mostró el dinamismo y la fortaleza del pensamiento crítico latinoamericano; incluimos aquí uno de sus valiosos análisis sobre una parte de las ponencias que allí se expusieron y las críticas que, desde su perspecti- va, desarrolló Camacho. Asimismo, la antología recoge el valiosísimo estudio de la historiadora Eugenia Rodríguez Sáenz, pionera de los estudios históricos de las mujeres en Costa Rica y Centroamérica, re- ferente a la violencia y el abuso sexual juvenil en Costa Rica durante los siglos XIX y XX; un trabajo que desmitifica, como pocos, la preten- dida paz social costarricense y pone el dedo en la llaga con respecto a dos grupos culturalmente marginados y violentados: las mujeres y los niños y niñas. En esa vía, el sociólogo Carlos Sojo cuestionó la noción de “igualdad” que comúnmente se refiere en el plano social y político del país; su ensayo sobre la forma en que se imagina y representa esta igualdad fue una de las principales contribuciones de su libro Igualiti- cos y allí Sojo hace un recorrido histórico por nociones de “igualdad” que terminaron dejando por fuera elementos étnicos, sociales y polí- ticos que no cabían dentro de la definición liberal de esa noción. Pero también es muy claro que, durante la segunda mitad del siglo XX, Cos- ta Rica logró crear una serie de servicios públicos que garantizaron la democratización de la salud y produjeron una revolución demográfica gracias a la protección de los niños, las niñas y la extensión de la sa- lud pública a grupos populares, tanto en zonas urbanas como rurales. Los politólogos Juliana Martínez Franzoni y Diego Sánchez-Ancochea Montserrat Sagot y David Díaz Arias 19.cr responden en su ensayo la pregunta de ese fenómeno: ¿cómo alcanzó Costa Rica la incorporación social y laboral? Como se indicó anteriormente, la identidad oficial costarricense se creó en el siglo XIX bajo la idea de que la nación estaba integrada por “blancos”. Por eso, la cuarta sección de esta antología la hemos dedicado a la “Crítica al mito de la Costa Rica blanca”. Esa Costa Rica blanca ha sido profundamente racista en su ocultamiento de las he- rencias afrodescendientes y aborígenes que la constituyen, por lo que hemos escogido cuatro ensayos que han sido importantes en su cues- tionamiento: uno del intelectual negro Quince Duncan, que describe el racismo hacia los afrodescendientes en la sociedad costarricense de la década de 1970; otro de tres investigadores (Omar Hernández, Eu- genia Ibarra y Juan Rafael Quesada) que llevaron adelante una fuerte crítica al llamado “Día de la Raza” que obligó a su transformación en “Día de las Culturas”; una reflexión del filósofo de origen chileno pero radicado en Costa Rica, Helio Gallardo, sobre el origen del racismo cultural en Centroamérica que viene de su valioso libro Fenomeno- logía del mestizo; y un análisis de la abogada y antropóloga Mónica Pérez Granados, donde expone casos juzgados por la Sala Constitu- cional Costarricense con respecto a expresiones de racismo cotidianas en diversas comunidades costarricenses y en textos que se utilizan en la educación elemental. Individualmente y en conjunto, estos ensayos muestran los límites de esa identidad nacional costarricense discutida en la primera sección, así como las batallas que siguen siendo funda- mentales para que realmente cambie radicalmente la representación de la nación. De batallas está constituida la última sección de esta antología dedicada a las “Críticas desde los feminismos costarricenses”. Aquí hemos incorporado parte de los ensayos pioneros de la filóloga Yadira Calvo, quien supo difundir en Costa Rica las discusiones feministas de las décadas de 1960 y 1970 y, con eso, comenzar un camino de cuestionamiento crítico del sistema patriarcal costarricense. La so- cióloga Ana Sojo fue una de las primeras feministas en plantear el papel de la mujer en la política costarricense desde la subalternidad; por eso, incluimos aquí un capítulo de su importante libro Mujer y política, en el que ella intenta una original definición de la condición subalterna de la mujer, los acercamientos feministas a esa condición y finaliza con una propuesta de análisis de la relación entre mujer y la categoría de clase social. De seguido, hemos incorporado las re- flexiones metodológicas de la jurista Alda Facio sobre el análisis de los textos legales desde perspectivas feministas. Esas reflexiones se complementan con la propuesta teórica que Ana Carcedo y compañe- ras desarrollaron sobre los conceptos, los contextos los escenarios del ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO CRÍTICO COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEO 20 .cr femicidio en Centroamérica. Esta sección y la antología cierra con el original trabajo de la feminista, científica y filósofa Gabriela Arguedas Ramírez sobre el poder patriarcal que subyace a la práctica obstétrica en América Latina; Arguedas, dando un paso que combina interdisci- plinariedad y análisis transareal, plantea el problema específico de un concepto (poder obstétrico) que no existía en términos institucionales universitarios y que le impedía, de entrada, registrar una investiga- ción para entender sus aristas. Luego, Arguedas toma aire de algu- nas teóricas y teóricos que han trabajado el asunto de la violencia en la medicina en otras partes del mundo y luego, con mucha claridad, liga esa discusión a la experiencia analítica de América Latina. Para cerrar, ella echa mano de historias de vida para mostrar la manera en que, empíricamente, el concepto adquiere corporalidad en la vida cotidiana de algunas mujeres. La compiladora y el compilador hemos batallado ampliamente sobre la selección que ofrecemos en esta antología. Por eso, debe verse primeramente como un producto de procesos de discusión sobre las características de los textos, su distribución cronológica, sus aportes a las cinco problemáticas que nos planteamos, la originalidad y acti- vidad pionera de sus proponentes y el impacto en las ciencias socia- les costarricenses de estos ensayos. No está demás decir que tenemos claro que esta antología y cualquier otra siempre tendrá sus límites, siempre carecerá de otros trabajos importantes y siempre podría ser enriquecida por otras perspectivas. Sabiendo eso, también tenemos claro que estos textos que hemos escogido representan lo mejor del pensamiento crítico costarricense y que, a partir de ellos, se han ge- nerado polémicas, discusiones y se han inspirado otros investigado- res e investigadoras. Agradecemos enormemente a los investigadores, investigadoras y a los medios en que publicaron originalmente sus trabajos por permitirnos reproducirnos en esta antología y a CLACSO por darle difusión global. San José, Costa Rica, 1 de noviembre del 2019. BIBLIOGRAFÍA Acuña Ortega, V. H. (1996). Arqueología del comunismo a la tica. Actualidades del CIHAC. Cerdas Cruz, R. (1960). La conferencia del Rector Facio sobre marxismo. Revista de la Universidad de Costa Rica, 20. Cortés, C. (2003). La invención de Costa Rica y otras invenciones. San José: Editorial Costa Rica. Montserrat Sagot y David Díaz Arias 21.cr de la Cruz, V. (1985). Los Mártires de Chicago y el 1º de mayo de 1913. San José: Editorial Costa Rica. Díaz Arias, D. (2015). Crisis social y memorias en lucha: guerra civil en Costa Rica, 1940-1948. San José: EUCR. Edelman, M. et al. (1998). Ciencia social en Costa Rica: experiencias de vida e investigación. Heredia: EUNA. Hobsbawm, E. (1996). 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