ETNOBOTÁNICA CON RIGOR CIENTÍFICO Germosén-Gobineau, Lionel (ed. científico). 2005. Farmacopea Vegetal Caribeña. 2ª. ed. actualizada. León, Nicar., Edit. Universitaria, UNAN. 486 p. “Este trabajo está dirigido a los sectores populares marginados de la República Dominicana y de la Cuenca del Caribe”, se lee ya al inicio de esta obra, que ha sido publicada gracias al esfuerzo de numerosas universidades y otras organizaciones y personas de más de 20 países, en su mayoría de la Cuenca del Caribe. Se trata de un trabajo progresivo, realizado desde hace más de 20 años, para validar o rechazar científicamente el uso de plantas medicinales por los pueblos de la región. Es, además, un esfuerzo multidisciplinario ejemplar, en el que han participado más de 200 especialistas en botánica, química, farmacia, medicina, fisiología, trabajo social, cultivo y uso de plantas medicinales. El primer seminario TRAMIL se realizó en Haití, en 1984, y la primera edición de esta farmacopea data de 1996. Por cierto, una farmacopea (término desconocido para muchos) se define como el libro en el que se encuentran las recetas o fórmulas para preparar los medicamentos (R. García-Pelayo, Diccionario Larousse de Español Moderno, 1983). En términos más sencillos, es el arte de preparar los medicamentos (Enciclopédico Universo, Fernández Edit., 1985). La base de esta obra se halla en el programa de in- vestigación científica aplicada de plantas medicinales conocido como TRAMIL (Traditional Medicine in the Islands), que nació en las Antillas y se extendió al resto de la Cuenca del Caribe. Tal como señala la in- troducción del libro, “TRAMIL parte de aquellos usos de plantas con fines medicinales que son detectados en encuestas etnofarmacológicas dirigidas a la po- blación de la Cuenca del Caribe [ca. 22 países] y que alcanzan una frecuencia igual o superior al 20% de los informes”. Así, está claro que la comprobación cientí- fica del efecto de una parte de determinada especie se hace a partir del uso popular de esa parte de la planta en determinado país o determinada región. Esto último es importante, por cuanto los químicos nos informan que la composición química de una especie varía signifi- cativamente con el clima, la altitud, el tipo de suelo y la edad de las plantas. Además, es importante recordar que se valida el uso medicinal de ciertas especies; no se validan las especies vegetales en sí. La obra incluye 99 especies de plantas, de las cuales se consideran 321 usos significativos de partes; 315 de estos usos han sido clasificados como recomendables y seis como tóxicos. Este último dato revela que, con base en esta farmacopea, podemos desenmascarar el mal uso, como medicinales, de ciertas especies de plantas tóxicas. En el marco de este estudio se han realizado 243 ensayos fitoquímicos, de actividad biológica y de evaluación de toxicidad en laboratorios universitarios. En la actualidad se hallan en estudio cerca de 325 especies de plantas. La idea es dar continuidad a este proceso; de hecho, entre el 5 y el 9 de diciembre de 2005 se realizó en la Universidad de Costa Rica un taller para revisar la información que ha sido recopilada sobre ciertas especies, que podrían incluirse en la farmacopea; también se actualizaron los datos de otras especies que ya se incluyeron en el libro. El cuerpo de la obra está ordenado alfabéticamente por nombres científicos de especies, que es lo correcto, pues el uso de nombres vernáculos como criterio para ordenar y reconocer plantas medicinales sería caótico y anticientífico. Ciertos folletos y librillos que divulgan el uso de plantas medicinales están ordenados por nom- bres comunes o según categorías de uso, tales como las enfermedades y los dolores tratados, o los órganos y las partes del cuerpo que serán aliviados (!). Aparte del poco valor didáctico de esas obras, su valor científico es dudoso o completamente nulo; en algunos casos ni siquiera incluyen los nombres científicos de las plantas. Por el contrario, la Farmacopea Vegetal Caribeña pre- senta un tratamiento detallado (“monografía”) de cada especie, que incluye: nombre científico con autores, sinónimos relevantes en la región, familia de plantas, nombres vernáculos (en los países donde se ha validado el uso), descripción de la especie (“descripción botáni- ca”), ejemplar(es) testigo en herbario(s) (“vouchers”), usos tradicionales significativos TRAMIL, recomenda- ciones, [composición] química, actividades biológicas, toxicidad, preparación y dosificación, y finalmente re- ferencias [bibliográficas] en orden numérico. De cada especie se agrega una fotografía en colores y un dibujo a plumilla. La revisión de literatura, con más de 3000 referencias, ha sido muy exhaustiva; abarca taxonomía y descripción de las especies, encuestas de TRAMIL, usos tradicionales, fitoquímica, actividad biológica, toxicidad, preparación y dosificación. Este trabajo es, sin duda, una de las mejores contribuciones científicas que se han escrito en la Cuenca del Caribe para 23-24. 2006.LANKESTERIANA 6(1): LANKESTERIANA Vol. 6, Nº 124 otorgar a la etnobotánica un carácter verdaderamente científico. El respeto por los usos tradicionales, como acervo cultural de los pueblos, no puede ocultar el hecho de que está en juego la salud de las personas que usan ciertas plantas, cuyos efectos en el organismo nunca han sido comprobados por las ciencias naturales. Asimismo, es evidente la irresponsabilidad de ciertas personas que, sin ningún conocimiento científico, pretenden recetar todo tipo de plantas para curar todo tipo de enfermedades. Finalmente, quiero mencionar una curiosidad: En los libros y diccionarios de botánica más utilizados, e in- cluso más prestigiosos, no he hallado ni una sola vez el término etnobotánica (con dos raíces griegas: ʹεθνοσ, éthnos, pueblo, y βοτανικοσ, botanikos, relativo a las plantas; literalmente: “botánica de los pueblos” o “uso de las plantas por los pueblos”). Probablemente, la mayoría de botánicos y otros científicos asocian con ese término solamente el curanderismo tradicio- nal, así como la brujería y otras imposturas similares. Afortunadamente, cada vez mayor número de inves- tigadores están tomando en serio el uso de plantas medicinales por los pueblos tradicionales (que mu- chos llaman inapropiadamente “pueblos primitivos”), lo que sin duda se refleja en la Farmacopea Vegetal Caribeña y en otros trabajos similares, publicados en otras regiones del mundo en las últimas décadas. Si se mantiene el progreso de este trabajo multidisciplinario, cabe predecir que en el futuro la humanidad contará con abundante y segura información para el buen uso (¡científicamente validado!) de las plantas medicina- les, para aliviar enfermedades que afectan a millones de personas. Carlos O. Morales Universidad de Costa Rica