La misteriosa luz del mar en el Caribe Crónicas María Suárez Toro Ilustra Héctor Gamboa Goldenberg Tona Ina Créditos Comisión Editorial del CIDICER Dra. Luz Marina Vásquez Carranza Dra. Magdalena Vásquez Vargas Dr. Mainor Herrera Valenciano Dr. Mauricio Arley Fonseca M.L. Elena Valverde Alfaro Lic. Damián Herrera González Centro de Investigaciones sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales, CIDICER Universidad de Costa Rica San Ramón, Alajuela - Costa Rica Correo electrónico: cidicer@ucr.ac.cr Sitio web: https://cidicer.so.ucr.ac.cr Ilustrador: Héctor Gamboa Goldenberg Diagramación: Nazareth Hidalgo Lobo Corrección de estilo: Jordan Ulate Dondi Correción de edición: José Azofeifa Solís Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni puede ser registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, magnético, electroscópico, por fotocopiadora o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la autora o de la editorial. CR863.44 S939t Suárez Toro, María Tona Ina: la misteriosa luz del mar en el Caribe crónicas / María Suárez Toro; ilustrado por Héctor Gamboa Goldenberg / Centro de Investigaciones sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales (CIDICER). -- 1. ed.-- San Ramón, Alajuela: Centro de Investigaciones sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales (CIDICER), Sede de Occidente, Universidad de Costa Rica, 2021. 176 páginas: ilustraciones a color ISBN: 978-9930578025 1. LITERATURA COSTARRICENSE - CUENTOS. 2. CONSERVACION DE LOS RECURSOS MARINOS-COSTA RICA I. Gamboa Goldenberg, Héctor , il. II. Título. Dedicatoria A mi madre, Maribel Toro del Valle (1922-2020) en agradecimiento. Los trazos indelebles suyos están en mi ADN mitocondrial1 con su fuerza telúrica celular y también el ADN “mito 2-condrial”3 , porque me enseñó a imaginar la vida como la quería vivir yo, a expresarla y escribirla sin tapujos, asumiendo las consecuencias de mis gracias y desgracias. 1 mitocondria - células que generan estructuras pequeñas que producen energía en casi todas sus células y lo hacen mediante la combinación de oxígeno con las moléculas de combustible (azúcares y grasas) que provienen de los alimentos; son heredadas de la madre. 2 mito - narración protagonizada por personajes fantásticos, ubicada fuera del tiempo histórico, que explica o da sentido a determinados hechos o fenómenos. 3 condria -(chondria) sufijo que significa «que tiene gránulos en la composición celular». Índice Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1 . Tona Ina y la misteriosa cueva de un pez león en Cahuita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 2 . Los tesoros de los piratas del Caribe Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 3 . El sonado galeón portugués en Cahuita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 4 . El accidentado viaje de dos barcos esclavistas entre Dinamarca, África y Costa Rica . . . 67 5 . El uso de la biomimética para controlar invasiones en Talamanca . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 6 . La niñez del Caribe Sur y el pez león . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 7 . La africana Nicolasa Mina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 8 . El misterioso bosque de árboles de corales en el mar: los Cayos de Florida . . . . . . . . . 121 9 . Potí, un buen pirata con ojo de vidrio en Cahuita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 10 . El viaje de El Barco Fantasma en Manzanillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 11 . A 310 años desde la llegada de los barcos daneses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 12 . Las damas de los corales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 9Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Reconocimientos Más que un agradecimiento por el aporte a las crónicas de viaje de Tona Ina, deseo homenajear a quienes lo escribieron conmigo. Este libro me recuerda a Fuenteovejuna, pues el pueblo del Caribe es el protagonista colectivo, como aquel creado por Lope de Vega en su obra maestra Fuenteovejuna, en el cual, toda su gente asume la responsabilidad de haber cometido un delito por el cual se busca un responsable. En este drama la autoridad se enfrenta ante un pueblo que se ha unido para defender su territorio. En este libro algunos detalles son similares a la obra de Lope, aunque para efectos de responsabilidad social y literaria asumo que he recopilado las voces de muchos, construyendo una nueva narrativa desde el fondo del mar Caribe, sus costas y las vivencias de su gente. Fue escrito a partir de archivos desempolvados, de escasos libros sobre el tema pero especialmente, recuperando prácticas ancestrales de buceo y de gestión comunitaria, las cuales actualmente coordina el Centro Comunitario de Buceo Embajadoras y Embajadores del Mar (CCBEM-Caribe Sur) en el Caribe Sur para destacar los rasgos culturales en la búsqueda de la identidad de naufragios que se encuentran a lo largo y ancho del mar Caribe entre Cahuita, en Puerto Viejo y Manzanillo. Al comienzo, intenté escribir un ensayo, y luego un reportaje sobre esto, pero siempre lo mezclaba todo en el intento; los cuentos y crónicas de viaje que contaba en escuelas, colegios, programas de radio, entrevistas y escritos en las redes sociales, se me colaban. Todo lo anterior era tan importante como las investigaciones, pues trataban de las prácticas de nuestra juventud en su búsqueda del buceo, las historias orales de sus precursores, las investigaciones complementarias no escritas y las entrevistas a los abuelos y las abuelas. 10 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Escuché las voces de pescadores, buceadores y elders 4 que nos antecedieron, de arqueólogos e historiadores que también conocieron e investigaron los temas aquí narrados en forma literaria y también, de gente que supo transmitir esos a c o n t e c i m i e n t o s d e b o c a e n b o c a , a t r a v é s d e l o s t i e m p o s . Agoté la posibilidad de escribir un ensayo, y cuando ya casi me daba por vencida, Héctor Gamboa Goldenberg lo leyó minuciosamente y me sugirió crear un personaje cuya misión sería narrar los viajes al fondo del mar, y los hallazgos de acontecimientos ocurridos. Le agradeceré por el resto de mi vida porque Tona Ina se convirtió en ese personaje colectivo ancestral anclado en la actualidad por una gestión comunitaria en buceo scuba en el Caribe que investiga naufragios. Ella es personaje y narradora, y también cronista de todos los tiempos. Agradezco a Héctor también por la interpretación tica de los acontecimientos expresados en sus increíbles ilustraciones que invitan a bucear más allá del deporte. Agradezco a mis primeras lectoras y lectores del texto, Olga Goldenberg, a la memoria de Cristina Zeledón, Constanza Rangel, Anabel Contreras y a Abraham Goldewitch. Estoy agradecida por sus críticas y sus aportes al texto inicial de esta alma puertorriqueña, que aunque ha vivido en Costa Rica 47 años y se ha nacionaliza- do, sigue siendo boricua en esa reconocida sintaxis puertorriqueña que se filtra todo el tiempo en sus escritos. Ellas no son responsables de mis excesos, los cuales respetaron, pero sí de las mejoras hechas en esta obra. El trabajo fuerte de edición recayó en las manos de Guadalupe Urbina, quien conoce las ocurrencias de mi alma escribana, y también mis limitaciones para expresarme en el lenguaje escrito. Ella ha sabido dejar intacto mi espíritu en una narrativa mucho más fluida y elegante, además de colocar mi voz investigadora con la de Tona Ina como cronista. A Laura Wilson por su generosa introducción que resume tanto y tan sensiblemente desde su compromiso con la historia y la cultura de Cahuita. Y al final, el aporte de María Pérez ordenando y conceptualizando la introducción de Laura con el fin de evitar un prólogo cuando la intención fue realizar una introducción oral para luego adaptarla al lenguaje escrito. A la memoria de don Claudio Reid, historiador oral nato en Cahuita que contaba como no he conocido a nadie contar cuentos. Cuando leyó el primer cuento de Tona Ina me dijo que él no contaba los cuentos de nadie pero que ese si lo contaría para la película de Samuel Jackson ESCLAVIZADOS porque Tona Ina era la historia suya y de todos los que se quedan sin voz en algún momento y la vuelven a recuperar con la de todos los tiempos. No alcanzó a contarla en cámara, pero su espíritu lo dejó impregnado en este libro. Especial mención a Gloriana Brenes, presidenta del Centro Comunitario de Buceo Embajadores y Embajadoras del Mar, quien me ha permitido escribir en medio de tantas y tan grandes responsabilidades compartidas con ella, a la Junta Directiva y asamblea del centro y a una membresía tan comprometida en un proyecto tan complejo de gestión comunitaria. 4 Elders: en singular elder. En inglés se usa para llamar a la persona mayor en edad. 11Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. A Marianita Harvey Chavarría, Coordinadora de Acción Social en la Sede del Caribe de la Universidad de Costa Rica, quien creyó en el sueño de la juventud del Caribe Sur por bucear sus mares para conocerlos y cuidarlos, enamorándose del mar con nosotros. En literatura son cuatro las fuentes de inspiración que agradezco: Winston Brooks y Rosemary Riddle en la portada del menú de su restaurante Típíco Cahuita, Paula Palmer en Whápping Man, Tatiana Lobo y Mauricio Meléndez, en Negros y blancos: todo mezclado (1997). Los precursores en buceo scuba amateur con Selles Johnson (que no buceaba), son Mista David, Mr. Bacey Spencer, Bató y, vecinos en las playas de Cahuita, Puerto Viejo y en Manzanillo con los testimonios de Sony Boy, Culí, Rubén y Manicu, las pobladoras de Puerto Viejo Miss Elena Spencer, Irma Brown, Sonia Rodríguez, Anita Rodríguez, Sigrid Lahman y su fundación Acción Ya, Gloria Gavioli de Escape Caribeño, Sofi Arias del Hotel Puerto Viejo y Carol Britton de la Fundación Arte y Cultura para el Desarrollo (FUACDES), a las de Cahuita Laura Wilson, Miss. Edith, Leda Villa, Stacey Cunningham y Ana Teresa Williams y las pescadoras Zoraya Bonilla en Cahuita y Ciprianana Rocha en Manzanillo. A Maylin Mora del Área de Conservación Amistad Caribe (ACLAC) y Rodrigo Rodríguez del programa La Hora Brava en Radio Casino. A Danny Williams y el calypsonian KAWE que magistralmente han sabido llevar la saga de los barcos esclavistas daneses que se expresa en este libro, a ese arte periodístico popular que es el calypso. En Barcos Hundidos, acabado de producir al calor de este libro, condensa en 20 líneas 311 años de historia documentada y seis años de búsqueda de los trazos de esa historia en el fondo del mar en el Caribe. Los buceadores scuba realizados en la década de los setentas son Etel Alvarado, Eduardo Fernández y Cristopher Weston Knight con capitanes de la zona como Mairena y Chipán. En una época distinta a la actual, en la cual, no se reconocía que los artefactos en el mar constituyen un bien común de la historia y la cultura nuestra, ellos han ayudado ahora, con sus testimonios, a reconocer el respeto que merece el legado, devolviendo la memoria en información o en objetos donados, pertenecientes al imaginario colectivo y a su pertenencia como patrimonio cultural subacuático ahora que el Estado costarricense ha convertido en ley la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural subacuático de la UNESCO. El aporte afrodescendiente a este esfuerzo ocupa un lugar privilegiado en este reconocimiento. Si en algún momento se termina de escribir y publicar la historia del aporte afro a la creación del Parque Nacional Cahuita, debemos reconocer a varios afrodescendientes como a Alphaeus Buchanan Palmer, un visionario quien junto con otros pobladores como don Toni Mora y todo un pueblo, lucharon por el aporte que la comunidad de Cahuita haría al país y al mundo, cuando junto al Estado, se asociaron en una administración compartida. Hoy existe una gobernanza compartida a nivel nacional en el Parque Nacional Cahuita, 12 por ellos y por la experiencia de gestión comunitaria en la búsqueda de la identidad de los naufragios en Cahuita. La Asociación de Pescadores de Subsistencia y Acuicultura de Cahuita (ASOPESCAHUI) organiza al sector que conoció y cuidó esos lugares arqueológicos desde todos los tiempos de la pesca durante los últimos 200 años: los pescadores y pescadoras artesanales. A los afrodescendientes Edwin Cyrus y a Mario Cerdas se les reconoce que fueron dos funcionarios de alto nivel, creyeron en el proyecto del CCBEM-Caribe Sur desde su primer momento cuando apenas era un sueño. A Harold Robinson del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). También a Quince Duncan quien estando en el cargo de Comisionado Presidencial de Asuntos Afrodescendientes, nos escuchó a mí y a Cyrus con mucha atención, expresando su apoyo incondicional. A Fredrick Wright, instructor PADI de buceo, quien ayudó a crear este proyecto, capacitó y creyó en la iniciativa entre el 2014-2016 cuando arrancaba. A las afrodescendientes Margaret Simpson y Hermelinda McKenzie de la biblioteca de Limón por su entusiasmo y por la inclusión de la temática de esta obra en las actividades de su biblioteca móvil viajando por Limón y hasta San José. A los bribris Timoteo Jackson, su hijo Agustín Jackson, a Alejandro Swaby y don Fausto López Morales presidente de la Asociación Disto Kata (Lugar de los Clanes) y Marina López y Faustina Morales de la Asociación Comisión de Mujeres Indígenas de Talamanca (ACOMUITA). Fueron los primeros a quienes contamos la historia del descubrimiento en el fondo del mar y se interesaron junto con toda la comunidad del territorio Bribri y el Cabécar que han conocido el acontecimiento. Desde las directivas de sus asociaciones, el pueblo bribri y cabécar en eventos de encuentro aportaron información acerca de los orígenes de sus mezclas afrodescendientes con sus raíces indígenas. Hago reconocimiento a esos pueblos cuyo aporte histórico sobre el mestizaje afroindígena ha aflorado como un actor relevante en estos acontecimientos, aunque aún no ha sido elevada su propia voz ni su propia historia oral en estos acontecimientos. Agradezco también al Centro de Investigaciones sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales (CIDICER) de la Universidad de Costa Rica. En Puerto Viejo, Playa Chiquita y Manzanillo a la Asociación de Pescadores Artesanales Caribe Sur (ASOPACS) y sus maestras del mar Lucía Hernández, Blanca Espinoza y Rocío León quienes con su trabajo pionero educativo sobre el pez león aportaron las historias reales que aquí aparecen acerca de ese animalito invasor que mantenemos a raya intergeneracionalmente niñez, juventud buceadores y pescadores artesanales. A empresas como: Escape Caribeño, Cahuita Tours, Tajo Chirr ipó, Mairena Tours, ACUAMAR, PADI, AWARE, a ACUAFOTO, Club Rotario de Limón, Ciudad Perdida, Ocean Connect en Guanacaste, Juju Juice, equipos de buceo 13Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Sherwood, Restaurante Coccoloba y Soda Wacho en Manzanillo y Rest. Miss Edith, En las Olas y Roberto’s en Cahuita. A Cabinas Kasha y Hotel Atlántida con sus piscinas para capacitar en buceo, a los bomberos de Limón y de San Box por llenar tanques de buceo, todos apostaron a esta iniciativa aportando recursos y acompañamiento. A National Geographic por abrirnos su espacio para blogueros en su portal Expediciones. Y a Maylin Mora del Área de Conservación Amistad Caribe (ACLAC) quien se comprometió hasta con muchos desvelos para que este proyecto prosperara. A los organismos regionales de Naciones Unidas como UNESCO, UNFPA y UNOPS que nos han apoyado decididamente, así como al Sistema de Integración Centroamericana (SICA). A la memoria del canadiense Guilles Lemieux, cuya tesis de maestría sobre los recursos culturales y escénicos fue clave para la creación del Monumento Nacional Cahuita en 1970. También, al estadounidense Russel Lohse por su libro sobre los y las africanas que llegaron a algún lugar del Caribe Sur en los barcos daneses, Fredericus IV y Christianus V, basado en su tesis doctoral. Y a la memoria de otro estadounidense, Steven Gluckman, el primer arqueólogo subacuático que en la década de los ochentas hizo un reporte excelente preliminar acerca de los naufragios en el Parque Nacional Cahuita, desde entonces sugería que podían haber sido dos barcos, y que con el hallazgo de una manilla o pulsera esclava, sugería que podían ser naves asociadas con la esclavitud. Otros sondeos e investigaciones arqueológicas previas a las nuestras fueron realizadas por los arqueólogos David Van Zand de Cleveland Underwater Explorers (CLUE) y Lynn Harris de University of East Carolina (UEC) en 2012 y en el 2015 el trabajo de campo del programa de la UEC con todos sus profesores y estudiantes precursores de las investigaciones actuales. Pero, entre 2016-2018 esos equipos de la UEC regresaron cada año, invitados por el CCBEM, a las expediciones de gestión comunitaria para la búsqueda de la identidad de los naufragios en el Parque Nacional Cahuita que organizamos con el apoyo decidido de la Universidad de Costa Rica Sede del Caribe y los permisos de la administración del Parque Nacional Cahuita y el ACLAC/SINAC/MINAE. CLUE en Manzani l lo y en Puerto Vie jo en el 2016, también invitado por CCBEM, aportó a la documentación del supuesto Daisy Gray en Playa Grande y al hallazgo que los embajadores del mar hicieron en El Lanchón de Puerto Viejo al encontrar su parte perdida en 2016. Entre 2019-2020, el arqueólogo danés Andreas Bloch y el arqueólogo terrestre Arturo Hernández se unieron a la expedición de estos últimos dos años. A la dirección de Cultura del Ministerio de Cultura y Juventud que en el 2019 fue la primera institución de gobierno que comprometió fondos para el trabajo cultural asociado a los procesos de documentación de la búsqueda arqueológica de la identidad de los naufragios. 14 A Rocio Fernández directora del Museo Nacional de Costa Rica que desde el 2016 escuchó con atención nuestra primera presentación, solicitando a la Dirección de Antropología y Arqueología que creara un expediente del proyecto comunitario. Nos han visitado, asesorado y capacitado en eventos o seminarios que han enriquecido este libro los arqueólogos de la Sede Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica como Silvia Salgado, del Centro de Investigaciones sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales (CIDICER), del Museo de El Salvador, del Museo de Dinamarca, del Museo de Ghana, de Japón, de Croacia, una bióloga, la antropóloga social y conservacionista de Brasil, Liana Méndez, la arqueóloga terrestre Ifigenia Quintanilla y la antropóloga social Alicia Zamora. La organización estadounidense sin fines de lucro, Diving With a Purpose (DWP), Youth Diving With a Purpose (YDWP) especial mención de Ken Stew- art, Kramer Wiblerly y Tara Roberts y al personal de la mundial Nautical Archeology Society (NAS) que nos han acompañado pero también han becado a nuestra juventud para capacitarse con ellos y le han abierto campo en los medios internacionales a estas historias. Y los instructores PADI que han capacitado localmente a esta juventud buceadora que documenta estas historias: Fredrick Wright, Armando Molina, Facundo Viachico y Giovanni Sandoval. Y por últ imo, por ser de mayor importancia, el más profundo agradecimiento a los responsables de haber creado el personaje ancestral de la matriarca Tona Ina. Ella fue creada por las embajadoras y embajadores del mar en la búsqueda de sus raíces ancestrales, en la historia no contada y en las consultas a sus abuelos y abuelas. Ese núcleo de jóvenes ha contribuido a expandir el lugar que tienen nuestros mares como bien común en la historia, la cultura y los tesoros de la biodiversidad de Costa Rica; me han aportado personalmente, uno de los más preciados tesoros de la vida bien vivida, su “juventud divino tesoro” que vive en las mentes de quienes vivimos aprendiendo de las nuevas generaciones. En el buceo recreativo, estos buceadores y buceadoras no solo recrean la historia, sino que han recreado mi experiencia en el mar, de tal forma que cuando me interno con ellos, vuelvo a ser aquella niña quien nadó en los mares de su primera patria, Puerto Rico. Por eso agradezco cada memoria de mi madre Maribel Toro del Valle y de mi padre Gumersindo Suárez González y la de mis hermanas, hermanos, sobrinos, sobrina y sobrinas nietas, que han vivido la fiebre del mar con la poesía de nuestra madre, el amor incondicional de nuestro padre y nuestras felices niñeces con ellos frente al mar de Vega Baja. María Suárez Toro 15Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Un grano de arena alborota el mar comunitario Agradezco a l Creador por ser yo par te de es ta pob lac ión costarricense afrodescendiente y por tener el privilegio de vivir de cerca una propuesta comunitaria que se expande y nos ha dado ya muchas satisfacciones y alegrías. Me hace sentir muy orgullosa saber que es la juventud, los hijos y los nietos de muchos de nosotros, quienes están descubriendo junto a otros miembros de nuestra comunidad, nuestro pasado y tienen el encargo de transmitirlo a las generaciones futuras. Este libro de crónicas, historias, cuentos o como cada una y uno de los lectores quiera llamarlo es solo una parte o más bien una consecuencia de un enorme proyecto que ya tiene cinco años (2006) de haber iniciado. A cada relato le llamamos crónica porque intenta dar cuenta de las experiencias de abuelos y nietos, adolescentes estudiantes y jóvenes, adultos expertos en buceo arqueológico comunitario; científicos, académicos, pescadores y a María Suárez Toro, quien se ha dado a la tarea de cocrear con buceadoras y buceadores del Caribe un tipo de buceo que motiva a la comunidad multiétnica donde vivimos para hacer historia y escribir la memoria. E l proyecto de cu l tura arqueológ ica comuni tar ia nace como una apuesta por el potencial de los jóvenes de la zona. Nace como un entrenamiento de buceo, se va especializando en buceo arqueológico y termina como un centro desarrollado por el grupo denominado Embajadores y Embajadoras del Mar. Un grupo de adolescentes y jóvenes adultos de diferentes pueblos y etnias que han trascendido su objetivo primero y se han interesado en cada una de las actividades que surgen en el camino. Introducción 16 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. En esta enorme propuesta, la oralidad tiene una importancia fundamental, han sido los ancianos quienes han enriquecido el trabajo con sus recuerdos y sus anécdotas. Las entrevistas se han convertido en materia prima para este proyecto. María, entonces, se ha encargado junto con los jóvenes del grupo Embajadoras y Embajadores del Mar y algunas madrinas y padrinos, de recoger la información y de realizar actividades que impliquen y enamoren a la comunidad. Una de ellas es la visita a escuelas para contar sus historias a los niños y niñas quienes colaboran, no solamente participando con sus familias, sino usando su imaginación en maravillosos dibujos; algunos de los cuales ilustraron el primer texto que vio la luz: Tona Ina y la misteriosa cueva de un pez león en Cahuita (Sede del Caribe, Universidad de Costa Rica, 2016). La exposición de los dibujos en actividades, le ha permitido a la niñez tener voz en la investigación. Y como en la población afrocaribeña la música y, específicamente el calypso, no pueden faltar, nace con KAWE, Barcos Hundidos (2021). Esta crónica musical, este calypso, narra magistralmente en 20 líneas, la saga de los barcos daneses y lo que hace la juventud buceadora para develar la historia. En el programa de National Geographic sobre el 400 aniversario del primer africano esclavizado que puso pie en suelo estadounidense, aparece un cuento narrado al principio y al final del documental. En el capítulo de una serie para la radio de National Geographic, Into the Depths, Tara Roberts y su equipo reconocen cómo, la gestión comunitaria es el centro y asegura la sostenibilidad de la gestión comunitaria en el desarrollo de una cultura arqueología subacuática. Por o t ra par te , l a ser ie de Samuel Jackson, ESCLAVIZADOS, recoge en su IV episodio sobre la búsqueda de barcos esclavistas en el Caribe de Costa Rica, imágenes de Tona Ina en Cahuita. La presentan como la representación, la metáfora del Yellow Brick Road de Etlon John, como una búsqueda de la identidad de los barcos a través del sitio de los ladrillos. Además, incluyen una importante referencia al mestizaje afro/indígena en Talamanca. El apoyo de la Universidad de Costa Rica en sus sedes Caribe (Limón) y ahora Occidente (San Ramón), así como del Centro de Investigaciones sobre Divers idad Cultural y Estudios Regionales , ha sido clave en todo el proceso de publicación. La Sede del Caribe estudia la creación de un certificado paraprofesional que valide, en Costa Rica, los conocimientos adquiridos en el buceo arqueológico comunitario, reconocido internacionalmente. 17Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Tona Ina, los jóvenes y mis impresiones Empecé hablándoles de mi orgullo por nuestros jóvenes buceadores y buceadoras - hasta bebés he visto yo, con su mamá dándole de mamar en este proceso- y ahora quiero incluir a Tona Ina, a ese mágico personaje que ilumina los caminos del mar y sabe la importancia de la memoria. La importancia de la historia oral que se va tejiendo entre la juventud buceadora, la población del Caribe y su ancestralidad desde todos los tiempos. Una historia oral que se inmortaliza en este libro. Yo pensé, antes de conocer este trabajo, que nuestra historia solo estaba en la parte terrestre del Caribe. Nunca me imaginé que el fondo del mar podría cambiar es ta perspect iva a l reve larnos sus marav i l losos secretos . Siempre se habló de piratas, cofres y tesoros, de barcos encallados frente a las costas, de barcos fantasmas. Se crearon fantasías sobre personas que, tal vez, mejoraron su condición económica por joyas o dinero encontrados entre fierros y maderos. Ahora nuestras muchachas y muchachos están descubriendo que el verdadero tesoro es conocer; averiguar de dónde venimos, quiénes son nuestros antepasados. Saber que el Océano Atlántico es una puerta a la historia y a la cultura. La juventud está viendo lo que nosotros no vimos. No teníamos ni idea de cómo investigar para descubrir los misterios y ellos lo están haciendo guiados por Tona Ina, por el Centro Comunitario de Buceo acompañados por los expertos en buceo, en fotografía, en arqueología, en pesca. Tona Ina, esa diosa de los mares, ese personaje encantador cuyo nombre en lenguaje africano yoruba, significa Luz Marina, no solo nos habla de barcos encallados sino de personas. De seres humanos que desembarcaron en las costa; subieron la cordillera de Talamanca, caminaron al norte hasta llegar a Matina y tal vez a otros lugares que todavía no se sabe. En esta zona estamos ampliando la historia. Estamos escribiendo una versión que no está en ningún libro de texto de este país. Este libro está escrito como una crónica, con anécdotas y a la vez cuentos que unen la realidad y la imaginación, lo que se cuenta y se vive, lo que se supone y se sabe. Este libro nos amarra más a nuestra tierra limonense, a la zona del Caribe Sur, esta tierra y este mar maravilloso. Nos viene a enriquecer como pueblo de pescadores que hemos sido, como agricultores y pequeños comerciantes, como personas que amamos la música, el canto, la comida, tan nuestra y con tanto sabor y saber. Este libro deja claro nuestro valor; el valor de nuestros jóvenes, su entusiasmo, su responsabilidad, su trabajo. Porque este proyecto es nuestro y somos nosotros quienes vivimos en él, lo alimentamos, asumimos los nuevos retos - Como el del pez león -. Una especie que en exceso daña a las otras poblaciones de animales marinos. Tona Ina aprende con los embajadores del mar, porque ellos lo capturan, lo preparan, lo consumen y educan a la comunidad acerca de sus peligros, junto con los pescadores adultos y las organizaciones. 18 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Tona Ina admira a estas dos poblaciones legendarias tan importantes en la costa de Talamanca: la afro y la indígena. Las elogia, por tanto tiempo vivido en armonía, por tantas familias unidas por rasgos físicos, tradiciones y culturas y se preocupa por los roces actuales. Ambas etnias aprendieron juntas sobre la selva y el mar. Ambas tradicionalmente han respetado la naturaleza y la protegen. ¿Y ahora qué pasa? ¿Dónde nos perdimos? ¿Cómo recuperamos esa conciencia que nos une? Cada crónica de viaje de Tona Ina contiene un aprendizaje y algún misterio Tal vez esto no sea lo más usado en la introducción de un libro, pero a mí me parece importante referirme a algunas inquietudes que me deja cada crónica, con el fin de compararlas con las suyas. Tona Ina y la misteriosa cueva de un pez león en Cahuita, nos lleva a los sitios arqueológicos submarinos en el Parque Nacional Cahuita y a viajar por esa inmensidad del agua marina que une culturas milenarias ¿De dónde y cuándo vinimos? Los tesoros de los piratas del Caribe Sur ¿Quién no sabe que nuestras ricas costas y sus contornos coralinos, entre Tuba Creek y Punta Mona, fueron codiciadas por los grandes poderes, incluso de piratas? ¿Y las poblaciones autóctonas o las que habitan la región antes de los nuevos conquistadores? El sonado galeón portugués en Cahuita. Las hipótesis de los barcos hundidos son tantas y tan diversas que, todavía no es posible desechar ninguna completamente ¿Barcos españoles, portugueses o daneses? ¿Barcos pesqueros, piratas o esclavistas? ¿Bajaron y se quedaron en tierra? ¿Son algunos de nuestros antepasados? El accidentado viaje de dos Barcos Esclavistas entre Dinamarca, África y Costa Rica es una crónica demoledora con mitos y realidades sobre la llegada de africanos a nuestras costas ¿La población afro venía directamente del continente? ¿Cambiará la nueva investigación nuestra historia? Las dos crónicas sobre la niñez del Caribe: El uso de la Biomimética para controlar invasiones en Talamanca y La niñez del Caribe Sur y el pez león. Tona Ina nos convierte de nuevo en protagonistas de nuestra propia historia, de nuestra niñez llena de fantasía y aprendizajes. Tona Ina, maestra de la esperanza, reconstruye el conocimiento y resistencia ancestral indígena y en las prácticas de la niñez hoy día. Tona Ina le habla a la africana Nicolasa Mina - Por allá del año 1710 -. Fue una de las dos adolescentes raptadas para ser vendidas como esclavas ¿Qué más violencia que el abuso, el maltrato, la venta, el llegar a un lugar extraño sin familia, sin conocer las costumbres o la lengua? ¿Qué mayor fuerza que la de estas mujeres, aprendiendo a resistir? Tona Ina y el misterioso bosque de árboles de corales en el mar Los corales nos conectan y los seres humanos primero nos diferencian y luego intentan borrar nuestra cultura para dominarnos. Naturaleza, barcos negreros, lucha para ser lo que somos ¿Resistimos? Potí, un buen pirata con ojo de vidrio en Cahuita ¿Querés viajar y ver en tres dimensiones? ¿Saber de fotogrametría, modelación digital tridimensional del espacio geográfico? ¿Cambiará la arqueología? Eso lo pueden contestar nuestros jóvenes embajadores que hacen el curso en el Parque Nacional de Cahuita 19Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. con el japonés K. Yamafume. Los que vieron en tres dimensiones el Sitio de los Ladrillos… ¿Te intriga? Tona Ina y El viaje de tres ladri l los daneses de vuelta a Dinamarca muestra la tenacidad de jóvenes buceadoras y buceadoras y sus capacitadores en arqueología marítima, por llegar a tener las pruebas científicas que logren ampliar nuestra historia. El viaje de El Barco Fantasma en Manzanillo ¿Saben ustedes lo que dice la historia oral sobre el barco fantasma y su naufragio? ¿Oyeron contar a los abuelos sus anécdotas? ¿Será realmente el barco de vapor Daisy Gray, el carguero que los pobladores vieron llegar a Manzanillo, en 1954, y encallar en la arena frente a almendros y corales? Tona Ina y las damas de los corales. Solo imaginen qué maravilla el día que se logren rescatar los corales en Puerto Viejo. Tona Ina, viaja al fondo del mar y logra entender la simbiosis – esa relación estrecha - entre las mujeres protectoras, las niñas y los corales ¿Quieren intentarlo? Y ojalá este sea el cuento que profundice la historia… Tona Ina continúa en nuestros mares, iluminando y siendo iluminada por estos jóvenes buceadores que siguen las huellas de sus ancestros. Esas gentes de mar que han vivido simbióticamente con la naturaleza, en este vasto territorio que baña sueños, crea imaginarios y no deja perder la esperanza. La esperanza de que el mundo al fin reconozca la deuda que tiene con nuestra cultura, esta cultura milenaria que ha permeado nuestro continente y el mundo entero; sin tener aún hoy las oportunidades suficientes para poder vivir una vida plena. En ese sentido, termino con la reacción de Cristian Campbel, cuando supo sobre la investigación acerca de los barcos esclavistas daneses en Costa Rica. [...] debe aprovecharse todo este trabajo de la comunidad caribeña para hacer una acción afirmativa contundente, donde se le reconozca a mis ancestros su aporte al mundo. No es suficiente que la ciencia diga que la vida humana proviene del continente negro. Cada Estado debería realmente reconocernos, dejando de invisibilizar a la persona negra. Esta es una oportunidad única para el gobierno de Costa Rica. Aún estamos a tiempo de hacer dicho reconocimiento en el marco del decenio que nos dedicaron y en el día internacional de la persona afrodescendiente. Laura Wilson, Cahuita, 31 de agosto, 2021 Día Internacional de la Persona Afrodescendiente -1- Tona Ina y la misteriosa cueva de un pez león en Cahuita 25Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Soy Tona Ina, una tenue luz asentada en los misterios de una antigüedad que yace sin ser contada en el fondo del mar y que clama por ser conocida. Mi nombre en lenguaje yoruba es Tona Ina, en español y en creole es Luz Marina, y en bribri soy Boe Dejé. Soy la viajera luz ensombrecida por el largo silencio transcurrido sobre lo que pasó un día, cuando vivía intensamente en el mar Caribe Sur, hace ya más de trescientos años. Los artefactos de los barcos hundidos de aquellos tiempos permanecen ahí sin reconocimiento. Son los testigos mudos de las y los primeros africanos que llegaron, probablemente, a nuestras costas directamente de África para quedarse. Sin que se haya acreditado públicamente su historia y sus aportes a la cultura de Costa Rica. En marzo de 1710, en alguna costa del Caribe, fue la última vez que tuve luz propia. En aquella ocasión en las playas del lugar, iluminé el camino de 650 africanos y africanas de todas las edades que llegaron y desembarcaron - sin amos - de dos barcos daneses; el Fredericus IV y el Christianus V, traídos a Las Américas para ser vendidos como esclavos. Las naves desviadas por tormentas y errores náuticos en el Caribe se dir igían a la is la de St. Thomas. Al llegar a Costa Rica y estando en tierra desconocida e insegura, perdido, los marineros se sublevaron al negarles su deseo de permanecer en tierra en busca de alimento y agua, así como el pago de su salario. Se quemó un barco en circunstancias desconocidas y dejaron al garete el otro, no sin antes poner a sa lvo a todos . Los daneses fueron puestos con a lgunos de sus esclavizados en una barcaza inglesa que los llevó a Portobelo en Panamá y de ahí partieron a Europa. En el fondo del mar quedaron como testigos aquellos artefactos de las embarcaciones hundidas e inertes, como prueba de los acontecimientos. Los africanos y africanas, puestos a salvo en tierra firme, desembarcaron en la rica costa de arenas cálidas, majestuosos árboles de sangrillo y abundante vegetación. Muchas de las y los africanos desembarcados desaparecieron de la historia oficial, al internarse en las selvas de la Alta Talamanca, donde se juntaron con los Bribris y los Cabécares. Tona Ina y la misteriosa cueva de un pez león en Cahuita 26 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Yo, Tona Ina, fui la luz de la libertad de quienes lograron llegar a Alta Talamanca, a vivir l ibres en las montañas de la población originaria, reconocida porque nunca se dejó conquistar por los europeos. Otros fueron capturados por indígenas Miskitos, l levándoselos como prisioneros al protectorado Inglés en la Costa At lánt ica de Nicaragua, pasando a engrosar las filas infames de los esclavizados por los británicos. Pero otros africanos y africanas del desembarco, caminaron la playa de Sur a Norte hasta llegar a Matina. Allí, desgraciadamente, fueron capturados por colonos en Costa Rica, quienes se los llevaron tierra adentro convirtiéndoles nuevamente en esclavos. Fue entonces cuando perdí mi luz. Desde entonces vago por los mares del Caribe Sur disminuida por el largo silencio, que han guardado todos estos años; los restos de las embarcaciones que les trajeron y a la espera de que alguien algún día me encuentre en los artefactos sumergidos. Solo vivía por la esperanza de que alguien al ver los artefactos se preguntara por mi historia. Entonces un buen día de verano, unos jóvenes buceadores de la zona, encontraron unos cañones en el fondo del mar y preguntaron acerca de ellos primeramente a los abuelos y a las abuelas queriendo conocer su historia. Aquí, desde mi penumbra, les cuento la historia sobre el reflejo de las luces que la población originaria del Caribe Sur aún ve en noches oscuras. Luces y sombras de tesoros ocultos en el mar, que nos dejaron los espíritus de los antepasados en Punta Cahuita. Y es que acá, como dice alguien: “todo vino del mar”. Yo también vine del mar. Soy esa luz, soy Tona Ina, la luz marina que se mueve con unos jóvenes buceadores y buceadoras por los mares del Parque Nacional Cahuita. Desde aquí, vengo a contarles la historia de cómo ellas y ellos me ayudaron a recuperar mi brillo. Un día de verano en el Caribe Sur el mar amaneció tranquilo, transparente, como suele estar en el mes de septiembre. Tan calmado y claro estaba, que hasta yo con mi disminuida luz le podía ver el alma. Ese mar es un conjunto único, que contiene toda la energía cósmica y vital en los ambientes marinos. Las algas y los abanicos de coral se mecían en una danza rítmica al vaivén de las corrientes y de su energía arrecifal. Los corales tornasol modificaban su bril lo cada vez que un rayo de luz solar los iluminaba bajo el agua. Los imponentes promontorios rocosos de corales fósiles, rodeaban las pozas de arena blanca donde el mar se había tornado en azul turquesa intenso. Sus miles de pececi tos mult icolores, las tortugas y otros animales invertebrados, disfrutaban del pasto marino; su alimento preferido, conviviendo en calma. Las profundas cuevas daban albergue a las langostas, los meros y los pargos, y a toda la existencia que convive en esas aguas. Bucear ahí era estar en el vientre del planeta, colmado de vida silvestre, con el calor y la protección del rítmico arrullo de líquido amniótico que nutre la vida. 27Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Esa mañana, mientras yo nadaba sin luz por esos mares, dos jóvenes; Dagoberto y Jazmín, estaban aprendiendo a bucear en Cahuita, junto con sus instructores de buceo scuba Frank y Gloria. Fueron a sumergirse en los mares de los arrecifes, aquella sería su primera inmersión como aprendices en la zona del Parque Nacional, y eso gracias a las lecciones que ofrecía el Centro Comunitario de Buceo Embajadores y Embajadoras del Mar. Gloria siempre decía - El mar no tiene dueño ni se puede parcelar, todas las personas somos responsables de su cuido y por eso, al mar hay que sentirlo, no solo observarlo -. Ella lo sabía bien porque contaba que había adquirido el concepto de la maravilla del color de la vida en esos arrecifes, en su primer buceo en las pocitas de Puerto Viejo cuando estaba muy pequeña. Ese día de buceo, Frank “el profe del mar”, Gloria, Jazmín y Dagoberto, se adentraron poco a poco en las aguas, lanzándose del bote que quedó anclado en medio de la bahía, meciéndose como una hamaca vacía que baila al ritmo de la suave brisa caribeña. Sentí a Jazmín fantasear con poder ver algún tesoro de los barcos piratas de los cuentos que su abuelo Hipólito y su abuela Terencia le habían contado. Entre todos los cuentos narrados por los pescadores, los favoritos de la juventud eran aquellos en los cuales aparecían barcos piratas y tesoros que yacían en el fondo del mar. Mientras tanto observé que Dagoberto hacía inventario de peces, apreciando las bellezas de las especies. Aquella maravilla espectacular empezó a empañarse cuando vislumbró los ejemplares del pez león, especie asiática invasora de los arrecifes caribeños. Al conteo de la primera decena de esos hermosos pero voraces peces, se preocupó por la gran cantidad de ellos en aquel lugar. Decidió buscar el refugio de los leones de los mares, para luego pedir ayuda y capturarlos. Sabía que esos peces se habían convertido en una plaga en las costas del Caribe, reportados desde el 2009 por un pescador. Solo los y las pescadoras los capturaban y se decía que cada hembra podía poner más de 2 millones de huevos al año. Yo sabía que el pez león era un animalito que había venido a estas costas desde el Océano Indopacíf ico, cerca de Japón, desde el otro extremo de este mundo caribeño. Dagoberto había escuchado varias hipótesis que explicaban la llegada de este pez al Caribe y a Brasil. Se decía que un coleccionista de peces exóticos, soltó unos al mar en la costa atlántica de Estados Unidos y luego se propagó por toda la costa y el Caribe. También se afirmaba que podía haber sido parte de un huracán en la costa del estado de Florida, Estados Unidos, donde se quebraron unas peceras y los resistentes peces nadaron por ríos y quebradas hasta encontrar la salida al mar. Otra hipótesis aseguraba que los huevos depositados por el pez león fueron arrastrados por el lastre de un barco. Alguna de esas hipótesis podía ser la cierta, pero lo más importante para las y los jóvenes, era saber que este pez león en el Caribe no tenía depredador y por tanto, se comía todo lo que se producía y reproducía en el arrecife: pargos, pulpos, langostas, meros, cangrejos, caracoles que se escondían en las cuevas o hendijas del coral. 28 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Vi a Frank observar atento al pez león cuando se metió en una cueva de boca pequeña pero profunda. Era una boca de un diámetro como el de una bola de volleyball y de un largo de tres metros del mismo diámetro, parecía algo raro en el fondo del mar. El pez desapareció en la cueva sin que Dagoberto pudiera acercársele. El cazador de leones llamó al resto del grupo mediante señas. Todos los demás se percataron de que esa cueva era un extraño artefacto, lleno de caracoles, algas y corales. Tenía boca redonda y un largo cuerpo acostado. Observé cuando b u c e a d o r e s y b u c e a d o r a s a l f i n p u d i e r o n v e r b i e n l a c u e v a , impactándose del parecido que tenía con un cañón. Gloria se acercó calmada, fijó la mirada en la boca de la cueva y supo que era imposible agarrar al pez león en ese momento. Jazmín estaba desesperada por contarles su versión de ese artefacto. Les hacía señas y no le entendían. Decidió hacer la seña de subir a la lancha para contarles. Para Jazmín aquello era un cañón de algún barco pirata de los que había escuchado hablar tantas veces a su abuelo pescador. Subieron al bote, se hidrataron tomando agua y comenzaron a hablar todos a la vez, pues la emoción era bastante. Frank lanzó el reto de investigar. Era una buena idea. Yo, la luz marina sin luz, me fui detrás hasta subir al bote a duras penas, de tan debilitada que estaba después de tres siglos sin luz propia ¿Alguna vez ustedes se han preguntado por qué en casi todas las culturas, cuando alguien tiene una gran idea se dice que tiene una brillante idea? Es porque yo, la Tona Ina, la luz marina, la Boe Dejé, me les meto en la mente para que sigan pensando, sigan indagando y preguntando a la historia; para que no se conformen con lo que les han contado y busquen más allá cuando ven cosas poco conocidas o escuchan cuentos que se pueden investigar. Pues Frank les contó que él había visto un aro, parecido a una pulsera de aquellas usadas para identificar a los esclavizados. Alentó a sus aprendices a investigar sobre esos tesoros y los barcos esclavistas que pudieron haber encallado en esa zona. Les dijo que además del buceo recreativo PADI para disfrutar de ver los arrecifes, también existe el buceo para identificar barcos hundidos y artefactos que se encuentran en el fondo del mar. Los jóvenes lo llamaron “buceo con propósito recreativo”: recrear la historia y la cultura que se encuentra bajo el mar. Los escuché hablar de lo que se proponían investigar ¡Me puse tan contenta! Si bien en ese momento no recuperé mi luz; brilló en mí la chispa de la esperanza. Si seguían el camino del saber a fondo, tal vez encontrarían la verdadera historia. Dijeron que buscarían en Google, en los libros, en archivos y sobre todo, preguntando a los abuelos y a las abuelas, porque ellos conocían historias antiguas. Investigaron por Internet. Al hacerlo, siempre les aparecía información sobre la película Piratas del Caribe, de cómo fue filmada, de los actores, de las escenas, de lo divertido y lo caro que fue y de los estereotipos sobre los piratas. Pero nada sobre los piratas del Caribe costarricenses en Cahuita. Frank, el profe del mar, les recomendó buscar información tanto en español como en inglés y que, además, le agregaran la palabra 29Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. “historia”. Al grupo de jóvenes decidido a investigar le llamaron “los huaqueros de historias”. Gloria, la maestra del mar, les dijo: “A la historia nunca se le da la espalda. Es necesario seguir buscando a ver qué tesoro cultural es el que hay ahí abajo”. Y al fin vi cuando se llevaron una gran sorpresa, al encontrar un poco de información escrita desde 1969 cuando Guilles Lemiex hizo el primer estudio académico del lugar, que un año después se convertiría en el Monumento Nacional Cahuita. Descubrieron que desde entonces había investigaciones realizadas en el Caribe sobre el tema de piratas, galeones, esclavos, objetos encontrados. La investigación los llevó a hablar con los pobladores de Cahuita, Puerto Viejo, Manzanillo, Gandoca, Limón centro y otros lugares, enterándose de que alguna gente poseía tesoros de esos barcos, como botellas, monedas, espadas, platos y mucho más. Incluso descubrieron el interés de la comunidad de Cahuita por hacer un museo submarino y una colección en tierra con los objetos que la gente había guardado antes de conocer su valor cultural. Ellos consideran que todo Cahuita es un museo vivo de cultura e historia. Desde ese día en adelante, los jóvenes buceadores, modificaron su visión sobre el mar, el Parque y el Caribe Sur. A partir de lo descubierto, pasaron a ver y sentir esos mares y sus arrecifes como centinelas de la historia y de los legados que permanecen allí. Los buceadores estaban impactados de lo que encontraban cada día y supieron que esa misteriosa cueva del pez león los transformó en virtuales espeleólogos. Es decir, se transformaron en especialistas del estudio de cuevas. Aunque en este caso no hubiera sido una cueva real, se convirtió en el inicio de algo que los adentraba en las cuevas del saber. Compartieron la información yendo de pueblo en pueblo por todo el Caribe Sur, en cada escuela, cada centro cultural, cada liceo, cada casa de la cultura. La gente se sorprendía de tan marav i l losa h i s to r i a desconoc ida has ta e l momento , aunque los artefactos en el fondo del mar les eran conocidos desde siempre. Hasta decían ver luces en Punta Cahuita, pero siempre creyeron que provenían de otros fenómenos poco relacionados con su propia historia y sus propias raíces. 30 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Desde entonces, cuando los pobladores del lugar fijan su mirada en el horizonte hacia Punta Cahuita y ven luces, ya no piensan que son de piratas o de naves espaciales venidas de otros planetas o de simples pescadores escondiéndose en la oscuridad de la noche para pescar allí. Supe que cuando se quedaban mirando fijamente hacia el lugar, las luces que veían eran tan solo el reflejo de la luz interior que habita en ellos mismos y en la zona del Caribe Sur donde construyeron su historia y su cultura. Son sus raíces el aporte de las y los antepasados que llegaron desde África en embarcaciones por descubrir, cuyos restos permanecen allí, ahora plenamente reconocidos como parte del origen que ha permeado la cultura del lugar y sus vidas cotidianas. ¡Desde entonces, yo volví a ser esa luz, la luz marina, la Tona Ina que recuperó su luz! 5 5 Lo que es real en esta historia es que la juventud buceadora del Centro Comunitario de Buceo Embajadoras y Embajadores del Mar (CCBEEM), ha guiado la profundización y conexiones comunitarias en la búsqueda de la identidad de los naufragios en el Parque Nacional Cahuita y que ese trabajo partió de una motivación de cuatro jóvenes locales que se interesaron en aprender a bucear con tan- ques, a partir de su participación en buceo, en un torneo de captura de pez león, organizado en el 2014 por la Asociación de Pescadores Artesanales Caribe Sur (ASOPACS) . Ellos son Esteban Gallo Madrigal, Anderson y Kevin Rodríguez Brown y Royer Coloner Leiva . La investigación académica del canadiense Guilles Lemiex para sugerir la creación de la zona protegida en Cahuita es real y en ella habla de haber visto un galeón español en el lugar, aunque no especifica su fuente . La primera versión de esta crónica fue publicada en el 2017 por la Universidad de Costa Rica en la Sede del Caribe, en su proyecto El Mar y Sus Beneficios, con ilustraciones infantiles de la niñez de la zona que escucharon el cuento . La cuentacuentos Margarita Mata de Limón hizo la síntesis radiofónica que dio pie a este primer cuento . Los 600 ejemplares que publicó la Universidad de Costa Rica no alcanzaron y por eso en el 2018 se publicaron otros 300 . Tampoco duraron mucho, agotándose muy rápido y para poder reeditarlos en un libro más grande, ahora se suma a otras crónicas que son todos los que aparecen aquí . 31Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. -2- Los tesoros de los piratas del Caribe Sur 33Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. 35Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Dicen que en noches oscuras se ven luces en Punta Cahuita. Dicen que son las luces de los espíritus piratas de antaño. Ellos vuelven de vez en cuando para asegurarse de que sus tesoros sumergidos están allí; han pasado cientos de años y permanecen intactos a través de los tiempos. Quienes afirman eso pueden estar en lo cierto. Según la historia oficial de Costa Rica todo el Caribe Sur, que entonces era una provincia de La Corona Española, era refugio y el escondite preferido de los piratas de los mares del Caribe continental y de las islas selváticas, las ricas costas que quizá le dieron nombre a esta provincia del reinado hispano, fueron también privilegiadas por la naturaleza marina. Colmadas de contornos rocosos y coralinos, siempre han sido perfectas para la cría natural de especies, pero también para esconder tesoros. Sus playas, están bañadas por las corrientes norteñas. Los oleajes cíclicos de las marejadas de cada año en invierno, los movimientos de las placas como la de Cocos6 y el surgimiento mismo de Centroamérica desde el fondo del mar hace millones de años; delinearon entornos costeros ideales para ocultar barcos y para servir de escondite a quienes huían con lo robado ¡Los piratas del Caribe! Yo, Tona Ina, una luz marina yoruba africana en el Caribe Sur, los vi desde que arr ibaron, antes de los colonizadores, unos en espír i tu pacífico, otros con ganas de guerra. Ya estaba yo allí cuando llegaron los príncipes africanos en 200 canoas, pero también cuando arribaron los corsarios, después los colonizadores y hasta los barcos esclavistas daneses que atracaron al haberse extraviado de su rumbo original hacia la isla de St. Thomas. 6 La placa de Cocos, también conocida como “placa del Coco”, es una placa tectónica debajo del océano Pacífico de la costa occidental de América Central . Los tesoros de los piratas del Caribe Sur 36 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Ello nos dejó dos naufragios para descubrir eventualmente con la juventud buceadora, que también nos dejaron unos 650 africanos que desembarcaron libres por voluntad de los marineros daneses amotinados y el propio empuje libertario de las y los africanos. Y es que mi luz marina es una luminosidad que no pertenece a los tiempos de los conquistadores e inmigrantes europeos que llegaron al Caribe Sur. Soy mucho más antigua, vine mucho antes. Soy oriunda de un mundo que nació en el África profunda, desde donde vinimos hace miles de millones de años atrás. Cuando decidí venir a Las Américas ya tenía edad acumulada, por eso mi cultura es milenaria. Ya sabía de la existencia de comunidades indígenas en el continente y en las islas caribeñas de Las Américas, me lo había contado una ballena; me explicó con vívida experiencia que esas poblaciones habían cruzado por el norte, bien al norte del planeta, atravesando glaciares y sorteando tempestades de nieve, hasta bajar a encontrar cálidos climas en la cintura del continente. No todas las narrativas originarias son esas. Los Bribri dicen haber nacido aquí mismo y por ello aseguran que vinieron del mar, pero por el camino del territorio centroamericano que sal ió del mar y de su contacto con Sibú. Yo misma les conocí después. Viajé a esos lugares a principios del Siglo XV. No navegué en un galeón, ni en un barco mercante y mucho menos en una embarcación de guerra. Vine por cuenta propia, antes que los europeos, adelantándome a lo que sucedería y así poder contar el cuento de la llegada de mi gente de África a las Américas. Viajé muchos meses en la gran panza de la ballena que me había informado acerca de la existencia de esas tierras al otro extremo del océano. Me había dicho que estaban pobladas de gente constructora y quienes se instalaron en ese mundo proveniente del fondo del mar. Cuando llegué a la rica costa, esperé durante más de un siglo la venida de mi gente. Como dije, yo sabía que inevitablemente llegarían a quedarse. Durante mis viajes por los puertos europeos en el vientre de la ballena, había visto grandes barcos hechos para las guerras. En ese tiempo, apenas saliendo del feudalismo, las guerras eran pugnas entre monarcas para robarse las mercancías, las tierras y el producto del trabajo de sus súbditos. Las embarcaciones de dos y tres pisos, de fina y resistente madera, estaban llenas de cañones, de balas, de fusiles, de barriles de pólvora y de espadas af i ladas. Tenían inmensas velas para ser impulsadas por los vientos y navegar como alma que lleva el diablo. Por eso les llamaron “cara-velas” y ahora carabelas. Al ver aquella voracidad para apropiarse de riquezas ajenas y al percatarme de la inmensidad de sus embarcaciones, presentí que no tenían límites y que no se conformarían con viajar por los mares de Europa. Llegarían al África mía y de ahí saltarían a todos los demás mundos. Me dije para mí misma: “¡Um! estos no le conocen punto final a su avaricia; cuando acaben con lo más cercano se van a ir a otros mundos a conquistarlos también”. 37Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Claro, en ese momento el pensamiento mío era una simple hipótesis. Pero igualmente me adelanté a viajar y a preparar el terreno para la llegada de mi gente. En la panza de la ballena crucé al otro lado del gran charco en un viaje de nueve meses ¡Fue un parto! Fue un viaje peligrosísimo para la ballena en su travesía por el Océano Atlántico, que entonces no se llamaba así, le decían en Europa el “Mar Oceánico” porque se sabía que era un inmenso cuerpo de agua salada. La desmedida cacería de ballenas se hacía desde Europa también. Casi las extinguieron para sacarles el aceite el cual era usado como combustible para alumbrarse. Por eso Cubalí, nombre yoruba de la ballena que me transportaba, tuvo que moverse como una macarela en estampida. Cubalí significa macarela en yoruba ¡Curioso nombre para una ballena! Tal vez se creía macarela y eso la salvó del estrés de llamarse ballena en una época en que su aceite valía oro y por eso casi se desaparecieron. Las bal lenas viajan dejándose l levar por la fuerza de grandes corrientes del Atlántico para no tener que nadar tanto. Desde África, seguían la llamada “Corriente Ecuatorial del Norte”, esta recorría bajo el agua la misma ruta que la fuerza de los vientos usada por las carabelas en ese caso la de los vientos alisios, que iban de este a oeste entre África y las islas del Caribe. Los vientos y corrientes marinas en el océano Atlántico siguen los mismos patrones. Por eso, aunque vine en ballena, hice la misma ruta que después recorrieron los conquistadores. Aprendí entonces algo muy curioso: uno de esos barcos veleros pesaba 100 toneladas; es decir, apenas un poco menos de lo que pesa una ballena. Finalmente, a mediados del Siglo XV llegué a tierras caribeñas del continente donde también encontré confl icto. Cada pueblo originario tenía su propia idea de hasta dónde llegaba su dominio territorial y guerreaban entre ellos por esta causa. Los miskitos, habitantes de la Zona Atlántica, en las provincias españolas de Nicaragua y Honduras, eran parte de un protectorado británico enquistado allí. Concebían que toda la costa atlántica de- bía ser su Gran Moskitia y la recorrían en piraguas para limpiarla de todos a quienes consideraban invasores. No les importaba si formaban parte o no de etnias originarias. Para ellos eran invasores de su codiciado territorio. Se dice que los bribri y los cabécares se internaron en Alta Talamanca para huir de los miskitos. No es que los “talamancas”, como les decían los españoles, no fuesen capaces de defenderse, pero pareciera que supieron escoger sus batallas. Su resistencia activa fue contra los colonizadores españoles. Por eso se les conoce como la población originaria de Costa Rica que nunca se dejó conquistar. Unas veces pelearon y otras huyeron para no tener que enfrentarse pero siempre resistiéndose a ser dominados.7 7 Un historiador oral de los Bribri, Alejandro Swaby, dice que los miskitos fueron los “piratas terrestres” del Protectorado Británico, porque libraban esas conquistas para los ingleses . 38 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. La ballena Cubalí se había desviado por traerme a Costa Rica y antes de continuar su recorrido hacia otros mares, me aconsejó no tomar partido contra los miskitos: “Saldrías rascando, Tona Ina, porque vos sos de paz, a diferencia de muchos que no les importa nada, con tal de conquistar lo que creen su territorio”. Le hice caso a Cubalí, ella conocía esos mares y lo que ocurría en tierra mucho mejor que yo. Desde ese momento, a la espera de la llegada de mi gente de África, mi vida transcurrió tranquila en el mar, nadando de norte a sur y de sur a norte por todo el Caribe de Costa Rica. Un buen día, poco más de un siglo después de mi llegada, cerca de Isla Uvita en Cariay, vi una gran embarcación que se acercaba. Me llamó la atención porque traía un negro trepado en el mástil más alto. “Ya empiezan a llegar los africanos” (me dije al verlo) es grande, fornido y aguerrido y fue el primero en gritar ¡tierra! Llegó con otros más de cien marineros en cuatro “cara-velas” o carabelas ¡Ummm! Ya sé lo que están pensando, que no eran cuatro embarcaciones, sino tres llamadas La Pinta, La Niña y La Santa María. Pero se equivocan ustedes. Esas tres, las más conocidas, recorrieron el Caribe en viajes anteriores. Pero deben saber que cuando Colón se acercó a Costa Rica en su cuarto viaje, venía en otras embarcaciones que se llamaban La Capitana, La Vizcaína, La Santiago y La Gallega, cada una más o menos con tres decenas de marineros. A “Diego el Negro”, como le llamó Colón en su diario del cuarto viaje, y a quien era el ayudante de cabina, a bordo de La Capitana, le gustaba treparse a lo más alto del mástil de los barcos para divisar tierra antes que nadie. Se dice que los marineros de esos t iempos sabían cuando se acercaban a t ierra, pues mucho antes de verla con los ojos puestos en el horizonte, veían su reflejo en las nubes, (en el reflejo de la nubosidad). Además, los marineros se daban cuenta que estaban cerca de tierra cuando empezaban a ver muchos pedazos de palos y hojas flotando en el mar. Eso había observado Diego y por eso fue el primero que vio tierra, un 25 de septiembre de 1502.8 Habían llegado a Cariay, conocido hoy como Puerto Limón. Y se anclaron en la parte más honda, al norte de una pequeña isla que los nativos llamaban Quiribrí, conocida hoy día como Isla Uvita, aunque Colón trató de nombrarla “La Huerta” por la abundante alimentación que ofrecía. Hay quienes creen que la fecha de llegada fue el 18 de septiembre. Pero yo, que lo vi todo, cuento otra versión. En verdad, se acercaron a 67 leguas del lugar el 17 de septiembre. Una legua es el equivalente a casi 5 km, así es que ni tan cerca ni tan lejos. Se detuvieron fondeando en el mar y enviaron un pequeño barco con el objetivo de explorar el lugar anticipadamente. El bote se hundió y murieron dos de los que remaban para hacer la exploración. Transcurrió toda una semana entre el naufragio para recibir la noticia en la carabela, y la decisión previa que tomó Colón de arriesgarse a enfilar a tierra sin exploración, para finalmente llegar a Cariay. 8 Este dato proviene de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica. 39Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Diego era negro, pero no necesar iamente or iundo de Áfr ica. Se dice que pudo haber sido oriundo de la Península Ibérica, tal vez descendiente libre de muchos africanos que llegaron a Sevilla, antes de la esclavitud. Se sabe que viajó como hombre libre y no como esclavo porque recibió un pago por sus servicios en La Capitana cuando concluyó en 1505. Además, por su nombre Diego, se sabe que había sido bautizado como cristiano, cuestión que ocurría en España en ese tiempo. Detrás de Colón, vinieron otros enviados de monarquías coloniales Inglaterra, Francia, Portugal, Holanda y hasta Dinamarca. Se aventuraron a conquistar nuevos mercados. Y con ellos, traídos a la fuerza, vinieron los africanos esclavizados. Detrás de ellos y con los conquistadores mismos, llegaron más corsarios. La primera vez que vi piratas fue en el Caribe Sur. Algunos eran según los habían pintado en Europa desde siempre; sucios y harapientos, como cualquier náufrago que va a la deriva en el mar durante mucho tiempo, sin experimentar agua dulce en el cuerpo. Además, con una pata de palo, parche en un ojo, fusil listo para ser disparado y borrachos hasta más no poder. Pero otros eran guapos, esbeltos, fornidos y hasta se vestían bien los domingos, aunque lo hicieran para aparentar una vida normal y conquistar mujeres. También había mujeres piratas muy hermosas que no se dejaban conqu is ta r, aunque les gus ta ran los hombres . E l l as s implemente rechazaban ser subordinadas. En el Caribe eran muy conocidas dos de ellas: la pirata irlandesa Grace O`Malley y la llamada Capitana Dorothy, quien dirigía un grupo de treinta y siete mujeres piratas en Yorkshire, ambas activas en las costas atlánticas del norte de América. Es una pena que las dos imitaron a los hombres en la guerra y robando para favorecer a las monarquías de sus países; de eso se trataba estar en el mar; concebido como territorio de conquista. No crean que todas actuaron igual; también hubo otras capitanas de mar que usaron otras estrategias. Eso lo sabrán más adelante aquí, en la historia de una capitana negra criolla que había escapado de Nicaragua a cargo de un grupo mixto de indígenas y africanos. Llegó a la costa caribeña de Costa Rica cuando fueron detectados por los españoles y criollos negoció con ellos en lugar de hacer la guerra. Cuando vi lo que ocurría en los mares me asusté. Además de los piratas, todo lo que llegaba era temible, la pólvora, las armas de fuego, enfermedades como la sífilis, la viruela y en particular, las ideas que traían los conquistadores acerca de los negros, los indios, y las mujeres de todas las etnias, según ellos eran seres inferiores. Tuve miedo, y por eso el Caribe Sur se convirtió en mi refugio, sin embargo, pronto los piratas también se dieron cuenta de que era el lugar ideal para esconderse y ocultar sus requisas. 40 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. El primer pirata que conocí en el Caribe Sur fue un francés, Jean Daniel Nau, conocido como “El Olonés”. Nunca supe la razón de su nombre, lo que supe es que era el terror de los mares y las costas del Caribe durante todo el siglo XVII. Nunca dirigió un ataque contra la provincia española de Costa Rica, aunque solía merodear los alrededores, asaltando puertos en Nicaragua y Panamá, implicaba que conocía los mares del Caribe Sur de Costa Rica, lugar de tránsito para él. Había sido marinero de la flota francesa, pero al cumplir su período militar al servicio de su país, se quedó en las Antillas. El propio gobernador francés de La Española le dio un barco para guerrear contra los españoles en la zona del Caribe. Ganó muchas batallas, se adueñó de muchos barcos que robó, que encal ló y que le hundieron, pero nunca pudo ser vencido por los españoles, ni por tierra ni por mar. Cuando llegó a esconderse en mi refugio, me oculté temporalmente para que no me viera. El Olonés andaba en un barco pequeño, de apenas dos pisos, armado hasta los dientes, pero sin alimentos para su tripulación. Pasé tres meses en la penumbra de mi propia oscuridad hasta que su último barco, El Olonés de los Mares, naufragó. Tuvo que internarse en las selvas por el río San Juan y de algún modo llegó al Darién en Panamá. Había desaparecido de los mares un buen día de verano y nunca más lo vi, ni supe de él, hasta que me contaron cómo, finalmente, había sido capturado por indígenas kuna de Panamá, quienes le dieron muerte por sanguinario. Muchos de esos hombres y mujeres del mar, como el caso del Olonés, habían sido marineros en los barcos oficiales que traficaban mercancías materiales y esclavizados desde África, se llevaban las riquezas de las Américas. Unos terminaban sus contratos y se quedaban en barcos robados, como Barbanegra; quien a pesar de haber terminado su contrato con la monarquía le siguió siendo fiel, robó una embarcación a los franceses y la bautizó como “La Venganza de la Reina Ana”, en honor de su reina de Gran Bretaña en esa época. Otros fueron marineros rebeldes que en determinado momento escaparon de barcos coloniales donde eran mal pagados o maltratados y se juntaron para formar sus propias expediciones, haciendo estragos en su beneficio con lo robado. Entre cañones, armas, pólvora, artefactos y embarcaciones robadas, se dedicaban a recorrer las mismas rutas para robar lo robado por los colonizadores oficiales, también para robar africanos esclavizados. 9 9 Durante la época colonial, en la zona atlántica de Panamá y Nicaragua, al igual que en Jamaica, México y Venezuela, estaban los puertos más importantes . Los piratas descansaban en la costa de Costa Rica, punto intermedio desde donde salían a merodear por las rutas de embarcaciones coloniales para requisar y adueñarse de sus cargas . Además de refugio y escondite, la zona marítima del Caribe Sur de Costa Rica, fue canal de tráfico de piratas que desembarcaron allí para llegar a Matina y penetrar tierra adentro . Pretendían arribar a la ciudad de Cartago, centro de la Corona Española localizado estratégicamente entre el Caribe y el Pacífico . 41Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Cuenta la historia que en 1666 un ejército de cientos de filibusteros, otro nombre que se les daba a los piratas, atacó Matina. El ataque fue capitaneado por tres corsarios: el holandés Eduard Mansvelt, el inglés Henry Morgan, y el bucanero francés Jean Le Maire. Yo sabía que los capitanes se aliaban por encima de las monarquías cuando se hacían la guerra, y que los juntaba la propia codicia y el abandono o la complicidad de sus reyes, tampoco me extrañó que su ejército, desembarcado en Portete hacia Matina y enfilado hacia Cartago, estuviera compuesto por ingleses, franceses, españoles, portugueses, flamencos, griegos, genoveses y hasta indios o negros. Los tres fi l ibusteros al mando se apoderaron sorpresivamente de Matina. Aunque se encontraron con una fuerza de resistencia muy desigual, conformada por campesinos casi desarmados, por alguna razón se retiraron sin siquiera haber llegado a Ujarrás, un pueblito ubicado en las afueras de Cartago. Igual de sorpresivo que ese ataque inicial resultó el repliegue. El acontecimiento se conoce como el “milagro de la Virgen de la Purísima Concepción”. A la gente de entonces le pareció algo milagroso. Yo, la luz marina antigua, cuando se trata de política no creo en milagros. Aquí parece que falta otra historia. Debió existir una negociación para que se retiraran ¡Eso no ocurrió así nomás, “porque les hubieran picado los zancudos”! ¿Qué se ha- brá negociado? La historia nos debe una mejor explicación y hay hechos desconocidos que se deben contar. ¡Umm! Hablando de historias de piratas que no han sido contadas… Una está en un l ibro escr i to por Ju l ieta Pinto en 1960, con el nombre “Tata Pinto”10 . La autora, biznieta del hombre con ese apodo, cuenta una gran verdad no reconocida lo suficiente. En Costa Rica vivió un “pirata” que tuvo puestos políticos importantes. Apuesto a que ustedes no sabían, que Costa Rica tuvo un presidente que había sido ese tipo moderno de “pirata”. A continuación les cuento para que me crean: Antonio Pinto Soares (1780-1865), alias “Tata Pinto” era un marino portugués cuando se enamoró de una tica y se quedó a vivir en Costa Rica, por ahí de 1810. No solamente se integró al ejército del país que entonces libraba guerras, sino que ocupó muchos cargos militares. 10 El libro se encuentra agotado en las librerías actualmente . 42 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. La tica que lo enganchó de las narices se llamaba María del Rosario Castro Ramírez. Se enamoró tan perdidamente que por su amada dejó el mar. Deben saber ustedes que, para un amante del mar y la marinería, dejar el océano para vivir en tierra no es tan sencillo. Debió estar muy enamorado. Y ella también, para casarse con un marinero pirata, pues un amante del mar siempre jala para el océano. Cuenta la historia que Tata Pinto se quedó en tierra con su María, dedicado al cultivo de café, a la minería y al comercio en general. Pero, por su vasta experiencia en hacer la guerra en el mar; el gobierno de Costa Rica lo reclutó en tierra para ser comandante de artillería. Jefeó la famosa Batalla de Ochomogo en 1832, fue Comandante General Interino del Estado y hasta Comandante General de Armas. Poco sabido es que fue presidente del país entre el 11 y el 27 de septiembre de 1842, durante diecisiete días. No por el poco tiempo debe negarse que fue presidente del país. Recién derrotó a Francisco Morazán y en el vacío, ocupó la presidencia hasta que una Junta de Notables nombró a quien ocuparía el cargo. Si hubo presiones y negociaciones para sacarlo solo la historia lo sabrá. Regresó a la vida civil, fue alcalde de San José varias veces y vivió el resto de sus días con su amada y la familia que habían procreado, hasta morir en 1865. Regreso a la historia de aquel extraño acontecimiento en Matina, jefeado por un ejército rejuntado de tres insignes y sanguinarios capitanes piratas que, de repente, se retiraron del codiciado avance hacia Cartago. Una década después, en 1676, ocurre la mayor invasión de filibusteros en toda la historia costarricense. Desembarcan en Matina para apoderarse de la provincia con el mismo objetivo de sus antecesores: asegurar un paso entre el Mar Caribe y el Océano Pacifico, para saquear en ambos mares. No fue sino casi ochenta años después, en 1742, que los colonizadores españoles en Costa Rica construyeron en la Costa Caribe el Fuerte San Fernando. Era una sencilla construcción de madera, ubicada en la llanura aluvial donde se había asentado el poblado de Matina, aguas arriba de la desembocadura del río del mismo nombre. Además de repeler ataques, se le reconoció en la época como el primer eslabón de control sobre contrabando de esclavos y mercancías que llegaban por vía del “Mar del Norte”, como se nombraba en esa época al Mar Caribe. Hacia el norte, en la costa de Nicaragua, tenía su sede desde 1687 el “Reino Inglés de la Mosquitia”. Desde allí, usualmente por la desembocadura del río Suerre y por Moín; entraban piratas a suelo costarricense, pero sobre todo guerreros miskitos, fieles al empeño expansionista de la monarquía de Inglaterra. Fueron ellos quienes en 1747 destruyeron el Fuerte San Fernando con la ayuda de piratas ingleses. Apenas cinco años después de construido. Este Fuerte San 43Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Fernando fue clave y se podría decir que desempeñó su papel de guardián, de cara a piratas europeos, así como de esclavizados que intentaban escapar, tuve la suerte de conocer casos interesantes. No todos los barcos fueron capitaneados por hombres. También hubo mujeres capitanas. Lo supe de boca de unos miskitos que merodeaban por la zona de Matina. Se trataba de una capitana y un marinero que desembarcaron en las costas del país, provenientes de la Isla de San Andrés. Arribaron en una simple piragua; desafiando la esclavización y desafiando los mares, un 12 de octubre de 1744, dato curioso, pues como uste- des saben el 12 de octubre es la fecha en que se conmemora la llegada de Colón a las Américas. Resulta que ese día el comandante Esteban Ruiz de Mendoza, lugarteniente de todo el valle de Matina en el Fuerte de San Fernando, alcanzó a ver dos figuras que pedían ayuda en las orillas del Río Suerre. Envió soldados a capturarles al darse cuenta de que eran dos mujeres negras criollas. Una se llamaba María Francisca, fue descrita por el capitán como la embajadora de las dos decenas que viajaban en una piragua y que habían sido esclavas de los ingleses. Explicó que la capitana de la piragua (un tipo de embarcación indígena) hablaba muy bien el español, que en ese idioma le pidió protección y que no les hiciera daño, además rogó por su libertad. María Francisca, capitana y vocera del grupo, le prometió a los soldados que a cambio de la libertad y protección, jurarían lealtad a las autoridades locales y servirían al rey y señor coreando “¡Viva España!”. Juraron destruir a los mis- kitos y no a los españoles, así como tampoco hacer daño en el Valle de Matina. Las autoridades les dieron refugio en Cartago primero y luego fueron enviados a Escazú y San José, donde vivieron en comunidad bajo estricta supervisión de la Corona. La capitana había narrado su historia a los españoles en buen castellano, explicando que el grupo había buscado a los españoles que eran buenos cristianos, y porque los ingleses los maltrataban con castigos severos. Entre las personas hubo siete niños y dos niñas pequeñas, cinco varones adultos negros y uno indígena, dos mujeres negras y cuatro mujeres indígenas. Los soldados supieron que el grupo se había escapado de la colonia inglesa de San Andrés, en las afueras de la costa nicaragüense, y que había llegado a Costa Rica gracias a un marinero de Angola con mucha experiencia, de nombre Juanima. Ambos, capitana y marinero, dirigieron el grupo hasta las costas de Matina. Otro caso que me contaron ocurrió en marzo de 1736 y fue una de las experiencias de contrabando que motivó la construcción del fuerte. Ese día un centinela en el puesto de Suerre, divisó una piragua miskita en la costa de una playa en Matina. Inmediatamente envió notificación al Capitán Juan Díaz de Herrera y Garbanzo, lugarteniente a cargo de todo el Valle de Matina. El jefe mandó la información al gobernador de Cartago para dejarle saber que iría con una escolta a la boca del río Reventazón. Al llegar allí, los soldados encontraron un grupo de cuatro hombres negros, seis indígenas, y varias mujeres, niños y niñas, que se encontraban en una isla, en la confluencia entre el 44 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Reventazón y el río Jiménez. Los españoles describieron el grupo como “Negros bien vestidos con ropas de lino y seda, armados con pistolas y escopetas, quienes construían un albergue para el grupo”. Al ser interrogados por los soldados, los hombres dijeron que hacían un resguardo para vivir allí porque en un enfrentamiento con los miskitos habían matado a cinco y para es- capar, les robaron la piragua. Aclararon que ahora se sentían seguros ahí, por lo cual estaban listos para vivir sin hacer daño a nadie, ni a los miskitos, ni a los españoles, ni a nadie. Uno de los soldados, de nombre Juan Román, hijo de un esclavo en Matina, reconoció a dos de los africanos. Nicolás, uno de ellos, era un ex esclavo que había pertenecido a José Quirós. El otro, Juan Bautista, había pertenecido a Marcos Zamora. Nicolás había llegado a Matina quince años antes con otro africano, como fugitivos de su amo, el gobernador de Portobelo en Panamá. Aunque su compañero de viaje había sido recapturado, Nicolás se había escondido de los españoles y de los miskitos durante un año en los campos de plátano del río Reventazón. Había sido capturado otra vez y llevado a Cartago, donde trabajó en haciendas. Volvió a escapar para irse con los miskitos, pero luego se arrepintió de su decisión, alejándose de los indígenas. Cuando los soldados le informaron al gobernador sobre el hallazgo del grupo, Díaz Herrera infirió que los cimarrones eran una amenaza para la esclavitud de Matina. Temiendo una contraofensiva miskita contra el grupo, la cual afectaría la zona entera, diseñó una estrategia para neutralizar la amenaza. Las autoridades tuvieron que negociar el caso con los mismos implicados, ya que uno de los dueños de los dos esclavizados, Juan Román, ya estaba muerto. Después de deliberaciones y negociaciones, el gobierno designó un lugar donde vivieran los 22 indígenas y africanos. Fueron puestos bajo la protección de la Corona y bajo la custodia del Alférez Juan Carmona, quien debía tutelar el trabajo del grupo y reportar inmediatamente si el grupo o alguno de ellos trataba de escapar. El lugar designado estaba en el Valle de Curridabat. Todo esto se los cuento para que no duden; esa zona de mar tenía un inmenso flujo de todo tipo de embarcaciones. A pesar de todo lo ocurrido por ahí era ilícito, no aparece información sobre estos hechos en los textos oficiales de la historia. No puede resultarles extraño entonces, en Cahuita, Puerto Viejo, Manzanillo y Gandoca, haya barcos hundidos y tesoros de piratas todavía no se conocen a cabalidad y para conocerlos se debe explorar. Incluso pobladores de esos lugares que nunca han visto luces en Punta Cahuita, dicen haber visto grandes cadenas en David Point en Cahuita, en frente del chino en Puerto Viejo, en Pirripli Key en Cocles y otras latitudes de las costas del Caribe Sur. “Las cadenas yo las vi con estos ojos. Por ejemplo, hace cuarenta años, frente a la casa del finado Mista David, frente al lugar dónde están los cañones, había enterrada una cadena muy larga, que llegaba de un árbol hacia la playa. Pero ya se deterioró y no existe” me contó un pescador recientemente. 45Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Cuando tenía apenas seis años, Roberto Smichael iba a bucear con su padre para atrapar langosta y desde ese tiempo se encontró con cañones, anclas, ladrillos, botellas antiguas y otras cosas de los naufragios en el mar. Me comentó que los cañones le resultaron de lo más interesante en la pesca de buceo porque “eran las cuevas de las langostas y de los pulpos.” Me explicó, además, que su papá le inculcó siempre el significado del mar, el mar no solo era mar, sino historia y cultura para cuidar y resaltar. Manifestó lástima al saber que muchas cosas se fueron extrayendo y perdiendo, pues no se valoraban. En cuanto a las muchas leyendas sobre luces de los piratas cuidando sus secretos, dijo: “Soy pescador nocturno y por eso vi y supe de las luces en la playa, pero nunca se me ocurrió que fuesen de piratas. Pensé que era gente caminando por la playa, alumbrándose. Mi papá siempre me dijo que las cosas en el fondo del mar eran de barcos de piratas que llegaron y encallaron en esos lugares. ¿Vestigios de piratas a la vista? ... Puede ser ¿Por qué no? Desde hace siglos vengo escuchando a los pobladores hablar de luces y hablar de tesoros. Les puedo decir sin lugar a dudas cuál fue uno de los primeros en hablar de eso. Fue Selles Johnson, pescador de tortugas que nació en Punta Cahuita a finales del siglo XIX. El popularizó la historia y la hipótesis más antigua que se conoce sobre los artefactos en los mares de Cahuita. Siempre lo escuché contar acerca de los hallazgos de su abuelo “Old Smith”, nombre cariñoso del fundador de Cahuita Point, William Smith. Para él los artefactos cerca de Cahuita Point pertenecían, sin lugar a dudas, a barcos piratas.11 Selles se basó, no en cuentos, sino en objetos que vieron los pescadores en el fondo del mar en la zona. Había encontrado botellas frente a David Point al norte de Punta Cahuita. Viejas y raras botellas que tenían inscripciones en español una y la otra en francés. Escuché a Selles Johnson narrar muchas veces, con lujo de detalles, lo que según él, ocurrió con los barcos piratas él decía “Estaban escondidos en Puerto Vargas, pero al dar la vuelta por Punta Cahuita, divisaron el humo de un barco inglés. Para huir de él lo más pronto posible y sin ser detectados, se acercaron tanto a la costa que naufragaron”. ¿Quién se lo había contado a William Smith? No recuerdo haber escuchado de dónde procedía ese relato, sin embargo parecían tan real, que nadie lo cuestionaba. 11 Selles se lo contó a la recuperadora de historias orales Paula Palmer en la década de los sesenta y a Cristopher Weston en 1968 . Pero ya lo había contado a mucha gente y la leyenda corrió de boca en boca entre los pobladores de Cahuita Point y del Bluff . 46 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Cris Weston Knight, buceador amateur costarr icense procedente de San José, cuando fue informado de la existencia de anclas y artefactos, los buceó con Johnson como capitán y levantó la hipótesis de que los restos en el lugar correspondían a un galeón portugués de 1723. Con su conocimiento arqueológico por su trabajo en la Isla del Coco, Cris fundamentaba su hipótesis en un sello de plata de la Corona Española, la cual, autorizaba transporte de esclavos, así como en muchas manillas o brazaletes usados para determinar el valor de los esclavos. Dijo haberlos encontrado en el fondo del arrecife en el sitio de los artefactos. Otra pobladora de la zona, Laura Wilson, vino a vivir a Cahuita cuando tenía tres años. Me contó que sus abuelas eran de origen jamaiquino y su padre nicaragüense, proveniente de la costa de Bluefields. Declaró que ella, desde pequeña, sabía de los restos de embarcaciones del Parque Nacional Cahuit: “Íbamos a la playa con los abuelos que sacaban coco, y en nuestros juegos siempre encontrábamos botellas de color verde de “One Pint”, y preguntábamos qué tipo de refresco venía en aquellas botellas, tan diferentes a las que conocíamos”. Los abuelos le expl icaron que aquellas botel las, encontradas en las playas y en el fondo del mar eran de barcos piratas. Según los abuelos, los piratas habían dejado tesoros en Cahuita, por eso en las noches todavía se veían luces en la punta, luces de los piratas que resguardaban sus tesoros dejados cientos de años atrás. “No le prestábamos atención a esas cosas que hallábamos, porque eran de hombres malos, de piratas. Aquí aun hay casas, en las cuales se dice que ocultan tesoros enterrados y por eso en ellas asustan.” Hasta el momento no se ha comprobado científicamente ninguna de las hipótesis. Ni la de los piratas de la historia oral de los pobladores de Cahuita, ni del galeón portugués presentada por buceadores empíricos con criterio arqueológico, ni mucho menos la más reciente, acerca de la posibilidad de que sean los dos galones daneses que arribaron a algún lugar del Caribe Sur en 1710. A falta de pruebas más contundentes, para la juventud buceadora emergente, que practica el buceo recreativo comunitario del Caribe Sur, las hipótesis anteriores, narradas en la historia oral de la comunidad persisten y tienen validez como cualquier otra, hasta el momento en el cual se compruebe lo contrario, dicen ellos. Aunque yo, Tona Ina, la antigua luz marina, no recuerde bien a qué tipo de barco pertenecen los artefactos, vengo hoy en este nuevo escenario a proyectar luz sobre los cañones. Hay un dato en el Sitio de los Cañones y las Anclas, también conocido popularmente como Sitio de los Galeones en el Parque Nacional Cahuita, que no se puede pasar por alto. La hipótesis sugiere que, arqueológicamente los artefactos podrían ser de barcos piratas. De acuerdo con la arqueología subacuática, cuando los cañones se encuentran juntos en un determinado lugar de naufragio son de distintos tamaños y de distinta confección, podrían pertenecer a barcos piratas. Los piratas armaban sus navíos con piezas robadas de distintas embarcaciones y distintos tipos de barcos, mientras que, los barcos de un determinado reinado tenían cañones de una sola confección y un tamaño uniforme. 47Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Claro, también pudieron haber s ido usados como lastre para equilibrar el peso de los africanos en el fondo de las embarcaciones porque no se puede obviar que los barcos esclavistas daneses fueron construidos para carga y no para la guerra. Incluso yo que he estado aquí desde todos los tiempos de pueblos originarios, conquistadores, piratas, galeones y barcos mercantiles hace ya más de 500 años, no les puedo aclarar el misterio. Me falla la memoria de los lugares exactos de cada embarcación y cada tipo de barco que vi naufragar en el Caribe Sur y no por vieja, sino porque fueron muchos. Por eso, el buceo arqueológico es tan importante. Puede ser que en el fondo del sitio arqueológico en Cahuita haya un tipo de artefacto de una determinada fecha o puede que dadas la característica de la zona haya un poco de todo. Cada vez que la juventud buceadora de la zona hace descubrimientos con el apoyo de científicos en la materia, el respaldo de las historias orales de sus antepasados, la búsqueda de información documental en internet, en libros y en archivos, a mí se me eriza la luz. Mi eterna luz marina no es magia; se nutre siempre de lo ancestral, pero lo complementa con nuevos conocimientos. Y no se da por vencida hasta dar con las verdades contenidas en el fondo del mar, porque forman parte de lo que somos, aunque no lo sepamos todavía. Díganme ustedes, si esas verdades no son uno de los grandes tesoros que nos dejaron quienes por siglos transitaron y habitaron el Caribe Sur: son las huellas contenidas en el fondo del mar; que arrojan luz sobre una de las zonas más diversas del país. Entonces las luces que ven los pobladores y pobladoras son las mismas que ve la juventud buceadora del CCBEM en la arqueología. Mi luz ancestral y la de los artefactos han ido dejando huella en el fondo del mar, para que sigamos encontrando el significado de nuestas costumbres. 12 12 Esta crónica está fundamentado en varios trabajos y libros: -Los trabajos de Marlon Ocampo Barrantes sobre las incursiones de piratas por Matina y la ruta hacia Cartago . -También en los trabajos que me narró Randal Villalta sobre Isla Uvita y otros sobre la llegada de Colón a Costa Rica en su cuarto viaje . -El libro Africans into Creoles: Slave, Ethnicity and Identity in Colonial Costa Rica (2014) de Ken Russel Lohse fuente importante documentación sobre Diego, El Negro, sobre Maria Francisca y demás relatos de presonas africanas y colonizadores de esa época posterior al arribo de los barcos daneses . -El libro de Julieta Pinto, Tata Pinto, es una novela de ficción histórica editada en el 2005 . Julieta Pinto es una escritora muy galardonada, obtuvo en 1969 el premio Nacional Aquileo J . Echeverría en novela, en 1970 y 1993 en cuento, y en 1996 le fue concedido el premio Magón . -Una entrevista de la autora de estos cuentos al pescador dirigente de ASOPESCAHUI, Roberto Smichael . -Una conversación con el estudioso del Fuerte San Fernando y su papel en Matina, Eduardo Rojas de JAPDEVA y otra con Laura Wilson sobre su procedencia y otra con Alejandro Swaby . 48 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. -3- El sonado galeón portugués en Cahuita 53Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. El sonado galeón portugués en Cahuita Soy Tona Ina, la antigua luz marina. Han escuchado y leído testimonios de lo que vi y también, de lo que me han contado acerca de las embarcaciones a las cuales pertenecieron los artefactos del Sitio Arqueológico, localizado en el Parque Nacional Cahuita frente a David Point, durante más de quinientos años en los que he habitado en estas costas. Como ya les dije, desde mediados de los 1800, la mayoría de los pobladores originarios en Cahuita consideran que tales embarcaciones eran barcos piratas. Sin embargo les ofrezco otro cuento ¡Otra hipótesis! Desde el año 2013, arqueólogos estadounidenses plantean que tales artefactos pertenecieron a dos embarcaciones esclavistas danesas: el Federicus IV y el Christianus V. De acuerdo con su hipótesis, el 2 de marzo de 1710, ambas naves traían 650 africanos y africanas esclavizadas a las Américas, que desembarcaron libres en alguna costa del Caribe Sur. Yo, Tona Ina, la luz marina, fui la luz de rescate de algunos de ellos. Perdí mi luz cuando 101 de ellos fueron capturados en Matina y devueltos a la esclavitud. Quedé silenciada y oscura durante 300 años. Pero empecé de nuevo a iluminarme cuando unos jóvenes buceadores encontraron los artefactos y desempolvaron esa historia. En verdad, la idea sustentada hoy como hipótesis arqueológica, surge de lo hallado por buceadores scuba empíricos entre 1968 y al inicio de los años setentas. Lo que vieron todos estos costarricenses en buceo scuba amateur, fue mucho más de lo que se distingue ahora, pero, muchísimos artefactos fueron extraídos, regalados o comprados para ocupar colecciones privadas. 54 María Suárez Toro. Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. Hoy en día, los artefactos hundidos allí, son el arrecife artificial del parque. Pero claro, a estas alturas del Siglo XXI, ese arrecife artificial está totalmente integrado con el arrecife natural. Se alimentaron simbióticamente en su crecimiento. Por suerte, porque los arrecifes naturales han sido el camuflaje de las piezas que se salvaron de ser extraídas en aquellos tiempos. Todo lo que permanecía oculto desde hace medio siglo, hoy es casi imperceptible: cañones, anclas, balas de cañón, botellas, teteras, esmeriles y demás, están cubiertos de algas y corales, la naturaleza se encargó de protegerlos del ojo común. Etel Alvarado, primera buceadora scuba en el Parque La primera mujer con “ojo subacuático” que buceó con tanques en esos lugares y durante los años setentas, fue Miss. Etel. Definitivamente tenía ojo arqueológico, aunque era buceadora empírica, no solo vio lo que todos veían, sino que se percató de mucho más. ¡Y me vio a mí también, a mí, la luz marina que muchos dicen ver en Punta Cahuita! Recientemente hablé con ella y cuando me presenté después de tantos años, reconoció que en esa época podía ver mi luz.13 Mi luz en Punta Cahuita la cautivó desde la primera vez que la vio. “Yo veía la maravilla de Punta Cahuita desde mi ventana en Playa Negra y por eso siempre estuve mirando por esa ventana. Una vez tuve la experiencia extraña de ver una luz brillante. De repente se iluminó el mar después de una tormenta que movió todo como lo hace una licuadora ¡Y rugía como una licuadora! Entonces pensé que podía ser un OVNI pero mucha gente de la zona ha visto luces en Punta Cahuita. Me quedé con la imagen luminosa y por ella me hice artista, pintora. Desde entonces mis obras son en su mayoría del mar del Caribe y la cultura de su gente”. Ella buceaba día y noche desde los 16 años y se enamoró del mar. “El mar tiene una danza y cuando se bucea una se da cuenta de que también tiene música. Yo la he oído muchas veces, es una música que le da ritmo al mar. Y también tiene luz, cosa que aprendí ese día”. En ese t iempo, como les decía, se veían más artefactos en el fondo del mar, hoy no, y no solamente porque muchos fueron extraídos, sino por el cambio climático, los cambios en las corrientes marinas y hasta con el impacto del terremoto de 1991. Incluso ahora Etel dice guardar la imagen de un gran pedazo de embarcación. Me lo contó así: “Un buen día de invierno, luego de dos semanas de una marejada grande y fuerte, se abrió una ventana muy clara bajo el agua; recuerdo asomarme con la máscara y ver en forma clarísima toda una costilla de un gran barco. Definitivamente era de galeón. Y lo supe sin duda porque varias veces vi allí también un gran tabique con cadenas y argollas tipo grillete, colgando, como si hubiesen amarrado gente a aquel pedazo largo y grande de madera”. 13 Entrevista de la autora de estos cuentos a las personas que cuentan las historias de buceo en Cahuita en la década de los setentas, a Etelvina Alvarado y Eduardo Fernández . 55Tona Ina. La misteriosa luz del mar en el Caribe. Crónicas. María Suárez Toro. Otros buzos empíricos como Etel llegaron a la zona a inicios de los setentas. No fueron tan observadores y artistas como ella. Ellos actuaron desde otros paradigmas. Al encontrar artefactos en el fondo del mar, se dedicaron a analizarlos, pero especialmente a sacarlos, coleccionarlos y hasta a vender a l gunos . Muchas pe r sonas de e sa gene rac ión a sumían que s i encontraban algo y no tenía dueño, automáticamente pertenecía a quien lo descubriera. Aprendieron a vivir de la extracción de artefactos en tierra y mar. Los sacaban de contexto, los vendían y coleccionaban. Otros, entendiendo el valor de objetos históricos pensaron que podían resguardarlos mejor que el Estado, hasta que hubiese un museo local el cual los exhibiera y protegiera. Lo más lamentable durante ese período fue que la población, como me dijo el pescador, al no saber el profundo valor cultural e histórico, no tuvo conciencia de su papel como protector de su patrimonio. Han pasado muchas cosas en los mares del Caribe Sur y en el mundo desde esos años. Hoy, hay más conciencia sobre el concepto de propiedad común, no obstante persiste un gran debate acerca del lugar, la responsabilidad de cuido y acerca de quiénes deben disfrutar de su usufructo responsable. Claro que, en algunos persiste la idea de quedarse con lo que encuentran, pero ese no es el debate en el Caribe Sur; sino es acerca de quiénes deben y cómo administrar un bien común. En Cahuita ese debate no tiene relación solo con el patrimonio cultural, sino con el patrimonio natural también. Eduardo Fernández, buceador scuba de la época Cuando el Parque Nacional Cahuita aún no era parque, sino simplemente el mar Caribe Sur, llegaban buzos empíricos con la intención de apropiarse el bien común;