Rev. Costo de Psic., Nos. 4-5, págs. 27-35, 1984. PSICOANALISIS y HERMENEUTlCA EN ALFRED LORENZER: La meta teoría del proceso psicoanalítico y su relación con la lógica de las ciencias sociales En la obra de Alfred Lorenzer pueden descu- brirse dos temas centrales: en el primero de ellos se desarrolla una nueva determinación metateórica del psicoanálisis, tanto en lo {eferente a su proceder técnico-terapéutico como a su metapsico- logía; el segundo tema retorna los contenidos tradicionales del psicoanálisis relativos a una teoría de la socialización para desarrollar a partir de ellos una teoría materialista de la constitución del sujeto. En las discusiones dedicadas a este segundo tema, Lorenzer se propone demostrar que en el psicoanálisis, entendido como teoría y praxis críticas, se encuentra un corpus conceptual que permite comprender la constitución de estructuras individuales dentro del contexto explicitado por Marx en su sexta tesis sobre Feuerbach: "En su realidad efectiva, el ser humano es el conjunto de las condiciones sociales". (Marx, 1888). Según Lorenzer, la reconceptualización meta teórica del psicoanálisis y su mediación con la crítica de la economía política se lograrán tan sólo si es posible: (a) fundamentar el proceso cognoscitivo y terapéutico del psicoanálisis como una hermenéu- tica profunda crítico-materialista, (b) demostrar que el objeto del psicoanálisis trasciende la esfera del lenguaje y que él se cristaliza como formas de interacción objetivamente determinadas y (c) pre- cisar el lugar que ocupa el proceso de constitución de la subjetividad dentro de 12 dialéctica práctica entre naturaleza interna y externa. Además de elaborar críticamente la tradicional discusión sobre la naturaleza científica del psicoa- nálisis (Hartmann, 1964), la controversia sobre la relación entre psicoanálisis, marxismo y ciencias sociales, tanto la realizada por los freudomarxistas (Gente, 1970) como la que fuese reactualizada por la escuela de Frankfurt (Adorno, 1955), y la filosofía de las formas simbólicas de Cassirer y Langer, las argumentaciones teóricas de Lorenzer se basan en una recepción interpretativa de mode- Henning Jensen P. los linguísticos analíticos (Wittgenstein-Winch) y hermenéuticos (Gadamer-Apel). Recientemente, Lorenzer también ha publicado una interesante crítica a la religión (1981), mientras que en la actualidad se dedica a una reconstrucción crítica de la historia del psicoanálisis (1984). Dentro de los límites del presente artículo, no será posible abordar la pregunta acerca de la validez de las interpretaciones o críticas que Lorenzer hace de otros modelos teóricos. Aquí se tratará primordialmente el problema de la com- prensión (V erstehen) en psicoanálisis y ciencias sociales. El historicismo y el neokantismo plantearon un dualismo metodológico para las ciencias naturales (Naturwissenschaften) y las ciencias de la cultura (Geisteswissenschaften), en el cual se establecía una antítesis entre explicación y comprensión. El ingreso de esta discusión a la reflexión metodoló- gica de las ciencias sociales, el cual se llevó a cabo a través de la recepción de modelos fenomenoló- gicos, linguistico-analíticos y hermenénticos, pro- vocó en el seno de estas ciencias una intensa controversia que ahora, sin embargo, puede consi- derarse concluida. Mientras la teoría analítica de la ciencia abrazaba el ideal de la ciencia unitaria desarrollado por el empirismo lógico, los teóricos de la comprensión reclamaban un estatuto especial para las ciencias sociales, basado. en la naturaleza particular de la experiencia comunicativa. Estos teóricos se referían primordialmente a Abel (1948), quien definió la operación del comprender como la aplicación de una regla conductual que tiene la forma de enunciados universales, pero cuya validez se deriva de la autoobservación. El acto de Verstehen responderz'a a una capacidad empática natural en que se aplicarz'a una generalización basada en la experiencia personal. Sin embargo, como lo ha indicado Habermas (1967, p. 142 y sigs.), la aplicación de reglas de conducta para la 28 REVISTA COSTARRICENSE DE PSICOLOGIA comprensión de la acción social individual encon- traría las posibilidades de su validez sólo en situaciones triviales. Si se tratase de acciones sociales que dependiesen, por ejemplo, de valores trasmitidos por la tradición o normas institucio- nales, tales patrones culturales o principios sociales tendrían que ser aprehendidos descriptivamente, pues ellos no pertenecen a la clase de reglas asequibles por vía de la simple introspección, sino que deben ser apropiados a través de la compren- sión hermenéutica del sentido. Winch escogió un camino diferente al reducir la ciencia social al análisis del lenguaje: "Si las relaciones sociales entre los hombres solo existen en sus ideas, y a través de ellas, es lógico entonces que, siendo las relaciones entre las ideas de tipo interno, también las relaciones sociales deban ser una especie de relación interna". (1958, p. 114). La perspectiva que sostiene Winch para las ciencias sociales, y para hacerlo se apoya en Wittgenstein, no subraya tan solo la necesidad de descubrir la estructura gramatical del lenguaje, sino el propio contexto empírico que ella representa. Las estruc- turas gramaticales del lenguaje constituyen ya de por sí también una comunicación vivida, la cual se lleva a cabo en contextos sociales. De ahí la vinculante consecuencia de postular una estrecha relación entre juego lingüístico y forma de vida. La sociología comprensiva de Winch refleja así un principio que ya había enunciado Marx: "El lenguaje es la conciencia práctica real, también existente para otros hombres, y solo a partir de entonces también existente para mí, y el lenguaje surge, como la conciencia, solo de la necesidad de relación con otros hombres (mi relación con mi entorno es mi conciencia)" (Marx, 1846, p. 30). Pero al contrario de Marx, quien sugiere en este contexto una perspectiva genética, Winch favorece una derivación lógica que a la postre solo podrá fundamentar la validez intersubjetiva de reglas lingüísticas, de tal manera que la misma relación entre lenguaje y vida, que él ciertamente tematiza, permanece irresuelta. Winch aprehende, por lo demás, la regularidad empírica del sentido inter- subjetivamente válido, lo cual abandona la sociolo- gía a la misma estructura lógica de las ciencias naturales. A estos dos modelos se acoge Lorenzer (1970) para discutir las formas iniciales de la operación psicoanalítica: la comprensión lógica (logisches Verstehen) y revivencia (Nacherleben). Ya que el estudio de este autor presupone un detallado conocimiento de la técnica psicoanalítica, ante- pondré a la discusión de sus postulados metateó- ricos un breve bosquejo del proceso terapéutico psicoanalítico. La situación psicoanalítica resultó de la conser- vación del encuadre terapéutico que Freud utili- zaba en el tratamiento hipnótico, pero abandonó esta técnica y todo tipo de intervención sugestiva, y desarrolló como nueva vía de acceso a los contenidos inconscientes del paciente la produc- ción de asociaciones libres. Dentro de este encua- dre, el psicoanalista toma asiento fuera del campo visual del paciente, mientras que éste yace sobre el diván y expone las ideas que surgen en su mente. El diálogo se desarrolla así para el paciente sin la influencia correctiva o retroalimentadora del con- tacto visual con el analista. Freud añadió una condición ulterior, a saber: el paciente ha de obtener la menor cantidad posible de información sobre la persona del analista. Esta perscripción ha recibido el nombre de regla de la abstinencia. En esta situación, el analizando no se encuentra (idealmente) expuesto a determinantes externos, lo cual provoca la necesidad de conformar la relación a partir de sus propias disposiciones conductuales, elaborativas y de vivencia interna. La situación analítica favorece así la expresión relativamente libre de estas disposiciones. De esta manera, el paciente puede nuevamente actualizar las disposiciones vivenciales (neurosis infantil) en la relación con el analista, pero con modalidades que corresponden a la forma en que esas disposi- ciones se han sedimentado en la personalidad adulta (neurosis actual, neurosis de transferencia). La situación analítica adquiere su posibilidad terapéutica del desarrollo de tales transferencias, pero sobre todo del hecho de que ellas se tornan vivenciables y comprensibles para el paciente. Estas transferencias se convierten en el centro de todo el proceso terapéutico del psicoanálisis y ellas han de considerarse como reediciones simples o complejas reelaboraciones de formas anteriores de relación objetal. Ya que el analista se obtiene de trasmitir prescripciones, prohibiciones, consejos u opiniones personales, las experiencias transferen- ciales pueden manifestarse continuamente, pero también ser rechazadas, reprimidas o mantenidas por el paciente, de tal manera que el analista las señalará e interpretará para que pueda clarificarse su naturaleza y luego disolverse a través de la labor interpretativa (traslaboración). Las reacciones transferenciales, las cuales pueden adoptar la for- ma de sentimientos positivos, negativos o ambiva- lentes hacia el analista, logran su desarrollo pleno JENSEN: Psicoanálisis y hermenéutica en Alfred Lorenzer... en la neurosis de transferencia. El analista y toda la situación analítica se convierten así en tema central de los intereses del paciente, de sus sentimientos, conflictos, deseos y temores. El que la neurosis de transferencia no sea una reacción fugaz e inestable, se debe a la compulsión a repetir propia del trastorno neurótico. Contra las inten- ciones terapéuticas se activan procesos de resisten- cia, los cuales pueden adquirir muy diferentes formas, así como por ejemplo la actuación, o sea, el vivir en la acción los contenidos transferenciales, en lugar de interpretados, elaborados y disolvedos; o la forma de mecanismos de defensa que impiden el doloroso proceso del autoconocimiento. La regla de la abstinencia le prescribe además al analista privar al paciente de satisfacciones sustitu- tas, o sea, negarle la satisfacción inmediata de sus deseos neuróticos, a la vez que debe evitarse la adopción de un comportamiento que corresponda a las expectativas o a los temores transferencial- mente condicionados. La abstinencia es así una de las medidas para provocar la presión del sufri- miento en el paciente, la cual se convierte en la principal fuente de motivación para el cambio terapéutico. A la abstinencia del analista corres- ponde en el paciente la regla fundamental del psicoanálisis: la asociación libre. Además de la interpretación de sueños y actos fallidos, el más importante acceso al inconsciente lo constituye la elucidación interpretativa de los determinantes que fundamentan, impiden o controlan el proceso de libre asociación. Las intervenciones verbales del terapeuta (interpretación) mantienen el proceso analítico y provocan la comprensión de los deter- minantes inconscientes de los síntomas neuróticos dentro y fuera de la situación terapéutica, a la vez que revelan su origen biográfico. Después de mencionar los conceptos centrales del proceso psicoanalítico, podemos retomar la discusión de Alfred Lorenzer sobre las modalida- des de la comprensión psicoanalítica. La autobiografía representaba para Dilthey el modelo prototípico en que podían explicitarse los logros de la comprensión, pues en ella se da una relación de identidad entre intérprete y autor. La comprensión se dirige hacia el sentido de expre- siones verbales, acciones y vivencias, a la vez que en la interpretación del pasado se asegura la unidad del yo en el núcleo de la multiplicidad de experiencias. Estas tres manifestaciones se condi- cionan mutuamente, de manera tal que encuentran una integración práctico-vital. Habermas utiliza el concepto de juego del lenguaje, adoptado de 29 Wittgenstein, para referirse a esta imbricación: "La gramática de juegos del lenguaje, en el sentido de una praxis vital completa, regula no solo la conexión de símbolos, sino al mismo tiempo la interpretación de símbolos lingüísticos por accio- nes y expresiones". (1968, p. 212). La biografía se construye en dos dimensiones: en el tiempo y al nivel de la intersubjetividad, a saber, en la comuni- cación con otros sujetos. La operación hermenéu- tica incide en esta trama cuando surge una dificultad en la aprehensión del sentido de mani- festaciones vitales o un trastorno en el consenso de la comunicación intersubjetiva. Para Habermas, a la hermenéutica le es así intrínsico un interés cognoscitivo práctico; es decir, su intención es garantizar la intersubjetividad de la comunicación. Sin embargo, mientras que Dilthey partía de una transparencia positiva de la historia vital, en psicoanálisis se postula, por el contrario, su desfi- guración sistemática. Si bien Freud estableció una analog ía entre el psicoanalista y el intérprete de textos, en la neurosis se trata de una comunicación fracturada en que el sentido de manifestaciones vitales se encuentra oculto ante el propio autor. Estas desfiguraciones no son accidentales; para el psicoanálisis tienen más bien una significación sistemática, pero se trata de un sentido que en virtud de la represión ha sido excluido de la comunicación pública. En el sueño, los contenidos inconscientes acceden a los símbolos públicos, pero su lenguaje es privado. Lo mismo sucede con los síntomas: la comunicación del sujeto hablante y actuante consigo mismo está interrumpida. El psicoanálisis señala así, junto con la crítica de la ideología, los límites de la comprensión hermenéu- tica (cL Habernas, 1970). Su tarea es entonces descifrar el sentido oculto del lenguaje privado mediante una reconstrucción del proceso que condujo a su excomunicación de la trama intersub- jetiva. Objetivo del psicoanálisis es llevar a la conciencia el proceso de constitución del sujeto: como práctica de la autorreflexión, se convierte a la vez en teoría crítica de la subjetividad. Lorenzer indaga la operación psicoanalítica desde la perspectiva de un análisis lingüístico. La reinterpretación de la historia casuística del peque- ño Hans (Freud, 1909), le permite conceptualizar el proceso de defensa y represión como un fenómeno de desimbolización ligado a la forma- ción de un síntoma. En el intento de resolución del conflicto neurótico, el sujeto excluye de la comunicación pública la experiencia de la relación objetal conflictiva y la hace así también inasequi- 30 REVISTA COSTARRICENSE DE PSICOLOGIA ble al propio yo, disocia el componente conflictivo del representante de objeto y desimboliza el significado de la persona primaria. En el espacio semántica se produce un vacío y el lugar del contenido simbólico disociado es ocupado por un símbolo inofensivo. El símbolo adquiere un signifi- cado lingüístico privado cuya aplicación no obe- dece a las reglas del lenguaje público. La interpretación lingüística del proceso de represión concuerda con la tesis de Freud según la cual los representantes conscientes de objeto se componen de representantes de cosa y represen- tantes de palabra. El sistema inconsciente contiene únicamente representantes de cosa, mientras que el sistema preconscjente surge gracias a su vincula- ción con representantes de palabra. La represión es concebida por Freud como un proceso que le niega a los representantes de cosa su traducción a la palabra; o sea, como un proceso que impide precisamente su resimbolización: la idea no apre- hendida por el lenguaje permanece reprimida en el inconsciente (cf. Freud, 1913). A estos contenidos desimbolizados les otorga Lorenzer el nombre de clisés. Los clisés tienen las siguientes características: (a) cumplen las mismas funciones dinámicas que los símbolos y pueden ser investidos de energía pulsional, (b) surgen a partir de la disociación de figuras simbólicas y pueden ser transformados nuevamente en símbolos, (c) preci- san de una disposición escénica para su desencade- namiento, (d) carecen de la distinción entre "objeto" y "símbolo", (e) las descargas pulsionales que ellos integran están estrictamente determina- das (compulsión a repetir) y (0 presentan una rigidez e irreversibilidad tales que impiden la adaptación flexible (Lorenzer, 1970, p. 114 Y sigs.). El modelo de la excomunicación señala enton- ces la presencia sistemática de una barrera que obstaculiza la operación hermenéutica. El punto de partida de la discusión de Lorenzer lo consti- tuye así la pregunta acerca de cómo obtiene el psicoanalista un conocimiento confiable de lo psíquico ajeno. Las características superficiales de la situación analítica sugieren que el objeto de la labor interpretativa no es la conducta objetiva del paciente, pues para ello es el encuadre de la terapia totalmente inadecuado (el analista puede a lo sumo observar ciertos gestos y posturas); por otro lado, las reglas analíticas le imponen al terapeuta abstenerse de recurrir a fuentes externas de infor- mación que podrían certificar la confiabilidad del discurso del paciente. El texto analítico no está configurado, por lo tanto, a la manera de los datos a que se dirigen las ciencias naturales, sino por estructuras lingüísticas. La aproximación compren- siva al sentido de lo que comunica el paciente se logra, en un primer momento, a través de un acto formal en que asegura la coincidencia idiomática entre analista y analizando. El enunciado que pronuncia el paciente, como representación de hechos posibles, constituye a la vez un posible enunciado del analista. El fundamento operativo del psicoanálisis no es entonces la aprehensión de lo fáctico ni la correspondencia de significaciones, pues esto es todavía lo incierto, constituye precisa- mente lo desconocido (cf. Lorenzer, 1970, p. 101). La comprensión lógica indaga solamente la correspondencia estructural del lenguaje comparti- do. En el enunciado: "hoy me siento triste", está contenida la posibilidad de una verdad fáctica, pero también es posible que el paciente esté simulando. La comprensión lógica aprehende solo el nivel estructural del texto analítico y es, por lo tanto, insuficiente para indagar las posibilidades semánticas del discurso del paciente más allá de la comunidad lingüística. Ya que en psicoanálisis se deja en suspenso la pregunta acerca de la corres- pondencia entre el discurso y los hechos, su objeto adquiere inicialmente la forma de un sistema dependiente de estructuras lingüísticas. Sin embar- go, refiriéndose al Wittgenstein del Tractatus (1981), Lorenzer afirma que la intersubjetividad lingüística remite a la intersubjetividad de la experiencia en el mundo. La comprensión lógica, al develar la gramática de juegos de lenguaje, descubre la estructura formal de la experiencia y su conexión con formas de vida, pero también las condiciones de posibilidad y los límites de la interpretación: la gramática es una forma de vida, pero a la vez define las fronteras del horizonte de la experiencia. Aunque Lorenzer (1974) favorece la utilización del concepto de juego de lenguaje en el psicoanálisis, se apropia también de la crítica a Wittgenstein formulada por Habermas: "A pesar de la renuncia a un lenguaje ideal, el concepto de juego de lenguaje permanece ligado al modelo de los lenguajes formalizados... La significación múlti- ple del lenguaje ordinario y la inexactitud de sus reglas es (para Wittgenstein, H.J.) una apariencia; todo juego de lenguaje obedece a un orden perfecto... (pero) solo los lenguajes independientes del diálogo tienen un orden perfecto. Los lenguajes ordinarios son imperfectos y no garantizan la claridad. Es por ello que la intersubjetividad de la comunicación basada en el lenguaje ordinario está JENSEN: Psicoanálisis y hermenéutica en Alfred Lorenzer... siempre fracturada..." {Babermas, 1967, p. 259 Y sig.). El modelo de la excomunicación de Lorenzer ha derivado Habermas (1970) importantes conse- cuencias para una crítica de la pretensión de universalidad de la hermenéutica filosófica. La esfera de aplicación de la hermenéutica se define dentro de los límites de la comunicación "nor- mal". Habermas afirma empero que la conciencia hermenéutica es insuficiente en el caso de una comunicación sistemáticamente desfigurada. Si de- mostramos que al modelo de la comunicación escindida está también sometido el discurso "nor- mal" y que así se crearía la apariencia de un falso consenso, estaríamos ante el fenómeno de un entendimiento pseudocomunicativo que no permi- tiría penetrar críticamentc el sistema de la inter- subjetividad disociada. Tal demostración se debe a Freud: en el análisis de la psicopatología de la vida cotidiana, de los trastornos neuróticos y de las enfermedades psicosomáticas descubrió una esfera de manifestaciones vitales específicamente equívo- cas y agotó así una experiencia crítica que, en sus escritos culturales, le permitió develar la pseudo- normalidad de sistemas sociales: "La experiencia hermenéutica profunda nos enseña que en el dogmatismo del contexto de la tradición no solo se impone la objetividad del lenguaje en sí, sino la represividad de condiciones de poder social que deforma la intersubjetividad del diálogo como tal y desfigura sistemáticamente la comunicación en el lenguaje ordinario. Es por ello que el consenso en que termina la comprensión del sentido se encuen- tra bajo la sospecha de haber sido forzado pseu- docomunicativamente..." (Habermas, 1970, p. 296). Ya Wellmer había señalado que "... la pretensión universal de la proposición hermenéu- tica sólo puede mantenerse si se parte de que el contexto de la tradición, como ubicación de la verdad posible y del fáctico ser-razonable, también es, a un tiempo, la ubicación de la falsedad fáctica y de la violencia permanente..." (1969, p. 52). Aunque en realidad no es esa la posición de Lorenzer, su concepto de comprensión lógica parece sugerir que el psicoanalista puede y necesita adoptar inicialmente una actitud objetivante ante los enunciados lingüísticos del paciente. Aquí se plantea la pregunta de si tal actitud es del todo posible en la aprehensión del sentido en la expe- riencia comunicativa, pues la comprensión de un enunciado simbólico exige la participación en un proceso de entendimiento cooperativo, o sea, una actitud performativa (1). 31 H. Skjervheim (1959) fue el primero en formu- lar las consecuencias metodológicas del problema de la comprensión para la lógica de las ciencias sociales. Hecho que ha sido olvidado en virtud de la gran influencia de la obra de Winch (op. cit.) y que ha recordado recientemente Habermas (1981). Skjervheim describe las diferencias entre actitud objetivante y performativa de la siguiente manera: "Podemos tratar las palabras que expresa el otro como meros sonidos o, si comprendemos un significado, podemos tratarlas como hechos, regis- trando el hecho de que la persona dice lo que dice; o podemos tratar lo que dice como una pretensión de conocimiento, y en tal caso no estamos interesados en lo que dice como mero hecho de su biografía, sino como algo que puede ser verdadero o falso. En los dos primeros casos, el otro es un objeto para mí, aunque de maneras diferentes, mientras que en el último es un sujeto que me interesa en cuanto que está en situación de igualdad ante mí y en tanto ambos estamos interesados en nuestro mundo común". (cit. en Habermas,op. cit., p. 165 Y sig.). De la posición de Skjervheim, Habermas extrae la consecuencia de que la participación en procesos comunicativos, tal y como en ellos se constituye el objeto de las ciencias sociales, no le permite al científico social la opción de considerar las expresiones de alter como datos puros e incualificados: "Al adjudicarle a los actores esta capacidad (de crítica recíproca, H.J.), perdemos como observadores nuestra posi- ción privilegiada ante la esfera objetual. No tene- mos ya la alternativa de darle a una secuencia interaccional observada una interpretación descrip- tiva o racional. Al suscribirle a los actores la misma capacidad de juicio que asumimos como intérpre- tes de sus expresiones abandonamos una inmuni- dad hasta entonces metodológicamente certificada. Nos vemos obligados a participar con una actitud performativa... en el proceso de entendinliento que deseamos describir. Así exponemos nuestra inter- pretación, en principio, a la misma crítica a que deben exponer sus interpretaciones los sujetos que actúan comunicativamente. Ello significa empero que a este nivel la diferenciación entre interpreta- ción descriptiva y racional carece de sentido". (Habermas,op. cit., p. 173 Y sig.). Lorenzer parte de la concepción fundamental de que los "datos" del psicoanálisis proviene de una realidad simbólicamente preestructurada. El psicoanálisis es definido por él como una opera- ción que debe trascender los límites del análisis lingüístico para aprehender y transformar las 32 REVISTA COSTARRICENSE DE PSICOLOGIA estructuras de la praxis vital. Es por ello que Lorenzer exige su conceptualización como una ciencia hermenéutica cuya teoría sea el sistema comprendido de los esbozos subjetivamente apro- piados de interacciones sociales, y formula así la experiencia límite de la interpretación hermenéu- tica: si todo consenso logrado interpretativamente despierta la sospecha de deberse a un acto pseudo- comunicativo, como lo expresara Habermas, en- tonces el psicoanálisis debe descubrir al contexto real de la desfiguración de la praxis vital. La posibilidad terapéutica del psicoanálisis no se basa, sin embargo, en un acto de descubrimiento racio- nal, en el registro de la trama objetiva de la destrucción de la subjetividad, sino en la disolu- ción práctica de las objetivaciones del paciente y en la reversión del proceso socializador en que han surgido. El psicoanálisis es para Lorenzer entonces una ciencia hermenéutica crz'tica cuyo potencial transformador de lo fáctico se actualiza en el despliegue sistemático de un discurso emancipa- torio (sin ignorar Lorenzer, por ello, que el psicoanálisis puede ser sometido a un proceso de ideologización secundaria como técnica de adapta- ción). En concordancia con lo expuesto en relación con Skjervheim y Habermas, Lorenzer sostiene que la aprehensión del sentido de las expresiones del sujeto (paciente) solo puede lograrse, más allá de los sustratos lingüísticos estructurales, mediante la participación virtual en los contextos de acción de que dependen los contenidos semánticos. La com- prensión psicológica o revivencia (Nacherleben) constituye para Lorenzer el primer modelo de participación vitual en la práctica vital del pacien- te, pero a ella la atribuye la misma estructura lógica que a la modalidad preliminar de la com- prensión, así como también semejantes limitacio- nes: "oo. lo reprimido en las comunicaciones no puede aprehenderse por medio de una compren- sión que se base en la comunidad de analista y analizando; o, dicho de otro modo, como también en este caso el terreno firme de la comprensión segura es la comunidad del "haberse comprendi- do", las fronteras entre este ámbito y el incons- ciente están herméticamente cerradas". (1970, p. 104). Tanto la comprensión lógica como la revivencia solo pueden certificar los alcances de una inteli- gencia previa y los límites de un terreno en qu~ se prepara la tarea psicoanalítica propiamente dicha: la comprensión escénica (szenisches Verstehen). Lorenzer sitúa la discusión de la comprensión escénica inicialmente dentro del contexto de un modelo dramatúrgico de la acción social. Este modelo se encuentra asociado en sociología a las obras de Goffman (1969) y Harré (1979). El modelo dramatúrgico comprende la interacción social "como un encuentro en que los partici- pantes constituyen para sí un público en que se representan algo recíprocamente" (Habermas, 1981, p. 136). En sus figuras discursivas y repre- sentaciones dramáticas, el actor realiza una acción frente a su propio mundo subjetivo, el cual es "la totalidad de vivencias subjetivas a las que el actor tiene un acceso privilegiado" (Habermas, op. cit., p. 137). El mundo subjetivo es representado por enunciados vivenciales verazmente expresados y su estructura lógica está solo en relación de analogía con la existencia de hechos del mundo objetivo, al cual no puede ser asimilado. Al mundo subjetivo pertenecen estrictamente, según Habermas, solo deseos y sentimientos, pues aunque cogniciones, opiniones e intenciones representan también rela- ciones internas, ellas son en verdad relativas al mundo objetivo. Opiniones e intenciones son consideradas subjetivas en el momento en que pierden su relación con hechos previamente exis- tentes o posteriormente producidos en el mundo objetivo. En la acción dramática, el actor se comporta ante el mundo con una actitud normati- vamente conforme, aunque también es posible el caso de una producción manipuladora de falsas impresiones. En el modelo dramatúrgico, "ellen- guaje es presupuesto como medio de la autoesceni- ficación; la significación cognoscitiva de los com- ponentes proposicionales y la significación inter- personal de los componentes ilocutorios (2) son desvalorizados a favor de sus funciones expresivas. El lenguaje es asimilado a formas de expresión estilísticas o estéticas". (2) son desvalorizados a favor de sus funciones expresivas. El lenguaje es asimilado a formas de expresión estilísticas o estéticas". (Habermas, op. cit., p. 142). A Lorenzer le interesa explicitar la comprensión escénica como aquella que se dirige a la aprehen- sión de nexos de sentido en la interacción de los sujetos con su mundo circundante y compatido. Pero al contrario de aquellos modelos de la acción social que en su conceptualización del lenguaje acentúan unilateralmente la provocación de efec- tos perlocutorios (modelo teleológico), la produc- ción de un entendimiento consensual (modelo normativo) o la autoescenificación de experiencias vivenciales (modelo drarnatúrgico), Lorenzer vin- JENSEN: Psicoanálisis y hermenéutica en Alfred Lorenzer... cula la comprensión escénica a nexos de sentido que responden a la legalidad de reglas de interac- ción, pero esta legalidad es comprendida como un caso límite de la acción comunicativa que ha devenido históricamente y hacia cuya disolución apunta la referencia autorreflexiva del sujeto en el proceso del diálogo psicoanalítico. La conceptuali- zación del lenguaje en Lorenzer responde a aquel sentido más amplio que le otorga la pragmática, a saber; el medio en que los sujetos, a partir del horizonte de su mundo de vida preinterpretado, hacen referencia simultáneamente al mundo objeti- vo, subjetivo y social de manera reflexiva. Pero para aplicar esta conceptualización al caso específi- co del psicoanálisis, Lorenzer debe demostrar pre- viamente la articulación entre figuras lingüísticas y praxis vital. La comprensión escénica es para Lorenzer el logro particular de una hermenéutica mate- rialista cuyo objeto propio son formas deter- minadas de interacción (Lorenzer, 1973). El desa- rrollo infantil transcurre desde un inicio como introducción práctica en estas formas de interac- ción, las cuales se configuran (primero inconscien- temente) en un proceso de advenimiento entre la naturaleza del niño y la praxis materna. Cuando el niño dispone ya de un repertorio de formas de interacción interconexas, acontece la introducción del lenguaje dentro del proceso de constitución de la consciencia. La adquisición del lenguaje es pues predicación de las formas de interacción. Tanto las formas de interacción como el acto de predicación responden a procesos sociales objetivos. Esto significa que en su relación con el niño, la madre, en tanto que objeto primordial, se encuentra dentro de un ámbito mediado por el lenguaje, de tal manera que las formas de interacción en que introduce al niño están ya previamente reguladas simbólicamente. Las condiciones sociales existen- tes conducen empero a una praxis deformada y así a un advenimiento sobre formas fracturadas de interacción. Este tipo de advenimiento encuentra su culminación personal en el conflicto neurótico. En él, como ya se ha dicho, el proceso de predicación es retrogresivamente anulado: las for- mas de interacción conflictivas son reprimidas (desimbolizadas) y, por lo tanto, no son aprehensi- bles lingüísticamente. Lorenzer postula entonces que las formas de interacción desimbolizadas se hacen asequibles a la comprensión escénica en virtud de la compulsión a repetir que domina al conflicto neurótico y que conduce a su reactuali- zación en la neurosis de transferencia. Esto con- 33 vierte al psicoanalista en partícipe virtual del drama escénico del paciente. Por otra parte, de la regresión contratransferencial resulta la posibilidad de una identificación comprensiva con el paciente y la concomitante posibilidad de introducir nueva- mente las formas de interacción excomunicadas en el universo lingüístico. En otras palabras, la tarea del psicoanálisis es la nominación: más precisa- mente, la resimbolización. El acceso a la cons- ciencia es así la restitución del juego de lenguaje escindido y la posibilitación de la capacidad autorreflexiva, la cual aparece entonces como resultado de la operacion psicoanalítica y no como su prerrequisito, al contrario de lo afirmado por Habermas (1968). En la comprensión escénica se revela la particu- laridad de la hermenéutica psicoanalítica. Su obje- tivo es la elucidación de expresiones sintomáticas. En este proceso de elucidación, el analista estable- ce una relación entre la escena infantil original y escenas análogas de la situación transferencial, lo cual le permite construir lentamente un léxico de las significaciones privadas del lenguaje del pacien- te. El psicoanálisis trasciende, sin embargo, la tradicional intelección hermenéutica del sentido al afirmar que ella solo es posible mediante una complementación histórica peculiar, o sea, la reconstrucci6n de fas condiciones de la génesis del sinsentido. Así pues, en el proceder psicoanalítico se recapitula el proceso de constitución y deforma- ción del sujeto con miras a la destrucción de los estereotipos legales que dominan su praxis vital. En psicoanálisis, el conocimiento es posible solo como transformación del objeto del conocimiento. Lorenzer recobra así una exigencia planteada a la pragmática formal, o sea la necesidad de explicitar los mecanismos de los patrones comunicativos patológicos, así como también la necesidad de reconstruir las condiciones ontogenéticas de la competencia comunicativa. En la obra de Lorenzer se expresa en este aspecto una innovación concep- tual, mas no una innovación referente a la cosa misma. Una consecuente lectura de Freud revela ya que el psicoanalista dispone de una idea anticipada de la comunicación no desfigurada, a la vez que deriva la desfiguración de la confusión de dos diferentes niveles de organización lingüística (símbolo y clisé) y se explica el surgimiento de la deformación lingüística (de la praxis vital) con el apoyo de una teoría de la socialización. El psicoanálisis logra con ello transformar la com- prensión hermenéutica en una crítica que vincula su pretensión de validez al discurso práctico de los 34 REVISTA COSTARRICENSE DE PSICOLOGIA afectados por el proceso de deformación social. La hermenéutica crítico-profunda del psicoanálisis, en la medida en que su interés está dirigido al descubiimiento de los principios regulativos del discurso racional y la emencipación de dependen- cias dogmáticas, encuentra en el consenso social y sus legitimaciones los residuos de condiciones de violencia incorporadas a la comunicación sistemáti- camente desfigurada. NOTAS (1) En la teoría del lenguaje de Austin, una expresión se denomina performativa si describe una determinada acción de su locutor y si, a la vez, su enunciación es equivalente al complimiento de esa acción. El caso típico lo son aquellas expresiones que comienzan con "Te prometo que...". Al hacer este tipo de expresiones, el sujeto hablante cumple con la accion de prometer. En la epistemología de las ciencias sociales, muchos autores afirman que un conocimien- to social válido no puede basarse en enunciados constativos, a saber: en aquellos cuya naturaleza es solamente descriptiva. Los datos de las ciencias sociales no son datos puros e incualificados, sino datos que están estructurados por la totalidad social a que ellos pertenecen, así como también a ella pertenece el mismo proceso de investigación. Las ciencias sociales son un momento del contexto social que ellas someten a análisis. Al hablar entonces de una actitud perfomativa se quiere decir que el conocimiento social sólo es verdaderamente posible si el cient ífico se concibe como parte de los procesos globales en que él mismo participa activamente. (2) En su teoría de los actos de habla, Austin distinguió tres actos que se realizan simultáneamente en Cual- quier expresión: actos locutorios en que se articulan y combinan sonidos; actos ilocutorios en que la expresión constituye ya de por sí un determinado acto ("Te prometo que..."); y actos perlocutorios que sirven a determinados fines. BIBLIOGRAFIA ABEL, Th. (1948): The Operation called Verste- heno American Journal of Sociology, 53,211 Y sigs. Reimpreso en: F. R. Dallmayr y Th. A. McCarthy (Eds.): Understanding and Social Inquiry. Notre Dame: Univ. Press, 1977. ADORNO, Th. W. (1955): Zum Verhiiltnis von Soziologie und Paychologie. En: Th. W. Ador- no: Aufsdtze zur Gesellschaftstheorie und Me- thodologie. Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1970, 7-54. FREUD, S. 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