PORTADA UNIVERSIDAD DE COSTA RICA SISTEMA DE ESTUDIOS DE POSGRADO PALEOVEGETACIÓN Y SU RELACIÓN CON LAS SOCIEDADES PREHISPÁNICAS DEL 300 N.E AL 1200/1300 N.E. SEGÚN LA SECUENCIA OCUPACIONAL DEL MONTÍCULO 01, NUEVO CORINTO (L-72-NC) Tesis sometida a la consideración de la Comisión del Programa de Estudios de Posgrado de Antropología para optar al grado y título de Maestría Académica en Antropología MARÍA LÓPEZ ROJAS Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica 2019 DEDICATORIA A mi familia, que me enseñó a dar pasos grandes. ii AGRADECIMIENTOS Agradezco a la Familia Rojas Alvarado por incentivar las investigaciones arqueológicas en Nuevo Corinto. Al igual que al proyecto de investigación Nuevo Corinto, con especial agradecimientos a los miembros del comité de esta tesis: Dra. Silvia Salgado González, Dra. Guaria Cárdenes Sandí y Dra. Patricia Fernández Esquivel, quienes dedicaron parte de su valioso tiempo para enriquecer la investigación. Asimismo, gracias a los demás investigadores y estudiantes (tesiarios y de las escuelas de campo) del proyecto de investigación Nuevo Corinto por el arduo trabajo para reconstruir la ocupación prehispánica en el sitio arqueológico. También agradezco a mis compañeros y profesores del Posgrado en Antropología, quienes de una u otra manera aportaron su granito de arena para el éxito de esta investigación. Especial agradecimiento a MSc. Kendra Gamboa por sus comentarios respecto a la secuencia de ocupación en M-01, a Licda. Guiselle Mora y Dra. Ruth Dickau por su asesoría sobre análisis de fitolitos, a Laura Corrales y Josebec Ureña por la recolección de las muestras de suelos, a Andrea Alpízar por su colaboración en el procesamiento de pruebas con el microondas de digestión, a MSc. Cecilia Cordero por sus comentarios para la investigación, a Carolina Chinchilla, Laura Rodríguez, Valentina Castro, Mauren Núñez, Fabiola Salazar y Evelyn Matamoros por su ayuda voluntaria a lo largo de la investigación. Agradezco profundamente a mi familia y las personas que colaboraron con mi pasantía, Silvia Salgado, Carolina Cavallini, Floria Arrea, Patricia Fernández, Keylin Rodríguez, Olga Madrigal, Andrea Aguilar, Mauren Núñez, Nataly Barboza, Nazareth Solís, Sergio García, María José Espinoza, Ana Ruth Brenes, Benjamín Acevedo, Fabiola Salazar, Yahaira Núñez, Irene Torreggiani, Andrea Morales, Carlos Brenes, Ruth Martínez, Mercedes Díaz y Monserrat Ramírez. Igualmente, gracias a los diferentes laboratorios de la Universidad de Costa Rica y sus respectivos encargados. Un sincero agradecimiento al Laboratorio de Arqueología Carlos Aguilar Piedra (LACAP), MA. Floria Arrea Siermann (coordinadora) y MSc. Carolina Cavallini (técnico asistencial) por el préstamo del espacio y los equipos, al igual que por el apoyo logístico para la adquisición de nuevos equipos y la modernización de la Sala de Análisis de Restos Orgánicos e Inorgánicos. Agradezco profundamente al Centro de Investigaciones en Productos Naturales (CIPRONA), Dra. Rosaura Romero (directora) y MSc. Víctor Vásquez (investigador) por el préstamo de las áreas de trabajo, los equipos y la asesoría técnica, todos elementos indispensables durante las etapas experimentales de la investigación. Agradezco al Centro de Investigaciones en Contaminación Ambiental (CICA), Dr. Manuel Jiménez (director iii CICA), Lic. Víctor Arias (investigador CICA), Escuela de Geografía (EG), Dra. Isabel Avendaño (directora EG), MSc. Francisco Solano (profesor EG), Bach. Marco Moreno (estudiante EG) y Bach. Dennis Chavarría (estudiante EG) por el préstamo de equipos y áreas para el trabajo. Gracias a la Escuela de Química (EQ), Dr. Cristian Campos (director EQ) por autorizar el suministro de reactivos. También, agradezco al Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA), MSc. Floria Bertsch (investigadora), Lic. Freddy Blanco (investigador) y Lic. Wilberth Rodríguez (investigador) por la asesoría con el procedimiento en microondas de digestión. Además, agradezco al Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) por brindar los fondos para la pasantía en la Universidad de Exeter, Reino Unido; de igual manera gracias a la Comisión Arqueológica Nacional (CAN) y al Departamento de Protección al Patrimonio Cultural (DPPC) Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), así como a la directora general del MNCR, María del Rocío Salazar Fernández, por su colaboración con los permisos de exportación de las muestras de suelo a la Universidad de Exeter. Un especial agradecimiento al Dr. José Iriarte por la invitación para la pasantía en el Laboratorio de Arqueobotánica y Paleoecología (Universidad de Exeter); así como por dedicar parte de su valioso tiempo para asesorarme respecto a la identificación de fitolitos. También agradezco profundamente a la Dra. Regina Gonda por la capacitación y el constante apoyo durante el análisis de fitolitos. Además, en la Universidad de Exeter, agradezco a los organizadores de los PGTips en Arqueología, a los estudiantes del Posgrado en Arqueología y Posdoctores de Arqueología, por las sugerencias y los comentarios para esta investigación. iv HOJA DE APROBACIÓN Esta tesis fue aceptada por la Comisión del Programa de Estudios de Posgrado en Antropología de la Universidad de Costa Rica, como requisito parcial para optar al grado y título de Maestría Académica en Antropología. ____________________________________________ Dr. Mauricio Murillo Herrera Representante del Decano Sistema de Estudios de Posgrado ____________________________________________ Dra. Silvia Salgado González Directora de Tesis ____________________________________________ Dra. Patricia Fernández Esquivel Asesora ____________________________________________ Dra. Guaria Cárdenes Sandí Asesora ____________________________________________ Dr. Felipe Sol Castillo Representante de la Directora Programa de Posgrado en Antropología ____________________________________________ María López Rojas Candidata v TABLA DE CONTENIDOS PORTADA .............................................................................................................................................. I DEDICATORIA ...................................................................................................................................... II AGRADECIMIENTOS .......................................................................................................................... III HOJA DE APROBACIÓN ....................................................................................................................... V TABLA DE CONTENIDOS .................................................................................................................... VI RESUMEN ........................................................................................................................................ VIII LISTA DE CUADROS ........................................................................................................................... IX LISTA DE FIGURAS ............................................................................................................................. IX LISTA DE ILUSTRACIONES ................................................................................................................ IX LISTA DE ANEXOS .............................................................................................................................. XI CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN ..................................................................... 1 Justificación ................................................................................................................................... 3 Pregunta de investigación ............................................................................................................ 4 Objetivos ........................................................................................................................................ 5 CAPÍTULO II: INVESTIGACIONES ARQUEOBOTÁNICAS EN COSTA RICA PRECOLOMBINA .............. 6 Análisis de fitolitos en Costa Rica .............................................................................................. 10 CAPÍTULO III: CARACTERIZACIÓN DE NUEVO CORINTO .................................................................. 13 Registro de la vegetación ........................................................................................................... 14 Registro estratigráfico ................................................................................................................ 16 Ocupación precolombina en Nuevo Corinto .............................................................................. 20 Secuencia ocupacional en el Montículo 1 (M-01) ............................................................... 25 CAPÍTULO IV: INTERACCIONES HUMANO-AMBIENTE ..................................................................... 28 Huellas humanas en el ambiente .............................................................................................. 32 Abandono ............................................................................................................................... 35 Agroforestería ........................................................................................................................ 37 Agricultura .............................................................................................................................. 39 Construcción .......................................................................................................................... 41 Huellas climáticas en el ambiente ............................................................................................. 43 CAPÍTULO V: ANÁLISIS DE FITOLITOS EN ARQUEOLOGÍA............................................................... 45 Consideraciones sobre las investigaciones con fitolitos .......................................................... 47 CAPÍTULO VI: ETAPAS DE LA INVESTIGACIÓN ................................................................................. 52 Recolección de las muestras de suelo ...................................................................................... 52 Descripción de las muestras de suelo....................................................................................... 54 vi Tratamiento de las muestras de suelo ...................................................................................... 55 Procedimiento con microondas para procesos de digestión ............................................. 55 Procedimiento con líquido pesado ....................................................................................... 56 Identificación de fitolitos ............................................................................................................ 59 Microscopio ............................................................................................................................ 59 Descripción morfológica ........................................................................................................ 59 Análisis ......................................................................................................................................... 61 Conteo .................................................................................................................................... 61 Interpretación......................................................................................................................... 66 CAPÍTULO VII: PALEOVEGETACIÓN EN M-01 ................................................................................... 68 Diversidad en el registro de la paleovegetación ....................................................................... 68 Morfotipos .............................................................................................................................. 68 Diversidad taxonómica .......................................................................................................... 72 Eventos en el registro de la paleovegetación ........................................................................... 76 Zona 1 .................................................................................................................................... 76 Zona 2 .................................................................................................................................... 80 Caracterización ecológica de la paleovegetación ..................................................................... 84 Secuencia ocupacional y paleovegetación de M-01 ................................................................ 91 La Selva (300-700 n.e.) ........................................................................................................ 94 La Unión (700-1100 n.e.) ..................................................................................................... 98 La Cabaña (1100-1200/1300 n.e.) .................................................................................. 103 CAPÍTULO VIII: PRÁCTICAS CULTURALES EN M-01...................................................................... 105 Huellas humanas en la paleovegetación de M-01 y Nuevo Corinto ..................................... 105 Construcción ....................................................................................................................... 105 Agricultura ........................................................................................................................... 107 Agroforestería ..................................................................................................................... 108 El Bosque Antropogénico en Nuevo Corinto........................................................................... 109 M-01 y el sector central...................................................................................................... 113 CAPÍTULO IX: CONCLUSIONES ...................................................................................................... 122 Domesticación del paisaje y subsistencia de las sociedades en Nuevo Corinto ................ 122 Nuevo Corinto y la arqueobotánica costarricense ................................................................. 130 Recomendaciones ................................................................................................................... 132 REFERENCIAS ................................................................................................................................ 135 ANEXOS .......................................................................................................................................... 152 vii RESUMEN El presente trabajo estudió el vínculo entre las sociedades prehispánicas y su entorno. La investigación se enfocó en las prácticas culturales y su registro en la paleovegetación de Nuevo Corinto (L-72 NC) desde el 300 n.e. hasta el 1200/1300 n.e. Para esto, la investigación incluyó los planteamientos sobre las interacciones humano-ambiente (Human-Environment Interactions, HEI), las cuales se enfocan en el estudio de las transformaciones ambientales en un amplio espectro cultural y temporal. Según las HEI, la domesticación de paisajes comprende una amplia gama de estrategias y prácticas de transformación del ambiente. Las actividades humanas que alteran los ambientes son diversas, sin embargo, las prácticas agrícolas, constructivas y agroforestales sobresalen debido a su impacto y su carácter histórico; lo cual favorece que éstas sean registradas arqueológicamente en Costa Rica y otras partes del mundo. Es así que, las actividades humanas desarrolladas en Nuevo Corinto fueron inferidas mediante 16 muestras de suelos recuperadas durante la excavación del montículo principal (M-01). Los suelos fueron recolectados en uno de los perfiles estratigráficos de la operación 2-3-2-2-1 SW. Dichas muestras se procesaron por medio de análisis de fitolitos, esta técnica fue seleccionada debido a su alto potencial en suelos ácidos del trópico. Por ende, la metodología incluyó diversas etapas, tales como: recolección y descripción de suelos, así como la extracción e identificación de fitolitos; esto con el fin de comparar porcentualmente los datos. Finalmente, la evidencia analizada mostró un total de 35 morfotipos y 16 taxones; los cuales indicaron una estructura de la paleovegetación compuesta por zacates, palmas, árboles, herbáceas y cultivos. Adicionalmente, la paleovegetación comprendió una diversidad taxonómica similar a la registrada en bosques húmedos tropicales. Las variaciones en el registro taxonómico permitieron inferir respecto a las actividades humanas desarrollas en Nuevo Corinto; las prácticas culturales evidenciaron una domesticación del paisaje. Las prácticas constructivas, agrícolas y agroforestales reflejaron una manipulación intencional de los componentes de la paleovegetación; la agroforestería fue una actividad que sobresalió debido a su implementación para incrementar de la productividad del bosque en Nuevo Corinto. viii LISTA DE CUADROS Cuadro 1. Objetivos específicos y tareas.......................................................................................... 5 Cuadro 2. Registro de paleovegetación vinculado con sociedades precolombinas en Costa Rica .................................................................................................................................................... 9 Cuadro 3. Posibles prácticas político-culturales que modificaron la vegetación en Nuevo Corinto ...................................................................................................................................... 25 Cuadro 4. Valor taxonómico y arqueológico vegetación con abundancia de fitolitos ................. 50 Cuadro 5. Identificación morfológica .............................................................................................. 60 Cuadro 6. Análisis por categorías ................................................................................................... 66 Cuadro 7. Diversidad taxonómica Estación Biológica La Selva en comparación con Nuevo Corinto ...................................................................................................................................... 85 Cuadro 8. Descripción de color y textura en relación con estratigrafía y cronología de Gamboa (2016) ...................................................................................................................................... 92 Cuadro 9. Secuencia temporal del registro taxonómico de M-01 ............................................. 111 LISTA DE FIGURAS Figura 1. Curvas de muestreo, 500 morfotipos. ............................................................................ 63 Figura 2. Curvas de rarefacción, 500 morfotipos. ......................................................................... 64 Figura 3. Curvas de rarefacción, 500 taxones. .............................................................................. 65 Figura 4. Diagrama de morfotipos de fitolitos de Nuevo Corinto .................................................. 70 Figura 5. Diagrama de abundancia de taxones de fitolitos de Nuevo Corinto ........................... 74 Figura 6. Diagrama de la paleovegetación en Nuevo Corinto ....................................................... 93 LISTA DE ILUSTRACIONES Ilustración 1. Ubicación del Nuevo Corinto. ................................................................................... 13 Ilustración 2. Ubicación Estación Biológica La Selva. ................................................................... 15 Ilustración 3. Estratigrafía central de M-01. .................................................................................. 18 Ilustración 4. Excavaciones en M01, temporada de campo 2014 .............................................. 19 Ilustración 5. Rasgos arquitectónicos, Nuevo Corinto. .................................................................. 23 Ilustración 6. Etapas constructivas M-01. ...................................................................................... 27 Ilustración 7. Clasificaciones de modificaciones antrópicas en el ambiente. ............................. 34 ix Ilustración 8. Escenario hipotético de Abandono .......................................................................... 36 Ilustración 9. Escenario hipotético de Agroforestería .................................................................... 38 Ilustración 10. Escenario hipotético de Agricultura ....................................................................... 40 Ilustración 11. Escenario hipotético de Construcción .................................................................. 42 Ilustración 12. Escenario hipotético de sequía .............................................................................. 44 Ilustración 13. Montículo 1. ............................................................................................................ 52 Ilustración 14. Recolección de muestras de suelo ........................................................................ 53 Ilustración 15. Estrategia de recolección. ...................................................................................... 54 Ilustración 16. Procedimiento con líquido pesado ........................................................................ 57 Ilustración 17. Morfotipos ............................................................................................................... 69 Ilustración 18. Fitolitos desgastados .............................................................................................. 72 Ilustración 19. Cambios en la estructura de la vegetación de la zona 1 de Nuevo Corinto ....... 79 Ilustración 20. Cambios en la estructura de la vegetación de la zona 2 de Nuevo Corinto ....... 83 Ilustración 21. Estratos de la paleovegetación .............................................................................. 86 Ilustración 22. Representación de la estructura de la vegetación durante La Selva ................. 97 Ilustración 23. Representación de la estructura de la vegetación durante La Unión (110-140 cm.b.s.) .................................................................................................................................. 100 Ilustración 24. Representación de la estructura de la vegetación durante La Unión (80-100 cm.b.s.) .................................................................................................................................. 102 Ilustración 25. Representación de la estructura de la vegetación durante La Cabaña ........... 104 Ilustración 26. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Selva ................................................................................................................................. 115 Ilustración 27. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Unión (110-140 cm.b.s.) ................................................................................................. 116 Ilustración 28. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Unión (80-100 cm.b.s.) ................................................................................................... 117 Ilustración 29. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Cabaña ............................................................................................................................. 119 Ilustración 30. Prácticas culturales inferidas en Nuevo Corinto ................................................ 122 Ilustración 31. Estratificación del sistema agroforestal ............................................................. 129 Ilustración 32. Almidón ................................................................................................................. 131 Ilustración 33. Diferentes paleobioindicadores ambientales .................................................... 134 Ilustración 34. Procedimiento con microondas para procesos de digestión ............................ 157 x LISTA DE ANEXOS Anexo 1. Procedimiento de recolección ...................................................................................... 152 Anexo 2. Descripción de las muestras de suelo, Op. 2-3-2-2-1 SW, M-01. .............................. 154 Anexo 3. Procedimiento con microondas para procesos de digestión ...................................... 155 Anexo 4. Procedimiento con líquido pesado No. 1 ..................................................................... 159 Anexo 5. Procedimiento con líquido pesado No. 2 ..................................................................... 161 Anexo 6. Hoja de conteo de partículas ........................................................................................ 165 Anexo 7. Frecuencia de partículas por morfotipos y taxones .................................................... 166 xi 1 CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN La presente investigación surge a partir de proyectos de investigación anteriormente desarrollados en Nuevo Corinto; tales como El sitio Nuevo Corinto (L-72 NC): una aldea cacical (Salgado et al., 2013) y Exploración de la conservación y potencial de los datos paleo- ambientales para entender los procesos de cambio biocultural en un asentamiento humano precolombino del Caribe Central, Costa Rica (Salgado et al., 2014). En el año 2010, los investigadores del proyecto recolectaron 38 muestras de suelo provenientes de las calas 4, 6 y 7, así como de la trinchera 13, esto con el propósito de realizar pruebas de extracción de microrrestos botánicos de sílice (fitolitos) (Hoopes & Bozarth, 2012). Dichas pruebas se aplicaron a los suelos de la cala 6 (profundidad 50-60 cm.b.s.) y evidenciaron una “buena preservación y alta concentración” de fitolitos en Nuevo Corinto (Hoopes & Bozarth, 2012, p. 5, traducción personal). Como consecuencia, el presente trabajo se fundamentó en los resultados y recomendaciones señalados durante estudios previos en Nuevo Corinto. De igual modo, ésta investigación contribuyó a intereses de estudio más recientes, los cuales fueron planteados en el proyecto Investigaciones de las dimensiones bioculturales en el proceso de cambio de social en Nuevo Corinto (L-72 NC), Pococí, Guápiles; éste se propuso “definir e interpretar rasgos residenciales y públicos para dilucidar procesos de diferenciación social y su cronología en Nuevo Corinto (L- 72-NC) entre el 500 a.C. y el 1200/1300 d.C.” (Salgado, Fernández, & Aguilar, 2014). Dicho proyecto de investigación mantuvo un eje interdisciplinario pues implementó enfoques: geofísico, geomorfológico y arqueológico. Es así, que los investigadores realizaron sondeos y excavaciones puntuales para recuperar diversidad de materiales arqueológicos, de los cuales destacan la cerámica, la lítica y los suelos. El último material se recuperó con fines tanto geomorfológicos, como arqueológicos, pues los suelos se utilizaron para características geológicas y extracciones de restos arqueológicos de tipo macroscópico y microscópico (Salgado et al., 2014). Por lo tanto, el presente estudio se formuló a partir del interés por recuperar microrrestos arqueológicos e interpretar los rasgos residenciales y públicos en el sitio arqueológico, esto desde una perspectiva temporal. Nuevo Corinto registró la ocupación de sociedades 2 precolombinas desde épocas tempranas, La Montaña (1500-300 a.n.e.), hasta inicios de La Cabaña (1000-1200/1300 n.e.) (Salgado et al., 2013). La larga ocupación humana en Nuevo Corinto ha permitido estudiar el surgimiento y el desarrollo de cacicazgos, es decir, sociedades con organizaciones sociopolíticas jerarquizadas, en las cuales la agricultura comprendía una de las estrategias de subsistencia (Acuña, Morales, & Troyo, 1995; Corrales, 2011; Fonseca, 1996; Snarskis, 2003). Por otra parte, Hoopes y Bozarth (2012) sugieren que la ocupación en el sitio arqueológico debe entenderse desde un enfoque ambiental, ya que: “la problemática del cambio climático y sus implicaciones para las actividades humanas se ha convertido en el punto focal de investigación en años recientes. Estos cambios generalmente ocurren en extensos espacios geográficos. Sin embargo, estos tienen un efecto local significativo. Mediante el examen de cambios locales específicos en contextos de grandes análisis comparativos de locaciones múltiples, es posible reconstruir cambios tanto en el ambiente, como en los patrones culturales, a lo largo del tiempo” (p. 1; traducción personal). Por ende, la presente investigación tuvo como objetivo entender las actividades prehispánicas en relación con la vegetación del asentamiento a lo largo del tiempo, para esto se aplicó el enfoque teórico de las Interacciones Humano-Ambiente (Human-Environment Interactions, HEI) y los paisajes domésticos (Capítulo IV), para así abordar las temáticas ambiental, política y cultural sugeridas en investigaciones anteriores. Asimismo, en este trabajo se implementaron los análisis de fitolitos con el fin de desarrollar el eje humano- ambiente desde una perspectiva temporal que registre la diversidad de la vegetación y su relación con los cambios sociales. Dicha fundamentación teórica y metodológica se basó en la necesidad de contribuir a la formación de la arqueobotánica y la arqueología ambiental en Costa Rica. Ambos enfoques han tomado relevancia en el ámbito de la arqueología mundial, a causa de las actuales agendas políticas, las cuales se enfocan en el estudio de los cambios ambientales; a su vez, las diferentes ciencias investigan el impacto del ser humano a largo plazo (Widgren, 2012). 3 Justificación El interés por estudiar cómo los humanos transforman el ambiente, más allá de únicamente registrar cómo se adaptan, es uno de los principales temas de investigación HEI; de igual modo, temas como la pérdida de biodiversidad, la complejidad de los sistemas y los estudios diacrónicos son otras áreas de investigación relevantes para HEI (Moran & Brondízio, 2013). Las transformaciones ambientales a causa de la actividad humana han sido extensamente estudiadas en diversas regiones del mundo. Las investigaciones a partir de restos paleobotánicos iniciaron a finales de la década de los ochenta en el país, adicionalmente, los principales temas abordados desde la arqueología fueron subsistencia y el uso de plantas domésticas y silvestres (Clary, 1994; Mahaney, Matthews, & Blanco, 1994; Mora, 1994; Piperno, 1994; Sánchez, 1984, 1986, 1991). Por otra parte, los estudios de cambios en la vegetación por efecto de agricultura de quema y roza, así como la agricultura de maíz, en Costa Rica, fueron abordados por geógrafos estadounidenses, principalmente (Aford & Horn, 2004; Anchukaitis & Horn, 2005; Clemente & Horn, 2001; Horn & Kennedy, 2001; Kennedy & Horn, 2008; Lane, Horn, & Mora, 2004; Taylor, Horn, & Finkelstein, 2012). En Costa Rica, las investigaciones paleobotánicas sobre transformaciones ambientales (a nivel diacrónico) han sido desarrolladas generalmente en contextos lacustres partir de análisis de polen (véase Horn, 2006); mientras que las investigaciones son escasas en sitios arqueológicos (por ejemplo Clary, 1994; Mahaney et al., 1994; Piperno, 1994), además el abordaje de esta temática ha sido poco estudiado a partir de otros paleobioindicadores (véase Blanco, 2002; Clary, 1994; Mahaney et al., 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014). Asimismo, el panorama de la arqueología nacional muestra una disminución drástica, a inicios del siglo XXI, de las publicaciones sobre cambio paleoambiental y subsistencia prehispánica, lo cual es reflejo de los escasos trabajos arqueobotánicos en el país. Consecuentemente, la selección del tema responde a la carencia de estudios arqueológicos con otros indicadores no polínicos; de modo que este trabajo contribuyó al conocimiento sobre cambios de la paleovegetación a una escala geográfica local (sitio arqueológico). La selección del área de estudio se debió a las facilidades que ofreció el proyecto Investigaciones de las dimensiones bioculturales en el proceso de cambio de social en Nuevo Corinto (L-72 NC), Pococí, Guápiles, ya que éste brindó el apoyo necesario para la recolección y análisis de las muestras. También, el sitio arqueológico se seleccionó debido a la viabilidad de 4 aplicar análisis de fitolitos en suelos arqueológicos; lo cual fue demostrado a partir de las pruebas realizadas por Hoopes y Bozarth (2012). Como consecuencia, la aplicación de análisis de fitolitos se consideró debido a los resultados obtenidos por Hoopes y Bozarth (2012) en Nuevo Corinto. Gran parte de las investigaciones realizadas en sitios arqueológicos costarricenses implementaron macrorrestos botánicos (carbón y semillas) en su mayoría (véase Blanco & Mora, 1994). No obstante, los microrrestos botánicos proveen información más confiable, mientras que los macrorrestos ofrecen un espectro más reducido de la diversidad vegetal (Archila, 2008), pues los primeros se conservan mejor en contextos arqueológicos. Es así que, los fitolitos representan una línea de información adecuada ya que son uno de los microrrestos más resistentes, los fitolitos sobreviven en ambientes con altos niveles de pH y en suelos de diferentes ambientes (Mulholland & Rapp. 1992). Por otra parte, el enfoque teórico implementado consideró las relaciones humanos y ambiente. La discusión sobre paisajes domésticos, paisajes bioculturales, ambientes antropogénicos, paisajes antropogénicos, antromas y demás, favoreció una amplia perspectiva de análisis; esto debido a que los estudios sobre transformaciones ambientales no son únicos de la arqueología, por el contrario la disciplina lentamente ha incorporado estos temas en su agenda de investigación (Widgren, 2012). Asimismo, la comparación conceptual permitió realizar una clasificación general de impactos antrópicos, según actividades de agricultura, agroforestería y construcción. Según Blanco y Mora (1994, p. 54) es necesario desarrollar el tema de la arqueobotánica en Costa Rica, “sobre todo el aporte enfocado hacia la extracción, alteración y modificación del ambiente por poblaciones precolombinas, con el afán de aclarar las diferencias que se han propuesto”. Los estudios sobre subsistencia, plantas domésticas y, consecuentemente, agricultura han dominado las investigaciones arqueobotánicas en Costa Rica; sin embargo, poco se conoce sobre otras prácticas culturales que alteran el ambiente. Por ende, la aplicación de ejes teóricos sobre paisajes domésticos permite desarrollar diferentes escenarios de impacto humano en la vegetación antigua (véase los planteamientos de Balée & Erickson, 2006; Denevan, 1992; Erickson, 2006; Widgren, 2012) e interpretar diversas prácticas culturales que modificaron los paisajes durante épocas prehispánicas. Pregunta de investigación 5 ¿Cómo el desarrollo de las sociedades en Nuevo Corinto (L-72 NC) entre 300-1200/1300 n.e. se relacionó con la composición taxonómica de la paleovegetación registrada en el montículo principal (M-01)? Objetivos Analizar la composición taxonómica de la paleovegetación registrada en el montículo principal (M-01) en relación con el desarrollo de las sociedades en Nuevo Corinto (L-72 NC) desde 300 n.e. hasta 1200/1300 n.e. El siguiente cuadro desglosa los objetivos específicos: Cuadro 1. Objetivos específicos y tareas Objetivos específicos Tareas Construir una colección de referencia a partir de bases de datos en línea y publicaciones. Examinar la diversidad taxonómica de la vegetación en el asentamiento precolombino Nuevo Corinto (L- Contar fitolitos. 72 NC) entre 300-1200/1300 n.e. Identificar taxonómicamente fitolitos. Comparar taxones. Reconstruir patrones temporales de la vegetación Determinar la estructura de la en el asentamiento precolombino Nuevo Corinto (L- paleovegetación. 72 NC) entre 300-1200/1300 n.e. Comparar temporalmente la estructura de la paleovegetación. 6 CAPÍTULO II: INVESTIGACIONES ARQUEOBOTÁNICAS EN COSTA RICA PRECOLOMBINA Los trabajos arqueobotánicos son escasos en Costa Rica, sin embargo, algunos investigadores destacan por su contribución a dicho campo: Blanco y Mora (1994), Snarskis (1978), Sánchez (1984, 1991), equipo de trabajo en el Proyecto Prehistórico Arenal (Clary, 1994; Mahaney et al., 1994; Piperno, 14) y Horn (2006) y colegas (Aford & Horn, 2004; Anchukaitis & Horn, 2005; Clement & Horn, 2001; Horn, 2006; Horn & Kennedy, 2001; Kennedy & Horn, 2008; Lane et al., 2004; Lane et al., 2004; Taylor et al., 2012). En el contexto mundial, la arqueobotánica se consolida hasta finales de la década de los cincuenta, cuando Hans Helbeck introduce el término de paleoetnobotánica, el cual definió como la unión entre botánica y arqueología (Stuart, 2014). El concepto de Helbeck muestra el enfoque clásico de la arqueobotánica, la cual se enfocó en la descripción de los hallazgos fortuitos1 de restos de semillas y carbones en contextos arqueológicos (Bruno & Sayre, 2017). Sin embargo, la arqueobotánica ha modificado sus intereses, esta rama incluye una perspectiva más ecológica, pues se enfoca en la reconstrucción de las relaciones humano- ambiente y el entendimiento de la interdependencia entre plantas y humanos (Fuller & Lucas, 2014; Stuart, 2014). En la actualidad, la disciplina examina perspectivas más sociales, políticas y religiosas; esto debido a que los restos arqueobotánicos son una excelente fuente de información para discutir sobre dinámicas sociopolíticas en el pasado (Bruno & Sayre, 2017; VanDerwarker, Bardolph, Hoppa, et al., 2015). El desarrollo de la arqueobotánica en Costa Rica refleja en menor medida la evolución mundial de la disciplina. Los primeros abordajes en arqueobotánica fueron hallazgos fortuitos de restos botánicos, tal fue el caso de Snarskis (1978) en su tesis doctoral, quien envío muestras carbonizadas al Dr. Richard I. Ford (Museum of Anthropology at the University of Michigan) y al Dr. Walton C. Galinat (University of Massachusetts) para su correspondiente descripción e identificación taxonómica. Ford documentó la presencia de restos de aguacate, maíz, frutas y demás evidencia botánica no identificada; o cual permitió a Snarskis analizar la evidencia en relación con los materiales líticos y cerámicos para inferir sobre subsistencia y actividades de procesamiento de alimentos (Snarskis, 1978). 1 No se desarrolló una estrategia metodológica para la recuperación de restos arqueobotánicos, específicamente. 7 El enfoque clásico de la arqueobotánica costarricense se mantiene a inicios de los ochenta; no obstante, se enfatizó en los aspectos metodológicos. Durante esta década se elaboran los primeros protocolos de recolección e identificación para macrorrestos botánicos (véase Sánchez, 1991); también surgen las primeras investigaciones de carácter arqueobotánica en el Valle Central y Región Arenal (véase Clary, 1994; Mahaney et al., 1994; Piperno, 1994; Sánchez, 1984, 1986). Durante ésta década se identificaron restos de semillas en sitios arqueológicos como El Descanso (C-367 ED), Atirro (C-108 At-2), El Molino (C-27 HM), Belén (C-355 Be), Valdeperas (C-389 Vp), Cedros (SJ-488 Cd), Pavas (SJ-474 Pv), Cariari (H-134 Cr), La Montaña (L-18 LM), Severo Ledezma (L-7 SV), La Fábrica (A-10 LF); en ellos predomina la presencia de maíz (Sánchez, 1986). La abundancia de restos de maíz posiblemente corresponde con información sesgada, esto debido a que la información brindada por Sánchez (1986) corresponde con hallazgos fortuitos de macrorrestos en sitios arqueológicos. A mediados de los ochentas, la arqueobotánica dio sus primeros pasos para estudiar temáticas ecológicas, esto fue posible al incluir nuevas técnicas como la palinología y los análisis de fitolitos (por ejemplo Clary, 1994; Mahaney et al., 1994; Mora, 1994; Piperno, 1994). Los intereses de investigación se enfocaron en el estudio de los patrones de subsistencia y la agricultura, principalmente de maíz. Ésta nueva tendencia permitió registrar cambios en patrones de consumo y explotación de recursos. En la Región Arenal se registraron prácticas de alteración de los bosques a partir de la agricultura (Clary, 1994); así como un posible aumento en la dependencia de recursos cultivados (domésticos) y una decadencia de los recursos recolectados (silvestres) (Mahaney et al., 1994). De igual modo; en otras regiones arqueológicas del país se documentaron períodos con abundancia de vegetación boscosa, seguidas de períodos con disminución del bosque y aumento de la evidencia asociada a agricultura prehispánica (microrrestos de carbón, polen de maíz, Poaceae y Asteraceae). Lo anterior está directamente relacionado con actividades antrópicas de modificación del bosque a partir de quema y roza; esto con el objetivo de expandir el espacio para la agricultura (véase Aford & Horn, 2004; Anchukaitis & Horn, 2005; Clement & Horn, 2001; Horn, 2006; Horn & Kennedy, 2001; Kennedy & Horn, 2008; Lane et al., 2004; Lane et al., 2004; Taylor et al., 2012). Consecuentemente, estas investigaciones permitieron formular un modelo de evolución en los patrones de subsistencia y el consumo de recursos silvestres y domésticos; el cual determinó 8 que posterior al 4000 a.n.e. se cultivó maíz (restos de semillas, polen y fitolitos), de manera complementaria se consumieron otra variedad de plantas como palmas y posiblemente yuca. Luego del 1000 a.n.e. se consolidaron las prácticas agrícolas, evidencia de esto son las alteraciones en la vegetación boscoso (limpieza del bosque); los restos de maíz continúan predominando, no obstante, la evidencia de otras plantas como el frijol y la palma, aumenta (Blanco & Mora, 1994). Desafortunadamente, la arqueobotánica en Costa Rica no ha implementado perspectivas más sociales, políticas y religiosas, o lo que recientemente se ha denominado Paleoetnobotánica Social; la cual surge como una crítica a la arqueobotánica con intereses principalmente ambientales, pues “los restos de plantas no son únicamente evidencia de fenómenos ambientales, también de profundos fenómenos culturales y políticos” (Bruno & Sayre, 2017, p. 3-4; traducción personal). Después de la primera década del siglo XXI; las investigaciones arqueobotánicas disminuyeron en el país; esto posiblemente se debe a que, entre 1980 y 2010, la mayor parte de los estudios fueron desarrollados por investigadores extranjeros, que posteriormente no continuaron sus investigaciones en Costa Rica. En síntesis, la arqueobotánica es un campo reciente en la investigación arqueológica de Costa Rica; no obstante, la disciplina cuenta con un registro básico de la paleovegetación desde 1000 a.n.e. hasta 1550 n.e. (Cuadro 2), así como un desarrollo teórico (básico) de temáticas de subsistencia, con especial énfasis, en la agricultura de maíz. Por el contrario, la arqueobotánica carece de abordajes teóricos que permitan una vinculación entre las variables sociopolíticas y la interacción entre humanos y plantas. También, es preciso recalcar que la mayoría de investigaciones paleoambientales han sido realizado a partir de análisis palinológicos (véase Aford & Horn, 2004; Anchukaitis & Horn, 2005; Clement & Horn, 2001; Horn, 2006; Horn & Kennedy, 2001; Kennedy & Horn, 2008; Lane et al., 2004; Lane et al., 2004; Taylor et al., 2012), estos han enfatizado en la interpretación de modificaciones de la vegetación a causa de la agricultura prehispánica, principalmente. Mientras, que el abordaje de temas paleoambientales ha sido poco estudiado a partir de análisis de fitolitos (véase Mora, 1994; Piperno, 1994), el siguiente apartado refleja ésta problemática. 9 Cuadro 2. Registro de paleovegetación vinculado con sociedades precolombinas en Costa Rica Tipo de resto botánico Tipo de resto botánico Taxón Taxón C A P F GA C A P F GA Amaranthaceae X Juglandaceae X Amaranthus X Lamiaceae X Chenopondium X Hyptis suaveolens X Anacardiaceae X Lauraceae X Spondias mombin X Persea schiediana X Annonaceae X Persea americana X Guatteria ssp. X Malpighiaceae X Arecaceae X X Byrsonimia crassifolia X Bactris X Malvaceae X B. gasipaes X Gossypium sp. X Socratea durissima X Mortoniodendron X Elais oleifera X Guazuma ulmifolia X Acrocomia vinifera X Melastomataceae X Iriartea X Meliaceae X Asteraceae X X Guarea sp. X Betulaceae X Oxalidaceae X Alnus X Oxalis sp. X Bignoniaceae X Pinaceae X Crescentia alata X Pinus X Boraginaceae X Piperaceae X Cordia sp. X Poaceae X X Burseraceae X Chusquea X Chloranthaceae X Zea mays X X X Hedyosmum X Gynerium sp. X Chrysobalanaceae X Polygonaceae X Convolvulaceae X Polygonum sp. X Ipomea batata X Primulaceae X Cucurbitaceae X X X Myrsine floridana X Lagenaria siceraria X Proteaceae X Sechium X Sapotaceae X Cunoniaceae X Mastichodendron capiri X Weinmannia X Solanaceae X Cycadaceae X Physalis sp. X Cyperaceae X X Urticales X Euphorbiaceae X Cannabaceae X Croton X Celtis X Alchornea X Trema X Acalypha X Moraceae X Fabaceae X X Ficus X Hymenaea courbaril X Ulmaceae X Phaseolus vulgaris X Ulmus X Pentaclethra X Urticaceae X Bauhinia sp. X Cecropia X Mimosoideae X Zingiberal X Fagaceae X Marantaceae X Quercus X Heliconiaceae X Hymenophyllaceae X Trichomanes X C=Carpológico (semillas y frutos), A=Antracológico, (carbón), P= Palinológico (polen), F=Fitolitos, GA= Granos de almidón. Fuentes: Alarcón, 2012; Anchukaitis & Horn, 2005; Blanco, 2002; Blanco & Mora, 1994; Clary, 1994; Horn, 2006; Kennedy & Horn, 2008; Mahaney et al., 1994; Mora, 1994; Northrop & Horn, 1996; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Sánchez, 1986. 10 Análisis de fitolitos en Costa Rica Desde mediados del siglo XIX, los fitolitos se utilizaban como indicador ambiental y económico, no obstante es hasta las décadas de los años 1970 y 1980 que los arqueobotánicos comienzan a incluir los fitolitos dentro de las investigaciones; durante ésta época poco era el conocimiento respecto a la producción, taxonomía, identificación y preservación de dichos restos. En la actualidad, el avance de la técnica ha alcanzado espacios dentro de la caracterización molecular y genética; evidencia que ha permitido comprender por qué y cómo las plantas producen los fitolitos, así como la funcionalidad de los mismos (Piperno, 2006a). Las investigaciones con fitolitos inician desde el siglo XIX. Eherenberg (microbiólogo alemán) trabajó por primera vez con fitolitos obtenidos de sedimentos colectados por Darwin durante su viaje en la embarcación HSM Beagle (Piperno, 2006a). Los estudios posteriores se caracterizaron por ser descriptivos y esporádicos (Rapp & Mulholland, 1992). Sin embargo, alrededor de 1950 los análisis de fitolitos se incluyen en las investigaciones ecológicas y paleoambientales, esto con el objetivo de generar secuencias de la vegetación (Piperno, 2006a). Por lo tanto, durante la segunda mitad del siglo XX se formalizaron las investigaciones arqueológicas a partir de fitolitos; los estudios se enfocaron en la morfología y la producción de fitolitos en plantas, principalmente en zonas tropicales de América (Piperno, 2006a). Los primeros análisis en América se enfocaron en la identificación del cultivo de maíz, para esto actualmente se emplean dos técnicas; la primera es el tamaño del morfotipo cross-shaped y la morfología tridimensional (Pearsall, 2000), el segundo es la identificación de las formas rondel decoradas en los granos de maíz (Pearsall et al., 2003) En el caso de Costa Rica, los fitolitos se implementaron en la década de 1980; la continuidad en los estudios ha sido escasa, de modo que hasta la fecha se contabilizan dos investigaciones basadas en análisis de fitolitos (Mora, 1994; Piperno, 1994), tres estudios que incluyeron los fitolitos como línea de evidencia complementaria (Blanco, 2002; Ramírez, 2014; Messina, 2016) y un estudio preliminar sobre el potencial de recuperación de fitolitos en contextos arqueológicos (Hoopes & Bozarth, 2012). Los fitolitos se han implementado para documentar la presencia de parches de bosque, parches de pastos (véase Mora, 1994; Piperno, 1994), cultivos y plantas silvestres (véase Blanco, 2002; Hoopes & Bozarth, 2012; Ramírez, 2014; Messina, 2016). Las investigaciones 11 registraron de manera exitosa microrrestos de zacates (Poaceae) y herbáceas (Asteraceae y Cyperaceae), árboles (Chrysobalanaceae), palmas (Arecaceae) y maíz (Zea mays). En la Región Arenal, los análisis de fitolitos permitieron inferir sobre alteraciones en la vegetación boscosa, acompañado de aumentos en la población de zacates y herbáceas; este escenario se explicó como consecuencia de la aplicación de prácticas agrícolas (Piperno, 1994). De manera que, los fitolitos demostraron ser un paleobioindicador adecuado para documentar la vegetación boscosa y de zacates. Esta evidencia también se recuperó de manera exitosa en otras regiones del país, por ejemplo en los sitios arqueológicos de la Vertiente Caribe, Palmita (L-234 Pa; Siquirres, Limón)2 (Ramírez, 2014), Piedra Viva3 (C-306 PV; Turrialba, Cartago) (Messina, 2016), así como en el Valle Central, Siquiares II (A-158 Sq-2; Alajuela, Alajuela) y Pan de Azúcar4 (A-155 PA; Atenas, Alajuela) (Blanco, 2002). El registro de zingiberales (Marantaceae y Heliconiaceae, principalmente) asociadas con actividad antrópica, se ha reportado en diferentes zonas del país, por ejemplo en la Región Arenal (Piperno, 1994), la Vertiente Atlántica (Ramírez, 2014; Messina, 2016), el Valle Central (Blanco, 2002; Mora, 1994) y el Valle de El General (Mora, 1994). Adicionalmente, la presencia de fitolitos de maíz, vinculada con la agricultura, se documentó en Arenal (Piperno, 1994), así como en el Valle Central y el Valle de El General (Mora, 1994). También, los análisis de fitolitos registraron restos de palmas (Hoopes & Bozarth, 2012; Mora, 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Messina, 2016), marantáceas (usualmente asociadas al sagú, planta comestible) (Mora, 1994; Hoopes & Bozarth, 2012; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Messina, 2016), posible frijol (Mora, 1994) y ayote (Blanco, 2002; Messina, 2016); todos fueron restos identificados en el Valle Central, Vertiente Atlántica, Región Arenal y Valle de El General (Hoopes & Bozarth, 2012; Mora, 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Messina, 2016). Como consecuencia, los fitolitos han permitido inferir sobre actividades antrópicas que modificaron el ambiente por medio de la sustitución de parches de bosque por parches de zacates y herbáceas (Blanco, 2002; Mora, 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Messina, 2016). Igualmente, estos análisis posibilitaron el entendimiento de estrategias de subsistencia mixtas y autosuficientes desde épocas tan tempranas como el Formativo, 1000-300 a.n.e. 2 Cronología del Formativo (2000-300 a.n.e.) (Ramírez, 2014). 3 Cronología del Formativo (2000-300 a.n.e.) según fragmentos cerámicos La Montaña, así como ocupación durante el Arcaico (7000-1500 n.e.) Temprano, esto según datación radiocarbónica 6820±30 rcyBP (2 sigma, Cal 7690 ap a 7610 ap) (Messina, 2016). 4 Tanto Siquiares II, como Pan de Azúcar presentan cronologías entre Pavas y Curridabat (300 a.n.e.-800 n.e.) (Salgado, 2002). 12 (Piperno, 1994; Ramírez, 2014), las cuales se mantuvieron a lo largo del tiempo (Blanco, 2002; Mora, 1994). Asimismo, estos estudios facilitaron un registro básico de las plantas silvestres y domésticas (Blanco, 2002; Hoopes & Bozarth, 2012; Mora, 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014; Messina, 2016); así como de la vegetación boscosa (Mora, 1994; Piperno, 1994; Ramírez, 2014). En síntesis, la presente sección mostró el potencial de los análisis de fitolitos en la arqueología mundial y costarricense; por el contrario, también se evidenció la escasa discusión teórica y metodológica de los análisis de fitolitos en el país. No obstante, los trabajos con fitolitos en Costa Rica reflejan la viabilidad de continuar aplicando la técnica; ya que estos análisis son útiles para estudiar las modificaciones humanas en la vegetación según se registren: 1. Fitolitos provenientes de plantas domesticadas (maíz, ayote, frijoles), indicadores de agricultura. 2. Fitolitos de zacates y herbáceas (Poaceae, Asteraceae y Cyperaceae), posibles indicadores de alteración del bosque para terrenos agrícolas. 3. Fitolitos de árboles (Chrysobalanaceae y Arecaceae), indicadores de vegetación boscosa, posibles prácticas de recolección de recursos silvestres y de agroforestería. 13 CAPÍTULO III: CARACTERIZACIÓN DE NUEVO CORINTO El sitio arqueológico Nuevo Corinto se localiza el distrito de Guápiles, cantón de Pococí, provincia Limón (hoja topográfica Guápiles). Nuevo Corinto es un asentamiento precolombino que actualmente se localiza entre el río Chirripó y el río Corinto (Ilustración 1). El sitio arqueológico presenta alteraciones por actividades agropecuarias y huaquerismo (Salgado et al., 2013). Ilustración 1. Ubicación del Nuevo Corinto. El sitio arqueológico está próximo a otros sitios arqueológicos, como La Manuda y Las Flores. Nuevo Corinto poseen una extensión aproximada de 180 hectáreas, dentro de las cuales se distribuye evidencia material de diferentes fases arqueológicas (Salgado et al., 2013). Fuente: Adaptado de Acevedo (2016). 14 Las investigaciones en Nuevo Corinto comprendieron el estudio de la extensión y la temporalidad, la producción cerámica y lítica, así como la composición arquitectónica. En 2010 se evaluó el potencial para la conservación de fitolitos antiguos en suelos. Dicha labor evidenció un alto potencial para estudiar la vegetación prehispánica a partir de fitolitos (Hoopes & Bozarth, 2012). Sin embargo, las investigaciones posteriores no involucraron el estudio de la vegetación antigua del asentamiento. Registro de la vegetación En la actualidad, Nuevo Corinto se localiza en la zona de vida conocida como Bosque Muy Húmedo Tropical (INBio, 2010), la cual se compone principalmente de árboles perennifolios altos y con múltiples estratos, así como de pocos árboles caducifolios. Los árboles de dosel alcanzan alturas de 55 m, troncos con diámetros entre 100 cm y 200 cm y gambas altas; al igual las copas de los árboles de dosel, los árboles de subdosel poseen copas redondas, sin embargo su altura es hasta 40 m. La vegetación de sotobosque es de 10-25 m de altura y de copas angostas y cónicas; las palmeras pueden presentar raíces abundantes. Los arbustos poseen alturas entre los 1,5 y 2,5 m de alto; mientras que la cobertura de suelo es rala, con pocos helechos y arbustos epífitos (Hasthorn, 1993). Para reconstruir la vegetación de Nuevo Corinto, en 2010 se recuperaron suelos de perfiles estratigráficos en excavaciones de 1x1 m al noreste del M-01, estos evidenciaron el potencial de conservación de los fitolitos antiguos. Los análisis mostraron un alto potencial para estudiar la vegetación prehispánica de Nuevo Corinto a partir de fitolitos. Algunas de las plantas identificadas fueron los géneros Inga (Fabaceae) y Calathea (Marantaceae) y la familia Arecaceae (palmas), incluido el género Bactris gasipaes; los resultados de los análisis mostraron el potencial de los fitolitos para estudios ambientales en Nuevo Corinto, adicionalmente, en el caso de las palmas éstas fueron interpretadas con usos económicos para consumo y construcción (Hoopes & Bozarth, 2012). Por otra parte, Kennedy y Horn (2008) en su investigación en la Estación Biológica La Selva (Ilustración 2; 30 km de distancia aproximada con respecto a Nuevo Corinto) documentaron 70 familias y 120 géneros de plantas a partir de granos de polen, ellas explican que la mayor parte de la vegetación es propia del Bosque Húmedo, no obstante las autoras también identificaron polen de bosque premontano o montano. 15 Algunas de las familias y géneros registrados en la Estación Biológica La Selva son: Alnus, Weinmannia, Myrsine, Gunnera, Myrica, Arecaceae, Pentaclethra, Alchornea, Melastomataceae/Combretaceae, Piper, Cecropia, Ficus, Trema, Urticales, Cyperaceae, Poaceae, Amaranthaceae, Asteraceae y Chamaesyce (Kennedy & Horn, 2008). Ilustración 2. Ubicación Estación Biológica La Selva. Investigaciones paleobotánica que reconstruyeron parte de la vegetación desde El Bosque (300 a.n.e.-300 n.e.) hasta La Cabaña (1100-1500 n.e.) (Kennedy & Horn, 2008). Fuente: Elaboración propia. 16 Registro estratigráfico Las consideraciones geológicas son relevantes pues permiten conocer sobre la estratigrafía y la deposición de los fitolitos (Pearsall, 2000; Piperno, 2006a), esto es necesario para entender las posibles formas de sesgo o contaminación de las muestras (Madella & Lancelotti, 2012; Pearsall, 1982). Los estudios con fitolitos deben considerar en general la bioestratinomía, es decir, los procesos tafonómicos posteriores a la muerte de las plantas (Madella & Lancelotti, 2012), esto incluye la translocación (transporte) y la disolución de los componentes del suelo (Alexandre, Meunier, Mariotti, & Soubies, 1999). El transporte puede ser por efecto del viento o el agua, al igual que por bioturbación (ocasionado por animales) o efecto antrópico; mientras que la disolución puede afectar la diversidad de la muestra de fitolitos (Madella & Lancelotti, 2012). De manera que, a continuación se comenta respecto a los aspectos geomorfológicos y estratigráficos de Nuevo Corinto. La zona de estudio se encuentra en una superficie plana con sistema hídrico trenzado que limita entre áreas planas y montañosas; además una falla inversa que favorece la sedimentación fluvial se encuentra cerca de la zona montañosa (Cárdenes & Acevedo, 2013). Esto es reflejo de las características geológicas generales de la zona, la cual presenta una formación de cono aluvial producto de sedimentación aluvial. Es decir, esto es un relleno de aluviones de ríos y quebradas que en ocasiones incluye cordones litorales y de lagos con material arenoso y pantanoso (Salazar, 2000). El mapa de suelos de Costa Rica (2013) muestra que Nuevo Corinto posee suelos Inseptisoles. Estos se ubican en topografías de poca ondulación a planas y se originan por la meteorización de sedimentos aluviales, coluviales y colualuviales (Bertsch, Mata, & Henríquez, 1993; Henríquez, Cabalceta, Bertsch, & Alvarado, 2014). Vásquez (1991) explica que el drenaje de los suelos en el área de estudio es de carácter moderado; esta condición es similar a la de Nuevo Corinto pues el drenaje es somero. Cárdenes y Acevedo (2013) se encargaron de describir la estratigrafía general del sitio Nuevo Corinto; los autores identificaron tres unidades de materiales principales. La unidad de arcilla (espesor aproximado entre 30 y 140 cm) se compone de dos capas de suelo orgánico actual (color negro, raíces, materiales arqueológicos cerámicos y líticos) y suelo antiguo (color café muy oscuro, textura areno-arcillosa, alta frecuencia de material arqueológico). La unidad de grava arcillosa (color grisáceo oscuro, textura arenosa de forma esporádica) presenta bloques redondeados y una disminución del material arqueológico. Finalmente, la unidad de depósitos 17 aluviales (espesor aproximado de 27 cm, textura arcillo-arenosa) es un rasgo coherente con la formación geológica de conos aluviales en la que se encuentra Nuevo Corinto. Las muestras utilizadas en esta investigación provienen de la operación 2-3-2-2-1 SW5, la recolección de tierras se realizó cada 10 cm en la pared oeste (Ilustración 3). La estratigrafía de M-01 se compone de varios pisos de ocupación, seguidos de rellenos constructivos, que constituyen un registro estratigráfico de 260 cm de profundidad. La estratigrafía de M-01 es compatible con las descripciones realizadas por Cárdenes y Acevedo (2013) para la estratigrafía general de Nuevo Corinto; esto debido a que durante la excavación se identificaron la unidad de arcilla y la unidad de depósitos aluviales (veáse Gamboa, 2016) (Ilustración 4). El primer estrato tiene una profundidad entre 0-70 cm.b.s. Según Gamboa (2016), los primeros 40 cm fueron excavados en 2014 (Ilustración 3), durante dicha labor se registró la presencia de tiestos muy pequeños, rocas, restos de carbón y residuos puntuales de arcilla muy naranja sobre la superficie. Desde 40 cm.b.s hasta 70 cm.b.s., la estratigrafía documentó el relleno constructivo más tardío, el cual se asocia con la fase arqueológica La Cabaña. La descripción de las muestras de suelo correspondientes a este estrato concuerdan con los argumentos de Gamboa (2016) respecto a las diferentes tonalidades documentadas (café y café amarillento oscuro); además, las tierras se caracterizan por ser arcillo-arenosas con presencia de raíces y piedritas. De acuerdo a Gamboa (2016) el relleno constructivo está compuesto de ceniza, carbón, guijarros, arena de río, desechos líticos como lascas y arcillas en diferente grado de solidez y coloración; de igual modo, la arqueóloga registra que dicho relleno fue compactado con el fin de brindar soporte al suelo ya que reduce los desplomes del suelo, previene las alteraciones por bioturbación y reduce la penetración y escurrimiento de agua. El segundo estrato se encuentra entre 70-150 cm.b.s. y se compone de lentes de arcilla depositados bajo capas de tierra con abundante presencia de ceniza. El estrato registra dos pisos de arcilla, posiblemente quemada, estos corresponden a la fase La Unión (Gamboa, 2016). Las muestras de suelo recolectadas poseen coloraciones entre café, café oscuro, café rojizo y rojizo; también se caracterizan por texturas arcillo-arenosa y arcillosa-levemente limosa, además poseen inclusiones de raíces y piedritas. Las muestras de suelo café rojizo y 5 Anteriormente registrada como “4-2-2-1 SW” (Gamboa, 2016, p. 124); no obstante, por razones de etiquetado y recolección en esta investigación se mantiene la nueva denominación (2-3-2-2-1 SW). 18 rojizo, ambas arcillo-arenosas, corresponden con un piso de ocupación elaborado con arcilla, el cual fue descrito por Gamboa (2016) como “depósitos de arcilla naranja” (p. 127). Por el contrario, las muestras de suelo café y café amarillento oscuro poseen características de los rellenos constructivos, “tierra con más cantidad de ceniza, se evidenciada en el color negro y en la textura” (p. 128), la cual se depositó antes de los lentes de arcilla (pisos). Ilustración 3. Estratigrafía central de M-01. Estratigrafía de la unidad de excavación 2-3-2-2-1 SW. Fuente: Elaboración propia. Fotografía de Kendra Gamboa, 2015, Proyecto Arqueológico Nuevo Corinto. 19 Ilustración 4. Excavaciones en M01, temporada de campo 2014 Los primeros 40 cm del M01 se removieron debido a excavaciones realizadas previamente en 2014. Fuente: Adaptado de Gamboa (2016, Figura 74), Proyecto Arqueológico Nuevo Corinto. El tercer estrato, según Gamboa (2016), corresponde a la fase arqueológica La Selva y se compone de suelo oscuro con arena de río, ceniza y pequeños carbones. Gamboa (2016) también registró la presencia de cantos de ríos con dimensiones aproximadas de 5x7 cm, así como la abundancia de pequeños fragmentos cerámicos. Este estrato documenta un relleno constructivo, el cual posee características similares a las documentadas en el relleno anterior. Nuevamente, las muestras de suelo recolectadas en este estrato se caracterizan por un color café amarillento oscuro y una textura arcillo-arenosa, estas propiedades se asociaron a los rellenos constructivos mencionados por Gamboa (2016). Según la descripción estratigráfica de Nuevo Corinto se infiere que en los estratos denominados pisos, el transporte pudo ser nulo o un sepultamiento autóctono6; no obstante, en los niveles de rellenos constructivos el transporte pudo ser moderado, es decir, un sepultamiento parautóctono7. También, la información permite interpretar que los llamados pisos pueden registrar evidencia de actividad humana relacionada con cultivos producto del 6 Es decir, in situ o que no existió transporte. 7 O sea, ex situ, pero dentro de los límites del sitio arqueológico. 20 procesamiento de alimentos, mientras que los rellenos constructivos pueden reflejar la diversidad de la vegetación general en el sitio arqueológico. En conclusión, las características geológicas de Nuevo Corinto determinaron dos factores que se consideraron en la investigación: 1. Los estratos aluviales pueden reflejar un transporte a larga distancia, por lo tanto, podría considerarse que los fitolitos encontrados en estos son ex situ. Las muestras de suelos se recuperaron de un perfil estratigráfico que registró un estrato aluvial (profundidad aproximada 250 cm.b.s.), el estrato en cuestión no fue muestreado, por lo que los sesgos de interpretación por transporte fluvial de fitolitos fueron descartados. 2. La textura arcillosa podría contrarrestar los eventuales problemas de iluviación. Piperno (1984) explica que posiblemente en suelos arenosos, la filtración de fitolitos entre capas sea mayor, en comparación con suelos arcillosos o limosos; esto debido a que “es probable que las partículas de suelos grandes y una matriz poco compacta creen condiciones bajo las cuales los fitolitos se muevan con mayor facilidad” (pp. 265; traducción personal). De igual modo, el drenaje somero de Nuevo Corinto probablemente contribuye a la poca filtración de fitolitos desde las capas superiores hacia las inferiores. Consecuentemente, los problemas de translocación no se consideraron una limitación para esta investigación. No obstante, varios autores (Madella & Lancelotti, 2012; Pearsall, 1982, 2000; Piperno, 1985, 1988, 2006a) afirman que las investigaciones sobre el transporte de fitolitos aún deben ampliarse. Ocupación precolombina en Nuevo Corinto8 Nuevo Corinto posee rasgos similares a otros asentamientos precolombinos de la Línea Vieja, por ejemplo Las Mercedes, Williamsburg, Anita Grande, Cubujuquí. Dichos rasgos refieren a múltiples estructuras arquitectónicas y una ocupación desde el 1500 a.n.e. hasta 8 Esta sección se construyó a partir de las investigaciones realizadas en Nuevo Corinto (Salgado et al., 2013), las cuales ofrecen una perspectiva del desarrollo político y arquitectónico del asentamiento. Debido a que la temática de modificaciones de la paleovegetación ha sido poco abordada en Nuevo Corinto y el resto del país, se complementa la información del sitio arqueológico con argumentos expuestos por Corrales (2011), Fonseca (1996) y Snarskis (2003) sobre el modelo de evolución cultural en Costa Rica. Los planteamientos expuestos en esta sección hacen énfasis a las prácticas culturales que posiblemente modificaron el entorno vegetal del asentamiento precolombino. 21 aproximadamente 1200/1300 n.e.9 (Salgado et al., 2013) (Ilustración 5). Salgado et al. (2013) plantearon que en Nuevo Corinto se dieron procesos de cambio social a lo largo de 3000 años, situación que condujo a la formación de diferencias sociales y políticas institucionalizadas. Los restos arqueológicos en el asentamiento determinaron una ocupación desde la fase La Montaña (1500-300 a.n.e.). Salgado et al. (2013) determinaron que el asentamiento fue disperso, adicionalmente, ellos indican una movilidad moderada en el territorio; sin embargo, la evidencia es escasa pues “no se localizó ningún contexto La Montaña y su cerámica aparece redepositada en contextos posteriores” (p. 23). En el resto del país, este período se caracterizó por la transición entre las prácticas de recolección y la agricultura (Corrales, 2011), ya que hay un predominio de la vegetación boscosa, acompañado del uso de plantas domésticas como el maíz (Blanco & Mora, 1994). Posteriormente, durante El Bosque (300 a.n.e-300 n.e.), en Nuevo Corinto se dio un aumento y mayor dispersión del material arqueológico; mientras que a nivel arquitectónico se reconocieron plataformas habitacionales, un camino-drenaje, basamentos domésticos y rasgos funerarios tanto de cementerios como de tumbas aisladas en zonas habitacionales (Salgado et al., 2013). Para el caso de la arqueología costarricense, Snarskis (2003) indicó que entre el 400 a.n.e. y 400 n.e. el antiguo territorio costarricense experimentó un dramático incremento en la cantidad de sitios y la demografía10; para esto el autor consideró las prácticas agrícolas como impulsadoras del aumento demográfico y la producción cerámica. Los modelos de evolución cultural prehispánica de Costa Rica argumentan que entre las fechas del 500 a.n.e. al 1500 n.e. se da una serie de elementos entrelazados que propician el surgimiento y consolidación de sociedades cacicales (Corrales, 2011; Fonseca, 1996; Snarskis, 2003), es así que el aumento dramático en la cantidad de sitios para el 200-400 9 A diferencia de otros sitios arqueológicos, la fase La Cabaña en Nuevo Corinto es más corta (1100-1200/1300 n.e.) (Salgado et al., 2013), en comparación con el rango asumido para la fase arqueológica La Cabaña (800/1000- 1500 n.e.) en la Subregión Arqueológica Caribe o Vertiente Atlántica (Snarskis, 1978; Corrales, 2011). 10 Durante las investigaciones en el Proyecto Hidroeléctrico Angostura, Ricardo Vázquez (2002, pp. 351) plantea una escala demográfica para el Valle de Turrialba; los resultados demográficos concuerdan con los planteamientos de Corrales (2011), Fonseca (1996) y Snarskis (2003) respecto al incremento poblacional posterior al período Formativo. La propuesta demográfica se construye a partir de la distribución de material cerámico fragmentarios según el componente cronológico al que este se asocia; la metodología dio como resultado que durante la fase La Montaña el Valle de Turrialba estuvo poco habitado; no obstante, durante la fase El Bosque se da un incremento considerable de la población, al igual que para la fase La Selva en donde se observan los mayores picos demográficos. Posteriormente, para la fase La Cabaña se registra una caída abrupta de la demografía. 22 a.n.e. y la aparición de símbolos de rango se asociación a la intensificación de una agricultura basada en maíz. Luego, durante La Selva (300-700/800 n.e.) en Nuevo Corinto la dispersión espacial del material arqueológico es menor, situación que pudo relacionarse con un proceso de nucleación incipiente; además, esta fase registró estructuras arquitectónicas de mayor tamaño que las de El Bosque, así como posibles áreas habitacionales y ceremoniales Salgado et al. (2013). Blanco y Mora (1994) explican que durante el período de 1000 a.C.-500 d.C. las prácticas agrícolas estaban bien desarrolladas en el resto de Costa Rica; no obstante, según Fonseca (1996) es después del 400 n.e. que la agricultura se consolidó como actividad de subsistencia y producción en muchas sociedades, esto sin remplazar prácticas como la pesca, la recolección o la caza. Las herramientas líticas para trabajos agrícolas son posible evidencia indirecta de esto; mientras que evidencia directa de dicha práctica son los ambientes alterados, incremento de poáceas, así como macrorrestos de plantas domésticas como el maíz y el frijol (Blanco & Mora, 1994; Fonseca, 1996). Seguidamente, la fase La Unión (700-1100 n.e.) se caracterizó por el surgimiento de una aldea nucleada en Nuevo Corinto; esto se respaldó a partir de las excavaciones en contextos funerarios (tumbas) y estructuras como escalinatas, muros de montículos, plazas y encierros (Salgado et al., 2013). En el resto de las regiones arqueológicas, Fonseca (1996) plantea que posterior al 800 n.e. la semicultura se vuelve más relevante que la vegecultura, ya que: “A juzgar por los restos arqueológicos recobrados (manos de moler, metates, hachas, azuelas y cantidad de granos y mazorcas de maíz, así como de semillas de frijol y calabaza), la semicultura parece hacer sido la actividad dominante. Esta hipótesis se refuerza con el hecho de que los indígenas buscaban y utilizaban preferentemente terrenos aluviales, no sólo en la Región Central, sino también en el Pacífico Sur” (p. 174). No obstante, la semicultura no remplazó la vegecultura, pues datos etnohistóricos y arqueológicos indicaron que la dieta indígena era variada y constaba de carnes de animales terrestres y marinos producto de la cacería, además de alimentos vegetales consecuencia de prácticas de agricultura y agroforestería (Blanco y Mora, 1994; Ibarra, 1996). 23 Ilustración 5. Rasgos arquitectónicos, Nuevo Corinto. El M-01 está ligado al rasgo arquitectónico denominado Plaza 1 (P-01); asimismo está vinculada con otra serie de estructuras que componen el núcleo arquitectónico del asentamiento (Gamboa, 2016). Fuente: Adaptado de García (2017) y Gamboa (2016). 24 Finalmente, la fase La Cabaña (1100-1200/1300 n.e.) está pobremente representada en Nuevo Corinto, muchas de las estructuras arquitectónicas construidas durante La Unión continuaron en La Cabaña; asimismo, es posible que el asentamiento perdiera relevancia como centro cacical durante esta fase, pues la fecha más tardía indica una ocupación hasta el 1200/1300 n.e. (Salgado et al., 2013). Por otra parte, en el resto de Costa Rica, las prácticas agrícolas intensivas se mantuvieron, de manera que se propone “que la agricultura toma ventaja sobre la extracción de recursos silvestres” entre 500 n.e. y 1550 n.e. (Blanco & Mora, 1994, p. 66). Las prácticas agrícolas registradas por los españoles reflejan la aplicación de quema y roza en tres pasos: limpieza parcial o total de la vegetación por medio de corte y/o quema, cultivo de temporal y posterior abandono del terreno para la regeneración de los nutrientes del suelo (etapa conocida con el nombre de barbecho, tenía un período de mayor duración que la siembra). También, la irrigación de los terrenos fue una de las labores registrada en las crónicas; los antiguos pobladores utilizaban las fuentes de agua cercanas para llenar jícaras que luego trasportaban a los campos de cultivo. Además, los campos de cultivo con escasas fuentes de agua y exceso de sol poseían árboles de amplio follaje para proteger los cultivos de la irradiación solar. Otras labores asociadas al mantenimiento de los campos de cultivo fueron el deshierbamiento y la siembra en terrenos humedecidos por la lluvia (Ibarra, 1996). Diversos autores (Clark & Blake, 1994; Earle, 1997; Spencer, Redmond, & Rinaldi, 1999; Spielmann, 2002) señalan que el manejo sobre la producción agrícola intensiva y sus excedentes son la base que sustenta el intercambio de bienes, la guerra, la diferenciación social, el prestigio, el poder y las actividades ceremoniales. El modelo de evolución cultural en Costa Rica propone que la agricultura intensiva, el incremento demográfico, la nucleación y la arquitectura masiva11, la aparición de bienes suntuarios, el intercambio regional, etc., son algunos de los eventos relacionados al surgimiento y consolidación de los cacicazgos (Corrales, 2011; Fonseca, 1996; Snarskis, 2003). Investigadores como Acuña et al. (1995, p. 18) señalaron que: “en la mayor parte de las sociedades cacicales la base fue la ‘agricultura’, la cual tuvo un papel fundamental en la estrategia de utilización de recursos, lo que aseguró a las sociedades la producción de alimentos, en un nivel autosuficiente”. La agricultura fue posiblemente la principal estrategia 11 “Implicaron la movilización de una gran cantidad de fuerza de trabajo y una planificación previa” (Corrales, 2011, p. 42). 25 de subsistencia, respaldo de esto son restos arqueobotánicos y registros etnohistóricos de: maíz (Zea mays), yuca (Manihot esculenta), frijoles (Phaseolus vulgaris), ayotes (Cucurbitaceae), chile dulce (Capsicum annuum), sagú (Maranta arundinacea) (Ibarra, 1996; Blanco & Mora, 1994). No obstante, ésta práctica fue complementada por otras actividades extracción de recursos vegetales, por ejemplo la recolección de plantas silvestres, evidencia de esto son el uso de achiote (Bixa orellana), nance (Byrsonima crassifolia), aguacate (Persea americana), cacao (Theobroma cacao), sapote (Mastichodendron capiri), pejibaye (Bactris gasipaes), coyol (Acrocomia vinífera), corozo (Elaeis oleifera), jícara (Crescentia alata) (Blanco & Mora, 1994; Ibarra, 1996). Por ende, los antiguos pobladores de Nuevo Corinto posiblemente modificaron su ambiente por medio de diversas prácticas culturales. Finalmente, el cuadro 3 concluye respecto a las posibles alteraciones en la vegetación a causa del surgimiento y la consolidación de las sociedades cacicales en Nuevo Corinto. Cuadro 3. Posibles prácticas político-culturales que modificaron la vegetación en Nuevo Corinto Fase Prácticas culturales modificadoras La Montaña 1500-300 a.n.e. Recolección plantas silvestres, agricultura El Bosque 300 a.n.e-300 n.e. Construcción, agricultura (vegecultura) La Selva 300-700/800 n.e. Construcción, agricultura (semicultura) La Unión 700-1100 n.e. Construcción, agricultura (semicultura) La Cabaña 1100-1200/1300 Construcción, agricultura (semicultura) n.e. Secuencia ocupacional en el Montículo 1 (M-01)12 M-01 es una estructura arquitectónica que refleja diferentes etapas constructivas (Ilustración 6); inicia en El Bosque (etapa de basamento) período cuando se agregó una base de cantos rodados (basamento), seguida de un piso de arcilla (Ilustración 6c). Durante La Selva (etapa de elevación) se conforma el primer montículo, se agrega un tercer piso de arcilla y se eleva otra 12 Las investigaciones realizadas en M-01 se enfocaron en la interpretación arquitectónica y simbólica de la estructura; además, actualmente, el montículo carece de estudios de áreas de actividad que permitan inferir sobre las labores desempeñadas en éste durante sus diferentes etapas constructivas. No obstante, en esta sección se describe M-01 de acuerdo a sus atributos arquitectónicos y simbólicos, ya que estos se correlacionaron con la temporalidad de las muestras de suelo y así contribuir a la caracterización de la estructura. 26 estructura arquitectónica, el palenque13 (Ilustración 6d). Finalmente, en La Unión (etapa de proyección) y La Cabaña temprana (etapa de ampliación) se eleva aún más la estructura, de manera progresiva (Ilustraciones 6e y 6f) (Gamboa, 2016). Por ende, el M-01 evidencia todas las etapas del desarrollo político, cultural, social, económico e ideológico del asentamiento. Salgado et al. (2013) proponen que en Nuevo Corinto se registran actividades domésticas y funerarias desde El Bosque hasta La Cabaña; adicionalmente, el desarrollo arquitectónico inicia en el Bosque, se intensifica durante La Selva y La Unión, mientras que en La Cabaña se detiene. Es así que, el asentamiento mantuvo tanto una evolución sociopolítica, así como arquitectónica, ya que de acuerdo a Gamboa (2016) el asentamiento inicia como un espacio de áreas habitacionales dispersas, seguido de una nucleación de estructuras arquitectónicas perdurables. Este proceso de nucleación arquitectónica corresponde a su vez, con la nucleación demográfica, situación que “representa un complejo desarrollo conceptual-ideológico, cuyo simbolismo básico se configuró a través de las formas arquitectónicas elementales y concretas, trasmitiendo los cambios sociales que se desarrollaban a través de un dinámico proceso” (Gamboa, 2016, p. 173). Consecuentemente, el M-01 refleja una variedad de estrategias constructivas que responden a las múltiples demandas sociales de los habitantes de Nuevo Corinto, ya que la estructura muestra la especialización necesaria para su construcción, la cual fue trasmitida a lo largo de diferentes épocas culturales y sociales (etapas de ubicación, basamento, elevación, proyección y ampliación). Igualmente, el M-01 evidencia el papel desempeñado por los grupos de organizadores de dicho proyecto constructivo y el simbolismo cultural del modelo jerárquico que se derivó principalmente en las etapas de elevación, proyección y ampliación (Gamboa, 2016). 13 Estructura habitacional sugerida por Gamboa (2016), la cual es descrita por González y González (2000) como casa cónica tradicional Bribri (planta circular con techo cónico hasta el suelo). 27 Ilustración 6. Etapas constructivas M-01. (a) Panorámicas de M-01, Fuente: Fotografía de Proyecto Arqueológico Nuevo Corinto. Reconstrucción del proceso constructivo de M-01, según Gamboa (2016), (b) Etapa 1: Ubicación, (c) Etapa 2: Basamento, (d) Etapa 3: Elevación, (e) Etapa 4: Proyección, (f) Etapa 5: Ampliación, Fuente: Adaptado de Gamboa (2016). 28 CAPÍTULO IV: INTERACCIONES HUMANO-AMBIENTE Las actuales agendas políticas han obligado a los países y a la academia a implementar nuevas perspectivas en los estudios sobre las Interacciones Humano-Ambiente o IHA (Human- Environment Interactions, HEI); asimismo esto ha incentivado las investigaciones multidisciplinarias entre diferentes ciencias: geografía, ecología, arqueología, geología, etc. Además, el desarrollo teórico incluye diversidad de conceptos y enfoques para describir los rastros dejados por la humanidad en los paisajes desde la antigüedad. Las IHA son de carácter espacial y temporal (Brondízio & Chowdhury, 2013); éstas comprenden niveles diacrónicos y dialectales de interacción (Moran & Brondízio, 2013), mientras que el carácter espacial de IHA puede registrarse a partir de las diferencias geográficas y culturales (Hong, 2014). Así que, en la actualidad las investigaciones sobre IHA se enfocan en estudiar las transformaciones del ambiente en un amplio espectro cultural y temporal (Moran & Brondízio, 2013). Por otra parte, los antiguos debates sobre adaptación del/al ambiente han perdido interés (Moran & Brondízio, 2013), pues según Balée (1998) la interacción entre individuos y ambiente comprende un diálogo y su interpretación debe enfocarse a nivel ambiental y cultural, más que en la adaptabilidad de los individuos al medio. Consecuentemente, la Declaración de Belem en 1988 reconoce el vínculo entre la diversidad biológica y cultural (International Conference on Biological and Cultural Diversity, 2010). Para Toledo y Barrera-Bassols (2008, pp. 15) esto se debe a que “los seres humanos somos esencialmente ‘animales sociales’ que siguen existiendo en razón no solo de sus vínculos societarios, sino de sus vínculos con la naturaleza, una dependencia que es tan universal como eterna”. Años más tarde, en la Conferencia Internacional sobre Diversidad Cultural y Biológica del 2010 (Montreal, Canadá) se establece la definición de diversidad biocultural, la cual se entiende como la variación genética, lingüística, cognitiva y paisajística producto de la interacción milenaria entre lo biológico y lo cultural en las diferentes regiones del mundo. Por ende, la diversidad biocultural es producto de la interacción entre la diversidad cultural (todas las comunidades del mundo) y la diversidad biológica (diferentes ecosistemas mundiales) (International Conference on Biological and Cultural Diversity, 2010; Hong, 2014). Según Toledo y Barrera-Bassols (2008) existen dos tipos de diversidad: cultural y biológica; además la interacción entre estas deriva en diversidades genéticas, lingüísticas, cognitivas, 29 agrícolas y paisajísticas. Esto puede reflejarse en cuatro oleadas históricas de la diversificación en el planeta: 1. La diversificación biológica (biodiversidad), 2. La diversificación de la humanidad (a nivel cognitivo, genético, cultural, lingüístico), 3. La creación de nuevas especies (domesticación), 4. La creación de nuevos paisajes. La última oleada contempló la construcción de áreas humanizadas o paisajes domesticados que fueron paulatinamente modificando los ambientes (Toledo & Barrera-Bassols, 2008). Autores como Baleé (1998, 2006), Bogaert, Vranken y André (2014), Crumley (1994), Erickson (2006), Hong (2014), Pool y Cliggett (2008), Widgren (2012) argumentan que el paisaje es el escenario donde se desarrollan las interacciones entre humanos y naturaleza. Como consecuencia, diversos son los conceptos desarrollados para describir dichas interacciones a partir del paisaje (Ilustración 7). Para Balée (2006) el paisaje es un escenario de interacciones dimensionado temporalmente. El paisaje es histórico, cultural y evolutivo, porque la cultura y el ambiente cambian conjuntamente con el paso de los años. Por lo tanto, “el paisaje retiene la evidencia física de estas actividades mentales [decisiones e ideas de modificar y mantener el entorno]” (Crumley, 1994, p. 9; traducción personal). Por ende, el término paisaje implica visualizar interacciones culturales con los ambientes naturales, en donde las sociedades modifican los espacios para otorgarles un significado y desarrollas actividades que reproduzcan y sustenten las dinámicas sociales (Pool & Cliggett, 2008). Autores como Moran y Brondízio (2013) y Smith (2011) argumentan sobre la falta de consenso para los conceptos que estudian los ambientes modificados por humanos. Además, a esto se suma la respuesta lenta de los arqueólogos por incursionar en investigaciones sobre reconstrucciones ambientales (Widgren, 2012); de manera que “ha existido una notable ausencia de terminología compartida que sea empleada en la documentación del manejo humano de plantas y animales salvajes, así como una carencia de vinculación para obtener un apropiado marco conceptual para análisis comparativos y reconocimiento de patrones diferentes de ecosistemas ingenieriles humanos” (Smith, 2011, p. 837; traducción personal). Por ejemplo, Erickson (2006) diferencia ampliamente entre los conceptos paisajes domesticados y ambientes construidos; mientras que para Smith (2011) la definición de nichos humanos es sinónimo de paisajes domésticos y ambientes antropogénicos. Además, según Widgren (2012) los términos capital del paisaje, ambientes construidos y paisajes ingenieriles son similares pues enfatizan en los procesos de producción. 30 La ausencia de terminologías compartidas ocasiona que varios conceptos posean una matriz similar. Es decir, las definiciones de ambientes antropogénicos (Dean, 2014), paisajes bioculturales (Hong, 2014), nichos humanos (Smith, 2011) y ambientes construidos (Erickson, 2006; Widgren, 2012) están estrechamente relacionados debido a su interés de estudio. Estos procuran estudiar las interacciones entre la diversidad cultural y biológica/ecológica, las cuales generan ambientes modificados y más productivos para los humanos. Por otra parte, las definiciones de capital de los paisajes y paisajes ingenieriles se vinculan pues enfatizan en el estudio de procesos de producción y construcción arquitectónica en los paisajes (Widgren, 2012). Mientras que existen conceptos como paisajes antropogénicos (Csorba, 2010) y antromas (Ellis, 2011) que se caracterizan por carecer de elementos naturales (remoción/remplazo total de la naturaleza), a causa de la innovación e intensificación de las modificaciones espaciales. De igual manera, es posible apreciar como la descripción de un término cambia entre autores. Continuando con la definición de antromas, para Ellis (2011) estos son producto de acciones humanas innovadoras y repetitivas; esto se debe a que los humanos alteran, manipulan y aprenden de los ecosistemas que alteran. No obstante, para Widgren (2012) los antromas no son paisajes aislados de la naturaleza, estos representan la unión entre lo natural y lo humano, ya que los humanos han intervenido tanto el ambiente, que lo natural está inscrito en lo humano. Aunque las terminologías difieren en algunos elementos, todas centran su atención en las IHA y el paisaje; por lo tanto, como bien indican Pool y Cliggett (2008, p. 1; traducción personal) el concepto de paisaje “ofrece un área común, no solo para el encuentro entre antropólogos económicos y ecologistas, también para etnógrafos, arqueólogos, economistas, historiadores y, por supuesto, geógrafos”. La presente investigación enfatiza en el concepto de paisajes domesticados ya que involucra: 1. Interacciones culturales-biológicas, 2. Alteración de la productividad de los organismos y paisajes, 3. Ejes temporales y espaciales; todos son elementos presentes en las diversas definiciones expuestas. De manera que, el término de paisajes domesticados comprende las esferas de lo cultural y biológico, adicionalmente, enfatiza en los procesos de domesticación del ambiente desde una perspectiva temporal de largo plazo. Erickson (2006, 2008, 2010) considera que los paisajes reflejan procesos de domesticación. La domesticación se enfoca en manipular los componentes del ambiente de forma consciente 31 e inconsciente (Clement, 2014), dicha manipulación es de tipo genética y altera a los organismos desde su forma silvestre hasta su forma antrópica, pues así son más productivos para la humanidad (Erickson, 2006; Kereiva, Watts, McDonald, & Boucher, 2007; Piperno & Pearsall, 1998a). De manera que los paisajes domesticados son ambientes en donde el ser humano intervino para manipular y generar cambios en la productividad y aspecto de la ecología y demografía de los seres vivos (Clement, 2014; Erickson, 2006, 2008; Kereiva et al., 2007). Las acciones humanas intencionales y no intencionales evidencian una “cuidadosa creación y manejo de recursos con implicaciones para la diversidad, distribución y disponibilidad de especies” (Erickson, 2008, p. 156; traducción personal). Widgren (2012, p. 121) agrega que las “interacciones humanos-ambientes de miles de años han favorecido el desarrollo no solo de unas cuantas plantas y animales domésticos, también de biomas antropogénicos o paisajes domesticados”. Como consecuencia, la domesticación de paisajes es precursor de la domesticación de plantas y animales, además comprende una amplia gama de estrategias y prácticas de transformación del ambiente (Erickson, 2006). Por otra parte, el estudio de los paisajes domésticos busca superar dos grandes mitos. El primero es la percepción de los “paisajes prístinos” o sin intervención humana. Para Csorba (2010) los paisajes naturales son ambientes que no son influenciados directamente por los humanos y, por lo tanto, son autorregulados. Sin embargo, Denevan (1992), Piperno (2006b) y Erickson (2008) concuerdan respecto a que los paisajes prístinos en América son un mito; igualmente Kereiva et al. (2007, p. 1866; traducción personal) comentan que “la completa noción del ‘bosque lluvioso virgen’ quizás es errónea, la extensa actividad humana en la prehistoria es evidente en donde se pensó eran bosques no alterados en el Amazonas y el Congo”. El segundo problema es el mito del “buen salvaje” o “indio ecológico”, es decir, que los indígenas prehispánicos vivían en armonía con la naturaleza. Al respecto, Denevan (1992) sugiere que el impacto indígena en los paisajes pudo ser constructivo o degenerativo. El rol de los habitantes precolombinos no concuerda con el Homo ecologicus (individuo ecoamigable), ni con Homo devastans (individuo destructor del ambiente) (Balée & Erickson, 2006). Ambos mitos erradican la posibilidad de que los ambientes fueran modificados en épocas previas a la conquista. Ciertamente, la evidencia de actividades humanas en el pasado es más visible en sociedades sedentarias, en comparación con sociedades nómadas. Esto debido a 32 que los momentos de ocupación en terrenos son menos prolongados en sociedades nómadas (Bogaert et al., 2014; Butzer, 1989); sin embargo, Butzer (1989) propone que los paisajes registran las actividades humanas a nivel socioeconómico. Huellas humanas en el ambiente El interés por estudiar IHA en el pasado, así como por erradicar los mitos comentados, facilitó el desarrollo de diferentes estrategias y categorías de análisis para registrar las huellas de la humanidad en paisajes antiguas. Según Winterhalder (1994) y Hong (2014) la evidencia de las interacciones entre humanos y ambiente se registra mediante los parches. Los paisajes son matrices que se componen de unidades homogéneas conocidas como parches o patrones, los cuales se visualizan como discontinuidades en el paisaje. Como consecuencia, los investigadores son capaces de diferenciar entre eventos humanos y eventos climáticos a partir de las irregularidades y regularidades en el paisaje. Erickson (2008) explica que las modificaciones antropogénicas son regulares en tiempo, frecuencia, intensidad, escala, contexto y diversidad, a diferencia de las alteraciones en el ambiente por causas naturales. La introducción de prácticas humanas genera un aumento de las plantas ruderales, es decir, vegetación propia de zacates y herbáceas, la cual es indicio de ambientes alterados por actividad humana. La intervención humana en ambientes puede ser respaldada mediante objetos arqueológicos (Delcourt, 1987); adicionalmente, Goldberg y Macphail (2006) explican que los procesos de limpieza de áreas boscosas se interpretan a partir de materiales arqueológicos depositados en las superficies de los suelos, por ejemplo: restos de madera carbonizada, suelos alterados, inclusiones de carbón, polen y fitolitos. La creación de paisajes domésticos no es resultado de una actividad humana azarosa o una simple práctica de subsistencia. Los humanos alteran el ambiente por medio de quema, erosión, asentamientos, rutas, actividades agropecuarias, deforestación y aumento de la biodiversidad (Erickson, 2008); estas acciones son producto de diversas demandas sociales, tales como: “conformación de grupos sociales, rutinas domésticas, territorialidad, conocimiento ambiental local, reciprocidad y competitividad de festividades” (Erickson, 2006, p. 240; traducción personal). 33 Widgren (2012, p. 121; traducción personal) explica que “es solo mediante el trabajo, por ejemplo, poda de árboles, cuido de plantas silvestres y deshierbamiento, que las plantas y paisajes puede domesticarse; además, es solo mediante el trabajo que los sistemas de irrigación, terrazas y otras grandes inversiones de trabajo en la tierra pueden hacerse”. Por lo tanto, las modificaciones antrópicas en los paisajes pueden evidenciar dinámicas sociales, políticas y económicas (Pool & Cliggett, 2008). Las categorías para determinar los tipos de paisajes o modificaciones humanas son diversas. Autores como Bogaert et al. (2014), Csorba (2010), Denevan (1992), Ellis (2011), Smith (2011) concuerdan en algunas categorías, no obstante, las diferencias entre las clasificaciones radican en las variables de análisis consideradas. En el caso de Ellis (2011) las variables son claras: densidad poblacional, innovación, intensidad de la actividad humana. Mientras que Bogaert et al. (2014) y Csorba (2010) consideran el grado de impacto de la actividad humana. Por otro lado, las variables de Denevan (1992) y Smith (2011) no son explícitas, por ende, se infiere que las variables utilizadas fueron actividades humanas que causan modificaciones en el ambiente (Ilustración 7). Las categorías de especial interés para la presente investigación son las de Denevan (1992) y Smith (2011), porque éstas consideran las principales modificaciones en sociedades a pequeña escala y durante épocas prehispánicas (Ilustración 7). No obstante, todas las categorías fueron estudiadas para inferir la evidencia de cada tipo de alteración humana; además, todas las categorías fueron agrupadas en clases generales de modificaciones humanas del ambiente: agroforestería, agricultura y construcción; esto con el propósito de establecer variables de análisis para determinar las principales modificaciones antrópicas. La mayoría de las clasificaciones presentan una categoría de paisaje “original” o “natural”, no obstante, debido a las aclaraciones de Balée y Erickson (2006), Denevan (1992), Erickson (2006) y Piperno (2006b) resulta imposible pensar en paisajes prístinos; adicionalmente Erickson (2006, pp. 266; traducción personal) está en desacuerdo con el concepto de “regeneración o regresión a un estado natural”, ya que en el caso de las sabanas antropogénicas ahora cubiertas por bosque, el autor explica que éstas son “un legado histórico de las actividades humanas del pasado”. 34 Ilustración 7. Clasificaciones de modificaciones antrópicas en el ambiente. No aplica indica categorías muy generales de modificación que requiere de varios indicadores ambientales, o categorías que no pueden estudiarse a partir de restos paleobotánicos. (Denevan, 1992) Vegetación: Bosques antrópicamente alterados; Agricultura: Domesticación de plantas; Paisajes construidos: Aldeas nucleadas y estructuras arquitectónicas. (Csorba, 2010) Ecosistemas naturales: Influencia humana indirecta; Ecosistemas ligeramente modificados: Ambientes para turismo ecológico o manejo de bosques; Ecosistemas seminaturales: Ambientes agropecuarios o áreas de conservación; Ecosistemas con elementos naturales removidos/aislados de la naturaleza: Ciudades rurales con actividades agropecuarias; Paisajes antropogénicos: Ciudades altamente urbanizadas. (Ellis, 2011; Ellis & Ramankutty, 2008) Áreas silvestres: Sin población o actividad humana; Seminatural: Bosques con baja demografía y actividad humana; Áreas de pastoreo: Prácticas ganaderas; Áreas de cultivo: Prácticas agrícolas; Aldeas: Asentamientos agrícolas densos; Asentamientos densos: Asentamientos muy densos y urbanizados. (Bogaert et al., 2014) Conservación de sistemas levemente modificados: Evidencia de baja actividad humana; Utilización de componentes del sistema: Prácticas de aprovechamiento de recursos naturales, como la agroforestería; Remplazo de un sistema por otro: Remoción de vegetación y sustitución por nueva vegetación, por ejemplo, la agricultura; Destrucción del sistema: Remoción de la vegetación y sustitución por materiales artificiales, tales como la urbanización. (Smith, 2011) Siembra de semillas silvestres: Dispersión de plantas silvestres en zonas diferentes para luego cosecharlas; Trasplantación de árboles frutales: Cultivo de árboles perennes cercas de los asentamientos, esto facilita la creación de huertas; Fomento de árboles frutales: Mantenimiento de los árboles trasplantados; Trasplantación y fomento de raíces: Cultivo y mantenimiento de raíces. 35 Abandono De acuerdo con autores como Bogaert et al. (2014), Csorba (2010) y Ellis (2011); actualmente existen ambientes con influencia baja/nula o indirecta, es decir, éstas son ubicaciones con bajas o nula actividad humana; muestra de esto son las categorías de áreas silvestres, paisajes naturales y conservación de sistemas levemente modificados, las cuales muestran bajos o nulos nivele demográficos, escases o ausencia de prácticas humanas y ecosistemas autorregulados (Bogaert et al., 2014; Csorba, 2010; Ellis, 2011). Este tipo de ambientes no son difíciles de imaginar en el pasado, pues Ibarra (1996) comenta sobre prácticas de abandono de terrenos, con el propósito de regenerar los nutrientes del suelo; esto es conocido como barbecho y tenía un período de mayor duración que la siembra. Adicionalmente, Peters (2000) explica que luego del abandono de un terreno las primeras plantas en decaer son los cultivos (o plantas domesticadas), usualmente los árboles sobreviven y continúan reproduciendo luego del abandono. Por ende, las actividades de abandono fueron consideradas como una categoría de modificación antrópica, la cual fue desarrollada deliberadamente con el propósito de dar descanso a los terrenos previamente alterados (Ilustración 8). Según Ellis y Ramankutty (2008) las áreas silvestres se caracterizan por ausencia de poblaciones y actividades humanas; de manera que un indicador arqueológico para este tipo de modificación antrópica es la ausencia de sitios arqueológicos o cualquier evidencia de materiales arqueológicos in situ. Asimismo, Ellis y Ramankutty (2008) explican que los antromas boscosos están compuestos por un promedio de 52% de árboles; igualmente, un promedio de 48% de herbáceas y zacates complementa la cobertura de suelo14; por ende, otras fuentes de evidencia son la presencia de árboles y herbáceas/zacates en abundancia similar. Esta categoría fue descartada de la investigación pues el estudio fue realizado en un sitio arqueológico y, por lo tanto, éste evidencia actividad humana prehispánica; sin embargo, la categoría se incluyó como parámetro de comparación para inferir niveles de impacto antrópico en la vegetación, este argumento fue desarrollado con detalle en los resultados (Capítulo IX). 14 Las proporciones de cobertura se infirieron a partir de datos en tablas y gráficos (Ellis & Ramankutty, 2008, WebTable 1 y Figura 3). 36 Ilustración 8. Escenario hipotético de Abandono 37 Agroforestería En muchas ocasiones las áreas boscosas son consideradas como ambientes naturales o no modificados, ejemplo de esto son las categorías paisajes ligeramente modificados, seminatural, utilización de componentes del sistema, trasplantación de árboles, siembra de árboles y vegetación (Bogaert et al., 2014; Csorba, 2010; Denevan, 1992; Ellis, 2011; Smith, 2011). Sin embargo, autores como Denevan (1992), Erickson (2006), Oyuela-Caycedo (2010), Peters (2000) y Toledo y Barrera-Bassols (2008) argumentan que muchos de los paisajes “naturales de bosque” actuales son resultados de modificaciones humanas en el pasado que reflejan bosques construidos y manejados. Las quemas antrópicas propician el crecimiento de ciertas especies en áreas boscosas, ya que la composición es cambiada para convertir dichos espacios en “jardines forestales” (Toledo y Barrera-Bassols, 2008). Además, las quemas son las principales estrategias para manejo de bosques; las quemas en áreas seleccionadas favorecen la creación de diferentes ecosistemas boscosos, la distribución de especies y la regeneración de la cobertura de suelo (Denevan, 1992; Erickson, 2006). Es por esto que Oyuela-Caycedo (2010) propone que los bosques tropicales pueden brindar información del uso de paisajes antiguos, de manera que el autor considera a los bosques actuales como ensamblajes arqueológicos que revelan las dinámicas sociales e históricas de sociedades indígenas. Algunos de los indicadores arqueológicos de bosques antrópicos corresponde a restos paleobotánicos de: árboles frutales (ej. Annonaceae), Burseraceae, Chrysobalanaceae, Cyperaceae, Zingiberal (ej. Heliconiaceae, Marantaceae), Arecaceae, Poaceae (ej. Bambusoideae) (Bozarth, Price, Woods, Neves, & Rebellato, 2009; Contreras, 2010; Piperno, 1990). Por ejemplo, Bozarth et al. (2009) infieren sobre cultivo y manejo de palmas en Hatahara (Amazonia Brasileña) a causa de una alta presencia de restos propios de la familia Arecaceae. Asimismo, Oyuela-Caycedo (2010) plantea que Weinmannia, Persea americana, Bactris gasipaes y Virola sebifera son plantas utilizadas tanto por sociedades actuales como prehispánicas, debido a su abundancia en los Andes Centrales Colombianos. Contreras (2010) interpreta la presencia de árboles Polylepis como señal de alteraciones antropogénicas en los Andes Centrales. Mientras que, Erickson (2006) plantea un argumento similar en la Amazonia Boliviana mediante evidencia de palmas de Maurita flexuosa; el autor también comenta sobre islas de bosque antropogénico con altos índices de diversidad agrícola y boscosa (Ilustración 9). 38 Ilustración 9. Escenario hipotético de Agroforestería 39 Agricultura Gran parte del impacto de las actividades humanas en el entorno se atribuye a la agricultura desde sus orígenes, es así que la agricultura ha convertido “paisajes naturales” en campos de cultivo, terrenos de barbecho, terrenos de pastoreo y construcciones arquitectónicas para la agricultura (Bogaert et al., 2014; Erickson, 2006; Widgren, 2012). Las interacciones entre humanos y vegetación afectan a las plantas mediante prácticas de domesticación, cultivo, trasplantación y limpieza del bosque con fuego (Dean, 2014). Al igual que para el manejo de bosques, la utilización de quemas es una técnica ampliamente utilizada en la agricultura. Las quemas modifican las comunidades vegetales, porque aceleran el ciclo de reproducción de las herbáceas. Además, el uso de fuego provoca la sustitución de parches boscosos, por parches de zacates y arbustos; lo cual incrementa la capacidad de carga del ambiente (Smith, 2011). Erickson (2008, 2006) comenta que las quemas y el carbón fueron elementos clave en la creación de las tierras negras (terras pretas), pues los agricultores preparan las áreas de cultivo mediante quemas ya que fertilizan los campos, remueven maleza y reducen las plagas. La agricultura de quema y roza es de bajo costo y productividad limitada, no obstante, los campos de cultivo nunca son realmente abandonados (esto para permitir la regeneración del suelo) pues se combinan con prácticas de agroforestería. Por lo tanto, la agricultura es producto de prácticas que intervienen y manipulan el ambiente con el propósito de incrementar la productividad del ambiente (Clement, 2014). Esta actividad está estrechamente relacionada con procesos de domesticación, los cuales modifican genéticamente las plantas desde su estado silvestre, hasta obtener una forma doméstica, para incrementar su utilidad (Kereiva et al., 2007; Piperno & Pearsall, 1998a). Consecuentemente, algunos de los indicadores arqueológicos de agricultura incluyen el predominio de restos paleobotánicos de plantas prehispánicas domésticas como: Zea mays, Phaseolus vulgaris, Cucurbitaceae, Maranta arundinacea, Manihot esculenta (Fedick, 1995), restos de carbón producto de quemas (Smith, 2011), sustitución de parches boscosos por zacates y herbáceas, tales como Poaceae, Asteraceae, Heliconiaceae y Cyperaceae (Piperno, 1990) (Ilustración 10). 40 Ilustración 10. Escenario hipotético de Agricultura 41 Construcción15 Kereiva et al. (2007, pp. 1869; traducción personal) expone que “la actividad más natural de los humanos posiblemente es la domesticación de la naturaleza”, las ciudades son reflejo de esto ya que todos sus elementos son producto de las preferencias humanas. Las categorías paisajes antropogénicos, destrucción del sistema y asentamientos densos representan los tipos de ambientes con el mayor impacto de intervención humana, el cual corresponde con actividades urbanísticas que removieron o disminuyeron la vegetación “natural” (Bogaert et al., 2013; Csorba, 2010; Ellis, 2011). Las construcciones arquitectónicas y altas densidades demográficas son dos de las principales características de los paisajes construidos, paisajes antropogénicos y los asentamientos densos (Csorba, 2010; Denevan, 1992; Ellis, 2011). Las construcciones prehispánicas requirieron de movimientos masivos de tierra, así como de modificaciones topográficas y de la vegetación (Erickson, 2008). La funcionalidad de las estructuras era diversa, por ende, no toda construcción tuvo fines agrícolas (Contreras, 2010), En América, las edificaciones registradas abarcan desde montículos y caminos, hasta sistemas de almacenamiento de agua (Contreras, 2010; Denevan 1992, Erickson, 2006, 2008, 2010). Ejemplo de esto es la investigación de Erickson (2006, 2008, 2010) en la Amazonia Boliviana prehispánica, el autor registró la presencia de diversas estructuras arquitectónicas, por ejemplo: montículos, islas de bosques antropogénicos, anillos de zanja, campos elevados, sistemas hídricos y vías de comunicación. Consecuentemente, los indicadores arqueológicos para esta variable son estructuras arquitectónicas y movimientos de tierra y materias primas para la construcción. Adicionalmente, otros indicadores son las alteraciones de la vegetación y la topografía; por ende, existe una mayor presencia de vegetación antrópica (es decir, zacates y herbáceas) (Ilustración 11). 15 En esta investigación, el término construcción será utilizado para referirse únicamente al desarrollo de estructuras arquitectónicas, ya que esta es una de las prácticas que genera mayor alteraciones en los paisajes “naturales”. 42 Ilustración 11. Escenario hipotético de Construcción 43 Huellas climáticas en el ambiente Si bien, las IHA no favorecen las interpretaciones sobre ambientes “naturales”, tampoco es posible considerar que muchas de los parches en los paisajes son resultados de acciones antrópicas únicamente. Diversos autores (Hodell, Anselmetti, Ariztegui, et al., 2008; Kennedy & Horn, 2008; Lane, Horn, & Kerr, et al., 2014; McClosky & Liu, 2012; Taylor, Horn, & Finkelstein, 2013) argumentan sobre un evento de sequía en varias regiones del mundo a causa de un desplazamiento en la posición promedio de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), lo cual pudo ser ocasionado por el enfriamiento repentino de Groenlandia y las temperaturas de la superficie del mar en el subtrópico del Atlántico norte (Hodell et al., 2008). Existen algunas diferencias de fechamientos respecto a las anomalías del ZCIT. Kennedy y Horn (2008) reportan fechas entre el 1180-1080 cal yr a.p. (770-870 n.e.) y 1030-850 cal yr a. (920-1100 n.e.), así como antes del ~700 cal yr a.p. (~1250 n.e.) en la Estación Biológica La Selva. Hodell et al. (2008) registran el período de sequía durante el 18 ka (200 n.e.) en el Lago Petén Itzá (Guatemala). Taylor et al. (2013) documentan varios períodos secos 1150-970 (800-980 n.e.) y 860-640 (1090-1310 n.e.) cal yr BP en Laguna El Zoncho (Costa Rica). Lane et al. (2014) proponen eventos de sequía entre el 500-110 n.e. en Laguna Castillo (República Dominicana). En la Estación Biológica La Selva, Kennedy y Horn (2008) sugieren un posible período de sequía a finales de la fase La Selva e inicios de La Cabaña; de igual manera, los inicios de la fase El Bosque pudieron estar acompañados de eventos de sequía (Horn & Kennedy, 2001). Los autores señalan que los aumentos en polen de herbáceas y mayores concentraciones de macro y micro partículas de carbón previo a ~700 cal yr a.p. (~1250 n.e.) podrían respaldar dicho evento (Kennedy & Horn, 2008). De modo que, los indicadores de eventos secos pueden variar según la técnica de análisis: índice de alcalinidad (Lane et al., 2014), isótopos estables de carbono (Lane et al., 2014; Taylor et al., 2013), polen (Hodell et al., 2008; Kennedy & Horn, 2008; Lane et al., 2014; Taylor et al., 2013). Sin embargo, algunas de las variables más comunes son: fuegos naturales (micropartículas de carbón) (Kennedy & Horn, 2008) y cambios en la vegetación (aumento de zacates) (Kennedy & Horn, 2008; Lane et al., 2014; Taylor et al., 2013) (Ilustración 12). 44 Ilustración 12. Escenario hipotético de sequía 45 CAPÍTULO V: ANÁLISIS DE FITOLITOS EN ARQUEOLOGÍA Los análisis arqueobotánicos comprenden un amplio espectro de restos, como es el caso de los restos macrobotánicos, los cuales se entienden como los vestigios vegetales más comúnmente estudiados; estos consisten en restos de plantas observables a simple vista por ejemplo: “madera, semillas, frutos, fibras del tallo y cubierta de semillas; al igual que fibras convertidas en telas u hojas manufacturadas en sombreros, capas, cestas o mantas” (Wright, 2010, p. 38; traducción personal). Por el contrario, los restos microbotánicos requieren de microscopios de alta intensidad para su correcta identificación (Wright, 2010); como por ejemplo el polen16, los granos de almidón17 y los fitolitos. Los fitolitos son en su mayoría cuerpos de sílice18 y se consideran unos de los restos más duraderos. Por lo tanto, varios autores (Mulholland & Rapp, 1992; Pearsall, 2000; Piperno, 2006a) coinciden que los fitolitos son restos microbotánicos resultados de procesos biológicos y físicos que producen un depósito mineral de tejidos intra y extra celulares (en/entre las paredes de la célula) de plantas vivas, luego de absorber sílice (ácido monosílico) proveniente de aguas subterráneas en estado soluble, que se deposita en las células del tejido de la planta viva y así formar cuerpos de sílice opalino (SiO2•nH2O). Piperno (2006a) mencionó que a partir de caracterizaciones químicas y físicas se han puntualizado cinco rasgos principales de los fitolitos: 1) Están compuestos por cristales amorfos, 2) Contienen elementos como aluminio, hierro, manganeso, magnesio, fósforo, cobre, nitrógeno y carbono orgánico, 3) Tienen una refracción entre 1.41 y 1.47, 4) Poseen una densidad de 1.5 a 2.3), 5) Carecen de coloración (transparencia) o posiblemente pueden tener colores entre café claro y opaco. La formación de fitolitos en una planta depende de ambiente climático de crecimiento, naturaleza del suelo y afinidad taxonómica. Lo anterior se debe a que existen partes y tejidos de las plantas que favorecen la deposición de sílice sólido, de forma que los fitolitos se 16 El polen se forma en el órgano reproductor masculino de la planta, más precisamente, en la semilla (Wright, 2010). 17 Los granos de almidón se forman mediante plastidios que se alojan en las raíces, hojas y tallos (Wright, 2010). 18 Existen fitolitos de cristales de oxalato de calcio, particularmente asociados a las familias Cactaceae y Vitaceae, así como a la especie Olea europea. Estos fitolitos hay sido poco empleados en estudios, posiblemente debido a la escasez de investigaciones relacionadas con su caracterización y conservación (Mulholland & Rapp, 1992; Pearsall 2000; Piperno, 2006a). 46 encuentran principalmente en la epidermis de las semillas y frutos, subepidermis de las hojas y lemas. Estudios en zacates propusieron que la localización de los fitolitos puede estar relacionada con partes de la planta donde hay mayor pérdida de agua, pues brindan ventajas tales como rigidez, reducción de efectos tóxicos del aluminio y demás metales pesados, control del colapso de las paredes de las células, menor costo energético de producción de mecanismos de defensa (Piperno, 2006a). La producción distintiva de fitolitos ha posibilitado la identificación a nivel de familia principalmente y género en algunas ocasiones; esto porque existen familias con mayor predisposición genética a generar fitolitos, mientras que otras familias producen bajas frecuencias (Pearsall, 2000). Como consecuencia, se han establecido relaciones entre familia (inclusive, género) de plantas y la producción de formas propias de familias; por ejemplo: Poaceae, Cucurbitaceae, Asteraceae, Cannaceae, Marantaceae, Musaceae, Urticaceae y Arecaceae (Pearsall, 2000; Piperno, 2006a). Esto ha conducido a la generación de protocolos para la clasificación según diferentes rasgos presentes en los cuerpos silíceos de plantas tales como: forma, textura u ornamentación, simetría de los rasgos y origen anatómico (Madella, Alexandre, & Ball, 2005; Pearsall, 2000; Pearsall & Dinan, 1992; Piperno, 1988, 2006). Aunque temáticas relacionadas al ¿por qué? y ¿cómo? de la producción de fitolitos aún están en debate (Piperno, 2006a), ciertamente varias son las interpretaciones que se realizan a partir de su morfología y composición química. En América, los análisis de fitolitos se utilizan para estudiar la domesticación de plantas en sociedades prehispánicas (Pearsall, 2000; Piperno, 1988, 2006a); también estos son útiles para investigar sobre: subsistencia, técnicas de cultivo, agricultura, limpieza de zonas boscosas o comparaciones entre áreas boscosas y zacates (Mulholland & Rapp, 1992; Pearsall, 2000). Los fitolitos se conservan bien en contextos arqueológicos, por lo que usualmente son utilizados en contextos con baja preservación de restos macrobotánicos (a causa de malas condiciones de conservación en suelos secos, alcalinos y anaeróbicos) (Wright, 2010). Pearsall (1982) mencionó que los análisis de fitolitos pueden incurrir en sesgos debido a contaminaciones de los contextos, lo anterior se da en casos donde el transporte de fitolitos es resultado del viento o la lluvia (es decir, deposición ex situ). Aunque la mayor parte de los investigadores concuerdan respecto a la deposición in situ de los fitolitos en suelos arqueológicos, estudios sobre el transporte en suelos son todavía necesarios. 47 Pearsall (1982) señaló que los fitolitos son un campo de interés dentro de las investigaciones arqueobotánicas, esto impulsó el refinamiento de los procedimientos, clasificación e identificación de dichos restos. Sin embargo, la autora indicó que se debe tener precaución pues temáticas como: el movimiento o filtración de los fitolitos entre suelos, esquemas de clasificación para vegetación regional y procedimientos de conteo, todavía deben ser estudiadas. En síntesis, los análisis de fitolitos comprenden un campo de estudio de gran interés dentro de las investigaciones arqueobotánicas de microrrestos. Dicha técnica en arqueología es utilizada para investigar sobre: agricultura, subsistencia, modificaciones y cambios de la vegetación. Sin embargo, la deposición de los fitolitos en suelos requiere de un grado de cautela, a pesar de haber consenso respecto a su carácter de deposición in situ, faltan investigaciones que respalden estos argumentos. La presente investigación no discute profundamente sobre aspectos tafonómicos, ya que lo objetivos planteados no corresponden directamente con la temática. Consideraciones sobre las investigaciones con fitolitos Las investigaciones paleoambientales procuran extraer suelos y sedimentos de diferentes ambientes, sean acuáticos o terrestres, con el fin de obtener paleobioindicadores19 para inferir las condiciones ambientales en el pasado. Las muestras para análisis de fitolitos son recuperadas de suelos y sedimentos en lagunas, ríos, océanos, superficie terrestre, etc. Las lagunas y pantanos son áreas ideales para estudiar los cambios en la vegetación antigua (Piperno, 1997; Piperno & Becker, 1996), no obstante, las interpretaciones realizadas a partir de muestras recuperadas en suelos terrestres son igualmente exitosas (Alexandre et al., 1999; Piperno & Becker, 1996;). Las investigaciones de McMichael, Bush, Piperno et al. (2011), McMichael, Piperno, Bush, et al. (2012) y McMichael, Piperno, Neves, et al. (2015) son ejemplo de estrategias donde se considera la recolección de muestras lacustres y terrestres para estudios regionales comparativos. De manera que, las investigaciones con fitolitos pueden realizarse en sitios arqueológicos, tales son los casos de estudios en donde se extraen muestras de contextos arqueológicos 19 En el caso de investigaciones sobre paleovegetación los indicadores más comunes son: polen, fitolitos, isótopos estables de carbono y carbón. 48 para inferir sobre el impacto humano en el ambiente (véase Bozarth et al., 2009; Iriarte, 2006; Iriarte et al., 2010; McKey, Rostain, Iriarte, Glaser, Watling, et al., 2010; Pearsall, 2008; Pearsall & Trimble, 1984; Piperno & Becker, 1996). Dichas investigaciones requieren de una estrategia de recolección y procesamiento de la evidencia; es decir, las áreas de interés son seleccionadas y se recolectan las muestras (capítulo VII), éstas generalmente se obtienen mediante recolecciones horizontales o verticales20 en rasgos arquitectónicos (tales como: terrazas, campos elevados, camellones, montículos y demás) (véase Bozarth et al., 2009; Iriarte et al., 2010; Mayle & Iriarte, 2012; Pearsall & Trimble, 1984;). Posteriormente, los fitolitos son extraídos con procedimientos químicos de laboratorio, (Alexandre et al., 1999; Bozarth et al., 2009; Iriarte, 2006; Maezumi, Power, Mayle, McLauchlan, & Iriarte, 2015; McMichael et al., 2011, 2015; Pearsall, 2008; Piperno, 1997; Piperno, 1990; Piperno & Becker, 1996; Piperno & Jones, 2003; Solís-Castillo, Golyeva, Sedov, et al., 2015), la mayor parte de las investigaciones en el neotrópico americano utilizan procedimientos de desagregación, decantación, oxidación y flotación química, los cuales pueden revisarse en Piperno (1988, 2006a); otros procedimientos son discutidos en el capítulo VII. El análisis morfológico de las muestras permite determinar el valor taxonómico21 y arqueológico22 de los microrrestos de sílice; a partir de este análisis es que se puede interpretar el origen de los impactos ambientales. Mayle e Iriarte (2012) sugieren que el uso de diferentes indicadores ambientales permite distinguir entre modificaciones naturales y humanas; por ende, diversos estudios emplean hasta dos paleobioindicadores, por ejemplo, fitolitos y carbón (véase Bozarth et al., 2009; McMichael et al., 2011, 2012, 2015; Pearsall & Trimble, 1984; Piperno, 1997; Piperno & Jones, 2003). La evidencia más clara de actividad humana en un sitio arqueológico es la construcción arquitectónica; adicionalmente, los análisis microscópicos permiten registrar prácticas humanas en relación con el ambiente que las rodea. Por ejemplo, dos de las grandes huellas de la humanidad son las plantas domésticas y la abundancia de zacates, herbáceas y plantas 20 Recolecciones horizontales refiere a muestras de columnas estratigráficas, mientras que las recolecciones verticales son de pisos (ver capítulo VII). 21 El valor taxonómico refiere a fitolitos con formas diferenciables que permitan identificar plantas a nivel de familia, género o especie. Para esta investigación, el concepto de morfotipo refiere a las formas de fitolitos con valor taxonómico. 22 El valor arqueológico alude a la información de carácter social, económico, político y demás que se puede inferir a partir de los fitolitos. 49 C423, en general. El maíz es una de las principales evidencias de actividad humana en el pasado americano, así como el uso de fuego para modificar paisajes (Piperno, 2006a; 2006b), ya sea con propósitos agrícolas o constructivos. Consecuencias de la domesticación de plantas y uso del fuego es la sustitución de parches de ambientes boscosos por zacates y herbáceas. McKey et al. (2010) reportan en la amazonia de Guayana Francesa un cambio de la vegetación posterior a la construcción de campos elevados, la vegetación pasó de una combinación de plantas C324 y C4 a una predominancia de plantas C4. Una situación similar es la reportada por Pearsall y Trimble (1984) en campos de cultivo en Hawaii, los autores evidenciaron una regresión del ambiente boscoso, pues posterior a eventos agrícolas, en donde aumentó la cantidad de carbones y zacates, se dio un incremento en la vegetación boscosa. Además, las investigaciones de Bozarth et al. (2009), Pearsall (2008), Piperno (1990), Mayle e Iriarte (2012) y Solís-Castillo et al. (2015) respaldan el predominio o aumento de plantas C4, zacates y herbáceas, así como de restos de carbón, en contextos intervenidos por seres humanos. McMichael (2011, 2012) sugieren que muchos de los paisajes amazónicos de la actualidad pudieron ser modificados a partir de fuegos, esto lo infieren mediante restos silíceos de herbáceas y arbustos, además de fitolitos carbonizados de zacates. Otro indicador de actividad humana son los restos de Arecaceae. Bozarth et al. (2009) reportan altas frecuencias de fitolitos de palmas en un contexto arqueológico en Hatahara (amazonia brasileña), por lo que infieren que los árboles fueron cultivados o manejados. No toda evidencia de zacates, herbáceas y carbones es producto de la actividad humana, algunos de estos indicadores pueden sugerir cambios en la temperatura del clima (Alexandre et al., 1999; Iriarte, 2006; Maezumi et al., 2015; Piperno, 1997; Piperno & Becker, 1996; Piperno et al., 2015). Por ejemplo, la temperatura durante el Pleistoceno se ha inferido a partir de restos botánicos; en la época temprana el clima era fresco, esto debido a una mayor presencia de plantas C3, en comparación con las plantas C4; posteriormente en el Pleistoceno 23 Las plantas C4 son más eficientes procesando el CO2 y se dan en ambientes cálidos de baja latitud y altitud. Este grupo se compone principalmente de zacates (Poaceae), además incluye los géneros y especies: Amaranthus, Chenopodium, Panicum miliaceum, Saccharum, Sorghum bicolor y Zea mays (Reitz & Shackley, 2012). 24Las plantas C3 corresponden con un grupo de plantas con ruta fotosintética C3, dicha vegetación representa el 97% de las plantas vasculares. Estas son menos eficientes convirtiendo el CO2. El grupo incluye vegetación en altas: latitudes, elevaciones, temperaturas y precipitaciones (Reitz & Shackley, 2012). 50 tardío el clima fue más seco debido a un aumento de las plantas C4 (Maezumi et al., 2015; Piperno, 2006b; Piperno, 1997; Piperno & Jones, 2003). Mediante una estrategia similar, Alexandre et al. (1999) interpretaron cambios climáticos en un bosque de Salitre, zona sur-central de Brasil; según los investigadores el área de estudio experimentó una transición de condiciones húmedas (aumento de vegetación boscosa) a secas (más zacates C4), luego el clima vuelve a su condición húmeda (incremento de vegetación boscosa y disminución de zacates C4). Por lo tanto, la presencia de zacates, herbáceas y plantas C4 no puede ser evidencia absoluta de actividad humana. Adicionalmente, el incremento de carbón tampoco representa un dato certero de modificaciones antrópicas, dado es el caso de Maezumi et al. (2015) y Piperno & Becker (1996) quienes proponen que la presencia de carbón no siempre refleja modificaciones antrópicas. En la sabana de la Meseta de Huanchaca (noreste de Bolivia) Maezumi et al. (2015) plantean que las altas frecuencias de carbón y plantas C4 son resultado de épocas secas. Consecuentemente, para inferir sobre impacto humano en el ambiente es necesario registrar presencia de plantas domésticas, ya que ésta es una de las mejores evidencias de actividad humana (Mayle & Iriarte, 2012). Piperno (1997) concluye acerca de la ausencia de impacto antrópico en partes de la cuenca del Amazonas, esto debido a la falta de fitolitos de plantas domésticas (maíz, ayote, sagú) y herbáceas, las cuales ella interpreta como agricultura prehispánica. En síntesis, el siguiente cuadro resume los indicadores paleobotánicos de modificaciones humanas y climáticas, en relación con sus variables taxonómicas y arqueológicas: Cuadro 4. Valor taxonómico y arqueológico vegetación con abundancia de fitolitos Valor taxonómico Taxón Valor arqueológico (Nivel de identificación) Urtical Orden Las Urticales son evidencia de bosque maduro (Kennedy & Horn, 2008) Urticaceae Familia Las Urticales son evidencia de bosque maduro (Kennedy & Horn, 2008) Moraceae Familia Chrysobalanaceae Familia Evidencia de bosque maduro (Piperno, 1994; Piperno & Becker, 2003) Burseraceae Familia Evidencia de área boscosa (Piperno, 1988) Trattinickia aspera Especie Evidencia de área boscosa (Piperno, 1988) Bursera simaruba Especie Protium costarricense Especie Bosque húmedo (Piperno, 1988) Tetragastris panamense Especie Bosque húmedo, bosque semiperennifolio (Piperno, 1988) Tetragastris panamensis Especie Hymenophyllaceae Familia Helechos en bosques húmedos (Piperno, 1994) 51 Valor taxonómico Taxón Valor arqueológico (Nivel de identificación) Trichomanes Género* Helechos en bosques húmedos (Piperno, 1994) Annonaceae Familia Evidencia de bosque maduro (Piperno, 1994) Guatteria Género* Bosque húmedo, bosque semiperennifolio (Piperno, 1988) G. dumetorum Especie* Bosque húmedo (Piperno, 1988) Unonopsis pittieri Especie* Evidencia de bosque maduro (Piperno, 1994) Evidencia de agroforestería (Bozarth et al., 2009; Piperno, 1988) o Arecaceae Familia bosque (Piperno & Becker, 2003). Algunas palmas son consideradas como plantas domesticadas (Morcote-Ríos & Bernal, 2001). Asteraceae Familia Herbácea presentes en campos de cultivo (Blanco & Mora, 1994) Herbácea asociada a prácticas agrícolas (Kennedy & Horn, 2008) o Cyperaceae Familia sabanas (Piperno & Jones, 2003) Limpieza de áreas boscosas (Goldberg & Macphail, 2006). Presentes en Poaceae campos de cultivo (Blanco & Mora, 1994) Planta C3, ambiente fresco, sotobosque, de bosque tropical (Piperno & Bambusoideae Subfamilia Pearsall, 1998a) Chusquea Género Bosque fresco de bambú (Piperno, 1994; Piperno & Pearsall, 1998b) Planta C3, estación seca (Piperno, 1997); también en ambientes Pooideae Subfamilia húmedos y fríos, especialmente en zonas templadas (Maezumi et al., 2015) Zea mays Género Semicultura Zacate corto, resistencia a ambientes áridos (Bremond et al., 2005). Chloridoideae Subfamilia Planta C4, condiciones cálidas y secas (Maezumi et al., 2015) Zacate largo, poca resistencia a ambientes áridos (Bremond, Alexandre, Panicoideae Subfamilia Peyron, & Guiot, 2005). Planta C4, estación lluviosa, condiciones húmedas y cálidas (Maezumi et al., 2015) Zingiberales * Herbáceas de ambientes antrópicos (McMichael et al., 2011; Piperno, Heliconiaceae * 1990, 1994) Cannaceae * Vegecultura** Marantaceae Maranta arundinacea Vegecultura Calathea allouia Cucurbitaceae Lagenaria siceraria Género Cucurbita Género C. moschata Especie Semicultura C. andreana Especie C. maxima Especie Fabaceae Phaseolus vulgaris Género Semicultura Euphorbiaceae Manihot esculenta Género Vegecultura * Morfológicamente son similares, por ende, en ocasiones se interpretan a nivel de familia (Hymenophyllaceae, Annonaceae) y orden (Zingiberales). ** Aunque no se identifica a nivel de género o especie, esta familia se asocia comúnmente a la especie Canna edulis. 52 CAPÍTULO VI: ETAPAS DE LA INVESTIGACIÓN Recolección de las muestras de suelo Pearsall (2000) y Piperno (1988, 2006a) detallan sobre los diferentes modos de recolección según el contexto de donde se recuperan columnas y pisos. Para esta investigación se realizaron recolecciones en columnas estratigráficas; lo anterior se debe a que las columnas sirven para interpretaciones diacrónicas. Piperno (2006a) sugiere recolecciones entre estratos de 5 ó 10 cm de diferencia entre cada muestra, en esta investigación se aplican recolección cada 10 cm. Las muestras de suelos de M-01 (Ilustración 13) se recolectaron a inicios del 2015 mediante una excavación, la cual se identificó como operación (Op.) 2-3-2-2-1 SW (ésta originalmente se registró como Op. 4-2-2-1 SW, pero luego fue renombrada como Op. 2-3-2-2-1 SW). Ilustración 13. Montículo 1. La Op. 2-3-2-2-1 SW (anteriormente conocida como Op. 4-2-2-1 SW) se localiza en el área central de la estructura; además de la cala central; Gamboa (2016) ubicó unidades de excavación en la zona 53 media y el perímetro del montículo, sin embargo, no se recuperaron muestras de suelo en los perfiles estratigráficos de éstas dos últimas unidades. Fuente: Adaptado de García (2016) y Gamboa (2016). La recolección contabilizó un total 16 muestras; para las cuales se utilizó equipo básico como: cuchara de acero inoxidable, bolsas plásticas limpias, agua destilada y etiquetas (Ilustración 14). La operación 2-3-2-2-1 SW registró una profundidad de 0 a 260 cm.b.s. aproximadamente (Ureña, 2015), los niveles de 210 a 260 cm.b.s. corresponden cronológicamente a la fase El Bosque, de modo que las muestras de suelo recolectadas en 2-3-2-2-1 SW incluyeron evidencia desde La Selva hasta La Cabaña, pues los estratos correspondientes a El Bosque no fueron recolectados a causa de la falta de tiempo durante la excavación. Ilustración 14. Recolección de muestras de suelo (a) Recolección de muestras de suelo en perfil estratigráfico, recolección por Laura Corrales en 2015. (b) Perfil estratigráfico de Op. 2-3-2-2-1 SW. Fuente: Fotografías de Kendra Gamboa, 2015, Proyecto Arqueológico Nuevo Corinto. La estrategia de recolección fue diseñada con el propósito de evitar la contaminación de las muestras. Autores como Celant, Magri, & Stasolla (2005), Pearsall (2000) y Piperno (2006a) sugieren varias acciones para evitar la contaminación de residuos macro y micro: 1. Esterilizar el equipo antes y después de cada limpieza de superficie y recolección de suelo, 2. Limpieza 54 de superficie previo a la recolección, 3. Iniciar las recolecciones del nivel más profundo al más superficial. Por ende, la ilustración 15 resumen los pasos básicos de la recolección de muestras de suelo realizadas en el perfil estratigráfico de M-01. La secuencia completa de pasos y las consideraciones previas a la recolección fueron detalladas en el Anexo 1. 1. Ubicar estrato más profundo 2. Limpiar cuchara, agua y toalla descartable 3. Limpiar superficie, raspar el perfil con la cucharilla 4. Limpiar cuchara, agua y nueva toalla descartable 5.Recolectar 100 g. de suelo, realizar un agujero en el perfil para recolectar la muestra 6. Guardar la muestra en bolsa plástica nueva y limpia 7. Etiquetar la bolsa, utilizar marcador permanente 8. Recolectar siguiente muestra de suelo, cada 10 cm. (repetir 2-7) Ilustración 15. Estrategia de recolección. El método de recolección se diseñó para perfiles estratigráficos; no obstante, éste puede aplicarse a pisos de ocupación, con leves variaciones (Anexo 1). Fuente: Elaboración propia. Descripción de las muestras de suelo Posterior a la recolección de los suelos, cada muestra se secó a temperatura ambiente, contrario a lo establecido por Pearsall (2000) y Zucol y Osterrieth (2002), quienes sugieren utilizar hornos; dicha decisión se consideró debido a la falta del equipo mencionado. Consecuentemente, las muestras de suelo se depositaron en bolsas de papel para acelerar el proceso. 55 Las muestras secas fueron descritas macroscópicamente, según su peso, color textura, inclusiones y pH. En las muestras mayores a 100 g se reservó aproximadamente 200 g y el suelo sobrante se desechó. La masa de los suelos se determinó antes y después del secado, esto con el fin de conocer el contenido de humedad de cada muestra. La mayor parte de las muestras perdieron en promedio 84,4 g de peso, es decir, la el contenido de humedad es de un 31% aproximadamente. El registro consideró la presencia de restos de raíces, insectos, coyolillo (rocas menores a 0,5 cm), material carbonizado, posibles semillas y materiales contemporáneos (vidrio, plástico, metal); con el objetivo de documentar posibles bioturbaciones o actividad antrópica actual, que contaminaron las muestras. Las muestras únicamente registraron raíces, coyolillo y restos de carbón (macroscópicos); las raíces finas y el coyolillo fueron documentadas en la mitad de las muestras; mientras que en restos de carbón fueron registrados únicamente en dos muestras. Ningún material contemporáneo fue registrado, de modo que se descarta la posibilidad de contaminación del contexto y las muestras a causa de actividad humana reciente. Por otra parte, las partículas de carbón se interpretaron como resultado de actividad humana en épocas prehispánicas, ya que estos se encontraron en niveles con materiales arqueológicos (muestras 50 cm.b.s. y 160 cm.b.s., Anexo 2). El pH de los suelos se clasificó en ácido (rango de 0-6), neutro (rango 7) y básico (rango de 8- 14), según la escala de coloración obtenida por las cintas de medición de pH Macherey-Nagel (pH Fix 0-14); dicha descripción se realizó para determinar posibles relaciones entre el pH y el grado de conservación (Anexo 2). Todas las muestras de suelo indicaron un grado 5, de manera que el suelo de M-01 es ácido. El color fue descrito según los códigos establecidos en la Tabla Munsell, mientras que la textura se clasificó en arcillosa, limosa y arenosa, según las propiedades de plasticidad de la tierra. El color y la textura permitieron vincular la evidencia con la descripción estratigráfica realizada por Gamboa (2016) en M-01. Tratamiento de las muestras de suelo Procedimiento con microondas para procesos de digestión 56 El método de Parr (2002) y el procedimiento del Laboratorio de Suelos y Foliares del CIA (Centro de Investigaciones Agronómicas, Universidad de Costa Rica) (Floria Bertsch, Freddy Blanco & Wilberth Rodríguez, 2015; comunicación personal) fue utilizado para extraer fitolitos (Anexo 3). Dicho procedimiento fue aplicado a muestras de suelos no arqueológicos de Nuevo Corinto, pues se deseaba comprobar la factibilidad de utilizar el método en cuestión. Sin embargo, el método no mostró resultados exitosos (Anexo 4), esto debido a que la muestra recuperada mostraba una baja presencia de fitolitos. Asimismo, las condiciones para identificar las muestras no eran óptimas, ya que la materia orgánica no digerida durante el procedimiento dificultó el trabajo de identificación en el microscopio. Procedimiento con líquido pesado La aplicación del procedimiento propuesto por Mora (1994), Pearsall (2000) y Piperno (2006a) implicó una etapa de experimentación; de modo que se realizaron cuatro nuevos ensayos en el CIPRONA, Laboratorio de Geografía Física (Escuela de Geografía) y el Laboratorio de Arqueología (Centro de Investigaciones Antropológicas, CIAN) (Anexos 5 y 6) (Ilustración 16). La primera prueba se completó exitosamente en una muestra de tierra de 2 g; no obstante, ésta registró diversas dificultades relacionadas a la duración del procedimiento, la selección de los reactivos más efectivos, así como a las cantidades de cada reactivo. Las adaptaciones del método se realizaron debido a la falta de equipo básico para la extracción de fitolitos; de modo que, la duración en cada etapa se extendió de manera tal que tomó entre 2,5 y 3 semanas completar la extracción de fitolitos por muestra. La remoción de la arcilla se realizó mediante agitaciones manuales, pues no se contaba con un agitador, este procedimiento tardaba entre 7 y 5 días para asegurar la sedimentación completa de la tierra. La centrífuga tuvo que sustituirse por un vortex, de manera que entre cada agitación se debía esperar una aproximado de una hora para que la muestra sedimentara por completo. La falta de baño maría se compensó extendiendo el tiempo de digestión de la materia orgánica entre cinco y siete días (o hasta que la reacción del H2O2 disminuyera). Otro de los inconvenientes fue la selección de reactivos. A pesar de que los procedimientos de Mora (1994), Pearsall (2000) y Piperno (2006a) son similares en sus etapas, estos utilizan reactivos diferentes. Por ejemplo, la remoción de carbonatos, óxidos y materia orgánica en general se obtiene agregando 10 mL de una disolución al 5-10 % de ácido clorhídrico (HCl) (Mora, 1994; Pearsall, 2000, Piperno, 1988, 2006a; Zucol & Osterrieth, 2002; Zurita, 1987), 57 esto se puede sustituir por 10 mL de ácido nítrico (HNO3). Por otro lado, los restos coloidales se digieren con 0,2 g de clorato de potasio (KClO3) o una disolución al 10 % de hidróxido de potasio (KOH) (Piperno, 2006a). Mientras que, la etapa de flotación química (extracción de fitolitos) requiere de un reactivo cuya densidad sede al menos 2,5 g mL-1.; no existe un componente que se aplique para todos los suelos, pero en zonas tropicales generalmente se emplean 10 mL de yoduro de cadmio y potasio (CdI2/KI)25 o (Mora, 1994; Piperno, 1988, 2006a), 10 mL de yoduro de zinc (ZnI2) y HCl26 (Pearsall, 2000) ó 10 mL de bromoformo (CHBr3) y acetona (C3H6O) (Zurita, 1987). Ilustración 16. Procedimiento con líquido pesado (a) Agitación con Na6O18P6 para remover las arcillas. (b) Proceso de sedimentación de muestras agitadas. (c) Cambio de coloración del supernatante luego de siete decantaciones. (d) Digestión de carbonatos con HCl. (e) Digestión de materia orgánica con HNO3 y ClKO3. Fuente: Fotografías de María López Rojas. 25 Mezcla de 470g de yoduro de cadmio y 500 g de yoduro de potasio en 400 mL de agua (Piperno, 1988). 26 Mezcla de 285 g de ZnI2 y 20 mL de HCl en 80 mL de agua destilada (Pearsall, 2000). 58 Consecuentemente, el primer ensayo se realizó con el propósito de medir la efectividad de los reactivos, sus cantidades y concentraciones. El procedimiento incluyó los reactivos y concentraciones utilizados por Piperno (2006a), además de las cantidades de los reactivos implementadas por Mora (1994) y Pearsall (2000). El KOH se omitió del procedimiento, porque no se contaba con éste, no obstante, se utilizaron 10 mL de HCl al 10% y 10 mL de peróxido de hidrógeno (H2O2) al 30% para remover los carbonatos y digerir la materia orgánica, respectivamente. El reactivo para la flotación química fue una disolución de cristales cloruro de zinc (ZnCl2), esto debido a que otros reactivos pueden ser cancerígenos y de alta peligrosidad, ejemplo de esto es el bromoformo que se descontinuó por su alto nivel cancerígeno (Pearsall, 2000; Piperno, 1988, 2006a; Zucol & Osterrieth, 2002). El segundo ensayo mantuvo los mismos pasos, sin embargo, posterior al H2O2, se agregó 3 mL de KOH al 10% para asegurar la completa digestión de la materia orgánica. El KOH no reaccionó, por lo que se infirió que, para el caso de las tierras de Nuevo Corinto, la digestión de la materia orgánica se logra utilizando únicamente 10 mL de H2O2 al 30%. Aunque los dos primeros ensayos fueron exitosos, se realizó una tercera prueba con 5g de tierra, esto con el fin de recuperar una mayor concentración de fitolitos por muestra. A diferencia del primer experimento, el segundo fue menos exitoso en recuperar una muestra limpia y con mayor cantidad de microrrestos. Si bien, las cantidades de los reactivos se duplicaron, la remoción de materia orgánica y la flotación de los fitolitos fueron menos efectivas, en comparación con el primer y segundo intento. El cuarto experimento se realizó nuevamente con 2 g de tierra, además en esta oportunidad se utilizó el agitador magnético, la centrífuga y el baño maría, lo que redujo la duración del procedimiento en un máximo de 6-8 días. El ensayo utilizó 10 mL de HCL al 10% para remover los carbonatos, 10 mL de H2O2 al 30% para digerir la materia orgánica y 10 mL de ZnCl2 con una densidad de 2,3mL-1. Todas las etapas del método se aplicaron satisfactoriamente; además, la muestra recuperada se caracterizó por la ausencia de materia orgánica y la abundancia de fitolitos. Consecuentemente, el procedimiento aplicado en el cuarto ensayo se aplicó a las muestras de suelos obtenidas en M-01 para la extracción de fitolitos (Anexo 5). Los resultados de la última prueba de laboratorio fueron comparados con una nueva etapa de extracción de fitolitos, ésta se llevó a cabo en el Laboratorio de Arqueobotánica y Paleoecología de la Universidad de Exeter (Reino Unido). El procedimiento realizado mantuvo pasos similares a los aplicados durante la cuarta experimentación en Costa Rica, no obstante, 59 debido a las facilidades de equipos (agitador orbital Stuart SSL1, centrifuga MSE Centaur2 y termobloque Grant QBD2) y reactivos (hexametafosfato de sodio o Na6O18P6, bromuro de zinc o ZnBr2, Entellan®) el método original de Piperno (1998, 2006) pudo completarse completamente. La cantidad de suelo procesado por muestra fue 5 g, la etapa de remoción de carbonatos requirió de 10 mL de HCl al 37%, mientras que la digestión de la materia orgánica se realizó con 7 mL de HNO3 al 70% a cada muestra; además éstas fueron calentadas a 40ºC, 80ºC y 100ºC paulatinamente en lapso de tiempo de 3 horas, las muestras de suelo con exceso de materia orgánica requirieron de 1 g clorato de potasio granular (KClO3) cada 15 min. La flotación química requirió de 6 mL de ZnBr2. Finalmente, los fitolitos se secaron con 3 mL de C3H6O al 99,6% (durante 2 días) y luego se colocaron en láminas delgadas con Entellan (Anexo 6). Identificación de fitolitos Microscopio Según Piperno (1988) el equipo para identificación de fitolitos debe poseer una capacidad mínima de 125 X y máxima de 400 X. Los equipos utilizados para la descripción e identificación taxonómica fueron un microscopio Celestron CB2000CF (cámara HD Digital Microscope Imager), con una capacidad mínima de 20X y máxima de 2000X; adicionalmente, los fitolitos se observaron en un microscopio Zeiss Axio Scope (cámara AxioCam 105 Color) del Laboratorio de Paleoecología y Arqueobotánica de la Universidad de Exeter. Las identificaciones se realizaron con amplificaciones de 200X, 400X y 500X. Descripción morfológica Los parámetros de identificación se extrajeron de The Society for Phytolith Research, establecidos en la publicación International Code for Phytolith Nomenclature 1.0 (Madella et al., 2005). Madella et al. (2005) consideraron: forma, textura u ornamentación, simetría de los rasgos y origen anatómico para describir la morfología de los fitolitos. Además, ellos explicaron que 60 cada resto silíceo se nombra según forma, textura y origen anatómica, en orden respectivo; las excepciones de nomenclatura se conocen como nominas conservadas, esto refiere a los nombres con algún significado específico o con aceptación académica. Consecuentemente, se adaptaron las estrategias de Madella et al. (2005) y se identificaron los microrrestos según lo establecido en el Anexo 7. Las colecciones de referencia utilizadas fueron digitales, además se complementó con registro fotográfico en publicaciones de libros y revistas científicas. Las colecciones de referencia consultadas fueron: Phytoliths in the Flora of Ecuador: The University of Missouri Online Phytolith Database (Pearsall, 2017), PhytoCore ODB (Albert, Ruíz, & Sans, 2015), Paleobot.org (Paleobot, 2010), Phytolith analysis. An archaeological and geological perspective (Piperno, 2006a), Phytoliths: A comprehensive guide for archaeologists and paleoecologists (Piperno, 1988), Phytoliths from the costal savannas of French Guiana (Watling & Iriarte, 2013), Catálogo ilustrado de fitolitos contemporáneos con énfasis arqueológico y paleoecológico: I. Gramíneas amazónicas de Colombia (Morcote-Ríos, Giraldo-Cañas, & Raz, 2015). El siguiente cuadro sintetiza las fuentes consultadas para la descripción e identificación morfológica: Cuadro 5. Identificación morfológica Morfotipo Bulliform X X Bilobate X X Rondel Trapezoid X X Cross Variante 3/8/10 X Tall Rondel X Collapsed Saddle X X Blocky Saddle X X Spike Rondel X X Rondel X Chusquea Body X X Saddle X X Cross Variante 1 X X X X Cross Variante 2 X X Cross Variante 5/6 X X Bilobate X X Polybate X Wavy Top Rondel X X Piperno (2006a) Pearsall et al. (2003) Iriarte et al. (2010) Dickau et al. (2013) Watling & Iriarte (2013) Watling (2014) Watling et al. (2016) Morcote- Ríos et al. (2016) Pearsall (2017) 61 Morfotipo Globular Nodular X X X X X Globular Rugulate X X X X X Troughed Body X X X X X Achene Body X X X X Conical X X X Opaque Perforated X X X Globular Echinate X X X X Globular Echinate X Enlongated Reniform Echinate X Globular Echinate X Symmetric Globular Echinate Dense X X X X Short Projections Globular Echinate Long X Acute Projections Conical Acute Basal X Projections Conical Echinate X X X X X Facete Enlongated X X X Sclereid X X X Tracheid X X X X Globular Granulate X X X X X Análisis Conteo Actualmente se ha llegado a un conceso en la metodología de conteos de fitolitos, Piperno (1988, 2006a), explica que muchos de los investigadores consideran que un muestreo entre 200-250 partículas es estadísticamente suficiente para realizar interpretaciones ecológicas. Sin embargo, la aplicación de dicha metodología debe considerar las particularidades según el sitio y la región de origen (Piperno, 1988). Por el contrario, los muestreos grandes (más de 300 partículas) procuran asegurar la representación de taxones poco comunes (Piperno, 2006a; Strömberg, 2009); los porcentajes de abundancia de los taxones poco varían después de 200 microrrestos (Piperno, 2006a; Zurro, 2018); no obstante, “el objetivo debe ser alcanzar conteos que generen mediciones estadísticas robustas” (Strömberg, 2009, p. 125; traducción personal). Piperno (2006a) Pearsall et al. (2003) Iriarte et al. (2010) Dickau et al. (2013) Watling & Iriarte (2013) Watling (2014) Watling et al. (2016) Morcote- Ríos et al. (2016) Pearsall (2017) 62 Piperno (2006a) recomienda realizar conteos de 200-300 partículas, pero de varias extracciones de la misma muestra, con el propósito de recuperar diversidad de taxones. Adicionalmente, Strömberg (2009) expone que las investigaciones en paleozoología y paleobotánica se han enfocado en estudiar la diversidad, de manera que es común el uso de curvas de muestreo (también, llamadas curvas de acumulación27). La aplicación de curvas de muestro implica contar morfotipos o taxones en relación con el número de partículas; la cantidad de muestra adecuada se establece relacionando la riqueza (número de taxones o tipos en el conjunto) con una distribución equilibrada de la abundancia28 relativa (Strömberg, 2009)29. Strömberg (2009) argumenta que las curvas de muestreo son apropiadas para entender cuántas formas de fitolitos se registran en un conjunto; sin embargo, ésta herramienta puede ser poco apropiada para realizar inferencias robustas sobre reconstrucciones de la vegetación. Mientras que, Zurro (2018) propone que las curvas de muestreo son adecuadas para registrar la variedad de morfotipos respecto a los elementos contabilizados, ya que la diversidad de morfotipos se estabiliza cuando no se registra un nuevo morfotipo luego de más de 50 partículas contabilizadas. Debido a que, la presente investigación es un estudio pionero en Nuevo Corinto se decidió realizar curvas de muestreo con el propósito de establecer la cantidad de fitolitos, morfotipos y taxones más frecuentes; lo cual formaliza las bases para futuras investigaciones de paleovegetación en el sitio arqueológico. De igual modo, las curvas de muestreo fueron útiles para determinar la cantidad de morfotipos/taxones sobrerrepresentados y subrrepresentados; así como para registrar la diversidad de morfotipos/taxones presentes en Nuevo Corinto. Las curvas de muestreo se aplicaron en cuatro muestras de suelo seleccionadas de manera aleatoria (50 cm.b.s., 60 cm.b.s., 90 cm.b.s., 100 cm.b.s.). El conteo30 inició registrando 500 27 Según Gotelli y Cotwell (2001a) las curvas de acumulación consideran el número de especies (taxones, en este caso) contabilizadas durante la recolección de datos. 28 La abundancia es la cantidad datos (Gotelli & Cotwell, 2001a), es decir, son las cantidades de partículas registradas en el conteo. 29 Strömberg (2009) explica que los conjuntos con distribuciones equilibradas (muchos taxones comunes y pocos taxones raros) pueden requerir de conteos bajos, ya que las curvas se nivelan rápidamente; por otra parte, los conjuntos con muchos taxones raros y algunos taxones comunes muestran curvas poco niveladas, de modo que, pueden requerir conteos altos. 30 Las partículas se contabilizaron por láminas delgadas de la siguiente: 1. En líneas de arriba-abajo, 2. Líneas distanciadas por 1 mm (20 líneas por lámina), 3. Conteos en varias láminas delgadas, hasta alcanzar las 500 partículas. 63 partículas por muestra de suelo, esto con el fin documentar el comportamiento de los morfotipos/taxones en relación con la cantidad de partículas en el conteo. Las curvas de muestreo en la Figura 1 no fueron suavizadas, de modo que también se realizaron curvas de rarefacción31 en EstimateS, un software estadístico para estimación de riqueza y diversidad de especies, especies compartidas y similitudes bióticas (Colwell, 2016). Figura 1. Curvas de muestreo, 500 morfotipos. Curvas de acumulación, sin remuestreo. Dicho software se utilizó para realizar estimaciones que incluyeron tanto partículas acumuladas, como remuestreadas. La información se procesó en la opción de abundancia por individuos (Individual-based abundance data: One individual-based abundance sample), con 100 veces de remuestreo, para estimar de manera individual cada muestra de suelo, según las frecuencias absolutas de los morfotipos y los taxones (Colwell et al. 2012; Colwell, 2013). 31 A diferencia de las curvas de acumulación, las curvas de rarefacción son el resultado de remuestreos repetitivos de las especies contabilizadas. Las curvas de rarefacción dependen de los datos registrados para las curvas de acumulación, pues las curvas de rarefacción son una estimación estadística del comportamiento documentado en las curvas de acumulación, por lo tanto, ambas poseen un alto grado de correspondencia entre sí (Gotelli & Cotwell, 2001a). 64 Las curvas de rarefacción se realizaron con el objetivo de suavizar las curvas y registrar de mejor manera las tendencias en las curvas. La estimación evidenció una tendencia creciente de los morfotipos y taxones a medida que aumentó el conteo. Las muestras de suelo a 60 cm.b.s. y 90 cm.b.s. mostraron una curva estabilizada después de 300 morfotipos contabilizados, por el contrario, las muestras 50 cm.b.s. y 100 cm.b.s. no registraron nuevos morfotipos luego de 450 morfotipos (Figura 2). Sin embargo, esta tendencia no fue del todo compatible con el comportamiento de las curvas de rarefacción elaboradas para registrar la relación entre abundancia de taxones y el conteo de 500 partículas. Figura 2. Curvas de rarefacción, 500 morfotipos. Curvas de acumulación y remuestreo. Las curvas de rarefacción para los taxones reflejaron tendencias más similares entre las muestras de suelo, esto debido a que 50 cm.b.s., 60 cm.b.s. y 90 cm.b.s. no documentaron nuevos taxones posterior a los 300 fitolitos. En el caso de la muestra 100 cm.b.s. la curva de rarefacción se estabilizó luego de 350 taxones (Figura 3). La estimación para los taxones indicó que la incidencia de taxones no aumenta después de las 300 partículas; consecuentemente, los conteos superiores a las 400 partículas no estimaron un aumento en el número de taxones registrados. En conclusión, la aplicación de conteos de 65 300 partículas aseguró la recuperación de la mayor parte de los taxones en las muestras; pues 3/4 muestras de suelo no generaron nuevos taxones. Figura 3. Curvas de rarefacción, 500 taxones. Curvas de acumulación y remuestreo. Por otra parte, los conteos de 300 partículas posiblemente no son suficientes para registrar el conjunto completo de morfotipos, ya que tanto las curvas de muestreo (Figura 1), como las curvas de rarefacción (Figura 2) evidenciaron un aumento constante en la incidencia de morfotipos en conteos superiores a las 400 partículas. Si bien el registro de morfotipos es valioso para realizar identificaciones taxonómicas correctas, la finalidad de la ésta investigación no es el registro de la diversidad de morfotipos; por el contrario, el objetivo del estudio es el registro de la diversidad taxonómica32. Por lo tanto, los conteos de 300 taxones por muestra de suelo son suficientes para documentar gran parte de la diversidad taxonómica (Figura 3), esto debido a que conteos superiores a las 300 partículas no mostraron un claro aumento en la incidencia de taxones. 32 Los morfotipos son categorías útiles para realizar identificaciones taxonómicas, no obstante, el aumento de morfotipos no siempre es reflejo de incremento de taxones; esto debido a que un taxón puede contener diferentes morfotipos. 66 Interpretación La presentación de datos debe comprender la identificación taxonómica y la cuantificación de los taxones (Pearsall, 2000), los cuadros con frecuencias relativas y absolutas, así como los diagramas de fitolitos, son las opciones más frecuentes para la presentación de la evidencia (Pearsall, 2000; Piperno, 2006a). Por ende, la estrategia de interpretación contempló el principal interés de esta investigación, el cual fue el análisis de la composición taxonómica de la paleovegetación registrada en relación al desarrollo de jerarquías sociopolíticos de Nuevo Corinto; consecuentemente, las herramientas de análisis se seleccionaron según su potencial para: 1. Comparar las variables categóricas entre muestras de suelo y fases arqueológicas, 2. Relacionar/Diferenciar entre la diversidad taxonómica y las actividades antrópicas (agroforestería, construcción, agricultura). La interpretación de los datos requirió de la construcción de categorías para los diferentes análisis: taxonómico, paleovegetación y actividad antrópica o natural (Cuadro 6). Las categorías taxonómicas fueron establecidas a partir de 35 morfotipos registrados (Ilustración 17), posteriormente los morfotipos fueron organizados en 16 taxones (Poaceae, Bambusoideae, Chusquea, Chloridoideae, Panicoideae, Zea mays, Marantaceae, Heliconiaceae, Cyperus/Kyllinga, Cyperaceae, Asteraceae, Arecaceae, Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae, Arbóreo). Cuadro 6. Análisis por categorías Categorías Variable Evidencia Análisis Comparación de Taxones Morfotipos Formas con valor taxonómico frecuencias y porcentajes. Índice de riqueza Árboles Arbóreo Arecaceae, Euterpe, Geonoma, Palmas Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae Comparación de Paleovegetación Poaceae, Panicoideae, Zea mays, frecuencias y porcentajes Zacates Bambusoideae, Chusquea, Chloridoideae Herbáceas Marantaceae, Heliconiaceae Árboles, palmas, zacates Agroforestería Prácticas Bambusoideae Comparación de culturales Agricultura Palmas, herbáceas, cultivos frecuencias y porcentajes Construcción Zacates, herbáceas, palmas 67 Las categorías para la paleovegetación se formaron a partir de la afinidad taxonómica de cada taxón, es decir, éstas se agruparon en el taxón de mayor orden jerárquico; así como por su hábitat, esto aplicó en el caso de herbáceas y cultivos. La clasificación generó un total de cinco categorías: Árboles (Arbóreo), Palmas (Arecaceae, Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae), Zacates (Poaceae, Panicoideae, Bambusoideae, Chloridoideae, Chusquea), Herbáceas (Heliconiaceae, Cyperaceae, Cyperus/Kyllinga, Asteraceae) y Cultivos (Zea mays, Marantaceae). Todas las categorías fueron comparadas por muestra de suelo (o profundidad) con el propósito de relacionar las muestras según sus características estratigráficas y, por ende, su carácter de piso de ocupación o relleno constructivo. Adicionalmente, las categorías también fueron diferenciadas de acuerdo a la fase arqueológica identificada para cada muestra de suelo, esto según la descripción estratigráfica establecida en el Capítulo III. Los datos se procesaron en Paleontological Statistic, también conocido como PAST 3.2; el cual es un software libre para análisis paleontológicos y ecológicos principalmente (Hammer, Harper, & Ryan, 2001). Inicialmente, los datos fueron descritos según la abundancia y la incidencia de partículas por variables, es decir, las muestras de suelo fueron caracterizadas de acuerdo a los morfotipos y taxones registrados en cada una. También, la descripción general de los datos incluyó índices de riqueza (S), con remuestreos de 100 veces, pues esto permitió inferir la incidencia de morfotipos o taxones por muestra. Finalmente, los diagramas de fitolitos son una herramienta valiosa para la interpretación de la información, pues facilitan la relación entre abundancia de partículas, taxones y profundidad estratigráfica o cronología (Piperno, 2006a). Por lo tanto, los datos se presentaron en diagramas de fitolitos, los cuales fueron elaborados en C2, un software de Microsoft Windows para visualizar datos paleoecológicos (Juggins, 2007). Los porcentajes de fitolitos por muestra de suelo se procesaron en C2 para comparar la abundancia por taxón, así como analizar las diferencias y similitudes de la diversidad taxonómica entre La Selva, La Unión y La Cabaña. 68 CAPÍTULO VII: PALEOVEGETACIÓN EN M-01 Diversidad en el registro de la paleovegetación Morfotipos La mayoría de las muestras de suelo presentaron conteos de 500 y 300 partículas, las muestras con 500 fitolitos se utilizaron para realizar curvas de acumulación y así estimar la cantidad mínima de partículas en el resto de las muestras de suelo. Por otra parte, 5 muestras de suelo presentaron bajas condiciones de preservación, lo cual impidió realizar conteos de 300 partículas. Las muestras de suelo 70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s. mostraron menos de 200 partículas, de modo que se contabilizó la mayor cantidad de detecciones posibles: 52, 34, 15, 78 y 162 fitolitos respectivamente. El resto de muestras de suelo (120, 130, 140, 150, 180, 190 y 200 cm.b.s.) fueron adecuadas para registrar 300 fitolitos (Anexo 8). El conteo determinó un total de 35 morfotipos en las 16 muestras de suelo. Los morfotipos más abundantes fueron rondel (Ilustración 17.i), spike rondel (Ilustración 17.h), globular echinate (Ilustración 17.x), globular echinate enlongated (Ilustración 17.y) y globular granulate (Ilustración 17.k1). Consecuentemente, el resto de morfotipos son poco abundantes (menor al 10% en cada muestra de suelo). El promedio de riqueza fue de 22 morfotipos por muestra de suelo, 6/16 muestras de suelo reportaron una incidencia menor al promedio, mientras que 10/13 muestras registraron 22 morfotipos o más (Figura 4). Las muestras 70, 80, 110, 130, 160 y 170 cm.b.s. documentaron una riqueza de morfotipos por debajo del promedio, además 5 muestras de suelo (70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s.) contabilizaron menos de 200 fitolitos por muestra. El 62% de las muestras de suelo presentó más de 20 morfotipos en conteos de 300 y 500 partículas. El 25% de las muestras de suelo documentó una riqueza mayor a los 25 morfotipos. La mayor incidencia de morfotipos se ubicó en los niveles 50 cm.b.s. y 60 cm.b.s., éstas muestras de suelo registraron una incidencia de 74% de los morfotipos; asimismo, las muestras de suelo 180 cm.b.s. y 190 cm.b.s. presentaron incidencia de 69% de los morfotipos identificados. 69 Ilustración 17. Morfotipos Otras Poaceae: (a) Bulliform, (b) Bilobate, (c) Trapezoid rondel; Otras Bambusoideae: (d) Cross 3/8/10, (e) Tall rondel, (f) Collapse saddle, (g) Blocky saddle, (h) Spike rondel, (i) Rondel, Chusquea: (j) Chusquea body; Chloridoideae: (k) Saddle; Otras Panicoideae: (l) Cross 1, (m) Cross 2, (n) Cross 5/6, (o) Bilobate, (p) Polybate; Zea mays: (q) Wavy top rondel; Marantaceae: (r) Globular nodular, (s) Globular rugulate; Heliconiaceae: (t) Troughed body; Cyperus/Kyllinga: (u) Achene body; Otras Cyperaceae: (v) Conical; Asteraceae: (w) Opaque perforate; Otras Arecaceae: (x) Globular echinate, (y) Globular echinate enlongate, (z) Reniform Echinate, (a1) Globular Echinate Symmetric; Euterpe: (b1) Globular Echinate Dense Short Projections; Geonoma: (c1) Globular Echinate long acute projections, (d1) Conical acute basal projections; Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae: (e1) Conical echinate; Arbóreo: (f1) Facete enlongate, (g1) Sclereid, (h1) Tracheid, (i1) Globular granulate. Escalas: 5 μm (m), 10 μm (c, d, f, g, h, I, k, l, n, q, s, t, v, y, z, a1, b1, c1, d1, e1), 20 μm (b, e, j, o, p, u, x, f1, g1, i1, j1, k1), 50 μm (a, r, n1). Fuente: Fotografías de María López Rojas, microscopio Zeiss Axio Scope, cámara AxioCam 105 Color. 70 Figura 4. Diagrama de morfotipos de fitolitos de Nuevo Corinto 0-40 cm.b.s. Suelo removido por excavaciones durante temporada de campo 2014. (-) = Conteos menores a 200 partículas. (●) = <2% 71 La diversidad de morfotipos entre muestras fue constante y abundante entre las profundidades de 170-200 cm.b.s., luego a los 160 cm.b.s. la diversidad de morfotipos decreció a 14 morfotipos. Posteriormente, la diversidad de morfotipos aumentó a ~22 formas entre los niveles 100-150 cm.b.s., no obstante, la incidencia de algunas formas decreció, de modo que esto representó un descenso en la diversidad de morfotipos, dicho nivel mostró la menor diversidad de morfotipos, 10 formas. Entre los niveles 90-100 cm.b.s. aumentó el número de morfotipos, el incremento fue de ~13 formas más, sin embargo en el nivel 80 cm.b.s. la diversidad de morfotipos nuevamente decrece. En los niveles superiores, 50-70 cm.b.s., la incidencia de los morfotipos incrementó a ~27 formas. Estos niveles mostraron los valores más altos en riqueza de morfotipos; adicionalmente registraron formas raras como wavy top rondel (Ilustración 17.q), las cuales no fueron documentadas en niveles más profundos. En síntesis, la diversidad de morfotipos fue constante y abundante, esto con excepción de los niveles 70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s., los cuales representaron conteos iguales o menores a 200 fitolitos. De manera que, el 31% de las muestras respaldaron lo argumentado a partir de las curvas de acumulación, los conteos inferiores a 300 partículas no permitieron documentar la diversidad de morfotipos. La relativa baja concentración de fitolitos (<200 partículas) en las muestras de suelo 70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s. sugiere condiciones de pobre preservación. Cabanes y Shahack-Gross (2015) y Piperno (2006a) indican que la preservación de los fitolitos está influenciada por los niveles de solubilidad del sílice en los suelos, es decir, la composición química y física de los suelos puede afectar la preservación de los fitolitos. Las células largas (formas enlongate) son más susceptibles a las condiciones químicas y físicas de los suelos, en comparación con las células cortas (saddle, cross, rondel) (Madella & Lancelotti, 2012). Las células cortas usualmente son vinculadas con los morfotipos correspondientes a los zacates (saddle, cross, rondel). Piperno (2006a) explica que la solubilidad de algunas células en árboles y arbustos (tracheid, facete enlongate, sclereid, todas células largas) es menos estable, de manera que son más vulnerables y solubles en bajas condiciones de preservación. 72 Las formas bilobates, cross, rondels y saddles (Ilustraciones 17.a-17.q) mantuvieron abundancias e incidencias constantes desde 50 cm.b.s. hasta 200 cm.b.s.; por el contrario, los morfotipos tracheids, sclereids y facete enlongates (Ilustraciones 17.n1-17.j1) presentaron baja abundancia (<2%) e incidencia en la mayoría de niveles. Adicionalmente, la superficie de algunos fitolitos presentaron hoyos (pitted surface); esto es descrito por Madella y Lancelotti (2012) y Cabanes et al. (2011) como una posible silificación incompleta a causa de la disolución en procesos postdeposicionales. Los morfotipos desgastados (weathering morphotyes) fueron registrados en todos los niveles, desde los 50 cm.b.s. hasta los 200 cm.b.s.; el proceso incompleto de silificación no mantuvo relación con la antigüedad de las muestras de suelo, es decir, la relación mayor antigüedad = menor preservación posiblemente no aplica en este caso, ya que el desgaste leve o severo en los fitolitos fue documentado desde los niveles más recientes (Ilustración 18). Ilustración 18. Fitolitos desgastados (a) tiene una superficie con daños leves, es decir, pocos hoyos; en oposición, (b) evidencia una superficie con daños severos, ambos fitolitos fueron registrados a los 50 cm.b.s. Fuente: Fotografía de María López Rojas Diversidad taxonómica Las familias de plantas que presentaron menor cantidad de morfotipos fueron: Heliconiaceae y Asteraceae, ambas documentaron un morfotipo (Ilustraciones 17.t y 17.w, respectivamente); mientras que el 47% y el 22% de los morfotipos correspondieron a las familias Poaceae 73 (Ilustraciones 17.a-17.q) y Arecaceae (Ilustraciones 17.f1-17.j1), respectivamente. Asimismo, Poaceae y Arecaceae incluyeron algunos de los morfotipos más abundantes del perfil analizado: rondel, spike rondel, globular echinate, globular y echinate enlongated (Figura 4). Los 16 taxones identificados correspondieron con 6 especies (Chusquea, Zea mays, Cyperus/Kyllinga, Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae), 3 subfamilias (Bambusoideae, Chloridoideae, Panicoideae), 6 familias (Poaceae, Marantaceae, Heliconiaceae, Cyperaceae, Asteraceae, Arecaceae) y 1 clase (Dicotiledónea-Arbóreo). A excepción de Zea mays y Euterpe, el resto de taxones mostró una alta presencia. El promedio de riqueza fue de 11 taxones por muestra, de modo que la mayoría de muestras documentó una riqueza igual o mayor a los 11 taxones. Las muestras con menor incidencia de taxones correspondieron a los niveles 70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s. (Figura 5), estas muestras de suelo también registraron menor incidencia de morfotipos (Figura 4). Al igual que la riqueza de morfotipos por muestra de suelo, la disminución de taxones en las muestras 70, 80, 110, 160 y 170 cm.b.s. fue producto de conteos inferiores a las 200 partículas. Las condiciones químicas y físicas de los suelos fueron descartadas como posibles factores de la preservación de taxones. Por otra parte, la identificación taxonómica indicó abundancia de zacates (otras Poaceae, otras Bambusoideae, Chusquea, Chloridoideae, otras Panicoideae), palmas (otras Arecaceae, Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae) y árboles (Arbóreo) (Figura 5); de igual modo, las herbáceas (Heliconiaceae, otras Cyperaceae, Cyperus/Kyllinga, Asteraceae) y cultivos (Zea mays, Marantaceae) fueron documentados, pero en menor abundancia. La vegetación predominante fueron los zacates o Poaceae, de estas fueron identificadas tres subfamilias (Bambusoideae, Chloridoideae, Panicoideae) y dos géneros (Chusquea, Zea mays). Los taxones estuvieron representados en su totalidad por células cortas, de manera que en el conjunto de morfotipos predominaron las formas saddle, bilobate, bulliform, rondel y cross. La subfamilia Bambusoideae destacó por la presencia de diferentes formas rondel y saddle (Ilustraciones 17.d-17.i), Panicoideae presentó formas cross y bilobate (Ilustraciones 17.l- 17.p), la subfamilia Chloridoideae fue identificada mediante el morfotipo saddle (Ilustración 17.k). Mientras que, el género Chusquea se caracterizó por el morfotipo chusquea body (Ilustración 17.j). 74 Figura 5. Diagrama de abundancia de taxones de fitolitos de Nuevo Corinto 0-40 cm.b.s. Suelo removido por excavaciones durante temporada de campo 2014. (-) = Conteos menores a 200 partículas. (●) = <2% 75 Los zacates bambusoides predominaron en gran parte de las muestras de suelo, ya que la mayoría de niveles reportó aproximadamente 30% de formas rondel y 20% de morfotipos Bambusoideae (cross 3/8/10, tall rondel, collapse saddle, blocky saddle, spike rondel). Es así que los zacates bambusoides representaron ~45% de las partículas por muestra de suelo; asimismo, los morfotipos chusque body, característicos del taxón Chusquea (género de la subfamilia Bambusoideae), incluyeron ~5% desde 50 cm.b.s. hasta 120 cm.b.s. Por otra parte, las subfamilias Panicoideae y Chloridoideae presentaron alta incidencia, sin embargo su abundancia fue menor; esto debido a que los morfotipos: saddle, cross 1, cross 2, cross 5/6, bilobate y polybate, no superaron el 2% de las partículas por muestra de suelo (Figuras 4 y 5). Otros de los taxones más abundantes fueron las palmas o Arecaceae (otras Arecaceae, Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae), esta fue la segunda familia con mayor número de morfotipos. Los morfotipos con textura echinate fueron característicos de las palmas (Ilustraciones 17.x-17.e1), esto permitió diferenciar 8 formas con valores taxonómicos de familia y género. Los géneros Euterpe se caracterizó por las formas globular echinate dense short projections (Ilustración 17.b1), Geonoma fue identificado a partir de dos morfotipos globular echinate long acute projections (Ilustración 17.c1) y conical acute basal projections (Ilustración 17.d1), finalmente, el taxón Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae presentó un morfotipo, conical echinate (Ilustración 17.e1). Por lo tanto, los morfotipos con textura echinate representaron entre 30% y 40% de las partículas en las muestras de suelo (Figuras 4 y 5). Los taxones Arbóreos fueron el cuarto tipo de vegetación más abundante. La clase arbórea está representada en la sección por 4 morfotipos, el más abundante e incidente fue la forma globular granulate (Ilustración 17.j1); por el contrario, los cuatro morfotipos restantes fueron poco abundantes: sclereid (Ilustración 1.h1), tracheid (Ilustración 17.i1) y facete enlongate (Ilustración 17.g1). Los morfotipos facete enlongate, sclereid, tracheid y globular granulate constituyeron entre 10% y 20% de las partículas contabilizadas por muestra de suelo (Figuras 4 y 5). El resto de familias y géneros fueron menos abundantes en cada una de las muestras de suelo. Las herbáceas, es decir las familias Cyperaceae (incluido Cyperus/Kyllinga), Asteraceae y Heliconiaceae comprendieron pocos morfotipos; la familia Cyperaceae registró el género Cyperus/Kyllinga, el cual se identificó mediante el morfotipo achene body (Ilustración 17.u), Heliconiaceae presentó formas troughed body (Ilustración 17.t), mientras que Asteraceae se 76 compuso del morfotipo opaque perforated (Ilustración 17.w). Estos taxones (Heliconiaceae, Cyperaceae, Cyperus/Kyllinga, Asteraceae) documentaron porcentajes inferiores a 15%, esto debido a que cada uno de los morfotipos mostró abundancias por debajo de 5% o 10% (Figuras 4 y 5). Por último, los cultivos incluyeron los taxones Zea mays (maíz) y Marantaceae (marantáceas). Los morfotipos globular rugulate (Ilustración 17.s) y globular nodular (Ilustración 17.r) fueron característicos de Marantaceae. En el caso de Zea mays, no se utilizó la fórmula discriminatoria propuesta por Piperno (2006a), esto debido a que la cantidad de formas cross variantes 1, 2 y 5/6 (Ilustraciones 17.l-17.n) no superaron las 20 detecciones (veáse Dickau et al., 2016), consecuentemente, el género Z. mays se identificó a partir de las formas wavy top rondel (Ilustración 17.q), las cuales provienen de los granos del maíz (Pearsall et al., 2003). Finalmente, ambos taxones mostraron baja abundancia de partículas, pues en el caso del maíz únicamente ~1% de formas wavy top rondel fueron identificadas en los niveles más superficiales. En oposición, los morfotipos globular nodular y globular rugulate de marantáceas fueron más incidentes, no obstante también registraron poca abundancia (~2% a 5%) (Figuras 4 y 5). Eventos en el registro de la paleovegetación La paleovegetación se compuso de zacates, palmas, árboles, herbáceas y cultivos (Figura 5). Las diferencias y los cambios en la presencia y la abundancia de los taxones fueron explicadas por medio de 2 zonas33 ecológicas de fitolitos. La zona 1 comprendió los niveles entre 120- 200 cm.b.s. y la zona 2 incluyó los niveles desde 50 cm.b.s. hasta 110 cm.b.s. La principal diferencia entre estas zonas fue la abundancia y la incidencia de los taxones Chusquea y Asteraceae (Ilustraciones 19 y 20). Zona 1 Los niveles desde 120 cm.b.s. hasta 200 cm.b.s. mostraron una diversidad en promedio de 11 taxones por nivel. Además, los taxones predominantes fueron zacates bambusoides (~45%), 33 Según Piperno (2006) la zonificación es una estrategia de análisis para identificar transiciones de los datos, en el caso de esta investigación, lo anterior refiere a cambios en la estructura de la vegetación. Cabe señalar que la zonificación de los fitolitos en M-01 no fue realizada mediante procedimientos estadísticos. 77 palmas (otros Arecaceae, ~25%), asteráceas (~15%) y árboles (~10%); otros taxones identificados fueron bambusoides Chusquea, chloridoideas, panicoideas, otras poáceas, Cyperus/Kyllinga, otras ciperáceas, marantáceas y palmas Geonoma y Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae, no obstante, todos estos fueron taxones raros pues representaron únicamente ~2% en cada nivel (Ilustración 19). El nivel 200 cm.b.s. mostró un predominio de los bambusoides con 48%, adicionalmente, la diversidad taxonómica estuvo compuesta por un 26% de árboles y 17% de palmas (Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae y otras palmas). Consecuentemente, el índice Arbóreo/No Arbóreo registró un valor de 0,35. Los siguientes niveles, de 190 a 170 cm.b.s., reflejaron una tendencia de aumento en las palmas, esto incluyó los taxones Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae y otras Arecaceae. Las partículas de palmas incrementaron progresivamente hasta 31%. De igual modo, las asteráceas mostraron un aumento de 3% a ~15%. Por el contrario, los árboles evidenciaron una disminución abrupta, es decir los árboles variaron de un 26% a un 9% su abundancia; por lo que la proporción Arbóreo/No Arbóreo indicó valores <0,2. En el caso de los zacates bambusoides, las abundancias oscilaron entre 37% y 50%, esto sin indicar claras tendencias de incremento o disminución. Entre 170-160 cm.b.s. la diversidad disminuyó en 4 y 5 taxones. Los taxones predominantes mantuvieron una incidencia del 100% (bambusoides, palmas, árboles, asteráceas), de manera que el descenso en la diversidad estuvo representado por taxones raros (bambusoides Chusquea, chloridoideas, panicoideas, otras poáceas, ciperáceas Cyperus/Kyllinga, marantáceas y palmas Geonoma y Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae). El nivel 160 cm.b.s. mantuvo condiciones similares a las descritas en los niveles anteriores, por lo tanto, las abundancias de los zacates bambusoides (45%), asteráceas (14%) y árboles (9%) no cambiaron abruptamente (índice Arbóreo/No Arbóreo de 0,10). Sin embargo las palmas mostraron una leve disminución, consecuentemente éstas representaron un 22% de la diversidad taxonómica del nivel. El nivel 150 cm.b.s. evidenció un incremento de los taxones Arbóreo (18%) y Arecaceae (41%), mientras que los otros taxones previamente predominantes disminuyeron, tales como bambusoides (28%) y asteráceas (2%). Consecuentemente, el índice Arbóreo/No Arbóreo presentó un valor de 0,22. 78 Posteriormente, entre los niveles 130-140 cm.b.s., los árboles mostraron un descenso abrupto, su abundancia cambió de 18% a 8%, nuevamente; de modo que, la proporción Arbóreo/No Arbóreo documentó valores <0,1. En oposición, los bambusoides reflejaron un crecimiento, hasta representar nuevamente un 45% de la diversidad taxonómica. Las palmas y las asteráceas fueron oscilantes, en el caso de las palmas mostraron una tendencia de descenso con variaciones entre 19% y 28% en su abundancia; mientras que las asteráceas aumentaron a 11% en el nivel 140 cm.b.s. y luego disminuyeron hasta 1% en el nivel 130 cm.b.s. El nivel 120 cm.b.s. mantuvo la tendencia de descenso del porcentaje de palmas (otras Arecaceae, 19%), no obstante, este nivel registró un leve aumento de las palmas Geonoma (de 0,3% a 2,7%). Adicionalmente, la abundancia de bambusoides disminuyó levemente de 56% a 51%, pero los bambusoides Chusquea incrementaron 7% su abundancia. En conclusión, la composición del dosel y subdosel comprendió los taxones identificados como árboles, palmas y bambusoides (Ilustración 19). Las palmas mostraron una tendencia de crecimiento desde el nivel 200 cm.b.s. hasta 150 cm.b.s., la cual posteriormente presentó una tendencia opuesta, pues disminuyó entre los niveles 150-120 cm.b.s. Los bambusoides presentaron abundancias oscilantes entre 40% y 50%; además los bambusoides Chusquea fueron poco incidentes y documentaron abundancias inferiores a 1%. En el caso de los árboles, estos registraron una tendencia descendiente desde el nivel 200- 160 cm.b.s., no obstante el nivel 150 cm.b.s. señaló un incremento en la abundancia porcentual, el cual fue seguido de una tendencia decreciente hasta el nivel 120 cm.b.s. El índice Arbóreo/No Arbóreo indicó que los niveles con bajas proporciones de árboles registraron valores inferiores a 0,20; mientras que los niveles con abundancia de árboles (200 y 150 cm.b.s.) mostraron índices entre 0,22 y 0,35. Por otra parte, la cobertura de suelo incluyó diversidad de zacates no bambusoides (Chloridoideae, Panicoideae, otras Poaceae) y herbáceas (asteráceas, Cyperus/Kyllinga, otras ciperáceas), así como cultivos de marantáceas (Ilustración 19). Los panicoideas, chloridoideas, otros zacates, ciperáceas (incluido Cyperus/Kyllinga) y marantáceas fueron poco abundantes pues documentaron proporciones inferiores a 5%. Mientras que, las asteráceas fueron más abundantes que el resto de herbáceas, ya que mostraron proporciones promedio de 7%; las asteráceas indicaron un aumentó abrupto en el nivel 190 cm.b.s. (~18%), el cual fue acompañado de una tendencia decreciente hasta el nivel 120 cm.b.s. (~1%). 79 Ilustración 19. Cambios en la estructura de la vegetación de la zona 1 de Nuevo Corinto 80 Zona 2 Los niveles desde 50 cm.b.s. hasta 110 cm.b.s. mostraron una diversidad en promedio de 11 taxones por nivel. Esta zona registró un evento de variación drástica de la abundancia de los taxones ya que los taxones predominantes (bambusoides, palmas, árboles) reflejaron cambios abruptos en su abundancia porcentual. Adicionalmente, los taxones previamente considerados como raros, incrementaron considerablemente su abundancia, dado fue el caso de las panicoideas, los bambusoides Chusquea, otros zacates, las ciperáceas (incluido Cyperus/Kyllinga), las heliconas y las palmas Geonoma, la mayoría de estos taxones triplicó su abundancia (~6%) (Ilustración 20). En el nivel 110 cm.b.s. evidenció los porcentajes más bajos de bambusoides (7%) y palmas (13%); en el caso de las palmas, Geonoma fue el único taxón registrado en el nivel. Adicionalmente, la ausencia de otros taxones señaló una disminución de aproximadamente 4- 3 taxones, de modo que este nivel fue poco diverso. Por el contrario, los zacates panicoideas y los árboles predominaron en la composición taxonómica del nivel 110 cm.b.s., ya que los árboles incrementaron a 20% su abundancia, mientras que las panicoideas aumentaron su proporción de <2% a 26% en este nivel. También, otras poáceas y herbáceas como Cyperus/Kyllinga, otras ciperáceas y heliconias registraron su mayor abundancia, éstas incrementaron a ~6%; en el caso de las heliconias, esta fue la única vez que se documentaron. Consecuentemente, lo anterior evidenció un valor de 0,25 en el índice Arbóreo/No Arbóreo. En el nivel 100 cm.b.s., los bambusoides y las palmas nuevamente predominaron en la composición taxonómica, esto debido a que incrementaron su abundancia drásticamente. Las palmas aumentaron a 19%, mientras que los bambusoides (incluido Chusquea) pasaron de 7% a 62%, los bambusoides Chusquea documentaron su mayor abundancia, ~11%. Como consecuencia, la diversidad aumentó a 12 taxones, ya que nuevamente se documentaron varios taxones de palmas, marantáceas y bambusoides. En oposición, la abundancia de árboles, herbáceas y zacates no bambusoides disminuyó, los árboles decrecieron a 7% (índice Arbóreo/No Arbóreo de 0,08), mientras que otras poáceas, Cyperus/Kyllinga, otras ciperáceas y heliconias nuevamente registraron valores <2%; en el caso de las asteráceas, estas registraron un leve incremento a 2%. 81 El nivel 90 cm.b.s. se caracterizó por una continuidad en la baja proporción de herbáceas, zacates no bambusoides y árboles; por lo tanto la proporción Arbóreo/No Arbóreo indicó un valor de 0,09. Las palmas indicaron una tendencia de aumento, de 19% a 29%, el taxón Geonoma nuevamente documentó un incremento a 6% en su abundancia. Además, las marantáceas evidenciaron un 6% de aumento en su abundancia. En oposición, los bambusoides reflejaron una disminución a 33%, el taxón Chusquea mostró un leve descenso, de 11% a 9%. En el nivel 80 cm.b.s. la abundancia de bambusoides y palmas mantuvo proporciones similares a las registradas anteriormente; las palmas indicaron una abundancia de ~29% y los bambusoides de ~35%, los bambusoides Chusquea presentaron una tendencia descendiente (de 9% a 3%). En oposición, las asteráceas aumentaron levemente a 3% y los árboles incrementan su abundancia notoriamente a 20%, de manera que el índice Arbóreo/No Arbóreo presentó un valor de 0,26. Además, este nivel registró una disminución entre 3 y 4 taxones, de modo que fue menos diverso. Posteriormente, el nivel 70 cm.b.s. mantuvo la baja diversidad taxonómica, 8 taxones; sin embargo, la diversidad aumentó a 14 taxones en el nivel 60 cm.b.s., siendo este uno de los niveles con mayor riqueza taxonómica. Aunque la diversidad taxonómica cambió entre los niveles 60 y 70 cm.b.s., la incidencia de los taxones predominantes (bambusoides, palmas y árboles) fue constante. Los bambusoides reflejaron porcentajes oscilantes entre 25% y 38%, esto sin indicar una tendencia clara de aumento o descenso. Por otra parte, los árboles evidenciaron una tendencia descendente, ya que su proporción incrementó a 25% en el nivel 60 cm.b.s. (índice Arbóreo/No Arbóreo de 0,33) y luego disminuyó a 9% en el nivel 70 cm.b.s. (índice Arbóreo/No Arbóreo de 0,10). Por el contrario, las palmas mostraron una abundancia equivalente y constante, pues la proporción se mantuvo en ~33% de abundancia. Taxones raros como las palmas Geonoma y las marantáceas mostraron un leve aumento de aproximadamente 4%. El nivel 50 cm.b.s. se caracterizó por la continuidad en la tendencia descendiente del taxón Arbóreo, este disminuyó a 8%, de manera que la proporción Arbóreo/No Arbóreo mostró valores de 0,10. Los bambusoides disminuyeron a 30%; en oposición, las palmas incrementaron levemente a 35% su abundancia. Este nivel evidenció la mayor proporción de cultivos (~7%), además la presencia de maíz también fue documentada en este nivel. 82 En síntesis, la composición del dosel y subdosel comprendió los taxones correspondientes a los árboles, las palmas y los bambusoides (Ilustración 20). Las palmas mostraron una tendencia de crecimiento (de 13% a 45%) desde el nivel 110 cm.b.s. hasta 50 cm.b.s., en oposición, los bambusoides presentaron una tendencia decreciente (de 50% a 29%) entre los niveles 100 y 50 cm.b.s. Los bambusoides Chusquea fueron más abundantes (promedio de 4%), en comparación con la zona 1, estos registraron abundancias oscilantes entre 3% y 11; igualmente indicaron una tendencia descendiente en los niveles de 100 a 80 cm.b.s. (de 11% a 3%), sumado a un incremento en el nivel 60 cm.b.s. (7%). En el caso de los árboles, estos registraron un aumento en el nivel 110 cm.b.s. (20%), seguido de un descenso entre los niveles 100-90 cm.b.s. (~7%), en los niveles 80-70 cm.b.s. nuevamente incrementó su abundancia (20%) para luego disminuir su proporción en los niveles de 60-50 cm.b.s. (~8%). Al igual que en la zona 1, el índice Arbóreo/No Arbóreo indicó que los niveles con bajas proporciones de árboles registraron valores inferiores a 0,20; mientras que los niveles con abundancia de árboles (200 y 150 cm.b.s.) mostraron índices entre 0,25 y 0,33. Por otra parte, la cobertura de suelo incluyó diversidad de zacates no bambusoides (Chloridoideae, Panicoideae, otras Poaceae) y herbáceas (asteráceas, Cyperus/Kyllinga, otras ciperáceas), así como cultivos de marantáceas (Ilustración 20). Los panicoideas, chloridoideas, otros zacates y ciperáceas (incluido Cyperus/Kyllinga) incrementaron su abundancia en el nivel 110 cm.b.s., mientras que desde 100 cm.b.s. hasta 50 cm.b.s. registraron abundancias inferiores a 5%. Las marantáceas aumentaron su abundancia de aproximadamente 3% a 5%, éstas mostraron una tendencia de crecimiento estable entre los niveles 90 y 50 cm.b.s. Mientras que, las asteráceas fueron menos abundantes, en comparación con la zona 1, ya que registraron proporciones <3%. Finalmente, el comportamiento de la paleovegetación en las zonas 1 y 2 estuvo influenciado por las diferentes abundancias de los taxones, así como por la diversidad de la riqueza taxonómica por nivel. El evento registrado en el nivel 110 cm.b.s. destacó sobre al resto de niveles, ya que el registro indicó los cambios más drásticos de la paleovegetación; de manera que fue el nivel transicional entre las zonas 1 y 2. Como consecuencia el comportamiento de la paleovegetación analizada evidenció los siguientes patrones: 83 Ilustración 20. Cambios en la estructura de la vegetación de la zona 2 de Nuevo Corinto 84 1. La abundancia de asteráceas y bambusoides Chusquea señaló la principal diferencia entre las zonas, ya que la zona 1 mantuvo abundancia de asteráceas (~12%) y bajas concentraciones de Chusquea (<2%), mientras que la zona 2 presentó abundancia de Chusquea (~9%) y menor proporción de asteráceas (<2%). 2. El registro del nivel 110 cm.b.s. evidenció un cambio abrupto en el comportamiento de la paleovegetación, pues los taxones raros se convirtieron en la paleovegetación dominante (>70%), desplazando a los bambusoides (7%) y palmas (13%), ambos taxones predominantes e incidentes en el resto de niveles. De modo que, este nivel fue el límite entre las zonas. 3. Ambas zonas mostraron tendencias de descenso en el taxón arbóreo, seguidos de incrementos abruptos en el taxón. Además, la disminución en el número de taxones mantuvo concordancia con los niveles de incremento del taxón Arbóreo. 4. Los bambusoides y palmas fueron los taxones más abundantes e incidentes. En general, las palmas mostraron un promedio de abundancia mayor (~31%) en la zona 2, en contraste con la zona 1 (~26%); por el contrario, los bambusoides fueron en promedio más abundantes en la zona 1 (~45%), en comparación con las proporciones registradas en la zona 2 (~35%). Caracterización ecológica de la paleovegetación La diversidad taxonómica por nivel reflejó una composición estratificada de la paleovegetación, es decir, el registro taxonómico presentó evidencia de paleovegetación en tres capas: dosel, subdosel y cobertura de suelo. Los árboles mantuvieron una abundancia entre 10% y 20%, el taxón Arbóreo fue el principal componente de la vegetación en el dosel (Ilustración 21). Actualmente, gran diversidad de árboles (Arbóreo) ha sido registrada en la Estación Biológica La Selva, de modo que es posible que la vegetación arbórea durante épocas prehispánicas en Nuevo Corinto fuera también diversa; esto debido a que la Estación Biológica La Selva (2013) registra aproximadamente 870 especies arbóreas (Vargas & Castro, 2011 (Cuadro 7). Las palmas y los árboles constituyeron el 35% y el 20%, respectivamente, de la diversidad taxonómica en Nuevo Corinto, además estos taxones fueron los principales componentes del subdosel. Por lo tanto, esta capa se compuso de árboles y palmas Euterpe, Bactris e Iriartea, principalmente. 85 Cuadro 7. Diversidad taxonómica Estación Biológica La Selva en comparación con Nuevo Corinto Taxón Nuevo Corinto Estación Biológica La Selva (2013) Rubiaceae, Fabaceae, Araliaceae, Myristicaceae, Apocynaceae, Capparaceae, Meliaceae, Malvaceae, Sabiaceae, Lauraceae, Elaeocarpaceae, Moraceae, Sapotaceae, Phyllanthaceae, Nyctaginaceae, Burseraceae, Clusiaceae, Humiriaceae, Combretaceae, Euphorbiaceae, Boraginaceae, Anacardiaceae, Rhamnaceae, Olacaceae, Violaceae, Hernandiaceae, Myrsinaceae, Caricaceae, Meliaceae, Salicaceae, Lecythidaceae, Arbóreo Otros Arbóreo Simaroubaceae, Apocynaceae, Ochnaceae, Annonaceae, Acanthaceae, Calophyllaceae, Lamiaceae, Erythroxylaceae, Quiinaceae, Polygonaceae, Putranjivaceae, Bignoniaceae, Urticaceae, Lacistemataceae, Symplocaceae, Malpighiaceae, Clethraceae, Vochysiaceae, Cannabaceae, Sapindaceae, Melastomataceae, Dichapetalaceae, Solanaceae, Siparunaceae, Rhizophoraceae, Cyatheaceae (ver registro completo de especies en Vargas & Castro, 2011) Arecaceae Euterpe Euterpe precatoria Geonoma Geonoma longevaginata, G. congesta, G. cuneata, G. interrupta, G. deversa, G. oxycarpa Bactridineae Bactris coloradonis, B. gracilor, B. hondurensis, B. gasipaes, B. caudata, B. longiseta Iriarteae Iriartea deltoidea Chamaedoreae Chamaedoreae lucidifrons, C. deckeriana, C. lucidifrons, C. pinnatifrons Asterogyne martiana, Astrocaryum alatum, Calyptrogyne ghiesbreghtiana, Otras Arecaceae Desmoncus schippii, Pholidostachys pulchra, Prestoea decurrens, Reinhardtia gracilis, Socratea exorrhiza, Synechanthus fibrosus, Welfia regia Poaceae Chusquea Chusquea simpliciflora Otras Elytrostachys clavigera, Pariana parvispica, Olyra latifolia, Lithachne pauciflora, Bambusoideae Cryptochloa concinna Chloridoideae Sporobolus indicus, Eragrostis acutiflora Zea mays Sin registro Acroceras, Andropogon, Anthephora, Arundinella berteroniana, Axonopus, Echinochloa, Gynerium, Homolepis, Hymenachne, Ichnanthus, Ixophorus, Lasiacis, Orthoclada, Panicum, Otras Panicoideae Paspalum, Pseudechinolaena (ver registro completo de especies en Estación Biológica La Selva, 2013) Chloridoideae, Panicoideae, Bambusoideae (ver registro completo de especies en Estación Otras Poaceae Biológica La Selva, 2013) Calathea crotalifera, C. lasiostachya, C. lutea, C. similis, Goeppertia cleistantha, G. donnell- smithii, G. foliosa, G. gloriana, G. gymnocarpa, G. hammelii, G. inocephala, Marantaceae Marantaceae G. leucostachys, G. marantifolia, G. micans, G. venusta, G. warszewiczii, Ischnosiphon elegans, I. inflatus, Pleiostachya leiostachya, P. pruinosa, Stromanthe palustris Heliconia stricta, H. imbricata, H. irrasa, H. latispatha, H. latispatha, H. longa, H. mariae, H. Heliconiaceae Heliconiaceae mathiasiae, H. pogonantha, H. psittacorum, H. sarapiquensis, H. trichocarpa, H. umbrophila, H. vaginalis, H. wagneriana Cyperus compressu, C. costaricensis, C. flavescens, C. luzulae, C. miliifolius, C. niger, C. Cyperaceae Cyperus simplex, C. surinamensis, C. tenuis, C. thyrsiflorus Kyllinga Kyllinga brevifolia, K. pumila Calyptrocarya glomerulata, C. poeppigiana, Fimbristylis dichotoma, F. littoralis, Hypolytrum longifolium , Eleocharis elegans, E. retroflexa, Mapania assimilis, Rhynchospora contracta, Otras Cyperaceae R. corymbosa, R. nervosa, R. pedersenii, R. polyphylla, R. radicans, Scleria latifolia, S. macrophylla, S. melaleuca, S. microcarpa, S. secans Acmella radicans, Ageratum houstonianum, Bidens pilosa, Calea urticifolia, Chaptalia nutans, Chromolaena odorata, Clibadium eggersii, C. grandifolium, C. surinamense, Conyza laevigata, C. sumatrensis, Critonia morifolia, Eclipta prostrata, Eirmocephala brachiate, Elephantopus mollis, Eleutheranthera ruderalis, Erechtites hieraciifolius Fleischmannia microstemon, F. sideritidis, Galinsoga quadriradiata, Garcilassa rivularis Hebeclinium macrophyllum, Heterocondylus vitalbae, Jaegeria hirta, Koanophyllon Asteraceae Asteraceae hylonomum, Lasianthaea fruticosa, Lepidaploa salzmannii, Melampodium costaricense, M.divaricatum, Melanthera nívea, Mikania cordifolia, M. guaco, M. hookeriana, M. micrantha, M. simpsonii, M. tonduzii, M. vitifolia,Neurolaena lobata Piptocarpha poeppigiana, Pseudelephantopus spicatus, Pseudelephantopus spiralis, Pseudogynoxys chenopodioides, Schistocarpha eupatorioides, Sinclairia polyantha, Sphagneticola trilobata, Spiracantha cornifolia, Synedrella nodiflora, Tagetes erecta Tridax procumbens, Vernonanthura patens, Zexmenia virgulta 86 Los géneros de palmas Euterpe, Geonoma, Chamaedoreae, Iriartea y Bactris evidenciaron un entorno con condiciones húmedas, asimismo, la cobertura de palmas y árboles favoreció el hábitat de herbáceas de sombra en Nuevo Corinto, tales como Heliconiaceae y Marantaceae (Ilustración 21). Las palmas habitan en diversos entornos, incluido las áreas boscosas; además, dependiendo de la altura, las palmas pueden abarcar estratos desde el sotobosque hasta el subdosel (Johnson, 1998). Los géneros Euterpe, Geonoma, Chamaedoreae, Iriartea y Bactris se desarrollan en condiciones húmedas de bosques tropicales, usualmente en tierras bajas; también Euterpe se vincula con hábitats de suampos (al igual que Bactris) y en las orillas de los ríos (Uhl & Dransfield, 1987). Ilustración 21. Estratos de la paleovegetación Dosel: Fitolitos de árboles (a. Arbóreo). Subdosel: Fitolitos de árboles y palmas (b. Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae, c. otras Arecaceae). Cobertura de suelo: Fitolitos de palmas, zacates (g. Panicoideae), herbáceas (f. Asteraceae), zacates bambusoides (d. Bambusoideae, e. Chusquea) y cultivos (h. Marantaceae, i. Zea mays). Adicionalmente, las palmas poseen un alto valor económico, tanto en la actualidad, como en épocas prehispánicas, ya que los frutos, las hojas y el tronco se utilizan para consumo, aceite, medicina y construcción (Uhl & Dransfield, 1987; Morcote-Ríos & Bernal, 2001; Ferreiro, 2012; 87 Cymerys & Clement, 2012). En Centroamérica, Euterpe precatoria produce frutos entre setiembre y noviembre (Ruiz, House, Mejía, Lobo, & Quesada, 2009); mientras que la producción de Bactris gasipaes es durante los meses de marzo, mayo, julio y agosto estacional (Lobo, Chang, Chízmar, House, Mejía, & Correa, 2009). Los zacates y herbáceas fueron las plantas más abundantes, pues representaron ~50% de la diversidad taxonómica en Nuevo Corinto; además, los bambusoides fueron el componente dominante de los zacates y las herbáceas y, por lo tanto, estos predominaron en la cobertura de suelo (Ilustración 21). Judziewicz y Clark (2007) explican que la subfamilia Bambusoideae puede dividirse en bambusoides leñosos (Bambuseae) y bambusoides herbáceos (Olyreae). En la actualidad, la Estación Biológica La Selva (2013) documenta la presencia de géneros nativos del trópico americano, por ejemplo: Pariana (Olyreae), Olyra (Olyreae), Lithachne (Olyreae), Cryptochloa (Olyreae), Elytrostachys (Bambuseae) y Chusquea (Bambuseae)34; consecuentemente, la cobertura de Bambusoideae en Nuevo Corinto posiblemente se compuso de por lo menos 2 géneros de bambusoides leñosos (Chusquea y Elytrostachys) y 4 bambusoides herbáceos (Pariana, Olyra, Lithachne y Cryptochloa) (Cuadro 7). Bambusoideae usualmente se asocia con hábitats cálidos y frescos del bosque tropical lluvioso (Calderón & Soderstrom, 1980; Piperno & Pearsall, 1988a; Judziewicz & Clark, 2007), generalmente es una familia diversificada en hábitats boscosos (Piperno & Pearsall, 1988a; Judziewicz & Clark, 2007). Según Calderón y Soderstrom (1980) los bambusoides leñosos y herbáceos crecen asociados a árboles y arbustos en los bosques tropicales lluviosos, ya que estos bambusoides se dan en ambientes frescos y sombreados. El género Chusquea es el más extenso de la subfamilia Bambusoideae, además se reproduce en diversos hábitats, incluido los bosques tropicales de tierras bajas (Judziewicz & Clark, 2007). Consecuentemente, los zacates bambusoides reflejaron una composición boscosa densa en la cobertura de suelo en Nuevo Corinto. Adicionalmente, esta capa incluyó vegetación arbustiva de ciperáceas y heliconias (Ilustración 21). La abundancia de plantas C3 (Bambusoideae, Chusquea, algunos Panicoideae), en comparación con las plantas C4 (algunos Panicoideae, Chloridoideae, Cyperus/Kyllinga) indicó un posible predominio de condiciones húmedas y cálidas. 34 Revisión de la biogeografía de los taxones de La Estación Biológica La Selva, en World Checklist of Selected Plants (2019). 88 Los zacates o poáceas son muy diversos y extensos biogeográficamente (Calderón & Soderstrom, 1980), dado es el caso de los zacates Panicoideae, los cuales usualmente predominan en zonas tropicales y subtropicales (Zuloaga, Morrone, Davidse, & Pennington, 2007); en el caso de los zacates Chloridoideae estos son más frecuentes en entornos áridos (Bremond et al., 2005; Peterson, Columbus, & Pennington, 2007; Maezumi et al., 2015), sin embargo también puede encontrarse en espacio frescos y sombreados (Peterson et al., 2007). Ambos zacates se caracterizan por rutas fotosintéticas C4 (Peterson et al., 2007; Zuloaga et al., 2007), no obstante, Panicoideae también registra especies con rutas fotosintéticas C3 (Piperno & Pearsall, 1988a; Zuloaga et al., 2007); de manera que se desarrolla en condiciones húmedas y cálidas (Maezumi et al., 2015). Las subfamilias Panicoideae y Chloridoideae actualmente están registradas en la Estación Biológica La Selva (2013), el registro de zacates indica una variedad de 79 especies de las cuales aproximadamente 16 género son Panicoideae y 2 géneros Chloridoideae35, ambas con especies propios del trópico húmedo americano. Consecuentemente, la diversidad de zacates panicoideas y chloridoideas posiblemente fue amplia en Nuevo Corinto, pues quizás se compuso de por lo menos 18 géneros de zacates no bambusoides (Cuadro 7). Por otra parte, el registro taxonómico en Nuevo Corinto también documentó algunas herbáceas (Heliconiaceae, Cyperaceae, Cyperus/Kyllinga, Asteraceae), las cuales actualmente están documentadas en la Estación Biológica La Selva (2013): Heliconia (12 especies), Cyperus (~10 especies), Kyllinga (2 especies) y aproximadamente 40 géneros de asteráceas36. Gómez- Laurito (2009) documentó ciperáceas modernas (incluido Cyperus/Kyllinga) en la Estación Biológica La Selva, gran parte de las ciperáceas estaban en zonas abiertas y húmedas (senderos), mientras que éstas fueron menos frecuentes en áreas boscosas. Es así que, posiblemente la paleovegetación de la cobertura de suelo de Nuevo Corinto fue diversa, ya que incluyó un mínimo de 60 especies de herbáceas (Cuadro 7). Tanto las asteráceas, como las ciperáceas son familias casi cosmopolitas (Funk, Susanna, Stuessy, & Robinson, 2009; Gómez-Laurito, 2009; Simpson, Yesson, Culham, Couch, & Muasaya, 2011). Las ciperáceas se desarrollan en humedales, planicies secas, bosques tropicales y zonas árticas (Piperno, 2006a; Simposon et al., 2011). Asimismo, las asteráceas 35 Revisión de la biogeografía de los taxones de La Estación Biológica La Selva, en World Checklist of Selected Plants (2019). 36 Revisión de la biogeografía de los taxones de La Estación Biológica La Selva, en World Checklist of Selected Plants (2019). 89 son frecuentes en zonas boscosas y pastizales, así como en diversas elevaciones; éstas plantas son frecuentes en ambientes montanos, alterados y semiáridos, sin embargo, las asteráceas son menos abundantes en bosques tropicales húmedos (Funk et al., 2009; Hind, 2009). Simposon et al. (2011) explican que algunas ciperáceas presentan ruta fotosintética C4; por ejemplo el género Cyperus en África habita en zonas de sequías y altas temperaturas, de manera que este es resistente a condiciones áridas. Al igual que las asteráceas y las ciperáceas, las heliconias son herbáceas que colonizan rápidamente entornos alterados por actividades antrópicas (Kress, 1990; Piperno, 1990); no obstante, el hábitat de éstas herbáceas se restringe a zonas húmedas y bajas del trópico, desarrollándose en bosques lluviosos y nublados (Kress, 1990). Finalmente, los cultivos (maíz o Zea mays y marantáceas o Marantaceae) fueron la paleovegetación menos abundante en Nuevo Corinto. Las marantáceas modernas están presentes en la Estación Biológica La Selva (2013), donde se registró el género Calathea y otros 4 géneros silvestres nativos del trópico americano37. Por lo tanto, Nuevo Corinto posiblemente presentó tanto marantáceas comestibles (Calathea, Maranta), como marantáceas silvestres (Goeppertia, Ischnosiphon, Pleiostachya, Stromanthe) (Cuadro 7). Tanto el maíz, como las marantáceas, son de alto valor económico, esto debido a que formaron parte de la dieta precolombina. Fedik (1995) y Piperno y Pearsall (1998b) concuerdan que el maíz fue uno de los principales cultivos prehispánicos, asimismo, Piperno y Pearsall (1998b) destacan el consumo de tubérculos como el sagú (Maranta arundinacea) y el lerén (Calathea allouia); ambos Marantaceae. Actualmente, el maíz se siembra los meses de enero/febrero y julio/agosto en el Atlántico Central de Costa Rica; es una planta anual que se cosecha una vez alcanzada la madurez fisiológica del fruto (dependiendo de la variedad, aproximadamente entre 70 y 100 días) (Bonilla, 2009). Por otra parte, las marantáceas tienen ciclos vegetativos largos, la maduración de los rizomas tarda aproximadamente 10-12 meses (Jardín Botánico de Córdoba, 1992; Piperno & Pearsall, 1998b). En conclusión, las características ecológicas de la paleovegetación indicaron un ambiente de bosque tropical húmedo; la abundancia de vegetación en el dosel y el subdosel generaron 37 Revisión de la biogeografía de los taxones de La Estación Biológica La Selva, en World Checklist of Selected Plants (2019). 90 condiciones de sombra, las cuales favorecieron el desarrollo de los taxones propios de ambientes sombreados y frescos (Chusquea, Marantaceae, Heliconiaceae, otras Cyperaceae). De igual modo, el registro de taxones con rutas fotosintéticas C4 señaló posibles condiciones cálidas (Chloridoideae, Cyperus/Kyllinga, Asteraceae). Las condiciones de bosque húmedo posiblemente fueron constantes, los cambios abruptos en el nivel 110 cm.b.s. documentaron una leve disminución de la sombra, como causa del drástico descenso de palmas en el subdosel, no obstante, el porcentaje de abundancia de árboles fue alto (20%), de manera que la densidad del dosel y el subdosel posiblemente también se mantuvo estable en este nivel. Por otra parte, los promedios porcentuales de taxones registrados por Kennedy y Horn (2008) en Catarrana (Estación Biológica La Selva) entre las fechas ~700 cal yr a.p. (~1250 n.e.) y ~1600 cal yr a.p. (~330 n.e.) (fechas correspondientes a Sequía del Clásico Terminal, TCD) reflejaron un predominio de vegetación arbórea (~85%), principalmente un ~30% de Cecropia, otros taxones arbóreos registrados fueron Trema (~15%), Urticales (~15%), Alchornea (~15%), Melastomataceae/Combretaceae (~15%), árboles Premontano/Montano (~2%), Pentaclethra (<1%), Ficus (<1%); de modo que la vegetación en las capas dosel y subdosel fue abundante, pues además registró un ~1% de palmas (Arecaceae). Por otra parte, la capa de cobertura de suelo fue menos abundante, el taxón predominante en esta capa fueron las Cyperaceae (~5%), seguido de otros taxones con abundancias <2%, tales como Poaceae y Asteraceae. La evidencia registrada en Nuevo Corinto mostró proporciones diferentes a las indicadas por Kennedy y Horn (2008), ya que la cobertura de suelo comprendió los taxones más abundantes, dado fue el caso de Poaceae (incluido Chloridoideae, Panicoideae, Bambusoideae, Chusquea, otras Poaceae) que documentó valores de ~50%. Además, la cobertura de suelo presentó baja presencia de herbáceas como Cyperaceae (incluido Cyperus/Kyllinga) y Heliconiaceae, cada taxón reflejó ~5% de abundancia. Por otra parte, las capas de dosel y subdosel fueron abundantes en la paleovegetación, los árboles registraron un 20% y las palmas un 13% de abundancia. La abundancia porcentual de Cyperaceae fue semejante a la reportada por Kennedy y Horn (2008), esto únicamente en el nivel 110 cm.b.s.; en el resto de niveles fue poco abundante. Como se indicó, las ciperáceas son herbáceas cosmopolitas, éstas pueden habitar en ambientes húmedos, además, géneros como Cyperus son resistentes a las altas temperaturas (véase Simpson et al., 2014). Por lo tanto, el aumento de las ciperáceas en el nivel 110 cm.b.s. posiblemente fue resultado de condiciones más secas; no obstante, la abundancia de 91 Heliconiaceae, cuyo hábitat es el bosque húmedo (Kress, 1990), también fue evidencia de una permanencia de las condiciones húmedas y de sombra; por lo tanto, el incremento de herbáceas como Cyperus/Kyllinga no fue evidencia suficiente para inferir sobre eventos de sequía en Nuevo Corinto. La abundancia porcentual del resto de taxones en Nuevo Corinto no fue similar a las recuperadas por Kennedy y Horn (2008) entre las fechas ~700 cal yr a.p. (~1250 n.e.) y ~1600 cal yr a.p. (~330 n.e.), en la Estación Biológica La Selva; de modo que, no fue posible inferir sobre condiciones de sequía a partir de los datos en M-01. Sin embargo, la evidencia señaló una composición ecológica semejante, ya que en Nuevo Corinto se documentaron taxones similares a los registrados por Kennedy y Horn (2008) en la Estación Biológica La Selva, tales como Arbóreos, Poaceae, Cyperaceae, Arecaceae y Asteraceae. Adicionalmente, fue importante señalar que Kennedy y Horn (2008) fundamentan sus interpretaciones sobre condiciones secas a partir de otros paleobioindicadores (polen, micro/macro carbones), de modo que la argumentación sobre condiciones climáticas de sequía en Nuevo Corinto requieren de otras líneas de evidencia, más datos y análisis comparativos con otras áreas del sitio arqueológico. Acevedo (2016) registró cambios abruptos en los paleocanales del río Chirripó de Nuevo Corinto, esto lo documentó entre 700- 1100 n.e. (La Unión), el investigador sugiere la posibilidad de que dichos cambios estuvieran vinculados con eventos de TCD; no obstante, la falta de investigaciones paleoambientales en América Central, así como la ausencia de una relación directa entre la evidencia y los factores paleoambientales, impidieron al autor concluir al respecto. Secuencia ocupacional y paleovegetación de M-01 El comportamiento de la paleovegetación en los niveles suelo 70-80 cm.b.s., 110 cm.b.s. y 150-160 cm.b.s. estuvo relacionado con eventos transicionales entre fases arqueológicas, así como con eventos puntuales de ocupación humana en el M-01, es decir, los pisos de ocupación (Figura 6). El color y la textura permitieron vincular la evidencia con la descripción estratigráfica realizada por Gamboa (2016) para el M-01; el piso de ocupación correspondiente a la etapa de elevación del M-01 se documentó a los 150 cm.b.s., dicha construcción fue asociada cronológicamente a La Selva. Posteriormente, la etapa constructiva de proyección del M-01 generó dos pisos de ocupación (110 y 80 cm.b.s.), estos fueron vinculados con la fase arqueológica La Unión (Cuadro 8). 92 Cuadro 8. Descripción de color y textura en relación con estratigrafía y cronología de Gamboa (2016) Estratigrafía (Gamboa, 2016) Muestra Color Textura Contexto Estrato 10 YR 3/3 arcillosa, levemente 50 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato I dark brown limosa 10 YR 4/4 arcillosa, levemente 60 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato I dark yellowish brown limosa 2.5 YR 4/6 70 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II arcillo-arenosa red 7.5 YR 4/4 80 cm.b.s. Piso Estrato II arcillo-arenosa Brown 5 YR 4/4 90 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II arcillo-arenosa reddish brown 10 YR 4/4 arcillosa, levemente 100 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II dark yellowish brown arenosa 110 cm.b.s. 10 YR 4/4 arcillosa, levemente Piso Estrato II dark yellowish brown arenosa 10 YR 4/4 arcillosa, levemente 120 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II dark yellowish brown arenosa 10 YR 4/3 130 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II arcillo-arenosa brown 10 YR 3/3 140 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato II arcillo-arenosa dark brown 10 YR 3/3 arcillosa, levemente 150 cm.b.s. Piso Estrato III dark brown limosa 10 YR 4/4 arcillosa, levemente 160 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato III dark yellowish brown limosa 170 cm.b.s. 10 YR 4/4 arcillosa, levemente Relleno constructivo Estrato III dark yellowish brown limosa 10 YR 4/4 arcillosa, levemente 180 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato III dark yellowish brown limosa 10 YR 3/3 190 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato III arcillo-arenosa dark brown 10 YR 3/4 200 cm.b.s. Relleno constructivo Estrato III arcillo-arenosa dark yellowish brown De igual modo, los rellenos constructivos fueron otra fuente de evidencia para el registro de la paleovegetación; los pisos de ocupación indicaron contextos in situ de la evidencia, mientras que los rellenos constructivos reflejaron datos ex situ. En el caso del sitio arqueológico Hatahara, Bozarth et al. (2009) analizaron muestras de suelo provenientes de un montículo; los investigadores discuten sobre el carácter ex situ de la evidencia, esto debido a que los rellenos constructivos fueron trasladados desde sectores del sitio arqueológico con terras pretas. Bozarth et al. (2009) lograron inferir respecto a la paleovegetación general de Hatahara, debido al transporte de las muestras de suelo desde otros sectores cercanos al montículo. 93 Figura 6. Diagrama de la paleovegetación en Nuevo Corinto 0-40 cm.b.s. Suelo removido por excavaciones durante temporada de campo 2014. (-) = Conteos menores a 200 partículas. (●) = <2% 94 M-01 no presentó una composición estratigráfica que fuera claramente asociable a otros sectores de Nuevo Corinto; los rellenos constructivos en el M-01 reflejaron una composición similar a la estratigrafía general de Nuevo Corinto (veáse Cárdenes & Acevedo, 2013), es decir una unidad de arcilla con suelo orgánico reciente (color negro, abundancia de raíces) y suelo orgánico antiguo (color de café a café oscuro, textura arcillo-arenosa) (Cuadro 8). Es así que, los rellenos constructivos del M-01 representan evidencia ex situ que posiblemente indica la estructura vegetal del sector central38 de Nuevo Corinto. Consecuentemente, la evidencia reflejó condiciones temporales y espaciales de la paleovegetación en Nuevo Corinto. Los eventos identificados a partir de zonificación mostraron el comportamiento de la paleovegetación en un eje temporal. Mientras que la delimitación estratigráfica de los niveles determinó el eje espacial de la evidencia, pues permitió diferenciar entre evidencia in situ (pisos de ocupación) y ex situ (rellenos constructivos) (Figura 6). La Selva (300-700 n.e.) El relleno constructivo (160-200 cm.b.s.) se caracterizó por el predominio de zacates (53%), principalmente bambusoides (~40%), así como de palmas (~25%), el género más abundante fue Geonoma (~4%), seguido de Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae y Euterpe con <2%. Las herbáceas mostraron abundancias ~15%, los árboles registraron ~10% y, finalmente, los cultivos fueron la vegetación menos abundante (<5%) (Figuras 5 y 6). De modo que, el relleno constructivo indicó una tendencia decreciente de los árboles (de ~20% a ~10%), por el contrario, las palmas reflejaron una tendencia creciente (de 16% de hasta 30%), mientras que las herbáceas (principalmente las asteráceas) registraron una tendencia de aumento entre 200-150 cm.b.s. (~15%) pero luego decrecieron entre 150-120 cm.b.s (<10%). Tanto los cultivos, como los zacates, no registraron tendencias claras de aumento o disminución, sin embargo, los zacates mantuvieron sus proporciones dominantes respecto al resto de la vegetación (~50%), mientras que los cultivos no presentaron porcentajes superiores a 4% (Figuras 5 y 6). Por lo tanto, el relleno constructivo presentó una estructura propia de bosque húmedo. La principal evidencia para inferir el ambiente boscoso fue la composición taxonómica del relleno, 38 El sector central de Nuevo Corinto es equivalente al núcleo arquitectónico central, el cual según Gamboa (2016, p. 15) es “donde se contemplan edificaciones como montículos, muros, plazas y calzadas entre otros, cuyo propósito puede obedecer a una diversidad de funciones”. 95 pues se compuso de principalmente por abundancia de bambusoides (incluido Chusquea, ~1%) y palmas, así como árboles y posibles marantáceas silvestres. Otro indicador de entorno boscoso fue la abundancia de vegetación en el dosel y el subdosel –principalmente- (palmas, bambusoides y árboles), lo cual posiblemente generó condiciones de sombra que favorecieron el desarrollo de vegetación como Chusquea y marantáceas. Por ende, la evidencia registrada en el relleno constructivo sugiere un posible paisaje de bosque, el cual fue quizás producto del desarrollo de prácticas agroforestales. Adicionalmente, la abundancia de herbáceas tipo asteráceas fue probablemente un indicador de actividades humanas en el relleno y, consecuentemente el sector central. Funk et al. (2009) argumentan que las asteráceas son poco comunes en bosques tropicales húmedos, además Hind (2009) explica que las asteráceas se pueden desarrollar en hábitats abiertos y alterados. En el caso de Costa Rica, Blanco y Mora (1994) plantean que las asteráceas estaban vinculadas con campos de cultivo precolombinos; por ende, tal vez la abundancia de asteráceas fue consecuencia de actividades agrícolas en Nuevo Corinto, de manera que los datos sugieren un entorno boscoso a causa de la agroforestería, las cuales fueron acompañadas de prácticas agrícolas (Ilustración 22b). Otro indicador de agricultura fueron las posibles marantáceas domésticas; Marantaceae a pesar de desarrollarse en bosques húmedos (Piperno, 2006a), posiblemente pudo estar relacionada con el cultivo de tubérculos como el sagú y el lerén, ambos marantáceas (véase Piperno & Pearsall, 1998b). Por otra parte, la evidencia del piso de ocupación (150 cm.b.s.) mostró un patrón opuesto al relleno constructivo. Las palmas mantuvieron su tendencia ascendente (de 30% a ~40%), asimismo, los árboles aumentaron su abundancia (8% a 18%) y los cultivos incrementaron levemente su abundancia a 2%; mientras que las herbáceas tipo Asteraceae y los zacates reflejaron tendencias de descenso, de 14% a 2% y de 50% a 28%, respectivamente. La evidencia del piso de ocupación señaló una posible disminución del entorno de bosque, esto fue inferido principalmente a partir de la ausencia de Chusquea y el descenso de los bambusoides; esto sugirió una menor densidad de la vegetación del subdosel, lo cual posiblemente favoreció el incremento de herbáceas como las ciperáceas (~3%, sin incluir Cyperus/Kyllinga). Gómez-Laurito (2009) indica que en el caso de La Estación Biológica La Selva las ciperáceas son menos frecuentes en las áreas de bosque; de modo que, los datos muestran una disminución del bosque quizás a causa de actividades antrópicas. 96 Los datos registrados en el piso de ocupación son evidencia in situ de las prácticas constructivas del M-01; por ende, la disminución del entorno boscoso pudo ser reflejo de una sustitución parcial del bosque por parches arquitectónicos. Según autores como Bogaert et al. (2013), Csorba (2010) y Ellis (2011) las actividades de construcción sustituyen la vegetación “natural”. En Nuevo Corinto, la disminución de bambusoides y el incremento de ciperáceas (poco comunes en bosques húmedos) respaldan lo argumentado por Bogaert et al. (2013), Csorba (2010) y Ellis (2011); sin embargo, el incremento de árboles y palmas, al igual que la abundancia de bambusoides, no mostró una disminución del entorno boscoso en paisajes con prácticas constructivas. Consecuentemente, la abundancia de bambusoides, árboles y palmas fue también interpretada como posible evidencia de materiales de construcción para el palenque del M-01 (Ilustración 22a). Gamboa (2016) argumenta que el M-01 presentó una estructura tipo palenque con pisos de arcilla. Las fuentes etnográficas explican que las viviendas tradicionales indígenas se elaboraron a partir de materiales como madera, caña, bejucos, palmas y arcilla (Solís, 1992; González & González, 2000). Según datos etnográficos, González y González (2000) comentan que las casas tradicionales bribris incluyeron las palmas como materiales de construcción en el techo y los postes; los autores señalan que las hojas de Iriartea gigantea se utilizaban para entrelazar el aro corona39 y las hojas de Geonoma congesta para la cobertura de los techos. También, Solís (1992) y González y González (2000) comentan sobre el uso de madera para la elaboración de los postes que dan sostén a las viviendas indígenas tradicionales. Gamboa (2016) reportó pisos de arcilla mezclados con abundantes cantidades de ceniza en el M-01, la autora argumenta que “la ceniza de biomasa [residuos vegetales, quizás hojas, madera, ramas] mezclada con agua desencadena una reacción química que da como resultado un producto cementante, que funcionaría excelentemente a la compresión y aporta cualidades al elemento arquitectónico [M-01] dándole durabilidad” (p. 167-168). Adicionalmente, González y González (2000) mencionan que las hojas de palma para el techo son entretejidas con una varilla de Gynerium sagittatum (Panicoideae); lo que en el caso de Nuevo Corinto posiblemente fue llevado a cabo a partir bambusoides leñosos, como Elytrostachys clavigera, el cual actualmente está registrado en la Estación Biológica La Selva (2013). 39 El aro corona se coloca en la cúspide de los postes, ésta entrelazado con diversos materiales como bejucos gruesos y hojas de palmas (González & González, 2000). 97 Además de las prácticas constructivas, la evidencia sugiere posibles prácticas agroforestales, en conjunto con agricultura de plantas domesticadas. La abundancia de bambusoides, palmas y árboles continúa sugiriendo un paisaje boscoso, el cual posiblemente fue consecuencia de actividades agroforestales; de igual modo la presencia de marantáceas fue reflejo de posibles prácticas agrícolas. Ilustración 22. Representación de la estructura de la vegetación durante La Selva En conclusión, el registro de la vegetación del relleno constructivo evidenció un entorno boscoso en el sector central (relleno constructivo) de Nuevo Corinto, el cual mostró similitudes con el escenario hipotético planteado para las prácticas agroforestales (Ilustración 22b), esto quizás fue acompañado de actividades agrícolas, pues la evidencia de posibles plantas domésticas (marantáceas) fue registrada. Mientras que la evidencia en el M-01 (piso de 98 ocupación) señaló semejanzas principalmente con el escenario hipotético para prácticas constructivas (Ilustración 22a), sin embargo, los datos también indicaron el probable desarrollo de agroforestería y agricultura, conjuntamente. La Unión (700-1100 n.e.) Durante La Unión se documentaron dos pisos de ocupación y, consecuentemente, dos rellenos constructivos40. El primer piso de ocupación corresponde al nivel 110 cm.b.s., el cual además registró eventos drásticos en el comportamiento porcentual de la vegetación; su respectivo relleno constructivo comprendió los niveles desde 120 cm.b.s. hasta 140 cm.b.s., este relleno evidenció una composición taxonómica semejante a la recuperada en el relleno de La Selva. El segundo piso de ocupación se localizó a los 80 cm.b.s., este piso compartió similitudes en la abundancia taxonómica, con respecto al piso descrito en La Selva; de igual modo, el relleno constructivo de este piso (90-100 cm.b.s.) también mostró datos similares a los reportados en los rellenos constructivos del primer piso de La Unión y el correspondiente a La Selva (Figura 6). El primer relleno constructivo (120-140 cm.b.s.) repitió la tendencia descendiente del taxón Arbóreo; también la tendencia decreciente se documentó en las palmas (de 40% a 19%) y las herbáceas Asteraceae (de 11% a <2%). En el caso de los cultivos, la abundancia porcentual de indicó un leve descenso promedio de 1%, de igual modo, no se identificó otro cultivo adicional a las marantáceas. En oposición los zacates, especialmente Bambusoideae, mostraron una tendencia ascendente (~50%), principalmente los bambusoides (Figuras 5 y 6). La diversidad taxonómica del primer relleno constructivo de La Unión indicó una composición de la paleovegetación semejante a las descritas en el relleno constructivo de La Selva. Por lo tanto, la abundancia de vegetación en el subdosel y dosel registrada a partir de la presencia de palmas como Euterpe, Geonoma, Chamaedorea, Iriartea y Bactris, los bambusoides (incluido Chusquea) y los árboles fueron indicadores de condiciones húmedas de bosques tropicales. Dicho ambiente boscoso quizás fue también consecuencia del desarrollo de prácticas agroforestales; no obstante, la estructura del bosque posiblemente presentó una 40 La presencia de dos pisos y dos rellenos no pudo asociarse directamente a una secuencia cronológica, esto debido a la falta de datación radiocarbónica en M-01, por lo tanto, ambos pisos y rellenos deben ser considerados cronológicamente iguales y correspondientes al rango temporal asignado para La Unión, 700-1100 n.e. 99 menor alteración o sustitución parcial de parches de bosque ya que la abundancia de las asteráceas disminuyó (Ilustración 23b). Consecuentemente, la agroforestería fue una actividad que probablemente se basó en leves sustituciones del entorno boscoso y un predominio del aprovechamiento de la vegetación boscosa local. Adicionalmente, quizás las prácticas agroforestales fueron acompañadas de actividades agrícolas de bajo impacto, pues la abundancia de posibles marantáceas domésticas fue baja, al igual que la concentración de zacates y herbáceas propias de ambientes alterados antrópicamente (por ejemplo asteráceas, ciperáceas, zacates no bambusoides). Por otra parte, el primer piso de ocupación (110 cm.b.s.) registró un descenso en el número de taxones, por lo que fue menos diverso (9 taxones); además, este mantuvo el patrón de incremento de los árboles (de ~10% a ~20%). Sin embargo, a diferencia del piso La Selva, el piso La Unión (110 cm.b.s) señaló un incremento abrupto de varias herbáceas, tales como Cyperaceae (incluido Cyperus/Kyllinga) y Heliconiaceae. Las herbáceas incrementaron a ~20%, de modo que tanto Cyperus/Kyllinga, otras Cyperaceae y Heliconiaceae aumentaron cada una a ~7% su abundancia, adicionalmente, el registro taxonómico también señaló un incremento de aproximadamente 7% de Chloridoideae, Panicoideae y otras Poaceae, los cuales son zacates que se desarrollan fácilmente en condiciones secas. La tendencia de crecimiento en las ciperáceas y zacates no bambusoides probablemente fue resultado de condiciones menos sombreadas, esto debido a que el registro taxonómico mostró un descenso de las palmas (<20%) y los zacates bambusoides (<10%) (Figuras 5 y 6). Es así que, la disminución de la densidad de la vegetación en el subdosel y, por ende, de taxones como las palmas y los zacates bambusoides quizás estuvo relacionada con un descenso de las condiciones boscosas. Por lo tanto, la disminución del entorno boscoso húmedo posiblemente fue resultado de la remoción de parches de bosque para la edificación de estructuras arquitectónicas, ya que el piso de ocupación es indicador directo de las prácticas constructivas del M-01. De igual modo, el descenso en los indicadores de ambientes boscosos quizás está vinculado con una disminución de las estrategias agroforestales; mientras que la ausencia de cultivos sugiere que en el M-01 y sus alrededores no se desarrollaron prácticas agrícolas (Ilustración 23a). Adicionalmente, la baja abundancia de zacates bambusoides y palmas posiblemente estuvo relacionada con cambios en las estrategias constructivas. Probablemente la estructura del 100 palenque no fue edificada a partir de bambusoides leñosos, sino quizás con zacates panicoideas (posiblemente Gynerium sagittatum); además, el piso de ocupación no registró la presencia de taxones de palmas, con excepción del género Geonoma, lo cual indicó una posible selección y uso intencional del género Geonoma para la construcción de viviendas. Por otra parte, la utilización de árboles para la combustión y la elaboración de ceniza fue una técnica que se mantuvo constante, ya que el incremento del taxón Arbóreo fue registrado tanto en el piso de La Selva, como en el primer piso de La Unión. Ilustración 23. Representación de la estructura de la vegetación durante La Unión (110-140 cm.b.s.) En síntesis, el registro de la vegetación del primer relleno constructivo nuevamente evidenció un entorno boscoso en el sector central (relleno constructivo) de Nuevo Corinto, el cual mostró similitudes con el escenario hipotético planteado para las prácticas agroforestales (Ilustración 101 23b), esto quizás fue acompañado de actividades agrícolas, pues la evidencia de posibles plantas domésticas (marantáceas) fue registrada. Mientras que la evidencia en el M-01 (piso de ocupación) señaló semejanzas principalmente con el escenario hipotético para prácticas constructivas (Ilustración 23a); los datos señalaron una notoria disminución de los indicadores de prácticas agroforestales; así como la ausencia de agricultura a partir de plantas domésticas. El segundo relleno constructivo (90-100 cm.b.s.) de La Unión evidenció cambios abruptos de la vegetación y un aumento de la riqueza taxonómica promedio (11 taxones), en comparación con el registro taxonómico del primer piso de ocupación. Los zacates bambusoides y las palmas incrementaron drásticamente su abundancia (~50% y ~25%, respectivamente), mientras que las herbáceas y los árboles disminuyeron su proporción (~7% y ~2%, respectivamente). Además, los cultivos tipo marantáceas nuevamente formaron parte del registro taxonómico (Figuras 5 y 6). Consecuentemente, el segundo relleno constructivo de La Unión registró nuevamente abundancia de vegetación en el dosel y el subdosel (palmas, bambusoides y árboles), así como abundancia de taxones propios de bosques húmedos, tales como Chusquea, otros bambusoides, palmas y posibles marantáceas silvestres. Es así que, el relleno constructivo reflejó condiciones más boscosas probablemente a causa de actividades agroforestales, las cuales nuevamente quizás se desarrollaron en conjunto con prácticas agrícolas, ya que las marantáceas fueron documentadas de nuevo en el segundo relleno constructivo (Ilustración 24b). Mientras que, el segundo piso de ocupación (80 cm.b.s.) mostró nuevamente un aumento de los árboles (de ~7% a ~22%) y una disminución en la diversidad taxonómica promedio (8 taxones). Adicionalmente, el segundo piso reflejó un leve incremento de las herbáceas (~5%) y los cultivos (~5%), así como una disminución de los zacates principalmente bambusoides (~30%) y un leve descenso de las palmas (29%) (Figuras 5 y 6). Por ende, a diferencia del piso de ocupación en 110 cm.b.s., el segundo piso de La Unión mostró condiciones más boscosas (abundancia de Chusquea, otros bambusoides, palmas y posibles marantáceas silvestres) y de mayor densidad de vegetación en el dosel (árboles) y el subdosel (árboles, palmas, bambusoides). El leve aumento de herbáceas (asteráceas y otras ciperáceas) advirtió sobre la posible presencia de actividades humanas en el entorno, las cuales quizás fueron principalmente a causa de prácticas agroforestales en conjunto con la 102 agricultura; esto debido a la presencia de taxones de ambientes boscosos y plantas domésticas. No obstante, debido a que el piso de ocupación es evidencia in situ de la edificación del M-01, la abundancia de asteráceas y otras ciperáceas también fue probablemente un indicador de la implementación de prácticas constructivas (Ilustración 24a). De modo que, las proporciones de bambusoides posiblemente indicaron una estrategia constructiva similar a la documentada en La Selva, la cual señaló una construcción del palenque a partir de diversidad de palmas y bambusoides. También, el incremento en el taxón Arbóreo evidenció una recurrencia en el uso de árboles para la elaboración de la ceniza. Ilustración 24. Representación de la estructura de la vegetación durante La Unión (80-100 cm.b.s.) En conclusión, el registro de la vegetación del segundo relleno constructivo nuevamente evidenció un entorno boscoso en el sector central (relleno constructivo) de Nuevo Corinto, el 103 cual mostró similitudes con el escenario hipotético planteado para las prácticas agroforestales asociadas con agricultura de plantas domésticas como las marantáceas (Ilustración 24b). Además, la evidencia en el M-01 (piso de ocupación) señaló semejanzas con diferentes escenarios hipotéticos, ya que el entorno boscoso registrado indicó la presencia de prácticas agroforestales, mientras que el registro de marantáceas fue un posible indicador de agricultura, de igual manera las prácticas constructivas fueron documentadas, esto debido al carácter n situ de la evidencia, así como a la presencia de herbáceas propias de ambientes alterados (por ejemplo, ciperáceas y asteráceas) (Ilustración 24a). La Cabaña (1100-1200/1300 n.e.) En la última fase de ocupación de M-01 únicamente se documentó el relleno constructivo, esto debido a la erosión del piso y la remoción del suelo a causa de excavaciones previas en 2014 (véase Gamboa, 2016). A diferencia de La Selva y La Unión, durante La Cabaña se identificó un taxón previamente no registrado, tal fue el caso del maíz (Zea mays). El relleno constructivo se caracterizó por un descenso en la abundancia promedio de los árboles (~8%) y un incremento en la abundancia de palmas (~30%). Mientras que los zacates no mostraron tendencias claras de aumento o descenso, pues mantuvieron su abundancia porcentual (~30%); de igual modo las herbáceas conservaron su baja proporción (>5%). La abundancia de cultivos presentó sus mayores abundancias, en comparación con fases anteriores, pues en promedio registró concentraciones de ~5%; el maíz fue documentado por primera vez en todo el registro taxonómico, Zea mays estuvo presente en los dos últimos niveles de La Cabaña (50-60 cm.b.s.), pero en bajas proporciones (<2%). Al igual que en rellenos constructivos anteriores, la vegetación reflejó un predominio de condiciones boscosas húmedas y frescas con una vegetación densa en el subdosel principalmente, esto fue inferido a partir de la identificación de taxones dominantes como Chusquea, otros bambusoides, Geonoma, Euterpe, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae y posibles marantáceas silvestres. De modo que, el entorno boscoso nuevamente sugirió posibles prácticas agroforestales; a diferencia de fases previas, la agroforestería fue acompañada de prácticas agrícolas que incluyeron el cultivo de maíz, así como de posibles marantáceas domésticas (por ejemplo, sagú y lerén). Adicionalmente, la baja concentración de herbáceas propias de ambientes alterados quizás fue consecuencia de prácticas agroforestales y agrícolas que procuraron una sustitución leve o mínima del paisaje boscoso. 104 En conclusión, el registro de la vegetación del relleno constructivo nuevamente evidenció un entorno boscoso en el sector central (relleno constructivo) de Nuevo Corinto, el cual mostró similitudes con el escenario hipotético planteado para las prácticas agroforestales, no obstante esta vez en conjunto con prácticas agrícolas que incluyeron el cultivo de maíz y posibles marantáceas domésticas (Ilustración 25); además, la evidencia indicó que la agricultura de maíz tal vez no requirió de estrategias de remoción parcial o total del bosque. Ilustración 25. Representación de la estructura de la vegetación durante La Cabaña 105 CAPÍTULO VIII: PRÁCTICAS CULTURALES EN M-01 Huellas humanas en la paleovegetación de M-01 y Nuevo Corinto La evidencia analizada sugiere cambios temporales y espaciales en la composición de la vegetación, los cuales fueron ocasionados por la actividad humana en Nuevo Corinto. Los eventos registrados en los niveles 80 cm.b.s., 110 cm.b.s. y 150 cm.b.s. sugieren modificaciones de la paleovegetación como resultado de las prácticas constructivas del M-01 desde La Selva hasta La Cabaña; mientras que la evidencia en el resto de niveles mostraron las condiciones ambientales del sector central de Nuevo Corinto, las cuales indicaron un predominio de parches de bosque, posiblemente vinculados con prácticas agroforestales. Construcción El análisis documentó actividades de alto impacto ambiental, tales como las prácticas constructivas. Gamboa (2016) argumenta que el M-01 presentó una estructura tipo palenque con pisos de arcilla, algunos de los taxones identificados fueron asociados con materias primas para la construcción. Los datos indicaron que posiblemente el palenque fue elaborado a partir de bambusoides leñosos y hojas de palma, mientras que la ceniza con que se fabricó el piso probablemente se elaboró a partir de troncos y ramas de árboles. La evidencia estratigráfica y paleoecológica demostraron que las prácticas constructivas fueron actividades con un gran impacto en la vegetación, esto debido a que las variaciones en la abundancia de algunos taxones permitieron inferir respecto al proceso constructivo del M- 01: 1. El incremento de vegetación arbórea en los pisos de ocupación reflejó el proceso de combustión de las ramas y los troncos para elaborar ceniza, la cual luego fue mezclada con la arcilla para formar los pisos. De modo que, el incremento de los árboles en los pisos de La Selva y La Unión posiblemente no fue resultado de procesos naturales de regeneración del bosque, por el contrario, la abundancia de árboles quizás correspondió con estrategias constructivas para la elaboración de los pisos; no obstante, este argumento debe respaldarse con un mayor muestreo en el resto de los montículos de Nuevo Corinto. 2. Durante La Unión (primer piso y relleno), la disminución de palmas y zacates fue producto de prácticas de sustitución de parches boscosos por áreas para residencias. Asimismo, esto 106 indicó cambios en la selección de materias primas para la construcción. Por el contrario, las prácticas constructivas durante La Selva y La Unión (segundo piso y relleno) probablemente no fueron tan intensivas o destructivas, esto debido a que los taxones boscosos (bambusoides -incluido Chusquea-, palmas -incluido Geonoma, Euterpe, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae-) fueron predominantes en los pisos de ocupación. De igual modo, la abundancia de bambusoides y palmas también pudo estar vinculado a los materiales de construcción para el palenque. 3. El descenso en la diversidad taxonómica fue registrado en los pisos de ocupación. De igual modo, la disminución en el número de taxones estuvo vinculado con el registro de <200 fitolitos en los niveles correspondientes a los pisos de ocupación. Esto fue interpretado como producto de actividades humanas en M-01; la técnica y los materiales con que fueron elaborados los pisos brindaron el “rendimiento funcional de un piso evitando grietas, hendiduras, hundimientos, fracturas en el mismo” (Gamboa, 2016, pp. 167), de manera que probablemente la adherencia de los fitolitos al piso fue menor. Adicionalmente, la limpieza41 de las residencias impidió el rápido enterramiento de los fitolitos en los pisos, lo cual influyó en su preservación; Cabanes, Weiner & Shahack-Gross (2011), Cabanes, Gadot, Cabanes, et al. (2012) y Cabanes y Shahack-Gross (2015) plantean que los fitolitos que son rápidamente cubiertos por sedimentos evidencian mejores estados de preservación. Este argumento también debe respaldarse con un mayor muestreo en el resto de los montículos de Nuevo Corinto. 4. El incremento de palmas y zacates bambusoides en los rellenos constructivos de las tres fases arqueológicas evidenció parte de los procesos de edificación de M-01. Los materiales de la residencia quizás fueron utilizados como parte del relleno para elevar y ampliar el montículo, razón por la cual estos estratos posiblemente se caracterizaron por abundancia de bambusoides y palmas. Igualmente, la abundancia de estos taxones puede estar asociada a bosques húmedos, lo cual respalda el argumento de parches de bosque en el sector central; a la vez, esto indicó un aprovechamiento de recursos locales para la construcción desde La Selva hasta probablemente La Cabaña. 41 García (2017) comenta sobre limpieza en áreas internas de un contexto doméstico datado para la fase El Bosque, en Nuevo Corinto; el autor señala que “La muestra cerámica y lítica encontrada en el contexto doméstico es bastante pequeña (Tabla 2) esto se debe a que como es una unidad habitacional, estos eran espacios donde ellos permanecían más tiempo, era su área de descanso, producción, reproducción, es decir realizaban una limpieza constante de la misma.” (pp. 65). 107 Agricultura En el caso de las prácticas agrícolas, el registro de la paleovegetación evidenció bajos porcentajes de cultivos (entre 5% y 10%), en comparación con el resto de la vegetación. Los taxones vinculados con prácticas agrícolas fueron Zea mays y Marantaceae. Fitolitos de maíz y marantáceas han sido reportados previamente por Piperno (1994) y Mora (1994), por ende, las estrategias de agricultura basada en semillas, tubérculos y raíces también fueron registradas en otras zonas del antiguo territorio costarricense (Arenal, Valle Central y Pacífico Sur). En la Región Arenal, Piperno (1994) indicó la presencia de fitolitos de maíz; asociado a una disminución de partículas de taxones arbóreos. Lo anterior se acompañó de un aumento en los fitolitos de zacates, esto se interpretó como una mayor resistencia de áreas destinadas para la agricultura (campos agrícolas y huertos) a recuperar su estado inicial de bosque. Sin embargo, el registro taxonómico del M-01 no mostró tendencias similares a las reportadas por Piperno (1994); los eventos de disminución arbórea no fueron acompañados de incrementos de maíz, marantáceas y zacates (excluido Bambusoideae). Tampoco, el incremento porcentual de los cultivos indicó un aumento de los zacates no bambusoides y las heliconias. Además, la presencia de cultivos estuvo acompañada por evidencia de asteráceas, al igual que lo reportado por Blanco y Mora (1994) en otras zonas de Costa Rica prehispánica; no obstante, la abundancia porcentual de cultivos no mantuvo una clara relación respecto a la abundancia de asteráceas. Por ende, la evidencia de prácticas agrícolas reflejó los siguientes patrones durante La Selva, La Unión y La Cabaña: 1. El análisis no mostró estrategias de sustitución total de parches boscosos por parches agrícolas; de modo que las técnicas de agricultura implementadas probablemente mantuvieron impactos leves en la vegetación arbórea. 2. La abundancia de asteráceas no estuvo acompañado de aumentos del porcentaje de cultivos, de manera que las altas proporciones de asteráceas posiblemente fueron también resultado de otras actividades humanas (por ejemplo, construcción, agroforestería, otras). 3. Las marantáceas y el maíz registrados en lo rellenos constructivos mostraron prácticas de cultivo desarrolladas en entornos boscosos propios del trópico húmedo; esto sugiere la posibilidad de cultivos de marantáceas y maíz en parches de bosque. 108 4. Con excepción del M-01 durante La Unión (primer piso y relleno), las prácticas agrícolas fueron registradas en todas las temporalidades (La Selva, La Unión –segundo piso y relleno–, La Cabaña) de Nuevo Corinto. 5. Las fases La Selva y La Unión (primer piso y relleno) mostraron abundancia promedio similares de cultivos, aproximadamente 2%; por el contrario durante La Unión (segundo piso y relleno) y La Cabaña la proporción de cultivos aumentó alrededor de 4%. Agroforestería Las palmas fueron indicadores de bosques tropicales húmedos; igualmente otros taxones como Chusquea, otras Bambusoideae, Cyperaceae (excluido Cyperus/Kyllinga) y Arbóreo son ejemplo de condiciones boscosas. La evidencia asociada a la vegetación boscosa fue abundante durante las tres fases arqueológicas, ya que las palmas y los bambusoides (incluido Chusquea) comprendieron aproximadamente el 80% de las partículas contabilizadas por muestra de suelo. Consecuentemente, la evidencia de prácticas agroforestales fue documentada desde La Selva hasta La Cabaña, en los diferentes rellenos y pisos del M-01; con excepción del primer piso de La Unión. Fedick (1995) explica que la arboricultura o agroforestería fue una estrategia de subsistencia precolombina ampliamente utilizada a lo largo del trópico americano. La aplicación de ésta estrategia reflejó un aprovechamiento diversificado de los recursos locales en Nuevo Corinto. El registro taxonómico no evidenció la introducción de plantas foráneas, es decir, externas al Bosque Húmedo Muy Tropical; esto posiblemente debido a la amplia gama de recursos locales que fueron obtenidos del entorno boscoso que los rodeaba. De modo que, el análisis de datos permitió inferir lo siguiente: 1. La diversidad de géneros con valor económico (bambusoides, arbóreo, marantáceas, palmas) reflejó una estrategia diversificada de aprovechamiento de recursos. Las palmas son las plantas con mayor variedad de usos, Johnson (1992) explica que desde épocas muy tempranas las palmas, en general, han brindado diferentes utilidades, desde materia prima para la construcción de viviendas, canoas, herramientas, cestería; hasta usos medicinales y comestibles. 2. En el registro de palmas de la Estación Biológica La Selva (2013) destacan las especies Euterpe precatoria (açai solitario o palmito) y Bactris gasipaes (pejibaye), ambas fueron documentadas también para Nuevo Corinto. Actualmente, los frutos, semillas, palmito, 109 aceite, hojas y raíces de açai solitario/palmito y pejibaye son empleados con diversos fines; ambas palmas producen frutos y palmito comestibles y el aceite se utiliza con fines cosméticos, mientras que las hojas y la raíz del açai solitario/palmito se usan en preparaciones medicinales (Cymerys & Clement, 2012; Ferreira, 2012). 3. La identificación taxonómica del componente arbóreo no permitió inferir a nivel de género o especie. Sin embargo, la amplia variedad de especies arbóreas registradas en la Estación Biológica La Selva (2013) también sugieren un entorno boscoso diverso en Nuevo Corinto. Blanco y Mora (1994) e Ibarra (1996) argumentan sobre el valor económico en épocas precolombinas de árboles frutales como el achiote (Bixa orellana), el nance (Byrsonima crassifolia), el aguacate (Persea americana), el cacao (Theobroma cacao), el zapote (Mastichodendron capiri) y el jícaro (Crescentia aculeata); además, las guanábanas (Annonaceae) y las guabas (Inga edulis) son especies que autores como Piperno (2006a), Watling e Iriarte (2013) y Hoopes y Bozarth (2012) sugieren también pudieron ser de alto valor económico. Los taxones Annonaceae, Persea americana, Theobroma cacao, Byrsonima crassifolia y Inga edulis están documentos actualmente en la Estación Biológica La Selva (2013). 4. Las prácticas agroforestales fueron registradas desde La Selva hasta La Cabaña, sin embargo, posiblemente éstas actividades fueron más intensivas durante La Cabaña, esto debido a que las palmas (~41%) y los cultivos (4%) mostraron sus mayores abundancias en esta fase arqueológica. El Bosque Antropogénico en Nuevo Corinto La evidencia de modificaciones antrópicas en Nuevo Corinto indicaron la presencia de tres categorías principales: agricultura, agroforestería y construcción; la cuarta modificación antrópica sugerida en ésta investigación fue descartada (abandono), no obstante, ésta categoría brindó un parámetro comparativo para diferenciar entre paisajes domésticos con actividad humana prehispánica y paisajes sin evidencia de prácticas humanas, es decir, en abandono. La última categoría fue considerado como una práctica de recuperación de la vegetación y los nutrientes del suelo; de manera que el abandono se asemeja a otras clasificaciones como las áreas silvestres y los ecosistemas naturales (Ilustración 8, Capítulo IV). Por lo tanto, ésta se caracteriza principalmente por abundancia de vegetación natural, en oposición, ésta posee bajas proporciones de vegetación asociada al desarrollo de prácticas 110 humanas (generalmente árboles frutales, zacates y herbáceas, en donde no hay evidencia de restos arqueológicos o humanos actuales). De acuerdo con Bogaert et al. (2014), Csorba (2011) y Ellis (2011), el impacto de las modificaciones humanos en el ambiente puede medirse a partir de diferentes variables ecológicas, topográficas, geológicas, económicas, etc.; sin embargo, el indicador más frecuente es la cobertura de suelo. Los cambios en la composición de los paisajes silvestres, así como el aumento de parches antrópicos (urbanización y agricultura, principalmente), evidencian los efectos de las actividades humanas (Bogaert et al., 2014), tales como: las estrategias de quema, la domesticación de plantas y la introducción de variedades exóticas, las cuales son reflejo de cambios en la composición de la vegetación nativa (Ellis, 2011). Las modificaciones antrópicas evidenciaron el impacto humano en la vegetación de Nuevo Corinto; lo cual alteró las proporciones en la cobertura del suelo natural. Ellis y Ramankutty (2008) argumentaron que los antromas silvestres mantiene en promedio: 58% de árboles y 42% de herbáceas; dicha proporción fue considerada como indicador de la vegetación natural, de modo que la razón de Arbóreo/No Arbóreo señaló un valor de 1,08. Los valores del índice Arbóreo/No Arbóreo registrados en cada uno de los niveles de Nuevo Corinto fueron diferentes al valor señalado para los paisajes silvestres de Ellis y Ramankutty (2008) (Cuadro 9); pues todos los valores de Nuevo Corinto fueron inferiores a 0,4. Lo anterior indicó que la proporción de árboles registrados en el M-01 es inferior a la descrita para los paisajes silvestres, ya que los porcentajes de mayor abundancia arbórea no superaron el 23%, por lo tanto, no fue posible documentar índices superiores a 1,0. Consecuentemente, el índice de Arbóreo/No Arbóreo indicó que los árboles fueron abundantes, sin embargo, no fueron el taxón predominante en ninguna de las fases arqueológicas. Además, la proporción Arbóreo/No Arbóreo señaló que 11/16 valores fueron inferiores a 0,22, mientras que 5/11 niveles presentaron valores entre 0,22 y 0,35. Los valores <0,22 correspondieron a niveles de rellenos constructivos, mientras que los valores >0,22 fueron registrados en los pisos de ocupación y sus niveles adyacentes. También, los valores >0,22 reflejaron entornos con abundancia de árboles (pero no predominantes); por el contrario, los valores <0,22 mostraron abundancia de taxones no arbóreos, como los zacates y las palmas (ambos fueron predominantes). 111 Cuadro 9. Secuencia temporal del registro taxonómico de M-01 Índice Nivel Cronología Contexto Zona Arbóreo/ Abundancia1 (cm.b.s.) No Arbóreo 0-40 Suelo removido, Temporada de campo 2014 50 0,10 La Cabaña (-) Árboles (1100-1200/1300 60 Relleno 0,10 (+) Zacates, Palmas n.e.) (=) Cultivos, Herbáceas 70 0,33 (-) Zacates, Palmas 80 Piso 0,26 (+) Árboles, Herbáceas 2 (=) Cultivos 90 0,09 (-) Árboles, Herbáceas Relleno (+) Zacates, Palmas, Cultivos 100 0,08 La Unión (700-1100 n.e.) (-) Zacates, Palmas, Cultivos 110 Piso 0,25 (+) Árboles, Herbáceas 120 0,09 (-) Árboles, Palmas, Herbáceas 130 Relleno 0,09 (+) Zacates (=) Cultivos 140 0,09 (-) Zacates 150 Piso 0,22 (+) Palmas, Árboles (=) Herbáceas, Cultivos 1 160 0,10 La Selva 170 0,10 (300-700 n.e.) (-) Árboles, Cultivos 180 Relleno 0,12 (+) Zacates, Palmas, Herbáceas 190 0,12 200 0,35 1 Abundancia en relación con los niveles anteriores (+) Abundante, (-) Poco abundante, (=) Abundancia semejante Por lo tanto, no solo la presencia de materiales arqueológicos respaldan las inferencias sobre actividades humanas en Nuevo Corinto, la composición taxonómica registrada en el M-01, quizás es reflejo de proporciones diferentes a las sugeridas para los paisajes silvestres. Además, esto posiblemente puede relacionarse con los argumentos de Denevan (1992), 112 Erickson (2006), Oyuela-Caycedo (2010), Peters (2000) y Toledo y Barrera-Bassols (2008) sobre bosques mantenidos y enriquecidos por sociedades humanas en el pasado. Whitney y Cárdenas (2017) respaldan la intencionalidad de incrementar la abundancia de especies con alto valor económico mediante estrategias agroforestales en épocas prehispánicas; tales son los casos de la dispersión antrópica de los árboles de araucaria (Araucaria angustifolia) en el sur de Brasil, los bosques de palmas (Arecaceae) en el área Maya, la abundancia de cacao (Theobroma cacao) en los bosques localizados en estructuras de anillo (ring-ditch) en Llanos de Moxos, suroeste del Amazonas, y la dispersión de árboles de guaba (Inga edulis), también en el suroeste de la amazonia. En el caso de Nuevo Corinto, la baja abundancia porcentual de árboles (en comparación con los paisajes silvestres) sugiere una posible domesticación del paisaje, la cual requirió de una manipulación de los componentes del ambiente para generar un entorno más productivo para los habitantes prehispánicos. Consecuentemente, ésta investigación plantea como hipótesis la selección intencional de ciertas plantas, así como la generación intencional de bosques para el mantenimiento y la reproducción de plantas con valor económico. Sin embargo, esto debe ser sustentado por un mayor muestreo en el sitio arqueológico, así como otras investigaciones paleoambientales. El predominio de plantas domésticas, sobre las plantas silvestres, en los bosques del Amazonas ha sido interpretado como consecuencia de la domesticación de paisajes (Levis et al., 2017; Maezumi et al., 2018). La evidencia indica que los bosques próximos a sitios arqueológicos presentan hiperdominancia de plantas domesticadas; esto ha sugerido que los antiguos habitantes de la amazonia posiblemente manejaban las especies de interés en paisajes boscosos y domesticaban completamente especies de fácil adaptación a paisajes antropogénicos (Levis et al., 2017). Maezumi et al. (2018) señalaron que las sociedades del este del Amazonas mantuvieron una estrategia agroforestal de bosque cerrado y limpieza parcial del bosque, mediante quemas de baja intensidad; esto fue inferido a partir del descenso de plantas no comestibles (50% a 30%, polen), el incremento de plantas comestibles (45% a 70%, polen) y los microrrestos de carbón. De acuerdo con la evidencia en Nuevo Corinto, las palmas fueron el segundo taxón predominante a lo largo de la ocupación humana; adicionalmente, las palmas mostraron taxones con alta incidencia. Por lo tanto, el manejo intencional de las palmas fue probablemente perpetuado por 1700 años mediante la implementación de prácticas 113 agroforestales. El valor económico de las palmas fue discutido en secciones anteriores (véase Uhl & Dransfield, 1987; Morcote-Ríos & Bernal, 2001; Ferreiro, 2012; Cymerys & Clement, 2012), a partir de los datos se argumenta la posibilidad del cultivo intencional de géneros como Geonoma, a la vez que se hipotetiza el manejo intencional de especies como Bactris gasipaes (pejibaye, tribu Bactridineae) y Euterpe precatoria (açai solitario o palmito, género Euterpe). El registró taxonómico en el piso de ocupación La Unión (primer piso y relleno) señaló el probable uso exclusivo de palmas Geonoma para cubrir el palenque. El género Bactris fue un taxón altamente incidente, además autores como Blanco y Mora (1994) argumentan sobre la importancia del pejibaye en la dieta precolombina. Por otra parte, la abundancia de Euterpe en el relleno constructivo de La Cabaña posiblemente fue consecuencia de un incremento en la demanda de los productos obtenidos del açai solitario/palmito. Es así que, las prácticas agroforestales desarrolladas en Nuevo Corinto sugieren una domesticación del paisaje boscoso, la cual consistió en la emulación del bosque para incrementar la productividad de las plantas con valor económico, tales como palmas, bambusoides, marantáceas, posibles árboles frutales y maíz. La agroforestería obedeció una lógica de diseño elemental (es decir, a nivel de cada uno de los componentes, en este caso las plantas seleccionadas) y espacial. El diseño espacial mostró el predominio de parches de bosque en el sector central, mientras que M-01 evidenció un entorno abierto probablemente compuesto por pequeños parches de bosques. M-01 y el sector central Como se ha señalado, la composición de la paleovegetación del sector central fue inferida a partir del registro taxonómico de los rellenos constructivos (ex situ), mientras que la evidencia correspondiente al M-01 fue documentada en los pisos de ocupación (in situ). La distribución espacial de los datos, sumado a la propuesta de Killion (1992) permitieron plantear posibles escenarios de actividades agroforestales, constructivas y agrícolas en Nuevo Corinto. Killion (1992) plantea que las sociedades que reducen el tamaño de su territorio (nucleación) desarrollan estrategias de uso de suelo agrícola; es decir, los campos de cultivo en zonas adyacentes a las viviendas son labrados intensivamente, mientras que los campos de cultivo ubicados en las cercanías del asentamiento son trabajados más fácilmente que los campos en zonas remotas. En el caso de Nuevo Corinto, el asentamiento documenta un aproximado de 180 ha, de las cuales 7 ha (equivalente a 70 000 m2) corresponden al sector central (Gamboa, 114 2016) y alrededor de 0,36 ha (equivalente a 3600 m2) del M-01 (incluido Plaza 1). De manera que, las actividades agrícolas, constructivas y agroforestales registradas en Nuevo Corinto comprenden un área aproximada de 7 ha; por lo tanto, la evidencia analizada posiblemente abarcó el área próxima a las residencias, en este caso M-01 (evidencia in situ, pisos de ocupación), y las áreas adyacentes al asentamiento, por lo tanto sector central (evidencia ex situ, rellenos constructivos) (Ilustraciones 26, 27, 28 y 29). Es importante indicar que no se descarta la posibilidad de un área de inferencia más extensa (sectores periféricos), sin embargo los datos son insuficientes para inferir al respecto. Los alrededores del M-01 y el sector central mantuvieron su funcionalidad durante las tres fases arqueológicas, ya que los datos sugieren un entorno boscoso con presencia de plantas con valor económico desde La Selva hasta La Cabaña. Por ende, durante La Selva (Ilustración 26) el sector central se caracterizó por un entorno boscoso con presencia de plantas para diferentes usos (comestible, construcción, medicina, artesanías, etc.). Esto reflejó un área de actividad destinada para la agroforestería, es decir, un espacio para alterar la productividad del paisaje en beneficio de los habitantes del asentamiento (Ilustración 26b). La abundancia de asteráceas posiblemente reflejó una densidad moderada del follaje en la vegetación del dosel y el subdosel (bosque moderadamente abierto), quizás a causa de la remoción intencional de la vegetación en algunos sectores del bosque. La composición taxonómica del M-01 fue similar a la registrada en el sector central, es decir, abundancia de bambusoides, palmas, árboles, zacates y cultivos; sin embargo, M-01 mostró una menor densidad de la vegetación en subdosel, lo cual reflejó una apariencia más abierta, pero con fragmentos de bosque asociado, los cuales posiblemente también fueron áreas de actividad agroforestal a menor escala, pues se registró la presencia de cultivos (marantáceas) y palmas, principalmente (Ilustración 26a). Por ende, el M-01 indicó una leve disminución de la apariencia de bosque tal vez a causa del desarrollo arquitectónico. Según Salgado et al. (2013) La Selva fue el inicio de los procesos de nucleación en Nuevo Corinto, de manera que presentó un patrón de asentamiento disperso, en comparación con fases posteriores. Durante La Unión (110-140 cm.b.s., primer piso y relleno) (Ilustración 27), las condiciones del sector central se mantuvieron similares a las descritas para La Selva, un paisaje boscoso destinado a la agroforestería. Sin embargo, contrario al bosque descrito en La Selva, la densidad del follaje en el dosel y el subdosel fue probablemente más denso, lo cual 115 posiblemente propició una disminución de las herbáceas (especialmente, asteráceas) o fue indició de una menor remoción de vegetación boscosa (Ilustración 27b). Ilustración 26. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Selva (a) Escenario hipotético de M-01 y alrededores, vista aérea. (b) Escenario hipotético del sector central, vista aérea Por otra parte, el M-01 durante La Unión (primer piso y relleno) presentó una vegetación compuesta por abundancia de herbáceas y zacates no bambusoides, lo cual indicó un entorno abierto con una baja densidad del subdosel; de igual modo, la presencia de cultivos no fue registrada y la proporción de palmas fue muy baja. Lo anterior posiblemente evidenció una 116 ausencia de prácticas agroforestales, probablemente a causa de la consolidación de una aldea nucleada (Salgado et al., 2013), de modo que los parches agroforestales fueron sustituidos por parches arquitectónicos (Ilustración 27a). Ilustración 27. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Unión (110-140 cm.b.s.) (a) Escenario hipotético de M-01 y alrededores, vista aérea. (b) Escenario hipotético del sector central, vista aérea En La Unión (80-100 cm.b.s., segundo piso y relleno) (Ilustración 28) el parche agroforestal en el sector central se mantuvo semejante a La Unión (primer piso y relleno), pues el índice Arbóreo/No Arbóreo indicó valores <0,22; de modo que el paisaje boscoso enriquecido con 117 plantas de valor económico, especialmente palmas, mantuvo sus atributos desde aproximadamente 400 años. Consecuentemente, la densidad del follaje en el subdosel y el dosel fue alta, además las herbáceas continuaron presentado bajas proporciones (Ilustración 28b). Ilustración 28. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Unión (80-100 cm.b.s.) (a) Escenario hipotético de M-01 y alrededores, vista aérea. (b) Escenario hipotético del sector central, vista aérea 118 Sin embargo, a diferencia de La Unión (primer piso y relleno), el M-01 incrementó su abundancia de palmas y bambusoides, lo cual indicó condiciones levemente más boscosa, similares a las descritas en el M-01 durante La Selva. Por ende, la aldea nucleada planteada por Salgado et al. (2013) posiblemente incorporó tanto zonas arquitectónicas, como pequeños fragmentos de bosque; los cuales registraron un notorio aumento de las palmas, las cuales se sugiere fueron componente clave del enriquecimiento de la diversidad del bosque (Ilustración 28a). Finalmente, los datos relacionados temporalmente con La Cabaña permitieron inferir únicamente respecto al sector central, el cual indicó una persistencia de las prácticas agroforestales a lo largo de casi 1000 años en Nuevo Corinto (Ilustración 29). El incremento de las palmas, la abundancia de Chusquea y las bajas proporciones de herbáceas, sumado a la presencia de maíz, señalaron la ausencia de técnicas de sustitución de parches boscosos para instalar campos abiertos para el cultivo de maíz; por el contrario, la evidencia indicó una agricultura de maíz basada en estrategias agroforestales, es decir, el cultivo del maíz en conjunto con otras plantas domésticas y silvestres, de forma tal que se mantuvo el diseño funcional y visual del bosque. Adicionalmente, la evidencia reflejó una continuidad en el mantenimiento y el aprovechamiento de los recursos locales para la subsistencia de las sociedades que habitaron Nuevo Corinto desde 300 n.e. hasta 1200/1300 n.e. (Ilustración 29a). Salgado et al. (2013) explican que la ocupación durante La Cabaña fue corta42, hasta 1200/1300 n.e. Es relevante señalar que, durante los últimos 200/300 años de ocupación en Nuevo Corinto, probablemente el consumo de palmas incrementó, al igual que el consumo de cultivos como las marantáceas y el maíz (únicamente registrado durante La Cabaña). Quizás, las actividades agroforestales fueron más intensivas durante La Cabaña, esto debido a que las palmas (~41%) y los cultivos (4%) mostraron sus mayores concentraciones, en comparación con La Selva y La Unión. 42 En comparación con el rango asumido para la fase arqueológica La Cabaña, 800/1000-1500 n.e. (Snarskis, 1978; Corrales, 2011; Salgado et al., 2013), en la Subregión Arqueológica Caribe o Vertiente Atlántica. 119 Ilustración 29. Escenario hipotético de la distribución espacial del sistema agroforestal durante La Cabaña (a) Escenario hipotético de M-01 y alrededores, vista aérea. (b) Escenario hipotético del sector central, vista aérea En síntesis, las técnicas agroforestales difirieron levemente a lo largo de las tres fases arqueológicas, ya que durante La Selva quizás se removieron fragmentos del bosque para cultivar e incrementar la abundancia de otras plantas, como las palmas. En oposición, desde La Unión hasta La Cabaña, el follaje en el subdosel y el dosel posiblemente fue más denso y denotó un bosque más cerrado, de manera que tal vez las técnicas de sustitución de parches de bosque por otra vegetación fueron menos comunes, esto debido a que posiblemente la diversidad y la abundancia de los recursos fue la requerida. Asimismo, el incremento de 120 bambusoides (incluido Chusquea) en el nivel 120 cm.b.s. posiblemente indicó un paisaje más boscoso posterior a La Unión (primer piso y relleno). Por lo tanto, ésta investigación plantea la intencionalidad de sustituir parches de bosque para el cultivo y la producción de plantas con alto valor económico -como las palmas- durante La Selva. El mantenimiento de la producción de palmas continuó posiblemente en La Unión y La Cabaña, ya que la abundancia porcentual de palmas en el sector central indicó una tendencia creciente. En el sector central, la abundancia promedio de palmas durante La Selva fue de ~24%, mientras que en La Unión fue entre ~25% y ~29%, por último, en La Cabaña la abundancia aumentó notoriamente a ~40%. En el caso del M-01, esta tendencia creciente no fue clara, posiblemente a causa del desarrollo de prácticas constructivas. No obstante, la constante presencia de palmas en el M-01 también fue interpretado como parte de los materiales de construcción del palenque; consecuentemente, su utilidad para la construcción podría respaldar la reproducción intencional de ésta planta a partir de sistemas agroforestales. Las proporciones de marantáceas en el sector central mostraron una tendencia similar a las palmas, esto debido a que durante La Selva presentaron una abundancia promedio de ~1% y en La Cabaña esto incrementó a ~3%, sin embargo su abundancia fue menor. Por otra parte, el análisis espacial de la evidencia mostró estrategias agroforestales cercanas al M-01 y al sector central en general, las cuales cambiaron a lo largo del tiempo. Durante La Selva y La Unión (segundo piso y relleno) la agroforestería fue desarrollada en las cercanías de las residencias (M-01) y el asentamiento (sector central). Por el contrario, en La Unión (primer piso y relleno) los sistemas agroforestales también fueron posiblemente implementados sólo en las cercanías del asentamiento (sector central); esto debido a que el nivel 110 cm.b.s. (primer piso La Unión) registró un aumento abrupto de zacates no bambusoides y herbáceas, así como un drástico descenso de taxones asociados al bosque (Chusquea, otros bambusoides, Euterpe, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae) y los cultivos (marantáceas). En el caso de La Cabaña sólo se pudo inferir respecto a prácticas agroforestales en las cercanías del asentamiento, pues no se contó con evidencia asociada al M-01. Finalmente, el estudio de otros sistemas de subsistencia, como los campos de cultivo, debe investigarse con mayor profundidad y en diferentes sectores de Nuevo Corinto. Mesén (2013) plantea la posibilidad de campos de cultivo en el sector noroeste de Nuevo Corinto, esto de acuerdo al patrón de drenaje modelado a partir de sistemas de información geográfico. Al respecto, Killion (1992) sugiere que los campos de cultivo pueden ubicarse en las cercanías 121 del asentamiento o en sectores más lejanos; en el caso costarricense, las fuentes etnohistóricas indican áreas de cultivo conocidas como “estancias”, las cuales se localizaban alejados de los pueblos (Ibarra, 1996). De manera que, el sector noroeste de Nuevo Corinto podría corresponder con un área de cultivo; no obstante, las condiciones dinámicas y cambiantes del río Chirripó posiblemente podrían afectar la productividad de los cultivos. Acevedo (2016)43 explica que el uso de suelo en este sector pudo ser de carácter periódico, esto debido a las condiciones cambiantes de los paleocanales; consecuentemente el sector noroeste pudo comprender usos de suelo residencial y agrícola, pero de manera estacional según el dinamismo de los ríos. 43 Acevedo (2016) explica que la evidencia ocupacional del sector noroeste corresponde a la fase El Bosque; no obstante, la evidencia le permitió sugerir posibles escenarios de relación entre las condiciones de los paleocanales y las actividades humanas precolombinas en Nuevo Corinto desde El Bosque hasta La Cabaña. 122 CAPÍTULO IX: CONCLUSIONES Domesticación del paisaje y subsistencia de las sociedades en Nuevo Corinto Según lo argumentado en el capítulo III respecto al modelo de desarrollo cultural en Nuevo Corinto, los antiguos habitantes implementaron diversas prácticas culturales que consolidaron la organización sociopolítica (Ilustración 30). El cuadro 3 (capítulo III) sugiere que previo al surgimiento de los cacicazgos, durante La Montaña (1500-300 a.n.e.) predominaron las prácticas de recolección de recursos silvestres y agricultura de tubérculos. Por el contrario, a partir de El Bosque (300 a.n.e-300 n.e.) comienza el surgimiento de los cacicazgos, esto produjo un cambio en las estrategias de subsistencia, ya que las prácticas constructivas y la agricultura de maíz fueron predominantes hasta La Cabaña (1100-1200/1300 n.e.). Ilustración 30. Prácticas culturales inferidas en Nuevo Corinto El análisis de la paleovegetación registrada en Nuevo Corinto respalda la implementación de la agricultura y el desarrollo arquitectónico desde La Selva hasta La Cabaña, sin embargo, los datos analizados no son suficientes para concluir respecto a las prácticas de agricultura intensiva de maíz. La evidencia de maíz fue escaza y sólo se registró durante La Cabaña, mientras que los fitolitos de marantáceas fueron documentados en las tres fases arqueológicas. También, la evidencia observada sobre la agricultura no presentó patrones de sustitución del bosque para implementar campos abiertos de cultivo de maíz. Contrario a la recurrencia teórica sobre la agricultura intensiva de maíz como estrategia principal de subsistencia, el registro taxonómico demostró un aprovechamiento diversificado de los recursos desde La Selva hasta La Cabaña. La presencia de diversos géneros de palmas, abundancia de vegetación boscosa, así como la dispersión de herbáceas y zacates por 123 actividades antrópicas, sugieren que las prácticas agroforestales posiblemente representaron gran parte de las estrategias de subsistencia. Por lo tanto, el desarrollo de las sociedades dejó huella en la paleovegetación de Nuevo Corinto, esto debido a que los habitantes del asentamiento implementaron prácticas constructivas, agrícolas y agroforestales para fundamentar su subsistencia. El desarrollo constructivo fue la práctica que registró mayor influencia en la paleovegetación, ya que es una actividad de alto impacto ambiental, igualmente, esto estuvo relacionado con el contexto arqueológico de las muestras, un montículo. A pesar de que el contexto favoreció una interpretación de los datos en relación con prácticas constructivas, la evidencia documentada también permitió plantear escenarios respecto a otras actividades humanas. De modo que, el registro taxonómico sugiere una subsistencia basada en estrategias agroforestales, las cuales fueron acompañadas de agricultura de maíz y marantáceas. Consecuentemente, la vegetación local permitió un aprovechamiento diversificado de los recursos, es decir, las poblaciones prehispánicas de Nuevo Corinto utilizaron diversidad de plantas para realizar actividades cotidianas que sustentaran sus demandas sociales, económicas, políticas y religiosas. Las actividades humanas que modificaron la paleovegetación del asentamiento prehispánico fueron compatibles con las categorías sugeridas por Bogaert et al. (2014), Csorba (2010), Denevan (1992), Ellis (2011) y Smith (2011); la única práctica cultural descartada fue el abandono, esto debido a que Nuevo Corinto registró evidencia de ocupación humana desde La Montaña hasta La Cabaña. Según lo planteado por Salgado et al. (2013) para Nuevo Corinto, así como lo argumentado por autores como Corrales (2011), Fonseca (1996), Mora y Blanco (1994) y Snarskis (2003) para el resto del antiguo territorio costarricense, las sociedades precolombinas impactaron la paleovegetación principalmente a partir de prácticas constructivas y agrícolas, especialmente de maíz. La relevancia del desarrollo arquitectónico en los cacicazgos fue señalado por autores como Corrales (2011), Fonseca (1996) y Snarskis (2003). Adicionalmente, Salgado et al. (2013) y Gamboa (2016) discuten sobre el rol de la arquitectura masiva en Nuevo Corinto; el mayor desarrollo arquitectónico se dio entre las fases La Selva y La Unión, no obstante, las estrategias constructivas a lo largo de la ocupación en Nuevo Corinto evidenciaron “con minucioso detalle el proceso deductivo que entrelazó la obra constructiva con los rituales, la política y las prácticas domésticas” (Gamboa, 2016, pp. 171). 124 Por otra parte, Acuña et al. (1995), Corrales (2011), Fonseca (1996) y Snarskis (2003) han argumentado respecto a la relevancia de la agricultura de maíz como principal estrategia de subsistencia después del 300 a.n.e. Salgado et al. (2013, pp. 78) plantean que los procesos sociopolíticos emergentes durante El Bosque fueron “impulsados por tecnología agrícola con la intensificación del cultivo de maíz”, los autores se basaron en evidencia de polen de maíz desde ca. 2700 a.p. (La Montaña) en dos lagunas de La Estación Biológica La Selva (Cantarrana y Machita) (véase Horn & Kennedy, 2001). Consecuentemente, los investigadores plantean que la agricultura de maíz posiblemente fue una práctica económica relevante en Nuevo Corinto. Por otra parte, diversos autores (Bogaert et al., 2014; Csorba, 2010; Denevan, 1992; Erickson, 2006; Ellis, 2011; Smith, 2011; Widgren, 2012) indican que la agricultura y las construcciones arquitectónicas son las actividades humanas que generan mayores impactos en el ambiente, esto debido a que remueven total o parcialmente la vegetación natural. Las prácticas constructivas en Nuevo Corinto evidenciaron cambios en el registro de la paleovegetación arbórea, zacates, herbáceas y palmas. Por el contrario, la agricultura, especialmente la basada en maíz, no mostró eventos claros de alteración antrópica, de igual modo ésta representó menos del 2% de los fitolitos por muestra de suelo. Mientras que, la diversidad de vegetación boscosa a lo largo de las tres fases arqueológicas advirtió sobre la relevancia de las prácticas agroforestales. Autores como Denevan (1992), Erickson (2006), Peters (2000), Oyuela-Caycedo (2010) y Toledo y Barrera-Bassols (2008) explican que la vegetación boscosa, usualmente, ha sido interpretada como vegetación natural o prístina; sin embargo, estos investigadores argumentan que los parches de bosque son resultado de modificaciones humanas antiguas. Por lo tanto, contrario a la argumentación teórica clásica sobre la agricultura intensiva de maíz (véase Acuña et al., 1995; Corrales, 2011; Fonseca, 1996; Snarskis, 2003), ésta investigación propone que las prácticas agroforestales fueron base para la subsistencia de las sociedades prehispánicas de Nuevo Corinto. Esto debido a que, la agricultura de maíz fue registrada únicamente durante La Cabaña, en donde se documentó una baja concentración de fitolitos de maíz. Es preciso indicar, que este argumento no descarta la posibilidad del consumo de maíz en fases arqueológicas previas, pues Horn (2006) reporta evidencia de maíz desde aproximadamente 1500 a.n.e. hasta 1550 n.e. en diversas partes del actual territorio costarricense. 125 Las explicaciones respecto a la agricultura intensiva en la arqueología costarricense posiblemente surgieron de los argumentos de Childe (1950) sobre la Revolución Urbana, pues el incremento en la población debió acompañarse por nuevas estrategias de producción, transporte y almacenamiento de alimentos. Es decir, para mantener los niveles demográficos se abandonaron las prácticas de caza y recolección; además, dichas variables permitieron aprovechar mayormente la capacidad de carga de los suelos; facilitando la vida sedentaria y nucleada en aldeas, así como cierta estabilidad de la agricultura en zonas donde la irrigación fue necesaria (Childe, 1950). Boserup (1975), al igual que Childe (1950), considera dentro de sus planteamientos la presión o incremento demográfico. El planteamiento de la autora indica que la producción agrícola es dependiente del incremento demográfico (Boserup, 1975; Morrison, 1994: 118); por ende, Boserup (1975, p. 257; traducción personal) sugiere que “el comportamiento de los agricultores difiere de acuerdo al grado de presión poblacional en las áreas que habitan, y es necesario distinguir entre los efectos del incremento poblacional en áreas con poblaciones densas y dispersas”. Es así, que en zonas con poca densidad demográfica las áreas de pasto y bosque alrededor de las comunidades se trabajan de forma extensiva para ahorrar fuerzas mediante técnicas de pastoreo de animales y largos períodos de barbecho. No obstante, a medida que la población se incrementa las áreas antes dedicadas para el pastoreo y el barbecho son limpiadas y utilizadas para la agricultura (Boserup, 1975). Sin embargo, para Morrison (1994) la propuesta de Boserup (1975) ha sido poco analizada, pues su enfoque resulta en una postura evolucionista del cambio social, en donde la adaptación de estrategias agrícolas es una variable unilineal dependiente del aumento en la población; ya que se entiende la agricultura extensiva como una antesala a la intensificación agrícola. Por el contrario, la intensificación de la producción depende de variables como: 1. La intensificación per se (incremento de la mano de obra o trabajo invertido en los terrenos agrícolas), 2. La especialización (producción de monocultivos, las comunidades son dependientes del intercambio, por lo que, ésta es una estrategia más probable en la producción de bienes no comestibles), 3. La diversificación (estrategia opuesta a la especialización, la gama de productos se expande, no hay dependencia en el monocultivo) (Morrison, 1994). 126 Adicionalmente, Jones (2005) y van der Veen (2005) plantean que la intensificación requiere de altos niveles de inversión de trabajo, a diferencia de la agricultura extensiva, la cual necesita de menos mantenimiento o inversión de trabajo. Otro aspecto característico es la distancia respecto a los asentamientos; la agricultura intensiva se da próximo a las viviendas, mientras que la agricultura extensiva se practica en zonas más distantes de las casas. En síntesis, a mayor lejanía de las casas respecto a los cultivos, mayor extensión espacial de la zona de cultivo y menor mantenimiento; por el contrario, entre menos lejos se ubiquen las zonas de cultivo, menor es su extensión y mayor su mantenimiento. Además, Killion (1992, p. 7; traducción personal) explica que “generalmente los agricultores ubican los sitios más demandantes de trabajo agrícola lo más cercano posible de las viviendas, para minimizar el trabajo de viajar a éstas. El uso diferenciado de locaciones cercanas o lejanas requiere diferentes grupos de personas, provisionada y organizada para diversas labores”. Por lo tanto, la arqueología costarricense ha malinterpretado el papel de la agricultura intensiva y sobrevalorado el papel de la intensificación de la agricultura de maíz. Adicionalmente, los planteamientos de intensificación de la producción agrícola posiblemente surgieron del desarrollo teórico de la arqueología sobre las sociedades mayas; sin embargo autores como McNeil (2012), Ford y Nigh (2009) y VanDerwarker (2005) comentan respecto a la necesidad de replantear los argumentos sobre la agricultura intensiva, por el contrario, los autores enfatizan en la relevancia de la agroforestería respecto a la agricultura de maíz, durante el desarrollo de las sociedades mayas. McNeil (2012), sugiere que los argumentos sobre degradación del suelo a causa de la deforestación con fines agrícolas no han sido correctamente sustentados, a partir de la evidencia obtenida en investigaciones desarrolladas en el área Maya; esto debido a que los análisis palinológicos en Copán (estanque Petapilla) han demostrado abundantes parches de bosque durante el Clásico Tardío, por el contrario, el Preclásico y Clásico temprano mostraron clara evidencia de deforestación. Consecuentemente, el autor explica que “como muchos académicos han discutido, parece improbable que un sistema agrícola puramente de quema y roza produjera suficientes alimentos para alimentar a las grandes entidades políticas mayas del Clásico” (McNeil, 2012, p. 27; traducción personal) Al respecto, Ford y Nigh (2009) plantean que las sociedades mayas basaron su subsistencia en prácticas agroforestales, las cuales consideraron técnicas de mantenimiento cíclico de las milpas; de modo que la primera etapa consistió en la limpieza del bosque, seguido por otra 127 etapa de ubicación de campos de cultivo (estos podían emular la composición vegetal del bosque), y finalmente una tercera etapa de regeneración del bosque. La última etapa ha sido considerada como una actividad de abandono de la zona; sin embargo, los autores explican que “los campos nunca son abandonados incluso cuando están reforestados” (Ford & Nigh, 2015, p. 216; traducción personal). De modo que, la agroforestería maya incluyó prácticas de enriquecimiento de los nutrientes del suelo (quema y roza) y la diversidad de plantas (cuido y cultivo de plantas deseables para el consumo) (Ford & Nigh, 2015). Por lo tanto, ésta fue una estrategia de subsistencia intensiva, la cual incluyó abundancia de vegetación boscosa con árboles frutales de valor económico como el coyol (Acrocomia aculata) (McNeil, 2012). Diversos autores concuerdan con el carácter intensivo de las áreas de cultivo próximas a las residencias, éstas son usualmente identificadas en la literatura como huertas (Jones, 2005; Kumar & Nair, 2004; Peters, 2000; van der Veen, 2005; VanDerwarker, 2005). Asimismo, autores como McNeil (2012), Niñez (1984), Lok (1998), Peters (2000), van der Veen (2005) y VanDerwarker (2005) homologan los huertos con sistemas agroforestales, los cuales comúnmente también son llamados huertos caseros, granjas familiares, jardines de patio o jardines de bosque (Kumar & Nair, 2004). Peters (2000) explica que las prácticas agroforestales aumentan su intensidad según la estrategia silvícola. El autor propone tres sistemas agroforestales generales: huertas caseras, barbechos controlados y bosques manejados44. Las huertas caseras son el sistema que requiere mayor mantenimiento o trabajo invertido, estos están compuestos tanto de plantas silvestres, como de plantas domésticas. Las huertas caseras son consideradas laboratorios de domesticación de plantas, por lo tanto, comprenden un continuum entre plantas silvestres y domésticas (Piperno & Pearsall, 1998a); en poblaciones indígenas actuales, las huertas contienen una alta densidad de especies frutales y cultivos (Niñez, 1984). En Sierra Tuxtlas (Veracruz, México), VanDerwarker (2005) argumentó sobre estrategias de subsistencia mediante sistemas agroforestales. Las proporciones de fragmentos de cúpulas y granos sugieren prácticas de agricultura intensiva de maíz. Asimismo, el cultivo de maíz estuvo 44 Los bosques manejados y los barbechos controlados son estrategias que pueden corresponder con la categoría de modificación antrópica denominada abandono, esto debido a que ambos son ambientes que se abandonaron para propiciar la regeneración de la vegetación boscosa, no obstante, los barbechos manejados son áreas que posteriormente se utilizan para la agricultura, mientras que los bosques manejados son sistemas que mantienen su carácter de bosque “natural” con bajas inversiones de mano de obra (Peters, 2000). 128 acompañado del manejo intensivo de la vegetación arbórea, esto fue inferido a partir de la comparación entre proporciones de granos (maíz y frijol) y árboles frutales (coyol, aguacate y zapote). Por ende, VanDerwarker (2005) respalda la vinculación entre la semicultura y el manejo de árboles frutales como estrategias de subsistencia. En relación, Peters (2000) comenta que las huertas se componen de una vegetación diversa en árboles, arbustos y herbáceas, las cuales incluyen plantas utilitarias de fácil acceso, debido a su proximidad a las viviendas. Según Niñez (1984), en regiones actuales del trópico, las huertas son reflejo de microambientes bien adaptados que carecen de orden aparente; estos presentan un diseño de campos extensos de bosque, ya que las plantas y la regeneración de los suelos se da de forma espontánea. Aún cuando parecieran no estar organizadas, el mantenimiento requiere de técnicas de rotación y cultivo de múltiples especies que favorecen un diseño del espacio libre o visualmente acorde a la vegetación típica de la región; por lo tanto, la organización del espacio se describe como una estratificación o capas que imitan la vegetación boscosa (Kumar & Nair, 2004; Lok, 1998; Niñez, 1984). Además, Lok (1998) describe las huertas actuales de acuerdo a los siguientes atributos: 1. Imitación del bosque (diferentes estratos de vegetación), 2. Prevalencia de la sombra (a causa de cobertura boscosa, esto protege el suelo y permite el uso de especies resistentes a la sombra, las cuales tienen un menor costo en el mantenimiento), 3. Composición de áreas de manejo (organización vertical y horizontal del espacio), 4. Límites geofísicos, biofísicos y sociales (el tamaño depende de la ubicación, densidad poblacional y presión sobre la tierra) (Ilustración 31). De manera que, las huertas fueron sistemas agroforestales altamente diversos en su composición vegetal. Adicionalmente, los huertos caseros representaron espacios ideales para la caza de roedores o animales pequeños que habitan entre la maleza y las madrigueras; pues las personas encargadas del sistema agroforestal incluían recursos vegetales y animales deseados que fueron intencionalmente mantenidos y explotados (Linares, 1976; Stahl & Pearsall, 2012). En el Valle de Jama (Manabí, Ecuador), la agroforestería fue un modo de subsistencia que apoyo el complejo desarrollo de la cultura Jama-Coaque mediante la generación de plantas y animales comestibles. Stahl y Pearsall (2012) argumentaron lo anterior por medio de evidencia arqueobotánica y zooarqueológica; los autores registraron 129 abundancia de macrorrestos de cultivos y maderas de valor económico, así como, abundancia de restos óseos de animales comestibles. Ilustración 31. Estratificación del sistema agroforestal En conclusión, las sociedades precolombinas de Nuevo Corinto posiblemente subsistieron a partir de prácticas agroforestales intensivas, las cuales procuraron la formación de parches con vegetación estratificada que imitó el paisaje boscoso; tal vez estos fueron mantenidos en los alrededores del montículo, así como en el sector central del asentamiento. La abundancia de vegetación en el dosel y el subdosel (Bambusoideae, Chusquea, Arbóreo, Arecaceae) en compañía de bajas frecuencias de cultivos (Zea mays, Marantaceae) fueron evidencia de prácticas agroforestales que diversificaron la vegetación silvestre y doméstica. Además, la presencia de dicha evidencia en el M-01 y en el sector central del asentamiento indicaron posibles áreas de cultivo en terrenos dentro/cerca de las residencias y cerca del asentamiento general (véase Killion, 1992). La proximidad de las áreas de cultivo evidenció estrategias agroforestales tipo huerta casera, las cuales son consideras como actividades de alto mantenimiento y, por ende, de intensificación de la producción. De modo que, los sistemas de huertas caseras estaban compuestos por diversidad de plantas, entre éstas destacaron los árboles, los bambusoides, las palmas (Euterpe, Geonoma, Bactridineae/Iriarteae/Chamaedoreae), el maíz y las marantáceas por su alto valor económico. También, la estructura y la organización del componente vegetal posiblemente mantuvo un diseño que imitó los estratos de la vegetación “natural”; esto con el propósito de favorecer los 130 cultivos de sombra y proteger el suelo. La identificación de taxones como Chusquea y Marantaceae demuestran la presencia de hábitat idóneos para el desarrollo de zacates y herbáceas bajo sombra. Por otra parte, la intensificación de la producción posiblemente no estuvo directamente relacionada con los aumentos demográficos, esto debido a que autores como Morrison (1994) discuten que las variables que determinan el incremento de la producción agrícola deben ser entendidas a partir de factores no demográficos. También, Clark y Blake (1994), Earle (1997), Morrison (1994), Spencer et al. (1999) y Spielmann (2002) explican que la intensificación de la producción tuvo como propósito el financiamiento de bienes de prestigio, los cuales están relacionados con las tendencias de consumo (no necesariamente de bienes comestibles); también, los autores consideran el propósito de la producción para intercambios, ceremonias, impuestos, tributo, etc. Consecuentemente, la preferencia por la agroforestería corresponde con estrategias intensivas de diversificación; de modo que esta práctica probablemente procuró la obtención tanto bienes de consumo, como de prestigio, para el sustento económico, social, político e ideológico de la sociedad cacical de Nuevo Corinto. Finalmente, Salgado et al. (2013, p. 79) argumentan que “en términos generales, lo que hemos aprendido de Nuevo Corinto sustenta el modelo interpretativo de Snarskis, pero futuros trabajos nos acercarán a un conocimiento de las particularidades de los procesos sociales en el asentamiento”. La presente investigación no puede debatir completamente el planteamiento anterior, no obstante, la evidencia obtenida no respalda los planteamientos sugeridos por Snarskis (2003) respecto a la relevancia de la agricultura intensiva del maíz; por el contrario, los resultados mostraron prácticas de subsistencia basadas en agroforestería intensiva, es decir, huertas caseras. Nuevo Corinto y la arqueobotánica costarricense La arqueobotánica nacional se ha caracterizado por un desarrollo clásico (según Bruno & Sayre, 2017) de la disciplina, es decir, en Costa Rica se han planteado investigaciones arqueobotánicas enfocadas en la descripción taxonómica, así como en las interpretaciones ecológicas y económicas. Los resultados obtenidos durante ésta investigación contribuyeron al desarrollo de las temáticas mencionadas, esto debido a que la descripción taxonómica de la 131 evidencia recuperada en Nuevo Corinto indicó paleovegetación compatible con la diversidad paleobotánica registrada por otras investigaciones en Costa Rica (véase Alarcón, 2012; Anchukaitis & Horn, 2005; Blanco, 2002; Blanco & Mora, 1994; Clary, 1994; Horn, 2006; Kennedy & Horn, 2008; Mahaney et al., 1994; Mora, 1994; Northrop & Horn, 1996; Piperno, 1994; Sánchez, 1986; Ramírez, 2014). Las palmas, los zacates, las herbáceas, los árboles, el maíz y las marantáceas han sido registrados a partir de restos carpológicos, palinológicos y fitológicos (Cuadro 2, Capítulo II). De igual modo, esta investigación demostró la relevancia de implementar estrategias de investigación multidisciplinarias; ya que durante este trabajo se utilizaron diferentes indicadores, tanto paleobotánicos (fitolitos), como arqueológicos (M-01); los cuales documentaron la secuencia temporal de la paleovegetación en Nuevo Corinto. Por lo tanto, la evidencia paleobotánica, en conjunto con los datos arqueológicos del M-01 permitieron inferir respecto a prácticas antrópicas prehispánicas. La descripción taxonómica de la paleovegetación del asentamiento precolombino mostró la presencia de vegetación arbórea, palmas, zacates y herbáceas, al igual que evidencia de plantas domésticas como el maíz y las marantáceas. También, durante los niveles 100 cm.b.s. y 190 cm.b.s. se documentaron dos granos de almidón que posiblemente corresponden a Poaceae y Zea mays (Ilustración 32). Ilustración 32. Almidón (a) Posiblemente Poaceae, asociado a relleno constructivo de La Unión (nivel 100 cm.b.s.). (b) Posiblemente Zea mays, asociado a relleno constructivo de La Selva (nivel 190 cm.b.s.). Fuente: Fotografías María López Rojas, Microscopio Celestron CB2000CF, cámara HD Digital Microscope Imager. Dicha evidencia no fue incluida dentro del análisis, ya que fueron hallazgos fortuitos durante la cuarta etapa de experimentación. El registro de microrrestos de almidones en un contexto arqueológico fue una novedad en Nuevo Corinto. Aunque los almidones fueron hallazgos fortuitos, estos fueron los primeros registros contextuales de almidones prehispánicos en el 132 sitio arqueológico; por lo tanto, lo anterior demostró el potencial para desarrollar estudios a partir de análisis de almidones. Las investigaciones a partir de granos de almidones precolombinos son escasas y recientes en Costa Rica, por ende, los resultados son preliminares y requieren de mayor investigación al respecto, así como, el planteamiento de una estrategia adecuada de recolección y extracción de almidones. Sin embargo, trabajos como éste, así como las investigaciones de Messina (2016) en Piedra Viva (C-306 PV, Turrialba, Cartago) y Quesada (2018) en Piedra Alegre (A-432 PA, San Carlos, Alajuela), demuestran la viabilidad de aplicar análisis de almidones para registrar evidencia paleobotánica complementaria. Messina (2016) y Quesada (2018) documentaron almidones de yuca, maíz, frijol, sagú, achira y ñame, algunos de los cuales son difíciles de registrar a partir de fitolitos. Por otra parte, el estudio taxonómico de la paleovegetación mostró correspondencia con los resultados preliminares obtenidos por Hoopes y Bozarth (2012), pues también se documentó la presencia de palmas y zingiberales (Marantaceae y Heliconiaceae). No obstante, la investigación no pudo apoyar las argumentaciones de Hoopes y Bozarth (2012) respecto a la concentración y preservación de los fitolitos, ya que los autores no determinaron parámetros para indicar alta abundancia y buena preservación, de modo que, los temas de concentración y preservación deben de considerarse en investigaciones futuras en Nuevo Corinto. Recomendaciones Consecuentemente, esta investigación aportó directamente al enfoque clásico de la arqueobotánica costarricense, ya que este fue el primer registro paleobotánico de carácter diacrónico en Nuevo Corinto. Igualmente, el estudio contribuyó al desarrollo de perspectivas de la Paleobotánica Social, pues los resultados sugieren la relevancia de replantear los argumentos sobre la dependencia de las sociedades cacicales de prácticas agrícolas intensivas de maíz. Los datos recuperados permitieron inferir sobre estrategias de subsistencia en relación con variables políticas; no obstante, los datos no permitieron discutir a profundidad sobre otras esferas de la vida cacical, dado es el caso de los aspectos religiosos y sociales. De manera que, el presente estudio plantea la necesidad de diseñar otras investigaciones con enfoques paleobotánicos sociales que permitan entender el vínculo entre plantas y humanos en aspectos de diferenciación social, rituales, usos medicinales, identidad, género, entre otras. 133 Por otra parte, los análisis de fitolitos demostraron ser una herramienta útil para las interpretaciones sobre las HEI en Nuevo Corinto, sin embargo, los aspectos de preservación de la evidencia no fueron considerados en este estudio. Las argumentaciones de Acevedo (2016) respecto a las condiciones del sector noroeste del sitio arqueológico fueron un llamado de atención para considerar estudios de preservación de los fitolitos en los suelos de Nuevo Corinto. Los cambios en el cauce del río Chirripó mostraron altos niveles de sedimentación y transporte (Acevedo, 2016); esto pudo influir en las concentraciones y la preservación de los fitolitos del sitio arqueológico, pues según Cabanes et al. (2011), Cabanes et al. (2012) y Cabanes y Shahack-Gross (2015) los fitolitos expuestos a procesos erosivos son más susceptibles a la degradación o la mala preservación, mientras que los fitolitos que fueron rápidamente cubiertos por sedimentos evidencian mejores estados de preservación. Por ende, el comportamiento del río Chirripó posiblemente influyó en la preservación de los fitolitos de sectores periféricos (es decir, circundantes al sector central), lo cual podría perjudicar la conservación de los fitolitos, en caso de que los rellenos constructivos fueran elaborados con suelos de sectores periféricos. Sin embargo, el tema de preservación de los microrrestos silíceos en el sitio arqueológico y el resto del país debe ser abordado en futuros trabajos. También, los trabajos de reconstrucciones paleoambientales durante la ocupación humana en el asentamiento de Nuevo Corinto son otro de los temas pendientes de abordar. La presente investigación contribuyó parcialmente con un registro de la paleovegetación específica del sector correspondiente al M-01. Sin embargo, las investigaciones que comprendan espacialmente por completo el asentamiento y sus alrededores todavía están pendientes. De manera que, metodologías como las propuestas por McMichael et al. (2011) y Watling (2014) son útiles para este tipo de tareas. McMichael et al. (2011) realizaron recolecciones aleatorias de núcleos en radio de 1,5 km desde las lagunas también muestreadas. Por otra parte, Watling (2014) implementó recolecciones estratigráficas cada 50 m o 100 m en áreas de 1 ha. Adicionalmente, otro de los temas que deben ser considerados en investigaciones futuras son los análisis a partir de paleobioindicadores como: granos de almidón, polen y esporas. Estas últimas tampoco fueron incluidas en el análisis, por las mismas razones argumentadas para los almidones. Los almidones, pólenes y esporas (Ilustraciones 32 y 33) evidenciaron un buen grado de conservación ya que se recuperaron a partir de métodos de extracción no aptos para almidones y pólenes; consecuentemente, los futuros trabajos en el sitio arqueológico deben considerar incluir análisis de diversos de paleobioindicadores botánicos. 134 Por otra parte, las estrategias metodológicas aplicadas en el estudio mostraron que los métodos tradicionales de extracción de fitolitos (Mora, 1994; Pearsall, 2000; Piperno, 2006a) fueron bastante efectivos, en comparación con procedimientos recientes (Parr, 2002). Los procedimientos para extracción de fitolitos en microondas para procesos de digestión requirieron de ajustes para las condiciones arcillosas de los suelos tropicales. Por ende, la aplicación de los ajustes necesarios, así como una comparación rigurosa de ambos métodos de extracción (Piperno, 2006a; y Parr, 2002), es una tarea que debe desarrollarse en más investigaciones que demuestren la efectividad o no de cada procedimiento en diferentes contextos arqueológicos costarricenses. Ilustración 33. Diferentes paleobioindicadores ambientales (a, b, c) Polen no identificado. (d, e) Almidones no identificados. (f) Zygoespora no identificada. (g, h, i, j, k) Esporas no identificadas. Fuente: Fotografías María López Rojas, Microscopio Celestron CB2000CF, cámara HD Digital Microscope Imager. Por último, éste trabajo tuvo como meta retomar las investigaciones arqueobotánicas en Costa Rica, con el propósito de contribuir al conocimiento sobre las HEI precolombinas. Sin embargo, como se indicó en los antecedentes, los estudios en arqueobotánica son escasos y, consecuentemente, existen muchos vacíos de conocimiento respecto a la relación de los habitantes prehispánicos con su entorno vegetativo. Por lo tanto, todavía existen muchas preguntas de investigación pendientes que deben ser abordadas tanto en Nuevo Corinto, como en el resto de sitios arqueológicos del país; estas incógnitas incluyen aspectos teóricos y metodológicos que deben incluirse en las nuevas agendas de investigación arqueológica nacional. 135 REFERENCIAS45 Acevedo, B. (2016). Análisis geoarqueológico de los cambios ambientales y la ocupación de espacios, dentro del sitio arqueológico Nuevo Corinto (1500 a.C. – 1550 d.C.), Limón, Costa Rica (Tesis de Licenciatura). San José, Costa Rica: Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica. Alarcón, G. M. (2012). Estudio de los límites espaciales y temporales del sitio arqueológico Guayabo de Turrialba (C-362 MNG). 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(2005) Antes de realizar la recolección de los suelos es preciso saber que:  La cucharilla o cuchara DEBE limpiarse con agua destilada, si no dispone de esta, puede emplear agua común. NO UTILICE el agua que bebe, para evitar contaminación con residuos de saliva.  La cucharilla o cuchara SIEMPRE se limpia antes de raspar la tierra; es decir, se limpia cada vez que se extrae una muestra nueva y cada vez que limpia una superficie.  La cuchara se limpia con toallas de papel o algún implemento descartable. Si no dispone de esto, puede utilizar un pañito de tela. El pañito puede utilizarse varias veces de la siguiente forma: utilice sólo una sección por cada muestra recolectada, para evitar contaminar con restos de muestras anteriores.  La superficie de la columna o piso debe limpiarse SIEMPRE antes de recolectar una muestra. Raspar por lo menos 1 cm de profundidad para descartar muestras contaminadas y llegar a un suelo limpio. NUNCA limpie primero toda la superficie para evitar contaminación en las muestras.  La primera muestra se toma SIEMPRE desde el estrato más profundo (de abajo hacia arriba). Esto evita que las muestras posteriores sean contaminadas con residuos de las anteriores. Esto aplica para las extracciones de columnas. El siguiente protocolo se utilizó para obtener las muestras de suelos de Nuevo Corinto, las muestras se extrajeron de columnas de los perfiles de excavación. El protocolo de extracción fue adaptado de las metodologías de Piperno (1988, 2006a) y Pearsall (2000): Equipo: ▪ Cuchara de mesa o cucharilla, ambas de acero inoxidable, ▪ Bolsas plásticas limpias, ▪ Agua destilada (en el mejor de los casos) o agua común, ▪ Pañito de tela limpio para limpiar la cucharilla, ▪ Marcador permanente. 1. Seleccionar la columna con perfiles estratigráficos más claros, o el piso con menos intrusiones (por ejemplo: raíces e insectos). 2. Tomar una fotografía que incluya los datos principales: sitio arqueológico, nomenclatura del sitio, operación, suboperación, pared, profundidad, fecha, personas a cargo. 3. Recolectar las muestras cada 10 cm.b.s. Utilizar una cinta métrica a lo largo del perfil para mayor precisión 153 4. Limpiar la cucharilla. 5. Limpiar la superficie del suelo. Raspar aproximadamente 1 cm de profundidad. 6. Limpiar nuevamente la cucharilla. 7. Recolectar aproximadamente 100 g de suelo. Extraer la muestra de suelo “gaveteando”, es decir, realizando un pequeño agujero rectangular de aproximadamente 10 cm ancho x 20 largo cm. 8. Guardar el suelo en las bolsas plásticas limpias. 9. Colocar la bolsa con suelo dentro de otra bolsa. 10. Poner un papel con los datos (ver punto 2) entre las dos bolsas. Otra opción menos recomendable es escribir sobre la bolsa los datos con marcador permanente. NUNCA introducir papeles con los datos dentro de la bolsa con suelo. No utilice papel aluminio comercial como sustituto del plástico, se rompe con facilidad. 11. Repetir el procedimiento: Subir 10 cm, limpiar cucharilla, limpiar superficie, limpiar cucharilla, tomar muestra, embolsar y etiquetar. En caso de pisos de excavación, repetir el procedimiento bajando 10 cm. 154 Anexo 2. Descripción de las muestras de suelo, Op. 2-3-2-2-1 SW, M-01. Muestra Nv. Peso Peso seco Peso Peso pH Inclusiones Color Textura Recolector Fecha No. (cm.b.s.) húmedo (g) (g) perdido perdido A= Ácido (g) (%) B= Base N= Neutro 10 YR 3/3 arcillosa, María López M1 50 108,7 66,5 42,2 38,8 5 A Raíces Coyolillo Insectos Carbón 5-feb-15 dark brown levemente limosa Rojas 10 YR 4/4 arcillosa, María López M2 60 122,7 73,4 49,3 40,2 5 A 1 1 0 1 dark yellowish 5-feb-15 levemente limosa Rojas brown arcillo-arenosa 2.5 YR 4/6 María López M3 70 134,8 97,5 37,3 27,7 5 A 1 1 0 0 *cambio de 5-feb-15 red Rojas textura 7.5 YR 4/4 María López M4 80 152 107,5 44,5 29,3 5 A 0 0 0 0 arcillo-arenosa 5-feb-15 brown Rojas 5 YR 4/4 María López M5 90 156,6 112,2 44,4 28,4 5 A 0 1 0 0 arcillo-arenosa 5-feb-15 re1dd0i sYhR b4r/o4w n Rojas dark yellowish arcillosa, brown levemente María López M6 100 145,5 101,8 43,7 30,0 5 A 0 0 0 0 *cambio arenosa 5-feb-15 Rojas coloración a *cambio de tonos más café textura 10 YR 4/4 arcillosa, oscuros María López M7 110 178,7 125,2 53,5 29,9 5 A 0 1 0 0 dark yellowish levemente 5-feb-15 Rojas brown arenosa 10 YR 4/4 arcillosa, M8 120 500,5 356,8 143,7 28,7 5 A 0 1 0 0 dark yellowish levemente Laura Corrales 12-feb-15 brown arenosa 10 YR 4/3 M9 130 464,8 331,6 133,2 28,7 5 A 0 1 0 0 arcillo-arenosa Laura Corrales 12-feb-15 brown 10 YR 3/3 M10 140 369,1 264,7 104,4 28,3 5 A 0 1 0 0 arcillo-arenosa Laura Corrales 12-feb-15 dark brown 10 YR 3/3 arcillosa, M11 150 371,2 225,3 145,9 39,3 5 A 0 0 0 0 Laura Corrales 12-feb-15 dark brown levemente limosa 10 YR 4/4 arcillosa, M12 160 388,6 255,3 133,3 34,3 5 A 0 1 0 0 dark yellowish Laura Corrales 12-feb-15 levemente limosa brown 10 YR 3/4 arcillosa, M13 170 379,4 262,7 116,7 30,8 5 A 0 1 0 1 dark yellowish Laura Corrales 12-feb-15 levemente limosa brown 10 YR 4/4 arcillosa, M14 180 357,8 251,2 106,6 29,8 5 A 0 0 0 0 dark yellowish Laura Corrales 12-feb-15 levemente limosa brown 10 YR 3/3 M15 190 260,4 178,6 81,8 31,4 5 A 0 0 0 0 arcillo-arenosa Laura Corrales 12-feb-15 dark brown 10 YR 3/4 M16 200 233 163,9 69,1 29,7 5 A 0 0 0 0 dark yellowish arcillo-arenosa Laura Corrales 12-feb-15 brown 155 Anexo 3. Procedimiento con microondas para procesos de digestión Adaptado de Parr (2002) y el procedimiento del Laboratorio de Suelos y Foliares del CIA (Centro de Investigaciones Agronómicas, Universidad de Costa Rica) (Floria Bertsch, Freddy Blanco & Wilberth Rodríguez, 2015; comunicación personal). Constantes físicas, químicas y toxicológicas de sustancias a usar en el laboratorio1 Punto de Punto de Cantidad Fórmula MM Densidad Nombre Forma física Fusión Ebullición Solubilidad por Molecular (g/mol) (g/mL) (ºC) (ºC) muestra Ácido nítrico muy soluble HNO3 63,01 Líquido -41,6 83 1,512920 10 mL 65-70% en agua miscible en agua, etanol, acetona, Etanol 70% C2H6O 46, 07 Líquido -114,14 78,29 0,85 cloroformo, 1,5 mL éter dietílico soluble en benzeno 1 Fuentes: Lide (2004), Royal Society of Chemistry (2015) Equipo: ▪Balanza▪ microondas Mars Xpress 6▪ tubos de ensayo Mars Xpress para el microondas ▪ tamices de 250 µm▪ Beaker de 100 mL▪ mufla o microondas industrial▪ centrífuga▪ tubos de centrífuga de 50 mL. 1. Agregar la disolución de detergente y una pastilla magnética al beaker. 2. Tapar el beaker con un vidrio de reloj. 3. Colocar el beaker en un agitador magnético por aproximadamente 6- 24 horas. 4. Decantar el supernatante en otro beaker. Ayudarse con un agitador de vidrio. 5. Repetir los pasos 5 y 6 aproximadamente 7-8 veces (1-3 días) o hasta que el líquido supernatante esté limpio (coloración clara). 6. Tamizar la muestra precipitada utilizando mallas de 250 μm y 53 μm. 7. Reservar la sustancia de los tamices de 53-250 μm en un beaker. 8. Colocar la muestra del beaker en un tubo Mars Xpress. 9. Agregar 10 mL de una disolución de HNO3 al 65-70 % al tubo Mars Xpress. 10. Asegurar la tapa del tubo. 11. Programar el Microondas Mars 6 de la siguiente forma: 5 ½ min en rampa (0-175°C), 4 min a temperatura constante (175°C), 15 min de enfriamiento. 12. Colocar el tubo Mars Xpress en el Microondas Mars 6. 13. Retirar el tubo del microondas y colocar el contenido en un beaker de 100 mL. 156 14. Secar el contenido del beaker en una mufla o microondas industrial por 3 min a 70 % de potencia. 15. Colocar la muestra en tubos para centrífuga de 50 mL. 16. Agregar 1,5 mL al 70 % de etanol a los tubos. 17. Centrifugar la muestra por aproximadamente 1 min. 18. Extraer la muestra mediante una pipeta transportadora y colocar en portaobjetos con Glicerina. Comentarios del procedimiento El método alternativo a la flotación con líquido pesado de Mora (1994), Pearsall (2000), Piperno (2006a) utiliza un microondas para procesos de digestión (Anexo 3). El protocolo aplicado fue adaptado de Parr (2002) y el procedimiento del Laboratorio de Suelos y Foliares del CIA (Centro de Investigaciones Agronómicas, Universidad de Costa Rica) (Floria Bertsch, Freddy Blanco & Wilberth Rodríguez, 2015; comunicación personal). Dicho procedimiento fue aplicado a muestras de suelos no arqueológicas de Nuevo Corinto, pues se deseaba comprobar la factibilidad de utilizar el método en cuestión (Ilustración 34). El procedimiento de Parr (2002) fue aplicado debido a ventajas como el tiempo y el uso de materiales. El procedimiento se llevó a cabo en dos laboratorios de la Universidad de Costa Rica: CIPRONA (Centro de Investigaciones en Productos Naturales) y CICA (Centro de Investigaciones en Contaminación Ambiental). Los pasos del 1 al 7 se realizaron en el CIPRONA, mientras que los pasos 8-17 se elaboraron en el CICA, esto debido a que este último laboratorio cuenta con el microondas para procesos de digestión. Varios ensayos fueron llevados a cabo, no obstante, ninguno fue exitoso. El primer experimento falló pues la muestra recuperada fue de restos de sílice de los filtros de papel. Los factores que posiblemente influyeron negativamente en el procedimiento se mencionan a continuación:  Filtros de papel de fibra de vidrio. Los filtros deben ser evitados, preferiblemente. De ser necesario, estos se pueden sustituir por filtros de nitrocelulosa, pues no contienen partículas de sílice (Víctor Arias46, 2015; comunicación personal). 46 Laboratorio de Calidad de Aguas, CICA, UCR. 157 Ilustración 34. Procedimiento con microondas para procesos de digestión (a) Preparación de muestras de suelo en diferentes disoluciones de HNO3. (b) Configuración proceso de digestión en microondas Mars Xpress 6. (c) Lectura del proceso de digestión en microondas Mars Xpress 6. (d) Muestra de suelo digerida en filtros. Fuente: Fotografías de María López Rojas.  Mezcla de reactivos. La mezcla de 3mL de HNO3 y 3mL de HCl debe ser sustituida por reactivos de menor concentración. La agrónoma Floria Bertsch47 (comunicación personal, 2015) sugiere que la mezcla de reactivos inicial pudo disolver el sílice; el protocolo del CIA para mediciones de sílice en plantas recomienda utilizar una disolución HNO3 al 10% (Freddy Blanco48, 2015; comunicación personal). 47 Laboratorio de Suelos y Foliares, Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA), UCR. 48 Laboratorio de Suelos y Foliares, Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA), UCR. 158  Pretratamiento para la remoción de arcillas. La geóloga Guaria Cárdenas49 (comunicación personal, 2015) recomienda aplicar la etapa de remoción de arcillas propuesta por Piperno (2006a), con el fin de obtener un producto final más limpio. Las siguientes pruebas adaptaron las recomendaciones antes indicadas, por lo que no se utilizaron filtros, se removieron las arcillas y se implementaron cuatro concentraciones de HNO3 (65%, 60%, 50%, 40%), con el propósito de comprobar cuál concentración era más apta para la recuperación de fitolitos (Ilustración 34a). Los ensayos realizados contabilizaron un total de tres pruebas, pues en los dos primeros el microondas para procesos de digestión se detuvo. El microondas funciónó bajo tres variables: tiempo, temperatura y potencia, de modo que si alguna de éstas se interrumpe el equipo se detiene. La temperatura en el primer ensayo no alcanzó su punto máximo (175 °C), mientras que la segunda prueba no logró el tiempo establecido (9½ min) ya que la potencia superó los límites programados (1800 W). Finalmente, en el último ensayo se aumentó el tiempo para alcanzar la temperatura deseada (la potencia de 1800 W se conservó igual); durante esta prueba se logró cumplir con el tiempo, la temperatura y la potencia establecida (Ilustraciones 34b y 34c). A pesar de la detección de los errores durante el procedimiento, estas pruebas tampoco fueron exitosas, esto debido a que la muestra recuperada no presentó las condiciones óptimas para identificar los morfotipos, ya que la materia orgánica no digerida durante el procedimiento dificultaba el trabajo de identificación en el microscopio. 49 Escuela de Geología, UCR. 159 Anexo 4. Procedimiento con líquido pesado No. 1 Adaptado de Mora (1994), Pearsall (2000) y Piperno (2006a). Constantes físicas, químicas y toxicológicas de sustancias a usar en el laboratorio1 Punto de Punto de Cantidad Fórmula MM Densidad Nombre Forma física Fusión Ebullición Solubilidad por Molecular (g/mol) (g/mL) (ºC) (ºC) muestra Ácido soluble en Clorhídrico HCl 36,50 Líquido -85 -114,2 1,26 agua, 10 mL 10% metanol, éter Peróxido de muy soluble hidrógeno H2O2 34,01 Líquido -0,43 150,2 1,44 5 mL en H2O 30% soluble en Cloruro de cristales ZnCl2 136,29 290 732 2,90 etanol y 10 mL zinc blancos acetona soluble en Glicerina C H O 92,09 Líquido 18 290 1,261320 3 8 3 5 gotas acetona 1 Fuentes: Lide (2004), Royal Society of Chemistry (2015) Equipo: ▪ Balanza de precisión ▪ beakers de 1000 mL ▪ agitador de vidrio ▪ pastillas magnéticas ▪ agitador magnético ▪ probetas de 100 mL ▪ tamices 250 μm y 53 μm ▪ tubos de ensayo ▪ pipetas ▪ viales ▪ densímetro ▪ espátulas ▪ láminas delgadas ▪ cubreobjetos ▪ baño maría 1. Medir aproximadamente 25 g. de sedimento en un beaker de 100 mL. Utilizar una balanza de precisión. 2. Preparar una disolución de 5 g de detergente en 100 mL de agua pura (disolución de 5 % de detergente). Utilizar una probeta para mediar el volumen. 3. Agregar la disolución de detergente y una pastilla magnética al sedimento previamente pesado. 4. Tapar el beaker con un vidrio de reloj. 5. Colocar el beaker en un agitador magnético por aproximadamente 6- 24 horas. 6. Decantar el supernatante en otro beaker. Ayudarse con un agitador de vidrio. 7. Repetir los pasos 5 y 6 aproximadamente 7-8 veces (1-3 días) o hasta que el líquido supernatante esté limpio (coloración clara). 8. Tamizar la muestra precipitada usando mallas de 250 μm y 53 μm. 9. Reservar la sustancia de los tamices de 63, 250 y 500 μm en un beaker. 10. Opcional: Sedimentación gravimétrica. En un beaker de 100 mL agregar la muestra y 5 cm de agua destilada, agitar manualmente, dejar reposar por 3 min y decantar en otro beaker de 100 mL. En el segundo beaker, repetir la agitación, dejar reposar por 2:20 min 160 y decantar en un tercer beaker de 100 mL. Ahora hay 3 muestras (1. Arena, 2. Limo grueso, 3. Limo fino) para trabajar. 11. Preparar una disolución de 10 mL al 10 % de HCl en agua. Utilizar una probeta para medir el volumen. 12. Agregar la disolución a 10 % de HCl en el beaker y registrar el tiempo de reacción (La reacción se hace evidente por el burbujeo a causa de la digestión de los carbonatos). 13. Lavar y centrifugar la muestra con agua destilada. 14. Medir con una probeta 5 mL de H2O2 al 30 %. 15. Agregar los 5 mL de H2O2 30 % en el beaker y registrar el tiempo de reacción (La reacción se hace evidente por el burbujeo y cambio de coloración de rojizo a amarillo, a causa de la digestión de la materia orgánica). 16. Lavar y centrifugar la muestra con agua destilada. 17. Opcional: agregar 3 mL de KOH al 10 % si todavía hay mucha materia orgánica. Lavar y centrifugar la muestra con agua destilada. 18. Diluir 40,8 g de ZnCl2 en 10 mL de agua destilada. 19. Pesar una probeta de 100 mL. 20. Agregar la disolución de ZnCl2 en la probeta y pesarla. 21. Ajustar la densidad de la disolución de ZnCl2a 2.3 mg L-1. Multiplicar el peso de la disolución por 2.3. 22. Aforar hasta el número indicado en el paso 18. 23. Agregar el 10 ml de la disolución ZnCl2 a la muestra del beaker. 24. Batir con un agitador de vidrio para que los fitolitos floten. 25. Recuperar el supernatante (los fitolitos) con una pipeta y transferirlo a un tubo para centrífuga. 26. Repetir los pasos 23 y 24 por lo menos 3 veces. 27. Agregar agua destilada al tubo de ensayo hasta la marca de 1g/cc. 28. Centrifugar aproximadamente por 1 min. 29. Decantar, mantener aproximadamente 3 mL de la muestra. 30. Trasvasar la muestra a un vial de 5 mL y agregar 5 gotas de glicerina. 31. Secar la muestra en el horno hasta que el agua se evapore por completo (debe quedar una consistencia aceitosa). La duración aproximada es 1-2 días. 32. Preparar las láminas delgadas y cubreobjetos. 33. Agregar pequeñas cantidades de fitolitos en las láminas delgadas haciendo una forma de cuadro con puntos. 34. Colocar el cubreobjetos y fijarlo con pequeñas cantidades de goma o algún pegante. 161 Anexo 5. Procedimiento con líquido pesado No. 2 Laboratorio de Arqueobotánica y Paleoecología, Universidad de Exeter. Constantes físicas, químicas y toxicológicas de sustancias a usar en el laboratorio1 Punto de Punto de Cantidad Fórmula MM Densidad Nombre Forma física Fusión Ebullición Solubilidad por Molecular (g/mol) (g/mL) (ºC) (ºC) muestra Ácido soluble en Clorhídrico HCl 36,50 Líquido -85 -114,2 1,26 agua, 10 mL 37% metanol, éter Ácido nítrico muy soluble HNO3 63,01 Líquido -41,6 83 1,512920 7 mL 70% en agua Clorato de KClO3 122,55 Cristales 368 descomposición 2,32 - 1 g potasio muy soluble Bromuro de en etanol, ZnBr2 225,20 Líquido 394 697 4,5 6 mL zinc soluble en éter miscible en agua, etanol, Acetona éter, C3H6O 58,08 Líquido -94,7 56,05 0,784525 2-3 mL 99,6% acetona, benceno, cloroformo Soluble en Entellan®2 - - Líquido SF SF SF 2-3 mL agua (20°C) SF=Sin Información 1 Fuentes: Lide (2004), Royal Society of Chemistry (2015) 2 Fuente: Merck (2017). Equipo: ▪ Balanza de precisión ▪ beakers de 1000 mL ▪ agitador de vidrio ▪ pastillas magnéticas ▪ agitador magnético ▪ probetas de 100 mL ▪ tamices 250 μm y 53 μm ▪ tubos de ensayo ▪ pipetas ▪ viales ▪ densímetro ▪ espátulas ▪ láminas delgadas ▪ cubreobjetos ▪ calentador o bloque térmico 1. Agregar 900 mL de agua tibia en un recipiente de 1000 mL. 2. Colocar las muestras de suelo en el recipiente con agua tibia. 3. Agregar 2 g de Hexametafosfato de sodio a la disolución de suelo y agua. No ajustar las cantidades de Hexametafosfato de sodio y agua tibia, aunque las muestras sean pequeñas (menos de 100 g.). 4. Agitar vigorosamente (modo manual). 5. Colocar los recipientes en un agitador (mecánico) por 24 horas. Mientras está en el agitador mecánico, también agitar vigorosamente de manera manual (cada 1-2 horas). 6. Transvasar muestras agitadas a beakers de 1000 mL y aforar hasta 1000 mL. 7. Reposar la muestra por 1 hora, no menos pues no sedimenta. 162 8. Decantar el supernatante. Si hay mucha arcilla será difícil de apreciar el sedimento (capa de suelo), decantar entre 2 y 3 veces. 9. Repetir el procedimiento hasta obtener un supernatante claro, aproximadamente de 7 a 8 veces. 10. Tamizar en húmedo para separar el limo y la arena. Utilizar tamices de 250 μm y 53 μm para separar las fracciones limosa y arenosa. 11. La fracción limosa posee fitolitos menores a 53 μm (Fracción a). La fracción limosa puede dividirse en dos subfracciones (Fracciones a y b). 12. La fracción arenosa posee fitolitos mayores a 53 μm (Fracción c). 13. Tamizar la muestra y lavar gentilmente para que las partículas más pequeñas pasen por las mallas. Cuidado, no saturar el contenedor final de los tamices. 14. Descartar el contenido del tamiz 250um 15. Lavar la arena en la fracción del tamiz 53 μm para remover residuos de limo. 16. Lavar el beaker utilizado para remover las arcillas y colocar nuevamente la fracción en el contenedor de tamices. 17. Reposar la muestra por 1 hora y luego decantar el supernatante. 18. Preparar tubos de ensayo y viales etiquetados para cada fracción y exceso de muestra. 19. Marcar con tape de 2 cm en la parte superior del tubo de ensayo. Agregar la información de la muestra al tape. 20. Preparar un embudo para trasvasar muestras a tubos de ensayo y viales. 21. Transvasar aproximadamente 5 g de las fracciones a tubos de ensayo. 22. Lavar los residuos y reservar el exceso de muestra en un vial etiquetado. 23. Colocar las muestras en orden consecutivo en una gradilla. 24. Opcional: Separar limo fino y grueso. Esto puede realizarse cuando resulta una ventaja para separar fitolitos de tamaño medio y pequeño. 25. Agregar 10 mL de agua a las muestras en los tubos de ensayo etiquetados. Puede reutilizarse el líquido durante el proceso de tamizado, si las muestras están muy secas agregar agua adicional. 26. Centrifugar las muestras de suelo a 1700 rpm por 5 min. 27. Retirar las muestras de la centrifuga en orden secuencial, decantar el supernatante y colocar en la gradilla. 28. Asignar un agitador de vidrio para cada muestra. 29. Agregar cuidadosamente 10 mL de HCl al 37%. 163 30. La reacción es vigorosa si hay presencia de carbonatos. Cuando la reacción disminuye, agitar manual y gentilmente las muestras para no generar reacciones violentas. 31. En caso de reacción, agregar más HCL hasta la marca de tape. Agregar el HCL poco a poco para evitar reacciones violentas. Agitar nuevamente. 32. Reposar las muestras hasta que la reacción finalice. Si la reacción se mantiene de manera lenta, calentar las muestras gentilmente. Dejar reposar para enfriar. 33. Cuando la reacción finaliza, centrifugar por 5 min a 1700 rpm. 34. Desechar el HCL. 35. Lavar la muestra y centrifugar por 5 min a 1700 rpm. Repetir el procedimiento hasta que el supernatante sea de color claro, aproximadamente 5 veces. 36. Agregar 7 mL de HNO3 al 70%. 37. Colocar las muestras en el calentador con temperatura a 40°C. Si la reacción es violenta remover del calentador por 1-2 horas. 38. Luego de 30 min o 1 hora incrementar la temperatura a 80°C y luego a 100°C. Agitar cuidadosamente de vez en cuando. Reacción deseada: Cambio de coloración de negro a rojo/café, luego a naranja y finalmente a amarillo/verde claro. 39. Luego de 2 horas a 100°C, si las muestras continúan negras o café, acelerar la reacción con 1 g de KClO3. Realizar el paso con cautela pues la reacción puede ser violenta. 40. Agregar nuevamente 1 g de KClO3 luego de 15 min. 41. De ser necesario, reposar las muestras a 80°C durante la noche. Agregar nuevamente HNO3 a la mañana siguiente. 42. Cuando las muestras presentan un supernatante amarillo claro o verde/amarillo claro, retirar del calentador y dejar reposar para que enfríen. 43. Centrifugar, decantar y lavar las muestras. Repetir hasta que el supernatante sea de color claro, aproximadamente 5 veces. 44. Los fitolitos se separan del suelo mediante flotación química con disolución de 2.3 g/mL de ZnBr2. Preparación de la disolución de ZnBr2. Agregar 142 mL de agua en un beaker de 1000 mL. Colocar el beaker en un agitador magnético. Agregar lentamente 500 g de ZnBr2. Utilizar un densímetro para medir una densidad de 2.3 g/mL. Si la medida es mayor a 2.3 g/mL, agregar un poco de agua, agitar y medir. Si la medida es menor a 2.3 g/mL, agregar un poco de ZnBr2, agitar y medir. 45. Agregar 6 mL de la disolución de ZnBr2 a las muestras de suelo. 46. Cubrir los tubos de ensayo con Parafilm® y agitar manualmente de arriba hacia abajo. 164 47. Centrifugar por 5 min a 1700 rpm. Luego de centrifugar, los minerales pesados sedimentan, los fitolitos flotan y forman un anillo (espuma) alrededor de la superficie. 48. Preparar nuevos tubos de ensayo y pipetas para cada muestra. Marcar con tape de 2 cm en la parte superior del tubo de ensayo. Agregar la información de la muestra al tape. 49. Recuperar la capa con fitolitos (anillo de espuma) con una pipeta diferente para cada muestra y colocar en los nuevos tubos de ensayo. Si ningún material es visible, recuperar 1-2 cm de líquido superficial, pues podrían flotar algunos fitolitos. 50. Si la cantidad de fitolitos es poca, añadir más ZnBr2 hasta la marca de tape y repetir el procedimiento. 51. Agregar agua hasta la marca, aproximadamente 10 mL de agua, para evitar que los fitolitos floten. 52. Agitar, centrifugar por 10 min a 1700 rpm. 53. Decantar la muestra, los fitolitos formaran un fino sedimento. Repetir 2 veces. 54. Agregar entre aproximadamente 2-3 mL de C3H6O al 99,6%, agitar y centrifugar por 10 min a 1700 rpm. La acetona remueve el marcador permanente, asegurar que la información del etiquetado se mantenga. 55. Reposar las muestras en la campana de extracción por 2-3 días, tiempo suficiente para que los fitolitos estén secos y listos para ser montados en láminas delgadas. 56. Etiquetar láminas delgadas y preparar cubreobjetos. 57. Colocar Entellan en un tubo de ensayo, la cantidad debe ser suficiente para agregar a todas las muestras. 58. Preparar nuevos tubos de ensayo y pipetas para cada muestra. Marcar con tape de 2 cm en la parte superior del tubo de ensayo. Agregar la información de la muestra al tape. 59. Colocar una capita de muestra en un nuevo tubo de ensayo. Utilizar una espátula de ser necesario. 60. Agregar 2-3 mL de Entellan a cada muestra. 61. Mezclar utilizando la espátula. 62. Sostener el tubo de ensayo de manera horizontal, utilizar la pipeta y agregar los fitolitos a la lámina delgada. Comenzar agregando los fitolitos desde los bordes hasta el centro. 63. Colocar delicadamente el cubreobjetos. 64. Dejar reposar por lo menos 2 días. 165 Anexo 6. Hoja de conteo de partículas Proyecto/Sitio: ___________________________________________ Muestra No. _______ No. láminas/cubreobjetos montadas: ________ No. láminas/cubreobjetos revisadas: ________ Fecha inicio: _______________ Fecha fin: ________________ SÍ TAXÓN Bulliform Bilobate Trapezoid Rondel Cross 3/8/10 Tall Rondel Collapse Saddle Blocky Saddle Spike Rondel Rondel Chusquea Body Saddle Cross 1 Cross 2 Cross 5/6 Bilobate Polybate Wavy Top Rondel Globular Nodular Globular Rugulate Troughed Body Achene Body Conical Opaque Perforate Globular Echinate Globular Echinate Enlongate Reniform Echinate Globular Echinate Symmetric Globular Echinate Dense Short Projections Globular Echinate Long Acute Projections Conical Acute Basal Projections Conical Echinate Facete Enlongate Sclereid Tracheid Globular Granulate NO FITOLITOS Polen/Esporas Almidones COMENTARIOS 166 Anexo 7. Frecuencia de partículas por morfotipos y taxones Muestras de suelo (cm.b.s.) 50 60 70 80 90 100 110 120 130 140 150 160 170 180 190 200 Peso Suelo1 9,80 7,90 9,30 8,10 10,00 8,40 6,00 7,20 8,40 8,50 6,90 8,20 7,70 6,50 6,40 8,00 (g) Fitolitos <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 <0,01 Taxón Morfotipo Bulliform 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 POA Bilobate 1 1 1 0 0 1 0 1 1 1 1 0 2 1 1 1 Trapezoid Rondel 7 4 2 0 2 1 1 1 1 1 2 1 3 1 1 1 Cross 3/8/10 3 10 0 0 7 15 0 8 1 5 3 0 0 3 1 4 Tall Rondel 25 15 3 0 10 8 0 8 4 11 8 0 19 32 20 26 Collapse Saddle 9 4 5 0 2 4 0 0 20 27 17 8 7 16 16 18 BAM Blocky Saddle 9 7 0 0 9 40 0 20 12 12 12 1 2 6 4 2 Spike Rondel 34 37 1 3 66 65 1 24 11 17 5 6 5 37 11 30 Rondel 67 117 5 9 70 127 0 94 121 79 41 20 32 56 61 66 CHU Chusquea Body 0 35 0 1 45 59 0 23 1 0 0 0 0 1 3 1 CHL Saddle 0 8 0 0 8 20 1 2 0 4 1 1 0 0 5 4 Cross 1 4 2 0 0 6 3 2 4 1 1 0 0 0 1 0 0 Cross 2 0 2 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 PANI Cross 5/6 3 6 0 0 6 3 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 Bilobate 15 2 0 0 3 2 2 5 5 7 2 1 1 5 1 2 Polybate 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 1 0 0 0 0 ZEA Wavy Top Rondel 8 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Globular Nodular 3 0 0 0 0 2 0 0 0 0 0 0 1 0 4 1 MARA Globular Rugulate 23 4 2 2 30 2 0 2 4 3 5 0 2 2 7 2 HELI Troughed Body 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 1 CK Achene Body 15 0 0 0 2 0 1 0 0 0 1 1 0 3 3 0 CYPE Conical 2 7 0 1 3 2 1 6 2 4 11 0 0 1 0 1 ASTE Opaque Perforate 6 6 1 1 0 9 0 5 3 34 6 11 23 38 56 11 Globular Echinate 102 85 12 8 100 74 0 43 73 44 106 15 42 48 38 41 Globular Echinate 59 36 3 1 34 21 0 14 13 11 14 2 5 9 16 8 Enlongate AREC Reniform Echinate 4 24 0 1 4 0 0 0 0 2 5 0 2 0 0 0 Globular Echinate 9 2 1 0 7 0 0 2 0 1 0 0 0 2 3 0 Symmetric Globular Echinate EUT 20 3 0 0 8 0 0 0 1 1 0 0 0 0 2 0 Dense Short Projections Globular Echinate Long 24 31 2 0 32 4 0 8 1 6 1 3 1 5 9 0 Acute Projections GEO Conical Acute Basal 2 0 0 0 0 0 2 0 0 0 1 0 0 1 0 0 Projections B/I/CH Conical Echinate 6 3 1 0 6 2 0 4 0 2 2 0 0 1 6 2 Facete Enlongate 0 0 1 0 6 0 0 0 0 0 5 0 2 7 8 24 Sclereid 2 0 1 0 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 ARB Tracheid 0 5 0 1 2 7 3 1 0 0 1 0 1 2 3 9 Globular Granulate 37 42 11 6 30 29 0 24 25 26 49 7 12 22 19 45 Total 500 500 52 34 500 500 15 300 300 300 300 78 162 300 300 300 POA: Otras Poaceae, BAM: Otras Bambusoideae, CHU: Chusquea, CHL: Chloridoideae, PANI: Otras Panicoideae, ZEA: Zea mays, MARA: Marantaceae, HELI: Heliconiaceae, CK: Cyperus/Kyllinga, CYPE: Otras Cyperaceae, ASTE: Asteraceae, AREC: Otras Arecaceae, EUT: Euterpe, GEO: Geonoma, B/I/CH: Bactridinaceae/Iriarteae/Chamaedoreae, ARB: Arbóreo 1 Peso de suelo utilizado para extraer fitolitos