N°4 –Año III L a B r e c h a Revista Anarquista de Historia y Ciencias Sociales ín d ic e ∙Presentación∙ Eduardo Godoy Sepúlveda, Grupo Coordinador de La Brecha ∙ Confines de la revolución sexual. El discurso médico ácrata sobre la homosexualidad (1930-1940)∙ Nadia Ledesma Gisela Manzoni ∙Mujer y sexualidad en el anarquismo∙ Lucía Prieto Borrego Memoria Rebelada ∙Dossier∙ Anarquismo, Género y Sexualidad ∙La difícil inclusión de las mujeres en los sindicatos españoles: de las resoluciones de los congresos al caso de las trabajadoras del calzado en Barcelona (1870-1931)∙ Joël Delhom ∙El discurso “dionisiaco” anarquista en torno a las prácticas amorosas en Chile a comienzos del siglo XX∙ Eduardo Godoy ∙A desdossierizar! A desdossierizar!∙ Laura Fernández Cordero Editorial ∙La Sociedad Moribunda∙ Grupo Coordinador de La Brecha 7 10 Documentos ∙ El Movimiento Libertario 7 de Julio frente a la conmemoración del 1º de mayo, 1964 y 1966 ∙ Francisco Acaso C. Reflexiones libres ∙Explorando la relación entre territorio y prácticas emancipadoras: la experiencia de las comunidades quilombolas en Brasil∙ Álvaro Gutiérrez ∙La desescolarización insuficiente (En torno a “Desempleo creador”, de Iván Illich)∙ Pedro García Olivo ∙Reflexión del espacio urbano costarricense a partir de los postulados de Murray Bookchin∙ Andrés Jiménez Reseñas ∙Anarquía orden sin autoridad∙ Rodrigo Quesada ∙Anarquistas de acción en Montevideo, 1927-1937∙ Fernando O’Neill Ultimas Publicaciones ∙ Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la revolución rusa ∙ Julián Vadillo ∙anarquismo y la emancipación de la mujer en Chile (1890-1927)∙ Manuel Lagos 114 68 108100 Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 69 Introducción Al igual que cualquier otra idea o concep- to utilizado por las Ciencias Sociales, el de territorio tiene implicaciones no solamente académicas sino también políticas. Sin embargo, en su concepción más clásica, ha tendido a ocultar sus finalidades políticas y se ha revestido de un aura de supuesta neutralidad y objetividad, como bien dicta la ciencia positivista. Según el canon de la geografía política, territorio es el substrato material, fijo e inerte, sobre el cual se asienta la sociedad y el Estado, es decir, nos los presentan como si estuviera al margen de las relaciones sociales y de poder, como algo dado a priori. Si hacemos un esfuerzo por descifrar el conteni- do político del término, nos damos cuenta que esta concepción clásica no es algo “inocente”: desde un principio, por lo menos en la ciencia geográfica, ha estado vinculada con un proyecto político y ha fun- cionado como una herramienta para que determina- dos grupos se afirmen sobre la negación de otros, es decir, una herramienta para la dominación. Sin embargo, a lo largo de la historia y en el pre- sente, muchos de los grupos sometidos a relaciones de dominación rechazan el papel subalterno reserva- do a ellos por un orden social opresor y reivindican un lugar en el mundo, con ello reivindicando también una determinada forma de ser y existir en el espacio, es decir, una determinada territorialidad. El “territo- rio” impuesto desde arriba se enfrenta con múltiples “territorios”, en plural, que buscan afirmarse desde abajo, tanto en un sentido material como epistémi- co. Es decir, así como ha sido usado para la domi- nación, también tiene el potencial de ser usado para la emancipación, tal como venimos presenciando en múltiples experiencias de lucha en Latinoamérica y el mundo. El presente ensayo busca reflexionar sobre la re- lación entre territorio y prácticas emancipadoras, explorando los caminos teóricos y políticos median- te los cuales este concepto pueda ser usado de forma práctica para la liberación de individuos y grupos humanos. Para evitar abstracciones alejadas de la EXPLORANDO LA RELACIÓN ENTRE TERRITORIO Y PRÁCTICAS EMANCIPADORAS: LA EXPERIENCIA DE LAS COMUNIDADES QUILOMBOLAS EN BRASIL Alberto Gutiérrez Arguedas Máster en Geografía por la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), Brasil. Docente e investigador en la Universidad de Costa Rica (UCR), Sede Regional de Occidente, San Ramón. Correo electrónico: alguar48@gmail.com La Brecha 70 materialidad de los seres humanos, dicha reflexión es ejemplificada a través de la experiencia de lucha que vienen protagonizando en los últimos 20-30 años las comunidades quilombolas en Brasil1, la cual tiene como uno de sus ejes principales la reivindicación de los territorios tradicionalmente ocupados. Vale mencionar que estas reflexiones surgen a partir de una investigación que se realizó entre 2013 y 2015, en el marco de una tesis de maestría en geogra- fía de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), en la ciudad de Natal, Brasil. En este trabajo, analizamos el proceso de lucha por afirmación terri- torial llevado a cabo en los últimos 15 años por una comunidad quilombola del estado de Rio Grande do Norte llamada Acauã, de la cual tuvimos oportunidad de conocer de cerca y convivir con sus protagonis- tas. En este ensayo no hacemos referencia específica a esta comunidad sino que buscamos ofrecer una refle- xión más general sobre las comunidades quilombolas y sus luchas a nivel nacional. Territorios en disputa (epistémica y política) De acuerdo con Porto-Gonçalves2, los paradigmas son instituidos por sujetos histórica y geográficamen- te localizados, es decir, no podemos separar (como muchas veces se hace) las ideas y conceptos de los sujetos que las instituyeron, así como del contexto en que ganaron sentido. En el caso de la idea/concep- to de territorio, podemos rastrear su uso desde muy temprano en la ciencia geográfica, principalmente con las formulaciones del alemán Friedrich Ratzel, 1 En Brasil se conoce como quilombolas a aquellas comu- nidades y personas que se reivindican descendientes de los antiguos quilombos, los cuales eran poblaciones en resistencia activa al sistema esclavista, en su mayoría africanos y afrodes- cendientes. Los procesos que dieron origen a estas comunidades son sumamente variados, así como también es muy amplia su distribución geográfica y su extensión en el tiempo. 2 Carlos Walter Porto-Gonçalves, “Da geografía às geo- grafias: um mundo em busca de novas territorialidades”, en: E. Sader, y A. Ceceña (eds.), A guerra infinita: hegemonia e terror mundial, Petrópolis, Editora Vozes, 2002, pp. 217-256. a fines del siglo XIX3, sin embargo, antes de traer el debate territorial para dentro de la geografía, este ya estaba presente en las ciencias naturales, principal- mente en la biología. En aquel entonces, en una Alemania recién uni- ficada y con hambre de expansión territorial (tanto dentro como fuera de Europa), políticos influyentes percibieron que la educación geográfica podría ser usada para reforzar y popularizar la idea de Estado- nación. Fue atendiendo esa necesidad que se institu- cionalizó como disciplina científica, comprometida desde el inicio con los intereses de las élites nacio- nales, primero en aquel país y más adelante en otros, como Francia e Inglaterra4. A través de un conoci- miento aplicado al control del territorio, la geografía de Ratzel se constituyó en un poderoso instrumen- to de legitimación del expansionismo de un estado alemán recién constituido5. Los argumentos geográficos han sido claves en la consolidación de la idea de patria y nación. Según Ramírez6, durante mucho tiempo la función principal de los(as) geógrafos(as) fue darle forma al sentimien- to nacionalista, siendo que lo ‘nacional’ se formula, en buena medida, como un hecho geográfico: el Ter- ritorio Nacional (en mayúscula), el suelo sagrado de la patria, representado en el mapa del Estado con sus fronteras y su capital, como uno de los principa- les símbolos de la nación7. De esta manera podemos entender por qué la idea/concepto de territorio ha 3 S. Schneider y I. Peyré-Tartaruga, “Territorio y enfoque territorial: de las referencias cognitivas a los aportes aplicados al análisis de procesos sociales”, em M. Manzanal, G. Neiman y M. Lattuada (eds.), Desarrollo rural, organizaciones, institu- ciones y território, Buenos Aires, Ciccus, 2006, pp.71-102. 4 Iná Elias Castro, Geografia e Política, Território, escalas de ação e instituições, Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 2011. 5 Antonio Carlos Moraes, Geografia, pequeña história crítica, São Paulo, Hucitec, 1987. 6 Blanca Ramírez, “Prácticas profesionales y desafíos de la geografía latinoamericana en los albores del siglo XXI”, en A. Lemos, M. Silveira y M. Arroyo (eds.), Questões Territoriais na América Latina, Buenos Aires, CLACSO y São Paulo, USP, 2006, pp. 101-114. 7 Iná Elias Castro, Geografia e Política, Território, escalas de ação e instituições, Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 2011. Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 71 estado asociada casi exclusivamente a un tipo de recorte político-espacial específico: aquel definido por el Estado-nación8 y por qué, hasta la fecha, es difícil despegar el uso de este término de las necesi- dades ideológicas específicas vinculadas a la legitima- ción de esa fuente de poder9. Paradójicamente, los fuertes vínculos de la geo- grafía con un proyecto político y militar nacionalista -imperialista contrastan con la falta de reflexión que existe dentro de esta ciencia sobre el papel político que ha desempeñado. Por eso afirmábamos líneas atrás que el concepto de territorio convencionalmen- te se ha asumido como algo “natural” y “objetivo”, al margen de las contradicciones de la sociedad, lo cual oculta su finalidad política. Así, de un lado tenemos un agresivo proyecto de expansión territorial nacionalista (que culminó con dos guerras mundiales en menos de treinta años) y de otro, tenemos una elaboración conceptual que define al territorio como la base natural sobre la cual se asienta la sociedad y el Estado, suelo inerte, fijo y es- tático, en fin, como algo a-histórico10. El resultado: se naturalizaron las relaciones sociales y de poder que configuran la territorialidad de los Estado-nación11, tomando la idea/concepto de territorio como sinóni- mo de “territorio nacional”, ocultando e invisibili- zando todas aquellas territorialidades que coexisten dentro de éste y que funcionan con lógicas diferentes. Sin embargo, para nadie es un secreto que en las últimas cuatro décadas se viene dando un complejo proceso de reorganización social y territorial a nivel 8 Marcelo Lopes de Souza, “O território: sobre espaço e poder, autonomia e desenvolvimento”, em I. Castro, P. Gomes y R. Correa (eds.), Geografia: Conceitos e Temas, Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 2000, pp. 77-116. 9 Marcelo Lopes de Souza, Os Conceitos Fundamentais da Pesquisa Sócio-espacial, Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 2013. 10 Carlos Walter Porto-Gonçalves, “A Reinvenção dos Terri- tórios: a experiência latino-americana e caribenha”, em A. Ceceña, et al (eds.), Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado, Buenos Aires, CLACSO, 2006, pp. 151-197. 11 La mejor muestra de ello es el mapamundi, aquel que es acríticamente conocido como “mapa político del mundo”, es en realidad el mapa de los nacionalismos. planetario, a grandes rasgos conocido como “globali- zación” o “globalización neoliberal”, que tiene como una de características más notables la redefinición y reconfiguración del papel del Estado. Comúnmente se habla de una supuesto desplazamiento o descarac- terización del Estado, el cual se ve capturado por una nueva configuración del poder mundial, en el cual se afirman como protagonistas aquellos actores que se mueven “por encima” de la escala nacional, es decir, corporaciones multinacionales y organismos multila- terales, conformando un ‘constitucionalismo supra- nacional’, usando la expresión de Porto-Gonçalves12. Si bien la lectura de la globalización como un “mundo sin fronteras” (desaparición del Estado-na- ción) es algo imprecisa, no hay cómo negar que el Estado como constructo socio-político y territorial es colocado en cuestión, tanto “por arriba” como “por abajo”, como veremos más adelante. Éste con- tinúa siendo una categoría privilegiada de ejercicio del poder en el espacio, sin embargo, como afirma Paula13, ya no goza del “monopolio de producción de hegemonía” como lo fue en otra época. Es decir, otras configuraciones territoriales se hacen posibles. De forma muy lúcida, Porto-Gonçalves14 nos ad- vierte que, así como en algún momento fue naturali- zada la territorialidad del Estado-nación, hoy existen intentos por naturalizar una nueva territorialidad hegemónica llamada “globalización”, como si esta fuera la única configuración territorial posible en este período histórico, como si fuera algo inevitable. La propia escala en que este paradigma opera (global) nos habla de quiénes son los protagonistas que se afirman en ella: aquellos que se mueven en escala su- pranacional. Las escalas no son neutrales y, una vez más, unos se afirman sobre la negación de otros, en 12 Carlos Walter Porto-Gonçalves, “De saberes e de territó- rios: Diversidade e emancipação a partir da experiência latino -americana”, em GEOgraphia, Vol. 8, No. 16, 2006, pp. 41-55. 13 Elder Andrade Paula, Capitalismo verde e transgressões. Amazônia no espelho de Caliban, Grandes Dourados, UFGD, 2013. 14 Carlos Walter Porto-Gonçalves, A Globalização da Natu- reza e a Natureza da Globalização, Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 2011. La Brecha 72 palabras de Vásquez Montalbán15, “los globalizadores y los globalizados”. Lo más interesante de todo esto es que los pro- cesos de desnacionalización (neoliberalismo), espe- cíficamente en América Latina, vienen mostrando la emergencia en la escena política exactamente de aquellos que, desde siempre, estuvieron al margen de la formación de los Estados-nación, con el destaque de los pueblos originarios, afrodescendientes y cam- pesinos. A pesar de que el proceso de reorganización social en curso en escala global se caracteriza por ser su- mamente excluyente, ha dejado brechas e intersticios abiertos, los cuales vienen siendo ocupados “desde abajo”, desde los márgenes. Vemos en diversos lugares de este continente la afirmación de aquellos que históricamente fueron negados y que por la es- trechez ideológica de la Guerra Fría se mantuvieron invisibles: indígenas, afrodescendientes, mujeres, mi- grantes, “sin-documentos”, “sin-tierras”, desocupa- dos, población sexualmente diversa, jóvenes, perso- nas con discapacidad, etc.16. De forma contradictoria, fue la misma globalización que les dio visibilidad. Estos sujetos colectivos que emergen en la escena política y ganan visibilidad, se enmarcan dentro de lo que se viene conociendo como “nuevos” movi- mientos sociales. A pesar de que esta categoría hace referencia a una enorme diversidad de actores, hay algunas características en común que los distinguen del “viejo” movimiento sindical y de partido. Entre estas características podemos mencionar, a partir de las ideas de Cruz17 y de Zibechi18: (1) politización de la 15 Manuel, Marcos Vásquez-Montalbán, El señor de los espejos, Bogotá, Ananke, 1999. 16 Carlos Walter Porto-Gonçalves, “Da geografía às geo- grafias: um mundo em busca de novas territorialidades”, em E. Sader y A. Ceceña (eds.), A guerra infinita: hegemonia e terror mundial, Petrópolis, Editora Vozes, 2002, pp. 217-256. 17 Valter do Carmo Cruz, “Movimentos sociais, identidades coletivas e lutas pelo direito ao território na Amazônia”, en: Silva, O., Santos, E. y Coelho, A. (eds.), Identidade, Território e Resistência, Rio de Janeiro, Consequência, 2014, pp. 37-72. 18 Raúl Zibechi, Autonomías y emancipaciones. América Latina en movimiento, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007. cultura y revalorización de las memorias y tradicio- nes comunitarias, así como la afirmación de múltiples identidades (2) búsqueda de igualdad sin renunciar a las diferencias, (3) búsqueda de autonomía políti- ca y económico-productiva, experimentando nuevas formas de organización como asociativismos, co- munitarismos y redes, (4) capacidad de formar sus propios intelectuales y construcción de conceptos y paradigmas propios (lucha epistémica), y (5) una fuerte valorización física y simbólica del espacio geo- gráfico, tanto en el campo como en la ciudad, con lo cual la apropiación de espacios/territorios se con- vierte en una de las principales estrategias de lucha de los movimientos19. Para fines del presente ensayo, esta última caracte- rística es la que más nos parece relevante. De hecho, ambos autores coinciden al afirmar que el arraigo territorial es quizás el rasgo más destacable de estos “nuevos” movimientos. El nuevo mapa de conflictivi- dad social en América Latina pareciera tener el ter- ritorio como uno de sus ejes principales, de ahí que se hable de una territorialización de las luchas sociales20. Por este motivo es que afirmábamos líneas atrás que la territorialidad del Estado-nación también viene siendo cuestionada y confrontada “desde abajo”, no solo desde el poder transnacional. El territorio nacio- nal, aunque nunca se haya reconocido, alberga dentro de sí múltiples territorialidades, las cuales se hacen visibles a través del conflicto. Según Cruz21, el territorio ganó una doble centra- 19 En su intento de captar la “geograficidad” de los movi- mientos sociales, Souza elaboró una tipología de “prácticas espaciales insurgentes”: (1) territorialización en sentido amplio, (2) territorialización en sentido estricto, (3) refuncionalización/ reestructuración del espacio material, (4) resignificación de lugares, (5) construcción de circuitos económicos alternativos y (6) construcción de redes espaciales. Para una explicación más detallada, consultar: Marcelo Lopes de Souza, Os Concei- tos Fundamentais da Pesquisa Sócio-espacial, Rio de Janeiro, Bertrand Brasil, 2013, pp. 251-254. 20 Valter do Carmo Cruz, “Movimentos sociais, identidades coletivas e lutas pelo direito ao território na Amazônia”, em O. Silva, E. Santos y A. Coelho (eds.), Identidade, Território e Resistência, Rio de Janeiro, Consequência, 2014, pp. 37-72. 21 Valter do Carmo Cruz, “Movimentos sociais, identidades Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 73 lidad en el contexto de las luchas sociales en América Latina, tanto analítica (“categoría de análisis”) como política (“categoría de praxis”). Transcribimos un trecho muy sugerente: En la primera perspectiva [categoría de aná- lisis], podemos verificar que el concepto de terri- torio ha sido ampliamente movilizado en diversos campos disciplinares como una categoría explica- tiva esencial para pensar la realidad de las luchas sociales. Como “categoría de praxis”, la palabra territorio ha funcionado como un dispositivo de agencia política. Esta categoría es una especie de catalizador de las energías y estrategias emanci- padoras de estos movimientos, está presente en las entrevistas, testimonios y declaraciones de los líderes de movimientos campesinos, indígenas quilombolas y de los llamados pueblos o comuni- dades tradicionales22. El autor citado hace referencia a los ‘pueblos o co- munidades tradicionales’, una categoría ampliamente presente en el léxico político de los movimientos so- ciales en Brasil, no tanto así en el resto de países de América Latina. Son pueblos y comunidades tradicio- nales “aquellos grupos culturalmente diferenciados, que se reconocen como tales, y que poseen diferentes formas propias de organización social, que ocupan territorios y recursos naturales como condición para su reproducción cultural, social, religiosa, ancestral y económica”23. Las comunidades quilombolas, cuya experiencia de lucha por afirmación territorial buscamos exponer más adelante en este ensayo, están englobadas dentro de este gran “paraguas” de las comunidades tradi- cionales, en donde están también una diversidad de coletivas e lutas pelo direito ao território na Amazônia”, en: O. Silva, E. Santos y A. Coelho (eds.), Identidade, Território e Resistência, Rio de Janeiro, Consequência, 2014, pp. 37-72. 22 Ibíd, p.41. Traducción propia. 23 Alfredo Wagner Almeida, Terras de quilombo, terras indí- genas, “babaçuais livres”, “castanhais do povo”, faxinais e fundos de pastos: Terras tradicionalmente ocupadas, Manaus, UFAM, 2008, p.28. grupos como: indígenas, pescadores, ribereños, así como pueblos cuyo modo de vida gira alrededor de la extracción de especies vegetales: seringueiros (caucho), castanheiros (castanha-do-Pará) y las que- braderas del coco babaçu, entre otros. Estos grupos se colocaron en el escenario políti- co brasileño a partir de las décadas de 1980 y 1990, período en el cual han consolidado sus movimientos y han articulado estrategias de defensa de sus territo- rios las cuales, “de abajo hacia arriba”, han permeado en la política institucional. Esto se manifiesta en una diversidad de leyes e instrumentos normativos, tanto nacionales como internacionales24, que buscan reco- nocer sus derechos territoriales, fruto de estas fuertes luchas. Sin embargo, como advierte Almeida25, no son pocas las dificultades que enfrentan estos grupos al entrar en el ámbito de la política institucional. Por lo general, las formas de apropiación del territorio y de los recursos naturales de estos grupos no encuentran correspondencia formal en el ordenamiento jurídi- co y la acción del Estado, estructurado alrededor de la idea de propiedad privada. Por el contrario, en la mayoría de los casos predomina el uso común de los recursos naturales, y la tenencia de la tierra es pasada de generación en generación sin registros formales o escrituras. Por ese motivo, las luchas por el reconocimiento de los territorios tradicionalmente ocupados son, al mismo tiempo, luchas por el reconocimiento jurídico- formal de un determinado espacio (demarcaciones y titulaciones de tierras), así como también por el reco- nocimiento de las diferentes formas de apropiación 24 Se pueden mencionar, en escala brasileña, la Política Nacional de Desarrollo Sustentable de los Pueblos y Comuni- dades Tradicionales, instituida mediante el Decreto Presidencial 6.040, del año 2007; y en escala internacional, la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), formu- lada en 1989 y adoptada por Brasil en 2002. Además, hay legis- lación específica para cada una de las comunidades tradiciona- les. 25 Alfredo Wagner Almeida, Terras de quilombo, terras indí- genas, “babaçuais livres”, “castanhais do povo”, faxinais e fundos de pastos: Terras tradicionalmente ocupadas, Manaus, UFAM, 2008. La Brecha 74 del territorio y los recursos naturales, las diferentes formas en que cada grupo existe en el espacio, es decir, de sus territorialidades26. En palabras de Porto- Gonçalves, en una entrevista concedida a la Comisión Pastoral de la Tierra en 200927: “Cuando decimos que queremos ser reconocidos por nuestra territoriali- dad, no queremos solamente la tierra, queremos un sentido determinado de estar en la tierra, queremos el respeto a nuestro modo específico de estar en la tierra”. En el próximo apartado haremos referencia al proceso vivido en los últimos 20-30 años por los qui- lombolas en Brasil, en el cual miles de comunidades a lo largo de todo Brasil, principalmente en las zonas rurales, reinventan los territorios y ofrecen nuevos horizontes de significado a través de sus luchas. Las comunidades quilombolas y sus luchas por afirmación territorial Brasil ocupa un lugar central dentro de una de las historias más tristes que ha vivido la humanidad, que fue la migración forzada de millones de personas desde el continente africano hacia América, en situa- ción de esclavitud. Según la Coordinación Nacional de Comunidades Quilombolas (CONAQ), se estima que un 40% de los africanos esclavizados traídos a América tuvieron como destino Brasil, el cual, además, fue el último país del continente en abolir formalmente está práctica, en 188828. Como viene siendo colocado en el debate políti- co en ese país, es pertinente preguntarse hasta qué punto la esclavitud ha sido o no superada. Si bien ya 26 Alberto Gutiérrez, Território para Viver. Dinâmicas terri- toriais da comunidade quilombola de Acauã, Poço Branco, Rio Grande do Norte, Tesis de Maestría en Geografía, Universidad Federal de Rio Grande do Norte, Natal, 2015. 27 Entrevista disponible en el sitio web: http://cptalagoas. blogspot.com.br/2009/09/entrevista-prof-carlos-walter-porto. html. 28 CONAQ –Coordenación Nacional de Articulación de Comunidades Negras Rurales Quilombolas- “Manifesto pelos Direitos Quilombolas”, en: Almeida, A., et al. (Eds). Territórios Quilombolas e Conflitos. Cuaderno de Debates Nueva Carto- grafía Social. Vol 1, No. 2. Manaus, UEA, 2010, pp. 268-290. no es más una práctica formal o institucionalizada, ha transmutado en múltiples otras formas de desi- gualdad, exclusión e injusticia étnico-racial. La escla- vización de personas (una manifestación extrema de dominación) y sus desdoblamientos parecieran ser elementos estructurales y constitutivos de la socie- dad brasileña, considerando que durante más del 60% de su historia oficial (316 años) esta fue una práctica legal y ampliamente presente. Ahora bien, los africanos y afrodescendientes es- clavizados no fueron simplemente víctimas pasivas de las injusticias cometidas en su contra. Como regis- tra una amplia documentación histórica, hubo múl- tiples formas de oposición activa al trabajo esclavo, como por ejemplo: apropiación de los bienes por ellos y ellas producidos, ajusticiamiento de los escla- vistas, suicidios, fugas, aquilombamientos, revueltas e insurrecciones29. Así como hubo opresión, hubo resistencias: por todo lado, en aquellos lugares donde hubo producción de caña de azúcar, algodón, café, cacao, donde hubo actividad pecuaria y extracción de minerales (actividades llevadas a cabo con mano de obra esclavizada), por lo general hubo conflicto en el sistema, del cual los quilombos fueron una de sus ma- nifestaciones principales30. El término quilombo es difícil de definir, y a lo largo del tiempo su significado ha venido cambiando. La visión más convencional entiende el quilombo como un agrupamiento de personas esclavizadas en fuga, que huían lejos de la casa-grande31, a “esconderse” en áreas de difícil acceso: bosques, montañas, manglares o áreas inundables. Es decir, se entiende el quilombo como algo que está afuera, aislado, lejano, tanto en el espacio como en el tiempo, puesto que muchas perso- nas lo asocian con un pasado muy distante. 29 Adelmir Fiabani, Mato, Palhoça e Pilão: O quilombo, da escravidão às comunidades remanescentes (1532-2004), São Paulo, Expressão Popular, 2012. 30 Rafael Sanzio Anjos, “Cartografia e Quilombos: Territórios étnicos africanos no Brasil”, Africana Studia, No. 9, 2006, pp. 337-355. 31 En portugués, el término casa-grande hace referencia a la casa donde vivía el señor de esclavos, dueño de la hacienda o la plantación. Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 75 En efecto, muchos quilombos se dieron a partir de procesos de fuga, sin embargo, como viene siendo discutido en la literatura especializada, hubo una enorme diversidad de procesos que les dieron origen, tales como: ocupaciones y donaciones de tierra a partir de la decadencia de las plantations; compra de tierras por parte de los propios sujetos, posibili- tado por la desestructuración del sistema esclavista; tierras conquistadas por prestación de servicios de guerra, al lado de las tropas oficiales; y también, las llamadas ‘tierras de preto32’, ‘tierras de santo o de san- tísima’, a través de la donación de tierras para santos y el recibimiento de tierras por prestación de servi- cios religiosos a señores de esclavos33. Según el antropólogo Alfredo Wagner Almeida, uno de los académicos que más ha enriquecido este debate, lo que en última instancia define el quilombo, más que el aislamiento y la fuga, es la situación de autonomía34. El principio fundante de los quilombos fue la oposición activa a los mecanismos represores de la fuerza de trabajo esclavizada y principalmente a la lógica de la plantation (monocultivo comercial). Así, se conformaron grupos35 con producción y organiza- ción propias, destinando su trabajo para su propio sustento y desarticulando así las relaciones capitalis- tas de explotación del trabajo ajeno. Sin embargo, el aquilombamiento fue duramente reprimido y el acoso de las autoridades, una constante. Mientras la esclavitud fue una práctica legal, el quilombo fue prohibido y perseguido, estaba tipifi- cado como un crimen. Sin embargo, con la abolición formal de la esclavitud, en 1888, el término ‘quilombo’ desaparece de la base legal brasileña, y permanece 32 Preto, en portugués, significa negro. 33 Alfredo Wagner Almeida, “Os quilombos e as novas etnias”, en: O´Dwyer, E. (Ed.). Quilombos: identidade étnica e territo- rialidade, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2002, pp. 43-81. 34 Ibíd. 35 Vale mencionar que hubo desde agrupamientos de unas cuantas decenas de personas hasta quilombos altamente complejos y organizados, como el Quilombo de los Palmares, en el actual estado de Alagoas, en la región Nordeste, que llegó a reunir hasta 15.000 personas y fue destruido en 1710 por colonos portugueses y paulistas (Fiabani, 2012). para los ojos del Estado, invisible durante un siglo, como si las miles de personas y comunidades que vivían en esta condición no existieran. Sin embargo, muchas de las comunidades que se habían formado a partir de quilombos permanecieron en sus tierras y territorios, en un contexto marcado por nuevos pro- blemas y desafíos. En este nuevo contexto, la lucha no era ya contra el trabajo esclavo, sino por poder tener acceso a la tierra, pues con la promulgación de la Ley de Tierras en 1850, la tierra se convertía en una mercancía, es decir, la única forma de tener acceso a ella era me- diante la compra y la venta, lo cual evidentemente excluía tanto a las poblaciones negras rurales como a los pueblos originarios y el campesinado en general36. En este sentido, la ausencia de registro escrito de estos pueblos sobre sus tierras y territorios fue una sensible desventaja. La Ley de Tierras fue clave para moldear la so- ciedad brasileña desde la perspectiva de la propiedad privada. Desde entonces se instala un cuadro per- manente de tensión social en el campo37, en uno de los países del mundo con mayor concentración de la tierra. Como afirma de forma lúcida la Coordinación Nacional de Quilombos: La Ley de Tierras fue una condición para el fin de la esclavitud. Cuando las tierras eran libres, como en el régimen sesmarial, predominaba el trabajo esclavo. Cuando el trabajo se hace libre, la tierra tiene que ser esclava, es decir, tiene que tener precio y dueño, sin el cual habrá una crisis en las relaciones de trabajo. El modo como se dio el fin de la esclavitud, además, fue el responsable por la institucionalización de un derecho agrario que imposibilita, desde entonces, una reformula- 36 Lilian Gomes, “O direito quilombola ao território: uma questão de justiça”, en: A. Almeida, et al. (eds.). Territórios Quilombolas e Conflitos. Cuaderno de Debates Nueva Carto- grafía Social. Vol.1, No. 2. Manaus, UEA, 2010, pp.187-196. 37 Alfredo Wagner Almeida, “Os quilombos e as novas etnias”, en: E. O´Dwyer (ed.), Quilombos: identidade étnica e territorialidade, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2002, pp. 43-81. La Brecha 76 ción radical de nuestra estructura agraria38. Como queda evidente a lo largo de esta breve re- construcción histórica, los quilombos, desde siempre, fueron ejemplo de organización social, muchas veces en situaciones al límite de la sobrevivencia. Sin embargo, el momento político actual presenta especi- ficidades y elementos novedosos, los cuales buscamos exponer a continuación. Los quilombos hoy día dia- logan con antagonismos distintos, lo que presupone nuevas estrategias de lucha, lenguajes, representacio- nes y prácticas39. Como decíamos líneas atrás, para muchos la palabra ‘quilombo’ hacía referencia a un pasado lejano, inclusive para las poblaciones negras rurales que más tarde reivindicarían esa genealogía. Durante la década de 1980, en un momento de gran agitación social en Brasil (en medio de las luchas por poner fin a una dictadura militar de dos décadas), uno de los actores sociales y políticos más relevantes fue el mo- vimiento negro, del cual es posible distinguir entre una vertiente más urbana, y otra más rural, basada en la lucha por el acceso a la tierra y el territorio40. A partir de esta segunda vertiente es que se cons- tituyen las comunidades quilombolas como nuevos sujetos colectivos y grupos étnicos, a finales de los años 80 e inicios de los 9041. Decimos ‘nuevos’ no porque estos mismos actores antes no existieran, sino porque unos pocos años antes de todo ese proceso 38 CONAQ –Coordenación Nacional de Articulación de Comunidades Negras Rurales Quilombolas- “Manifesto pelos Direitos Quilombolas”, en: Almeida, A., et al. (eds), Territórios Quilombolas e Conflitos. Cuaderno de Debates Nueva Carto- grafía Social. Vol 1, No. 2, Manaus, UEA, 2010, pp. 273. 39 Bárbara Souza. Movimento Quilombola: reflexões sobre seus aspectos político-organizativos e identitários. Trabajo presentado em la 26ª Reunión Brasileña de Antropología, Porto Seguro, Bahia, entre 1° e 4 de junio de 2008. 40 L. Cardoso y L. Gomes, Movimento Social Negro e Movimento Quilombola: por uma teoria da tradução. Trabajo presentado en el XI Congreso Luso Afro Brasileiro de Ciencias Sociales: Diversidades y desigualdades, Salvador de Bahia, 7 a 10 de agosto 2011. 41 Valter do Carmo Cruz, “Movimentos sociais, identidades coletivas e lutas pelo direito ao território na Amazônia”, en: O. Silva, E. Santos y A. Coelho (eds.), Identidade, Território e Resistência, Rio de Janeiro, Consequência, 2014, pp. 37-72. de movilización y organización, no se atribuían a sí mismos esa identidad. De acuerdo con Schmitt, Turatti y Carvalho, la identidad quilombola se cons- tituyó a lo largo de los últimos 25-30 años a partir de la necesidad concreta de luchar por la permanen- cia en sus tierras y territorios de origen. Sostienen: “La identidad quilombola, hasta entonces un cuerpo extraño para estas comunidades negras rurales, pasa a significar un arma compleja en esta batalla desigual por la sobrevivencia material y simbólica”42. Estamos frente a un proceso muy interesante que los antropólogos han denominado de emergencia étnica43, en el cual se configuran nuevas identidades y grupos étnicos al calor de procesos de organización y lucha social. En el caso del “surgimiento” de una identidad quilombola, en los últimos 30 años, esta di- mensión político-organizativa es medular44. El paso de “comunidades negras rurales” a “comunidades quilombolas” es mucho más que un simple cambio de nombre: el mismo hace referencia a todo un proceso de emergencia social y política de grupos sometidos a relaciones de dominación, en el cual luchan por dere- chos históricamente negados, entre ellos, el derecho a sus tierras y territorios ancestrales. El “ser quilom- bola” marca el salto de una condición subalterna e indeseable a ser una fuente de orgullo e identificación constructiva45. Desde esta perspectiva, identidad y relaciones de poder, cultura y política, son dimensiones insepara- 42 A. Schmitt, M. Turatti y M. Carvalho, “A atualização do conceito de quilombo: Identidade e território nas definições teóricas”, Ambiente & Sociedade. Año V, No.10, 1º semestre de 2002, p.5. 43 Miguel Bartolomé, “As etnogêneses: velhos atores e novos papéis no cenário cultural e político”, Mana, Vol. 12, No.1, Rio de Janeiro, abril 2006, pp. 39-68. 44 Bárbara Souza. Movimento Quilombola: reflexões sobre seus aspectos político-organizativos e identitários. Trabajo presentado em la 26ª Reunión Brasileña de Antropología, Porto Seguro, Bahia, entre 1° e 4 de junio de 2008. 45 Céline Raimbert, “La ruralidad quilombola o los nuevos desafíos de la agricultura familiar en Brasil”, Revista Pueblos y Fronteras Digital. Vol. 7, No. 14, diciembre-mayo 2012, pp. 48-80. Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 77 bles46. De acuerdo con Schmitt, Turatti y Carvalho47, por lo general aquellos que se ven obligados a reivin- dicar una identidad se encuentran en una posición de carencia y subordinación. Es decir, la construcción de una identidad étnica nueva o renovada viene a ser una estrategia mediante la cual actores hasta en- tonces invisibilizados ponen sobre la mesa sus espe- cificidades y demandas. Un nuevo contexto político, más sensible con las diferencias étnicas, posibilitó la conformación y visibilización de estas ‘nuevas’ iden- tidades, antes ocultas bajo la denominación genérica de ‘campesinado’. A finales de la década de 1980, a través de intensas movilizaciones y esfuerzos organizativos, las comu- nidades negras rurales (más adelante quilombolas), el movimiento negro urbano y otros grupos presen- taron a la Asamblea Nacional Constituyente una pro- puesta para incluir el derecho de las comunidades “remanecientes” de antiguos quilombos a la posesión sobre los territorios que ocupan. Esta propuesta fue formalizada por diputados que en aquel entonces estaban involucrados en la lucha anti-racista y por los derechos de las personas afrodescendientes. Fruto de esa lucha, fue instituido en el Artículo 68 de la Cons- titución Política de 1988: “A los remanecientes de las comunidades de los quilombos que estén ocupando sus tierras se reconoce la propiedad definitiva, de- biendo el Estado emitirles los respectivos títulos”. Según Souza48, el debate sobre las tierras quilom- bolas no ocupó un lugar de gran destaque en el debate constitucional ni representó mayor polémica. Se sos- pecha que esto se debió a que las élites ahí presentes pensaban que se trataba de unos pocos casos, raros 46 Valter do Carmo Cruz, Pela outra margem da fronteira: Território, identidade e lutas sociais na Amazônia, Tesis de Maestría en Geografia, Universidad Federal Fluminense. Niterói, 2006. 47 A. Schmitt, M. Turatti, y M. Carvalho, “A atualização do conceito de quilombo: Identidade e território nas definições teóricas”, Ambiente & Sociedade. Año V, No. 10, 1º semestre de 2002, pp.5. 48 Bárbara Souza, Movimento Quilombola: reflexões sobre seus aspectos político-organizativos e identitários. Trabajo presentado em la 26ª Reunión Brasileña de Antropología, Porto Seguro, Bahia, entre 1° e 4 de junio de 2008. y puntuales. Lo que no se imaginaban era que en las próximas dos décadas miles de comunidades se han reivindicado como descendientes de antiguos qui- lombos a lo largo de todo el país, reclamando de esa forma los derechos étnicos específicos que les corres- ponde. Desde el punto de vista legal, una comunidad au- to-identificada como quilombola debe ser ‘certifica- da’ por la Fundación Cultural Palmares (FCP), órgano adscrito al Ministerio de Cultura, para ser recono- cida como un actor legítimo en los procedimientos institucionales y ser abrigada dentro de la política del Estado. Según datos de esa entidad, actualizados a mayo de 201649, solamente entre 2004 y 2016 un total de 2.849 comunidades fueron reconocidas como re- manecientes de quilombo por parte del Estado bra- sileño50. Sin embargo, la Coordinación Nacional de Quilombos (CONAQ) estima que, incluyendo todas aquellas que no han iniciado el proceso formal de re- conocimiento, esta cifra podría alcanzar las 5.000 co- munidades, lo que corresponde a una población total de unas 2,5 millones de personas51, tanto en espacios 49 Fundação Cultural Palmares. Quadro geral de comunidades remanescentes de quilombos (CRQs), 2016. Extraído del sitio web: http://www.palmares.gov.br/?page_id=37551, consultado el 10 de abril de 2017. 50 Vale mencionar que antes del año 2004 ya hubo comuni- dades que fueron reconocidas como quilombolas e inclusive algunas de ellas tuvieron sus territorios demarcados y titulados. Sin embargo, es posible identificar un punto de inflexión en el año 2003, en el cual, mediante el Decreto Presidencial 4.887, se modificaron algunos aspectos importantes en la aplicación de esta política, como por ejemplo, la incorporación de la auto -atribución como criterio fundamental para definir este tipo de comunidad. A partir de entonces su aplicación fue más consis- tente y sistemática, de ahí que el dato que esa institución ofrece en su sitio web inicie a partir de ese año. Para más información, consultar: Alberto Gutiérrez, Território para Viver. Dinâmicas territoriais da comunidade quilombola de Acauã, Poço Branco, Rio Grande do Norte, Tesis de Maestría en Geografía, Universi- dad Federal de Rio Grande do Norte, Natal, 2015. 51 CONAQ –Coordenación Nacional de Articulación de Comunidades Negras Rurales Quilombolas- “Manifesto pelos Direitos Quilombolas”, en: A. Almeida, et al. (eds.), Territórios Quilombolas e Conflitos. Cuaderno de Debates Nueva Carto- grafía Social, Vol 1, No. 2, Manaus, UEA, 2010. La Brecha 78 rurales como urbanos52. El reconocimiento y certificación que otorga la FCP es el primer paso y requisito ineludible para poder iniciar un proceso de regularización y demar- cación territorial. Anteriormente realizada por la misma Fundación Palmares, a partir del año 2003, esta función quedó bajo la competencia del Instituto de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), tradi- cionalmente abocado a hacer reforma agraria, pero con poca experiencia en la cuestión étnica53. Una ins- titución con un enfoque predominantemente agronó- mico se vio en la necesidad de incorporar dentro de sus filas a cientos de antropólogos y otros profesiona- les de las ciencias sociales en los últimos años. No es posible en estas páginas hacer mención de- tallada y específica del procedimiento jurídico-formal de demarcación y titulación de territorios quilombo- las, sin embargo, es posible afirmar que, al igual que cualquier otra acción que busque la democratización en el acceso a la tierra, esta se enfrenta con un sinfín de obstáculos y trabas que impiden su apropiada apli- cación. Según los propios funcionarios del INCRA, un proceso de titulación territorial quilombola, en el caso de lograr finalizarse, difícilmente dura menos de diez años54. Para el año 2016, de un total de 1.535 procesos de regularización territorial quilombola abiertos, sola- mente 207 habían logrado finalizarlo, es decir, habían recibido el título definitivo, inalienable e imprescrip- 52 A pesar de que usualmente estas comunidades se encuen- tran en el medio rural, también existen comunidades quilombo- las urbanas, en ciudades que fueron grandes centros de tráfico de personas, como Rio de Janeiro, Salvador, Recife y São Luis, sin embargo en estas las demandas territoriales (demarcación y titulación de tierras) no son tan nítidas como en el caso de las rurales. 53 Flávio Santos y Julie Cavignac, “O processo de regulari- zação fundiária dos territórios quilombolas no Rio Grande do Norte: uma experiência compartilhada”, en: Núcleo de Estudos Agrários e Desenvolvimento Rural. O Incra e os Desafios para a Regularização dos Territórios Quilombolas. Brasília, MDA-IN- CRA, 2006, pp. 159-171. 54 Alberto Gutiérrez. Território para Viver. Dinâmicas terri- toriais da comunidade quilombola de Acauã, Poço Branco, Rio Grande do Norte, Tesis de Maestría en Geografía, Universidad Federal de Rio Grande do Norte, Natal, 2015. tible, sobre las áreas reivindicadas. Esto corresponde con aproximadamente 1 millón 40 mil hectáreas, en donde viven unas 15.719 familias55. Estos números deben ser leídos con esperanza pero también con cautela. De un lado, por primera vez en la historia de ese país, las comunidades afro- descendientes originadas a partir de procesos de re- sistencia a la esclavitud (quilombos), son reconoci- das como sujetos, es decir, como personas y grupos con derechos. Como sostiene Souza56, a partir de la década de 1980 el ‘quilombo’ experimentó una in- versión de valores: lo que en algún momento fue criminalizado, o bien invisibilizado, actualmente se constituye como una categoría de acceso a derechos. No debemos olvidar que son derechos conquistados mediante luchas, y no una concesión por parte de los aparatos de poder. Por otro lado, debemos contextualizar estos logros dentro de los enormes desafíos que existen en Brasil en lo que respecta al acceso a la tierra, no solo en comunidades quilombolas sino en las comuni- dades tradicionales y el campesinado en general. En un país de esas dimensiones, 1 millón de hectáreas es un porcentaje muy bajo, y aún estamos lejos de que estas acciones representen una reestructuración ter- ritorial profunda y duradera en el campo brasileño. Además, en el terreno movedizo y engañoso de las instituciones, son conquistas vulnerables y reversi- bles, sobre todo en la coyuntura política que el país vive actualmente, con un preocupante ascenso de sec- tores políticos y económicos autoritarios, decididos a implementar a toda costa su programa de (contra) reforma neoliberal. Las comunidades quilombolas y tradicionales están “en la mira”. 55 Instituto de Colonização e Reforma Agrária (INCRA). Regularização de territórios quilombolas: preguntas e respos- tas. 2016. Extraído del sitio web: http://www.incra.gov.br/sites/ default/files/incra-perguntasrespostas-a4.pdf. Consultado el 10 de abril 2017. 56 Bárbara Souza. Movimento Quilombola: reflexões sobre seus aspectos político-organizativos e identitários. Trabajo presentado em la 26ª Reunión Brasileña de Antropología, Porto Seguro, Bahia, entre 1° e 4 de junio de 2008. Revista Anarquista de Historia y CIENCIAS SOCIALES 79 Conclusiones El presente ensayo buscó alcanzar dos objetivos principales: primero, el ofrecer algunos elementos que nos ayuden a entender la experiencia de lucha protagoniza- da en las últimas dos o tres décadas por las comunidades quilombolas en Brasil, la cual tiene como columna vertebral la reivindicación de los territorios históricamen- te ocupados. Segundo, nos propusimos problematizar y desconstruir el concepto de territorio el cual, como vimos, se encuentra en plena disputa epistémica entre diferentes sujetos y proyectos políticos. Tan importante como hacerse presente en el espacio concreto es lograr atribuirle sentido y significado. Podemos ver el valor estratégico que tiene el territorio dentro de un amplio abanico de luchas sociales en Latinoamérica y el mundo, mediante las cuales sus sujetos protagonistas buscan instituir un orden social diferente y, junto con éste, otras formas en que como sociedad organicemos nuestro espacio. Estamos usando la expresión de Porto-Gonçalves57, en un “mundo en busca de nuevas territorialida- des”, de la geografía en singular, a las geografías, en plural. La experiencia de lucha de las comunidades quilombolas en Brasil nos muestra un ejemplo vivo y concreto de cómo el territorio es un campo fértil para la emanci- pación, tanto en un sentido material como también epistémico. Sin embargo, dicha emancipación es siempre un proceso abierto y en tensión. Es posible constatar hoy, al igual que en otros momentos de su dura trayectoria histórica, que la búsqueda de una vida digna para estas personas significa nadar contra una fuerte corriente, un orden social dominante que sistemáticamente viola sus derechos. La lucha de las comunidades quilombolas por dignidad y respeto va mucho más allá de una coyun- tura política específica y nos ofrece importantes luces y referencias para imaginar y construir un mundo en el cual todos tengamos el mismo derecho de vivir libres y felices. 57 Carlos Walter Porto-Gonçalves, “Da geografía às geo-grafias: um mundo em busca de novas territorialidades”, en: E. Sader y A. Ceceña (eds.), A guerra infinita: hegemonia e terror mundial, Petrópolis, Editora Vozes, 2002, pp. 217-256.