Universidad de Costa Rica Escuela de Historia Cátedra de Historia de las Instituciones de Costa Rica Comisión editorial Cátedra de Historia de las Instituciones de Costa Rica Dra. Ana María Botey Sobrado Licda. Ana Cecilia Román Trigo M.Sc. Claudio Vargas Arias 2 0 1 5 Carmen María Fallas Santana 26 Edición aprobada por la Comisión Editorial de la Universidad de Costa Rica Primera edición: 2015 La EUCR es miembro del Sistema de Editoriales Universitarias de Centroamérica (SEDUCA), perteneciente al Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Corrección filológica: Mauricio Meléndez. • Revisión de pruebas: Gabriela Fonseca. Diseño y diagramación: Daniela Hernández. Diseño de portada: y control de calidad: Boris Valverde. © Editorial Universidad de Costa Rica, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica Apto. 11501-2060 • Tel: 2511-5310 • Fax: 2511-5257 • administración.siedin@ucr.ac.cr www.editorial.ucr.ac.cr Prohibida la reproducción total o parcial. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de ley. Impreso bajo demanda en la Sección de Impresión del SIEDIN. Fecha de aparición, marzo 2015. Universidad de Costa Rica Ciudad Universitaria Rodrigo Facio. 972.860.44 F195c Fallas Santana, Carmen María Costa Rica frente al filibusterismo : la guerra de 1856 y 1857 contra William Walker : defensa y fortalecimiento de las instituciones del Estado / Carmen María Fallas Santana. – 1. ed.– [San José], C. R. : Edit. UCR, 2015. xiii, 123 p.: 1 mapa col. – (Serie Cuadernos de Historia de las Instituciones de Costa Rica ; v. 26) ISBN 978-9968-46-460-4 1. COSTA RICA – HISTORIA – CAMPAÑA NACIO- NAL, 1856-1857. 2. WALKER, WILLIAM, 1824-1860. 3. NACIONALISMO – COSTA RICA. 4. INSTITUCIONES PÚBLICAS – HISTORIA – COSTA RICA. I. Título. II. Serie. CIP/2757 CC/SIBDI.UCR vii Vol. 26 CONTENIDO INTRODUCCIÓN ...................................................................................... xi El Estado nacional en las vísperas de la Campaña Nacional ................................................................................................. 1 I. Las políticas de la administración Mora orientadas a la institucionalización de la autoridad .......... 2 1. El fortalecimiento del Ejército ................................................................ 3 2. La afirmación de la autoridad del Poder Ejecutivo ......... 6 3. La representación de la autoridad: El Palacio Nacional ......................................................... 8 II. La Hacienda Pública ..................................................................................................... 8 1. El aumento de las rentas públicas ....................................................... 8 2. La creación del Banco Nacional ............................................................ 10 III. La interiorización de una identidad colectiva ........................... 11 IV. La externalización del poder ............................................................................. 13 El Destino Manifiesto y el filibusterismo ................................................. 15 I. El Destino Manifesto y la expansión territorial ...................... 16 II. La regeneración o el reemplazo ..................................................................... 20 III. La extensión de la esclavitud y el imperio en los trópicos.................................................................................. 21 IV. Las empresas filibusteras ....................................................................................... 22 William Walker: de periodista a filibustero ......................................... 29 I. La búsqueda de poder................................................................................................. 30 II. Sonora, México: la primera incursión filibustera ................. 32 viii Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o La puerta a Nicaragua: la guerra fratricida ........................................ 35 I. La guerra civil ........................................................................................................................ 35 II. El arribo de Walker ........................................................................................................ 38 III. Las primeras acciones militares ................................................................... 40 IV. Tratado Walker-Corral ............................................................................................. 42 El filibusterismo y la ley de neutralidad de Estados Unidos ............................................................................. 47 Costa Rica lanza la ofensiva contra el filibusterismo .................................................................................................... 55 I. El rechazo del emisario de Walker ........................................................... 59 II. La marcha del ejército hacia Nicaragua ............................................. 61 La Primera Campaña ........................................................................................................... 65 I. La batalla de Santa Rosa .......................................................................................... 65 II. La batalla de Rivas ........................................................................................................... 68 III. La epidemia del cólera ............................................................................................... 74 La Segunda Campaña ......................................................................................................... 77 I. Los cambios en la situación política de Nicaragua .................................................................................................. 77 II. Walker se elige presidente .................................................................................... 78 III. La ofensiva centroamericana ............................................................................ 82 IV. Las acciones militares en la Vía del Tránsito .............................. 83 1. El combate de Sardinal .................................................................................... 83 2. La toma de los vapores del río San Juan y del lago .......... 84 V. El sitio de Rivas y la rendición de Walker ........................................ 87 VI. Las últimas expediciones filibusteras y la muerte de Walker ............................................................. 91 Las consecuencias de la guerra ........................................................................... 97 I. Déficit fiscal, endeudamiento y crisis económica ................. 97 II. El trastorno de las actividades productivas y de la vida cotidiana y familiar .............................. 98 III. La creación del Protomedicato....................................................................... 99 IV. El nuevo papel de los militares ....................................................................... 101 V. La crisis política .................................................................................................................. 103 ix Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oCONCLUSIÓN: “LA HOJA MÁS INTERESANTE DE NUESTRA HISTORIA” ....... 107 ANEXO N.° 1. MAPA: TEATRO DE LA GUERRA 1856-1857 ............................................... 113 ANEXO N.° 2. CRONOLOGÍA DE LA GUERRA CONTRA LOS FILIBUSTEROS ....................................................................................... 115 FUENTES CONSULTADAS ................................................................................................. 119 ACERCA DE LA AUTORA .................................................................................................... 123 xi Vol. 26 INTRODUCCIÓN Entonces, como ahora y siempre, no cederé a nadie la más envi- diable de las glorias, la de consagrarme entero a mi país así en la paz como en la guerra, como ciudadano o primer magistrado, la de verter mi sangre, si preciso fuere, en defensa de las leyes, del honor y de la independencia de mi Patria. Juan Rafael Mora Porras, 1856 Entre 1855 y 1860, el filibusterismo, definido como em- presa militar organizada por particulares para hacer la guerra a estados o territorios con los que su propia nación estaba en paz con el propósito de subyugarlos y ocuparlos,1 atentó contra la soberanía de Nicaragua y amenazó la in- dependencia de Costa Rica y del resto de los países de Centroamérica. Estados Unidos, que a mediados del siglo XIX vivió un clima de fervor expansionista, fue el punto de partida de dichas empresas militares. Nicaragua des- pertó las ambiciones de conquista y dominación de Wi- lliam Walker, uno de los filibusteros que alcanzó mayor notoriedad, por su valor estratégico como ruta de tránsi- to interoceánico. Pocos años antes, en Nicaragua había iniciado operaciones una compañía que transportaba viajeros entre la costa este y la costa oeste de los Estados Unidos y viceversa. Los pasajeros eran trasladados entre los puertos de San Juan del Norte en el oceáno Atlántico y San Juan del Sur en el océano Pacífico en barcos de va- por que navegaban por el río San Juan y el lago de Ni- caragua haciendo un corto trecho del viaje por tierra. El negocio del transporte interoceánico fue incentivado por el creciente número de personas que migraban del este de Estados Unidos hacia California para probar fortuna en 1 Alejandro Hurtado Chamorro. William Walker: Ideales y propósitos. (Ma- nagua: Editorial Unión, 1965), p. 24; Robert E. May, Manifest Destiny’s Underworld. Filibustering in Antebellum America. (Chapell Hill: Univer- sity of North Carolina Press, 2002), pp. 3-4. xii Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o las minas de oro. La travesía por Nicaragua pronto entró en competencia con el viaje en ferrocarril por el istmo de Panamá porque resultaba más corta y económica. La inestabilidad política de Nicaragua, originada en una larga guerra civil que enfrentó a los liberales con los con- servadores, facilitó los planes de William Walker de tomar el poder, promover la inmigración estadounidense, fundar una nueva república y explotar el negocio del tránsito inte- roceánico para alcanzar sus propósitos. La fragmentación de las élites en Nicaragua le permitió a Walker asumir po- siciones claves en el Ejército y en la política poco después de su llegada en 1855. Lo anterior generó preocupación en el Gobierno de Costa Rica encabezado por Juan Rafael Mora Porras. La usurpación filibustera del poder en Nicaragua fue considerada como el primer paso en un plan de dominio del resto de las naciones del istmo. A diferencia de Nicaragua, en Costa Rica el desarrollo de las instituciones del Estado nacional había iniciado más temprano y sobre cimientos más firmes. Las luchas partidarias y localistas del periodo inmediatamente posterior a la independencia no alcanza- ron la intensidad suficiente en Costa Rica como para crear profundas divisiones en la política que perpetuaran los conflictos. La inserción de Costa Rica al mercado mundial con el café a principios de la década de 1840, contribuyó a resolver, o a atenuar, los conflictos localistas al integrar re- giones y actividades productivas a la emergente economía exportadora. El desarrollo de las instituciones del Estado experimentó avances significativos como resultado de po- líticas dirigidas a crear las condiciones para la expansión del sector exportador y del comercio de importación. Entre esas políticas se destacaron la centralización del poder, la ampliación de las facultades del Ejecutivo, el fortalecimien- to del ejército para que se impusiera sobre fuerzas armadas irregulares, la creación de infraestructura, la reorganiza- ción de las rentas públicas y el impulso a la instrucción pública como medio fomentar el respeto y la obediencia a la autoridad y amor y lealtad a la patria. xiii Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oMora, en ejercicio de la presidencia desde finales de 1849, había implementado un programa de gobierno regido por las políticas mencionadas y por ello en las vísperas de la guerra contra Walker, afirmaba con satisfacción que el orden, es decir, la estabilidad, había puesto a Costa Rica en la senda del progreso y la civilización. La inestabilidad política de Nicaragua, que, en cambio, la había hecho dé- bil y vulnerable a la intervención foránea, para 1856 había alcanzado tal punto que ponía en riesgo la existencia del Estado costarricense. La voluntad de Costa Rica de seguir siendo un país soberano fue lo que justificó la intervención en Nicaragua para expulsar a los filibusteros. Este trabajo analiza la Campaña Nacional, nombre con el que se le conoce en la historia de Costa Rica a la guerra de 1856 y 1857 contra los filibusteros, en el marco del proceso de construcción del Estado. El primer apartado trata sobre las políticas aplicadas por la administración Mora orienta- das a fortalecer las instituciones del Estado. En el segun- do, tercero y cuarto apartados se analizan los orígenes del filibusterismo, la carrera de William Walker y su llegada a Nicaragua. El quinto explica las políticas adoptadas por el Gobierno de Estados Unidos con respecto al filibuste- rismo. Finalmente, los últimos apartados versan sobre los preparativos para la guerra, los hechos principales de la Campaña Nacional y sus consecuencias. 1 Vol. 26 EL ESTADO NACIONAL EN LAS VÍSPERAS DE LA CAMPAÑA NACIONAL Nuestra propia experiencia, mucho mejor que ejemplos ajenos nos prueba que en la estabilidad estriba la fortuna de los Estados. Juan Rafael Mora Porras 1853 La declaración de la independencia en 1821 si bien marcó el fin de la dominación colonial no implicó la sustitución inmediata de las instituciones españolas por las del Estado nacional. El desarrollo del Estado, definido como el conjunto interdependiente de instituciones que forman un aparato en el que se concentran el poder y los recursos de la dominación política, fue un proceso que se extendió hasta finales del siglo XIX. De acuerdo con Óscar Oszlak, el Estado nacional po- see cuatro atributos esenciales, el primero es la facultad para institucionalizar su autoridad, es decir, para imponer una estructura de poder capaz de ejercer un monopolio sobre los medios de coerción. El segundo atributo es la capacidad para crear instituciones con funciones bien diferenciadas, con potestades para cobrar tributos y otras contribuciones, para nombrar funcionarios y para ejercer un control centra- lizado de sus múltiples actividades. El tercero es la capacidad para interiorizar una identidad colectiva para generar sím- bolos que refuerzan los sentimientos de pertenencia a una comunidad única por sus tradiciones, costumbres, valores, composición étnica e historia. El cuarto es la capacidad para externalizar su poder mediante el reconocimiento de su existencia como país soberano en el ámbito internacional.2 2 Óscar Oszlak. “The Historical Formation of the State in Latin America: Some Theoretical and Methodological Guidelines for Its Study”. Latin American Research Review, 2 (1981), p. 7. 2 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o La adquisición de los atributos de estaticidad fue impulsada significativamente en la segunda mitad del siglo XIX por un factor externo, la nueva fase del desarrollo del capitalismo que fortaleció la división internacional entre las regiones exporta- doras de manufacturas, capitales y servicios y las regiones ex- portadoras de materias primas, alimentos y otros productos primarios.3 Costa Rica entró a formar parte de ese sistema mundial de economías complementarias como exportado- ra de café a partir de la década de 1840. La inserción en el mercado mundial trajo consigo transformaciones en el uso de la tierra, del capital y de la fuerza de trabajo, lo que marcó la transición al capitalismo agrario.4 Asimismo, los miem- bros más prominentes de la sociedad, los agricultores y los comerciantes, descendientes muchos de ellos de las familias que ostentaron poder político y económico durante la colo- nia, empezaron a destinar un porcentaje cada vez mayor de su capital al cultivo, beneficiado y exportación de café. El nuevo producto de exportación contribuyó a unificar sus intereses económicos y políticos y a consolidar a esa élite como clase dirigente. La nueva élite cafetalera se abocó a la tarea de cons- truir y fortalecer las instituciones del Estado para dotar al país de infraestructura, por ejemplo, de caminos que comu- nicaran las zonas productivas con los puertos, de legislación, de capitales, de relaciones diplomáticas y demás condiciones propicias para el desarrollo del sector exportador. I. Las políticas de la administración Mora orientadas a la institucionalización de la autoridad Entre 1849 y 1859 bajo el Gobierno de Juan Rafael Mora Porras, uno de los mayores cafetaleros y comerciantes del 3 Eric Hobsbawm. Industry and Empire. London: Penguin Books, 1968, pp. 134-140. 4 Iván Molina Jiménez. Del legado colonial al modelo agroexportador. Costa Rica (1821-1914). Cuadernos de Historia de las Instituciones #19. Ciudad Universitaria Rodrigo Facio: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005. 3 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm operiodo, se avanzó en la institucionalización de la autori- dad, la interiorización de una identidad colectiva y la exter- nalización del poder. En lo que respecta al primero de los atributos de estaticidad antes mencionados, cabe destacar las políticas implementadas por Braulio Carrillo a princi- pios de la década de 1840. La labor de Carrillo en pro de la construcción del Estado se vio truncada por la invasión de Francisco Morazán en 1842 hecho que acentuó una ines- tabilidad política generada por pugnas entre facciones y conflictos de intereses económicos y regionales. Una conse- cuencia de los conflictos fue que en un lapso de nueve años siete personas ocuparon el cargo de jefe de Estado y casi to- das lo abandonaron antes de terminar su mandato debido a un pronunciamiento militar o por una renuncia obligada.5 Con el propósito de poner fin a esa situación, Mora, al asu- mir la presidencia, planteó que la creación y conservación de la estabilidad política tendrían prioridad en su gobierno. En sus discursos Mora resaltó que las exportaciones de café iban en aumento y estaban generando un flujo continuo de progreso material que requería del orden, sinónimo de es- tabilidad en el siglo XIX, para mantener a Costa Rica en la senda que la conduciría hacia la civilización que ya habían alcanzado Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. 1. El fortalecimiento del Ejército Una de las primeras acciones emprendidas por el gobier- no de Mora para crear condiciones de estabilidad política fue la reorganización del ejército. Se señaló que el afloja- miento de los lazos de disciplina y orden entre los oficiales militares en los años anteriores había convertido al ejército en un instrumento al servicio de las facciones o bandos que se disputaban el poder. La institución que debía ser la columna vertebral de la autoridad del presidente, más bien constituía su mayor amenaza. Era preciso entonces poner al ejército bajo la autoridad del ejecutivo y fortalecerlo para 5 Rafael Obregón Loría. Hechos militares y políticos. Alajuela: Museo His- tórico Cultural Juan Santamaría, 1981, pp. 50-97. 4 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o lograr el monopolio en el ejercicio de los medios de coer- ción que requería el Estado nacional. Fue con ese objetivo que se creó un segundo cuartel en San José en abril de 1850. Anteriormente, la existencia de uno solo en la capital, el Cuartel Principal, había concentrado casi toda la fuerza militar en manos de su comandante, el cual en varias ocasiones durante la década de 1840 se ha- bía levantado contra el Gobierno. Mora ordenó que todos los cañones menos uno, todos los rifles y las municiones del Principal fueran trasladados al nuevo cuartel llamado Cuar- tel de Artillería. El entonces comandante del Principal, José Manuel Quirós, y algunos de sus oficiales resintieron esa medida, la cual era una clara indicación de la desconfianza de Mora respecto a su lealtad y apoyo al Gobierno. El des- contento de Quirós lo llevó a plantear una serie de deman- das al presidente y a amenazarlo con dar un golpe de Estado si no las atendía. Mora respondió a la amenaza con una or- den de destitución de Quirós y de los otros oficiales de sus cargos. El conflicto con Quirós no terminó allí porque el de- puesto comandante organizó una revuelta a principios de junio de 1850. El movimiento fracasó, Quirós y sus seguido- res fueron apresados y enviados al exilio. Para asegurarse el control absoluto de los cuarteles, Mora nombró a su cuñado José María Cañas como comandante en jefe de San José y posteriormente a su hermano José Joaquín Mora. El ejército costarricense hacia mediados del siglo XIX con- tinuaba organizado bajo el sistema de milicias, establecido durante la colonia, según el cual solo un grupo pequeño de hombres componían lo que se denominó la fuerza perma- nente. El resto de la milicia estaba constituida por civiles que periódicamente realizaban ejercicios de entrenamiento pero que eran llamados a servicio solo en los casos en que se necesitara su participación. Durante el gobierno de Mora se impuso a Alajuela, Heredia y Guanacaste la obligación de aportar hombres para la milicias, con lo cual su número aumentó de 5 600 a 7 500. En diciembre de 1850 se promul- gó un reglamento de milicias que dividió la fuerza armada 5 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oen dos cuerpos, el ejército de operaciones y la guardia na- cional. El primero de ellos lo integrarían todos los ciuda- danos entre 18 y 50 años y sería el encargado de la defensa interna y externa. El segundo estaría compuesto por todos los ciudadanos que por su edad, mala constitución física o enfermedad no pudieran enrolarse en el ejército de opera- ciones. El reglamento de milicias estableció que el mando supremo del ejército recaería en el presidente de la Repú- blica o en el general que él designase. Con el objetivo de mejorar la disciplina y el entrenamiento de las milicias, en 1852 se estableció una escuela militar en San José a cargo de Fernando Salisch, militar polaco retirado. El periódico oficial Gaceta del Gobierno de Costa Rica destacó en 1853 que era notorio el cambio que habían experimentado las milicias con la instrucción de Salisch, quien había sabido afianzar los hábitos de orden y el imperio de la disciplina e inspirar en la juventud la afición por los ejercicios militares y el conocimiento de la carrera de las armas.6 El dotar al Ejército con mayor y más moderno armamento y municiones fue otra de las medidas implementadas por el Gobierno para fortalecer la institución militar. En 1854 se realizó en Gran Bretaña una de las mayores compras cuyo monto ascendió a 4 712 libras esterlinas y consistió entre otros de quinientos rifles Minié con bayonetas, dos caño- nes, trescientos barriles de pólvora y cincuenta barriles de balas.7 El ministro de Hacienda y Guerra, Manuel José Ca- razo, procuró aplacar los temores de aquellos que vieron en el aumento del gasto militar, el segundo más alto después del pago de salarios de los empleados públicos, un indi- cativo de que Costa Rica abrigaba intenciones bélicas, en especial hacia la vecina Nicaragua con la cual tenía en ese momento un conflicto por la definición de los límites. Cara- zo justificó la inversión en armas señalando que el Gobierno 6 Carmen María Fallas Santana. “El fortalecimiento del Estado en Costa Rica en la década de 1850”. Tesis de Maestría en Historia. Universidad de Costa Rica, 1982, pp. 37-44. 7 Archivo Nacional de Costa Rica (en lo sucesivo ANCR) Serie Relaciones Exteriores, Caja 26. 6 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o había aprovechado el clima de estabilidad existente para po- ner en práctica el principio bien conocido de “Si vis pacem, para bellum”, “si quieres la paz, prepara la guerra.”8 Como resultado de esa política, Costa Rica contaba con armamen- to del más moderno al momento de iniciar la guerra contra los filibusteros en 1856. Después de la Campaña Nacional, la administración Mora continuó destinando un porcentaje alto del presupuesto al ramo militar, a pesar de la crisis en que se encontraban las finanzas públicas. Se argumentó que la amenaza filibustera no había desaparecido por completo y, por lo tanto, el país debía estar preparado para combatir cualquier nuevo intento de invasión. 2. La afirmación de la autoridad del Poder Ejecutivo En la etapa inicial del desarrollo del Estado la instituciona- lización de la autoridad se dio mediante un fortalecimiento del Poder Ejecutivo a expensas del Poder Legislativo y del Ju- dicial. La constitución de 1847 sentó las bases para ello al organizar el Estado sobre la base de la superioridad del Po- der Ejecutivo sobre el Legislativo. Dicha constitución amplió el periodo presidencial de cuatro a seis años y estableció la reelección indefinida. Esa provisión constitucional permitió a Mora ser reelegido en 1853 y en 1859, y de no haber sido derrocado, hubiese permanecido en la presidencia durante dieciséis años. Además, en la constitución de 1847 se am- pliaron las facultades del presidente al trasladarse a él las atribuciones que tenía el Senado, el cual fue eliminado, tales como el nombramiento de los ministros, los gobernadores, los comandantes generales, los jueces y demás oficiales sub- alternos y de los ministros plenipotenciarios. Asimismo, se le dio participación al Ejecutivo en la promulgación de leyes, se le otorgó el derecho de vetarlas y de suspender su aplicación.9 8 ANCR. Serie Congreso 7483. Memoria del Ministro de Hacienda al Con- greso, mayo-junio, 1854. 9 Clotilde Obregón Quesada. Editora. Las Constituciones de Costa Rica 1812-2006. San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2007, Volumen III, pp. 25-61. 7 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oEl Poder Legislativo fue debilitado al reducirse a diez el número de diputados, al establecerse que el Congreso debía ser presidido por el vicepresidente de la República y al crearse una comisión permanente integrada por tres diputados y el vicepresidente que funcionaría durante los recesos legislativos. En 1848 se emitió una nueva constitu- ción en la cual se fortaleció aún más el Ejecutivo asignán- dole nuevas facultades. En la etapa inicial del desarrollo del Estado, se dio impulso a la concepción de un Ejecutivo “constructor” que no podía esperar pasivamente a que el Legislativo le enviara las leyes para refrendarlas y ejecutar- las sino que debía ir adelante y reducir el espacio de acción de esa rama de poder para no verse obstaculizado en la implementación de sus proyectos.10 La disolución del Congreso fue uno de los medios uti- lizados para alcanzar ese objetivo, no solo en Costa Rica sino también en varios países de América Latina. Mora, en enero de 1852 promulgó un decreto que di- solvía el Congreso. Lo justificó argumentando que la Asamblea se había convertido en un foco de oposición que promovía el trastorno público porque los diputados abrigaban intenciones revolucionarias en lugar de pro- mover el bienestar del país. El presentar la renuncia en tres ocasiones fue otro recurso que empleó Mora para incrementar su poder. En todos los casos accedió a la petición de la Asamblea de continuar al mando del país con la condición de que se le facultara para adoptar las medidas que fuesen necesarias para garantizar el buen desempeño de sus funciones. Los gobiernos de presiden- cia fuerte, como el de Mora, fueron característicos de la etapa formativa del Estado nacional en el siglo XIX. El otorgar facultades omnímodas al presidente ya fuese en forma temporal o indefinida se tradujo en prácticas autoritarias dentro de las que se destacaron la anulación de los derechos ciudadanos y de las libertades, entre ellas la de prensa, en el encarcelamiento o la expulsión 10 Ibid., pp. 63-110. 8 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o de los opositores y otros abusos del poder. En el caso de Mora, sus excesos en el ejercicio de la presidencia moti- varon el golpe de Estado que lo derrocó en 1859. 3. La representación de la autoridad: El Palacio Nacional En junio de 1855 se inauguró el Palacio Nacional, en el cual tendrían su despacho el presidente y los ministros y sería la sede del Congreso. El Gobierno justificó la eroga- ción de 100 000 pesos para levantar un edificio que causó admiración a visitantes extranjeros por su estilo arquitec- tónico y sus lujosos acabados, señalando que era necesario reunir las principales dependencias públicas para facilitar el trámite de sus asuntos. Cabe destacar que también se contempló que la edificación del Palacio Nacional serviría para realzar ante la ciudadanía la dignidad de la autoridad que ostentaban los representantes de los tres poderes. Se enfatizó que los más altos funcionarios despacharían los asuntos públicos no solo con comodidad sino también con el decoro que exigía el cargo que ostentaban.11 II. La Hacienda Pública 1. El aumento de las rentas públicas La administración Mora aplicó medidas destinadas al me- joramiento de la hacienda pública para incrementar los re- cursos financieros del Estado para cumplir sus funciones. Se reformó el Reglamento de Hacienda de 1839 para con- centrar todo lo relacionado con la supervisión del manejo de los caudales públicos en el ministro de ese ramo y de esa manera ejercer mayor control. Se le otorgó prioridad al mejoramiento del sistema de recaudación de las rentas pro- venientes de los monopolios fiscales y de los derechos de 11 Boletín Oficial, 22 de agosto de 1855. 9 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oaduanas que constituían las principales entradas del tesoro. El rubro de los impuestos de importación experimentó un incremento importante en este periodo por el auge comer- cial generado por las exportaciones de café. Se promulgó la Ordenanza y Tarifa de Aduanas en 1854 para regular la fi- jación de los derechos de introducción de mercancías cuyo volumen y diversidad había aumentado significativamente. Dicha ordenanza impuso altos derechos de importación a artículos que se consideró que no reportaban beneficios a la sociedad y que más bien podrían inducir a los vicios y tam- bién fijó tasas altas para los artículos de lujo. La maquinaria agrícola y los libros quedaron exentos de impuestos. Con respecto a los dos monopolios estatales de licor y de tabaco, las medidas adoptadas procuraron su fortale- cimiento. Ambos habían sido establecidos por la corona española durante la colonia y se mantuvieron vigentes des- pués de la independencia ante la inexistencia de impuestos directos. El más lucrativo de los monopolios era el de la venta de licores. El presidente Mora dispuso que se imple- mentaran una serie de medidas para aumentar su rentabi- lidad. En julio de 1850 se emitió un decreto que establecía la Fábrica Nacional de Licores con exclusividad en la des- tilación, y que disponía la operación mediante contrato con un particular. Anteriormente, se permitía a distintas personas adquirir un derecho para la destilación de lico- res de caña de azúcar en sus casas y haciendas y la obliga- ción de vender su producción al Gobierno que era el único autorizado para expender el aguardiente. El propósito del decreto fue eliminar las destilerías clandestinas y la ven- ta ilegal de licores que no solo ocasionaban pérdidas sino también gastos porque se debía pagar inspectores y otros funcionarios para hacer cumplir la ley. Además, se crearon nuevos reglamentos para mejorar la calidad e incrementar la cantidad mediante el uso de alambiques más modernos y la aplicación de procedimientos más higiénicos en la ela- boración de bebidas alcohólicas en la Fábrica de Licores. Los informes al Congreso del Ministro de Hacienda en- tre 1851 y 1856 mostraron los resultados positivos de la 10 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o reorganización del monopolio de licores pues sus rentas crecieron sostenidamente generando fondos para cubrir los principales gastos del Gobierno y financiar proyectos como el mejoramiento del camino a Puntarenas. El monopolio del tabaco comprendió su cultivo y comercia- lización. El Estado autorizaba a particulares la siembra, ha- bilitaba las cosechas, recibía la producción y la expendía en sus estancos. En 1850 se autorizó la siembra libre de tabaco y su importación. Con ello se pretendió eliminar los gastos que acarreaban los adelantos de dinero a los cosecheros y el pago de los sueldos de los guardas encargados de evitar la defraudación. Sin embargo, en 1853 se decretó que ya no se cultivaría tabaco en el país y que se importaría todo el que fuera necesario para satisfacer la demanda interna.12 2. La creación del Banco Nacional En 1857, con el propósito de dotar al Estado de una fuen- te de capital para cubrir sus gastos, el Gobierno firmó un contrato para el establecimiento de un banco con Crisanto Medina, comerciante de origen argentino, quien asumió el compromiso de buscar inversionistas tanto en Costa Rica como en el extranjero. Medina obtuvo el derecho para ope- rar el banco por un periodo de veinte años a cambio de que le otorgara al Gobierno créditos equivalentes a una cuarta parte de los billetes en circulación. Además, el Gobierno anualmente recibiría el diez por ciento de las ganancias del banco. El denominado Banco Nacional abrió sus puertas en 1858, pero tuvo corta vida pues solo estuvo en operaciones durante alrededor de ocho meses. Un factor de peso en el cierre del banco fue la quiebra de la casa comercial inglesa de John Carmichael, que iba a aportar una parte impor- tante del capital inicial. El otro factor fue el escaso número de inversionistas nacionales. La compra de acciones en el banco tuvo poca acogida por los recelos que despertó en 12 Carmen María Fallas Santana. “El fortalecimiento del Estado en Costa Rica en la década de 1850”, pp. 60-68. 11 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm olos círculos de la élite el control que podría llegar a ejercer Mora sobre la administración y los recursos del banco. El proceso judical que se condujo para obligar a la firma de Tinoco y Compañía a honrar un compromiso con Carmi- chael de aportar capital en su nombre para el banco ene- mistó a sus socios con el presidente Mora. Eso sumado al descontento por excesos en el ejercicio del poder que mar- caron los últimos años de su presidencia hicieron fracasar el proyecto de Mora de sentar las bases de una infraestruc- tura financiera que diera soporte al Estado.13 III. La interiorización de una identidad colectiva La educación ocupó un lugar importante dentro de los programas de gobierno en el periodo de construcción y consolidación del Estado al serle asignada una doble ta- rea, la de instruir a la población en la lectura, la escritura y la aritmética y la de formar ciudadanos obedientes de la ley y dispuestos a defender la patria. Durante la ad- ministración Mora, en los mensajes presidenciales y en artículos en la prensa se abogó por la creación de escuelas enfatizando en que era preciso cultivar el intelecto para poder aprovechar las oportunidades económicas que se habían abierto con las exportaciones de café. La instruc- ción debía estar acompañada por el fomento de las vir- tudes morales que le permitirían al pueblo conocer los principios del gobierno democrático y por ende aceptar la autoridad de los gobernantes. En el periódico Gaceta se señaló que un pueblo que era instruido sabía que era igual ante Dios y ante la ley, que poseía derechos, garantías y li- bertades de los cuales no podía ser privado y, por lo tanto, 13 Bernardo Villalobos Vega. Bancos emisores y bancos hipotecarios en Costa Rica 1850-1910. San José: Editorial Costa Rica, 1981, pp. 33-70; Carmen María Fallas Santana. Elite, negocios y política en Costa Rica 1849-1859. (Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2004), pp. 77-98. 12 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o no aceptaría ninguna tiranía ni opresión, pero podría ser gobernado y dirigido a su bienestar. En esa misma línea de pensamiento, el periódico Boletín Oficial exhortó a instruir al pueblo no en la ciencia sino en cuanto es nece- sario para formar inteligentes artesanos y comerciantes, hábiles agricultores y sobre todo buenos ciudadanos que den honor y prosperidad a la patria.14 El periódico apuntaba que la ignorancia era muy grande en el pueblo costarricense, el cual tenía muchos defectos pero como no podía negarse que también poseía cualidades, esas contribuirían para que “el refinamiento de la civili- zación, el perfeccionamiento del tiempo y la educación” lo transformaran en un pueblo verdaderamente republicano por sus virtudes, su amor al orden y al trabajo.15 Durante el gobierno de José María Castro Madriz se abrie- ron escuelas para niñas donde recibirían instrucción en los deberes domésticos. La administración Mora también prestó atención a la educación de las niñas compartiendo el pensamiento de que a la mujer le correspondía cumplir con una misión civilizadora, la de inculcar en el niño desde el regazo materno la simiente que al germinar lo haría un hombre bueno. Así, una mujer educada sabría inculcar en sus hijos buenos sentimientos, el deseo de aprender y de ser alguien en la sociedad.16 En lo referente a la definición de los rasgos de una iden- tidad nacional, es posible identificar en los discursos del presidente Mora alusiones a la excepcionalidad del cos- tarricense que había empezado a plantearse a partir de la independencia. Según Mora, dos de las cualidades del pueblo, la laboriosidad y la sencillez habían librado a Costa Rica de la anarquía y las guerras civiles que habían padeci- do el resto de los países centroamericanos. 14 Boletín Oficial, 14 de agosto de 1855. 15 Ibid. 16 Eco de Irazú, 10 de noviembre de 1854. 13 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oLa prensa también fue un medio para difundir ideas en torno a la identidad y el nacionalismo. En sus páginas se planteó que ante el “cosmopolitanismo armonizador y civilizador del siglo” que llevaba a la eliminación de las fronteras, los costarricenses debían poseer un profundo sentimiento patriótico. Con ello no se quería alentar a des- preciar lo extranjero sino hacerle recordar al costarricense que existía una patria, la familia en la que había nacido y el sitio donde estaba la tumba sagrada que guardaba los res- tos de sus padres.17 La guerra contra los filibusteros con- tribuyó a internalizar una identidad colectiva al definirse como una lucha en defensa de los valores, las tradiciones y la cultura propia de la “raza latina” de los intentos de domi- nación de la “raza anglosajona”.18 IV. La externalización del poder En lo referente a las relaciones exteriores, la administra- ción Mora continuó la labor iniciada en ese campo por su predecesor el doctor Castro Madriz. En agosto de 1848, Castro Madriz proclamó la fundación de la República con el propósito de reafirmar que Costa Rica estaba en ejercicio pleno de su soberanía en razón de que la República Federal de Centroamérica, a la que perteneció desde 1824, había dejado de existir en 1838. Se inició entonces la tarea de lo- grar el reconocimiento de Costa Rica como país miem- bro de la comunidad internacional mediante la firma de tratados. Las primeras gestiones para negociar tratados de amistad y comercio se hicieron ante los representan- tes de Gran Bretaña, Francia y las Ciudades Hanseáticas acreditados en Guatemala. Además, Castro Madriz envió al guatemalteco Felipe Molina en una misión diplomática 17 Boletín Oficial, 27 de febrero de 1856. 18 Carmen María Fallas Santana, “Destino Manifiesto y Filibusterismo: la raza latina frente a la raza anglosajona”. Filibusterismo y Destino Mani- fiesto en las Américas. Ed. Victor Hugo Acuña Ortega. Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2010, pp. 75-90. 14 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o a Europa y Estados Unidos con ese mismo propósito. Du- rante el gobierno de Mora Porras, en marzo de 1850 se sus- cribió un tratado de paz y amistad con España en virtud del cual la “madre Patria” renunció formal y solemnemente a todos los derechos y acciones sobre el territorio de Costa Rica y la reconoció como una nación libre y soberana. Ese reconocimiento también se logró de la Santa Sede. Con el objetivo de alcanzar independencia en el plano eclesiástico se gestionó durante la administración de Castro Madriz la creación de un obispado en Costa Rica, el cual se estableció a partir de 1850, cuando dejó de estar bajo la jurisdicción de la diócesis de Nicaragua.19 Los pasos dados por el Estado hacia la formalización de las relaciones exteriores y, por ende, de la externalización de su poder le permitieron a Costa Rica recurrir a los canales de la diplomacia para pedir al Gobierno de Estados Unidos que impidiera la salida de las expediciones de Walker y para solicitar el apoyo de países de América Latina y Europa para luchar contra el filibusterismo. 19 Clotilde María Obregón. Costa Rica. Relaciones Exteriores de una repúbli- ca en formación 1847-1849. (San José: Editorial Costa Rica, 1984); Fallas, “El fortalecimiento del Estado en Costa Rica en la década de 1850”, pp. 80-84. 15 Vol. 26 EL DESTINO MANIFIESTO Y EL FILIBUSTERISMO Como es bien sabido, existen en los Estados Unidos sociedades organizadas que tienen por objeto único proyectar expedicio- nes vandálicas contra determinados países, contando con me- dios y recursos no pequeños para llevarlas a su debido efecto. […] El pretexto es unas veces la colonización y el laboreo de minas, otras la construcción de canales y ferrocarriles y al- gunas el ayudar a sacudir el yugo de la tiranía, proporcionar instituciones libres. Gaceta de Guatemala, 1855 Si en el presente William Walker es un personaje prác- ticamente desconocido para el estadounidense prome- dio, ese no fue el caso de sus contemporáneos dentro de los cuales hubo quienes lo admiraron al considerarlo como uno de los mejores promotores de la ideología del Destino Ma- nifiesto.20 El gran público tuvo conocimiento de sus expe- diciones militares a través de los periódicos que dedicaron amplios espacios en sus páginas para narrarlas con detalle. Asimismo, Walker con sus escritos y acciones ganó el apo- yo de importantes figuras políticas en la década de 1850 un periodo en el cual la victoria en la guerra contra México au- mentó el interés por la expansión territorial hacia el sur de la frontera y se intensificó el debate en torno al asunto de la ex- tensión de la esclavitud. Fue en ese contexto donde Walker concibió sus proyectos de conquista de territorios extranje- ros para fundar nuevas repúblicas seguiendo el modelo de la estadounidense y cumplir con el Destino Manifesto. 20 Amy S. Greenberg. “Soldado o don nadie: la recepción controversial de William Walker en Estados Unidos, 1855 al presente”. Filibusterismo y Destino Manifiesto. Ed. Víctor Hugo Acuña Ortega. Alajuela: Museo His- tórico Nacional Juan Santa María, 2010, pp. 225-238. 16 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o I. El Destino Manifiesto y la expansión territorial Hacia mediados del siglo XIX, y como resultado de un acelerado proceso de desarrollo económico, que derivó en cambios políticos, sociales y culturales, conceptos sobre la nación estadounidense planteados a partir de la fundación del país se estructuraron en la ideología del Destino Ma- nifiesto. El término, sinónimo de expansionismo, fue acu- ñado por el periodista John L. O’Sullivan, quien lo utilizó en 1845 en un editorial de la revista de Nueva York United States Magazine and Democratic Review. En él, exhortaba al Congreso estadounidense a deponer la discusión par- tidista sobre la anexión de Texas y a aprobar sin más de- moras su incorporación a la Unión. Argumentaba que los desacuerdos en el tema de la integración de nuevos territo- rios a la Unión habían propiciado la intervención hostil de otras naciones con el objeto declarado de “impedir nuestra política y entrabar nuestro poder limitando nuestra gran- deza y obstaculizando la realización de nuestro destino manifiesto de extendernos sobre el continente asignado por la Providencia para el libre disfrute de nuestros millo- nes que se multiplican anualmente”.21 La intervención a la que se refería O’Sullivan era principal- mente la de Gran Bretaña, la cual se había mostrado favorable a apoyar a México en su conflicto con Estados Unidos por el territorio de Texas. México había reconocido, bajo presión, la independencia tejana en 1836, más se opuso rotundamente a la incorporación a la unión estadounidense. Por esa razón, fue a una guerra con los Estados Unidos entre 1846 y 1848.22 Tal enfrentamiento armado ejerció gran influencia en la ideo- logía del Destino Manifiesto, al promover el fervor patriótico 21 “Annexation”. United States Magazine and Democratic Review, Volumen 17, 85-86, julio-agosto, 1845, p. 5. Traducción del inglés por la autora. El texto completo del artículo se puede consultar en versión electrónica en la direc- ción www. http://cdl.library.cornel.edu/moa/browse.journals/usde.html. 22 Carl N. Degler et al. Historia de los Estados Unidos. La Experiencia demo- crática. Tomo 1. Buenos Aires: Edisar, 1978, pp. 204-210. 17 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oy fomentar las ansias expansionistas en sectores importantes de la sociedad estadounidense. Las prensas de vapor hicieron posible la producción en masa de libros de bajo costo y de pe- riódicos dirigidos al gran público. Esas publicaciones fueron populares entre lectores ávidos de crónicas sobre aventuras y lugares distantes y exóticos y contribuyeron a despertar los sueños de conquista en muchos al describir con detalle las ac- ciones de quienes como Walker intentaron materializarlos.23 En la década de 1840 alcanzó su punto más álgido el pro- ceso de expansión hacia el sur y el oeste de las fronteras de los Estados Unidos demarcadas al concluir la guerra de in- dependencia de Gran Bretaña en 1783. Dicho proceso había iniciado a principios del siglo XIX con la compra del terri- torio de Louisiana a Francia en 1803 que duplicó el tamaño del país e incorporó las tierras al oeste del río Mississippi. Continuó con las negociaciones con España por Florida oc- cidental y Florida oriental, con Gran Bretaña por el territo- rio de Oregon y con las tribus indias por las tierras que les habían sido reconocidas como propias durante la colonia. En virtud del tratado Guadalupe Hidalgo que puso fin a la guerra con México, Estados Unidos adquirió una vasta ex- tensión de tierras ubicadas en el suroeste entre ellos el terri- torio de California con el que completó su dominio sobre la costa del océano Pacífico. La política de expansión buscó alcanzar varios objetivos: uno de los cuales fue garantizar la abundancia de tierras que, en opinión de Thomas Jefferson, bajo cuyo gobierno se com- pró Louisiana, sería el pilar de la economía de la república próspera que se anticipaba que llegaría a ser Estados Unidos en el futuro. Según Jefferson, así se asegurarían oportuni- dades económicas ilimitadas para las nuevas generaciones. Otro de los objetivos fue el proteger intereses estratégicos 23 Ibid., p. 167. Se menciona que el Herald de Nueva York fue uno de los pio- neros en el campo de la “prensa de a centavo” que presentaba junto con las noticias nacionales e internacionales crónicas de juicios, crímenes y escán- dalos sexuales. Algunos libros dirigidos a la gente común se vendieron en 25 centavos de dólar. 18 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o eliminando la presencia de las naciones europeas en sus fronteras. También, se procuró alcanzar el objetivo de tener dominio sobre rutas comerciales y acceso a mercados extran- jeros, entre ellos los de Asia, para competir con Gran Bretaña y Francia. Los puertos del pacífico como San Francisco abrie- ron la puerta hacia los mercados del Lejano Oriente así como hacia la costa oeste del resto del continente americano, cuyo comercio también fue considerado vital.24 Para mediados del siglo XIX, innovaciones tecnológicas en Estados Unidos como la introducción de barcos de vapor que convirtieron los canales fluviales en vías comerciales con mucho movimiento; la construcción de una red de fe- rrocarriles que incorporó los mercados del este con pue- blos y ciudades en los Montes Apalaches, el telégrafo y la apertura de rutas hacia Oregon y California, facilitaron la comunicación y el traslado de personas y bienes a puntos más distantes e incentivaron la expansión territorial. Tal expansión se vio favorecida además por el descubrimiento de yacimientos de oro en California que alentaron a probar suerte tanto en sus minas como en las de Colorado. Ade- más, sucesivas oleadas de inmigrantes que arribaron a la costa este huyendo de guerras, desempleo y otras calami- dades en Europa contribuyeron al avance de la frontera al trasladarse y establecerse en las tierras recién abiertas para la colonización. Problemas como el desempleo, el déficit de viviendas, la aglomeración y la mayor demanda de servicios en las principales ciudades de la costa este de los Estados Unidos, sirvieron de argumento para justificar la necesidad de mayor posesión de territorios. La expansión hacia el oes- te se planteó como una solución al congestionamiento que estaban experimentando dichas ciudades por el aumento de la población debido al crecimiento natural y a la inmigra- ción extranjera. Asimismo, el incremento en la demanda de algodón en el mercado mundial llevó a los plantadores su- reños a ver los nuevos territorios como el sitio ideal para la 24 Ibid., pp. 126-131 y pp. 196-203. 19 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oextensión de su cultivo.25 Por todo lo anterior se consideró imperativa la extensión por todo el continente como lo pres- cribía la ideología del Destino Manifiesto. El desplazamiento de la frontera hacia el oeste y la incor- poración de nuevos territorios a la Unión fueron la vía para cumplir con el Destino Manifiesto. Se difundió la idea de que el oeste era un regalo de Dios para los estadouniden- ses cuya responsabilidad estaba en poblarlo, cultivarlo y producir no solo cosechas sino también virtud. El Destino Manifiesto partía de la premisa de que el estadounidense era un pueblo elegido. Se fundamentó en el mito religioso e histórico sobre los anglosajones que empezó a gestarse en Gran Bretaña entre los siglos XVI y XVII para legitimar el establecimiento de la Iglesia anglicana y las revoluciones políticas y que fue transplantado a las colonias de Nortea- mérica. Los puritanos que asentaron en la bahía de Massa- chussets en las primeras décadas del siglo XVII, se vieron a sí mismos como herederos de la Iglesia existente en Gran Bretaña antes de ser dominada por la católica gobernada desde Roma. La comunidad puritana aspiró a construir una “ciudad en la colina” que por su santidad fuera un ejemplo a seguir para el mundo. En el siglo XVIII la rebelión contra el dominio colonial británico se legitimó como una lucha contra la tiranía. El establecimiento de un Gobierno repu- blicano fue considerado como la recreación en América de las libertades políticas e individuales anglosajonas que habían prevalecido en Gran Bretaña durante varios siglos hasta desaparecer como consecuencia de la invasión de los normandos. De manera que, siguiendo tal argumento, los estadounidenses como descendientes de los anglosajones tenían la misión de difundir las instituciones del Gobierno libre a todos los pueblos del mundo.26 25 Ibid., pp. 241-242 y pp. 245-252. Con respecto a la inmigración se estima que entre 1845 y 1854 llegaron a Estados Unidos alrededor de 300 000 inmigrantes por año. 26 Reginal Horsman. Race and Manifest Destiny. The Origins of Racial Anglo-Saxonism. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1981, pp. 2-4 y 9-10. 20 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o II. La regeneración o el reemplazo La incorporación en la ideología del Destino Manifiesto de los postulados de las teorías raciales que permearon el pen- samiento occidental en el siglo XIX, condujo a restringir el disfrute de las instituciones libres a una minoría. Si bien con anterioridad se recurrió al argumento de la inferioridad ra- cial de los negros para justificar su esclavitud y la de los na- tivos para legitimar el despojo de sus tierras y su exterminio, al tiempo de la guerra con México el tema de la jerarquía de razas cobró mayor fuerza. En el imaginario colectivo, el oeste era un espacio vacío, pero en la realidad estaba pobla- do por nativos americanos, mexicanos, españoles, africanos y otros residentes de diversos orígenes que se interponían en la consecución del plan trazado por la Providencia para descendientes de los anglosajones. Todos los primeros eran representantes de “razas inferiores”, según las teorías seu- docientíficas en boga, y como tales no tenían la capacidad para explotar provechosamente las riquezas que poseían ni para hacer buen uso de las libertades políticas. Las “razas inferiores”, por lo tanto, estaban condenadas a ser subordi- nadas de la “superior”, la anglosajona, o a ser exterminadas. Así, los mexicanos fueron repetidamente catalogados como una “raza degenerada” por el continuo mestizaje con una raza india “inferior e incapaz” de gobernar y desarrollar los territorios que poseía. La prensa contribuyó a difundir el pensamiento racista que encontró buena recepción en am- plios sectores que lo adoptaron e interiorizaron. En Estados Unidos hacia mediados del siglo XIX, el racismo y la xeno- fobia sirvieron para desahogar los temores y resentimientos de aquellos cuyas vidas se vieron más afectadas por los cam- bios derivados de la expansión de la industria, la urbaniza- ción y la introducción de nuevos patrones culturales por el creciente número de extranjeros inmigrantes.27 Mientras los expansionistas más irracionales creían que los anglosajones en su avance hacia el progreso llegarían un día a reemplazar a los demás pueblos, otros abogaron 27 Ibid., capítulos 11 y 12. 21 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm opor aprender de la experiencia de la esclavización de los africanos impuesta por los plantadores sureños. Desde esa óptica, la total subordinación de las “razas inferiores” a la “raza superior” sería otra vía para alcanzar una sociedad libre y próspera para la última. El que la subordinación tu- viese que ejercerse mediante la imposición de un gobier- no militar y colonial hizo que la idea fuese rechazada por quienes veían en ello la ruina de Estados Unidos. Se argu- mentó que la carga fiscal de una administración colonial y la presencia de las razas inferiores terminarían destruyen- do las instituciones políticas del gobierno libre.28 III. La extensión de la esclavitud y el imperio en los trópicos La idea sobre la subordinación de las razas consideradas in- feriores tuvo partidarios, en particular en los estados del sur de los Estados Unidos, que en ese periodo se enfrascaron en una lucha política en el Congreso por el reconocimiento de su derecho a trasladarse con sus esclavos a los territo- rios del oeste. Un vacío sobre el tema de la esclavitud en la legislación que estableció los lineamientos para la incorpo- ración a la unión de los estados que se formaron después de la independencia, dio origen a un conflicto regional que dividió a los Estados Unidos y desembocó en la Guerra Civil (1861-1865). Los estados del noreste se opusieron a implan- tar la esclavitud en los nuevos territorios, principalmente, porque afectaba sus intereses económicos y políticos y no tanto porque la condenaran porque degradaba a seres hu- manos. Lo que estuvo en juego fue el equilibrio de poder en el Congreso que podría inclinarse a favor de los estados esclavistas si al crecer en número aumentaba su represen- tación. El noreste, cuya economía se basaba en la manufac- tura, el comercio y la producción agrícola para un mercado interno, y empleaba mano de obra libre, ambicionó expandir 28 Ibid., p. 230. 22 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o sus actividades productivas y mantener las políticas arance- larias que protegían su industria. Los esclavistas aspiraron a extender sus plantaciones al oeste del río Mississippi para aumentar el cultivo de algodón y de otros productos para la exportación a los mercados internacionales. Hacia mediados de la década de 1850 se fue desvaneciendo la posibilidad de implantar la esclavitud en los nuevos te- rritorios del oeste, especialmente después de que en 1854 se aprobó una ley que estableció que ese asunto debía ser decidido por votación popular. Los expansionistas entonces voltearon sus miradas hacia el sur, hacia México, Centroa- mérica y las islas del Caribe, particularmente hacia Cuba. Desde la óptica de quienes creían en la superioridad anglo- sajona, la conquista de dichos lugares sería fácil dada la in- ferioridad racial de sus habitantes y el continuo estado de inestabilidad en que vivían por las guerras civiles. El despre- cio con el que se describió a los moradores de los trópicos contrastó con los elogios que recibieron su clima, sus tierras y sus recursos. Un paraíso sin desarrollar, un verdadero jar- dín del Edén, esperaba por los anglosajones en los trópicos, que según las teorías raciales, serían los únicos capaces de apreciarlo y explotarlo con su espíritu de empresa. Las na- rraciones sobre la belleza y las riquezas de los trópicos fueron tan elogiosas que llegaron al punto de rayar en la fantasía.29 IV. Las empresas filibusteras Para los más fervientes partidarios de la expansión, el fi- libusterismo fue el camino más expedito para asegurarse la toma y el dominio de aquellos territorios con abundan- tes riquezas. En la década anterior a la Guerra Civil, el fi- libusterismo constituyó un fenómeno que alcanzó a miles de personas de diferentes orígenes sociales, económicos y 29 Robert E. May. The Southern Dream of a Caribbean Empire. Gainsville, Fl.: University Press of Florida, 2002, pp. 6-8. 23 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oregionales; hijos de ricos plantadores sureños, políticos, abogados, periodistas, médicos, capataces, jóvenes aprendi- ces, inmigrantes e indigentes de las ciudades que se unieron a los ejércitos filibusteros. El debate en torno a su legitimi- dad estuvo presente en los poderes legislativos nacionales y estatales, los gobiernos municipales y los partidos políticos. La plataforma política del Partido Demócrata dio su apoyo a William Walker en 1856. El Republicano, por el contrario, estuvo mayoritariamente en contra del filibusterismo. Tal fue la notoriedad alcanzada que varios periódicos en- viaron corresponsales para cubrir las andanzas de los fili- busteros, entre ellos el New Orleans Picayune y el New York Tribune, que informaron sobre las andanzas de William Walker en Nicaragua. Además, el filibusterismo inspiró obras de teatro, como la que se representó en 1859 en el tea- tro St. Charles de Nueva Orleans titulada “El filibustero o Aventuras en Cuba” así como piezas musicales, entre ellas The Filibuster Polka compuesta para piano, poesías y hasta anuncios publicitarios.30 Cabe resaltar que al mismo tiempo que un gran número de personas idealizaron a los filibuste- ros hubo también otras que exigieron al Gobierno el cum- plimiento más estricto de la ley de neutralidad para impedir la salida de sus expediciones. La oposición al filibusterismo, sin embargo, fue menos notoria que la de sus simpatizantes que fueron más visibles para los observadores extranjeros por su participación masiva en reuniones populares y cele- braciones. Eso contribuyó para que los foráneos se formaran la opinión de que el filibusterismo era apoyado por toda la población estadounidense cuando ese no fue el caso. El término filibusterismo se incorporó al vocabulario del estadounidense promedio entre 1850 y 1851 gracias a la prensa. No obstante, en las dos primeras décadas del si- glo XIX salieron del territorio estadounidense expedicio- nes militares que por su naturaleza y objetivos tuvieron el carácter de operaciones filibusteras. Esas expediciones 30 Robert E. May, Manifest Destiny´s Underworld, pp. 67-79. 24 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o atacaron las provincias españolas de Florida Occidental, Florida Oriental y Texas así como Canadá, provincia bri- tánica, con el propósito de anexarlas.31 Aunque la mayoría de esas empresas no fue exitosa sí establecieron un patrón que los filibusteros de mediados del siglo XIX intentaron seguir. Como primer paso, se procuró la migración de estadounidenses al territorio que se ambicionaba poseer, una vez que los inmigrantes habían alcanzado un número considerable se intentó derrocar al gobierno local, solicitar seguidamente la protección del Gobierno de los Estados Unidos y, por último, la anexión a la Unión.32 Entre 1800 y 1821 la política de expansión territorial de los presidentes Thomas Jefferson, James Madison y James Monroe, contribuyó para que las expediciones militares de particulares contra las posesiones españolas en el golfo de México fueran vistas de manera favorable en algunos cír- culos políticos que compartían sus metas.33 Sin embargo, dichas expediciones no recibieron un apoyo oficial abierto para evitar conflictos militares y diplomáticos con Espa- ña, Francia y Gran Bretaña. Desde el establecimiento del gobierno federal en 1787, Estados Unidos adoptó el prin- cipio planteado por los teóricos del derecho internacional de que los estados debían detener a aquellos que bajo su jurisdicción organizaran expediciones contra el territorio de los países con los que se estaba en paz. La constitución autorizó al Congreso a penalizar las “ofensas contra la ley de las naciones”; facultad que los legisladores aplicaron para aprobar leyes de neutralidad a partir de 1794 para re- primir las violaciones al derecho internacional, entre ellas 31 Ibid., pp. 4-5. May señala que hay varias versiones sobre el origen del término filibustero. En la versión más aceptada se atribuye el origen a la designación de los seguidores del bucanero Dominique Gourge que en su expedición partió del cabo Finibusterri o Finisterri. Otros autores afir- man que el término es una corrupción del vocablo holandés “Vriy buiter”, que derivó en el término inglés freebooter. 32 Frank Lawrence Owsley, Jr. y Gene A. Smith. Filibusters and Expansio- nists. Jeffersonian Manifest Destiny, 1800-1821. Tuscaloosa & London: University of Alabama Press, 1997, p. 9. 33 Ibid., pp. 12-15. 25 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oel filibusterismo. Ese implicó una conducta criminal y sus ataques, como era de esperarse, serían respondidos por los países invadidos, poniendo en riesgo a Estados Unidos de entrar en guerras innecesarias. Las leyes de neutralidad re- presentaron uno de los pilares de la política exterior de los Estados Unidos durante las etapas iniciales de su historia, en las cuales su capacidad militar fue inferior a la de las potencias del momento. El filibusterismo fue una empresa de gran envergadura que exigió planeamiento y demandó recursos. Las expediciones requirieron de la adquisición de armamento, municiones, uniformes, tiendas de campaña, víveres, la contratación de agentes para conseguir los soldados, el pago de anuncios para promover la empresa así como la compra o el alquiler de las embarcaciones para el traslado al lugar de destino. Una fuente de financiamiento fue la emisión de bonos y la colocación de acciones y valores entre los simpatizantes de la causa. William Walker firmó bonos de 500 dólares en 1853 de lo que llamó el “préstamo de la independencia” para una proyectada república en México. Para la expedición a Nicaragua una compañía de colonización colocó acciones por valor de 100 000 dólares y Walker ya como presidente de ese país destinó un millón de acres (cuatrocientas cuatro mil hectáreas aproximadamente) de tierras públicas como garantía para los tenedores de bonos de un préstamo por 500 000 dólares obtenido con un banco de Louisiana. Otra fuente de financiamiento fueron las contribuciones de capi- talistas, entre los que se destacaron los magnates navieros. El interés de varios de ellos por explotar la lucrativa ruta del tránsito los motivó a dar apoyo a Walker. Su proyecto de conquistar Nicaragua fue considerado como una vía para acabar con el monopolio que el Gobierno de Nicaragua había otorgado a una compañía encabezada por Cornelius Vanderbilt, magnate ferrocarrilero y naviero, para operar la ruta mientras reunía los recursos para construir un canal interoceánico.34 34 Ibid., pp. 174-180. 26 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o En lo que se refiere a la composición de los ejércitos filibus- teros, esta fue diversa. Una parte de quienes se enlistaron había combatido en la guerra con México, muchos de ellos, una vez concluida, enfrentaron dificultades para conseguir empleo y reincorporarse a la sociedad. Varios oficiales ex- perimentados, también veteranos de dicha guerra, se unie- ron como comandantes filibusteros, entre ellos Collier C. Hornsby, que sirvió con Walker en Nicaragua. El filibus- terismo atrajo igualmente a hombres que habían formado parte de bandas de ciudadanos que tomaban la ejecución de tareas policiales por su cuenta y a los que habían tenido problemas con la ley por robos, estafas y asesinatos. No fue inusual que los organizadores pidieran a los interesados en enlistarse en las expediciones que llevaran sus propias ar- mas y artículos para uso en campaña como las cobijas y que se trasladaran por sus propios medios al sitio de salida. A pesar de la promesa de un reembolso posterior por los gastos en que incurrieran, esos requisitos hicieron desistir a algunos de unirse a las expediciones filibusteras. No todos los enrolados tuvieron antecedentes de violen- cia. Los puertos de los que partieron las expediciones, Nueva York, Mobile, Nueva Orleans y San Francisco, por su condición de centros urbanos importantes y con gran actividad económica atrajeron a centenares de personas provenientes de las zonas rurales y del extranjero. Ellos, en su mayoría eran menores de veinticinco años, desem- pleados, que aceptaron sin mucho reparo las ofertas de los organizadores y se enlistaron motivados por la posibili- dad de mejorar su situación. Se contó entre ellos con los aprendices cuyo oficio entró en crisis ante la competencia que representó el surgimiento de las fábricas y los que no habían tenido éxito en las minas de oro de California. El filibusterismo les ofrecía una paga mensual, que varió se- gún la expedición, bonos y quizás hasta algún puesto en el territorio por conquistar. En el caso de la empresa de Walker en Nicaragua la oferta fue 25 a 30 dólares por mes y un bono por doscientos cincuenta acres de tierra (ciento una hectáreas aproximadamente) después de seis meses de 27 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oservicio. Los salarios ofrecidos fueron más altos para los oficiales, entre los que se contaron europeos que habían hecho una carrera militar en las revoluciones que esta- llaron en el Viejo Continente en ese periodo y aportaron su experiencia en el campo de las armas. En comparación con los inmigrantes rurales, el filibusterismo fue aún más atractivo para los inmigrantes extranjeros, quienes ade- más de sufrir discriminación en las ciudades donde se habían establecido recibían los salarios más bajos. El registro del ejército de Walker en Nicaragua ilustra el peso de la participación de extranjeros ya que de 905 solda- dos, 154 habían nacido en Europa y 9 en Canadá, las Indias Occidentales, las Indias Orientales y América Latina.35 35 Ibid., pp. 81-116. 29 Vol. 26 WILLIAM WALKER: DE PERIODISTA A FILIBUSTERO A nuestro juicio, Walker es un maniático como hay muchos, a quien le ha dado por ser el fundador de una nueva república. El furrierismo y el sansimonismo han producido en Europa al- gunos peligrosos creadores de sociedades. ¿Qué mucho extraña pues que el espíritu aventurero tenga también los suyos? Gaceta de Guatemala, 1856 Varios de sus biógrafos han señalado que las acciones y la personalidad de William Walker intrigaron tanto a sus contemporáneos que al referirse a él se sintieron casi obli- gados a describir no solo su carácter sino también sus ras- gos físicos. De Walker, se escribió que era de baja estatura y delgado. El color de sus ojos, sirvió para que sus admirado- res se refieran a él como “el predestinado de los ojos grises.” Para muchos, fue sorprendente que un hombre sin un físi- co impresionante y además tímido, reservado, callado y de comportamiento extraño tuviese la capacidad para liderar empresas filibusteras.36 Walker nació en Nashville, Tennes- see, Estados Unidos en 1824, en el seno de una familia en la que se observaron estrictamente los principios religiosos calvinistas. Su dedicación al estudio le facilitó el ingreso a la Universidad de Nashville cuando tenía apenas trece años y la mayoría de sus condiscípulos eran mayores de quin- ce. Posteriormente, optó por la carrera de medicina que cursó en la Universidad de Pennsylvania, donde obtuvo su título en 1843. Después de una temporada de viajes y estudios por Europa, regresó a Nashville a ejercer como médico, profesión que pronto encontró poco atractiva. 36 May, The Southern Dream, pp. 77-80. 30 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o Se trasladó a Nueva Orleans, donde intentó ejercer la abo- gacía que había estudiado con preceptores; sin embargo, pronto decidió cambiar nuevamente de profesión. Incur- sionó en el periodismo y llegó a ser editor y copropietario del periódico Crescent.37 De Nueva Orleans, Walker emigró a California en 1850, donde la fiebre del oro servía de imán para los que an- daban en busca de aventuras y oportunidades. En ese lugar se involucró en la actividad periodística y con el ejercicio de la abogacía que le fue útil para participar en la política. Se postuló para diputado en la legislatura estatal pero fue descalificado porque no había residido el tiempo suficiente para ser elegible, posteriormente compitió para el cargo de concejal en San Francisco. La derrota en esa elección llevó a Walker a dedicarse du- rante dos años al ejercicio del derecho en Marysville, centro minero ubicado al norte de San Francisco. En su nueva residencia mantuvo una participación activa den- tro del Partido Demócrata, en el cual fungió como de- legado en las convenciones estatales para la nominación de candidatos de esa agrupación.38 En 1853 Walker optó por dejar a un lado sus aspiraciones de ocupar un cargo de elección para dedicarse al filibusterismo. I. La búsqueda de poder Entre las principales motivaciones de Walker para incur- sionar en el campo de las expediciones de conquista se han señalado sus grandiosas fantasías de poder gestadas en sus 37 Alejandro Bolaños Geyer. William Walker: El predestinado. 3° edición. (Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2003), pp. 3-23. Las biografías de Walker destacan que en Nueva Orleans conoció a Ellen Martin una sordomuda con quien tuvo su único romance co- nocido. Según se narra, la muerte de Martin en 1849 dejó a Walker profundamente perturbado, hecho que algunos autores han asociado con su conducta posterior. 38 Ibid., pp. 25-32. 31 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oaños de permanencia en Europa en la que se dedicó al es- tudio de las obras de filósofos de la antigüedad y de la Ilus- tración, el deseo de aventuras de alguien que desde joven anduvo errante y a sus crisis personales.39 En los artículos publicados en revistas y periódicos, en su correspondencia y el libro La Guerra de Nicaragua escrito en 1860, Walker planteó su posición con respecto al tema de la expansión de los Estados Unidos, sus proyectos personales y las ideas que intentó llevar a la práctica una vez conquistados los territorios que aspiraba gobernar. En los editoriales y artículos en el periódico Crescent ex- puso sus ideas sobre la necesidad de que Estados Unidos se asegurara el dominio de las rutas de tránsito interoceáni- co. Abogó por hacer efectiva la influencia estadounidense sobre el istmo de Tehuantepec en el sur México pues opi- naba que su importancia estratégica y comercial aumenta- ría una vez que Cuba fuese adquirida por Estados Unidos. De esa manera, afirmaba Walker, se tendría el control de la vía de acceso y el instrumento para extender las influencias políticas en un país nuevo e interesante creando estados contiguos para asimilarlos y finalmente fundirlos dentro del propio sistema. Walker también expresó su deseo de que la “civilización nacida en el valle del río Mississippi la más perfecta y poderosa jamás vista en el mundo” ejercie- ra mayor influencia sobre otras regiones del hemisferio.40 Continuando con su elogio del valle del Mississippi desta- có que a la parte sur de este le tocaría formar los hábitos y opiniones del resto. Walker escribió que la influencia de Nueva Orleans sobre el occidente de la na- ción es ya perceptible y está destinada a aumentar mucho más en el futuro; y así como Atenas formó Grecia y Grecia a Europa, así esta ciudad influirá en el Oeste y por medio del Oeste en todo el Continente Americano.41 39 Ibid. 40 Ibid., p. 23. 41 Ibid. 32 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o La influencia de la idea, estrechamente vinculada con el Destino Manifiesto, de que para progresar había que avanzar hacia el oeste se puso de manifiesto en el edito- rial del Crescent del 1 de enero de 1850 que afirmaba en los últimos días ha surgido en el Oeste una conste- lación de Estados que parecen destinados a conducir al hombre hacia las máximas condiciones de libertad y civi- lización de que es capaz. Que los sabios orientales sigan a las estrellas occidentales y que las esperanzas del presente se conviertan en realidades del porvenir”.42 La profunda admiración por las instituciones estadou- nidenses pareciera haber sido un factor que impulsó a Walker a conquistar territorios contiguos y a fundar en ellos nuevos estados en los cuales instaurar dichas institu- ciones. Sin embargo, por no tratarse de territorios vacíos, los planes de Walker fracasaron por la férrea determina- ción de quienes los habitaban. Ellos lucharon valientemen- te para conservar su soberanía e independencia. II. Sonora, México: la primera incursión filibustera El rechazo del Gobierno mexicano de una solicitud para que se le otorgaran privilegios de colonización en el Estado de Sonora a cambio de protección contra los ataques de los indios apaches y yaqui, dio origen a la primera incursión fi- libustera de Walker. A fines de 1853, eludiendo a las autori- dades federales, Walker salió de San Francisco, California, con 45 hombres con destino a Baja California. Utilizando la bandera mexicana como un ardid para engañar a las au- toridades, entraron los filibusteros en La Paz, la capital, y asumieron el control después de capturar al gobernador. Seguidamente, Walker declaró a Baja California república independiente, proclamó la anexión de Sonora a esta y se 42 Ibid., p. 24. 33 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm onombró su presidente. Los esfuerzos del líder filibustero por ganar el apoyo de la población local fracasaron y se vio obligado a abandonar La Paz e iniciar la marcha hacia el norte por la costa oeste de la península de Baja Califor- nia. Las fuerzas filibusteras aumentaron a 150 durante el recorrido hacia Sonora. Sin embargo, la expedición se vio debilitada cuando las autoridades en San Francisco impi- dieron la salida de provisiones y más tropas. La carencia de alimentos y de vestido, las disputas y las deserciones así como la defensa hecha por las tropas mexicanas de su te- rritorio obligaron a Walker a huir de regreso a California. En la proclama que dirigió en noviembre de 1853 al pueblo de los Estados Unidos en relación con el establecimiento de la República de Sonora, Walker manifestó su posición en relación con los territorios que ambicionaba poseer. Es un documento que denota influencia de la declaración de inde- pendencia de los Estados Unidos de 1776 y de la de Texas de México de 1836 puesto que, al igual que esas, inicia manifes- tando la necesidad de exponer las razones de la resolución tomada. La proclama explicaba que el Gobierno mexicano hacía largo tiempo había dejado de cumplir sus deberes con la provincia de Baja California, ese territorio se encontraba aislado del resto de México, los vínculos morales y sociales se habían disuelto aún más que los físicos y sus intereses eran enteramente distintos de los de otras regiones de ese país. De manera que la independencia era necesaria para desarrollar los recursos de Baja California y darle así una organización social propia. Asimismo, el documento justifica la agresión argumen- tando que cuando los pueblos de un territorio han sido incapaces de desenvolver casi enteramente los recursos que la naturaleza ha puesto a su disposición, los intereses de la civilización exigen que otros vayan a tomar posesión de aquel territorio.43 Walker concluía su proclama afirmando 43 “Mensaje de Walker al pueblo de los Estados Unidos”, 1853. En Comi- sión de Investigación Histórica de la Campaña de 1856-57. Documentos relativos a la Guerra contra los Filibusteros. San José: Librería e Imprenta 34 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o que para el éxito de su proyecto confiaba en aquel que era el árbitro del destino de las naciones y las guiaba por el sendero de los adelantos y del progreso.44 Tras el fracaso en Baja California, Walker fue enjuiciado en San Francisco por violación de las leyes de neutralidad pero por tecnicismos legales fue absuelto. Volvió a trabajar en varios periódicos entre ellos el Democratic State Jour- nal, de Sacramento, donde tuvo a su cargo la página edi- torial y donde se involucró en la política de California al adherirse a la fracción del Partido Demócrata liderada por David Broderick.45 Sin embargo, en 1855 el surgimiento de una nueva oportunidad para poner en práctica sus idea- les de regeneración política, esta vez en Nicaragua, llevó a Walker a retomar el filibusterismo. Atenea, 1956, pp. 29-30. Para confrontar con la Declaración de Indepen- dencia de los Estados Unidos, ver Daniel J. Boorstin, comp. Compendio histórico de los Estados Unidos. Un recorrido por sus documentos funda- mentales. México: Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 67-69. Para el texto de la declaración independencia de Texas ver http://tarlton.law. utexas.edu/constitutions/text/1836dindex.html. 44 “Mensaje de Walker”, Documentos relativos a la Guerra contra los Filibus- teros, pp. 30-31. 45 Alejandro Bolaños Geyer, William Walker, p. 52. 35 Vol. 26 LA PUERTA A NICARAGUA: LA GUERRA FRATRICIDA […] se cuenta con la debilidad y falta de medios de los países a quienes se va a hostilizar, divididos en opiniones políticas que se sostienen encarnizadamente, faltos de unidad, enervados por muchos años de luchas y por el vértigo que producen las intermi- nables discusiones teóricas; se cuenta con la natural indolencia de los habitantes de las regiones tropicales; se cuenta en fin con que encontrarán hijos del propio país suficientemente incautos para dar oído a los supuestos proyectos de mejoras o bastan- temente viles para abrir las puertas a los invasores, con tal de vengarse de sus adversarios, aun cuando así preparen su propia ruina. Con todo esto cuentan los aventureros. Gaceta de Guatemala, 1855 I. La guerra civil En Nicaragua a partir de la independencia se dio un largo enfrentamiento entre el Partido Liberal, que tuvo su centro en la ciudad de León, y el Conservador, con sede en Granada; esencialmente por diferencias en torno a la participación en la federación centroameri- cana y la centralización del poder. En las elecciones de 1853 se enfrentaron Francisco Castellón, candidato libe- ral, y Fruto Chamorro, candidato conservador, y resultó elegido ese último como director supremo, nombre que recibía en ese momento el jefe de Estado en Nicaragua. A finales de 1853, el Gobierno de Chamorro procedió a detener a los principales líderes del Partido Liberal, en- tre ellos a Máximo Jerez, al tener conocimiento de que planeaban un movimiento para derrocarlo. Los deteni- dos fueron expulsados a Honduras. En ese país fueron bien recibidos por el presidente liberal, general Trinidad 36 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o Cabañas,46 y pronto se les unieron otros exiliados de su partido con el propósito de organizar un plan para re- gresar a Nicaragua y tomar el poder. La promulgación de una nueva constitución en Nicaragua a inicios de 1854 dio a los liberales una justificación para le- vantarse en armas contra el gobierno de Chamorro. La nue- va Carta declaró la República y dispuso cambiar el nombre de director supremo por el de presidente de la República, a quien otorgó amplias facultades. El periodo presidencial se amplió de dos a cuatro años. La oposición reaccionó ante la decisión de la Asamblea Constituyente de designar a Fruto Chamorro para el cargo de presidente para un periodo que se iniciaría el 1° de marzo de 1855 en lugar de convocar a elecciones. Para los liberales, esa decisión formaba parte de un plan para que Chamorro permaneciera más tiempo en el poder dado que seguiría gobernando hasta asumir el mando como presidente. Máximo Jerez se puso a la ca- beza de los exiliados liberales, quienes obtuvieron armas y dinero de Cabañas para su expedición militar. En mayo de 1854 entraron a Nicaragua por el puerto de El Realejo, se trasladaron a Chinandega donde Jerez adoptó el título de general en jefe del Ejército Democrático Protector de la Libertad. Seguidamente, lanzó una proclama en que manifestaba que su objetivo era sacar del poder a Chamo- rro puesto que lo había usurpado y restituir al pueblo sus derechos. Jerez declaró que garantizarían la vida, el honor y la propiedad de todos los habitantes pero advirtió que quienes prestaran apoyo a Chamorro serían considerados traidores a la patria y tratados conforme a las reglas de la guerra. Chamorro, por su parte, llamó a todos los ciudada- nos a enlistarse y se dirigió con una fuerza militar a León, decretó que serían considerados enemigos de la República 46 El general Cabañas había sido amigo leal de Francisco Morazán y partida- rio de sus ideas unionistas, hecho que le hizo ganar la enemistad de Rafael Carrera, presidente de Guatemala. Con ocasión de una derrota sufrida después de invadir Guatemala, Cabañas le solicitó ayuda a Chamorro, quien se la negó. Eso fue clave en el apoyo que el general hondureño dio a los liberales nicaragüenses. 37 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm olos invasores y todos aquellos que les prestaran ayuda y que serían fusilados aquellos que, habiendo sido expulsa- dos del país, se les capturara dentro de él.47 El primer enfrentamiento entre las tropas revolucionarias y las del Gobierno se produjo en una hacienda llamada El Pozo, donde estas últimas fueron derrotadas. En conse- cuencia, los liberales que se llamaban a sí mismos demo- cráticos, acordaron establecer un gobierno propio en León y nombrar a Francisco Castellón como director supremo provisorio en junio de 1854. Por otra parte, Chamorro y su ejército regresaron a Granada para reorganizarse y enfren- tar a los liberales. Los conservadores adoptaron una insig- nia cuyo lema era “Legitimidad o muerte”, por esa razón desde ese momento fueron llamados legitimistas. A partir de ese momento se desató una guerra civil. El ejército democrático al mando de Jeréz se movilizó ha- cia Granada para iniciar una intensa lucha desde trinche- ras. Los democráticos contaron con el apoyo del presidente hondureño Cabañas, que mandó siete columnas con cerca de 300 hombres cada una. Sin embargo, los hondureños no lograron inclinar la balanza de la guerra a favor de los de- mocráticos pues tuvieron muchas bajas por la intensidad con la que los legitimistas defendieron su causa y debido a un brote de fiebre amarilla. Por otra parte, Cabañas orde- nó el regreso de los soldados para enfrentar, sin éxito, una conspiración que lo derrocó y lo obligó a exiliarse. En con- secuencia, los democráticos vieron reducidas sus fuerzas.48 La habilitación de Nicaragua como vía de paso intero- ceánico por la Compañía Accesoria del Tránsito abrió la posibilidad para contratar extranjeros interesados en re- clutarse para luchar en la guerra civil a cambio de una paga y otras recompensas. El puerto de San Juan del Sur, en el Pacífico, se convirtió en uno de los sitios ideales para ir 47 Rafael Obregón Loría. Costa Rica y la guerra contra los filibusteros. Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 1991, p. 35. 48 Ibid., pp. 37-38. 38 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o en busca de refuerzos tanto para los democráticos como para los legitimistas. Allí debían permanecer durante va- rios días y a veces durante varias semanas los viajeros que hacían el recorrido de la costa oeste a la este de los Estados Unidos y viceversa, esperando la llegada de los barcos para hacer la travesía por el lago y el río. Un buen número de ellos estuvo compuesto por hombres en busca de fortuna y aventura y por lo tanto dispuestos a escuchar a aquellos que les hicieran atractivas propuestas. Las noticias de las oportunidades para emplearse como soldados en Nicara- gua llegaron hasta California, según extranjeros que rela- taron que habían viajado expresamente para enlistarse en alguno de los dos bandos políticos, los cuales engancharon hombres para sus ejércitos en el mismo lugar. Tales hechos facilitaron la puesta en práctica de un contrato firmado por el líder democrático Francisco Castellón para aumentar su fuerza militar con soldados extranjeros. Fue ese contrato el que propició la llegada de Walker a Nicaragua en 1855. II. El arribo de Walker El vínculo de Walker con Nicaragua se estableció por medio de Byron Cole con quien se había asociado en San Francisco para publicar un periódico que no tuvo el éxito esperado. Según lo relató el propio Walker en el libro La Guerra de Ni- caragua, Cole le sugirió abandonar los planes de conquista de Sonora e interesarse por Centroamérica que ofrecía “me- jores posibilidades de éxito”. Cole había realizado algunos viajes por el istmo centroamericano a raíz de haber hecho inversiones en una compañía dedicada a la explotación de yacimientos de oro en el oriente de Honduras. Las noticias del estallido de una nueva guerra civil en Nica- ragua llevaron a Cole a considerar que ese país estaba ma- duro para una intervención estadounidense que permitiría explotar sus abundantes riquezas naturales. En consecuen- cia, viajó a León para entrevistarse con Castellón y ofrecerle 39 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm opersonalmente soldados extranjeros para luchar contra los legitimistas. Cole le propuso contratar los servicios de Walker, a quien describió como uno de los más valerosos y capaces aventureros estadounidenses. El 11 de octubre de 1854 Castellón aprobó el contrato que estipulaba cómo se llevarían a Nicaragua 200 hombres para el servicio de las ar- mas, los cuales tendrían oficiales propios pero estarían todos bajo las órdenes del jefe del ejército democrático. El Gobier- no nicaragüense se comprometió a proveer la alimentación diaria de los soldados extranjeros a quienes se les pagaría al final de la campaña todo el sueldo devengado. Además, los soldados extranjeros tendrían derecho a recibir dos caballe- rías de tierra al concluir sus servicios. En el contrato se esti- puló que los reclutas extranjeros serían conocidos como la “Falange Democrática”, que deberían reconocer y obedecer al presidente de Nicaragua, siempre que no fuera de la élite granadina, y que se les consideraría como ciudadanos nica- ragüenses por haber tomado las armas. El contrato fue objetado por Walker porque contenía cláu- sulas que infringían la ley de neutralidad de Estados Unidos que prohibía la salida de expediciones militares de su terri- torio. Por esa razón, Cole debió regresar a Nicaragua para firmar un nuevo contrato que estipulaba que se enviarían colonos y no soldados.49 Una vez superados los obstáculos legales se iniciaron los preparativos para la recaudación de fondos para la expedición a Nicaragua que incluyeron la venta de terrenos concedidos por Castellón por medio de acciones de la Nicaragua Colonization Company. Walker llegó a Nicaragua en junio de 1855 a bordo del ber- gantín Vesta acompañado de 57 hombres. En el puerto de El Realejo los esperaba una comitiva enviada por el presidente Castellón para darles la bienvenida y conducirlos primero a 49 Ibid., pp. 41-42. Otros líderes democráticos habían firmado contratos si- milares: Máximo Jerez había firmado un contrato con Thomas F. Fisher para llevar 600 reclutas y Mariano Espinoza contrató con Julius De Bris- sot y C.C. Hornsby ayuda para expulsar a los legitimistas del río San Juan y asegurarse su dominio. 40 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o Chinandega, donde se quedaron los miembros de la falan- ge, y después a León, destino final de Walker. La comitiva la formaron C. W. Doubleday, soldado de fortuna estadou- nidense que servía como capitán del ejército democrático y el teniente coronel Félix Ramírez. Después de reunirse con Castellón, Walker atendiendo la petición de ese, se en- trevistó con el general Trinidad Muñoz, cuya actitud des- confiada, derivada de su desacuerdo con la contratación de extranjeros, disgustó al filibustero que, por su parte, tam- poco estaba dispuesto a ponerse bajo las órdenes de nin- gún político o militar nicaragüense. Sin embargo, mientras afianzaba su posición, Walker aceptó el nombramiento de coronel del ejército democrático. III. Las primeras acciones militares La primera tarea encargada a Walker fue la de atacar Rivas y expulsar a los legitimistas que la tenían en su poder. Esa ciu- dad era estratégica por su cercanía a la Vía del Tránsito. Para llevar a cabo esa operación, la falange filibustera fue acom- pañada por una tropa de más 100 nicaragüenses al mando del coronel Ramírez. El ataque se produjo el 29 de junio de 1855 y resultó en una derrota para los filibusteros porque los legitimistas, que habían sido alertados sobre el asalto, se ubicaron en puntos bien resguardados y estratégicos de Rivas desde donde repelieron con éxito las balas del bando contrario. Walker y sus hombres se vieron obligados a huir después de que fue atacada la casa donde habían buscado refugio. Los cronistas de la batalla relataron que la derrota en Rivas afectó profundamente a Walker, quien cayó en un estado de depresión e inactividad que obligó a Doubleday a asumir el liderazgo. Los filibusteros se marcharon de Rivas temerosos de que los legitimistas fueran tras de ellos, lo cual no ocurrió, y por eso se apresuraron a llegar a San Juan del Sur para embarcarse hacia El Realejo. 50 50 Ibid., pp. 52-54. 41 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oA finales de agosto de 1855, Walker emprendió una nue- va expedición militar hacia San Juan del Sur, con el fin de apropiarse de la ruta del tránsito. Los filibusteros perma- necieron varias semanas en el puerto sin ser atacados por las fuerzas legitimistas que lo habían dejado sin protección y se habían trasladado a Rivas. Durante el tiempo en que Walker estuvo en el puerto se combinaron varios aconte- cimientos que le abrieron el camino para asaltar Granada, el bastión legitimista y hacerse con el poder. Los demo- cráticos habían elegido presidente a Nazario Escoto para sustituir a Castellón, quien falleció durante la epidemia de cólera que azotó León en esos días. El nuevo gobierno democrático envió tropas a Managua como primer paso para marchar hacia Granada. Eso obligó a los legitimistas a movilizar sus fuerzas militares a Managua donde derrota- ron a sus enemigos. La operación dejó a Granada indefen- sa puesto que otra parte del ejército legitimista estaba en Rivas, situación que aprovechó la falange filibustera para navegar por el lago de Nicaragua desde La Virgen y entrar por sorpresa a esa ciudad en la madrugada del 13 de octu- bre de 1855. En ese momento mientras algunos huían de la ciudad, entre ellos el presidente José María Estrada y varios de sus funcionarios, otros se presentaron ante Walker para darle su adhesión, entre ellos el presbítero Agustín Vigil, cura de Granada. La caída de Granada fue celebrada con gran júbilo por el gobierno democrático en León que decretó otorgarle el grado de general a Walker.51 Walker, con el propósito de asegurar su posición, envió una propuesta a Ponciano Corral, comandante en jefe del ejér- cito de Granada, que se había trasladado de Rivas a Ma- saya, donde se encontraban refugiados un buen número de granadinos importantes. En ella le ofrecía a Corral que asumiera la presidencia y que le nombrara comandante del ejército. Ante dos negativas rotundas de Corral de colaborar con Walker, este tomó medidas drásticas y lanzó amenazas para obligarlo a aceptar. Dos incidentes que ocurrieron en 51 Ibid., pp. 58-60. 42 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o la Vía del Tránsito, y en los que resultaron heridos y muer- tos varios ciudadanos estadounidenses, fueron utilizados por Walker para tomar represalias contra granadinos dis- tinguidos entre ellos el ministro de Relaciones Exteriores, Mateo Mayorga. Walker ordenó fusilar a Mayorga como responsable moral de las consecuencias de dos enfrenta- mientos provocados por filibusteros que emplearon barcos de pasajeros para atacar el fuerte San Carlos, acción que fue repelida por los nicaragüenses. Seguidamente, Walker mandó una comunicación a Corral notificándole del fusila- miento y de que todas las familias legitimistas serían con- sideradas como rehenes y que se mandarían a pasar por las armas a todos los presos si no daba respuesta afirmativa a su propuesta. Corral aceptó acudir a la cita. IV. Tratado Walker-Corral El presidente Estrada otorgó amplios poderes a Corral para tratar con Walker en nombre del Gobierno legitimista. El jefe filibustero esperó a Corral en la entrada de Granada y desfiló a su lado hasta llegar a la plaza, lo cual permitió a los pobladores saludar al general nicaragüense en su marcha por el centro de la ciudad. El 23 de octubre de 1855 se firmó un tratado entre Walker y Corral. Entre los puntos principa- les del convenio vale la pena destacar los siguientes: 1. El cese de las hostilidades entre las fuerzas beligerantes del ejército legitimista y el democrático. 2 El nombramiento de Patricio Rivas como presidente provisorio de la República por el término de 14 meses, a menos que el presidente en consejo pleno de ministros resolviera convocar a elecciones antes de ese término para su renovación. 3. Los gobiernos que se habían instaurado durante la gue- rra civil dejarían de existir en el acto en que se notificara 43 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm oel tratado y quien quisiere continuar ejerciendo el po- der ejecutivo sería calificado como perturbador de la paz pública. 4. La declaración de un “olvido general” de todo lo suce- dido hasta ese momento por opiniones y faltas políti- cas y que nadie sería inquietado por esos motivos. 5. La reducción a 150 hombres de las fuerzas legitimistas y de las democráticas.52 El tratado estipuló en tres artículos adicionales que el ejér- cito que mandaba Corral unido al que mandaba Walker entrarían a Granada un día después de la llegada del pre- sidente provisorio. Ambos generales pasarían al templo a dar gracias por el término de la guerra. Walker sería re- conocido como general en jefe del Ejército de la Repúbli- ca con nombramiento por decreto del Gobierno. Corral entregaría el mando, el armamento y las municiones. En contradicción con la realidad, el último artículo estableció que el gran sello del Gobierno, las armas, las banderas y los estandartes así como la divisa celeste del ejército llevarían la inscripción “Nicaragua independiente”.53 Las fuerzas legitimistas fueron licenciadas a finales de octubre de 1855 por lo que el ejército del Gobierno pro- visorio quedó integrado solamente por democráticos y la Falange Americana. Los legitimistas quedaron exclui- dos del gobierno de Rivas. Ponciano Corral, por ejemplo, fue nombrado ministro de Guerra pero no tuvo ningu- na autoridad porque el poder militar estaba en manos de Walker que era comandante en jefe. Por otra parte, el líder filibustero ejerció influencia para que Parker H. French, compañero de andanzas y perseguido por los tribunales de justicia de los Estados Unidos, fuera escogido para el cargo de ministro de Hacienda. 52 Documentos relativos a la Guerra contra los Filibusteros, pp. 263-265. 53 Ibid. 44 Vol. 26 C o st a R ic a fr e n te a l fi lib u st e ri sm o Corral pronto comprendió las consecuencias del pacto fir- mado al caer en la cuenta de que el presidente Rivas solo sería un instrumento de Walker. En consecuencia, solicitó ayuda a los militares hondureños Pedro Xatruch y Santos Guardiola, quienes anteriormente habían prestado servi- cios en la causa legitimista. Las cartas dirigidas a esos mi- litares fueron interceptadas y llegaron a manos de Walker, qu