Universidad de Costa Rica Facultad de Letras Escuela de Filología, Lingüística y Literatura EL AURA DEL MIEDO (Pesadilla en seis inciertos y misteriosos actos) Tesis elaborada como memoria del Seminario de Graduación: Formas narrativas en primera persona, para optar por el grado de Licenciatura en Filología Española Melvin Campos Ocampo Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica - 2002 - A Carlos Fuentes: en arte y en vida defensor inquebrantable de la Terra Nostra. ii iii ÍNDICE PREÁMBULO (ANTES DEL VIAJE) ................................................................................................................................... 6 CAPÍTULO I • HISTORIA DE UNA HISTORIA DE TERROR ..................................................................... 8 1.1. Justificación ............................................................................................................................................... 9 1.2. Planteamiento del problema ................................................................................................................. 11 1.3. Estado de la cuestión ............................................................................................................................. 19 1.4. Hipótesis .................................................................................................................................................. 35 1.5. Marco teórico .......................................................................................................................................... 37 1.6. Procedimientos ....................................................................................................................................... 48 CAPÍTULO II • LA INCREÍBLE HISTORIA DEL JOVEN HISTORIADOR, LA VIEJA BRUJA Y SU SEXY DOPPELGÄNGER ....................................................................................... 52 2.1. La historia de terror ............................................................................................................................... 53 2.2. Tú y yo somos uno ................................................................................................................................ 59 CAPÍTULO III • DEL MIEDO Y OTROS ÁNGELES ................................................................................ 69 3.1. Terrores ancestrales ............................................................................................................................... 70 3.2. Tened temor de Dios ............................................................................................................................. 99 3.3. La maldición del doble ....................................................................................................................... 115 3.4. Al borde del abismo ............................................................................................................................ 140 CAPÍTULO IV • LA MUERTE ES SUEÑO .............................................................................................. 153 4.1. El que camina en sueños .................................................................................................................... 154 4.2. Requiescat in pace ............................................................................................................................... 170 CONCLUSIONES (¿TERMINÓ YA LA PESADILLA?) .......................................................................................................... 196 BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................................... 208 iv RESUMEN Campos Ocampo, Melvin. El aura del miedo (Pesadilla en seis inciertos y misteriosos actos). Tesis elaborada como memoria del Seminario de Graduación: Formas narrativas en primera persona, para optar por el grado de Licenciatura en Filología Española. San José, Costa Rica, 2002. 210 páginas. El texto de Carlos Fuentes Aura utiliza la narración en segunda persona como una voz alterna del personaje principal (Felipe Montero), como otra voz de él. El texto es narrado por el propio personaje, pero por una voz distinta de la voz de su consciencia. Entonces, es narrado por una voz ajena a la consciencia: una voz de la inconsciencia. Así, la narración sucede en la psique del personaje. Pero por las características semióticas de la historia, podemos considerar que no sólo la narración, sino que la historia completa, la acción total, sucede en el lugar donde acontecen los fenómenos inconscientes en el personaje. Desde este punto de vista, esta narración psíquica se convierte en una elucubración, una fantasía inconsciente del personaje. Un sueño. Por lo anterior, se plantea la siguiente hipótesis: Este sueño narrado posee una serie de metáforas (en el sentido lacaniano del término), de envolturas lingüísticas, de varios elementos que remiten a lo real lacaniano (vientre materno, doble, entre otros), por lo cual acerca lo real a lo simbólico, al lenguaje, y por ello, produce miedo en el lector. En consecuencia, este sueño se construye como un sueño de miedo, de terror. Este sueño es una pesadilla, y por lo tanto, Aura es una pesadilla. La investigación concluye, entonces, que Aura utiliza la narración en segunda persona para metaforizar una narración hecha por la voz de la inconsciencia. De manera que la narración sucede en la psique del personaje; además, para que el personaje cumpla un deseo, cual es el de violar la prohibición primordial, debe regresar al vientre materno y unirse con la madre. Para ello, el sueño recurre a varias metáforas que remiten a lo real (vientre materno, doble, bruja, muerte). A pesar de que la pulsión de vida trata de emitir advertencias sobre la vecindad de la muerte psíquica, la pulsión de muerte se impone y el sueño presenta lo ominoso ante el lector. El texto de Fuentes —como texto de terror— logra esto al poner en crisis la función estabilizadora del lenguaje, atrayendo lo real, con el fin de producir el efecto ominoso. Y como lo real es indecible, está más allá del lenguaje, de lo simbólico, el efecto ominoso se produce cuando el texto acerca lo simbólico a lo real. En consecuencia, este sueño se construye como un sueño de miedo, es una pesadilla: Aura es una pesadilla. Palabras clave: Carlos Fuentes, Aura, Ominoso, Miedo, Angustia, Terror, Bruja Literatura mexicana, Literatura latinoamericana. Director de la tesis: Dr. Jorge Chen Sham. Unidad Académica: Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, Facultad de Letras, Universidad de Costa Rica. “… sentimientos más intensos que el terror, para los cuales no hay nombre sobre la tierra.” Edgar Allan Poe. La Sombra. “… la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios.” Umberto Eco. El nombre de la rosa. “Tu cuerpo acecha tras la sombra. Tu cuerpo, laberinto eterno. Mujer: peligro y misterio.” Roby Draco Rosa. Cruzando puertas. 6 Preámbulo (Antes del viaje) En un principio, el análisis de toda emoción nos reta, pues la tradición cultural positivista —aún imperante en nuestra cultura, por increíble que parezca— nos empuja a realizar una oposición entre raciocinio y emocionalidad; entendiendo la primera como la capacidad humana de hilvanar razonamientos coherentes lógicamente (lógica cartesiana), y la segunda como la inexplicable capacidad de sentir. Esta distinción ha sido legitimada por la fisiología, aduciendo que existe una parte del cerebro que se especializa en cada cosa: el lóbulo derecho se especializa en los manejos lógicos y científicos, mientras el izquierdo se dedica a lo emotivo, artístico y sensorial. Emulando un discurso macartista: derecha e izquierda: lo racional y lo irracional. Desde este punto de vista, resulta todo un reto a esta mentalidad siquiera preguntarse por los mecanismos de funcionamiento de las emociones. Con esto claro, debemos saber que si razonamos sobre las emociones, estamos vinculando dos áreas tradicionalmente distantes. Ésa fue la principal ruptura de Freud. Y con él compartimos el deber, como intelectuales de principio de siglo, de cuestionar esos saberes imperantes, tan impregnados de vicios ideológicos de 7 coherencia. No debemos rehuir la reflexión emocional. No debemos tener miedo de preguntarnos por el miedo. (¿O tal vez de eso se trata todo: de temer al miedo?) Acá aterr(or)izamos en el texto que nos ocupa. Aura, del mexicano Carlos Fuentes, relaciona directamente al lector con una de sus emociones más primordiales: el miedo. Pánico. Terror. Miedo. Muchas son las palabras, muchos los acercamientos, muchas las definiciones y pocos los encuentros, las explicaciones. Freud mismo rodeó la respuesta a la pregunta primordial. ¿Qué es el miedo? ¿Por qué lo sentimos? ¿Qué nos induce al miedo? ¿Qué nos lo provoca? ¿Y por qué algo que aterra (entierra) a una persona, no lo hace con otra? Y reduciendo: ¿qué métodos utiliza el arte, la literatura para infundir miedo? ¿Por qué un texto determinado puede aterrar y otro no? ¿Qué dice un texto terrorífico para amedrentar, empanizar (infundir pánico) a su público? Y ahora particularizando: ¿qué mecanismos utiliza Aura para infundir su miedo en el lector? ¿Cómo funcionan estos mecanismos? ¿Por qué hacen lo que hacen? En dos palabras: ¿qué dice Aura que nos da miedo? 8 Capítulo I • Historia de una historia de terror 9 1.1. Justificación ¿Qué es el miedo? ¿De dónde proviene? ¿Por qué lo sentimos? ¿Por qué es distinto para unos y para otros? Éstas son preguntas que me han intrigado desde que la memoria me posee. Con esta inquietud latente, decidí aprovecharme de la oportunidad que el Dr. Jorge Chen me ofreció, cuando me propuso formar parte de un Seminario de Graduación sobre las formas narrativas en primera persona, enfocado en una teoría de los sentimientos. Y es que el sentimiento que más me ha interesado desde que comprendí al Amor, es justamente el miedo, el horror. Desde niño me enfrenté al espiritismo, la brujería, la alquimia y el ocultismo. De ahí pasé a la santería, el umbanda y el candomblé. Siempre siguiendo mis temores y tratando de aprender más sobre el miedo en la humanidad. Y como nada del arte me es indiferente, conocí a Edgar Allan Poe, Howard Phillip Lovecraft, Jorge Luis Borges, Joel Peter Whitkin, Hyeronimus Van Aken, Grant Morrison, Johann Wolfgang Goethe, Francisco de Goya, Doug Moench, Fernando de Felipe, Bram Stoker, Mary Shelley, Robert Louis 10 Stevenson, Lewis Carroll, Ernst Hoffmann, Umberto Eco, Alexánder Obando, Neil Gayman, Tobías Ovares. Los maestros de lo oculto y temible. Aparte de darme las herramientas para estudiar al mundo, la filología me ayudó, con los cursos de psicoanálisis de Manuel Picado, a entender mejor las manifestaciones del temor. Y este Seminario me permitió explorarlas con la rigurosidad que la vida laica (no filológica) jamás me hubiera dado. Con la guía del profesor Chen, durante este año me he dedicado a estudiar los recovecos del terror en uno de los textos, de uno de los escritores que más respeto: Carlos Fuentes. Su pensamiento me parece un modelo para todos los que somos artistas en esta, nuestra tan abusada, Latinoamérica. Aún no tengo claro si lo que busco es una respuesta a mis propios temores o una pregunta al miedo de la humanidad. No creo que este estudio me aclare algo. Sin embargo, como el psicoanálisis sugiere, para acercarse a lo ominoso es mejor hablar, escribir. Y eso es lo que pretendo hacer… 11 1.2. Planteamiento del problema Tras la primera lectura de Aura, al lector —al menos a este servidor y a unos cuantos de mis entrevistados— le queda una sensación de zozobra, de inquietud, de temor. Sin embargo, la mayoría de los estudios anteriores han coincidido en el eufemismo de llamarla “literatura fantástica”1 y en algunos casos “literatura gótica romántica”. Probablemente gracias al ínfimo valor que la Academia concede a Stephen King y a sus colegas, pocos estudiosos se han atrevido a reconocerle a Aura su principal atributo, y lo esconden en lo “fantástico”. Niegan esa zozobra, esa inquietud, ese miedo. Voluntariamente ignoran, pues, que Aura es una novela de terror. Y en el marco de una teoría de los sentimientos —principal búsqueda de este Seminario de Graduación—, es comprensible que surja la inquietud por una de las emociones más difundidas y de las que menos se quiere hablar: el miedo. 1 El psicoanálisis ha elaborado un concepto distinto para literatura fantástica, dentro del cual incluye todo texto que ponga en escena el fantasma (en este sentido es más fantasmática que fantástica), lo cual la relaciona directamente con lo ominoso. Sin embargo, esta reelaboración del concepto sigue excluyendo la literatura de terror y —por increíble que esto parezca en pleno siglo XXI— la considera un subgénero. 12 En primera instancia, sabemos que existen varios estudios semióticos acerca de los diversos elementos que aparecen en Aura: desde onomástica y cábala hasta mitologías normanda o cristiana. Refieren el asunto de la brujería, de los aquelarres, de la relación con el satanismo, con la muerte, pero ninguno se pregunta por el miedo. Todos observan esta intertextualidad con la brujería, sin preguntarse por qué produce miedo. A lo mejor asumen que lo produce, y por ello no se lo preguntan. Es a partir de este tipo de estudios que cabe incluir la arista histórica y cultural del texto y preguntarse por el papel de los símbolos en esa producción de miedo. Entenderemos símbolo como esos iconos a los que la Historia de la Cultura le ha asignado, no sentidos fijos o predeterminados, sino rastros (“trazas”, diría Derrida) de significación. Esto es, tras milenios de cultura las sociedades han interpretado los miedos primordiales del hombre de forma determinada y les han asignado significantes para designarlos. No afirmamos con esto que el miedo sea cultural (aunque bien podría serlo), sino que las culturas — tanto en Oriente como en Occidente— han tratado de interpretar los miedos psíquicos, cifrándolos en símbolos. Desde esta perspectiva, nos preguntamos por los símbolos que se presentan en Aura y por su relación con los ancestrales miedos del hombre. Dentro de los elementos culturales que tradicional e históricamente se relacionan con la producción de miedo podemos mencionar la brujería, los gatos, el acto sexual, la incertidumbre de los poderes ocultos que puede poseer la Tierra y que unos cuantos utilizan para fabricar pócimas, las plantas alucinógenas. También 13 encontramos los ritos antiguos vinculados con sacrificios de animales, ingestión de vísceras, coitos desenfrenados, “aberraciones” como la zoofilia, el incesto, el asesinato y el satanismo… Todos estos elementos que la Historia de la Cultura ha considerado como aterradores, tienen su presencia en el texto. Y viene la pregunta: ¿por qué esos símbolos atemorizan al lector? ¿Qué le dicen a la cultura, al discurso de la cultura en el sujeto? ¿Qué descubren en la ancestralidad del sujeto, para producir miedo? ¿A qué remiten esos fragmentos de cultura (simbólico, lenguaje) para asustar? ¿Qué razón psíquica, común a todos los humanos de la historia, existe para ese miedo? De este modo, nuestro primer interés es indagar en la razón por la cual la presencia de estos símbolos, de esta intertextualidad con la brujería, produce miedo. Esta pregunta por los miedos culturales, ancestrales del ser humano, nos lleva a otra relacionada con uno de los elementos más importantes en el texto: la oscuridad, el espacio encerrado. Y es que al ser el espacio de la historia tan definido, es notable el establecimiento de la dicotomía interior / exterior. Felipe, el personaje principal, deja ese exterior apenas detallado por el texto, para “penetrar” (cito textualmente) en un espacio cerrado, oscuro y húmedo. Y a través de la novela es reiterada la presencia y por ello la importancia, de este oscuro encierro. En este sentido es necesario indagar acerca del papel que juega este espacio encerrado, oscuro y húmedo en la producción del terror. ¿Qué tiene de terrorífico lo oscuro y lo encerrado? ¿Cuál es el miedo que se oculta ahí? ¿Por qué le tememos al encerramiento? ¿Y a la oscuridad? ¿Y a la humedad? 14 Pero debemos ser un poco más detallistas y notar que se trata de dos elementos distintos: oscuridad y encerramiento. Ambos factores se encuentran intrínsecamente relacionados con miedos (fobias) distintas del ser humano, y por ello consideramos que su presencia está vinculada con la producción de miedo que performa el texto. Como veremos en nuestro estudio, tanto el miedo a la oscuridad como la claustrofobia, se encuentran directamente relacionados con un miedo particular de la psique humana. Por otra parte, el estudio de los personajes nos puede revelar algunas claves para comprender las razones por las cuales el texto produce miedo en el lector. Sólo hay tres personajes: el joven historiador Felipe Montero, la anciana moribunda Consuelo viuda de Llorente, y la erótica y bella joven Aura. Sin embargo, es fundamentalmente Felipe —por ser el personaje eje de la historia— el que nos ayudará a encontrar una correlación entre la psique de él y la del lector, y tal vez podamos descubrir si el devenir psíquico del personaje produce miedo al leerlo. La pregunta clave sería: ¿Qué deseo o temor —o ambos— mueve a Felipe, primero a rehuir y luego a participar de ese enfermizo juego de atracción sexual y evasión de la muerte? Y por la correlación que mencionábamos: ¿Qué deseo o temor —o ambos— mueve al lector a participar de ese juego de muerte? Dicho de otra manera, ¿qué tienen que ver los actos, deseos y demás sentimientos del personaje con la productividad de miedo en el lector? ¿Qué ominosos aspectos de nosotros mismos nos está mostrando el texto con la sensibilidad y el accionar de los personajes? ¿Qué aberrado 15 deseo/miedo compartimos con Felipe, para sentirnos aterrorizados con él (el personaje) y por él (el deseo/miedo)? ¿Cómo influye o representa a los lectores esta trinidad del terror? Cuando nos preguntamos por el funcionamiento psíquico de los personajes, por el miedo, por lo ominoso, entramos en el terreno de la filosofía más especializada en la reflexión acerca de la psique humana: el psicoanálisis2. Dentro de las teorías psicoanalíticas existe una serie de categorías relacionadas directamente con el miedo y lo ominoso, que se encuentran presentes en el texto. Por ejemplo, el silencio —relacionado con la muerte psíquica por la falta de acceso al lenguaje, y por ello, de movilidad del deseo— se convierte casi en un protagonista, pues es él quien posibilita el discurso psíquico del personaje Felipe. Por otra parte, cuando Felipe ingresa a ese mundo oscuro debe guiarse como un ciego, lo cual pone en escena a la ceguera, que se encuentra usualmente vinculada con el miedo a la castración. La mirada cobra mayor importancia con la obsesión que siente Felipe por los ojos de Aura y de Consuelo, que recuerda la conocida obsesión ominosa de Nataniel con los ojos de la autómata Olimpia en El hombre de arena3. Además, 2 Preferiremos éste ante la psicología convencional, por considerar —por razones que no competen a este estudio— que posee una mayor rigurosidad teórica y una intención declarada de excluirse de los discursos ideológicos, aspectos de los que carece la psicología tradicional de línea jungiana. 3 Sigmund Freud dedica un apartado de su estudio sobre lo ominoso al texto de Hoffmann. En él hace una reflexión sobre la importancia que tienen los ojos en la producción del sentimiento ominoso, a raíz de una puesta en escena, de una simbolización, del miedo a la castración. En El hombre de arena, Nataniel se obsesiona con los ojos vacíos de la autómata, y se dedica a una constante observación voyerista de la muchacha/muñeca, al punto de llevarlo a un enamoramiento por ella. Pero se trata de un amor patológico, gozante: la autómata le gusta porque le aterra. 16 existe una importante presencia del doble, pues por un lado Aura se construye como doble autómata de la anciana Consuelo y, por otro, el texto es la formación y autorreconocimiento de Felipe como doble del general Llorente. Por último, la presencia de la dicotomía Eros/Thánatos pone en escena la relación de erotismo entre Aura y Felipe, tan estrechamente vinculada con la muerte de la anciana y del general. Recordemos que la razón esgrimida por Felipe para ingresar a ese lugar de muerte es la atracción erótica que siente por Aura. Esta relación Eros/Thánatos se vincula en psicoanálisis con la pulsión de muerte, esa ansia latente en el sujeto por buscar la satisfacción total del deseo, a pesar de que inconscientemente sabe que ello lo mataría psíquicamente, al anularle el deseo. A pesar de esto, el sujeto busca satisfacer su deseo, busca su propia muerte… Por otra parte, tenemos elementos que no necesariamente se han ligado con el miedo. Cabe preguntarse si tienen alguna relación con este sentimiento, aun cuando no se haya visto tradicionalmente. Entre estos destaca la aparición de la escritura y la lectura: Felipe debe leer las memorias del general Llorente para terminar de escribirlas. La intención de la vieja Consuelo es que el joven historiador —que de por sí es un escritor de historias— mediante la lectura y escritura de las memorias del general, se convierta en él. Esta consecución de hechos vincula la lectura/escritura con la ominosa y ya mencionada figura del doble. Además, entra en escena el asunto de la memoria y su completud. 17 En otro orden de ideas, es innegable que los recursos estilísticos y narrativos deben tener también su influencia e implicaciones en la producción de miedo en el lector. Pero, ¿cuál es ese papel? En primer lugar, el texto se presenta en segunda persona singular de la variante mexicana del español (“tú”), y en su mayoría narrado en presente con esporádicas apariciones del futuro4. El primer aspecto nos lleva a pensar en el papel del narrador, para lo cual hay que considerar que el “tú” al que se refiere la voz narrativa es justamente Felipe Montero, el personaje principal. Entonces surgen nuevas preguntas: ¿Quién es ese narrador? ¿Qué relación establece con el personaje? ¿Será, como proponen la mayoría de los estudios, Consuelo, desde una posición de divinidad o espíritu omnisciente y presencial? O, en una manifestación de escisión discursiva del sujeto, esquizofrenia narrativa cercana al doble, ¿será Felipe? Pero, si nos preguntamos por la persona de la narración también habrá que preguntarse por el tiempo. Como dijimos, en su mayoría el texto es narrado en presente, con algunas esporádicas apariciones del futuro. En ese nivel, se establece una simultaneidad entre la narración y la acción. Este aspecto es importante, pues se extiende a lo largo de todo el texto. ¿Qué efecto produce ese tipo de narración? La voz narrativa le describe al personaje los hechos conforme se van sucediendo. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Y por qué ese recurso está utilizado en un texto de terror? ¿Produce o ayuda a producir miedo? Y de hacerlo, ¿por qué? 4 Existen también apariciones de diferentes pretéritos y condicionales, pero en general se producen por coherencia cronológica y gramatical de la frase. 18 Además, por esporádicas que sean, tampoco podemos dejar de lado las apariciones del futuro, pues —contrario al uso del subjuntivo y diversos pretéritos que aparecen por mera coherencia cronológica y gramatical de la narración (ya se aportarán ejemplos de ello)—, el futuro aparece en momentos clave y en los cuales podría utilizarse el presente, como en el resto de la narración. Entonces, ¿por qué usar el futuro? Por otro lado, hablar en futuro es un hecho lingüístico propio del discurso del augur, del visionario. Y entonces, ¿por qué usar ese tono profético, de predicción? ¿Qué implica eso? ¿Y por qué se usa en momentos específicos? ¿Qué tienen de particular esos momentos? ¿Y qué tienen que ver con la producción del miedo? ¿Qué tiene el futuro que nos aterra? Hemos enumerado las principales inquietudes, dudas, preguntas que motivan nuestro estudio. Como hemos visto, a partir de los estudios hechos por el psicoanálisis sobre el miedo y lo ominoso, pretendemos adentrarnos en la producción que de este sentimiento realiza el texto llamado Aura. 19 1.3. Estado de la cuestión Publicada originalmente en 1962, la novela corta Aura es uno de los textos más estudiados de Carlos Fuentes, después de sus grandes novelas: La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Terra Nostra (1975). Dada la gran cantidad de estudios realizados acerca del texto, hemos delimitado el corpus de nuestro estado de la cuestión, solamente a textos relacionados con nuestro tema: el miedo, lo ominoso y el sueño. Y para seguir algún orden, hemos escogido la cronología de publicación. Cuando Aura apareció en México en 1962, extrañó bastante al mundo literario de su país, pues estaba acostumbrado a un Fuentes dedicado a la crítica política, preocupado por las luchas sociales, estudioso de la burguesía y partidario de lo marginal. La aparición de un texto fantástico, aparentemente desligado del discurso político5, desconcertó a muchos. Sin embargo, uno de los estudios más lúcidos y certeros sobre Aura 5 Esta idea es rebatida por muchos estudios, que aducen que Aura es un texto sumamente político, sólo que menos evidente y más alegórico. Pero como a nuestro estudio no le conciernen estas aristas de Aura, las dejaremos en esta nota. 20 aparece apenas en 1967. Ana María Albán de Viqueira, publica “Estudio de las fuentes de Aura de Carlos Fuentes”, en donde señala la relación tan grande que existe entre el texto de Fuentes y el texto del que sale el epígrafe de la novela: La Bruja (La Sorcière) de Jules Michelet, de 1862. Según Albán el texto de Michelet aporta absolutamente todos los elementos que Fuentes enlaza en su historia: desde la onomástica hasta algunas escenas. Pero no sólo el nombre de Aura es simbólico y está tomado de La Sorcière, sino el de Felipe, nombre invocado por las brujas durante la misa negra, y el de Saga, y el de Consuelo […] En realidad, todos los elementos mágicos están tomados de la obra de Michelet. […] La muñeca de harina es la representación de antiguos dioses […] En las hogueras del día de San Juan se quemaban gatos encadenados […] Ese mismo día se sacrificaba un macho cabrío […] Las plantas que crecen en la casona de Donceles son las plantas cultivadas por las brujas y cuya descripción aparece en la obra [de Michelet…] Todo el ritual mágico que las viudas deben seguir para lograr el retorno de su difunto esposo […] y el [filtro de amor] más eficaz es el de la confarreación: la hostia del amor.6 Así, con una gran claridad, Albán descubre el principal intertexto de Aura: Michelet. Para ella, el texto de Fuentes viene a ser una especie de puesta en escena, de ejemplificación de las situaciones, rituales y signos, expuestos por Michelet en su Sorcière. Nombres (Aura, Consuelo, Felipe), ritos (la resucitación de esposo, la consagración de la hostia sexual), sacrificios de animales (el gato, el conejo, el macho cabrío), el color verde asociado a las brujas (el vestido y los ojos de Aura), y así continúa Albán, descubriendo las coincidencias entre ambos 6 Ana María Albán de Viqueira, «Estudio de las fuentes de Aura de Carlos Fuentes», en Revista Comunidad, núm. 18, 1967). La cita está diseminada a través del texto de Albán, por lo cual, aparece levemente fragmentada. La recojo de esta manera para sintetizar su pensamiento. 21 textos. Tiene además acotaciones no tan amplias, pero igualmente esclarecedoras sobre el doble, el sueño, el deseo, el miedo. Tanto que echaremos mano de ellas durante el decurso de este estudio, por lo cual no las detallaremos ahora. En 1971, Helmy Giacoman compila y edita una serie de artículos sobre Fuentes en un enorme tomo llamado Homenaje a Carlos Fuentes. Variaciones interpretativas en torno a su obra7. En él hay varios artículos dedicados a Aura, uno de ellos, de Richard Reeve8, se focaliza en el narrador en segunda persona en Aura y en La muerte de Artemio Cruz, para verlo como una técnica narrativa de envolvimiento del lector, al acercarlo al personaje. Si bien este aspecto nos interesa, el enfoque de Reeve no nos aporta nada pues no indaga en la misma dirección que nuestro estudio. Sin embargo, ya nos ocuparemos de esto en el apartado que hemos dedicado a este rasgo particular de la novela. Nos interesa particularmente uno que explora la imagen de la bruja en los trabajos de Fuentes: de Gloria Durán, “La bruja de Carlos Fuentes”. El texto de Durán está dedicado en muy buena parte a rastrear y explicar los orígenes e implicaciones semióticas de la bruja, para concluir que Fuentes reproduce un esquema y una necesidad existentes desde tiempos antiguos en el ser humano. Su principal problema es que está enfocado desde una perspectiva “psicologista” y semiótica. Digo “psicologista” pues se basa en el concepto de 7 Helmy Giacoman (editor). Homenaje a Carlos Fuentes. Variaciones interpretativas en torno a su obra. (Madrid: Las Américas, 1971). 8 Richard Reeve, «Carlos Fuentes y el desarrollo del narrador en segunda persona: un ensayo exploratorio». Helmy Giacoman (ed.), Homenaje a Carlos Fuentes (Madrid: Las Américas, 1971). 22 Jung de inconsciente colectivo, para justificar la explicación cultural que hace del símbolo „bruja‟. De modo que se trata de una semiótica bastante rudimentaria, pues carece en general del concepto de símbolo de Eco, de cultura de Foucault o de significante paterno de Lacan9. De hecho Durán decide ignorar a Freud, por considerar que: […] para Freud el inconsciente era, ante todo, algo personal. Por tanto una investigación de una obra de arte conduce al observador de nuevo al propio artista.10 Al realizar semejante afirmación, Durán revela su desconocimiento de las teorías freudianas, pues si existe algo no particular en el psicoanálisis freudiano es justamente lo inconsciente11. Pese a sus baches teóricos, es loable la intención de buscar las raíces culturales en la bruja, la transgresión que representa y el eventual miedo que pueda producir. Hay que reconocerle también, que realiza una monografía bastante exhaustiva de los distintos estudios existentes hasta su fecha sobre la bruja y sus implicaciones culturales. Tiene un par de momentos bastante sugerentes, que veremos al llegar al apartado que explica por qué Aura es un sueño. Por ahora continuemos. Adriana García de Aldridge publica en 1975 un estudio bastante —tal vez 9 El concepto de inconsciente colectivo automáticamente excluye la propuesta de Eco de un símbolo con significado variable social y cronológicamente; rechaza la noción materialista de cultura propuesta por Foucault, y se opone al modelo lacaniano de cultura y ley, como lenguaje, como significante paterno. No voy a profundizar aquí en ninguno de los discursos ni de Eco, ni de Lacan, ni de Foucault, sino que utilizaremos lo necesario más adelante. 10 Gloria Durán, «La bruja de Carlos Fuentes», en Helmy Giacoman (ed.), Homenaje a Carlos Fuentes (Madrid: Las Américas, 1971), p. 250. 11 Sólo por citar un texto en el cual se evidencia esto: «Tótem y tabú», de Sigmund Freud. 23 demasiado— ácido en sus críticas a la crítica de Aura. Ella señala que la inmensa mayoría de los estudios sobre el texto de Fuentes, insisten en verlo como una metáfora de la historia mexicana, o como un eco —incomprensible para ella— de los Aspern Papers de Henry James. García rescata el estudio que ya revisamos de Albán sobre la fuerte relación entre Aura y La Sorcière de Michelet, el cual parece haber pasado inadvertido en el medio intelectual mexicano, lo cual para ella —y para este servidor— va de lo sorprendente a lo inaudito. Por su parte, Adriana García se dedica a profundizar aún más en la relación existente entre los textos de Fuentes y de Michelet. Ella señala varios detalles que Albán parece haber pasado por alto, por ejemplo mayores detalles onomásticos: […] el nombre «aura infernale» dado a los demonios tiranos y a las cualidades mágicas de las plantas de la consolación y la belladona.12 De ello deduce que el nombre de la novela viene de esa aura infernal, y Consuelo de esas plantas de consolación. Y señala que Felipe era el nombre con que se sustituía el de Cristo en la misa negra, el cordero sacrificial, el chivo expiatorio. Además, García demuestra que los mecanismos de construcción de muchas secuencias de acción en la novela de Fuentes, tienen como progenitor el texto de Michelet: el principio de inversión como mecanismo primordial de los ritos satánicos («tout doit se faire à rebours, exactement à l’envers de ce que le monde 12 Adriana García de Aldridge, «Fuentes y la Edad Media», en Anales de Literatura Hispanoamericana (Universidad Complutense de Madrid), vol. III, núm. 4, 1975, p. 192. 24 sacré»13), y varias historias de brujas que Michelet refiere del medioevo. Por último encuentra en el personaje Michelet un antecesor del personaje Felipe. También tomaremos de ella unas cuantas propuestas, para trabajar la idea de que todo el texto transcurre en la mente del personaje. En 1980, aparece un texto de Santiago Rojas llamado “Modalidad narrativa en Aura: Realidad y enajenación”. En él, Rojas juzga y sentencia todos los estudios anteriores sobre el texto de Fuentes. Luego, astutamente, propone que el texto transcurre en la mente del yo narrador. Sin embargo desecha la posibilidad de que ese narrador sea Felipe, sin más argumentación que: […] la frustración profesional del joven historiador «cargado de datos inútiles» y la debilidad de su carácter no alcanzan a explicar de forma convincente la causa que genera la elaboración de ese macabro mundo de locura.14 Esto es bastante arbitrario. En su lugar, dedica el resto del texto a tratar de demostrar que el yo narrador es Consuelo, argumentando que ella sí ha tenido los traumas necesarios para estar lo suficientemente loca, como para imaginar toda la historia. Desgraciadamente, esta explicación es bastante especulativa, pues busca justificar, con el historial psíquico de los personajes, cuál está lo bastante loco como para imaginar la historia. Además, Rojas asume que se necesita estar loco para imaginar una historia. Premisa ideológica sobre la que no 13 Jules Michelet. La Sorcière. París, 1862, citado por García de Aldridge, op. cit., p. 194. 14 Santiago Rojas, «Modalidad narrativa en Aura: Realidad y enajenación», en Revista Iberoamericana, vol. XLVI, núm. 112-113, julio-diciembre, 1980, p. 488. 25 es conveniente construir una elaboración teórica sobre un texto. También en 1980, Yolanda Osuna publica un libro llamado Tres ensayos de análisis literario, en el cual viene incluido un estudio sobre Aura, realizado desde una perspectiva estructuralista. Ella propone que el texto de Fuentes es una elaboración mítica en tanto encierra toda una cosmología del tiempo (dos tiempos: uno lineal de la narración y uno circular de la historia, pues todo vuelve al principio15), una búsqueda mística (Felipe reencuentra su “ser verdadero”), una génesis de un mito mexicano (problema de identidad resuelto (¿?) en Yo no soy Yo) y una motivación filosófica (resonancias metafísicas por la reencarnación y la sustitución de un real por un fantástico)16. Ahora, si bien su propuesta es interesante —aunque no tenga mucho que ver con nuestro estudio—, lo que nos interesa rescatar de sus conclusiones es que parece querer demostrar que Aura no es una novela de terror o misterio, por considerar que este tipo de textos son pueriles, irrelevantes y no valiosos: AURA es una novela perfectamente estructurada, no para producir una novela de misterio, sino una novela de sentido filosófico.17 Es notable el carácter despectivo con el que se refiere a la calificación “de misterio”. La conclusión de su trabajo sería: Una novela de misterio no es una 15 Esta propuesta la retomaremos en nuestro apartado sobre el doble (3.3. La maldición del doble), en el cual indagaremos sobre el eterno retorno (en tanto tiempo doble) y sus implicaciones ominosas. 16 Yolanda Osuna, «La memoria del pasado en Aura», en Tres ensayos de análisis literario (Mérida: Universidad de los Andes, 1980). 17 Osuna, op. cit., p. 98. Las mayúsculas son del original. 26 novela de sentido filosófico. Si bien el estudio es coherente, claro y válido, semejante prejuicio deja al lector sospechando si no habría un motivo prefigurado para realizar su lectura: demostrar que Aura (una novela del gran y serio escritor mexicano) no podía (jamás) ser una novel(it, uch)a de terror, pues éstas nunca son “buenas”, “serias” o “filosóficas”. Señalamos el texto de Osuna por representar perfectamente a la crítica que ha menospreciado la intertextualidad con Michelet y el elemento terrorífico, por considerarlos vacuos, triviales, intrascendentes o comerciales. La Revista de Estudios Hispánicos puertorriqueña publica en 1981 un artículo de Ileana Viqueira en el que la escritora realiza una interpretación semiótica de Aura, y propone que, a raíz de los símbolos presentes en el texto, la historia de Aura se constituye como un mito: Hay en Aura una aspiración mítica. Luego, la narración tiene una serie de elementos que forman los que podríamos llamar un código simbólico […] En esta historia que se hace mito en sus símbolos […]18 Viqueira recorre el texto de Fuentes señalando los símbolos y la interpretación que de ellos ha hecho la cultura: el perro, el conejo, numerología, los colores, la arquitectura de la casa (tres niveles, seis estancias), el proceso de transformación del héroe, etc. Todo para demostrar —en su opinión— que Aura se estructura de una forma mítica y se erige como un mito. Su interpretación es 18 Ileana Viqueira, «Aura: Estructura mítico-simbólica», en Revista de Estudios Hispánicos. Núm. 8, 1981, pp. 25-30. 27 coherente, interesante y válida, pero poco útil para nuestro estudio, salvo por una acotación que hace a lo incierto, a lo indefinido del ambiente. Pero de esto hablaremos en su momento. También en Puerto Rico, se publica en 1983 un texto de la filóloga Aida Ramírez, llamado La narrativa de Carlos Fuentes. Ella realiza un estudio comparativo entre Aura, Zona Sagrada y Cumpleaños, denominándolas “ejemplares”, por considerarlas ejemplos ideales de cada uno de los géneros, esquemas, movimientos, corrientes, que representan: Aura es ejemplo de la novela breve, perfectamente estructurada, novela de literatura fantástica; Zona Sagrada es modelo de la novela estructurada en la base del mito; y Cumpleaños es la novela breve, pero compleja, que se elabora sobre el laberinto filosófico, novela borgiana [sic19].20 Realiza la comparación con base en los temas, ambientes, estilo, semiótica e intertextualidad. Particularmente en relación con Aura, Ramírez revisa los temas generales que ella —y en buena medida la crítica tradicional— atribuye exclusivamente a la literatura fantástica: Tiempo, amor, muerte (enlazados para producir el imposible fantástico), identidad, doble, reencarnación, fuerzas sobrenaturales, profanación y sacralidad (mitologías fantásticas). Revisa los personajes Aura/Consuelo y comprueba que están construidos según las descripciones que recoge Michelet en su estudio, luego describe a Felipe y al 19 Borgiano es un adjetivo que remite a Borgia, no a Borges. El adjetivo correcto sería borgesiano o, a lo sumo, borgeano. 20 Aida Elsa Ramírez, La narrativa de Carlos Fuentes (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1983), p. 223, nota al pie. 28 general Llorente. En realidad, el estudio de Ramírez es bastante abarcador (busca revisar todos los aspectos de la novela), sin embargo se queda en un discurso demasiado descriptivo y muy poco analítico. Uno de los estudios más citados —y por ello de revisión obligatoria— es una comparación que, en 1984, realizó Lanin Gyurko entre Aura y Sunset Boulevard del cineasta estadounidense Billy Wilder. Él resalta en ambos textos21 la similitud entre los personajes (dos viejas destruidas añorantes del pasado, dos hombres jóvenes que evocan el recuerdo de la juventud perdida), la importancia del tiempo pasado (motivante de la acción de las viejas), y el triunfo final de las dos viejas. En términos generales la comparación resulta válida, pero Gyurko esgrime varios argumentos en relación con Aura que parecen forzados, o más bien, parecen forzar el texto de Fuentes. En primera instancia, Gyurko “decide” que la frustración de Consuelo es su imposibilidad de tener hijos22 y que le “succiona vampíricamente” la vida a Felipe para revivir ella. Estas extrapolaciones son por demás arbitrarias, pues ignora que la frustración de la anciana radica en la muerte de su esposo (ése es su motivante para atraer a Felipe), que Felipe no es destruido por la vieja sino atraído y reconquistado, y por último —y más importante— ignora a Aura, pues para él es totalmente accesoria, apenas si la menciona. De modo que su interpretación de Aura parece 21 Texto escrito y texto cinematográfico. 22 Lanin Gyurko, «Time, Myth and Fate in Fuentes‟ Aura and Wilder‟s Sunset Boulevard», en Káñina (Universidad de Costa Rica), vol. VIII, núm. 1-2, enero-diciembre, 1984, p. 147. 29 demasiado forzada para que “calce” con Sunset Boulevard. En 1988, Ana María Hernández compila una gran cantidad de ensayos sobre Fuentes, de los cuales cinco son dedicados a Aura. El primero, de Ramón Magráns, es una lectura semiótica del texto, desde la óptica de que todos los símbolos están ahí como advertencia a Felipe de que se le acerca un fatídico desenlace y él, por ser hispanoamericano, no los puede comprender: De la temática polifásica que se manifiesta en la literatura hispanoamericana, se nota la preocupación por la falta de conocimiento de los personajes y del pueblo en general, de la mitología tanto nativa como universal. […] Eximio de esta preocupación es Carlos Fuentes, quien, en su novela corta Aura (1962), expone esta ignorancia […] Vaticinan los noveladores, específicamente Fuentes, que los hispanoamericanos caen por la atractividad de la llamada manifestada y por la inhabilidad de reconocer lo llamante y sus símbolos.23 Si bien el trabajo de Magráns es exhaustivo y revelador en su interpretación onomástica, semiótica y numerológica, acerca de las señales de muerte y fatalismo (perro, liebre, oscuridad, infierno) presentes en Aura, las conclusiones a las que él llega son por demás prejuiciadas: el escritor pone ante el personaje todas las señales para advertirle del peligro que corre, pero él no las ve por ser hispanoamericano, o sea ignorante24. Otro de los estudios interesantes de la recopilación de Ana María 23 Ramón Magráns, «La llamada de la madriguera: Aura», en Ana María Hernández (comp.), Carlos Fuentes: Una visión múltiple (Madrid: Pliegos, 1988), p. 53. 24 Hay que señalar la ingenua y romántica idea de que el escritor “le da” las señales al personaje, como si ambos actuaran por cuenta propia y como si el escritor tuviera alguna injerencia en el texto final. Interpretación bonita, pero demasiado imaginaria. 30 Hernández, es uno de Malena Quiñones, en donde ella propone que todo el texto es un sueño de cumplimiento de deseo. El punto del cual discrepo es que para ella la soñante es Consuelo y el deseo es recuperar su juventud y a su esposo. El drama puede explicarse como el drama individual de una vieja y una ilusión. Consuelo idea un sustituto para la realidad que le es hostil, en donde la fantasía hace volver a su marido a la vida y su juventud eterna. Esta nueva realidad es la del sueño.25 A partir de Jung, Quiñones analiza a Consuelo como un sujeto patológico insatisfecho sexual y emocionalmente, lo cual la lleva a soñar, fantasear (para ella son sinónimos) evadiendo la realidad, para compensar esas frustraciones y traer de vuelta al marido muerto y a la juventud perdida. Si bien su estudio está bien argumentado, no comparto la idea de que sea un sueño de Consuelo. Básicamente por la narración en segunda persona, y porque el personaje de Consuelo no es tratado como „yo‟, sino como „ella‟. Por otra parte, mi interés es el sueño tortuoso y la pulsión de muerte de Felipe que lo llevan a tener esta pesadilla, no la insatisfacción de Consuelo. Los otros tres artículos de la compilación de Ana María Hernández son de un interés relativamente pequeño para nuestro estudio. El de Lourdes Rojas26 es 25 Malena Quiñones, «Aura: diáfana invitación a la fantasía», en Ana María Hernández (comp.), Carlos Fuentes: Una visión múltiple (Madrid: Pliegos, 1988), p. 65. 26 Lourdes Rojas, «En torno al epígrafe de Michelet en Aura», en Ana María Hernández (comp.), Carlos Fuentes: Una visión múltiple (Madrid: Pliegos, 1988). 31 básicamente igual al de Adriana García de Aldridge ya reseñado27, y estudia la relación entre Aura y Michelet, pero enfocado desde una perspectiva feminista, visualizando la imagen de la mujer que se construye en el texto de Fuentes: mujer poderosa, bruja, dueña del destino, mítica. El artículo de Armando Romero es más una divagación en torno a la imagen de las puertas en Aura, y su relación con una propuesta filosófica, cíclica y laberíntica del tiempo y el espacio: muy sugerente, pero poco esclarecedora, como él mismo dice: “añadir sombras a las sombras, proponer una visión que complicara más la novela”28. El último texto es de Esperanza Saludes, donde ella propone un estudio muy detallado y exhaustivo sobre el estilo de Aura para probar que el uso léxico y estilístico del texto “colabora a [sic] la creación de ese ambiente de horror y misterio que inunda la narración”29. Sus observaciones nos serán de mucha utilidad, cuando revisemos la definición del ambiente en Aura, tanto en lo terrorífico como en lo onírico. Uno de los trabajos más lúcidos y esclarecedores en cuanto a lecturas políticas de Aura se refiere, fue publicado por Blanca Merino, de la Universidad de Cambridge, en 1991. “Fantasía y realidad en Aura de Carlos Fuentes” explica cómo la novela realiza una propuesta histórica y política, al enfrentar la cultura, 27 García de Aldridge, op. cit. 28 Armando Romero, «Aura o las puertas», en Ana María Hernández (comp.), Carlos Fuentes: Una visión múltiple (Madrid: Pliegos, 1988), p. 81. 29 Esperanza Saludes, «Correspondencia entre tema y estilo Aura», en Ana María Hernández (comp.), Carlos Fuentes: Una visión múltiple (Madrid: Pliegos, 1988), p. 90. 32 el logos, Europa, con el eros, con la naturaleza, con la imaginación, con la magia, con Latinoamérica: La casa de Consuelo representa un mundo opuesto e inverso a todos los axiomas científicos e históricos por los que se ha regido Montero. No es un mundo dominado por la cultura, sino un mundo que se rige por las leyes de la naturaleza, del mito y de la imaginación. En suma un mundo inspirado y controlado por la sorcière.30 En términos generales, Merino realiza una lectura de Aura/Consuelo como mujer bruja, representación opuesta a la cultura falocrática, ícono de la marginalidad y de la exclusión, símbolo de Latinoamérica que conquista al Felipe logos, saber científico, europeo, poder, ley, significante paterno. Uno de los estudios más completos y respetuosos31 fue publicado en 1992 por la excelente revista Con-Textos de la Universidad de Medellín. Federico Medina Cano propone —como su título lo aclara— varias “Lectura de Aura de Carlos Fuentes”. En primera instancia, él propone que el texto de Fuentes se construye de acuerdo con la estética de lo romántico grotesco (según propuesto por Bajtín en su texto sobre Rabelais32), donde lo grotesco deja de ser cómico o risible para convertirse en irónico, trágico, temible, “lo ajeno al hombre”33. Así, García Cano relee el tema de la bruja desde la perspectiva de lo grotesco en el 30 Blanca Merino, «Fantasía y realidad en Aura de Carlos Fuentes», en Literatura Mexicana, vol. II, núm. 1, 1991, p. 141. 31 No pretende estar dando la “verdad”, la interpretación “perfecta”, sino que admite —como nosotros— ser una de las tantas lecturas posibles. 32 Mijaíl Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais (Madrid: Alianza, 1989). 33 Federico Medina Cano, «Lectura de Aura de Carlos Fuentes», en Con-Textos (Universidad de Medellín), vol. I, núm. 9, 1992, p. 29. 33 carnaval y, a partir de la imagen de la mujer/bruja en la Edad Media, realiza una lectura desde la historia de la cultura, donde el androcentrismo (Adán, Cristo, Jasón, Falo, Hombre, Cultura, Felipe) se subyuga ante el poder reivindicante de la mujer bruja (Lilith, Medea, Lady Macbeth, Mujer, Naturaleza, Eros, Aura, Consuelo): Como en el relato bíblico [la mujer] asume su papel de la serpiente: su belleza atrae y reduce. Su poder radica en la forma como se oculta y desoculta, en su juego de aparecer y parecer otra, de confundir y desorientar, de rodearse de la ambigüedad34. Es un ser siniestro; con su ceremonial mágico, su culto al Demonio, una fuerza opuesta al Dios padre […]35 Posteriormente, Medina realiza una revisión somera de lo siniestro36, y ahonda más en la esquizofrenia de Felipe, como patología, en tanto escisión o disociación de la personalidad; continúa con un estudio sobre la ciclicidad del tiempo y el retorno al pasado37. El texto lanza más ideas que conclusiones, pero retomaremos muchas de sus ideas, por considerarlas sumamente atinadas. Por último, en 1995 la Revista Canadiense de Estudios Hispánicos publica un estudio muy particular de Marianella Collette, desde una perspectiva eminentemente psicoanalítica. Ella propone una lectura desde Jacques Lacan y su esquema para el desarrollo psíquico del niño: la fase del espejo, lo imaginario y lo 34 Medina Cano se refiere a la ambigüedad de la bruja, pues ella contiene el principio masculino (poder, conocimiento) y el femenino (fertilidad, belleza). En ello radica su dualidad y su misterio. Ibid., p. 36. 35 Ibid., p. 37. 36 Su observación de lo siniestro se ubica más desde lo fantástico que desde el psicoanálisis, por lo cual no tomaremos sus ideas como apoyo en nuestro estudio. 37 Ibid., p. 46. 34 simbólico. Según su propuesta, Aura sigue la estructura del desarrollo psíquico lacaniano, desde que el niño (Felipe) empieza con la fase especular que se mantiene confusa apareciendo y desapareciendo hasta que, con el ingreso a lo simbólico, se establece la dialéctica del deseo. Pero existe una estructura subyacente al lenguaje que impulsa al sujeto hacia la búsqueda cíclica del objeto metonímico, del otro perdido originalmente, la madre. Esta estructura es lo semiótico materno —reminiscencia de la madre— (Aura/Consuelo) que Collette rastrea desde el psicoanálisis de Kristeva. En este orden de ideas, para ella: Carlos Fuentes inscribe la novela Aura en este código, pues en su estrategia textual encontramos esa búsqueda infinita del «otro» especular, ese interjuego cíclico entre lo imaginario o semiótico con lo simbólico.38 Como es notable, la lectura de Collette es muy interesante, original y pertinente, pero levemente ajena a nuestro estudio, por centrarse principalmente en el desarrollo del niño. A pesar de ello, retomaremos varias de sus ideas cuando veamos lo ominoso en el texto. Ya las detallaremos cuando sea el caso. 38 Marianella Collette, «La fase del espejo, lo simbólico y lo imaginario en la novela Aura, de Carlos Fuentes», en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, vol. XIX, núm. 2, invierno, 1995, p. 296. 35 1.4. Hipótesis En primera instancia, el texto de Carlos Fuentes Aura utiliza la narración en segunda persona como una voz alterna del personaje principal (Felipe Montero), como otra voz de él. El texto es narrado por el propio personaje, pero por una voz distinta de la voz de su consciencia. Entonces, es narrado por una voz ajena a la consciencia: una voz de la inconsciencia. Así, la narración sucede en la psique del personaje. Pero por las características semióticas de la historia, podemos considerar que no sólo la narración, sino que la historia completa, la acción total, sucede en el lugar donde acontecen los fenómenos inconscientes en el personaje. Desde este punto de vista, esta narración psíquica se convierte en una elucubración, una fantasía inconsciente del personaje. Un sueño. Por lo anterior, podemos plantear la siguiente hipótesis: Este sueño narrado posee una serie de metáforas (en el sentido lacaniano del término), de envolturas lingüísticas, de varios elementos que remiten a lo real lacaniano (vientre materno, doble, entre otros), por lo cual acerca lo real a lo simbólico, al lenguaje, y por ello, produce miedo en el lector. En consecuencia, 36 este sueño se construye como un sueño de miedo, de terror. Este sueño es una pesadilla, y por lo tanto, Aura es una pesadilla. 37 1.5. Marco teórico Nuestro marco teórico será una exposición general de los aspectos que más nos interesan para abordar nuestro estudio. Los conceptos particulares los iremos revisando conforme surja la necesidad de traerlos a escena. En este orden de ideas, explicaremos los elementos más fundamentales que nos van a ayudar a probar nuestra hipótesis. Nuestra búsqueda es la pesadilla, el sueño de terror. Así, las categorías teóricas que más nos interesa abordar son el miedo y el sueño. El miedo. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo descubrir lo que produce el horror? ¿Qué se oculta bajo nuestros más profundos temores? Es claro que si deseamos descubrir los mecanismos por los cuales un discurso determinado produce miedo, es necesario indagar en las formas por las cuales el miedo se produce en la psique humana. Para ello, optamos por echar mano de la filosofía más especializada en la reflexión acerca de la psique humana: el psicoanálisis. Desde Freud, el psicoanálisis se ha ocupado del miedo y lo terrorífico, y para él tiene tanta importancia que se le ha otorgado el rango de categoría teórica, con el nombre de lo ominoso, lo siniestro. El orden nos exige remitirnos 38 al texto original de Freud. Pero en este caso particular deberemos manejarlo de una forma distinta a la tradicional (tomar conceptos del texto teórico y explicarlos), pues Lo ominoso39 es más un discurso intuitivo que una exposición teórica, o al menos esa ha sido su principal lectura, muchas veces desvalorizándolo. Pese a esto, el texto freudiano da todas las claves necesarias para comprender este fenómeno. No es casual que de él salieran las elaboraciones que posteriormente se hicieron acerca de lo siniestro, ominoso, Unheimlich. En primera instancia, el texto de Freud es un estudio etimológico del término en alemán Unheimlich. Según las definiciones de diccionario que aporta Freud, lo Unheimlich es lo siniestro, ominoso, temible, aterrador, horrífico. Pero Heim significa hogar, home en inglés. De ahí que lo Heimlich sea lo hogareño, lo familiar, lo conocido, lo íntimo y por extensión, lo Unheimlich está estrechamente relacionado con lo familiar. Se trata de lo que no es familiar, lo desconocido, lo extraño. Pero la palabra en alemán no olvida su punto de partida: lo íntimo. Así, lo Unheimlich fue originalmente Heimlich, es decir lo ominoso fue conocido antes de ser extraño; lo familiar, lo íntimo se ha olvidado, modificado, retorcido, pervertido. Y retorna convertido en extraño, ominoso, Unheimlich. Néstor Braunstein lo reseña muy certeramente. […] lo Unheimlich es la negación de lo familiar, de lo hogareño. Heim, 39 Sigmund Freud, «Lo ominoso», en Obras completas, vol. XVII, 2ª ed. (Buenos Aires: Amorrortu, 1998). 39 en alemán, es el equivalente exacto de home en inglés. Así, lo Unheimlich es eso familiar que ha devenido extraño e inquietante, es lo familiar que al ser visto afuera se hace inaceptable, terrorífico […] lo familiar que ha devenido pavoroso, lo Heimlich trastrocado en Unheimlich.40 De manera que lo ominoso, siniestro, temible, primero fue conocido, familiar, íntimo. Y tras un proceso de transmutación, de trastrocamiento, de retorcimiento, de perversión, retorna irreconocible, desconocido, extraño, ajeno, temible, ominoso, Unheimlich. El uso de los adjetivos “familiar” e “íntimo” es totalmente intencional, pero más adelante revelaremos las ocultas razones para usarlos. Pero además, Freud trata el problema de forma poco convencional: cita varios ejemplos de lo ominoso y luego los ignora, enfrenta la definición de lo siniestro y luego la elude, realiza un análisis del Hombre de arena, de Ernst Hoffmann, y lo deja inconcluso. Hélène Cixous realiza una lectura muy reveladora para explicar este comportamiento evasivo de Freud. Ella propone —desde Lacan— que el Freud escritor se ve obligado a dar todos esos rodeos, por la propia naturaleza de lo ominoso. Y es que para ella es imposible hablar de lo ominoso. Lo siniestro es innombrable, indecible. El discurso terrorífico será entonces el que se acerque a eso que no puede ser dicho, que trate de decir lo indecible, que bordea el verdadero motivo de terror. Y por no poder alcanzar su objeto, este discurso se 40 Néstor Braunstein, «Nada que sea más siniestro (Unheimlich) que el hombre», en A medio siglo del Malestar en la Cultura, de Sigmund Freud, 3ª ed. (México DF: Siglo XXI, 1985), p. 195. 40 vuelve sobre sí mismo, rodea lo ominoso. Trata de acercársele, pero como no puede alcanzarlo, debe volver a empezar. Es como un hombre corriendo por el borde de un agujero sin fondo, intentando siempre acercarse más al hueco y a la vez tratando desesperadamente de no caer: […] of the Unheimlich […] we can only say that it never completely disappears… that it «re-presents» that which in solitude, silence, and darkness will (never) be presented to you [us]. Neither real41 nor fictious, «fiction» is a secretion of death, an anticipation of nonrepresentation, a doll, a hybrid body composed of language and silence that, in the movement which turns it and which it turns, invents doubles, and death.42 Así, lo Unheimlich se oculta del discurso que trata de hablar de él, está y no está, parafraseando a Derrida, es una presencia ausente, algo que el lenguaje bordea, que se le oculta. Algo que no se presenta sino que se representa, y se representa, y se representa… siempre tratando de decir lo indecible. Y esa “fiction” es el discurso que busca lo ominoso, el texto que es excretado por la muerte, por lo siniestro de la muerte (psíquica). Y trata de volver y volver y en el decurso de su discurso nacen representaciones de él (dobles, entierros falsos, cegueras, oscuridades, silencios, incertidumbres, soledades), que lo único que logran es ocultarlo más. Lo siniestro está oculto, no se puede saber qué es, sólo se puede hablar de él. Lo ominoso no es un sustantivo, sólo se le puede acercar mediante adjetivos. Lo Unheimlich es indecible, está más allá de lenguaje; es, en 41 Cixous no se refiere al real lacaniano, sino al concepto convencional, más directamente relacionado con lo referencial, lo físico. 42 Hélène Cixous, «Fiction and Its Phantoms: A reading of Freud‟s Das Unheimlich (The Uncanny)», en NLH, vol. VII, núm. 3, primavera, 1976, p. 548. 41 términos lacanianos, real. Utilizaremos el concepto de Unheimlich para estudiar tanto las posibilidades terroríficas de un signo, una escena, un texto, un mito, un sueño, tanto para un sujeto como para una cultura. Veremos hacia dónde nos lleva esa búsqueda. Ahora nos interesa hablar en sueños… perdón: de sueños. Ya sabemos lo que podría producir miedo. Ahora, para poder probar que Aura es un sueño, estudiaremos el sueño desde dos perspectivas distintas: la narratología y el psicoanálisis. Para los estudios de las técnicas narrativas, el discurso del sueño se diferencia del discurso “realista” o fidedigno a la “realidad”, fundamentalmente porque el sueño es un discurso estructurado con una lógica distinta de la lógica de la “realidad”, a la que le puede aparecer ilógico. El texto renacentista El Crotalón —estudiado por Lía Schwartz— puede arrojar una primera luz sobre los procesos de enunciación, de escritura del sueño: También finge el auctor ser sueño imitando al mesmo Luciano, que al mesmo diálogo del Gallo llama Sueño. Y házelo el auctor porque en esta su obra pretende escreuir de diuersidad de cosas y sin orden, lo qual es proprio de sueño […]43 Así, el discurso del sueño se ensambla a partir de la concepción de un mundo “real” al cual se contrapone uno cuya legislación física, lógica, discursiva, es distinta, es otra. En este sentido, lo representado por el discurso del sueño es 43 Cristóbal de Villalón, El Crotalón, citado por Lía Schwartz, «En torno a la enunciación en la sátira: Los casos de El Crotalón y Los Sueños de Quevedo», en Lexis, vol. IX, núm. 2, 1985, p. 216. 42 de otro orden, obedece a otro universo lógico y, por ende, su representación (discurso) debe corresponderse con ese otro orden. De este modo, la enunciación del sueño aparece ante la enunciación de la “realidad”, como ilógica, irreal, fantástica. No pretendo afirmar que todo lo fantástico sea un discurso onírico, pues eso no está probado, sino sólo uno de los sentidos del razonamiento: todo lo onírico aparece ante el discurso de la “realidad” como fantástico. El discurso del sueño forma parte de lo fantástico y no necesariamente a la inversa. En ese mismo estudio, Lía Schwartz muestra otra de las características del discurso del sueño, que nos serán de utilidad: En tres de las sátiras de la colección que son sueños ficcionales, el yo se organiza en el discurso como espectador de un viaje imaginario, soñado, que se halla a distancia o alejado de los personajes y situaciones que el texto despliega.44 Desde el punto de vista narratológico, en el discurso del sueño se establece una distancia entre el narrador y la acción. El soñante, aunque forma parte de la acción narrada, la enunciará desde una posición levemente alejada. Se establece así, una distancia oscilante en la narración entre la omnisciencia y el protagonismo. Una especie de mirada voyerista que a veces se mantiene alejada de la acción y a veces se integra a ella. Por otra parte, para el psicoanálisis, el sueño es una manifestación de los 44 Lía Schwartz, «En torno a la enunciación en la sátira: Los casos de El Crotalón y Los Sueños de Quevedo», en Lexis, vol. IX, núm. 2, 1985, p. 224. 43 procesos inconscientes, en tanto se estructura como un discurso que no cumple con la lógica consciente, sino con lógica de la ilogicidad, la irracionalidad, lo inconsciente. Nos interesará principalmente su función de cumplimiento de deseo: El sueño figura un cierto estado de las cosas tal como yo desearía que fuese; su contenido es, entonces, un cumplimiento de deseo, y su motivo, un deseo.45 Como apunta Freud, el objetivo fundamental de un sueño es cumplir un deseo que el yo consciente es incapaz de cumplir por sí solo. Es un mecanismo de lo inconsciente para satisfacer deseos que la cultura (ley, prohibición) ha obligado al sujeto a reprimir: deseos incestuosos, masoquistas, asesinos y todo aquello que está excluido de la ley. Pero, ¿qué clase de deseo se cumple con un sueño terrorífico? ¿Es acaso un deseo de aterrarse, de encontrarse con lo ominoso, un deseo autodestructivo? Algo por el estilo. En Más allá del principio del placer46, Freud elabora un nuevo elemento para el aparato psíquico del sujeto: la pulsión de muerte. Se trata del deseo inconsciente del sujeto de llenar la falta, de volver a poseer el objeto que le fue arrebatado con el interdicto primordial, de volver a encontrarse en el lugar donde no existe el deseo, de lograr la completud del deseo. Y como el deseo es el motor de la vida psíquica del sujeto, eliminar el deseo es equivalente a la muerte psíquica. Y justamente —ya hablando desde 45 Sigmund Freud, «La interpretación de los sueños», en Obras completas, vol. V, 2ª ed. (Buenos Aires: Amorrortu, 1998), p. 139. 46 Sigmund Freud, «Más allá del principio del placer», en Obras completas, vol. XVIII, 2ª ed. (Buenos Aires: Amorrortu, 1998). 44 Lacan— eso que podría dar al sujeto la muerte psíquica es aquello que el psicoanálisis denomina „real‟. Ése es el lugar del objeto primordial prohibido, es ahí donde se completa la falta, desaparece el deseo, con él se pierde el sujeto, y por ende se da la muerte psíquica. Para que haya deseo, debe faltar algo. Si ese algo se obtiene, desaparece el deseo y sobreviene, inexorablemente, la muerte psíquica. Así, la pulsión de muerte propone, entonces, que el hombre que corre por el borde del agujero sin fondo y desea no caer, en realidad también desea caer. La carrera oscilante entre el deseo de caer y no caer es justamente la vida psíquica subjetiva. La carrera es el movimiento del deseo y el borde del agujero es el lenguaje, lo simbólico lacaniano, mientras el agujero es lo real, la muerte psíquica. Ésas son las dos nociones básicas de las que parte nuestro estudio, sin embargo, en el transcurso del texto puntualizaremos otras que resultan importantes y que no detallamos acá por no venir a cuento (o novela corta). Conforme Aura nos lo solicite, revisaremos nuevas categorías teóricas como la relación entre Eros y Thánatos, visualizada desde el principio del placer y la pulsión de muerte freudianos, para terminar con el doble: la compulsión de repetición y el eterno retorno, su relación con el estilo narrativo del texto, el miedo a la oscuridad, la escenificación de la mirada… Seguiremos este método por coherencia expositiva, ya que si nos dedicáramos a todos estos puntos en este apartado, nuestra exposición se 45 convertiría en una enorme divagación teórica. Además, a la hora de utilizar los conceptos, tendríamos que confiar en la memoria del lector y para no esforzarla en exceso, mejor los enunciaremos cuando sea pertinente. Aura nos dirá cuándo hablar. Pero aún hay algo que debemos aclarar. Si nuestro objetivo es intentar leer un sueño, Aura, hay que ser conscientes de que vamos a abordar un texto por definición fragmentado, aparentemente ilógico, alucinante, lleno de desvaríos. Hay dos formas de enfrentar este problema: por un lado se puede seguir el devenir del texto y tratar de ir estudiando sus elementos, según lo desee y hacia donde remita el propio texto literario. Ello nos empujaría necesariamente a revisar diferentes teorías y, tal vez, a encontrar intertextualidades que podrían parecer ilógicas o alucinantes. La otra forma implicaría seguir un lineamiento teórico definido, coherente, lógico, racional, y lograr así un trabajo con un marco teórico delimitado y restringido, pero probablemente, bastante desligado de la incoherencia del texto/sueño. La decisión sobre el camino por tomar depende, en el fondo, de una cuestión ética: se debe fidelidad y respeto al texto que se va a estudiar o se los debe al marco teórico que se va a utilizar. No se puede servir a dos amos. O se respeta la ilogicidad (y con ella la diversidad, riqueza, polivalencia) del texto o se restringe éste a la coherencia del marco teórico (encerrándolo, monovalenciándolo). Yo he preferido optar por una ética hacia el texto literario 46 ante una de respeto por la rigidez de un marco teórico. No te asustés, amigo lector, no pretendo hacer un trabajo estupefaciente. Voy a tratar de encontrar una lógica en el texto/sueño; pero tengamos claro que es la lógica del texto, y no la de un marco teórico impuesto al texto. En virtud de esta posición de respeto al discurso del texto literario, debemos admitir la posibilidad de que éste —como cualquier otra voz de la literatura— llame, remita, refiera, invoque, convoque a una gran cantidad de saberes, lo cual nos llevará por un recorrido a través del psicoanálisis, el budismo, el zodíaco, la semiótica, el cristianismo, la alquimia, la brujería, la narratología, el islam, el espiritismo… En el (trans/dis)curso de este viaje intentaremos descubrir lo que nos dice el texto, sin importar lo que sea, y encontrar la relación de su discurso (o discursos) con el miedo. Ya veremos a qué puerto nos lleva47. Por último quisiera explicar que son tres líneas las que dirigen este estudio, fundamentalmente: en primera instancia está el texto literario, que ya hemos explicado. En segundo lugar, el objetivo de la investigación, mi búsqueda, que es el miedo, como se pudo ver en la hipótesis. Y por último, mi posición materialista, la cual expongo a continuación. No creo en el significado, ni en la fijación del sentido. ¿Cómo puedo dialogar con la semiótica si pienso así? Fácil, porque en mi opinión el inventario de significados que realizan, por ejemplo, Jean Chevalier y Alain Gheerbrant (al que recurriremos más adelante) lejos de 47 No estaría de más considerar este viaje discursivo, como iniciático. Todo viaje lo es y más uno que se espera desemboque en la obtención de una Licenciatura. 47 atrapar el sentido de los símbolos, más bien demuestra la diversidad de interpretaciones que un significante puede tener. Y además, si creemos con Lacan que el lenguaje, la cultura entera, es lo que estructura lo inconsciente, deberemos admitir que en todo sujeto se encuentran inscritas las interpretaciones que se han hecho, a través de los siglos, de un significante cualquiera48. Así las cosas, manos al texto. 48 Esto lo detallaremos mejor más adelante. 48 1.6. Procedimientos Para llevar a cabo un análisis lo más exhaustivo posible del texto de Fuentes, y lograr la comprobación de nuestra hipótesis, hemos decidido primero abordar las cuestiones formales del texto en el capítulo II (“La increíble historia del joven historiador, la vieja bruja y su sexy doppelgänger”). Como todo estudio debería llevar una reseña diegética del texto en cuestión, dedicaremos el primer punto (“La historia de terror”) a este menester. Posteriormente, echando mano de la narratología, el segundo segmento (“Tú y yo somos uno”) se enfocará en el estudio de la narración en segunda persona “Tú”. La búsqueda en esta parte es la demostración y explicación de que esta segunda persona, al ser un yo narrador que le habla a un yo personaje, funciona como una especie de alter ego del personaje y, por consiguiente, de una variante de la narración en primera persona49. 49 Algunos teóricos sostienen que toda narración es, por definición, en primera persona. Este hecho es incuestionable, en tanto, siempre existe un sujeto de la enunciación que es Yo. Decir, por ejemplo, “la Marquesa salió a las cinco” es el resultado de una elipsis de “yo digo que la Marquesa salió a las cinco”. No obstante, tal afirmación nos deja exactamente en el punto de partida, pues no aclara en absoluto la relación que se establece entre el sujeto de la enunciación y los sujetos del enunciado o personajes. Es, en cierto sentido, una tautología teórica. Por ello, decidimos evitar lo obvio, para ir directo al problema de las 49 Con el capítulo III (“Del miedo y otros ángeles”) nos adentraremos en el camino del miedo. Su primera sección, llamada “Terrores ancestrales”, estará dedicada a la revisión de los elementos semióticos en el texto —brujería, macho cabrío, gatos, y demás— y de la forma en que se relacionan con la producción de miedo. Trataremos de comprender por qué estos elementos han producido miedo en el ser humano desde tiempos ancestrales. Además, dentro de esta perspectiva, recordaremos una de las lecturas de Aura que interpreta a la joven doppelgänger desde la óptica espiritista, como una fantasma. Veremos, además, a la vieja Consuelo como una bruja típica y trataremos de comprender —a la luz de lo analizado acá— por qué una viejita homeópata y piloto de escobas puede aterrorizar a alguien. La segunda parte de este capítulo (“Tened temor de Dios”) analizará la presencia del elemento mítico cristiano, particularmente católico, y su relación con el miedo, puesto que se trata de una religión basada en el miedo. Esto, en tanto su mitología establece la dicotomía divino/satánico, donde ambos elementos merecen el terror humano, sea el temor de Dios o el terror del Diablo. Visualizaremos con el psicoanálisis, la analogía entre el significante Dios y el significante Padre, y sus posibilidades ominosas. Veremos lo que se esconde detrás de la Ley como prohibición, y la pulsión que subyace a la voluntad de transgredir dicha ley. Relacionaremos esto con la muerte y lo ominoso. relaciones narrativas. 50 El tercer punto (“La maldición del doble”) nos llevará ante el doble como manifestación de lo ominoso. Aquí interpretaremos a Aura como doble de la bruja Consuelo y a Felipe como doble del desaparecido general Llorente. Veremos las implicaciones de carácter terrorífico que puede tener la aparición de un doble, su relación con el estadio del espejo, con lo real y, por ello, con la muerte. Además, trataremos de vislumbrar, a la luz de la figura del doble y su relación con lo ominoso, una explicación para la presencia de un narrador doble en Aura. El cuarto y último punto de este tercer capítulo, denominado “Al borde del abismo”, nos llevará a revisar todo el entorno en el que se desarrolla el texto, lugar oscuro, húmedo e indeterminado, y su relación con la producción de miedo, esto es, con lo ominoso. En primera instancia, revisaremos las razones para temer a un lugar encerrado, oscuro y húmedo, las cuales —adelantamos— están umbilicalmente unidas con el regreso al vientre materno, lugar de satisfacción total del deseo y símbolo de la muerte psíquica. Luego nos centraremos en la relación de la ceguera con lo ominoso, como representación de la castración. Con el capítulo IV (“La muerte es sueño”) penetraremos en el área del sueño y su relación con el miedo. El primer punto (“El que camina en sueños”) estudiará las claves narrativas que se dan propiamente en la narración para considerar el texto como un sueño: el personaje (Felipe) presentado como un 51 sonámbulo, la indeterminación del entorno, salvo ciertas focalizaciones de la narración en pequeños detalles, y demás aspectos similares. La segunda parte (“Requiescat in pace”) reseñará y ahondará en los elementos que nos sirven como razones para considerar al texto como un sueño, explicaremos el texto como un sueño de cumplimiento de deseo, el deseo de regresar al vientre materno, el deseo oscuro de morir psíquicamente, la pulsión de muerte. Por otra parte, estudiaremos el deseo por AuraConsuelo como un deseo por la madre, el deseo de acceder al deseo de la madre, violar la prohibición y enfrentarse con el Padre/Dios. De modo que esto implicará un deseo por el satanismo, en tanto búsqueda de contravención de la Ley primordial y divina. Ahondará, además, en el personaje de Consuelo/Aura visto como una madresposa para el personaje principal. En este sentido, veremos cómo el texto se convierte para Felipe en un escrito (hecho por él, por lo inconsciente en él o por su doble discursivo) que permite el cumplimiento del deseo de infracción de la Ley. Consecuentemente surge el miedo al castigo, idea válida al considerar que la psique humana se rige en buena medida por la pulsión de muerte. 52 Capítulo II • La increíble historia del joven historiador, la vieja bruja y su sexy doppelgänger 53 2.1. La historia de terror Dedicaremos este apartado a realizar una reseña de la diégesis de Aura, para facilitarle al lector que no conozca el texto la ubicación en los subsecuentes análisis, y al lector que ya haya tenido oportunidad de leerlo, refrescarle la memoria y que así se pueda contextualizar para seguir nuestro estudio. Aura, del reconocido escritor mexicano Carlos Fuentes, es publicada en 1962. El texto está narrado en segunda persona de la variante mexicana del español, „tú‟, principalmente en presente con algunas esporádicas apariciones del futuro. El texto está estructurado en cinco partes ordenadas siguiendo una secuencia de números indoarábigos, del 1 al 5. Lleva un epígrafe de Jules Michelet que reza: El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación… Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer […]50 El texto empieza cuando Felipe Montero, un joven historiador que 50 Jules Michelet, citado por Carlos Fuentes. Aura, (Madrid: Alianza, 1994), p. 7. 54 imparte clases en una secundaria, toma un té en un cafetín. Lee un anuncio en que se solicita un historiador: los requisitos del anuncio coinciden exactamente con sus capacidades y gustos, y además la paga es buena. Le llama la atención, pero lo ignora por parecerle demasiado perfecto. Aborda un autobús y va a sus clases. Al día siguiente vuelve a encontrar el anuncio, que ahora ha mejorado la paga, y decide asistir. El lugar es una casa en el centro de la ciudad de México. Al llegar, observa por fuera la casa y la nota vieja, derruida y rodeada por edificios que la sumen en la oscuridad. Una mujer lo llama desde una ventana y le indica cómo entrar: por la oscuridad debe contar los pasos, escalones y demás recovecos de ingreso. Entra y por sus otros sentidos descubre un pequeño jardín de plantas que no exigen mucho sol. En un cuarto, lo recibe doña Consuelo una pequeña y misteriosa anciana de profundos ojos verdes, acostada en una gran cama blanca, y con su mascota entre las manos: una coneja. Una pared del cuarto es un gran mural de figuras religiosas. Ella lo entrevista, mide su nivel de francés y le explica el trabajo: leer las memorias del fallecido esposo de la vieja, el general Llorente, aprender el estilo e imitarlo para completarlas. Felipe duda pero se decide al conocer a Aura, la silenciosa sobrina de la anciana, que lo fascina con su belleza y particularmente sus ojos verdes. Felipe se instala en un cuarto cercano a la azotea de la casa, único punto donde entra bien la luz del sol. A la hora de cenar, baja trastabillando en la oscuridad y se decide a movilizarse como un ciego, a reconocer la casa mediante 55 sus demás sentidos. En el comedor lo recibe Aura y él oye maullidos lastimeros. Aura le dice que son los gatos que usan contra los ratones. Doña Consuelo no los acompaña. Cenan riñones en salsa de cebolla con tomates asados. Felipe recuerda que debe regresar a su casa por unos papeles, pero Aura dice que van a enviar al mayordomo. Él accede y le entrega la llave del cajón en que guarda los papeles. Ella le avisa que doña Consuelo desea verlo y se retira tímida. Al finalizar la cena, Felipe se recuesta, fuma un cigarro y sube a ver a la anciana. La encuentra arrodillada rezando frente al muro devocional y la observa. La vieja termina exhausta y él la lleva cuidadosamente a la cama. Ella le entrega la llave de un baúl, rodeado de ratas, donde hay tres paquetes de papeles. Son las memorias del general. Empezará por el paquete atado con un cordón amarillo. Una vez en su cuarto, Felipe lee las memorias del general: siglo XIX, infancia en México, estudios militares en Francia, amistad con Napoleón, y narraciones de campañas bélicas. Comprende que su trabajo es fácil. Al día siguiente se levanta y escucha los maullidos de nuevo. Con dificultad se asoma por el tragaluz de su cuarto y logra atisbar en un jardín cercano, un grupo de gatos amarrados, consumiéndose envueltos en llamas. Aura lo llama a desayunar, él la persigue pero la pierde de vista. Come solo. Luego sube a ver a la anciana para reportar su trabajo, pero ella lo esquiva y lo manda a seguir leyendo. Él se retira y lee las memorias del general, pero con poca atención, pues está distraído pensando y anotando datos sobre su proyecto personal: una historia completa de la conquista de América. En el almuerzo comen los tres: Consuelo, Aura y 56 Felipe. El mismo platillo: riñones y tomates. Él trata de calcular la edad de la anciana a partir de lo leído en las memorias del general, y se da cuenta de que debe tener más de cien. En este momento nota que Aura come casi mecánicamente, casi como imitando los movimientos de la anciana. En esto, doña Consuelo pide a Aura que la lleve arriba arguyendo que se ha cansado en demasía. Felipe debe terminar solo. Luego recorre la casa, descubre un cuarto junto al de la vieja, que debe ser el de Aura. Divaga elucubrando que Aura es una especie de prisionera de Consuelo, encariñándose cada vez más con la joven y repudiando cada vez más a la vieja. Indignado ante tal idea, decide no asistir a la cena. Al anochecer, Felipe sueña con una mano descarnada que lleva una campana mientras una voz le grita que se aleje. Ve un rostro de ojos vaciados y despierta. Una joven, en quien él reconoce a Aura, está en su cama y hacen el amor. Al separarse, ella lo nombra su esposo y lo cita en su recámara en la próxima noche. Al día siguiente la anciana lo llama, le pide que abra el baúl y extraiga el paquete de papeles atado con el cordón azul. Él se retira mientras se reprocha el no decirle a la anciana que ama a Aura. De reojo ve a Consuelo abrazando un uniforme militar. En el segundo paquete lee las referencias al momento en que el general conoció a Consuelo, de quince años. La vieja debe tener ciento nueve años. Lee de su belleza, sus ojos verdes, su amor, y el día en que la encontró torturando un gato como un sacrificio simbólico para mantener eternamente su amor y su belleza. 57 Felipe decide que Consuelo tiene a Aura retenida como parte de su locura obsesiva con la eterna juventud. Enfadado, baja a buscar a la joven y la encuentra en la cocina, como en trance, degollando un macho cabrío. Esto lo indigna aún más y decide encarar a la despótica anciana para defender a su amada Aura. Apresurado sube al cuarto de la vieja y la encuentra en la cama, como en trance, actuando como si degollara un animal de aire. Baja nuevamente a la cocina, y al reconocer la macabra coincidencia, sube espantado a ocultarse en su cuarto y se duerme. Sueña con un abismo, del que sale la anciana a gatas, se le acerca, le muestra unas encías sangrantes, luego se aleja sembrando en el vacío los dientes que saca de su delantal. Aparece Aura. Unas manos le desgarran la falda verde, ella grita y luego ríe en silencio, con los ensangrentados dientes de la vieja sobre los suyos. Las piernas rotas de Aura caen en el abismo. Felipe despierta en la noche, se lava mecánicamente y baja a comer. Sólo hay un puesto en la mesa. La comida es la misma —riñones, tomates y vino—, bajo la servilleta encuentra una muñeca de trapo desnuda, la sostiene y come mecánicamente. Al terminar sube a la cita con Aura. Espía la recámara de la vieja. Silencio. Baja al jardín oscuro, lo ilumina con un fósforo y reconoce que las plantas son alucinógenas, de las que se usan comúnmente en brujería. Sube otra vez, de nuevo revisa la alcoba de la vieja, y luego entra en la de Aura. Ella lo espera. Él la descubre mayor, ya no es la muchacha de la noche anterior. Ella lo desnuda y le lava los pies. Bailan un imaginario vals. Ella se acuclilla sobre la cama, restriega una oblea, especie de hostia, entre sus piernas y luego le ofrece la 58 mitad a Felipe. Comen. Él le jura amor eterno y hacen el amor. Al despertar, Aura está desnuda ante la cama. Camina hacia un rincón. Ahí está doña Consuelo: los ha estado observando todo el tiempo. Imitándose mutuamente, se levantan sonriendo, salen y lo dejan dormir en la cama de Aura. Al despertar presiente que la noche anterior nació su doble. Sube a su cuarto y se asea mecánicamente. Suena la campana que anuncia el desayuno. Él sale e intercepta a Aura, que anda cubierta con un velo. La interroga sobre por qué quedarse con la anciana, por qué no irse juntos. Ella lo elude y lo cita de nuevo en la noche. La vieja Consuelo sale por el día. Felipe espera a que se vaya y entra en el cuarto de la anciana. Encuentra a la coneja sobre la cama, va al baúl y saca el último puñado de papeles, de la cinta roja. Lee la frustración de Consuelo por no poder tener hijos, los experimentos con brujerías, el intento de producir un doble, su juventud encarnada. Encuentra unas fotos y reconoce en la otrora joven Consuelo a Aura, y en el general Llorente, se ve sí mismo. Angustiado, se duerme. Al despertar, en un sopor, acude al cuarto de Aura. Entra. Ella está en la cama. La oscuridad no lo deja verla. Ella le pide que se recueste a su lado. Él se acuesta, la besa, la abraza, con desenfreno le hace el amor, mientras reconoce el cuerpo endeble, flácido, vetusto de Consuelo. Y no siente repugnancia, pues la ama. Ahora él es el general Llorente. 59 2.2. Tú y yo somos uno El primer obstáculo que debemos flanquear es el narrador. Este seminario lleva por nombre Formas narrativas en primera persona y nuestro texto está narrado en segunda persona gramatical “tú”. De modo que el primer paso en nuestro estudio es demostrar que ese narrador en segunda persona es una variante del narrador en primera persona. ¿Por qué un narrador en segunda persona podría ser más bien en primera? ¿No es acaso evidente que si es en segunda persona esa fue la intención del escritor e interpretarlo como primera sería forzar el texto a calzar en nuestra lectura? Primero aceptemos que no hay nada evidente. Todo debe ser demostrado o de lo contrario se caería en afirmaciones apriorísticas y doxológicas. Segundo, es factible que ese caso podría darse y que eventualmente una interpretación así de la segunda persona podría verse como manipuladora. Sin embargo, debemos hacer notar que los estudios narratológicos acerca de las personas o voces narrativas han ya trabajado este problema, y concluyen que la segunda persona es un intermedio entre la primera y la tercera, que a veces se 60 inclina hacia un lado de la balanza, y a veces hacia el otro. De modo que no estamos aventurando ninguna manipulación del texto, ni mucho menos diciendo algo que no pueda ser demostrado. Una vez aclarado esto, demostrémoslo. En primera instancia, es necesario estudiar el uso de la segunda persona. Para ello tomamos al lingüista Emile Benveniste en su trabajo Problemas de lingüística general. Acá él realiza una profunda reflexión acerca de la naturaleza gramatical, semántica y psíquica de las personas gramaticales y de los pronombres. Acerca del aspecto psíquico en el „Tú‟ y en el „Yo‟, él plantea lo siguiente: La consciencia de sí no es posible más que si se experimenta por contraste. No empleo yo sino dirigiéndome a alguien, que será en mi alocución un tú. […] yo plantea otra persona, la que, exterior y todo a «mí», se vuelve mi eco al que digo tú y que me dice tú.51 De modo que Benveniste plantea que la existencia y el uso del „Yo‟ aparecen a partir de la necesidad psíquica de evidenciar la unicidad del sujeto, de reafirmar el concepto de independencia, de cimentar una consciencia de sí mismo. Pero además, esta autodefinición sólo se puede lograr si existe la presencia de un otro del cual „Yo‟ es distinto. Así, Benveniste —como lo hiciera Jacques Lacan con su teoría del espejo— expone que la imagen de unicidad del 51 Emile Benveniste, Problemas de lingüística general, 6ª ed. (México DF: Siglo XXI, 1976), p. 181. El resaltado es del original. 61 sujeto surge por diferencia, por comparación con un algo distinto: con „Tú‟52. Si se habla de „Yo‟ es porque necesariamente existe un „Tú‟ distinto del „Yo‟ y que es el destinatario del discurso emitido por „Yo‟. De modo que hablar de „Yo‟ implica necesariamente la presencia de un „Tú‟. Pero se debe resaltar un rasgo importante en esta propuesta: la intercambiabilidad. En el fragmento citado, Benveniste propone que el uso del “yo plantea otra persona, la que, exterior y todo a «mí», se vuelve mi eco al que digo tú y que me dice tú”. De esto se extrapola no sólo que el uso del „Yo‟ implica la existencia de un „Tú‟, sino además que el „Yo‟ se convertirá en „Tú‟ en el momento en que se invierta el flujo de discurso y el „Tú‟ se convierta en „Yo‟. O sea que si „Yo‟ implica la existencia de „Tú‟, a su vez „Tú‟ implica la existencia de „Yo‟. De este modo tenemos que la ecuación Yo => Tú, es decir, Yo implica (necesariamente la presencia de un) Tú, es susceptible de ser invertida y representarse Tú => Yo, en donde Tú implica (necesariamente la presencia de un) Yo. O sea, si se habla de „Tú‟ es porque existe un „Yo‟ que es quien habla. Así que si en Aura se habla de „Tú‟ debe existir un „Yo‟ que habla. La pregunta es: ¿Quién es este „Yo‟? Para responder a esto, hay que indagar en las propuestas de análisis que 52 Al parecer, la afirmación de Saussure acerca de que la lengua se organiza como un sistema de diferencias (afirmación que, en el Prólogo de S/Z, Roland Barthes lleva al estudio del lenguaje, y sobre la cual Jacques Derrida elabora su teoría del significante), funciona para muchos más ámbitos de los que previó el maestro lingüista. 62 realizó la narratología. José María Pozuelo en su texto Teoría del lenguaje literario, aborda el problema de las voces narrativas. Él propone que existen fundamentalmente dos posiciones que adopta el narrador: la de identificación total con un personaje, o sea que el narrador es igual a un „Yo‟; y la de separación total de cualquier personaje, que ubica al narrador respecto de los personajes como un „No Yo‟. La voz de „Yo‟ coincide con el uso de la primera persona gramatical, mientras que la de „No Yo‟ con la tercera persona. Aun cuando Pozuelo no ahonda en la segunda persona, de su esquema se puede extraer una posición acerca de este caso. Las dos posiciones extremas, teóricas (y por ello imposibles de realizarse perfectamente), son: el narrador con voz de primera persona „Yo‟, y el narrador con voz en tercera persona „No Yo‟. Extrapolamos de Pozuelo que la segunda persona oscila entre ambas posiciones. Veamos: En el «tú» como forma gramatical habríamos de encontrar parecidos problemas [a los que hay entre Homo y Heterodiégesis]. Algunos de ellos han sido realzados por las interpretaciones que Butor y Barthes dan al «vous»; es, como quiere Barthes, una apelación a la criatura, al personaje, ese tú también se convierte en un no-yo, nos encontramos otra vez con una variante de la 3ª persona. Ahora bien, si interpretamos que el «vous» es una apelación que al personaje hace su propia consciencia, su remordimiento anticipado por la comunicación de sus adulterios, se trataría de un yo, de una Homodiégesis.53 De modo que para Pozuelo, la cercanía o lejanía del „tú‟ al „Yo‟ o al „No 53 José María Pozuelo Yvancos, Teoría del lenguaje literario, 2ª ed. (Madrid: Cátedra, 1989), p. 148. El resaltado es mío. 63 Yo‟ depende fundamentalmente de la interpretación. Así, el narrador con voz en segunda persona puede dirigirse más hacia la primera o hacia la tercera según sea el caso particular de un texto determinado. El narrador de Aura ha sido objeto del mismo escollo que encuentra Pozuelo. Por un lado, se le ha identificado con la primera persona convirtiéndolo en la „consciencia de Felipe‟. Pero además existen lecturas que lo identifican con la tercera persona, afirmando que el narrador que habla a Felipe es Consuelo54. Por el momento, lo único que tenemos claro es que a quien se apela con la segunda persona es a Felipe. Lees ese anuncio […] Parece dirigido a ti, a nadie más […] Sólo falta tu nombre. Sólo falta que las letras más negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero […]55 Y sabemos que el „tú‟ puede sustituir tanto a la primera persona como a la tercera. Ahora nos corresponde demostrar que el narrador en Aura tiende hacia la primera y no hacia la tercera. En primer lugar, habría que considerar como argumento preliminar (si bien no suficiente para demostrar nuestro punto) que si el narrador fuera Consuelo debería referirse a sí misma como „yo‟. Pero esto no sucede y el narrador se refiere a la anciana en tercera persona: 54 Quienes apoyan tal posición afirman que son minoría. Pero los estudios que he recabado demuestran un empate y a veces una mayor preferencia por esta interpretación. Tal vez se declaran minoría para dar mayor peso a su posición, pues en los círculos intelectuales la disidencia moderada es muy valorada y usualmente se granjea el favor del lector, por su innovador discurso “marginal”. 55 Carlos Fuentes, Aura, (Madrid: Alianza, 1994), pp. 7-8. 64 La señora se moverá por vez primera desde que tú entraste a su recámara; al extender otra vez su mano, tú sientes esa respiración agitada a tu lado, y entre la mujer y tú se extiende otra mano que toca los dedos de la anciana.56 Como vemos, para el narrador la anciana es un „No Yo‟, una tercera persona, fenómeno que no debería ocurrir si existiera una identificación entre la instancia narrativa y el personaje. Ahora bien, otro argumento contra la consideración de que Consuelo sea el narrador se encuentra en la focalización del relato. De acuerdo con la narratología, la focalización es el nivel de conocimiento que demuestre el narrador acerca de los hechos y circunstancias narrados57. Existen varias clasificaciones sobre los distintos grados de focalización del relato (Todorov, Genette, Pozuelo, sólo por citar algunos), pero en general todos concuerdan en los conceptos y varían la nomenclatura. Existen tres distintos grados de focalización58: a. Relato no focalizado. Cuando el narrador expone más de los hechos y pensamientos de los personajes de lo que cualquiera de ellos pudiere saber. Es el narrador tradicionalmente llamado „omnisciente‟. 56 Ibid., p. 16. 57 José María Pozuelo propone un esquema bastante completo y complejo para esta clasificación, en el que incluye otros aspectos como temporalidad y espacialidad (aunque reduce los grados de conocimiento a dos). Sin embargo sólo revisaremos el conocimiento de la historia, por considerarlo suficiente para demostrar nuestro punto. 58 Pozuelo Yvancos, op. cit., p. 143. 65 b. Relato de focalización interna. Cuando el narrador no expone más de lo que sabe un determinado personaje. Es el narrador tradicionalmente llamado „protagonista‟. Puede darse el caso en que el narrador focalice alternadamente entre la perspectiva de varios personajes. c. Relato de focalización externa. Cuando el narrador no expone más que simples hechos sin acceder a los pensamientos de ninguno de los personajes. Es el relato tradicionalmente llamado „objetivo‟ de la novela negra. Si bien las nuevas teorías literarias desechan el “totalitarismo” de estas clasificaciones (pues —como sucede muy regularmente— la literatura se encarga de relativizarlas), podemos al menos considerarlas como puntos teóricos extremos que, si bien no tienen concreción pura, al menos funcionalmente ayudan a comprender la mecánica básica de la narración. De acuerdo con esta clasificación, si Consuelo fuera esa instancia narrativa, debería limitarse a expon