1 Inicio Índice Créditos Anexos 1 Inicio Índice Créditos Anexos 2 Inicio Índice Créditos Anexos 2 Créditos Autora: Patricia Sedó Masís. Estudiantes colaboradores del proyecto TCU-4876 "Rescate de las comidas y tradiciones de Costa Rica con la participación de personas adultas mayores" período 2010-2014: Jean Carlos Alemán Jiménez, Ana Isabel Alvarado Chacón, Alejandra Arrieta Alfaro, Laura Calvo Monge, Silvia Chaves Campos, Dania Delgado Rodríguez, Ignacio Hernández Murillo, Priscilla Hernández Tassara, Fabiola López Brenes, Mónica Masís Coto, Sandra Molina Chacón, Susy Mora Morales, Diana Portilla Ulate, Patricia Quirós Rodríguez, Marcela Ríos Alfaro, Luis Diego Rojas Vargas, Cristina Rojas Villalobos, Katherine Serrano Valverde, Ericka Solano Brizuela, Sheraly Vargas Naranjo de las carreras de Archivística, Comunicación Colectiva, Diseño Gráfico, Enseñanza de los Estudios Sociales, Historia del Arte, Nutrición, Sociología y Trabajo Social Revisión preliminar del documento: M Sc. Francisco Enríquez Solano, Historiador. Portada: Geaninna Sánchez Chacón. Ilustraciones: Geannina Sánchez Chacón, Alejandra Arrieta Alfaro. Diagramación y artes finales: Geaninna Sánchez Chacón Documento aprobado por la Comisión Editorial de la Escuela de Nutrición, setiembre 2014. Agradecimientos: Esta publicación fue posible con el apoyo de la Vicerrectoría de Acción Social y la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica, 2014. Documento producido como parte del proyecto de investigación EC-317 “El turno como vivencia colectiva y expresión gastronómica y cultural en las comunidades costarricenses del valle central de Costa Rica” inscrito en la Sección de Extensión Cultural de la Vicerrectoría de Acción Social. 394.265.097.286 S449t Sedó Masís, Patricia Eugenia El turno : Un acercamiento a este espacio festivo y de expresión cultural y gastronómica en comunidades de Valle Central de Costa Rica / Patricia Sedó Masís.– [San José, C.R.] : Vicerrectoría de Acción Social, Escuela de Nutrición, 2015 244 p. : il. col. Autora tomada del reverso de la portada ISBN 978-9968-572-17-0 1. FESTIVIDADES RELIGIOSAS – COSTA RICA. 2. MANIFESTACIONES CULTURALES - COSTA RICA. 3. COSTA RICA – VIDA SOCIAL Y COSTUMBRES. 4. COCINA COSTARRICENSE I. Título. CIP/2779 CC/SIBDI, UCR 3 Inicio Índice Créditos Anexos 3 Inicio Índice Créditos Índice INTRODUCCIÓN CAPITULO I. LA FIESTA COMO ESPACIO SOCIAL Y CULTURAL. 8 1. La fiesta: ruptura con lo individual y lo cotidiano. 14 2. La fiesta: identidad cultural y rituales 31 3. Las fiestas comunitarias: antes y después de la Conquista. 38 4. El asentamiento de las fiestas patronales y las Cofradías. 49 5. La fiesta: la apropiación de espacios y tiempos. 57 CAPITULO II DESCRIPCIÓN DE ELEMENTOS PROPIOS DEL ESPACIO FESTIVO POPULAR 74 1. Las fiestas patronales: olor a tradición y devoción popular. 86 1.1. La peregrinación con la imagen del santo. 92 1.2 La celebración de la novena 97 1.3 La Entrada de los Santos, una visita simbólica a la parroquia 99 1.4 La serenata al santo patrono 101 1.5 La Eucaristía solemne dedicada al santo patrono 101 4 Inicio Índice Créditos Anexos 4 Inicio Índice Créditos 1.6 La repartición del pan bendito 103 1.7 Las procesiones, peregrinación y devoción 104 1.8 La Pasada y bendiciones 106 1.9 Las celebraciones caseras en honor al santo 108 1.10 La programación de actividades religiosas, su evolución en el tiempo. 109 2.Las fiestas cívicas, ferias y similares. 111 CAPITULO III. LA ORGANIZACIÓN DE LOS TURNOS: COMPROMISO SOCIAL Y PARTICIPACIÓN 1. La integración de una comisión de fiestas. 117 2. Un programa variado de actividades para la fiesta 120 2.1 Mascaradas, carruseles, rifas, juegos y más… 127 2.2. Toros y caballos, corridas y topes 149 2.3 Carretas y bueyes, esencia de pueblo 158 3. La elección del lugar para la fiesta 159 4. El trabajo voluntario es la base 160 5. Donación de recursos para el arranque de la fiesta 162 6. El trabajo después de culminar las fiestas 165 5 Inicio Índice Créditos Anexos 5 Inicio Índice Créditos CAPITULO IV. LA COCINA DEL TURNO, AMALGAMA DE SABORES Y TRADICIÓN CULINARIA 169 1. El espacio de la cocina en el turno 173 2. La jefa de cocina: un liderazgo reconocido 177 3. La organización en la cocina del turno 179 4. Las comidas y bebidas del turno. 190 5. El comedor del turno 196 6. El cierre de la cocina 197 REFLEXIONES FINALES 205 BIBILIOGRAFÍA 207 GLOSARIO 214 ANEXOS 225 ANEXO 1 226 ANEXO 2 235 ANEXO 3 241 6 Inicio Índice Créditos Anexos El turno, tal como se define la fiesta popular en Costa Rica, se caracteriza por ser un espacio comunitario que propicia la participación, convivencia social, expresión cultural y gastronómica. En el mismo se promueve la identidad local, regional y nacional, se fortalece el sentido de pertenencia que tienen las personas con las costumbres y tradiciones, y se contrapone con la globalización que ha desdibujado las fronteras y ha impactado de múltiples formas a la sociedad costarricense. Reconociendo que este espacio colectivo tiene un gran simbolismo social, y que la comida es un eje central de la celebración colectiva, surgió el interés por realizar el presente estudio mediante el cual se propuso caracterizar las fiestas populares que se realizan en varias comunidades del Valle Central del país. Para el desarrollo de la presente investigación, se llevó a cabo una revisión documental sobre el tema, tomando como base varios estudios desarrollados en Iberoamérica con enfoque sociológico, antropológico y de psicología de la cultura, sobre el sentido de la fiesta popular para las colectividades. De la misma forma, se describen las principales actividades asociadas a la fiesta popular, incluyendo el significado de la “comida turnera” o preparación y consumo de alimentos en el contexto festivo popular costarricense, la cual forma parte del patrimonio cultural intangible de los pueblos. La información se complementó con observaciones de campo, el monitoreo de la publicación de fiestas en prensa escrita nacional, redes sociales y programas televisivos durante el período 2010-2013. Para las visitas de campo, se seleccionaron diez comunidades durante la celebración de sus fiestas, con la finalidad de observar la dinámica de organización, y tener la posibilidad de obtener información directa respecto a los elementos presentes en el campo ferial, entre ellos la cocina. Además, se contó con la participación voluntaria de 80 informantes que residieron o actualmente residen en diferentes pueblos del Valle Central, entre ellos: Acosta, Barva de Heredia, Cartago centro, Escazú, Palmares, Puriscal, Frailes, Santa María de Dota, San Mateo Alajuela, San Ramón de Alajuela y Zarcero. La edad de los informantes osciló entre los 25 y 87 años de edad, con una predominancia de personas mayores de 50 años. INTRODUCCIÓN Las fiestas populares, como té- rmino englobante, se caracteri- zan por la participación colecti- va en donde creencias, valores, sabores, sentires y placeres nu- tren la memoria comunitaria y la historia local en un ritmo festivo. De ahí la importancia de su estudio, promoción y con- servación, al considerarse pat- rimonio intangible de los pueb- los, según la Convención para la salvaguarda del patrimonio mundial inmaterial adoptada por la Conferencia General de la UNESCO en el 2003 (Labo- ratorio de Industrias Culturales de Argentina, 2009). 7 Inicio Índice Créditos Anexos Durante el proceso de investigación, también se contó con la colaboración de estudiantes participantes en el proyecto de Trabajo Comunal Universitario TCU-486, denominado “Rescate de las comidas y tradiciones de Costa Rica con la participación de las personas adultas mayores”. Su contribución consistió en visitar algunos campos feriales y observar la dinámica de organización, así como la toma de fotografías de actividades sobresalientes en algunos turnos y ferias. Para efectos del presente documento, en primera instancia se presenta la información referente a la definición de la fiesta en sus dimensiones más relevantes. Posteriormente, se hace una descripción de las principales actividades que se enmarcan dentro de este tipo de celebraciones en el Valle Central de Costa Rica, incluyendo una detallada descripción del espacio de la programación de las actividades y la cocina. Campo ferial en las Fiestas Patronales organizadas en El Roble de Alajuela, 2013. Fotografía de Geaninna Sánchez Chacón. 8 Inicio Índice Créditos Anexos En el siguiente apartado se presenta una descripción general de la fiesta como espacio de manifestación socio cultural, donde las colectividades encuentran una ruptura entre lo individual y cotidiano, y se introducen a la fiesta colectiva. Se presenta una diferenciación entre las formas de celebración, el asentamiento de las fiestas patronales, y el papel de las Cofradías en la promoción y organización de las actividades festivas en los pueblos de antaño. En Costa Rica, la esencia de las fiestas, principalmente las que tienen un vínculo religioso, conserva muchos de los rasgos característicos que datan desde el siglo XIX, tal como lo describen en sus investigaciones Enríquez (2004) y Fumero (1996). La primera Diócesis a la cual se unió Costa Rica fue la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica, con sede en León Nicaragua. La misma fue erigida con el aval del Papa Clemente VII en 1531, y era sufragánea de la Diócesis Metropolitana de Sevilla. Algunos autores señalan que teóricamente esta Diócesis pertenecía a Lima, pero por cercanía mantenía una estrecha relación con México y Guatemala (Velásquez, 2004). El primer Obispo nombrado para asumir la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica fue el español Francisco de Mendavia, quien ejerció solamente durante el año 1540. El Obispo responsable de la Diócesis tenía dentro de sus potestades el control de las actividades que competían a las parroquias adscritas a la misma, las cuales estaban a cargo de un grupo de sacerdotes y religiosos. Después de los obispos, los sacerdotes eran los encargados de dirigir el culto en la Diócesis y tenían a su cargo la celebración de las eucaristías, la organización de las fiestas patronales y la propagación de la devoción católica en el ámbito local, entre otras funciones. Los curas párrocos formaban parte de las Cofradías y administraban los sacramentos a los fieles. Una función muy importante era velar por el mantenimiento de los templos y rendir cuentas a sus superiores respecto a ingresos y gastos (Velásquez, 2004). En la Costa Rica colonial, era común que en la práctica festiva se combinaran elementos religiosos y profanos, contándose con registros que datan del siglo XVII. A partir de 1850, Costa Rica obtuvo la independencia eclesiástica con la creación de la Diócesis de Costa Rica, siendo el primer obispo el Pbro. Anselmo Llorente y De La Fuente de 1851 a 1871. CAPITULO I. LA FIESTA COMO ESPACIO SOCIAL Y CULTURAL. La fiesta es uno de los momen- tos sociales considerado como privilegiado, en el que se expre- sa la cultura en múltiples fac- etas. La observación detenida de una fiesta puede llevar a ex- plicaciones amplias respecto a cómo se organiza una sociedad: sus bases económicas, las clases, los grupos, la distribución de roles, la movilidad social, las asociaciones, la expresión del individualismo o vida comu- nitaria, los valores, las costum- bres y sus comidas. Rodríguez (2000). 9 Inicio Índice Créditos Anexos La Diócesis de Costa Rica tenía a su cargo la autorización a las parroquias para la celebración de las fiestas patronales. Las mismas proliferaron en el país a finales del siglo XVIII, y se acentuaron debido a la gran aceptación de la población de participar en este tipo de actividades donde, además de conservar la tradición religiosa, se convirtieron en los principales espacios para la socialización, diversión y recreación en los pueblos (Enríquez, 2004). Los turnos constituyeron el principal medio para que la Iglesia y las comisiones organizadoras obtuvieran recursos económicos de inversión en obras sociales e infraestructura comunal, entre ellos la construcción o mantenimiento de los templos, los caminos y puentes, los centros escolares, entre otros proyectos comunales. La práctica festiva organizada por las parroquias se acentuó a finales del siglo XVIII, en un contexto nacional caracterizado por una incipiente actividad económica de agro exportación de caña de azúcar, palo brasil y tabaco (Molina, 2008). Antes de la Independencia, en 1821, Costa Rica era una provincia con bajo desarrollo, y con pocas oportunidades de agro exportación, historia que cambió con la introducción y producción creciente del café en la provincia de San José, a partir de 1830, y la consolidación del capitalismo agrario entre 1850 y 1890 (Molina, 2008). En esta época, el país no contaba con independencia eclesiástica, situación que cambió después de 1851, cuando se erigió la Diócesis de Costa Rica. En la organización de las fiestas patronales, cabe destacar que las parroquias requerían de la autorización de la Diócesis de Costa Rica para su celebración. Dado que las fiestas patronales constituían un espacio para la generación de fondos económicos importantes para las comunidades parroquiales, se presentó la necesidad de tener una distribución más equitativa en la asignación de los permisos. De esta forma, era común que para el desarrollo de las fiestas patronales, la Diócesis les asignara a las parroquias un fin de semana o varios días durante el mes para que pudieran llevar a cabo un programa variado de actividades festivas religiosas y populares. Por medio de las fiestas, las parroquias podían recolectar fondos para diversos propósitos, con la colaboración de los feligreses y las personas que participaban de los festejos. La alternancia o rotación de las fechas para la celebración de las fiestas parroquiales permitía 10 Inicio Índice Créditos Anexos a las comunidades contar con su propio espacio para las celebraciones, situación que dio origen al término “turno” para llamar a este espacio festivo. Lo anterior es coincidente con la definición de la palabra “turno” por parte de Carlos Gagini (1975) en su diccionario de Costarriqueñismos, cuya primera edición fue publicada en 1892, en la cual el autor asocia el término a la fiesta patronal que combinaba actos religiosos y fiestas populares, y hecho de alternancia en la asignación de los permisos para la realización por parte de las parroquias. Por su parte, Enríquez (2004) señala que el término turno fue popularizado por las Cofradías, dada la autorización que les brindaba las autoridades eclesiásticas para recolectar limosnas en los templos y en los caseríos a nombre del santo patrono. Así, por ejemplo, según las Ordenanzas que en 1652 se elaboraron para la conformación de la Cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles, se señala la función de los diputados, integrantes de esta organización, para que por turnos (entendidos en rotación de funciones, sectorización de la comunidad para la recolección y distribución de personas encargadas de dicha tarea, recogieran donativos. Al respecto el Pbro. Mons. Víctor Manuel Sanabria en su libro titulado Datos Cronológicos para la Historia Eclesiástica de Costa Rica, 1983, citado por Enríquez (2004), indica que la práctica de recolección de limosnas en forma de dinero y especies por parte de los cofrades, y su forma de referirse a esta tarea como: “voy a mi turno”, “vengo de mi turno” al dar cuentas sobre la actividad fue lo que probablemente dio origen al uso frecuente del término, y a su popularización para referirse a la actividad festiva patronal. Aunque se registran fiestas en Cartago desde mediados del siglo XVIII, y se tiene evidencia del crecimiento en el siglo IX, para Zeledón (1998), el turno como celebración comunitaria se fortaleció en el Valle Central durante el apogeo del cultivo del café, a finales del siglo siglo XIX. Lo anterior también es afirmado por Vega (2006) en su estudio sobre el cultivo del café. Según esta autora, la siembra del café por las familias campesinas hizo que mejorara sus ingresos económicos por esta actividad productiva, razón por la cual se empezaron a organizar los turnos en la época del año en que había mayor solvencia económica por el pago de la entrega de café a los beneficios. 11 Inicio Índice Créditos Anexos Es importante mencionar que a finales del siglo XVIII, las Cofradías como organizaciones de apoyo a la Iglesia en la organización de los turnos, habían perdido poderío económico, y eran las comunidades parroquiales las que debían organizarse y gestionar sus propios recursos para adquirir las imágenes, así como atender el mantenimiento de los templos. Poco a poco, el turno se fue homologando al término fiesta patronal, y fue tomando relevancia en las comunidades como principal actividad colectiva, convocada por la Iglesia, que incluía elementos considerados como “profanos”. De esta forma se presentaba una sinergia de actividades religiosas y de diversión pagana que, en su conjunto, resultaba altamente atractivo para la colectividad (Enríquez, 2004). En la organización de las fiestas se fomentaban lazos de solidaridad y cooperación que unía a los parroquianos para el desarrollo de actividades de beneficio comunal y social, lo que aún se vive en la mayoría de las comunidades costarricenses, tal como lo refirieron las personas entrevistadas. Con el transcurrir del tiempo, en Costa Rica el término “turno” comenzó a aplicarse a cualquier tipo de fiesta colectiva en todo el ámbito nacional. El mismo se popularizó en el país, y se posicionó en el imaginario del costarricense (Enríquez, 2004). A pesar de que las comunidades profesaran la devoción a una misma advocación o santo, era permitido a las parroquias realizar las fiestas en días distintos a los establecidos en el calendario litúrgico. El objetivo de esta distribución era no competir entre parroquias con cercanía de zona geográfica, y tener la posibilidad de contar con mayor afluencia de personas locales y visitantes en las fiestas (Enríquez, 2004). Las comunidades buscaban posicionarse como las mejores anfitrionas, y con la oferta de un programa variado para el entretenimiento. Es por tal razón que se podría afirmar que desde su origen, los turnos evocan el espíritu de celebración comunitaria y popular, constituyen una rica mezcla cultural, y se convirtieron en un espacio social que fortalece la identidad cultural. En su organización y los tipos de actividades programadas en las fiestas, resalta la influencia española desde la época colonial. El punto de reunión es generalmente la plaza principal del pueblo, frente al templo parroquial (Enríquez 2004). Esta forma de organización se evidencia en muchos otros países de la región iberoamericana, mostrándose algunas pequeñas diferencias según el entorno cultural. 12 Inicio Índice Créditos Anexos Los turnos organizados por las parroquias, desde su origen, combinan elementos religiosos y profanos. Poco a poco se fue consolidando un programa festivo característico en el cual se combinan las actividades de carácter religioso con bailes, ingesta de bebidas alcohólicas, elaboración de comidas especiales, desfiles de mascaradas, música de banda o cimarrona, pólvora, desfiles de caballos o cabalgatas (conocidos en el país como “Topes”), corridas de toros y carruseles, competencias, entre otros. Durante la Colonia y hasta hace pocas décadas, los turnos constituían en los pueblos quizás el único o principal espacio de diversión familiar y comunitaria. Hoy en día, a pesar de la existencia de otras opciones recreativas y de diversión, el mismo permanece en la mentalidad colectiva y es reconocido como un espacio especial por las personas, independientemente de su condición socioeconómica, credo o ubicación geográfica (Enríquez, 2004). Además de la Iglesia Católica, a finales del siglo XIX y mediados del XX, se presenta la mayor participación de las Juntas de Educación y de Salud, Juntas Progresistas, Asociaciones de Desarrollo Comunal, gobiernos locales, grupos de productores locales y otras instituciones y organizaciones comunitarias, las cuales asumieron un papel importante en la coordinación de las fiestas populares y ferias en diferentes partes del país. A principios de la década de 1990, se posiciona una nueva forma de organización comunitaria fundamentada en la actividad agroproductiva y la dedicación de los pueblos a la siembra de determinados productos, con la articulación de elementos festivos y comerciales, y la venta de productos crudos o procesados. El pueblo de Tucurrique se reconoce como pionero en este tipo de actividades, organizando la primera feria promocional en octubre de 1993 con el apoyo del Centro de Investigación en Tecnología de Alimentos de la Universidad de Costa Rica y el Centro Agrícola Cantonal. Dado el éxito alcanzado, esta feria se estableció como una actividad anual que mantiene su vigencia gracias a la organización local de productores, quienes velan por la permanencia dela feria con proyección local y nacional. La feria desarrollada en Tucurrique ha servido de ejemplo para otras muchas comunidades que cuentan con el apoyo de los Centros Agrícolas Cantonales y la participación de pequeños productores, 13 Inicio Índice Créditos Anexos micro, pequeñas y medianas empresas, así como representantes del sector turismo. Resaltan también las ferias culturales y otros tipos de eventos donde se promueve el espíritu festivo, con un programa de actividades que combina elementos comunes y diferenciadores. De esta forma, en Costa Rica se ha creado un importante abanico de actividades festivas, con mayor concentración en las épocas de verano, fin y principio de año. El progreso y desarrollo comunal, por lo tanto, tuvo y aún mantiene un estrecho vínculo con la capacidad de las comunidades para organizarse, generar fondos por medio de las fiestas o ferias e invertirlos en obras prioritarias, y los turnos aun constituyen espacios de encuentro, diversión y recreación popular que fortalecen la identidad cultural en las comunidades y regiones del país. Procesión con la imagen del Santo Cristo de Esquipulas, Fiestas patronales en Alajuelita. 15 de enero 2013. Foto- grafía publicada en Facebook por Juan Carlos Navarro Cárdenas. 14 Inicio Índice Créditos Anexos 1. La fiesta: ruptura con lo individual y lo cotidiano. La fiesta se considera como un fenómeno cultural donde un grupo logra organizarse para producir y reproducir socialmente condiciones ideológicas, las cuales son compartidas en un contexto de ritos y celebración. Según la antropóloga Mónica Lacarrieu (2009), en las fiestas populares los grupos sociales otorgan sentido a los lugares escogidos para su realización, y a las actividades incluidas en la celebración. Ese significado es producto de la elaboración de imaginarios sociales, que a su vez se nutren de las significaciones dadas a la fiesta y al espacio festivo que surgen de la vivencia colectiva. En dicho espacio social se regulan comportamientos y se establecen límites de inclusión y exclusión que resultan en una trama muy compleja, donde las expresiones culturales tienen un rol trascendental. La fiesta popular incluye un conjunto de ritos que se enmarcan dentro de las herramientas simbólicas de construcción de la vida colectiva. De esta forma, los ritos y la celebración colectiva conducen a una modificación del tiempo de los individuos y de la comunidad a la cual pertenecen, lo que permite la irrupción de lo sagrado y festivo en el tiempo de lo cotidiano y ordinario (Martínez, 2004). Para Tircio Escobar, 2002, citado por Sandoval (2009), toda fiesta popular se constituye y consolida a partir de un conjunto de acciones realizadas por una colectividad en forma extraordinaria (no cotidiana), generalmente periódica, en muchos casos cíclica y codificada. Estas acciones evocan momentos fundamentales en la memoria colectiva, y pueden propiciar situaciones esperadas o no por las y los participantes. Durante la fiesta, entre los miembros del grupo o colectividad se hace circular una intensa carga simbólica, se instaura un espíritu especial de emotividad compartida, se exalta la imagen de un “nosotros”, y se logran reafirmar los lazos de integración social e identidad cultural. Las fiestas están cargadas de hechos y personajes simbólicos, mediante los cuales las comunidades construyen y reconstruyen sus propias visiones de mundo. La fiesta popular se caracteriza por la identidad compartida, vivida y actualizada en rituales que marcan las barreras de la pertenencia y los límites de la dependencia, así como los sis- temas de valores y el proceso de construcción de las cosmo- visiones colectivas (Martínez, 2004). 15 Inicio Índice Créditos Anexos En las fiestas, se presentan procesos cíclicos donde las personas manifiestan su cultura, comparten actividades recreativas y artísticas, y disfrutan de comidas tradicionales. Todo lo anterior, contribuye al fortalecimiento de la identidad cultural local y nacional. De acuerdo con el Laboratorio de Industrias Culturales de Argentina (2009), la fiesta popular se considera como un hecho colectivo que evoca a un ser o un acontecimiento sagrado o profano, a través de ceremonias, rituales, festejos o actos conmemorativos. La fiesta es transmitida por tradición, tienen permanencia y evoluciona con el tiempo; por su parte, el grupo que la celebra, dota a la misma de significados o códigos que son compartidos y heredados a las futuras generaciones para su perpetuación. Con el transcurrir del tiempo, la dinámica social puede transformar los imaginarios sociales y los ritos, así como el tipo de actividades y comidas vinculadas con la celebración popular. Lo señalado por las y los informantes participantes en la presente investigación evidencia lo anteriormente expuesto. Las personas de edad avanzada, al comparar las fiestas de antaño con las actuales, manifiestan nostalgia e identidad con lo considerado “del ayer”, y puntualizan cambios importantes en las formas de diversión y comidas disponibles en el contexto de la fiesta popular actual, cuyos cambios los califican como una influencia negativa en el esfuerzo de conservar la tradición e identidad comunitaria. Por su parte, para Rodríguez (2000), la fiesta es uno de los momentos sociales considerado como privilegiado, en el que se expresa la cultura de múltiples formas. La observación detenida de una fiesta puede llevar a explicaciones amplias respecto a cómo se organiza una sociedad: sus bases económicas, las clases, los grupos, la distribución de roles, la movilidad social, las asociaciones, la expresión del individualismo o vida comunitaria, los valores, las costumbres y su gastronomía como parte del patrimonio cultural intangible. La propia arquitectura de la fiesta y la apropiación de los sitios públicos, constituyen elementos de gran simbolismo y riqueza cultural, y pueden variar de una comunidad a otra. En las comunidades visitadas para efectos del presente estudio, resalta la ubicación central de la fiesta en los pueblos, sea en parques, explanadas o espacios dedicados de manera exclusiva para la realización de eventos festivos, conocidos como “campos feriales”. 16 Inicio Índice Créditos Anexos En el caso de Costa Rica, y particularmente en el Valle Central, se conservan y comparten varios elementos, entre ellos las formas de organización, la programación de actividades y el menú ofertado en los puestos de venta de comidas administrados por miembros de la misma zona o la oferta en los denominados chinamos. Los platillos vendidos en el marco de la fiesta que son incluidos dentro del menú tradicional, coinciden en ingredientes básicos y técnicas culinarias; además, tienen un valor especial si dichas comidas son elaboradas por personas pertenecientes a la misma comunidad. Caso contrario se presenta en la oferta de comidas dada en concesión a foráneos, quienes se apersonan a las localidades con un fin comercial, y cuya oferta de comidas, reconocida popularmente, no necesariamente mantiene relación con la tradición gastronómica local. Usualmente, la fiesta se asocia con un contexto de celebración colectiva caracterizada por júbilo, excitación, diversión y/o recreación. Está vinculada con la disposición de tiempo libre para disfrutar de un programa variado de actividades, con el cual se rompe con la rutina diaria, la jornada laboral y la posibilidad de interactuar con otros y divertirse. Las comidas, los juegos, el baile y otras actividades incluidas dentro del programa de las fiestas complementan este espacio no cotidiano, que puede llevar a la espontaneidad, la desinhibición, el desorden y la alegría. De manera general, la fiesta popular evoca y provoca reacciones humanas, propias de una sociedad dinámica y en constante cambio. En un concepto amplio de significados de la fiesta popular, tomando como referencia lo descrito por Sandoval (2009), Martínez (2004) y Lacarrieu (2009), la misma podría desglosarse de la siguiente manera: En primer lugar, la fiesta comunitaria y la fiesta patronal nos refieren a espacios rituales ancestrales y celebraciones religiosas con manifestaciones ricas en simbolismo y tradición, por lo que podría entenderse que existe un vínculo estrecho entre la fiesta y la religión. Si se analiza el motivo de las fiestas incluidas en el presente estudio, se podría afirmar que un alto porcentaje de las mismas corresponde a fiestas religiosas católicas, principalmente asociadas con la celebración del santo patrono o al festejo de una fecha especial vinculada con el santoral católico (se recomienda consultar el calendario de fiestas anexo al presente documento). 17 Inicio Índice Créditos Anexos Algunas de las fiestas muestran elementos como la venta de chicha de maíz y chinchiví, común en las fiestas patronales que se realizan en enero en honor a Santo Cristo de Esquipulas en Alajuelita, o las procesiones donde los fieles bailan alegremente con la imagen en la Entrada de los Santos que se realiza en el marco de las fiestas patronales en San Ramón de Alajuela. También se presentan actividades que podrían estar asociadas con el sincretismo de fiestas indígenas y católicas, en donde sobresalen la fecundidad de la tierra, la protección de las cosechas, la bendición de semillas y animales de trabajo, representadas en actividades sencillas como la bendición de animales que participan en labores del campo, vehículos para el trabajo agrícola y semillas. Tal como se presentaba en la programación de antiguas fiestas, en la actualidad este tipo de actividades son comunes en las fiestas en Acosta centro, Coronado, Cot, Llano Grande de Cartago, Pacayas, Pérez Zeledón, Tierra Blanca de Cartago. Dichas actividades están enmarcadas en la celebración de la fiesta de San Isidro Labrador. También resaltan símbolos de alto valor para los miembros de la comunidad, que a su vez constituyen elementos identitarios para el pueblo costarricense, como son las carretas y los bueyes que portan imágenes religiosas en los desfiles, conocidos como “Entrada de los Santos”. Este tipo de desfiles son comunes en pueblos del Valle Central, Guanacaste y Puntarenas. Durante el estudio, fueron comunes los desfiles de carretas en Abangares, Acosta, Alajuelita, Atenas, Cachí, Cartago centro, Capellades, Coronado, Escazú, Guarco de Cartago, Guayabo de Mora, Hojancha, Liberia, Llano Grande de Cartago, Miramar de Puntarenas, Nicoya, Pacayas, Palmares, Pérez Zeledón Puriscal, San Isidro de Heredia, San Mateo de Alajuela, San Ramón de Alajuela, Tierra Blanca, Turrialba y Zarcero, por mencionar algunos pueblos. Según referencia de pobladores, particularmente del Valle Central, la costumbre de realizar este tipo desfiles son centenarias, por lo que se afirma que son tradiciones propias de las localidades, que a su vez mantienen rasgos en la organización y significado para sus participantes que son coincidentes, tales como la invitación a grupos de boyeros locales y pertenecientes a otras zonas del país, la decoración de las carretas, la realización del sesteo, entre otras actividades. 18 Inicio Índice Créditos Anexos En la antigüedad, los desfiles de carretas a las vísperas de las fiestas patronales se realizaban en los diferentes caseríos a la parroquia, como un acto público de cierre del proceso de recolección de donativos. Los boyeros se reunían en un punto común, y luego las carretas desfilaban por las principales calles hasta llegar a la Casa de la Cofradía o la Parroquia para hacer la entrega de leña, víveres, carbón, plantas ornamentales, granos, entre otros. Cada comunidad era representada con las imágenes de sus respectivas ermitas y capillas, tradición que se mantiene en la actualidad. Al recibir el donativo, se acostumbraba que el sacerdote procediera a la bendición de las personas, animales y carretas, mediante el baño con agua bendita. Esta práctica todavía se conserva en muchos pueblos costarricenses, tal es el caso de Pacayas, San Ramón de Alajuela, Puriscal, Atenas, Coronado y Acosta, entre otros. En pueblos josefinos como Curridabat, Zapote, Moravia, Tibás, Guadalupe, Desamparados, San Juan de Dios y Patarrá, está tradición ha quedado en el olvido según sus pobladores. Un ejemplo de esta práctica tradicional, hoy conocida como la “Entrada de los Santos” o “Pasada”, es la que anualmente se celebra en San Ramón de Alajuela el 30 de agosto, a la víspera de celebración de la fiesta patronal de San Ramón Nonato. Cerca de 65 grupos representantes de comunidades y caseríos ramonenses, así como instituciones gubernamentales y educativas, llegan al centro del pueblo con sus pequeñas carrozas y andas decoradas, donde portan las imágenes representativas de las localidades o entidades. En la Entrada de los Santos que se lleva a cabo en San Ramón de Alajuela no está la costumbre de llevar donativos en especie, situación que podría estar presente en el tradicional desfile de boyeros que generalmente se celebra en días próximos a la fiesta patronal. Durante la celebración de la Entrada de los Santos Moncheña, grupos musicales criollos con guitarras, acordeones, mandolinas, tambores, trompetas, maracas y otros acompañan a cada imagen representativa, mostrándose una mezcla de ritmos y sonidos que alegran a las personas participantes, y es común que quienes acompañen a la imagen y participen en el desfile bailen alegremente al compás de la música. Los grupos musicales criollos se mezclan con bandas escolares y marichis, con lo cual se presenta una mezcla de sonidos única. 19 Inicio Índice Créditos Anexos El desfile en San Ramón es encabezado por la imagen de San Ramón Nonato, la cual se transporta en un anda decorada con flores rojas, conducida de manera solemne por caballeros de camisa blanca con una banda roja en su pecho. Su indumentaria los destaca entre la multitud como miembros de la agrupación, a quienes se les suma los sacerdotes de la Diócesis de Alajuela. Es tradición que el desfile sea encabezado por el Cuerpo de Bomberos del cantón, el cual se hace presente con un vehículo apaga incendios en el cual se ha colocado la imagen de su patrona, Santa Bárbara. Al finalizar el recorrido por las calles centrales, la imagen de San Ramón se ubica a la entrada del templo, y como anfitrión y homenajeado, simbólicamente recibe las imágenes y sus acompañantes en la entrada principal al templo parroquial. Las imágenes permanecerán cerca de una semana en exhibición, donde cientos de personas ese y los siguientes días visitan el templo parroquial para admirar a las imágenes, las cuales son ubicadas en los pasillos laterales. A razón del sentido de pertenencia que manifiestan los fieles, es común que durante el desfile y en las próximas horas y días, personas pertenecientes a las filiales y caseríos acostumbren visitar el templo y el lugar donde se localiza la imagen representativa de su localidad, y atiendan a las personas visitantes ofreciendo información sobre su comunidad y su manifestación de fe. Las costumbres que San Ramón de Alajuela ha establecido con su santo patrono han sido imitadas o retomadas por otros pueblos, como elementos identitarios propios, tal es el caso de la parroquia de Sabanilla de Montes de Oca, donde a partir del 2012, por impulso de un nuevo sacerdote iniciaron con la costumbre de instalación de un pequeño rancho de venta de comida al que denominaron “el rancho de Monchito” y el desarrollo de actividades propias de celebraciones en pueblos más conservadores y rurales. A pesar de que Sabanilla conserva algunos rasgos, actualmente se caracteriza por la proliferación de construcciones tipo condominios y residenciales donde habitan muchas personas migrantes de otras localidades, y son pocos los nativos. Esta situación de falta de identidad con el barrio, es evidente en la mayoría de comunidades urbanas cerca de la capital y afecta de manera considerable la cohesión de la colectividad y la participación en actividades de esta naturaleza. 20 Inicio Índice Créditos Anexos Siguiendo con el tema de la fiesta patronal, la misma resalta como culto y fiesta, dado que se desarrolla en torno a un conjunto de ideas, creencias y valores que producen una mística colectiva entre las y los participantes. Las fiestas incluyen tanto formas religiosas (plegarias, invocaciones, ofrendas, promesas), como otras actividades consideradas como profanas por la Iglesia y los fieles (desfiles, celebraciones, discursos, representaciones, danzas o bailes, pólvora y mascaradas). Durante el período de estudio, se determinó como prácticas religiosas populares más comunes la celebración de la Novena al Santo (nueve días previos a la fiesta patronal que incluía rezos y eucaristías), la peregrinación con la imagen por los principales caseríos de la zona, la celebración de las Vísperas con rezos y procesiones (actividades que se celebran el día anterior a la fiesta patronal), la realización de un acto litúrgico solemne el propio día de la fiesta religiosa o el domingo próximo a la festividad, y la procesión con la imagen del santo e imágenes representativas de filiales y parroquias cercanas. Las actividades religiosas se complementan con serenatas, conciertos en el templo, concursos, desfiles, conciertos, bailes al aire libre o en salones, rifas, competencias deportivas y actividades recreativas diversas que conforme pasa el tiempo se diversifican, y las nuevas propuestas desplazan a aquellas consideradas más antiguas. Culto y fiesta se combinan sin un límite definido entre lo religioso y lo profano. Así, por ejemplo, en la fiesta patronal en honor a la Virgen de Los Ángeles en Cartago, además del 2 de agosto que es el día propio de la fiesta religiosa, resalta el 3 de agosto y el primer domingo del mes de setiembre como un espacio en donde los habitantes de los pueblos cartagineses rinden homenaje a la Patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles. Durante la fiesta, la Basílica es masivamente visitada por personas de todos los rincones del país y provenientes de Centroamérica para participar de la fiesta mariana. En esos días particulares (3 de agosto y primer domingo de setiembre), los cartagineses manifiestan la apropiación de la celebración, y elaboran carrozas con tributos de la tierra y alfombras con flores, hortalizas y frutas producidas en la provincias para celebrar lo que popularmente se conoce como “La Pasada”. El origen de esta tradición surge precisamente a partir de esa combinación de culto-fiesta. 21 Inicio Índice Créditos Anexos De acuerdo con el historiador Manuel Benavides (2010), las fiestas dedicadas a la Virgen de los Ángeles a finales del siglo XVIII se prestaba para un cambio en la vida cotidiana y descanso, controlada por las leyes de la Corona Española, las cuales eran respetadas y supervisadas por la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica. Las fiestas agostinas, tal como se conocían popularmente por realizarse en el mes de agosto, se caracterizaban por actividades religiosas, y por otras consideradas por la Iglesia como paganas, entre las que destacaban una alta ingesta de licor barato o chicha, bailes públicos y otras prácticas festivas que se celebraban hasta altas horas de la noche. Estas prácticas podían prolongarse por varios días, con el permiso de la Cofradía; de hecho, los bailes y las comilonas se efectuaban en la Casa de la Cofradía, con la benevolencia de las autoridades civiles y del gobernador de turno. Lo anterior ocasionaba un choque entre el gobierno local y las autoridades eclesiásticas que no aprobaban este tipo de actividades, consideradas como expresión de libertinaje (Benavides, 2010). Los sacerdotes se quejaban de manera continua por los disturbios que sucedían en el contexto de las fiestas, sin lograr la atención debida; sin embargo, en 1782, momento en que el Obispo de Nicaragua y Costa Rica, el Pbro. Esteban Lorenzo de Tristán, visita Costa Rica con motivo de la celebración mariana, se presenta el cambio de los integrantes de la Cofradía y se ordena el traslado de la imagen de la Virgen a otro templo cercano un día después de la celebración de la fiesta religiosa, el 3 de agosto. Lo anterior como una manifestación de repudio por parte de las autoridades eclesiásticas a las actividades consideradas como paganas y a lo considerado por la Iglesia como alcahuetería de los políticos y gobernador de turno al permitir el libertinaje desmedido (Benavides, 2010). Benavides (2010) señala que en la visita efectuada por el Obispo Tristán en 1782, el mismo declaró lo siguiente: “Procuren que no se hagan comidas, y que cuando las haya comiencen tan temprano que se acaben con el día, de tal suerte que la noche les coja a todos retirados ya a sus casas, y se eviten juntas de hombres y mujeres que especialmente de noche siempre han influido muy mala consecuencia con no poco estrago del bien espiritual de las almas en que tanto se desagrada a la Santísima Virgen” “Se deben evitar las zarabandas con que suelen de noche festejarse privadamente en sus casas, y que cuanto recreo las tengan, sea con toda honestidad y se acaben a las nueve de la noche”. 22 Inicio Índice Créditos Anexos La desobediencia al mandato establecido por el Obispo Tristán era castigada de la siguiente forma: para los españoles con el pago de una multa de cien pesos que se daban como ofrenda a la Virgen; y los mulatos y los mestizos cumplían la pena con dos meses de cárcel. La marcada diferencia en las multas por clase social es reflejo de las desigualdades y consideraciones que se tenían en la aplicación de la ley (Benavides, 2010). Como reacción ante el repudio de la forma en que se celebraban popularmente estas fiestas marianas, las autoridades eclesiásticas ordenaron que la Casa de la Cofradía de la Virgen de Los Ángeles se dedicara a la educación de jóvenes, y no como sede de la organización de las fiestas. Esta decisión fue rechazada por los cartagineses, quienes en 1784 manifestaron su oposición ante las autoridades de Guatemala para que obligaran al Pbro. José Antonio Bonilla –maestro de Gramática nombrado por el obispo– a trasladar la Escuela al edificio de los franciscanos misioneros de propaganda Fide, donde debía fundarse un hospital. De esta forma, la Iglesia interpretó que detrás de aquella demanda popular, respaldada y probablemente promovida por las autoridades civiles y el gobernador de Cartago, existían obvios intereses creados, de tal manera que la “Pasada” de la imagen a otro templo de manera temporal una vez celebrada la fiesta patronal se convirtió en una actividad permanente, la cual se ha mantenido con el transcurrir de los años como una práctica tradicional en el marco de esta fiesta mariana (Benavides, 2010). La Pasada en Cartago pasó a formar parte de una de las costumbres más sobresalientes en el ámbito de la provincia, y poco a poco se fue posicionando en el ámbito nacional. A pesar del esfuerzo de las autoridades eclesiásticas por controlar las manifestaciones populares asociadas a las fiestas agostinas en Cartago, la celebración de bailes, la ingesta de licor y otras actividades consideradas paganas continuaron, lo cual muestra el fuerte vínculo entre culto y fiesta en todas sus dimensiones. Como parte del control eclesiástico en las fiestas agostinas, el Obispo Tristán ordenó a la Cofradía que para hacer reuniones sociales en las casas de los fieles, so pretexto de las fiestas marianas, era necesario pedir la licencia al juez eclesiástico, a quien se le indicó que solamente la concediera en casos de hogares reconocidos por su religiosidad y respeto. Lo anterior para no cometer la falta de solapamiento de escándalos con motivo de las 23 Inicio Índice Créditos Anexos fiestas religiosas (Benavides, 2010). Así se evidencia la práctica común en la antigüedad de organizar fiestas y bailes familiares, como un espacio íntimo de celebración en el marco de las fiestas patronales que se desarrollaban en los pueblos, para los cuales se invitaban a personas cercanas y, en primer lugar, se unían en rezos y oraciones, para luego voltear a la imagen hacia la pared e iniciar con el baile. Durante la época de la Colonia era común que las familias organizaran en sus propias casas reuniones sociales a propósito de las fiestas patronales, para lo cual se preparaban comidas especiales y se acostumbra invitar a familiares y vecinos para celebrar los llamados “bailes caseros”, acompañados con juegos de pólvora y bebidas embriagantes. Entre las personas entrevistadas en el presente estudio, fue común la citación de la costumbre antigua de organizar los bailes familiares, rezos y comidas especiales con motivo de la “celebración del santo” para festejar a las personas que tuvieran el mismo nombre. Dependiendo del santo o santa, así se organizaban actividades diferentes; así, por ejemplo, para la celebración de Santa Cecilia (patrona de los músicos) era común la organización de serenatas; para las fiestas de San Juan de Dios, los familiares acostumbraban preparar comidas y distribuirlas entre los y las vecinas; mientras que en la celebración de San Rafael, San Antonio o San José, la costumbre era realizar un rezo y elaborar pan casero, rompope o chicha de maíz acompañado de música y baile. Si analizamos los tipos de actividades festivas familiares en la actualidad, se podría afirmar que la práctica de celebrar el onomástico o los bailes caseros con motivo de la celebración del santo patrono, han quedado prácticamente en el olvido. Por otro lado, en la actualidad, las actividades litúrgicas asociadas a “La Pasada” se combinan con prácticas culturales y de promoción del comercio local, las cuales aportan elementos identitarios del pueblo cartaginés, donde se mezcla lo religioso con lo popular. Destacan los desfiles de boyeros, bailes folclóricos y populares, venta de artesanías y comidas típicas, entre otras actividades. En su organización participa la Cámara de Comercio de Cartago, el gobierno municipal, el Instituto Costarricense de Turismo, líderes comunitarios, artesanos locales, instituciones educativas, entre otros, con lo cual la celebración adquiere un carácter aglutinador de fuerzas vivas de la provincia, por un interés común y una proyección nacional en el marco de la “Fiesta de La Pasada”. La tradición de elaborar estas alfombras es por devoción a la virgencita. Por ella, nosotros hacemos todo lo que esté a nuestro alcance, para que ella se sienta honrada con nuestro trabajo y nos bendiga. Yo vivo en Llano Grande, y heredé de un señor ya muy mayor la tarea de continuar con esta de- voción. Este trabajo es duro, y la gente grande le traslada la responsabilidad a los más jóvenes, para que no se pierda la tradición. El primer sábado de setiembre, a las vísperas de La Pasada, nos reunimos en la calle a las once de la noche, para iniciar con el trabajo. Ya cada uno sabe lo que le toca. Unos pican ciprés, otros tiñen el aserrín… a los más artistas les toca los trabajos más deli- cados, como la confección de figuras complejas. Esto es una fiesta para todos. Pasan las ho- ras y estamos unidos trabajan- do, sin importar el frío o el pelo de gato (ligera lluvia) que nos 24 Inicio Índice Créditos Anexos Por su parte, en la confección de las alfombras multicolores resalta la herencia que las familias cartaginesas han realizado de generación en generación para mantener la tradición de elaboración de las mismas, una práctica que caracteriza a la provincia de Cartago. Los grupos pastorales representativos de los pueblos cartagineses, con el apoyo de los sacerdotes, se mantienen activos durante todo el año para recaudar fondos y planificar el trabajo. La celebración de “La Pasada” se lleva a cabo el 3 de agosto y el primer domingo de setiembre, espacio al que también hay asistencia masiva de público nacional y extranjero. El 3 de agosto se caracteriza por el desarrollo de un desfile de carretas, en las cuales se trasladan productos donados por los agricultores para la Basílica. En una carroza especial decorada generalmente con flores y hortalizas como productos principales de la provincia, se traslada la imagen de la Virgen de Los Angeles de la Basílica a la Catedral de Santiago Apóstol, con una distancia de 2 kilómetros aproximadamente. El primer domingo de setiembre, cuando se regresa la imagen a la Basílica, la tradición se centra en la confección de alfombras multicolores, como una expresión cultural local, única por su belleza y expresión artística. Año con año, los grupos encargados de la confección de las alfombras muestran su talento y creatividad, al combinar formas y colores de distintos tipos de materiales orgánicos, en las cuales manifiestan su fe y tradición. El recorrido de 2 kilómetros se presentan decoraciones diferentes, debido a que los pueblos asumen la responsabilidad de elaboración de alfombras en una cuadra (cien metros), con lo cual el colorido y la variedad están presentes en toda la calle que en línea recta lleva hasta el Santuario. En la descripción general del significado de la fiesta, surge también la idea de que la misma es un espacio para el ocio, el juego y la recreación, ya que durante su desarrollo se interrumpe el tiempo productivo, y se crean momentos de distracción y entretenimiento con una diversidad de propuestas para los visitantes a las fiestas. En este contexto se trastocan los dominios de la realidad, y se enfrenta lo serio con lo jubiloso. Las festividades populares se basan en la reiteración simbólica de acciones o palabras fuertemente codificadas, y el rito es un elemento esencial que provoca estados de exaltación anímica y emotiva moja. La satisfacción para no- sotros es ver toda la calle como una sola, donde cada cien met- ros un pueblo se manifiesta y que sólo en Cartago se da esto. Porque acá la virgen escogió para quedarse; pero lo más importante es cuando pasa la virgen, de regreso a su casa… Ella se siente tan alegre como nosotros. La gente recorre el camino detrás de la virgen, y todos recogen los pétalos y los guardan en su cartera, porque quedan benditos…Y esperar otro año más, todos llenos de satisfacción y esperando que la virgen nos conserve la salud para volver (C-01-2013). 25 Inicio Índice Créditos Anexos (júbilo, congoja, éxtasis, nostalgia, recogimiento, espíritu de devoción, entre otras emociones), y se abre la posibilidad del espacio para compartir con otros (Martínez, 2004). En muchos pueblos costarricenses es común que los gobiernos municipales declaren feriado el día en que se celebra la fiesta. Con la disposición del tiempo, se propicia una mayor participación de los miembros de la comunidad en las actividades festivas. Durante el período de estudio se observó que en San Ramón de Alajuela prácticamente se paralizan las actividades en el centro del cantón los días 30 y 31 de agosto, con motivo de las fiestas patronales. En esa manifestación de júbilo, pueden realizarse actividades totalmente fuera de lo cotidiano, vinculadas también con la recreación y la diversión. Un ejemplo de ello son los concursos que se organizan en el marco de las ferias promocionales para que las personas puedan demostrar sus habilidades en las actividades tales como: cogidas de café, recolección de jocotes o aguacates, envoltura de tamales, empacado de productos, picada de leña, enyugado de bueyes, palmeado de tortillas, entre otras actividades. De la misma forma, se evidencian competencias poco comunes, como la guerra de los tomates que se efectúa en el marco de la Feria del Tomate en San José de Trojas de Sarchí. Una gran novedad en la Feria del Chicharrón que se llevó a cabo durante las dos primeras semanas en Santiago de Puriscal en el 2013 fue la oferta de un tour en helicóptero, donde decenas de personas pagaron una suma relativamente alta en comparación con otros tipos de entretenimiento en el campos ferial, para disfrutar desde el aire el paisaje capitalino durante siete minutos de vuelo. La fiesta es una representación social, ya que en ella confluyen contingencias, ambigüedades y conflictos entre las personas y comunidades. Si se toma en cuenta el regocijo colectivo, resaltan también la mística religiosa y la belleza de las formas y significados que se generan en las celebraciones. Tomando en cuenta lo anterior, se podría mirar la fiesta como una expresión artística, ya que la escena festiva abarca muchos géneros del arte: música, danza, artes visuales, pintura, escultura, teatro, cine, tradición oral, canto, poesía, cuentos, literatura, entre otros que son muy bien amalgamados en las denominados festivales o peñas culturales. 26 Inicio Índice Créditos Anexos En el contexto festivo, se crean espacios para que los artistas y artesanos locales y nacionales muestren sus habilidades y obras de arte, que a su vez son una forma de proyección artística comunitaria, y una oportunidad para el desarrollo local. Un ejemplo de lo anterior es el Festival Sarchí Artesanal celebrado en Sarchí, el Encuentro Cultural que para el 2013 se desarrolló en La Virgen de Sarapiquí, el Festival Villa que se organiza en Ciudad Colón, el Festival Cultural Abra Zarce en Palmira de Zarcero o la Feria Artesanal en Palmares. También destacan las fiestas en las cuales se promueve la exposición y venta de artesanías, donde las y los artesanos de la comunidad convierten los espacios públicos en talleres abiertos para que las personas puedan apreciar el proceso de elaboración de una escultura, un mueble, una pintura o una máscara tradicional. Ejemplo de ello lo encontramos en fiestas organizadas en varios pueblos del Valle Central, entre ellos Santa Ana, Cartago centro, Orosí, San Antonio de Escazú, Barva, Sarchí, Zarcero y San Ramón de Alajuela, entre otros. La expresión y las mezclas culturales forman parte del dinamismo en los espacios festivos. Muchas de las celebraciones tienen como objetivo crear espacios de intercambio y manifestación cultural a través de las artesanías y las comidas. Ejemplo de lo anterior es el Festival Cultural Villa que se realiza entre marzo y abril en Ciudad Colón, donde decenas de artesanos de Latinoamérica presentan al público visitante sus creaciones artísticas. El Festival La Pasada es otro ejemplo donde un grupo representativo de la provincia de Cartago realiza una exposición y venta de obras; asimismo la Feria en San José con motivo de la celebración del santo patrono, llena la Avenida Central con puestos de venta de artesanías. Otros ejemplos de la fiesta como expresión cultural son la Feria Deportiva y Cultural que se celebra en Copey de Dota durante el mes de abril, y la Feria Cultura que se desarrolla en el mes de junio en Tierra Blanca de Cartago. Un aspecto ineludible de la fiesta es la comunicación, ya que se intensifican los lazos colectivos con la creación de espacios privilegiados para la transmisión y recepción de todo tipo de mensajes a las personas, los cuales se muestran de diversas formas. Programas impresos que se colocan en sitios de tránsito público, pasacalles, desfile de mascaradas, bombetas y fuegos de pólvora, carros con parlantes anunciando las fiestas por los caseríos del pueblo, anuncios en radio 27 Inicio Índice Créditos Anexos y televisión local y/o nacional, son algunas de las estrategias utilizadas para instar a las personas a participar de las fiestas. Recientemente, las redes sociales constituyen espacios para mantener contacto entre las personas que desean mantenerse informadas sobre los acontecimientos, con la posibilidad de acceder a recursos fotográficos y audiovisuales que complementan la información escrita. En las redes sociales, el público encuentra espacios creados por los grupos organizadores (parroquias, cofradías, asociaciones comunitarias, centros escolares, grupos culturales o deportivos), así como información sobre actividades específicas, como turnos, ferias populares, desfiles, entre otros. Las estrategias de comunicación varían cuando la fiesta es más local, por cuanto el principal medio para informarse sobre la misma es a través de las instituciones organizadoras, por la radio o prensa local, y con la colocación de los programas impresos en sitios de amplio tránsito o afluencia de personas, como pueden ser negocios, el centro educativo, salones parroquiales y postes de alumbrado público. Mientras que las fiestas de carácter masivo y nacional cuentan con el apoyo de los medios de comunicación televisivos con amplia cobertura, los cuales transmiten eventos tales como las corridas de toros, carnavales y topes. Es evidente el interés en los últimos años de las televisoras nacionales por la transmisión en vivo de las corridas de toros que se celebran en distintas partes del país. Cada vez es mayor el público seguidor de este tipo de eventos que mezclan prácticas tradicionales más criollas, con espectáculos que tienen influencia extranjera. Por su parte, los medios de comunicación nacionales y locales ofrecen espacios gratuitos para el anuncio de fiestas locales, como un servicio social. La fiesta por sí misma es un espacio de rica comunicación. En el espacio festivo las personas encuentran la oportunidad de encontrarse y re- encontrarse con los suyos, comunican a otros sus propios valores, y comparten sus tradiciones. Las nuevas generaciones se informan y aprenden sobre las costumbres y valores del lugar donde viven; asimismo, se establecen compromisos morales para su perpetuación, y nuevas formas de celebración ajustadas a las tendencias modernas. En el espacio festivo, las personas tienen en cierta forma la libertad de expresarse, de demostrar sus habilidades al asumir roles comunitarios, con la 28 Inicio Índice Créditos Anexos confianza de que contribuirán con una fiesta exitosa y con la retribución en forma de reconocimiento social. Se presenta también la satisfacción de cumplir con el compromiso familiar y comunitario. Todo lo anterior fue identificado en los relatos brindados por muchas de las personas entrevistadas, dedicadas a participar en grupos y comisiones encargadas de la organización de las fiestas en sus pueblos. En la fiesta se promueven negociaciones entre lo particular y lo colectivo, y se mezclan los intereses de los diferentes sectores entre sí; además, se vincula a los miembros de la sociedad en pos de ámbitos de significación que trascienden los intereses individuales. En este caso particular, destacan los integrantes de la Comisión de Fiestas de Pueblo Nuevo de Grecia, responsable de la organización de las fiestas patronales en honor a Jesús El Buen Pastor, las cuales se realizan en las últimas dos semanas del mes de abril. Los miembros de la Comisión de Fiestas afirmaron que una de las principales fortalezas de la Comisión es haber logrado la integración de todas las fuerzas vivas de la comunidad para el desarrollo de las fiestas, y el compromiso de celebrar las mismas con ausencia de licor desde 1997. Tal medida los convirtió, según ellos, de activistas comunitarios a líderes locales interesados por el desarrollo del pueblo (Comisión Organizadora de Fiestas de Pueblo Nuevo, entrevistados en Canal 42 el 7 de abril 2012). Por otro lado, en San Ramón de Alajuela, los encargados de los puestos de ventas de comidas y otros productos alrededor del parque con motivo de las fiestas patronales, muestran una fuerte identidad con la Parroquia de San Ramón y con las comunidades a las cuales pertenecen, razón por la cual identifican la fiesta como un “evento familiar”. El público y colaboradores se identifican con los rótulos ubicados en cada puesto, donde cada grupo está dedicado a actividades productivas que los diferencia del resto, como la siembra de maíz o caña, la producción de dulce o derivados lácteos. Igualmente sucede en otros pueblos, donde las comunidades filiales a la parroquia asumen un rol protagónico en las fiestas y se distribuyen las responsabilidades de manera coordinada, de tal forma que cada agrupación aporta en este espacio según sus fortalezas, y se invita a la convivencia y al trabajo en equipo. La fiesta es también una instancia de mediación social, dado el fuerte carácter de cohesión e integración que representa. La capacidad integradora se establece 29 Inicio Índice Créditos Anexos en varios niveles (mediación entre naturaleza, la ecología y sociedad, vida natural y sobrenatural, integración de diversos sectores y grupos sociales por intereses comunes y el esfuerzo por perpetuar las tradiciones locales). La misma tiene un doble carácter, conservador e impugnador, y generalmente actúa preservando las tradiciones como expresión colectiva y patrimonio cultural (Martínez, 2004). En esta mediación social, surgen nuevas formas de celebración que vinculan la fiesta con valores comunitarios o compromisos de los grupos organizados, tal es el caso de la celebración de la “Feria del Agua y el Café” en Acosta, coordinada por la Cámara de Turismo Rural de San José. De manera particular, esta feria se ha celebrado en Palmichal de Acosta o en la cabecera del cantón, destacándose dos elementos de especial interés para el grupo: la conservación de bosques y nacientes de agua, y la producción del café amigable con el ambiente, como una de las actividades económicas más importante para la región. Los encargados de la organización de la feria quieren dar a conocer estos elementos al resto del país en el contexto de una feria, donde también hay venta de productos comestibles y artesanías, y se promociona a Palmichal como destino turístico. En cuanto a las comidas, las fiestas constituyen un espacio de rica expresión gastronómica, donde las personas pueden encuentrar propios de la fiesta popular, que a su vez forman parte de la identidad local. También se venden comidas típicas en los puestos de venta conocidos como “chinamos”, y la venta de alimentos que no son propios del terruño costarricense, pero que amplían la oferta gastronómica por parte de poblaciones migrantes predominantes en el país procedentes de Nicaragua, El Salvador y Colombia. De manera general, se podría afirmar que el menú tradicional en las fiestas populares visitadas durante el estudio es bastante homogéneo, cuyas comidas han sido perpetuadas con muy pocas variantes en los ingredientes base de la receta y las técnicas culinarias seguidas desde hace más de un siglo. En las fiestas observadas, existe mayor variedad en el menú de comidas tradicionales, al comparársele con el menú ofertado por los chinamos o puestos dados en concesión a personas foráneas de la comunidad que participan en la fiesta. Lo anterior, asociado principalmente a la tradición culinaria local, y a la participación de las familias mediante la donación de comidas para su venta, tanto en la cocina del turno 30 Inicio Índice Créditos Anexos como en otros puestos feriales, lo cual dota al espacio festivo de gran dinamismo y variación culinaria. La oferta gastronómica de los chinameros presenta una mayor estandarización, por cuanto las personas dedicadas a esta actividad económica recorren el país visitando las fiestas con un mismo patrón de comidas. Durante el estudio se determinó que las comidas más comunes incluyen: arroz con pollo, arroz cantonés y chop suey (mezcla de sabor oriental criollo), fajitas de carne de res con chile dulce y cebolla (expresión criolla de las comidas mexicanas), vigorón (chicharrón de cerdo con yuca, repollo, tomate, típico de Nicaragua), chorreadas, elotes con mantequilla, buñuelos, algodón de azúcar, galletas suizas con diferentes tipos de rellenos dulces, churros, maní garapiñado, manzanas escarchadas y manzanas cubiertas con chocolate. Más adelante en el documento se analiza con mayor profundidad la oferta gastronómica en las fiestas populares. Por otro lado, los espacios de vida y de trabajo durante las fiestas se convierten en espacios de rito y de celebración, en un tiempo de comidas y de celebraciones gastronómicas. Se presenta una apropiación de los lugares públicos, de las calles, los parques, las zonas verdes y los salones comunales, donde personas, Presentación de bailes folclóricos en la Feria del Cafe 2014, Frailes de Desamparados. Fotografía de Gimena Cortés. gestos, ritmos, sonidos, colores y comidas son una muestra de la “cultura de la presencia”, que a su vez torna la fiesta en un espacio inclusivo en el cual las personas se identifican y se proyectan socialmente, y que resulta cada más necesario en una sociedad que tiende al individualismo y pérdida de identidad (Martínez, 2004; Lacarrieu, 2009). 31 Inicio Índice Créditos Anexos 2. La fiesta: identidad cultural y rituales El concepto de fiesta popular nos remite a un conjunto de eventos diversos, cuyos significados e interpretaciones son sumamente variadas y trascienden el plano individual. Para Sandoval (2009), el calendario festivo revela no sólo la diversidad de fiestas registradas, sino también la existencia de variaciones en las formas de celebración dependiendo de dónde, qué y quiénes las celebran. Además, sobresalen los ciclos de celebración popular tan necesarios para la ruptura con la monotonía. Lo anterior fue evidente en el presente estudio, puesto que durante tres años se registraron más de 250 actividades festivas anuales, entre las que se encuentran turnos patronales, veraniegos, fiestas cívicas, ferias culturales y deportivas, así como ferias promocionales (ver el calendario de fiestas). Este número es simbólico dado que realmente existe una infinidad de fiestas en el ámbito local, las cuales son realizadas por los caseríos y pueblos pequeños, las cuales no son promocionadas ni tomadas en cuenta por los medios de comunicación masiva, con lo cual se presenta en el estudio un subregistro de las mismas difícil de estimar. La fiesta popular se caracteriza por la identidad compartida, vivida y actualizada en rituales que marcan las barreras de la pertenencia y los límites de la dependencia, así como los sistemas de valores y el proceso de construcción de las cosmovisiones colectivas. La fiesta refuerza la solidaridad grupal, constituye un espacio de catarsis, y es el momento en que los valores de fraternidad, solidaridad y reencuentro son posibles para los grupos (Martínez, 2004). Para ejemplificar lo anteriormente expuesto, se presenta un relato de una persona entrevistada en las fiestas patronales de San Ramón de Alajuela efectuadas en el 2011, quien indicó lo siguiente: “para mí, las fiestas de San Ramón (de Alajuela) son únicas en el país. Desde pequeño mi familia me traía a las fiestas. Hoy me recuerdan mi infancia y mi adolescencia. Yo quiero que mis hijos aprendan a disfrutar nuestras raíces, a compartir con los vecinos y a rescatar lo nuestro, las comidas, los bueyes, el sobado y la música de guitarras y acordeones (…) todo esto me llena, y por eso trabajo en este puesto, vendiendo cosas, colaborando con la parroquia (…) Todos los años Dios nos regala esta bendición de unirnos como pueblo alrededor de nuestro patrón Moncho” (SR-01-2011). Para la investigadora Bertha Flores Mercado (2006), el con- cepto de fiesta y la ritualidad festiva desarrollada durante la Colonia en América, con el sincretismo de visiones de mundo y festividad, llevó a un concepto de la fiesta en el que se contrapuso el trabajo con el descanso, y tal visión prevalece en la actualidad. 32 Inicio Índice Créditos Anexos En el relato anterior se reflejan elementos presentes en las fiestas comunitarias, que en el caso de San Ramón de Alajuela se desarrollan hace más de 160 años, entre ellos: la identidad de las personas con las comidas del pueblo (apropiación de la gastronomía local), la música de pueblo y las actividades religiosas propias de la localidad (la mezcla entre actos religiosos y diversión) y la relación de las fiestas patronales y el espacio de la parroquia con la familia (posicionado en el lema de las fiestas patronales). Todo lo anterior muestra una mezcla cultural sumamente interesante desde la psicología socio cultural. En el contexto de la “fiesta moncheña” tal como la denominan las personas (Moncho, para referirse a San Ramón), destaca la tradición de participación de las familias para la atención de los puestos de venta en la fiesta, y este elemento es destacado en los programas que anuncian la misma: “Somos una familia en fiesta”. Las muestras de solidaridad son evidentes en la organización de las fiestas en San Ramón de Alajuela, hecho que según las personas entrevistadas fue aún más reforzado por un sacerdote hace más de dos décadas y que en la actualidad el líder religioso mantiene vivas, con la intención de dar mayor lucidez y sentido a las fiestas patronales, tal como se hacían hace más de cien años. Los sacerdotes juegan un papel clave en la motivación para mantener las tradiciones del pueblo, y el párroco actual, Pbro. Greivin Hidalgo Jiménez, ha fomentado nuevas actividades a partir del 2011 para reforzar el binomio “fiesta y familia”, desde la organización hasta el cierre de las fiestas, tal es el caso del denominado “Raspado de ollas”. Esta actividad consiste en un convivio entre los colaboradores de la parroquia que participaron en la organización y atención de los puestos durante los eventos festivos, y que se reúnen el lunes posterior al cierre de las fiestas patronales para compartir y mostrar la satisfacción de la misión cumplida, con un acto simbólico de lavado de ollas y un desfile sonando las mismas para mostrar que la “cocina se cierra, porque todo se vendió”, lo cual significa éxito y ganancias. Según este sacerdote, la evangelización se materializa en la organización y participación de las fiestas patronales, dado que en las mismas se fomenta la participación y comunión, en la vivencia de la fe con alegría y armonía. Las ganancias obtenidas en las fiestas patronales son invertidas en diferentes proyectos sociales, tales como apoyo a familias de 33 Inicio Índice Créditos Anexos escasos recursos, personas enfermas, personas con discapacidad, vivienda social, entre otras (Espinoza, 2013). De igual forma, esa identidad se ve reflejada en otras actividades festivas del cantón desarrolladas durante el año, tales como la feria gastronómica que se efectúa en el mes de diciembre. En la misma, se prepara el tamal más grande de Costa Rica, se venden comidas propias de la zona, y la identidad local se refuerza en la publicidad, donde se resalta el calificativo “Moncho” para referirse a San Ramón, “Moncheños” para quienes son de ese pueblo y “Monchadas” para calificar a las actividades realizadas por los oriundos del pueblo en el contexto de la fiesta. En su conjunto, todos estos elementos proveen significados que se viven en el plano colectivo e individual, se enseñan y heredan a las nuevas generaciones. Además, se enriquecen las costumbres y existe una gran proyección comunitaria hacia el resto del país, puesto que en el marco de estas fiestas religiosas, populares y tradicionales en la provincia de Alajuela, las fiestas organizadas en la cabecera de San Ramón figuran entre las que cuentan con mayor afluencia de personas (se excluye de esta categoría las Fiestas Populares de Palmares, dado que no son consideradas como “tradicionales”, de acuerdo con la clasificación que se brinda en el presente documento). En relación con el espacio festivo, Martínez (2004) afirma que la fiesta tiene tres dimensiones como espacio de ricas manifestaciones rituales: la primera dimensión se refiere al ritual iniciático, por cuanto la fiesta es un rito colectivo que hace que los miembros de un grupo recorran el camino de iniciación a los roles para el desempeño de tareas colectivas, propias del status de la vida social. La fiesta inicia con el conocimiento de lo que es la participación en las fiestas y la gestión de lo comunitario. Destaca la herencia de los roles en la organización seguida en las comunidades. Familias reconocidas en los pueblos heredan de generación en generación la responsabilidad de participación en determinadas tareas, como puede ser la atención de la cocina y la venta de comidas, la organización del bingo, la construcción de los ranchos o puestos de venta, la vestición del santo, la decoración de las andas o carroza, la organización de la procesión y la celebración de los rezos con la imagen peregrina. 34 Inicio Índice Créditos Anexos Los roles se heredan en reconocimiento del trabajo desempeñado por las personas que son oriundas del lugar, viven en la localidad desde hace muchos años o cuentan con el conocimiento y las habilidades necesarias para un buen desempeño. Anualmente, los grupos mantienen una estrecha comunicación y realizan diversos tipos de actividades para la recolección de dinero, con el fin de atender de las necesidades, tales como la compra de equipos y utensilios para la cocina, telas y otros implementos para el ajuar o túnicas de los santos, flores, velas, comidas, entre otros gastos que se generan con motivo de la organización de las fiestas patronales. Por ejemplo, en lo que respecta a la cocina, generalmente un grupo de mujeres heredan de generación en generación la práctica de cocinar platillos tradicionales. Son familias que se destacan por la buena cuchara en la zona, y año con año participan activamente en la cocina del turno. Su participación se fundamenta en el conocimiento de las recetas, las habilidades culinarias reconocidas socialmente, y la vocación de servicio que se preserva con el transcurrir del tiempo, y las mujeres participantes muestran una fuerte identificación. Usualmente, las mujeres mayores enseñan a las más jóvenes en lo que respecta a las recetas, las técnicas culinarias y la forma de organizarse en el espacio de la cocina de turno, con lo cual la identidad familiar y comunitaria se fortalece. Esta práctica organizativa en las familias para la atención de tareas específicas probablemente es una herencia de las formas de organización asumidas en antaño por las denominadas Cofradías, de las cuales la más antigua y vigente en el país es la Cofradía de Nicoya. La segunda dimensión de la fiesta corresponde al ritual identitario, entendiéndose el turno como un espacio que fortalece la identidad cultural. En la fiesta, la comunidad se muestra a sí misma, a los invitados y a los foráneos, y se adscribe a lugares, creencias y proyectos comunes. En las personas participantes en el presente estudio, la identidad se manifiesta de múltiples maneras: identidad con la institución que organiza las fiestas, las tradiciones del pueblo y las familias, el grupo o comisión organizadora de la fiesta, una actividad en particular presente en las fiestas, las comidas, el folclor o con las causas por las cuales se desea recolectar los fondos por medio del turno. 35 Inicio Índice Créditos Anexos La tercera y última dimensión citada por Martínez (2004) es el ritual performativo, donde la fiesta es considerada como un rito de realidad colectiva, actualizador de la memoria del grupo, de las formas de cohesión social, y de las pautas o modelos de comportamiento cultural. Las fiestas, a partir de la tradición y las enseñanzas recibidas, pueden reelaborarse y adaptarse a la peculiar forma de entender la sociedad, así como al entorno en el devenir histórico y temporal. Ejemplo de ello son los cambios experimentados en la organización u oferta de actividades de la fiesta en los pueblos. En muchos espacios festivos actuales que se desarrollan en las comunidades urbanas de San José, y que poco a poco se extienden fuera del núcleo de las grandes ciudades, las comidas tradicionales han sido desplazadas por otras formas de preparación, aparentemente más aceptadas por los jóvenes. Entre las mismas se encuentran los productos denominados como “comidas rápidas”, tales como pizza, perros calientes, nachos y hamburguesas, mismas que no empatan con la identidad gastronómica tradicional, pero son bien aceptados por influencia mediática. Esta percepción fue mencionada por una educadora de San Isidro de Alajuela, quien con motivo de la celebración de la Fiesta de San Isidro Labrador en el 2013, pudo observar cómo los niños y niñas que asisten al centro educativo se ilusionaban por comprar pizza de una marca comercial reconocida a través de la publicidad, ofertada en puesto ambulante en las fiestas patronales. A pesar de que muchos de los niños y niñas provienen de familias de escasos recursos, fueron evidentes las grandes filas de personas comprando este producto por la novedad en la comunidad, aun cuando existían otras opciones de comidas más tradicionales o con menor valor económico. Al igual que la comida, también se presentan cambios en las formas de diversión colectiva donde existe un contraste entre lo que antes se practicaba y quedó en el pasado, lo que aun se conserva, y las nuevas propuestas de diversión y recreación en las fiestas populares. Las fiestas pasan por el filtro de la propia experiencia cultural de los miembros de una comunidad (Rodríguez, 2000). En las fiestas populares se presenta una ruptura con el tiempo individual, el trabajo y la rutina diaria. Se 36 Inicio Índice Créditos Anexos inicia con lo ritual para ese contexto, y se presenta una identificación con el tiempo colectivo y el tiempo dedicado a la celebración en comunidad. Dado lo anterior, generalmente se gira en torno a instituciones que simbolizan la vecindad, entre ellas la parroquia, la escuela o las organizaciones comunitarias. Desde el punto de vista de la Psicología Cultural, las fiestas pueden ser vistas como escenarios sociales, vivos y dinámicos, donde se presenta una interpretación particular del tiempo y del espacio, y se expresa una concepción de mundo particular (Flores, 2005). En el conocimiento de la cultura de un pueblo es indispensable estudiar la fiesta como un espacio de manifestación popular. La misma se define como la forma extraordinaria y por un motivo especial donde la sociedad, un pueblo, un caserío o un grupo se reafirman en la conciencia de su existencia, y en la voluntad de perseverar en su ser por medio de la solidaridad y la realización de actividades que buscan la diversión y el beneficio colectivo. Durante la época colonial en América, la cosmovisión de los pueblos indígenas cambió y el cristianismo insertó una realidad que se fundamentó en la historia de la salvación humana por Jesucristo, y la Redención como eje central. Es así como se propone un sincretismo en el calendario festivo religioso, que a su vez es cíclico y se asienta sobre el curso de las estaciones de la naturaleza, según la cosmovisión indígena (Flores, 2006). Para la investigadora Bertha Flores Mercado (2006), el concepto de la fiesta y la ritualidad festiva desarrollada durante la Colonia en América, con el sincretismo de visiones de mundo y festividad, llevó a un concepto de la fiesta popular en el que se contrapuso el trabajo con el descanso, y tal visión prevalece en la actualidad en el contexto festivo. Tomando en cuenta lo anterior, resalta la interrogante de cómo se ha presentado la construcción colectiva de la fiesta popular en Costa Rica, con un sincretismo de elementos propios de las fiestas en la época precolombina, y los elementos traídos en primera instancia por los conquistadores, quienes se asentaron durante la Colonia con una fusión de elementos propios de la fiesta religiosa católica y de la celebración indígena, dando como resultado formas de celebración criollas. Las Fiestas Patronales, que reflejan en gran medida la tradición española de las Fiestas Mayores, se anclaron en el imaginario colectivo como espacios 37 Inicio Índice Créditos Anexos de disfrute comunitario donde resalta la figura de un santo patrono, la participación de familias piadosas que contribuyen con comidas especiales, y se proponen diversiones foráneas que se adoptan como propias para el disfrute comunitario, entre ellas las corridas de toros, los desfiles de caballos y las carreras de cintas. Según Martínez (8:2004), las fiestas patronales son una manifestación de la religión popular. Se interpretan como un hecho religioso sincrético que integra los esquemas cosmológicos de lo natural y la fertilidad de la tierra, la vida y la muerte propios de la cosmovisión indígena, y los valores morales de la Iglesia católica. La fiesta patronal sería la forma, por excelencia, mediante la cual el pueblo criollo experimentó y experimenta su sensibilidad religiosa. El campanario, los santos y la plaza vecinal son el centro espacial de manifestación del ethos campesino (Martínez, 2004). Por su parte, los elementos propios de la fiesta patronal son retomados en las fiestas populares no religiosas, conocidas como “Fiestas cívicas”, consolidándose formas populares particulares en Costa Rica, las cuales se han mantenido con el transcurrir del tiempo con pocas variaciones. Fiestas patronales en Santa Cruz Guanacaste, enero 2014. Fotografía publicada en Facebook por Comisión Organizadora de las fiestas. 38 Inicio Índice Créditos Anexos 3. Las fiestas comunitarias: antes y después de la Conquista. En la cosmovisión indígena, los conceptos de ceremonia, fiesta comunitaria y ritual están íntimamente ligados. Durante la época precolombina era común que en las festividades se compartieran bebidas embriagantes y alimentos elaborados de forma especial, como los tamales u otros productos a base de maíz. En este contexto estaban presentes música, danzas y otras actividades ceremoniales. Los motivos de la fiesta eran diversos, los cuales tenían un vínculo estrecho con la naturaleza, tributos a los dioses, ritos y fiestas asociadas con la fertilidad de la tierra, el agua, el sol, la vida y la muerte (Ibarra, 1996). Las celebraciones comunitarias en nuestros pueblos indígenas precolombinos podían prolongarse por varios días, y se suspendían las actividades cotidianas para unirse a la celebración, donde usualmente las personas decoraban sus cuerpos o se ponían indumentarias diferentes. Las crónicas de la época de la Conquista describen las ceremonias indígenas en el norte de Costa Rica asociadas a la cosecha del maíz que ocurría tres veces al año. En dichas ceremonias figuraban la música y la danza, el uso de vestimentas especiales para la ocasión y la preparación de bebidas embriagantes y comidas a base de este alimento básico y ritual (Ibarra, 1996; Carvajal, 2002). A la llegada de los conquistadores a tierras americanas, se impuso en las poblaciones bajo el dominio español su propia visión de mundo. Los conocimientos y prácticas impuestas eran necesarias para el establecimiento de los asentamientos coloniales (Ibarra, 1996). Durante la Conquista, los procesos de evangelización en América fueron asumidos por la Iglesia Católica apoyada por la Corona Española, la cual enfrentaba todos los gastos de los religiosos que se trasladaban al nuevo continente para la evangelización y cristianización de las comunidades indígenas. En el proceso de evangelización cristiana y su expansión se impuso la doctrina católica como la única permitida, y se vincularon estrechamente las relaciones de fe y poder, religión y política (Gutiérrez, 2004). Este proceso se caracterizó por serios conflictos entre autoridades políticas, la Iglesia y las Las bombetas suenan, se es- cucha el llamado, bendito sea San Caralampio patrono de Lagunilla. A tú honor ayer comenzamos tú novena. Lagunilla de Santa Cruz de Guanacaste, 2013. 39 Inicio Índice Créditos Anexos poblaciones indígenas sometidas al poder, con un trato cruel y violatorio de los derechos humanos de los nativos americanos. Se presentó el abuso y deseo de eliminación de las prácticas religiosas y de los sitios sagrados indígenas, y se impusieron nuevas reglas fundamentadas en la religión católica. Prácticas indígenas asociadas con las celebraciones públicas y ritos sagrados quisieron ser exterminadas, considerándolas, en muchos casos, “satánicas” o “paganas” por los misioneros (Gutiérrez, 2004). Durante el proceso de colonización, el mestizaje fue evidente en diversos aspectos culturales y religiosos, entre ellos las fiestas y la gastronomía. De acuerdo con Gutiérrez (2004), se consolidó un ciclo de vida para las comunidades indígenas y negras dominadas por los colonizadores, donde se vinculó la religión con el trabajo. De tal forma que las fiestas religiosas constituyeron, para los grupos oprimidos, momentos de descanso y oportunidad para transgredir la dura rutina del mundo del trabajo. Esta concepción variaba según las Órdenes Religiosas a cargo de las comunidades, entre ellos los Dominicos, Franciscanos y Jesuitas. En el caso específico de Costa Rica, fue la Orden Franciscana la que predominó en los procesos de misión durante la Conquista y la Colonia. Los franciscanos, según Gutiérrez (2004), tenían una visión religiosa vertical, mística y escatológica, en la que miraban la Conquista como un instrumento de la providencia de Dios para convertir a los indígenas mediante el seguimiento de un voto de pobreza evangélica. El mismo influyó en la construcción de los templos y las formas de celebración, así como en la discusión de lo sacro y lo profano, y sus mezclas. En los procesos de evangelización cristiana de los pueblos amerindios, sucedió una aculturación forzada que produjo el sincretismo religioso y una fusión entre prácticas seguidas en las fiestas indígenas con las fiestas religiosas traídas por los españoles y negros esclavos durante los siglos XVI y XVII. En este contexto destaca la ritualidad agrícola mesoamericana, la cual mantuvo sus raíces prehispánicas, y fundamentó las tradiciones seguidas por las comunidades campesinas desde la antigüedad. Es así como resaltan los ritos de siembra, los calendarios agrícolas y la cosmovisión particular del mundo y la naturaleza (Broda, 2002). Durante los siglos XV y XVI, las culturas de En el proceso de catequización y transculturación durante el proceso de Conquista y la Co- lonia, uno de los principales rasgos culturales fue la fusión de la celebración religiosa con danzas y comidas, y la reali- zación de prácticas piadosas con la presencia de una ima- gen. De esta forma surgen manifestaciones de sincretismo religioso que todavía están pre- sentes en las comunidades cos- tarricenses (Zeledón, 1998). 40 Inicio Índice Créditos Anexos Mesoamérica sintetizaron elementos culturales derivados de las tradiciones antiguas de la cosmovisión indígena de la región. El calendario solar era de 365 días, divididos en 18 meses de 20 días (más 5 días). En cada mes se celebraba una fiesta principal y otras ceremonias menores que marcaban los periodos preparatorios o posteriores a determinadas fechas, los que constituían ciclos rituales asociados con el clima. En las culturas mesoamericanas precolombinas se creó un tejido festivo que destacaba durante todo el año, y el culto expresaba la ideología del Estado Mexica, previo a la llegada de los conquistadores. En las festividades sobresalía el culto guerrero con ritos que giraban en torno al sol y la luna, y estaban íntimamente ligados al poder político del Estado. En las fiestas dirigidas a la élite se contaba con la participación de los nobles y guerreros en Templos Mayores, mientras que las fiestas del pueblo se centraban en las actividades de producción. De esta forma, sobresalían los cultos a la agricultura y a la fertilidad de la tierra, ceremonias dirigidas a los dioses de la lluvia y el maíz. Además, en las fiestas del pueblo resaltaba el culto a la producción artesanal y a ciertos oficios (Broda, 2002). Los cultos populares carecían de ostentación política, en comparación con los cultos guerreros, aunque en ambos casos la fiesta era de carácter público. De acuerdo con Broda (2002), durante el siglo XV los Mexicas crearon un paisaje ritual para la celebración de los cultos populares que abarcaban diversos escenarios considerados como lugares sagrados, donde se incluían montañas, lagos, ríos o cuevas. El culto a la lluvia, a la tierra y al cultivo del maíz se celebraba en los lugares de siembra y expresaba elementos de la cosmovisión indígena prehispánica, con un amplio conocimiento de la naturaleza y una visión particular acerca de la vida y la muerte (Broda, 2002). En la época de la Conquista ocurrió un impacto importante en las formas de organización amerindia; se desmembró la estructura de la sociedad prehispánica en sus niveles local, regional y de los estados autónomos con una imposición en nuevas formas de organización política y religiosa. A pesar de lo anterior, muchos elementos propios de la ritualidad indígena prehispánica de Mesoamérica prevalecieron durante la época de Conquista y Colonia, y las tradiciones se mantuvieron como expresiones autóctonas que se mantenían ocultas o mediante una fusión o sincretismo religioso con las tradiciones católicas, las cuales tenían un alto valor para las comunidades indígenas y mestizas catequizadas. 41 Inicio Índice Créditos Anexos Basados en la significancia de los rituales indígenas, las Órdenes Religiosas que llegaron a catequizar a los poblados indígenas permitieron que ciertas actividades de celebración prehispánica se celebraran de forma controlada y públicamente, como parte de las celebraciones católicas. Lo anterior, debido a la conveniencia para la Iglesia católica de conservar el arraigo de los grupos indígenas a la localidad y ritos católicos, y evitar el rechazo por la imposición de la nueva religión (Broda, 2002). Cabe destacar que los grupos indígenas pasaron a formar parte de los estratos más bajos de la sociedad colonial de dominio español, y eran explotados económicamente bajo la dominación política, lo que llevó a un nuevo orden colonialista. Se presentó la eliminación de la clase gobernante indígena prehispánica, y la resultante pérdida de la cultura de la élite de las sociedades mesoamericanas prehispánicas. Lo anterior tuvo consecuencias negativas importantes en la cultura indígena en su conjunto, y se presentó un impacto significativo en el culto indígena campesino, así como en sus manifestaciones de celebración comunitaria y desarrollo de las fiestas durante la Colonia (Broda, 2002). Mientras que en la época prehispánica los cultos agrícolas formaban parte del culto estatal Mexica, después de la Conquista se perdió esa integración al sistema ideológico coherente de una sociedad autónoma, y se transformaron en una expresión de cultos campesinos locales que eran subestimados por las colonias españolas dominantes (Broda, 2002). La religión oficial del Estado prehispánico fue reemplazada por el catolicismo. En los niveles local y regional, los cultos a la naturaleza y a los dioses propios de los pueblos indígenas fueron prohibidos, excluidos o remplazados por una fe monoteísta, y el fomento de la devoción a mártires, santos y santas católicas representadas en imágenes en estampa o bulto en el orden de culto público (Broda, 2002). El culto católico se estableció en el centro de las ciudades y cabeceras municipales y en templos construidos, en la mayoría de los casos, sobre los lugares sagrados indígenas. Los ritos agrícolas que guardaban continuidad con las prácticas ancestrales de las comunidades prehispánicas se trasladaron fuera de las ciudades, al paisaje montañoso, lagos y sembradíos. Estos ritos se volvieron clandestinos, y se desarrollaban sin la presencia de sacerdotes católicos, manteniéndose por la tradición oral y su perpetuación de generación en generación (Broda, 2002). 42 Inicio Índice Créditos Anexos De esta forma, los ritos ancestrales de nuestros pueblos prehispánicos vinculados con la celebración o fiesta adquirieron un nuevo significado durante la Colonia. Los mismos se convirtieron en espacios de expresión étnica que los grupos indígenas se vieron en la obligación de ocultar, pero que aun así no perdieron la relevancia ceremonial y el significado para quienes creían y participaban en los mismos (Broda, 2002). Con gran esfuerzo los grupos indígenas lograron mantener su identidad colectiva, religiosa, económica e incluso jurídica que los protegía de la brutal desaculturación del proceso colonizador. Precisamente, en este contexto surgieron las agrupaciones denominadas Hermandades, Cofradías o Mayordomías que fueron introducidas por la Iglesia a lo largo del período colonial, como una forma de organización corporativa de las comunidades indígenas, negras y mestizas con el control de la Iglesia Católica, cuya principal tarea era la propagación de la religión católica (Broda, 2002, Gutiérrez sf). Durante la Colonia tuvo lugar una reinterpretación simbólica y la configuración de las tradiciones populares de las comunidades indígenas americanas prehispánicas, y se conservaron elementos ancestrales, los cuales se articularon con la nueva religión impuesta por los colonizadores. De acuerdo con Jorge Báez, 1998, citado por Broda (2002), Jesucristo, la Virgen María, mártires y santos y santas con una vida ejemplar fueron promovidos por la Iglesia Católica, y aceptados por los pueblos indígenas cristianizados. Es probable que las imágenes y el estilo de vida de Jesús, los mártires y santos fueran vinculados con las entidades sagradas autóctonas rectoras del orden cósmico y terrenal, y pasaron a formar parte de su cosmovisión y prácticas religiosas. En la formación de la mentalidad colectiva colonial cristiana se produjo un control ideológico por parte de la Iglesia por medio de la imaginería, la cual era la forma más concreta de propagar la fe y los principios cristianos. Se recurrió al uso de estampas, pinturas y esculturas pequeñas mono y policromáticas que representaban a Dios, Jesucristo, la Virgen, santos y reliquias (Broda, 2002; Zeledón, 1998). La Iglesia, a través de sus Diócesis ubicadas en las principales ciudades coloniales de México, Perú 43 Inicio Índice Créditos Anexos y Ecuador mantenía la división y jurisdicción territorial, así como el control de la distribución de las tareas de evangelización en el territorio americano. Según Velásquez (2004), las primeras Diócesis en Indias se fundaron en Santo Domingo, Concepción de la Vega y San Juan Puerto Rico, mismas creadas por el Papa Julio II en el año 1511. El primer sacerdote católico que visitó tierras costarricenses, específicamente en la costa atlántica, fue el capellán de la Armada de Cristóbal Colón, en 1502. Posteriormente, el conquistador español Gil González Dávila, en la década de 1520, fue acompañado por el Pbro. Diego de Agüero, quien tuvo a su cargo el bautizo de 225 indios en los márgenes de la costa pacífica norte. En 1526, el Pbro. Diego de Escobar celebró la primera Semana Santa en la isla de Chira (Velásquez, 2004). Por su parte, en 1531, se autorizó la creación de la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica con sede en León, la cual era sufragánea de la Diócesis Metropolitana de México, y posteriormente de Guatemala. Esta Diócesis se mantenía con el apoyo económico de las familias españolas que vivían en la zona, a través de las denominadas capellanías. Por medio de los donativos, las familias pretendían perpetuar su memoria, garantizar el empleo a algún descendiente o protegido, ganar indulgencias y ayudarse en su paso por el purgatorio. El diezmo constituía un importante ingreso para la Iglesia, el cual correspondía al costo de la décima parte del producto agrícola que cada parroquia cobraba a los fieles en el momento de las cosechas, como una forma de asegurar el mantenimiento (Velásquez, 2004). En el caso de la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica, el pago del diezmo no constituyó una entrada importante debido a la escasa población en la región, a diferencia de la Diócesis de Guatemala, razón por la cual sus ingresos eran muy limitados, y afectaron la manutención de los sacerdotes y religiosos, los costos de la administración de sacramentos, así como la construcción de templos (Velásquez, 2004). En 1540 llegaron los primeros religiosos de las órdenes Franciscanas, Dominicos y Mercedarios para evangelizar Centroamérica, siendo obispo de la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica el Pbro. Francisco de Mendavia. En el caso de Costa Rica, el catolicismo se propagó al interior del país con las expediciones de Juan de Caballón y el Pbro. Juan Estrada de Rávago. 44 Inicio Índice Créditos Anexos En el año 1544 se fundó el primer templo católico en Nicoya, construido de paja en honor a San Blas, el cual cien años después se construyó de calicanto. Por su parte, en 1563, se estableció una de las primeras órdenes en el Valle de Ujarrás, a cargo de Fray Ju