De parejas copulantes y representaciones fálicas prehispánicas en la región costarricense Henry O. Vargas Benavides Publicación semestral. ISSN 1409-2522 Volumen 75 - Número 2 Enero - Junio 2016 Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento - No comercial-Sin Obra Derivada Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 133 De parejas copulantes y representaciones fálicas prehispánicas en la región costarricense Henry O. Vargas Benavides Universidad de Costa Rica henry.vargas@ucr.ac.cr Recibido: 16 de enero de 2016 Aprobado:18 de febrero de 2016 Resumen En este artículo se analizan los temas de parejas primordiales, parejas cósmicas, dualidades y fertilidad, a través de una comparación desde las teorías del diseño, la semiótica, mitología y la comparatística vi- sual, con énfasis en la simbología y la mitología de la América indígena. Para esto, se toman como base de análisis cuatro objetos arqueológicos de cerámica precolombina pertenecientes a la colección pa- trimonial del Museo Nacional de Costa Rica, divididos en dos representaciones de parejas copulantes: una de la Subregión Guanacaste y otra de la Región Central, y dos piezas fálicas, ambas de la Subregión Diquís. Palabras clave: arte precolombino, diseño, diseño precolombino, semiótica, mitología. Abstract This article discusses key pairs, cosmic couples, dualities, and fertility issues through a visual compari- son, from the theories of design, semiotics, mythology and the visual Summerfield, with emphasis on the symbolism and mythology of indigenous America. To do so, four artifacts of pre-Columbian pottery belonging to the heritage collection of the National Museum of Costa Rica, are divided into two groups of representations of copulantes couples: one group is composed by one artifact from the Subregion of Guanacaste and one more from the Central Region; and the other collection has two more phallic arti- facts of the Subregion of Diquís. Key words: pre-columbian art, design, pre-columbian design, semiotics, mythology. Artículos 134 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 Introducción El siguiente artículo reúne cuatro objetos arqueológicos de cerámica precolombina pertenecientes a la colección patrimonial del Museo Nacional de Costa Rica, divididos en dos representaciones de parejas copulantes: una de la subregión Guanacaste y otra de la Región Central, y dos piezas fálicas, ambas de la Subregión Diquís. Las piezas se anali- zan por medio de las teorías del diseño, la simbólica desde la posición de la semiótica, la mitología y la comparatística visual de los objetos. Para lo anterior, se tocarán temas como parejas primordiales, parejas cósmi- cas, dualidades, signos y símbolos de ferti- lidad, a través de la comparatística1 con re- presentaciones de la América precolombina. Parejas primordiales Desde los aspectos simbólicos de la fuerza creadora se distinguen dos aspectos: la inma- nente, en donde la propia materia participa de una energía creadora en una progresión diferenciada de formas, y la trascendente, como una progresión constante de esa mis- ma construcción o creación (Chevalier y Gheerbrant, 2003). En la acción creadora su propia dualidad reside una unidad que es in- herente al acto sexual. La relación masculino y femenino se emparenta en los opuestos sol y luna, día y noche, claro y obscuro, don- de radica el misterio de los opuestos, en el cual dos seres se unen y representan la po- laridad de lo masculino y lo femenino. Si de esa unión resulta “un tercero”, ese nuevo ele- mento resume el hecho o la obra creadora del universo. Esta pareja creadora es la que da origen al cosmos, al multiforme universo (Ronnberg e In Martin, 2011). Por ejemplo, en la antigüedad griega se dis- tingue la pareja primigenia Zeus y Hera, a pesar de la gran cantidad de amoríos de su esposo; las equivalencias romanas de Júpi- ter y Juno, ambos representantes del cielo y la tierra; del fresno y el olmo surge la pareja nórdica de Ask y Embla, como pareja pri- mordial; en el occidente de Asia, la pareja Apsu, dios del agua dulce y Tiamat, diosa del agua salada, generan a varios dioses que cul- minan en Anu, dios del cielo y en Ea, diosa de la tierra y las aguas; los dioses mongoles Qormusta y Sakyamuni (Buda); la pareja ja- ponesa Izanagi (el que invita) e Izanami (la que invita); la pareja africana Aido-Hwedo, masculina y Mawu, femenina, entre otros (Wilkinson, 2009).2 La relación clave de cielo con fecundidad orienta el modelo de pensamiento cósmico en los distintos sistemas de creencias alre- dedor del mundo. La fecundidad comprende 1 Ver Lotman, I. (1996). 2 Se citan tan sólo algunos ejemplos de parejas o deidades creadoras, pues en otros casos los mitos de la creación provienen de una sola fuerza creadora como Ra en el antiguo Egipto o de triadas fundamenta- les como en el caso de la mitología védica de Brahma, Vishnú y Shiva. Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 135 entonces una extensión amplia indicada por Mircea Eliade (1995) como “luna-aguas-mu- jer-tierra”. Por tanto, la relación celeste con una diosa no es meramente celeste sino la aseguradora del ciclo de la vida, por eso: Los dioses meteorológicos (rayo, tor- menta, lluvia) y genésicos (el toro) pier- den su autonomía celeste, su soberanía absoluta. Cada uno de ellos es acompa- ñado, y a menudo dominado por una diosa, de la que depende en última ins- tancia la fecundidad universal. Ya no son creadores cosmogónicos, como las divinidades celestes primordiales, sino fecundadores y procreadores del orden biológico. La hierogamia se convierte en función esencial. (p. 105 ) De acuerdo con lo anterior, las parejas divi- nas son las que regulan el orden de los seres humanos que habitan la tierra y establecen distintas reglas propias de cada acción y gru- po en su diversidad de culturas. Entre las versiones de la mitología incaica, el dios sol Inti coloca al pueblo originario a orillas del lago Titicaca liderados por Manco Cápac, quien tenía tres hermanos y herma- nas; una de ellas fue Mama Ocllo, las cual se convirtió en su esposa3. Lo trascendente es que de esta pareja real surgen los poste- riores gobernantes del resto del grupo y las diversas clases de campesinos y esclavos que desarrollan el imperio o el pueblo del sol (Wilkinson, 2009, p. 314). Por esta razón, el origen se sitúa en el nacimiento de un pueblo que trasciende hasta convertirse en un im- perio, en donde el esposo, representante del sol, recibe la orden divina de viajar portando una vara de oro que debe clavar cada vez que se detengan a descansar o a comer y en el lu- gar donde se hunda completamente el caya- do, será la señal de un suelo profundo y fértil; ese sitio fue Cuzco, donde inicia la dinastía incaica bajo el liderato de Manco Cápac y su esposa Mama Ocllo. El fenómeno vivido por esta pareja –uno como el sol, simbólico de arriba y la otra de la tierra, de abajo –, además de la vara y el sue- lo, es la representación íntima de la unión de la pareja y del desarrollo de cientos de siglos de conocimiento que culminan en el sistema agrícola. La tacna o palo de siembra, utilizado por los incas en la agricultura, asemeja a un bastón con forma de mango o empuñadura y cerca de la base un soporte para ser clavado con el pie. Esto supone siglos de conocimien- to que terminaron en el desarrollo del sistema agrícola en los terrenos agrestes de las costas peruanas, con el cual se domesticaron plan- tas como maíz, frijol, yuca, calabazas, papas, básicas en su dieta y otras semidomesticadas o aprovechadas para la simple recolección (Vergara en Ardón, 1993, pp. 35-36, 72-73). El texto más cercano al concepto creador indígena se encuentra resumido en el Popol Vuh, manuscrito de Chichicastenango dado a conocer a inicios del siglo XVIII, en donde se resume el origen de los pueblos de esta región mayense. En primer lugar, el concepto 3 En otras de las versiones esta primera descendencia surge de una cueva. Artículos 136 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 del creador reside en una sola deidad que asu- me el papel de madre y padre, al que se le de- nomina creador y formador, el cual mantiene la armonía del cosmos, del cielo, la tierra y el agua. A partir de su voz, como elemento cata- lizador, aparecen los señores Tepew y K’ucu- matz, personajes que dan origen al resto de la vida. El texto lo resume así: Antes de la Creación no había hombres, ni animales, pájaros, pescados, cangre- jos, árboles, piedras, hoyos, barrancos, paja ni bejucos y no se manifestaba la faz de la Tierra; el mar estaba suspenso y en el cielo no había cosa alguna que hiciera ruido. No había cosa en orden, cosa que tuviese ser, si no es el mar y el agua que estaban en calma y así todo estaba en si- lencio y obscuridad como la noche. Solamente estaba el Señor y Creador, K’ucumatz, Madre y Padre de todos lo que hay en el agua, llamado también Corazón del Cielo porque estaba en él y en él resi- de. Vino su palabra acompañada de los señores Tepew y K’ucumatz y, confiriendo, consultando y teniendo consejo entre sí en medio de aquella obscuridad, se crearon todas las criaturas. (Saravia, 1996, p.16) De esta pareja formadora continuará otra en el relato que concluirá con lo establecido por sus predecesores en el cuadrante de la tierra y su ordenamiento, en el supramundo e infra- mundo; esta pareja serán los hermanos Jua- najpú e Xbalamqué. Ellos pasan por una serie de pruebas y enfrentamientos con lo que dic- tan pautas fundamentales para el pueblo maya quiché. Los hermanos son capaces de enfren- tar a los Ajabab de Xibalbá o los señores del inframundo. Su relación de héroes culturales les permite concluir parte importante de su universo al convertirse en los astros principa- les para la tierra. Así lo reza el relato: Junajpú e Xbalamqué, después de haber venci- do a los Ajawab de Xibalbá, subieron hacia el Cielo y el uno fue puesto por el Sol y el otro por la Luna, subiendo también los cuatrocientos muchachos que mató Zipacná, los que fueron puestos por estrellas (Ibidem, p. 136). En tres de los templos de la Cruz de Palenque se narra, tanto en el escritura como en la ico- nograf ía, el origen de la creación del mundo. El padre y la madre primordiales preceden la denominada época actual; a ellos les ante- cede la diosa Itzamnaaj, a quien se le asigna el cargo de divinidad suprema en el panteón maya. En una de las tablas del Templo de la Cruz, del año 692 d.C. se representa en su centro al árbol del mundo que brota de un recipiente y en su cúspide yace Itzamnaaj, en forma de gran ave de amplio plumaje (Wag- ner, 2006, pp. 281-282). Para los nicaraos, de acuerdo a los registros de Francisco Bobadilla mencionados por Oviedo, la pareja fundamental son Tamagas- tat y Cipattonal. Ellos son los responsables de crear el mundo y son los que resguardan desde el supramundo toda su creación. Así lo transcribe Samuel Kirkland Lothrop (2004): El mundo fue creado por Tamagastat (Ta- magostat) y su mujer Cipattonal (Cipalto- val), ayudados por Ochomogo, Calchit- guegue y Chicociagat. No sólo el mundo fue creado por esa divina pareja, sino Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 137 también ellos son los responsables de la recreación después del diluvio, «y toda la raza de los hombres y mujeres des- ciende de ellos». En tiempos primitivos Tamagastat y Cipattonal moraban en la tierra, en forma de indios, donde se dice que diseminaron la cultura que disfruta la humanidad. Más tarde subieron al cielo (que es el lugar donde el sol se levanta), y allí son los gobernadores de un paraí- so, a quienes sirven las almas de aquellos que caen en batalla. Así pues, esta pare- ja celestial gozaba de tres atributos: eran deidades creadoras, héroes de la cultura y dioses que gobiernan el cielo. (p. 85) Otras dualidades en la simbólica indígena En las diversas representaciones míticas al- rededor del orbe subyace la representación de componentes que encierran los princi- pios completos del universo, compuestas por fuerzas contrarias y de unidad. Este bi- nomio de fuerzas, de dualidades, lo enmarca Juan Eduardo Cirlot (1992) como: La integración de esa contradicción en un complejo superior origina un siste- ma binario, fundado en la tensión de una polaridad. A veces, las dos fases son si- métricas, es decir, de fuerza y extensión equivalentes; pero en otras ocasiones, la diferencia es dada por relaciones irregu- lares. Los fenómenos cósmicos; día, no- che; invierno, verano; crecimiento, decre- cimiento; vida, muerte; sístole, diástole; inspiración, espiración; juventud, vejez; de carácter sucesivo valen para el caso como los pares de contrarios que pueden ser sucesivos o simultáneos, cual: húme- do, seco; frío, cálido; masculino, femeni- no; positivo, negativo; sol, luna; oro, plata ; redondo, cuadrado ; fuego, agua ; volátil, fijo; espiritual, corpóreo ; hermano, her- mana, etc., y se hallan en el caso. (p.109) En una de las representaciones de parejas copulantes pertenecientes a la colección del Museo Nacional de Costa Rica se observa a una pareja de la Región Central del país en su cópula amorosa (Fig. MNCR B345). Figura 1 MNCR B345, Pareja copulante, vista lateral, 8,2 x 4 x 5,8 cm, 1-700 d.C., Valle Central Fotograf ía por Diego Herrera Quirós Artículos 138 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 Figura 2 MNCR B345, Pareja copulante, vista lateral opuesta, 8,2 x 4 x 5,8 cm, 1-700 d.C., Valle Central Figura 3 MNCR B345, Pareja copulante, vista de tres cuartos, 8,2 x 4 x 5,8 cm, 1-700 d.C., Valle Central Figura 4 MNCR B345, Pareja copulante, vista inferior, 8,2 x 4 x 5,8 cm, 1-700 d.C., Valle Central Fotograf ía por Diego Herrera Quirós De forma sutil, la figura entrelaza los bra- zos y piernas entre sí, se encuentran seden- tes y mientras que la figura femenina mira a su par, el otro mira hacia un costado. Es una figura cerámica monocroma, en donde sus cuerpos se han estilizado de manera que lucen cual jícaras o robustas frutas; esta es la base donde luego se le incorporaron los demás elementos en la arcilla cruda. Deta- lles del cabello o tocados, así como cabeza, piernas, brazos, boca, entre otros, han sido amasados y unidos por aparte y luego aco- plados. Los ojos, dedos, dientes y fosas nasa- les se diseñaron a través de un instrumento de punta para provocar texturas de punzado o surcos. Las narices de ambos son rectas y anchas a la vez. En la figura masculina se observa un tocado, mientras que la femeni- na y cabello largo caído hacia atrás. Por otra parte, en la vista inferior, se representa clara- mente ambos órganos sexuales: el femenino y el masculino en plena acción coital. A con- tinuación, obsérvese las distintas vistas de la pieza y los detalles mencionados. Paul Westheim (1988), al analizar el arte pre- colombino en México y alrededores, indica que la dualidad es parte de la concepción de las deidades, la naturaleza y el arte. El enigma cósmico se fundamenta en fuerzas antagóni- cas. Es importante recordar que el principio constructivo en donde el orden piramidal se divide en una principal representante del sol y la siguiente representante de la luna. Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 139 En la siguiente representación de pareja de la Subregión Guanacaste (Fig. 24067) las fi- guras simbolizan la cópula sexual de pie. La figura femenina se encuentra de espalda, con rodillas reclinadas, espalda echada ha- cia adelante y los brazos se apoyan hacia la espalda de la otra figura. Mientras tanto, la figura masculina, casi en posición vertical –salvo un pequeño movimiento provocado por el levantamiento de los tobillos del pla- no horizontal – entrelaza los brazos hacia las caderas de la figura femenina. A diferencia de la anterior representación, las cabezas son más achatadas, en forma rectangular y ambos personajes llevan vinchas; el tocado del hombre se levanta a los extremos como un rectángulo, mientras que el de la mujer lleva una decoración geométrica y de forma Figura 4 MNCR 24067, Pareja copulante, vista lateral, 18,1 x 8,5 x 14,7 cm, 300-500 d.C. Figura 5 MNCR 24067, Pareja copu- lante, vista frontal, 18,1 x 8,5 x 14,7 cm, 300-500 d.C. Figura 6 MNCR 24067, Pareja copu- lante, vista de atrás, 18,1 x 8,5 x 14,7 cm, 300-500 d.C. Figura 7 MNCR 24067, Pareja copu- lante, vista inferior, 18,1 x 8,5 x 14,7 cm, 300-500 d.C. Fotograf ía por Diego Herrera Quirós Artículos 140 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 ovalada. Las dos figuras portan alrededor del cuerpo una especie de faja cruzada lateral- mente en el cuerpo. Cejas, ojos y boca, lucen alargadas y con sutil relieve, mientras que las narices son respingadas. Como accesorios, ambos portan orejeras, brazaletes en brazos y piernas, así como rodillas y pechos que so- bresalen por sus relieves. Es apenas de notar que las figuras tuvieron pigmento oscuro, el cual se nota con más precisión en forma de anillos alrededor de las piernas de ambos. Por la zona inferior apenas se perciben los órganos masculino y femenino, en esa misma acción coital. La pieza posee varios agujeros que apunta a un uso de colgante o similar, como función den- tro de su contexto. Obsérvense varias vistas de lo mencionado: Oviedo, mencionado por Samuel Kirkland Lo- throp (2004), verifica que en los pueblos nica- raos “Sus matrimonios son de muchas mane- ras”; asimismo, apunta Oviedo (lib. XLII, cap. I): “e hay bien que decir en ellos, e comúnmen- te cada uno tiene solo una muger, e pocos son los que tienen más, excepto los principales o el que puede dar de comer a más mugeres; e los caciques cuantas quieren” (p. 75). En la pareja copulante de la Subregión Gua- nacaste, se representa un signo, tanto a un costado de la espalda de la figura masculina, como en el estómago de la figura femenina, un cuadrado conteniendo otros dos y cuatro puntas dobles dirigidas hacia afuera en cada uno de sus lados. No obstante, existe una sutil diferencia entre la representación de la forma en la figura masculina y la femenina, en donde la masculina, el cuadrado central se divide en dos y, en la femenina, se encuen- tra completamente unido y las cintas inferio- res son tres en lugar de dos como en el resto. Figura 9 Forma geométrica representada en la espalda del personaje masculino Figura 10 Forma geométrica representada en la espalda del personaje femenino Fuente: Henry Vargas Fuente: Henry Vargas Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 141 A continuación cada una de estas formas: En otro de sus textos Paul Westheim (1987) analiza el signo Ollin como representación de los cuatro puntos cardinales y un ojo en su centro o intersección. Este es el Nahui Ollin o el sol que asciende y desciende del firma- mento y también del movimiento, signo que concibe la complementariedad de día y no- che; claro y oscuro; mundo superior y mun- do inferior (p. 154). Semejante distribución parece en los cuadrados de las figuras mas- culina y femenina de Guanacaste. La sutil diferencia encontrada en ambas figuras re- presentadas de esa pareja enfatiza los opues- tos femenino, masculino, vida y muerte en la cópula sexual. En el signo Ollin (tomado del códice de Borgia) se aprecia también la estructura que se divide en cuatro puntos al partir de su centro. Además del empleo de tonos contrastantes, el amarillo y el rojo. En la figura anterior, ambos signos encon- trados clarifican la composición del cosmos en ambos elementos geométricos, en donde la línea estructural horizontal y la vertical di- rigen la posición sagrada del universo repre- sentado, sea por puntos cardinales, sea por los cuatro vientos y luego, en color rojo, el remate de líneas diagonales que dirigen hacia otras cuatro direcciones sagradas del signo. En el universo maya, la relación simbólica de las ciudades, plazas y pirámides representan ese orden cósmico y, a la vez, el reflejo del mundo de los dioses. Ese modelo está divi- dido en los cuatro cuadrantes o puntos cós- micos, en cuatro árboles y al centro un nudo Figura 11 Signo Ollin, Calco (Vargas, 2016) Figura 12 Estructura del signo Ollin, (Vargas, 2016) Fuente: Códice de Borgia Fuente: Códice de Borgia Artículos 142 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 o anillo que amarra el todo, el quinto punto cósmico. Lo anterior también se menciona en los relatos del Popol Vuh y del Chilam Ba- lam de Chumayel. Sea una sola deidad crea- dora o la pareja primordial, luego de creado el universo, este se ordena y se distribuye en es- tos cuatro puntos sagrados. Elisabeth Wagner (2006, op. cit) hace referencia al ordenamien- to del cosmos maya de la siguiente forma: Las plazas, pirámides, templos y palacios imitaban bajo formas simbólicas el paisa- je mítico configurado por los dioses el día de su creación. Y así, cada vez que cons- truía un edificio o se medía un terreno con una cuerda, se repetía y confirmaba aquel acto mítico. (p. 289) La misma casa es la representación de la creación y su universo, en donde el bino- mio, dentro fuera; oscuridad, luz; femenino, masculino; arriba, abajo; Sibö, Surá; supra- mundo, inframundo; condensan también los pares opuestos. Este principio equivale a la construcción y representación de las casas en las culturas bribri y cabécar de Costa Rica (González y González, 1989). El falo y asociaciones con ritos de fertilidad En la India, el árbol se asocia con el bejuco que, a su vez, representa al dios Shiva en for- ma de linga. En occidente este es símbolo de la fecundidad humana y animal representa- da en Dionisos. Al desdoblar la pareja o día- da, surgen opuestos como “el falo y el huevo, la luz y las tinieblas, el cielo y la tierra, el yin y el yang”, entre otros, y es posible agregar el signo Ollin, como ya se indicó. El árbol, columna, designa elementos cargados de la energía masculina que se equilibran sobre el horizonte, suelo o la contraparte feme- nina (Chevalier, 2003). Es también símbolo de la procreación, del principio activo, de Figura 13 Estructura del signo representado en la figura masculina MNCR 24067 Figura 14 Estructura del signo representado en la figura femenina MNCR 24067 Fuente: Henry Vargas Fuente: Henry Vargas Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 143 perpetuación de la vida y fuerza de propaga- ción cósmica (Cirlot, 2008). Chevalier (op. cit.) también amplía que el elemento lluvia en la América precolombina mantiene una relación directa con el dios de la lluvia, Tlaloc. Así, en la hierogamia cie- lo-tierra, la lluvia representa el esperma que fecunda el suelo, propio de las tradiciones agrarias. Palabras como esperma, simiente, sangre, resina o savia, son similares; por tan- to, muchos de estos rituales se combinan con sacrificios humanos o de animales. El rayo y el relámpago son afines a los dioses de las tormentas; en la mitología bribri, el rayo se emparenta con la serpiente y, a la vez, la ser- piente con el bastón o Shulakàma y el pene (Stuart, 1995, p. 13) (Jara y García, 2003). En el área de la denominada Mesoamérica, el culto a lo fálico se identifica con los ritua- les agrícolas en donde la tierra recibe abun- dantes precipitaciones para las siembras, como lo explica Carlos Navarrete en su artí- culo (2010). Existe también la práctica de la perforación o mutilación del pene en donde la sangre fecunda la tierra. A lo largo de esta área concurren diversas representaciones de figuras de masturbadores, representaciones fálicas (abundantes en la zona de Yucatán), así como otras representaciones en cuevas, del Señor de la Tierra y la simbólica de aguas subterráneas. En el caso del área costarricen- se, el Museo del Jade cuenta con una impor- tante colección de representaciones de falos que deben retomarse para futuros trabajos. De forma similar, en las crónicas de Ovie- do descritas por Samuel Kirkland Lothrop (2004), los nicaraos realizaron el sacrificio de sangre como ofrenda y el sacrificio de la fertilidad de la tierra. Así lo expresa esta sín- tesis del relato: También semejante al mexicano fue el rito nicaragüense de ofrecer sangre sa- cada de la lengua, orejas o pene. Como en México, esta ofrenda se consideraba cuestión de todos los días, y Pedro Már- tir nos dice que los aborígenes poseían un polvo que curaba en pocas horas la heridas causadas de esta manera. (p. 95) En la Subregión Diquís, ubicado hacia el sur del actual territorio costarricense, existen representaciones femeninas y masculinas de fuerte estilización, en donde el órgano se- xual femenino es representado por una cur- vatura o forma de concha o arco (Fig. MNCR 24087) mientas que la representación mas- culina se simboliza mediante un sinuoso re- lieve de dos esferas y una línea gruesa hacia arriba o el falo en plena erección(Fig. MNCR 14592). En algunos casos, una mano roza el órgano sutilmente y la otra mano, en direc- ción hacia arriba, como insinuando un cier- to placer (Fig. MNCR 24176).4 De esta misma sociedad de Diquís, el Mu- seo Nacional alberga dos pequeñas vasijas con falo de pequeño formato. En la prime- ra –MNCR 21336– su representación fálica está un poco desgastada en su cabeza y en el borde superior de la vasija; en la segunda 4 Cfr. estas piezas en el libro de Vargas (2015), Diseño precolombino en Costa Rica, Capítulo primero. Artículos 144 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 –MNCR 12719– la forma se encuentra casi intacta. En ambas, la representación fálica se convierte en un personaje puesto que en la primera es un personaje de pie, con los bra- zos cruzados en forma horizontal y clara- mente los pies hacia el frente, mientras que en la segunda, de manera clara, el glande se convierte en el sombrero del personaje que también está de pie; este posee orejas, nariz y ojos en forma de semillas y boca alargada, pero lo más curioso es su sonrisa que tapa con la mano izquierda, mientras que la otra mano se dirige hacia la barriga o a la repre- sentación metatextual de su mismo órgano. Son pocas las representaciones precolombi- nas que denotan una sonrisa en las piezas, como es el caso de las figuras Totonacas en Veracruz, México. En las piezas del Museo Nacional de Costa Rica, se observa cómo a la representación del falo se le adhiere brazos, Figura 15 MNCR 21336. Vista de tres cuartos, Vasija con falo como personaje, 7,6 x 4 x 5,5 cm, 1000 - 1550 d.C., Diquís Figuras 16, 17 y 18 MNCR 21336. Vistas lateral, superior e inferior, Vasija con falo como personaje, 7,6 x 4 x 5,5 cm, 1000 - 1550 d.C., Diquís Fotograf ías por Diego Herrera Quirós Artículos . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 145 piernas y demás expresiones como en la se- gunda figura. Obsérvese distintas vistas de cada una de las dos piezas cerámicas: Conclusiones Entablar un diálogo y análisis sobre este tema, merece que en un futuro cercano se pueda hacer una ampliación necesaria del Figura 19 MNCR 12719. Vista del falo como personaje de frente, 6,6 x 5,4 x 7,9, 1000-1550 d.C. Diquís Figura 19 MNCR 12719. Vista de frente, 6,6 x 5,4 x 7,9, 1000-1550 d.C. Diquís Figura 21 y 22 MNCR 12719. Vista lateral y superior, 6,6 x 5,4 x 7,9, 1000-1550 d.C. Diquís Fotograf ías por Diego Herrera Quirós Artículos 146 . Revista de las artes, 2016, Volumen 75, Número 2, págs. 131-148 ISSN 1409-2522 corpus para comprender mejor las repre- sentaciones eróticas, de fertilidad o simila- res, de las colecciones de museos como el de Jade, en Costa Rica. Esta institución posee una rica representación, en su mayoría ce- rámica de representaciones fálicas o afines (mujeres embarazadas, personajes mastur- badores, parejas copulantes, falos con base para superficie, falos con agujeros para col- gar, flautas, pitos, vasijas antropomorfas so- bre la fertilidad masculina y femenina, entre otras), piezas que se encuentran exhibidas en la “Sala de la memoria”. Se hace más que necesario analizar otras muestras de objetos sobre el tema de la fer- tilidad desde perspectivas del arte y dise- ño, la relación simbólica de las mismas, así como otras visiones comparativas desde las perspectivas inter y transdisciplinarias. Estas discusiones pueden abrir las puertas hacia nuevos aportes sustanciales para una mejor comprensión de la sacralidad o no de las culturas prehispánicas. Es pertinen- te que las políticas sobre interculturalidad de los centros de enseñanza costarricen- ses y latinoamericanos acojan estos temas, en donde se abarquen las diferencias so- cioculturales que poseemos, que nos dis- tinguen como individuos y como grupos humanos. El estudiantado debe ser capaz de comprender el fundamento simbólico de los pueblos indígenas hacia una com- prensión y totalidad del cosmos, en rela- ción armónica y respetuosa con el medio ambiente, la madre tierra, el agua y demás seres que habitamos el planeta. La visión de la comparatística visual debe ampliarse por medio de bases de datos de objetos artísticos de las distintas culturas en nuestro continente, sean indígenas, de tradición occidental, o de otras culturas con las que hoy en día compartimos. Esto per- mitiría ampliar discusiones desde el plano de la interculturalidad y el medio ambiente al que pertenecemos. Referencias Chevalier, J. y Gheerbrant, A. (2003). Diccio- nario de los símbolos. Barcelona: Herder. Cirlot, J. (2008). Diccionario de símbolos. Barcelona: Siruela. González, A. y González, F. (1994). La casa cósmica talamanqueña y sus simbolis- mos. San José: EUNED y EUCR. Jara, C. y García. A. (2003). Diccionario de la mitología bribri. San José: EUCR. Lothrop, S. et al. (2004). Cultura indíge- nas de Nicaragua, tomo I. Managua: HISPAMER. Lotman, I. (1996). La Semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. Madrid, España: Ediciones Cátedra, S.A. Navarrete, C. (2010). Acercamiento a la masturbación ritual en Mesoamérica. Arqueología mexicana. Consejo Nacio- nal para la Cultura y las Artes. Institu- to Nacional de Antropología e Histo- ria,18(104): 46-50. Artículos . 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